El director de por ahora la última entrega de la saga de la muñeca diabólica es Gary Dauberman, quien debuta detrás de cámara luego de haber escrito las dos anteriores, así como La monja e It. Con James Wan ideando esta nueva historia y teniendo en cuenta que nadie mejor que Dauberman para filmarla, se esperaría que Anabelle: Vuelve a casa estuviera cerca de lo logrado por el director en El Conjuro, pero no. Las Anabelle siempre fueron un terreno para directores novatos o inexpertos para dar sus primeros pasos dentro de la industria cinematográfica. El problema es que la expectativa por ser algo similar a El Conjuro les juega en contra. Las tres películas tienen algún que otro destello de talento por parte de sus realizadores pero en general demuestran que no tienen la inteligencia de Wan para dar miedo a través de la puesta en escena. No tienen timing, ni ritmo, ni tampoco saben trabajar las herramientas cinematográficas para que la historia se desarrolle correctamente. Lo que queda son meras excusas, historias que no importan porque están creadas alrededor de set pieces que terminan tomando el papel principal en vez de acompañar. En definitivita se trata de imitadores de un estilo que no entienden lo que las hace exitosas. Tal vez la falta de práctica les juegue en contra. Hay que tener en cuenta que Wan llegó a El conjuro después de filmar cuatro películas. Tiempo al tiempo. «Anabelle: Regresa a casa muestra» lo que paso cuando Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) llevaron la muñeca a su casa. Luego la historia se centra en las aventuras de su hija Judy Warren y su niñera Mary Ellen. En ese sentido Anabelle se siente más como una secuela de El Conjuro, esto es debido a la aparición de Wilson y Farmiga quienes con sus escasos minutos son lo mejor de la película. Son actores profesionales que ya lograron entrar en imaginario colectivo y sentimos empatía por ellos. Lo mismo no se puede decir de los personajes principales interpretados por la ascendente Mckena Grace y por Madison Iseman y Katie Sarife. No se tratan de malas actrices pero el guión da tantas vueltas con ellas, inventa situaciones incoherentes para luego justificarlas y no terminan generando ninguna simpatía. En cuanto a las escenas de miedo, Dauberman logra muy pocos momentos. Lo más conseguido es el estiramiento de algunas escenas para generar algo de tensión, las cuales termina arruinando con el susto fácil o peor con el susto por el susto. Ahí donde Wan sabía en que momento cortar, Dauberman sigue. A la quinta vez que se corta la luz o que un villano aparece detrás de un personaje cansa y se le ven los hilos a los intentos desesperados por asustar. Aunque no se le puede criticar algunas decisiones estéticas interesantes, pero de nuevo son puros detalles. Si este es el último capítulo no se sabe, siempre hay alguna forma de traer de vuelta a Anabelle, lo que sí se puede adelantar es que Dauberman sacó de la galera nuevos personajes para seguir expandiendo el universo de El Conjuro. Lo mejor sería que se quedaran en esta secuela o pidamos que James Wan dirija la última parte y demuestre como se hace cine de terror. Calificación: regular.
Después del éxito descomunal (no tanto por parte de la crítica especializada) de Bohemian Rhapsody era el turno de otro de los popes de la música de tener su biopic: Hablamos de Elton John, contemporáneo de Mercury y cía. durante la década de los setenta y ochenta. Rocketman, tal es el título, la dirigió Dexter Fletcher al mismo tiempo que Bryan Singer filmaba la biografía de Freddie Mercury. Como Singer fue despedido del proyecto por su comportamiento irresponsable Fletcher se encargo de terminar el film de Queen. De todas formas bohemian quedaba más como un trabajo del director de Los sospechosos de siempre ya que viendo los resultados finales se nota que el corazón de Fletcher estaba en la historia del pianista británico. Rocketman es inmensamente superior a Bohemian Rhapsody en casi todo. Tal vez haya sido por los problemas que hubo detrás de escena que aquella película se convirtió en un mamarracho desde el montaje hasta la narración despareja y que solo zafaba debido a la importancia de Queen en el imaginario popular. En esta biografía de Elton John se nota un cuidado importante sobre varios aspectos. Fletcher se toma su tiempo para construir a su personaje principal y el contexto en el que creció, sobre todo la relación con sus dos padres (interpretados por Steven Mackintosh y una irreconocible Bryce Dallas Howard). También se toma su tiempo para desarrollar la larga amistad que aún sigue teniendo con el letrista Bernie Taupin – interpretado por Jamie Bell – esta misma amistad es uno de los puntos fuertes de esta película. Entre ambos se dan los momentos más conseguidos, debido a la química entre los dos actores. Y hablando de su protagonista Taron Egerton no tendrá una larga carrera cinematográfica – de hecho sus primeros trabajos datan del 2012 – pero sí es, por ahora, el único actor capaz de interpretar a Sir Elton John. No solo tiene una voz similar, sino que físicamente es parecido, a diferencia de Rami Malek y su enano Freddie Mercury. Es en esa imitación – que bien podría acusársele de cosplayer – que Egerton logra sus mejores picos de actuación al punto de poder mantener una sola escena con su presencia y sus gestos exagerados. Y aunque entendible que se le acuse de imitación, lo cierto es que funciona ya que el material pedía que sea ese el registro actoral y no otro. Lo que si no funciona son algunas secuencias musicales que demuestran la poca experiencia de Fletcher en este campo. Muy pocas logran la fuerza que si tienen otras escenas y para variar la falta de timing, en un intento de filmar planos secuencias a lo La La Land le juega en contra y termina afeando algunas secuencias, como la de Saturday night’s alright for Fighting donde la cámara no sabe para dónde moverse. Fletcher quiere jugar a ser Baz Lurhman (director de Moulin Rouge, entre otras películas) pero le falta; tal vez en un par de años y varias películas de medio logre hacer un gran musical pero acá es un borrador. En ese sentido en Bohemian Rhapsody si estaban mejor realizadas estas secuencias, o por lo menos pegaban con el ritmo de las canciones, aunque esa idea no se sabe a quién le corresponde. Con sus pros y sus contras Rocketman es valiosa como acercamiento a la vida de un cantante que vivió al límite y vivió para contarlo. A su vez es un paso adelante para los musicales y para todos aquellos que buscan que ese género muerto vuelva a disfrutarse en pantalla grande, con las biopics descubrieron el camino y es por acá. Calificación: Buena.
El giallo es un sub-género que comenzó su vida en el cine italiano a comienzos de los sesenta con La chica que sabía demasiado (1962) del director Mario Bava. A comienzos de los setenta llegaría su popularidad gracias a Dario Argento y su opera prima, El pájaro de las plumas de cristal. De ahí el giallo tendría su época de oro y después iría desapareciendo, no del todo, hasta convertirse en una sombra, como esas que pululan en estas historias llenas de locos y asesinos. ¿Qué distingue al giallo del resto de los sub-géneros? Su aspecto visual, son películas que son hermosas de ver. Su sexualidad libre, los personajes lo viven sin problemas. Sus escenas de suspenso, que son pruebas de tener artesanos inteligentes detrás de cámara. Y sobre todo sus extrañas tramas que muchas veces dejan, a propósito, miles de cabos sueltos. Al punto de que se les critica que muchas veces no tienen sentidos o que tiene agujeros de guion grandes como un queso. Son también hijas de su época y por eso en cierto sentido son irreproducibles. Toda esta introducción es necesaria para entender un poco a Abrakadabra, el nuevo trabajo de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, que, no se confundan, son argentinos. A pesar de estar hablada en italiano y que su estética remita a una estética más bien asociada al v.h.s, lo cierto es que la película es cien por ciento nacional, parte de la trilogía giallo comenzada con la experimental Sonno profondo y Francesca. La historia no es tan simple como parece. Dante el mago muere en medio de uno de sus espectáculos. Treinta y cinco años después su hijo (German Baudino), también mago se convertirá en protagonista de una trama llena de extraños asesinatos. No hay mucho que criticarle a esta nueva propuesta de los Onetti porque lo que buscan lo consiguen. Si, parece un giallo de principios de los setenta, si los actores hasta parecen de aquella época y los directores siguen a raja tabla los mandamientos de este sub-genero. Tantos cinéfilos como fans van a disfrutar de cada plano de Abrakadabra porque esta cuidado cada detalle de la puesta en escena y porque se nota que los que están detrás de cámara se criaron con este tipo de películas. E incluso sirve como introducción para los que nunca vieron un exponente de este sub-género y hasta es un caso más de como en el cine fantástico nacional no paran de salir ejemplos de películas arriesgadas.
El primer plano de esta película hecha por la directora uruguaya Lucia Garibaldi nos presenta a su personaje principal Rosina (Romina Bentacour) corriendo y mirando hacia atrás, como si alguien la persiguiera, a la vez que rompe la cuarta pared y convierte al espectador en cómplice de la vida que lleva. Luego de eso será la única testigo del avistamiento de un tiburón en la playa (visualmente esplendida gracias a la fotografía de Germán Nocella). La vida de Rosina es como la de cualquier adolescente pero hay algo en ella diferente, a pesar de su mirada indiferente sus acciones hablan. Ella quiere escapar de ese mundo donde vive. Consigue un trabajo donde predominan hombres, no soporta a su hermana y ve a su madre (y así su directora) como una inútil que no entiende lo básico de tecnología, el padre casi ausente apenas sirve como alguien que la transporte de aquí para allá. Todo esto genera en ella la necesidad de crear sus propias aventuras y emocionarse con cosas que a otros asustan como los tiburones. Muchas de estas aventuras rozan lo siniestro, como el secuestrar el perro del chico que le gusta o hacerle llamadas constantes y aterradoras. Si no fuera por algunas situaciones cómicas o porque Garibaldi no cae en el cine de género, podría decirse que se trata del comienzo de una potencial psicópata. Es eso lo que también aleja un poco y la vez atrae del personaje principal. Esa indiferencia hacia el mundo que la rodea, convincentemente retratado por Bentacour, puede expulsar al espectador o generar rechazos por sus acciones. Pero por otro lado sus acciones están justificados por ese entorno que la rodea. No es de extrañar que en varios planos generales se la vea a ella caminando sola. Esa primera escena que relate del comienzo, también puede verse como una forma de llamar la atención de la directora. Su protagonista maneja los hilos de todo lo que ocurre y logra su objetivo. No se me ocurre mejor metáfora sobre el papel de un director que esa escena en la que expone todo lo que va a tratar esta película.
La tarea era difícil, ¿hacer una remake de una de las películas más únicas que dio el cine fantástico y de terror? Y encima de una película de Dario Argento, uno de los maestros del género. Pues sí, durante muchos años se barajó la idea de hacer una remake de Suspiria (1977) y finalmente ocurrió, Luca Guadagnino, conocido por Call me by your name (2018) es el responsable de esta nueva versión. El director tenía dos únicas opciones: O copiaba el estilo de la original, lo cual ya se había sido hecho en películas como The neon Demon (2016) y Black swan (2010), o se alejaba parcialmente de la obra de Argento y presentaba una obra distinta con su propia personalidad. Lo primero que salta a la vista es que la paleta de colores que trabajo Argento, tanto en la Suspiria original como en su continuación Inferno (1980) y que no retomo en La terza madre (2007), brilla por su ausencia. Sí hay en cambio algunas decisiones de puesta en escena, en especial en algunos movimientos de cámara que hacen recordar lo que hacía el director italiano en sus mejores épocas, Guadagnino además no se olvida de la tradición «tana» con respecto al terror y ofrece algunos planos típicos de las obras del género hecho en Italia. La otra gran diferencia es que Guadagnino llena los espacios que Argento había decidido dejar a la imaginación. Acá hay toda una construcción de un mundo que pareciera que abarcara la trilogía completa. Lo cual para lo que propone esta remake es bienvenido que ya vuelve intrigante a la historia principal. Y es justamente la trama principal lo mejor de esta Suspiria, ya que allí se encuentran los momentos más impactantes. Dakota Johnson, muy convincente en su papel, debe vivir rodeada de asesinatos que ocurren secretamente y que duelen porque nos hacen recordar lo endeble del cuerpo humano. También debe lidiar con los personajes que se encuentran en aquella academia alemana a la que va a estudiar danza, sobre todo con el interpretado por Tilda Swinton, quien ofrece una actuación igual poderosa que la de Johnson. Pero por sobre todo porque es atractivo seguir una historia de terror en vez de esa otra sub-trama que no es necesaria. El problema es que a Guadagnino pareciera molestarle que la película sólo fuera de terror. No hay que olvidar el cine fantástico siempre tuvo la posibilidad de usar a sus monstruos y arquetipos para contar algo más, además de entretener al público. Acá el director tiene que remarcar la situación que está viviendo esa Berlín dividida y por más esfuerzo con el que trate lo que ocurre termina siendo un mero fondo. Un poco de esa manejaba Argento en la original sólo que allí no dejaba de contar un relato fantástico y acá pareciera querer desligarse de eso. En entrevistas tanto el director como el guionista David Kajganich declararon que odiaban la Suspiria original, eso explica la falta de humor, el intento de seriedad y que aquel final, en un intento de darle al público un final explosivo termina siendo lo peor que puede ofrecer el cine arte que es lo que apunta en general esta película. Suspiria (2018) podría haberse llamado de otra manera y el resultado sería el mismo. Lamentablemente tiene que cargar con el peso de ese nombre que la hace tambalear en su excesiva duración con sub-tramas innecesarias. Por otro lado se agradece que tenga su propia personalidad y no busque copiar a la obra de Dario Argento. En ese sentido es una película que con sus pros y sus contras debe verse.
En esta película coral Lola intentará no dejar caer su talento, amenazado por el paso de los años y los eventos que arrasaron con su felicidad. Ana, tratara de sobrevivir a una violenta relación con su pareja quien la acercará al mundo de la prostitución. Lucio de la mano de la adicción a la cocaína, destruirá de a poco su vida. Lo primero en lo que uno piensa al terminar de ver el segundo largometraje de la directora Victoria Chaya Miranda(responsable de Eso que llaman amor, 2015) es la influencia de Requiem for a dream, aquella película de principios de este siglo que puso en el mapa a Darren Aronofsky. Las diferencias están por supuesto en la puesta en de escena. Mientras que en la del director norteamericano daba pie a distintos juegos visuales, lo de la directora Chaya Miranda esta mas anclado en la narración, tal vez por una cuestión de presupuesto pero que no le impide que sea una propuesta valiosa. Ese gran trabajo con el material se debe en parte a la labor en la dirección de fotografía de Pablo Parra que sabe utilizar cada plano para ofrecer información. Se trata entonces de una película con el suficiente tacto para con su material. Es también una de esas historias que se no regodean en el sufrimiento de sus personajes al punto de volverse todo inverosímil como si pasaba en Requiem y en muchos otras películas directores que se especializan en esta clase miserias. Mucho tiene que ver que el guion escrito por Carla Scatarelli que se dedica a contar tres historia simples y posibles de personajes perdidos en sus adicciones y todo lo que conlleva ese mundo. En esta historia coral la que más se destaca es la de la actriz Lola interpretado por Esther Goris. Capaz sea por la experiencia de Goris que roba cámara o porque este tipo de historias de gente en el fondo que puede levantarse siempre ganan pero lo cierto es que es el personaje que más simpatía genera en el espectador. No es que las otras dos historias no sean interesantes y estén bien interpretadas, tanto la historia de Ana ( Guadalupe Docampo) y Lucio (Francisco Bass) son llevaderas, sobre todo la interpretada por Bass, pero acá la estrella en todo sentido es Goris. A oscuras también se destaca por no quedarse en el barro, de darle oportunidades en sus personajes y sobre todo de no menospreciarlos. Tanto la directora como la guionista entienden que este tipo de historias pueden tener tanto finales felices como tristes y juegan con eso. Tal vez se le pueda criticar que en algunos pasajes se estanque un poco la narración y que con el afán de unir las historias el resultado se sienta un tanto forzado pero son apenas problemas mínimos. A oscuras es una propuesta más que interesante, otra muestra del talento de su directora. Una historia que utiliza las herramientas del cine con inteligencia y la vez no cae en cinismo, ni ve a sus personajes como simples títeres para torturar como pasa con muchos directores sádicos de esta última época. A oscuras es un remedio contra ese tipo de cine
Si uno ve el afiche, lee la sinopsis o ve el trailer es posible que piense que se va a encontrar con la típica película sobre una familia, de esas que salen sin parar desde la maquinaria hollywoodense. Si se busca el director uno descubre que es un especialista en este tipo de sub-genero y que su nombre en Sean Anders responsable de Daddy’s home (2015) y Sex drive(2008) y la secuela de Horrible bosses (2014). O sea si no quedo claro aún, las expectativas con el nuevo trabajo de Sanders no eran las mejores, a pesar de que Daddy’s home era lo mejorcito que había ofrecido. Es por eso que Familia al instante es una gran sorpresa. Una película hecha con corazón pero también con inteligencia, que tiene a todos los protagonistas involucrados con la historia. ¿Por qué funciona este nuevo opus de Anders? La respuesta se debe a que el tono de la historia es verosímil y durante la mayor parte nunca lo abandona. Se trata de una película que prefiere construir relaciones humanas en vez de dedicarse a caer en gag hartos de repetidos, de hecho es sorprendente que prácticamente no haya gags físicos, confiando la mayoría del humor a diálogos dichos por esos grandes actores que son Mark Walhberg y Rose Byrne. Familia al instante funciona porque busca escapar del cliché de este tipo de películas. Cada vez que puede llegar a caer en el eso, el director sabiamente lo esquiva o directamente lo ignora y se enfoca en la construcción de sus personajes, es por eso que la duración de casi dos horas, que puede asustar al principio, termina siendo perfecta. Se toma su tiempo para establecer y trabajar los conflictos y resolverlos, no de una sola vez sino paso a paso. Todos los actores están perfectos en sus papeles, con Byrne demostrando que puede llegar a la ser la mejor madre del mundo. Byrne es una actriz que cada papel que le toca lo convierte en adorable y logra que empaticemos con ella. Que pueda moverse tanto dentro del registro del drama como de la comedia hace que nos preguntemos por que no se le da alguna clase de premio. Es una actriz de larga trayectoria que logra tiene la simpatía del público en cada proyecto en que se embarca. ¿Falla algo en esta película? Si, que por momentos el director cae en ciertos golpes bajos, en la cursilería y sobre todo no resiste la tentación de hablarle al público de las ventajas de la adopción. Esto no está mal, más teniendo en cuenta que viene de un hecho real vivido por el mismo director, pero su manipulación es evidente. También la parte técnica acompaña pero no destaca, aunque su banda sonora es agradable. Pero es lo único criticable a una película hecha con corazón, en donde se nota que su director le importaba lo que estaba contando y que supo trasmitírselo a sus actores. Familia al instante es una buena opción de comedia familiar que seguramente emocione a los que la vean.
Alex vive en una antigua mansión donde cuida a su abuela, Anna, quien padece una enfermedad mental. Mientras busca un espejo de su abuela, Alex y su amigo Miles encuentran una caja en el ático. Con gran curiosidad la abren, sólo para descubrir un juego dentro. Los dos deciden jugarlo y seguir las reglas leyéndolas en voz alto. Pero el juego no es una broma, pues han despertado a un demonio que vuelve realidad sus peores miedos. Que lastima cuando te encontras con una película que podría haber sido buena pero que por distintos motivos termina siendo una más del montón. Este es el caso de Demonio de medianoche, una película de terror que ofrece uno niveles de producción superiores a la media, que aprovecha la única locación donde transcurre su historia, que cuenta con una dirección de fotografía que explota bien la oscuridad de los lugares y que además tiene a Robert Englund(Freddy Krueger) y Lin Shaye (la anciana de Insidious) dando cátedra sobre como volver aterradores a sus personajes. Como detalle de color ambos actuaron en la original Nightmare on elm Street de Wes Craven. La culpa tal vez sea de su director Travis Zariwny, director de esa remake sin sentido que fue Cabin Fever (2016) quien no sabe cómo volver interesante su premisa y que tira la carne al asador desde el minuto uno. El villano es presentando como si se tratara de una secuela y no de una primera vez, y Zariwny en su incompetencia no sabe cómo administrar la información para volver interesante a su personaje. Para peor tampoco es que sea digno de una saga como parece pretender el guion escrito a dos manos entre el director y Rob Kennedy. Este demonio de medianoche es una mezcla del Freddy de la remake, el babadook y el Crooked man visto en la segunda parte de El conjuro (2016) pero sin gracia. Y así como Englund y Shaye demuestran profesionalismo, lo mismo no se puede decir de los protagonistas, Summer Howell Keenan Lehmann quienes no generan ninguna empatía y solo sirven como herramientas para hacer mover la trama. Véase sino las escenas que comparten con los veteranos actores y notaran los desniveles actorales y el mundo de diferencia que hay entre ellos. Pero con todo esto dicho Demonio de medianoche no empieza mal, de hecho su primera escena presagia que capaz se vea algo decente. Esa primera secuencia tiene suspenso, es intrigante y hasta jugada, tampoco se niega al gore y eso es algo bienvenido ya que este tipo de propuestas tienden a escaparle en favor de un terror psicológico que nunca se logra. Es una lástima que este nuevo trabajo de Travis Zariwny demuestre la poca importancia con la que se acerca al género. Su prolija puesta en escena, la participación de Englund y Shaye, y su primera secuencia elevan un poco esta película pero tampoco para tanto.
¿Cansados de las películas supuestamente basadas en hechos reales? Gonjiam: Hospital maldito es una de ellas pero en este caso si hay una base real. El hospital psiquiátrico donde transcurre esta historia existe y es considerado el lugar más aterrador de Corea del Sur y uno de los siete más terroríficos en el mundo. ¿Y por qué lo es? Por qué cerró sus puertas misteriosamente en 1996, lo cual llevo a que se crearan numerosas leyendas urbanas, la más importante es que los pacientes que estaban ahí internados desaparecían sin dejar rastro alguno. Sea cual sea la verdad si se buscan fotos del recinto pueden encontrar un lugar carcomido por el paso del tiempo, que se presta como escenario para que la imaginación juegue una mala pasada y que irónicamente es visitado por miles de personas día a día. Es interesante que luego de Actividad paranormal y en una época en la que claramente el found-footage está desapareciendo salga una película que es de lo mejor que lo se vio en este sub-genero. Para ser más claro Gonjiam es posiblemente uno de los mejores (o capaz mejor) found-fotage después de AP. Mucho de esto hay que atribuírselo al debutante en la dirección Jeong Beom- Sik quien da muestras de saber cómo construir una historia de terror. El primer tercio de Gonjiam es el menos logrado, ya que los personajes a los que vamos a seguir son los típicos que se ven en cientos de películas iguales. Es cierto que son más creíbles que, por ejemplo, todos los que aparecen en sus primos norteamericanos. Y a pesar de que cada uno tiene algo para contar la verdad mucho no importa porque una vez que entran al manicomio sus historias dejan de tener importancia. Es una sabia decisión el enfocarse en crear escenas que den miedo en vez de buscar una explicación pero a la vez denota un intento de querer alargar la duración, y también que su propósito parece ser el de mostrar el equipo técnico que van a usar. ¿Da miedo Gonjiam: Hospital maldito? Si y bastante. Una vez que los protagonistas entran al manicomio, que lamento informar es una recreación del lugar original, el director va de a poco creando un clima de que cualquier cosa puede ocurrir en cualquier momento. Pero se toma su tiempo, va mostrando los espacios donde transcurrirá los momentos más incómodos, va a jugar con las expectativas del espectador y sobre todo va a dejar lo más importante al final, cierta habitación que se supone es donde reside la solución a este misterio. Una vez metido en clima lo que hace es darnos imágenes tétricas y exacerbar el tiempo en mas de una escena de terror para incomodar. Algunas secuencias resultan mejores que otras pero porque justamente porque aquellas son tan poderosas y nos recuerdan que el buen cine de terror oriental siempre nos deja con una imagen espantosa para que no se pueda dormir a la noche. Y esto no funcionaría si no tuviera clara que su principal motivo es dar miedo. Su director tiene en claro esto y no se inventa sub-tramas, ni vueltas de tuerca, ni siquiera deja que los personajes se vuelvan insoportables. Gonjiam: Hospital maldito es una gran propuesta de terror que demuestra que se pueden hacer cosas buenas con el found-footage si se tiene a la gente correcta atrás.