David y Georgia, una pareja divorciada hace años, se ven obligados a compartir un tiempo juntos cuando ambos deben viajar a Bali para conocer al novio de su hija y su familia. Ambos creen que casarse es un error e intentarán boicotear el posible casamiento de su hija. A pesar de que la joven está perdidamente enamorada, David y George quieren evitar que le pase lo mismo que a ellos veinticinco años atrás. Una máquina del tiempo lleva al director y a los guionistas de la película hacia el cine de los noventa. Comedia romántica, cine de rematrimonio de manual. Lo más esquemático y previsible, a pesar de los muchos detalles que intentan crean la sensación lejana de que es algo un poco diferente. Sensación lejana, porque todo el gancho de la película es buscar repetir una vieja fórmula y que el público se sienta como en casa. Es obvio que ya no son una pareja de treintañeros y el guión debe armarles una historia acorde. George Clooney y Julia Roberts tienen todo el carisma que ya conocemos y no les cuesta nada decir sus diálogos con gran timing y estilo. Pero no tienen tantos momentos memorables para aprovechar y el tráiler de la película junta absolutamente todos los buenos chistes. Quién haya visto el tráiler ya puede estar seguro de que le han arruinado la experiencia de la película. Vuelta de tuerca más, vuelta de tuerca menos, lo mejor que tiene la película es que tiene viejas virtudes y que sus defectos no son contemporáneos. Parece una buena vieja película del montón, elevada sólo porque el cine actual es cada vez peor.
George Miller, cuya ópera prima Mad Max (1979) cambió la historia del cine de género, es un director no muy prolífico pero su nombre ya está en la historia grande del cine. Películas tan distintas pero excelentes como Un milagro para Lorenzo y Babe 2 confirman su talento más allá de todos los largometrajes de Mad Max que ha hecho y seguirá haciendo. Érase una vez un genio (Three Thousand Years of Longing, 2022) es una rareza y al mismo tiempo no. No se parece a nada del cine actual, pero tiene elementos que la conectan con la habilidad de George Miller para el artificio como ha demostrado en otras ocasiones. La Dra. en literatura Alithea Binnie (Tilda Swinton) lleva una esquemática pero satisfactoria existencia, aferrada a las grandes historias universales como explicación del mundo, alejada de sentimientos que la distraigan de su profesión. Pero en uno de sus viajes descubre una botella con un genio dentro de la misma. Este genio (Idris Elba) le ofrece concederle tres deseos a cambio de su libertad. Pero Alithea, experta en historias, sabe que todos los cuentos de ese tipo terminan mal y se niega a concederle los pedidos. El genio, para convencerla, comienza a contarle diversas historias fantásticas de su pasado para que vea que no todo es como dicen los cuentos. La película es una combinación sorprendente entre un estilo demodé, con aires de cine de Bollywood, cine clásico de Hollywood y cuento de hadas inocente y simple. Un film romántico y una versión moderna de Las mil y una noches con dos protagonistas que juegan al drama y la comedia sin solemnidad pero con mucha convicción. Con virtudes y defectos, lo que se nota a lo lejos en esta película es la forma en la cual toma decisiones. Hay un director detrás de esto y se nota.
El paraíso es una película de animación para adultos que transcurre en la década del veinte en Rosario. Es la historia de Magdalena y Anna Scilko, hermanas inmigrantes que llegan de Polonia a la Argentina con la esperanza de un nuevo futuro. Mezcla de cine de gángsters y film noir, la película muestra la criminal de Rosario de aquellos años, teniendo como eje a los Abramov, una familia que condujo de forma sangrienta el negocio de la trata de personas y esclavizó a centenares de mujeres inmigrantes en los prostíbulos locales, entre ellos El paraíso. El guión de Fernando Sirianni, también codirector, es particularmente bueno, mostrando un conocimiento de los géneros cinematográficos y una estructura dramática impecable. Está muy bien la historia, de punta a punta. La película se basa en la serie web Historia de rufianes, de ocho episodios de once minutos, creada y dirigida por Federico Moreno Breser, aquí también codirector. También se perciben ecos del libro de Héctor Nicolás Zinni, Prostitución y rufianismo. Tanto la serie como la película se construyen al estilo de una novela gráfica, siendo mejor la película estéticamente a pesar de tener ciertas limitaciones técnicas. El trabajo de voces es bastante bueno, destacándose particularmente lo que hace Jorge Marrale, más aprovechado que nunca con su gran voz. La historia está filmada mayormente en blanco y negro, ya que son las que transcurren en la década del veinte la que usan ese recurso. En el presente el color también es bien utilizado, aunque por razones obvias sin la estética noir mencionada. La banda de sonido, además, es de lo mejor de estos años también. Una rareza del cine argentino que vale la pena destacar.
Tras la muerte de su madre y quedarse sin parientes conocidos, Evie (Nathalie Emmanuel, de la serie Game of Thrones y la saga de Rápidos y furiosos) se hace un test de ADN y descubre a un primo lejano hasta ese momento desconocido. Evie es invitada por su recién descubierta familia a una fastuosa boda en la campiña inglesa. Allí se sentirá atraída por aristócrata anfitrión, pero nada es lo que parece y un horrible secreto se esconde en esa reunión. La natural actuación de la protagonista posterga el terror de la película en la primera parte de la película. Evie es la única mujer negra en el lugar, salvo por la servidumbre. Esto parece abrir una línea argumental con un subtexto social, pero la película no llega a profundizar ese aspecto, al menos no es coherente para hacerlo. La historia especula con el suspenso y el misterio durante demasiado tiempo, por lo que agota todo su interés antes de llegar al giro de la trama que la coloca por completo dentro del cine de terror. La película, llena de referencias muy obvias al Drácula de Bram Stoker, busca crear un clima pero, ya sea por obligación o por falta de talento, lo termina tirando todo por la borda. Luego de varios golpes efectistas la película se vuelve ridícula sin más.
Más respeto que soy tu madre fue primero un blog donde su autor, Hernán Casciari, tomaba la identidad de Mirta Bertotti, una ama de casa de cincuenta años. Luego pasó al papel y terminó siendo un libro que a su vez fue adaptado en una muy exitosa obra de teatro protagonizada por Antonio Gasalla. Tal vez la película sea la peor de las versiones, pero con todo respeto debo decir que al verla es absolutamente imposible que alguno de los formatos anteriores fuera bueno o al menos gracioso. Me los ahorré todos, por suerte. Las pocas referencias que escuché, incluso las positivas, me invitaron a quedarme lejos de Mirta Bertotti y su familia. Mercedes Bertotti (Florencia Peña) tiene cincuenta y dos años y vive en la localidad bonaerense de Mercedes junto a su marido, su hijo y su hija. Un tercer hijo que ha dejado de compartir techo con la familia vendrá a quedarse con ellos antes de irse a vivir a Boston. La familia Bertotti tiene un patriarca muy particular, interpretado por Diego Peretti en la que podríamos afirmar en la peor actuación de toda su vida. El viejo ha heredado a su vez de su padre una pizzería y le ha jurado que la llevaría hasta el año 2000. Faltan pocos días para cumplir con la promesa, aunque la pizzería se cae a pedazos y no tiene clientes. El viejo, que soñaba con ser músico, es un anciano rockero que vive fumando marihuana y citando a sus artistas favoritos. Todo lo mencionado se repite una, dos, tres y mil veces. La primera vez no es graciosa, la segunda ni hablar, luego es simplemente una pesadilla. La comedia dirigida por Marcos Carnevale apuesta a un costumbrismo exacerbado que golpea una y otra vez contra el grotesco. La primera comparación, la más perezosa, es con Esperando la carroza (1985) una película muy popular que tenía muchos gritos, una montaña de lugares comunes y que muchos consideran graciosa. Pero claro, en comparación con Más respeto que soy tu madre hasta La decisión de Sophie tiene más humor. Los gags son tan malos que no solo no hacen reír, sino que incluso nos roban risas que hemos tenido en años anteriores, la película es como un dementor convertido en largometraje. La protagonista mira a cámara y nos cuenta la historia. Nos dice que en Argentina siempre hay crisis y, estando en la última semana del 2000, es bastante obvio cuál será el remate. La mayoría de los actores está a tono con el guión, es decir horribles, otros se las ingenian para vivir en su micromundo actoral y sobreviven, aunque sin rumbo. Lo primero que se puede pensar es que este costumbrismo grotesco es una decisión y como tal puede gustarnos o no, pero la verdad es que no debe haber una sola escena coherente, con sentido o continuidad. Personajes entran y salen, las situaciones se contradicen entre sí, los momentos chocan, no fluyen, todo está forzado y es tan explícito que es un bochorno ser testigos como espectadores. Sería difícil describir lo mal resuelto que está todo, hay escenas que hace cincuenta años hubieran sido antiguas y fallidas. Ni hablar de lo que producen hoy. Guión, dirección, actuación, vestuario, fotografía, todo está mal, pero la cereza del postre es la banda de sonido. La música es como un tío borracho que cuenta chistes malos y luego nos codea para pedirnos una risa. Cada momento de la película tiene la música como aliado infernal en la obviedad. Uno hubiera creído que no existía más esta clase de cine, pero no, ahí está, en una sala de estreno. Luego de Granizo, una cambalache sin sentido, hubiera jurado que Marcos Carnevale no podría hacer una película peor. Pasaron pocos meses y se demostró que sí, podía. No sé qué nos deparará el futuro, quiero pensar que no hay algo más malo que esto.
Lady Di (The Princess, Reino Unido/Alemania 2022) es un nuevo pero no novedoso documental sobre Diana Spencer, más conocida como Lady Di. Se trata de una producción de HBO para aprovechar los veinticinco años que se cumplen de su muerte, ocurrida mientras intentaba escapar a toda velocidad de las cámaras de la prensa. No hay un solo elemento que sea significativamente original y todo, pero todo, es material ya exhibido, salvo algún que otro detalle sin mayor importancia. No hay profundidad alguna, no hay una sola idea, solo las obviedades esperables. No es un documental televisivo en el sentido de tener una estructura con un narrador o carteles explicativos, pero de ahí a decir que es inmersivo o experimental, como se ha mencionado, hay un largo trecho. Está hecho para simplificar la historia y homenajear, por enésima vez, a una persona que ya ha sido homenajeada cientos de veces. No hay valentía, ni búsquedas, solo el armado prolijo de una historia que sigue vendiendo. Como el director ya tiene decidido su punto de vista, todo el conjunto se resiente.
Secuela y precuela de Jack en la caja maldita (2019). Hace un año no sabíamos que existían estas películas y ahora se estrenaron las dos películas. Repaso rápido, el título original de este film, The Jack in the Box, alude el juguete que consistente en una caja con manivela que cuando se la giraba comenzaba a sonar una melodía. Una vez que la melodía llegaba a su final, se abría de golpe y saltaba de la caja un payaso. Pero claro, la caja de estos films es más antigua, más grande y el mecanismo que la activa es mucho más siniestro. Y el payaso, por supuesto, es mucho más que un juguete en este caso. Hay un payaso inquietante que es el juguete, pero otro ser mucho más oscuro que habita en esa misma caja. En esta precuela una rica heredera y su hijo hacen un pacto con un demonio que, si tiene éxito, curará su enfermedad terminal. Pero el ser oscuro que habita en la caja pide a cambio seis víctimas. ¿Cómo lograrán conseguir ese número viviendo en una mansión aislada de todo? La protagonista es una joven que irá a trabajar allí sin saber cuál es el plan de este joven y su madre. Con aires de Psicosis y aprovechando la gran idea del demonio en la caja, la película se abre paso a los golpes, con muchos elementos sin sentido y claras limitaciones de presupuesto que afectan un poco ciertas situaciones de la trama. Sigue fallando como su antecesora, pero tiene la posibilidad de hacer pasar esta caja por todas las épocas y lugares, por lo que es posible que el director de ambos films decida hacer una tercera.
Una joven embarazada huye de los integrantes de una banda de “black metal”, que la persiguen para convertirla en el cordero de un sacrificio ritual. Film de terror que se mueve entre los tópicos del género, en particular el de la década del setenta, y el subtexto con bajada de línea, algo que ya estaba en otros films de la directora. Pero la ecuación acá se invierte. Mientras que en otro título de Jimena Monteoliva el drama era mejor que el terror, acá el terror es mejor que el drama. La protagonista no es capaz de despertar genuina empatía y el cierre de la película en su aspecto dramático está ridículamente subrayado. El cine de terror en Argentina se ha convertido en algo completamente natural, con estrenos casi semanales de este tipo de films. Bienvenidos al infierno queda del lado de los títulos menos logrados en esta etapa tan prolífica.
La chica salvaje (Where the Crawdads Sing, Estados Unidos, 2022) está basado en un éxito libro escrito por Delia Owens en el año 2018, lo que le asegura cierta repercusión con el público. Pero por si esto fuera poco, tiene una canción original compuesta e interpretada por Taylor Swift. Está producida por Reese Whiterspoon y dirigida por Olivia Newman. Su protagonista, Daisy Edgar-Jones, ha sido vista en la película Fresh y en la miniserie Por mandato del cielo. En el rol de abogado del personaje central trabaja el veterano actor David Strathairn. Kya Clark (Daisy Edgar-Jones), también conocida como la niña de los pantanos por los habitantes de Barkley Cove, es una joven misteriosa y salvaje. Abandonada por su familia, la muchacha pasa la mayor parte de su vida en las zonas pantanosas del sur de Estados Unidos en los años 50. Cuando un hombre es encontrado muerto en el pantano y se lo vincula a Kya, ésta se convierte en la principal sospechosa de este caso de asesinato. La película entonces cuenta toda la infancia y la adolescencia de la protagonista, su pasión por la etología y su talento natural para dibujar. Sus amores, su lucha por convertirse en una persona educada y los conflictos que la llevaron a donde está. La protagonista es una actriz carismática y talentosa pero aún así su credibilidad como chica salvaje es escasa. No puede hacer nada frente a una puesta en escena que, salvo algunas escenas horrendas, trata de sostener la sobriedad para ocultar un guión lleno de lugares comunes, tonterías románticas mezcladas con denuncias sociales y finalmente una especie de película de juicio que nunca se vuelve interesante o poderosa. Todo el epílogo, obvio y feo, termina por cerrar una historia que parecía más sofisticada e interesante de lo que finalmente es. La canción es muy linda.
El brindis tiene varias cosas que la vuelven una película simpática. En primer lugar tiene el clásico personaje neurótico e inseguro al estilo de los films de Woody Allen de los setenta y en segundo término posee el juego sencillo y efectivo de la repetición de escenas al estilo Groundhog Day pero solo en la imaginación del protagonista. Adrien tiene treinta y cinco años y sus angustias personales lo han sumido en una crisis. Durante una cena con su familia, su novia le no contesta sus mensajes y su cuñado le pide que se encargue de hacer el discurso de su boda. Encerrado por la situación, Adrien pensará en todas las cosas buenas o malas que pueden llegar a suceder si acepta la invitación. Graciosa, ligera, sin demasiado rumbo, la película se gana el beneplácito de la gente de bien cuando en una de sus primeras escenas establece que el carnaval carioca de las bodas es una de las formas más aberrantes de celebración que hayan existido jamás. Es difícil no querer a El brindis después de semejante declaración de principios. Más allá de eso, también sigue funcionando el estilo Woody Allen actualizado al siglo XXI. No hay mucho más, eso es todo, pero no faltan escenas graciosas.