Gemelo siniestro (The Twin, Finlandia, 2022) se basa sobre dos pilares bastante usados del género de terror. El matrimonio formado por Rachel (Teresa Palmer) y su esposo Anthony (Steve Cree) sufren la pérdida de uno de sus hijos gemelos en un accidente de auto. Para recomponer sus vidas de alguna manera, se mudan lo más lejos posible a iniciar una nueva etapa junto a su pequeño. En la campiña escandinava, lejos de todo, buscarán encontrar algún tipo de paz. Por supuesto que no ocurrirá eso. Gemelo muerto y casa nueva son un dueto imbatible para el desastre dentro del cine de terror. Pronto se le sumará una tercera variante que también está de moda en esta época pero no anticiparemos para avanzar sobre la trama. Además, claro habrá vueltas de tuerca. Esta mezcla es tan evidente que se vuelve previsible desde el comienzo. No le juega muy a favor al suspenso de la película, que sin duda merecía algo más de originalidad para volverse interesante. Tiene dos o tres momentos de terror y luego desperdicia su energía en convertirse en un exponente demasiado fiel de los lugares comunes que todos conocemos. La clase de película de terror que es muy difícil de mantener en la memoria tiempo después de haber sido vista. En cuanto al sueño de realizar secuelas, todo puede, ya que sería una manera más de reiterar lo que otros films han hecho. La película está filmada con elegancia y los paisajes son lindos, al menos no hay un exceso de violencia ni escenas desagradables.
Gemelo siniestro (The Twin, Finlandia, 2022) se basa sobre dos pilares bastante usados del género de terror. El matrimonio formado por Rachel (Teresa Palmer) y su esposo Anthony (Steve Cree) sufren la pérdida de uno de sus hijos gemelos en un accidente de auto. Para recomponer sus vidas de alguna manera, se mudan lo más lejos posible a iniciar una nueva etapa junto a su pequeño. En la campiña escandinava, lejos de todo, buscarán encontrar algún tipo de paz. Por supuesto que no ocurrirá eso. Gemelo muerto y casa nueva son un dueto imbatible para el desastre dentro del cine de terror. Pronto se le sumará una tercera variante que también está de moda en esta época pero no anticiparemos para avanzar sobre la trama. Además, claro habrá vueltas de tuerca. Esta mezcla es tan evidente que se vuelve previsible desde el comienzo. No le juega muy a favor al suspenso de la película, que sin duda merecía algo más de originalidad para volverse interesante. Tiene dos o tres momentos de terror y luego desperdicia su energía en convertirse en un exponente demasiado fiel de los lugares comunes que todos conocemos. La clase de película de terror que es muy difícil de mantener en la memoria tiempo después de haber sido vista. En cuanto al sueño de realizar secuelas, todo puede, ya que sería una manera más de reiterar lo que otros films han hecho. La película está filmada con elegancia y los paisajes son lindos, al menos no hay un exceso de violencia ni escenas desagradables.
Todo en todas partes al mismo (Everything Everywhere All at Once) es una de las películas que ha generado más alboroto a su alrededor. Nacida para ser un título de culto, sus directores se autodenominan The Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert) para agregarle un poco de mística al producto. La euforia de este título prometía más de lo que finalmente es, pero aun así no deja de ser una película poderosa, excesiva, llena de ganas de contar, mostrar, variar, jugar. Hay ambición y originalidad, aún cuando hoy en día los relatos en multiversos se hayan puesto un poco de moda. La historia es la de una mujer oriental, Evelyn (Michelle Yeoh), que lucha por mantener a flote la lavandería familiar que tienen en Estados Unidos, al mismo tiempo que debe lidiar con una crisis matrimonial, el rechazo de su hija y el desprecio de su padre. Parece un terrible drama realista hasta que en el momento de desesperación total frente a un atraso sin solución con los impuestos Evelyn recibe una noticia sorprendente. Su marido le explica la existencia de mundos paralelos, vidas alternativas en las que ella tuvo un destino diferente a su ingrato presente. A partir de ese momento cualquier cosa puede pasar. Y pasa. Con poco filtro para diferenciar ideas geniales de tonterías, los Daniels se lanzan con desenfado a poner todo lo que se les cruza por la cabeza. Esto parece sanamente alocado en un comienzo pero se termina estancando, quitándole ritmo a la película y provocando demasiados falsos finales. Lo que no agota es el casting elegido. Michelle Yeoh, podría decir cualquier que conoce su filmografía, es la actriz para el papel. Su carrera antes de ser conocida en occidente bien podría haber incluido un título como este. Los rostros conocidos pero no tan famosos como las estrellas de Hollywood permiten familiaridad y a la vez sorpresa en los espectadores. Waymond Wang, el marido de la protagonista, está interpretado por Ke Huy Quan. Aunque su carrera es breve y tal vez nadie lo termine de reconocer hoy, él tiene dos trabajos que lo convirtieron en uno de los actores más queridos de la década del ochenta. Ke Huy Quan interpretó a Short Round, el pequeño que acompañaba a Harrison Ford en Indiana Jones y el templo de la perdición (1984) de Steven Spielberg. Pero también es recordado por su papel de Data en otro clásico de los ochenta: Los Goonies (1985). El mensaje es claro: cualquier cosa puede pasar si Short Round y Data han vuelto a la pantalla grande. Gong Gong, el padre de Evelyn, es interpretado por otra figura legendaria de la cultura oriental en la industria cinematográfica: James Hong. Este actor fue uno de los primeros rostros orientales en formar parte permanente de series y películas en Estados Unidos. Su extensa carrera comenzó en la década del cincuenta pero aquí la locura del relato parece recordar a Rescate en el barrio chino (1984) una fantasía desatada de la cual Todos en todas partes al mismo tiempo sabe tomar referencias, empezando por el propio Hong. Y para el rol de la estrambótica villana, Deirdre Beaubeirdre, la actriz elegida es Jamie Lee Curtis. La protagonista de Halloween (1978) está muy maquillada y se la esconde un poco bajo un cuerpo diferente al suyo, pero su gracia en esta nueva película está intacta. Sus papeles en De mendigo a millonario (1984), Los enredos de Wanda (1988), Mentiras verdaderas (1995) nos la recuerdan siempre como una gran comediante. Aquí se ríe mucho de su propia imagen y su carrera. Es parte de la fiesta, sin duda alguna. Es difícil evaluar a la película por lo que intenta y olvidar lo que logra. Pero hay varios personajes que son realmente graciosos y ese multiverso, que puede combinar Ratatouille con Guardianes de la galaxia y Con ánimo de amar, se hace querer por momentos. Antes de que los Daniels terminen haciendo un cine serio con aspiraciones de premios, disfrutemos de esta locura con fallas pero con una energía poco habitual. Abarca mucho y no siempre aprieta, pero al menos tiene el deseo de abarcar. Bienvenida sea.
Fred y Rose son una joven pareja que se traslada a Vermont para que Fred trabaje de asistente de un profesor de literatura. Ambos reciben además la oferta de residir en la casa del profesor Stanley Hyman, con la condición de que Rose acepte limpiar el hogar y cuidar a su esposa, la aclamada autora del género de terror Shirley Jackson. Al principio Fred y Rose detestan la casa de la excéntrica pareja, pero finalmente establecen profundos lazos con sus colegas. Al mismo tiempo, la autora empieza a encontrar en esa experiencia una inspiración para su próximo libro. Elizabeth Moss interpreta a Shirley Jackson, la famosa autora de The Haunting of Hill House, llevada al cine en 1963 y 1999 y también convertida en una miniserie en el año 2018. La actriz tiene un cierto parecido físico, pero la película no pretende de ninguna manera convertirse en una biografía realista de la autora. La actriz le aporta todo el misterio que la historia necesita, generando un clima de terror acerca de una novelista del género en busca de inspiración. El resultado, sin ser espectacular, cumple en muchos aspectos y contiene el misterio suficiente para atrapar al espectador.
“¿Jurassic World? No soy fan” dice Ian Malcolm (Jeff Goldblum) y sin duda toda la audiencia está con él. Aunque para ser justos el film del 2015 no era para nada malo, más bien lo contrario, era el anuncio de que iban a explotar la franquicia hasta agotarla. Su secuela, la del 2018 ya era bastante mediocre y este cierre a toda orquesta es una verdadera catástrofe. Ahí sí estamos todos de acuerdo, nadie puede ser fan de esta película. El truco para atraer al público es convocar a las estrellas del film inicial y juntarlas con las de la nueva trilogía. En ese esfuerzo se gasta toda la energía que podrían haber usado en un guionista. O en un director. Jurassic Park (1993) era perfecta. De un solo golpe logró convertir a los dinosaurios en un fenómeno global que le hizo ganar plata hasta a los museos. Era una gran película dirigida con maestría por Steven Spielberg, con un elenco encantador y una combinación de efectos visuales de vanguardia con las más viejas técnicas artesanales. Se convirtió en la película más taquillera de todos los tiempos y entró al galope en la historia del cine. Incluso su secuela tenía varias escenas perfectas, verdaderas clases de cine. Tal vez yo sea la única persona que ama Jurassic Park 3, pero no por estar en minoría me va a gustar menos. La diferencia entre el film de 1993 y el del 2022 es casi un retrato de la decadencia del cine industrial de Hollywood. En paralelo Top Gun: Maverick les está demostrando a todas estas secuelas malas como aún hoy se puede hacer buen cine, sin preocuparse tanto por modas, actualizaciones ideológicas y con genuina pasión por el entretenimiento. Jurassic World: Dominion muestra un mundo donde los dinosaurios y los humanos conviven de mala gana, mezclados de forma algo alocada, provocando distintos tipos de desastres. Hay una serie de subtramas tan ridículas que producen una incomodidad importante para cualquier admirador de los films, haciendo que todo se vuelva más arduo de atravesar. Hay un villano que es un CEO de una corporación llamada Biosyn, en lo que con absoluta certeza es el peor personaje de los seis films. Ser un CEO con aires de Steve Jobs es el nuevo concepto de villano. El mal habita en ellos, no en los empleados. La culpa del millonario que marcaba Spielberg acá es reemplazada por un monigote que no tiene el menor atisbo de humanidad. Una vez más, un abismo separa a 1993 del 2022. Algún momento entretenido, algún chiste aceptable, ver de nuevo a Jeff Goldblum, Laura Dern y Sam Neill, todas cosas que suman. Luego la agenda woke completada al milímetro para que nadie los moleste y una incapacidad de narrar de forma atrapante que no se veía tan claramente en los dos títulos anteriores. Para peor, un detalle alarmante: los efectos visuales se ven más artificiales que en la película de 1993, precursora de los efectos digitales. Cuando se lo ve por primera vez al personaje de Owen Grady (Chris Pratt) este parece filmado con pantalla verde y no en medio de un paisaje natural. ¿No lo filmaron en locación? Se ve tan berreta y torpe que distrae. Su vínculo con el velocirraptor azul merece un manto de piedad. Nuevamente, un guionista bastante perezoso se quedó dormido sobre su teclado y la película no tiene historia. Tan grande es la traición a Jurassic Park que el personaje más citado y homenajeado es Indiana Jones. Se ve que le quisieron caer bien a Steven Spielberg, porque realmente no se explican todas esas referencias. Jurassic World: Dominion es un cierre lamentable para un universo creado por un gran cineasta treinta años atrás. Volviendo a Top Gun, podemos parafrasear a Maverick diciendo: No son los dinosaurios, es el director. Dinosaurios hubo siempre, pero solo hay un Steven Spielberg.
El pequeño ninja (Ternet Ninja 2, Dinamarca, 2021) no es una película para chicos, no al menos para chicos de jardín o primer grado. Su comienzo es como el de una película de acción, asesinato por encargo incluido. Luego todo el humor será algo subido de tono, al menos para lo que uno está acostumbrado. Si querían saber como era la animación nórdica, pues acá tienen la respuesta: rara, diferente, no para niños pequeños. En esta secuela Alex y Taiko Nakamura se lanzan a una frenética búsqueda del villano Phillip Eppermint. Mientras que él logra evadir una sentencia de prisión en Tailandia, Taiko y Alex se unen nuevamente, para detenerlo. Toda la familia viaja de vacaciones allí, lo que sirve de excusa perfecta para la misión. El ninja está en el cuerpo de un muñeco a cuadros muy bonito, pero poco intimidante. Esto sirve tanto para la comedia como para la acción. Una aventura algo siniestra pero divertida, diferente a la animación que solemos ver.
Las primeras escenas de la película parecen anunciar una bajada de línea permanente, un discurso que se impone por encima del lenguaje cinematográfico y que no logra ser acompañado por este. Camila es una adolescente que vive en la ciudad de La Plata y debe mudarse de forma urgente a Buenos Aires junto a su madre por los problemas de salud de su abuela. De la libertad de la escuela que tenía pasa a un colegio religioso conservador. Deja atrás a sus amigos pero conoce nuevos, aunque el entorno es hostil en muchos aspectos y a Camila le cuesta adaptarse, si acaso eso fuera posible. La bajada de línea se mantiene, pero se van desarrollando los personajes y la película parece cobrar vida y ganar autenticidad. La directora no confía en que las acciones sean más fuertes que las palabras y su evidente falta de cariño por el lenguaje cinematográfico se acentúa nuevamente al final, cuando todo es discurso, subrayado y discurso. La realizadora tiene establecido lo que quiere decirnos y fuerza el mundo para eso. Se podría decir que todos los cineastas hacen eso, pero los buenos son los que además entregan una película que valga la pena ver. No es el caso de Camila saldrá esta noche la propuesta más demagógica y complaciente para quedar bien y acomodarse con los tiempos que corren. El final de la película es directamente un papelón.
Top Gun: Maverick es la versión corregida y mejorada del Top Gun o tal vez, para ser más justos, una forma madura y más sofisticada de la película de 1986. Pete Mitchell, Maverick (Tom Cruise) llevan treinta y seis años en la Armada sin pasar del rango de capitán. La escena inicial y lo que ya sabemos de él son la prueba de ese estancamiento buscado. Pero llega una orden de la academia Top Gun para que vuelva como instructor, un puesto que muchos años atrás ocupó durante tan solo dos meses. La orden llega de su viejo rival y luego amigo Tom “Iceman” Kazansky (Val Kilmer) quien ahora es almirante, comandante de la Flota del Pacífico. Al llegar, Maverick descubre que no se trata de ser un simple instructor, sino de preparar a un grupo de los mejores pilotos para una misión muy complicada que consiste en destruir instalaciones de uranio enriquecido producido por una nación sin nombre. Una complicación extra es que entre los pilotos de élite está Bradley “Rooster” Bradshaw, el hijo del viejo compañero de Maverick, Goose. La película utiliza una estructura acorde a los tiempos que corren. Es secuela, remake, homenaje y revisión del film anterior. Las imágenes iniciales juegan con la estética de la película anterior, incluyendo el tema Danger Zone interpretado por Kenny Loggins. La película rinde homenaje en más de un sentido al director del film original, el recordado Tony Scott. Pero luego se aleja y despliega su verdadero juego. Allí donde la otra película fallaba, es decir en la consistencia del guión, acá todo se ordena y se arma de forma más sólida. Hay una historia de amor más madura, esta vez entre Maverick y Penny (Jennifer Connelly), una madre soltera y dueña de un bar con la que Maverick tuvo una relación en el pasado. Tom Cruise es directamente otro actor, dejó atrás su gestualidad adolescente y hace veinticinco años que es la máxima estrella de Hollywood. Se nota el cambio justamente en sus dos interpretaciones de Maverick. Maverick sigue siendo gracioso, simpático y también intrépido y atrevido, aunque ha perdido su costado más egoísta y peligroso. Asume riesgos por el equipo, no por él. Las escenas de acción han evolucionado técnicamente así como también se nota un gran cambio en los conceptos de montaje en general. Decíamos que homenajea a Tony Scott y es cierto, pero aun en la escena inicial hay otro tipo de planos, más narrativos, que no le quitan espectacularidad, pero completan mejor las ideas. Hay también emoción y el personaje de Val Kilmer, un poco desviado hacia los propios problemas de salud del actor, genera una conexión que va más allá de la pantalla. Muchos elementos se vuelven a presentar en modos parecidos al film original, como el deporte en la playa o la canción de Jerry Lee Lewis en el bar. Parecen iguales, pero no lo son, el paso del tiempo lo ha cambiado todo. Top Gun (1986) fue un fenómeno que catapultó la carrera de Tom Cruise y siempre será valorada por eso. Pero aquí el último tercio de la trama muestra lo mucho mejor que es esta secuela. La primera película tenía un final anticlimático que se deshilvanaba frente al impacto de las escenas más logradas del resto de la trama. Acá el clímax es exactamente eso y tiene una tensión perfecta. Misión: Imposible mediante, el guión crea esta tarea para los protagonistas. Los villanos vuelven a ser prácticamente invisibles, no tienen rostro, ni siquiera tienen diálogos. Solo pilotos detrás de una máscara que los cubre por completo. Una cuenta regresiva dentro del guión convierte a los tramos finales de Top Gun: Maverick en un espectacular conjunto de momentos de acción y tensión. Tom Cruise lo hizo de nuevo y esta vez se ha dado el lujo de reinventarse a sí mismo, ya no como actor o como estrella, sino como personaje. Maverick creció y esta película lo demuestra.
Bob´s Burger es una serie de animación de largo aliento que acaba de estrenar el último episodio de la temporada 12, pasando ya los doscientos treinta capítulos y aun en movimiento. Tiene el estilo provocador de las comedias de familias disfuncionales hechas para adolescentes y adultos. Allí donde Los Simpson nunca se animaron a llegar, estuvieron, con diferentes tonos y estilos, Family Guy, American Dad, King of the Hill y otras series más corales como South Park. El desafío de poder hacer humor sobre todos los temas que las comedias con actores no hacen se alcanzó ya hace bastante tiempo y ahora solo es cuestión de sostenerlo. La mayoría de estas series no han llegado a la pantalla de cine y que Bob´s Burger lo haga habla también de su popularidad. ¿El resultado? Algo parecido a lo que ocurrió en su momento con Los Simpson en la pantalla grande. Una sofisticada técnica para mostrar una serie que todos conocen, una historia que logra comprimir todos los tópicos propios de la serie y una serie de sorpresas que permiten mostrar una apuesta un poco más importante que la serie. Acá ocurre exactamente eso. Cuando, como siempre, Bob está al borde de la quiebra absoluta y el banco solo le da una semana para pagar, un cráter se abre frente a su negocio y amenaza con ser el fin para la familia. Qué la película se estrene luego del final de la temporada 12 sirve para generar algo de expectativa acerca de sí este será el fin del sueño de Bob Belcher y su familia. Pero el tropezón, tal vez imperceptible para los fans, es pensar el cine como algo más grande que el formato en el cual la serie se desarrolló y triunfó durante doce años. Las series pueden convertirse en película si son un proyecto completamente distinto, no sí son una mera extensión de lo que ya se está haciendo. La película cumple como producto. Están las voces espectaculares, los chistes exactos con el timing perfecto, los gags que pasan a toda velocidad en diferentes niveles. La inteligencia de los que escribieron el guión y juegan con fineza a un humor sin respiro. Pero pasa algo y es que la película no es graciosa, no es simpática, no tiene simpatía alguna. Si tuvieran un medidor de chistes todos irían al máximo nivel, pero aun así no causan gracia. Un mecanismo de relojería sin corazón. La pantalla grande pide más que un juego, necesita una empatía a otro nivel y le queda muy grande a estos dibujos. Ni con invitados ni con una animación 2022 se consigue el resultado que uno veía en la pantalla. No hay episodio de la serie que sea menos gracioso que este largometraje completamente helado y sin vida.
Franklin, es un policial argentino construido en base a las ideas del policial negro clásico pero también de sus derivados más cercanos en el tiempo. Si existe un neo noir, también se podría decir que hay un noir argentino contemporáneo. Un mundo de boxeadores, prostitutas, traficantes, ladrones, policías criminales y empresarios corruptos. Una fauna propia del género, desde sus comienzos hasta la actualidad. Hay ecos -que no necesariamente ni citas ni homenajes- a las historias corales del estilo de The Asphalt Jungle (1950) o Pulp Fiction (1994) pasando por títulos argentinos como Pizza, birra, faso (1998) y las ficciones televisivas nacionales de los creadores de este clásico de criminales marginales y antihéroes bien locales. Correa es un boxeador que desafió una pelea arreglada y no le queda otra más que trabajar para Bernal, un líder criminal que maneja todo el negocio de una zona del sur de la ciudad de Buenos Aires. Luego de que cumple su condena en la cárcel por homicidio culposo, debe volver a instalarse pero sus intereses chocan directamente con los de su jefe. La lealtad que le debe a él está por debajo a la que tiene con Rosa, una prostituta que mató a un policía corrupto y con quién Correa tiene una relación. Su única posible salvación gira en torno a un billete de cien dólares -de ahí el título de la película- pero como buen policial negro nada será fácil. Hay muchos aciertos y planteos interesantes en Franklin, pero también hay demasiadas historias, algunas más ingeniosas que interesantes y muchos personajes que no logran encontrar su tono justo. El elenco es desparejo y hay momentos simplemente fallidos como el cameo de L-Gante, un popular cantante que aparece con la sutileza de un elefante en un bazar. A veces es mejor un exceso de ideas que la ausencia de estas, pero cuando un película sube un poco la apuesta luego tiene que mantener su promesa. Los actores conocidos le juegan en contra, porque la mayoría está jugando a ser marginal sin parecerlo, ese es el peor defecto de Franklin.