Documental de Martín Farina en donde recorre la vida de Esther Díaz, estudiosa de la obra del pensador Michel Foucalt y libertina quien disfruta de su vida y de su sexualidad. Esther Diaz es un emblema, una autora de varios miles libros y numerosos ensayos, una especialista en la obra de Michel Foucalt que se recibió de la carrera de Filosofía y letras pasado los cincuenta años. Se trata pues de una de esas personas que vivieron la vida y siempre es interesante escuchar y leer. Este documental de Martin Farina así lo entiende. Pero antes de ver por primera vez a la protagonista oímos su voz y vamos reconstruyéndola mentalmente mientras ella cuenta fragmentos de su vida, de sus deseos, pasiones y miedos. La cámara recorre distintos puntos de una casa pero no podemos hacernos una idea del todo clara de que es aquel lugar. Entonces la vemos a ella, una mujer lejos de la imagen que uno podría tener de una mujer de tercera edad. Tiene el pelo corto, usa tachas, su aspecto es el de una punk y nos hace pensar en una Patti Smith. Este documental es una biopic digna del escándalo, ya que Esther Diaz no le tiene miedo a nada. La cámara la sigue a ella mientras nos cuenta desde truncadas, hasta intentos de suicidio, pasando por la cantidad de amantes que tuvo, incluso y creo que es uno de los momentos más personales que captura Farina, la adicción a las drogas de su hija. Uno de los grandes logros de esta película tiene que ver con el papel múltiple que hizo su director ya que se encargó de todos los aspectos técnicos a excepción de la música. Se puede entonces suponer que se trata de uno de esos proyectos personales que también hablan del que lo realiza. Y no lo hace solo de manera correcta sino que une todos estos materiales para darles distintos sentidos. Es una película experimental, cortita que apenas supera los sesenta minutos, lo cual a la vez la vuelve accesible para todo aquel que esté interesado en la figura de Esther Diaz.
Criaturas nocturnas cuenta la historia de Anna quien pasó toda su infancia encerrada en una habitación, bajo el cuidado de un misterioso hombre al que conocía como papá . Un día la sheriff del pueblo, libera a Anna y la ayuda a comenzar una nueva vida acogiéndola en su casa, pero las pesadillas sobre unos monstruos comeniños llamados “Wildlings” interrumpen la posibilidad de una vida normal. Lo primero que se escucha en esta producción canadiense, opera prima del director Fritz Bohnm, es una voz que nos cuenta sobre el potencial villano de esta película. Esa voz pertenece nada más y nada menos que a Brad Douriffconocido por dar vida a Chuckyde la saga Child’s play. Como un cuento de terror que pasa de generación a generación Criaturas nocturnas empieza de manera terrorífica escapándole al principio al lugar común y ofreciendo una cuota de sutil perversión. Es en esos primeros quince minutos donde se encuentra lo mejor de esta propuesta, ya que lo que muestra podría ocurrir realmente. El hecho de que el director se apoye sabiamente en el trabajo de Douriff es un acierto ya que el actor le aporta su cuota de locura e intensidad a su personaje, algo así como que lo hace de taquito. Si después no siguiera la historia, ese comienzo quedaría como un muy recomendable cortometraje. Pero lamentablemente la historia sigue y a pesar de los esfuerzos de la convincente Ben Powley en el papel principal de Anna, una chica que va convirtiéndose en mujer, la trama se estanca en el típico cuento de crecimiento ya mil veces visto, como un coming of age a lo Carrie pero con una tradición similar a la nórdica. El terror no pasa por escenas de sus sustos o de miedo sino por una intriga que genera tensión ya que se sabe qué ocurrirá pero no se puede detener. Lo malo es que su director no logra despegarse de las innumerables películas que tratan el mismo tema. A pesar de sus niveles de producción correctos en donde destaca la fotografía de Toby Oliver, esta producción se conforma con ser una historia chiquita que conoce sus límites y sacando su potente principio, no pretende nada más. Y un párrafo aparte merece Liv Tyler. Actriz poco valorada que cada vez que aparece un trabajo suyo en los cines sorprende. No tanto por su papeles sino porque su imagen nos hace recordar una época en la que ella era una de las figuras más atractivas y llamativas del mundo del espectáculo, una actriz que supo dar varios momentos icónicos para la retina del espectador. En los últimos años pareciera que prefirió mantener un perfil bajo, metiendo proyectos independientes e incursiones al género de terror como el caso de la excelente Los extraños (2008, Bryan Martino). Esta película producida por ella trae de nuevo a una actriz que debería haber tenido mejor suerte. Su rol más allá de otorgarle un nombre para ser vendido al mercado es interesante ya que al principio el espectador puede suponer que al verla viviendo con un adolescente es una madre pero en realidad se trata de su hermano. A pesar de que el director deja bien en claro eso en la boca de sus personajes es imposible no pensar lo contrario debido a las acciones que cometen. Es un cambio bienvenido si pero no quita que este mal llevado. Con todo esto dicho The windling no pasara a la historia como una gran película de terror, ni tampoco será recordada como uno de los mejores trabajos de Liv Tyler quien es lo más destacable de esta producción. En todo caso se trata de historia interesante dentro de las miles que se estrenan durante el año en la cartelera.
Precuela de la saga “La matanza de Texas”, centrada en la adolescencia de Leatherface, quien escapa de un hospital psiquiátrico con otros tres reclusos y secuestra a una enfermera a la que llevará a un viaje por la carretera mientras un policía trastornado le persigue. The Texas chainsaw massacre(1974) es un hito dentro de la historia del género de terror. Realizada con muy bajo presupuesto la película del director norteamericano Tobe Hooper (1943-2017) es un ejemplo claro de cómo no mostrar nada genera más en la imaginación del espectador. También presentó a unos de los primeros psychokillers del cine, La masacre de Texas, el hombre con cuerpo gigante, mente de niño, máscara hecha con piel humana y motosierra, junto a su igual de excéntrica familia de caníbales. El dúo conformado por Alexandre Bustillo y Julien Maury se hizo conocido hace diez años por A l’ interiur, la historia de una embarazada que debe sobrevivir a los ataques de otra mujer que quiere a su hijo en plena Nochebuena. Capaz sea por la cantidad de hemoglobina que se vio en aquella y en los siguientes trabajos del dúo francés lo que los llevó a ser contratados para esta nueva secuela que se llama igual que la tercera dirigida por Jeff Burr en 1990. La masacre de Texas está dividida en tres actos. Una idea novedosa para una saga que siempre busco darle una vuelta a una historia simple. Al principio se nos presenta la infancia de nuestro protagonista; luego su encierro en un manicomio y por último su escape junto a otros tres criminales. En papel esto serviría no sólo para darle algo de credibilidad a la saga, sino también algo de calidad, perdida debido a la cantidad de secuelas que masacraron la idea original de Hooper. El problema es que esta nueva versión no termina funcionando en ninguna de sus tres partes. Como inicio es bastante simplón; no ofrece nada que no se haya visto ya en innumerables películas de terror e incluso dentro de la misma saga. Como película de bandidos a lo Devil’s Rejects es patética. Los directores no sonRob Zombie, a quien claramente imitan, ya que lo que Zombie hacía era usar el cine deSam Peckinpah para desarrollar sus temas y obsesiones; acá es sólo una cáscara para ocultar que se está ante algo que ya está muerto. La masacre de Texas es otro mal intento de no perder los derechos sobre el personaje y que no termina de convencer. La película contiene escenas que tratan de ser perturbadoras pero que fracasan por lo forzado de las situaciones. Capaz hubiera sido más interesante que siguieran la estela de Tobe Hooper, quien en su gran sabiduría abrazaba al humor y tenía una gran imaginación para la puesta en escena. En esta Leatherface, el bajo presupuesto es notable y no logra ser maquillado, ya que sus directores están más preocupados en mostrar sangre y más sangre; y al tercer chorrazo, ya aburre. También es triste ver desperdiciados a dos buenos actores como Lili Taylor y Stephen Dorff, quienes hacen lo mejor que pueden con sus personajes estereotipados, salteando frases imposibles con dignidad. Ahí está la diferencia con el resto de los actores que son poco convincentes en sus actuaciones. Pero no es sólo su culpa; el guión los convierte en seres horripilantes. En vez de hacernos cómplices de sus crímenes y querer seguirlos porque son criaturas fascinantes, se hace insoportable ver una escena con cada uno de ellos, ¿Cómo seguirá la saga? Seguramente y a pesar del fracaso de esta nueva entrega, salga una nueva. Si será una secuela, una precuela o una remake encubierta, nunca se sabe. Lo único que se sabe es que Leatherface ya dio lo mejor de sí hace tiempo y el único que podía lograr algo con este icónico personaje lamentablemente falleció.
Latidos en la oscuridad es la segunda película de Dean Davlin que se estrena en lo que va del año. La anterior había sido Geotormenta que como su título lo indicaba se trataba de una propuesta ridícula, de esas para divertirse en el cine y olvidarse de los problemas de la vida. Que sea entretenida, no significa que sea buena, pero sí podemos decir que Geotormenta es un metraje noble ante tanto otros espectáculos solemnes. Su segunda película lo muestra mejorando como director pero a la vez olvidándose de lo importante, entretener. La historia es la misma que se vio incontables veces, de hecho Don’t breath del uruguayo Fede Alvarez trabajaba el mismo concepto. La diferencia es que en Don’t breath explora el suspenso mediante el silencio en el cine. En latidos en la oscuridad se busca que las situaciones y la información constante, vía un efectivo montaje, logren generar tensión. La idea no es mala, lo que ocurre es que Davlin no va más allá. Tal es el impetú de la película en conformarse con ser una del montón que termina arruinando potenciales ideas y hasta personajes. El caso más obvio es el del villano interpretado por David Tennant, actor conocido por ser el Doctor Who, que no logra salir del estereotipo de villano frio, calculador e inteligente; y eso que Tennant es convincente con el material con el que tiene que trabajar. Lo contrario pasa con el antihéroe, tal vez sea porque el punto de vista principal es el del personaje de Robert Sheenan, o por la cantidad de información que se le otorga lo que hace que empaticemos aún más con él. Lamentablemente Davlin esta tan obsesionado con la idea de mostrarlo como un chico bueno que pierde el estribo y lo convierte en otro cliché, aunque en este caso sale un poco mejor parado. El otro problema de Latidos en la oscuridad es su tono indefinido, que no sabe si es una de terror o es un thriller. Quiere ser todo eso pero esa inseguridad a la hora de abordar la historia le juega en contra. Lástima porque dura lo que tiene que durar y no es ofensiva, pero debajo de todo eso hay una buena película y quien sabe capaz Dean Davlin dentro de algunos años entregue una obra maestra, ahora por lo menos sólo nos dio al gran Roland Emmerich y el cine catástrofe.
Cuando el aborigen Sam mata al propietario blanco Harry March en defensa propia, Sam y su mujer Lizzie emprenden la huida. Pero la pareja será perseguida de forma incansable por las autoridades. Dulce país es el segundo largometraje del director australiano Warwick Thornton, un realizador con una larga trayectoria en documentales así como director de fotografía. Es justamente el aspecto visual el principal punto fuerte de esta larga película que le da una vuelta interesante al género western que nunca parece estar del todo muerto. Situada en el desierto deAustralia durante 1920, lo más imponente (y para eso es necesario que sea vista en pantalla grande) es como todos los personajes parecen ser apenas miniaturas, hormigas ante los paisajes áridos. El cielo firme, el calor que se siente en cada plano y en los rostros de los personajes, es una película física que remite a ese gran clásico de Sergio Leone, El bueno, el malo y el feo. Pero hasta ahí es la relación con aquella película italiana, lo que propone Thornton es hablar sobre los problemas raciales, de la justicia y de la discriminación que ocurrían en esos años y que todo esto a la vez que se sienta moderno, como un tema que aún sigue sin resolverse. Para eso cuenta con un gran número de intérpretes en donde se destaca Sam Neill, a pesar de que participación podrían considerarse más como un cameo. El actor con una ya larga trayectoria y uno de los rostros más reconocibles del cine le da su cuota de profesionalidad a Sweet country cuya duración atenta contra la paciencia del espectador. Si bien la historia, basada en hechos reales ocurridos a principios del siglo pasado, pide por este tipo de duración, también es cierto que por su ritmo puede llegar a abrumar y a cansar si no se está dispuesto a entregarse a este tipo de propuesta. El otro gran acierto del director es depositar su confianza en los hombros de su protagonista interpretado por el desconocidoHamilton Morris, quien logra que entendamos y nos preocupe por las situaciones en las que vive. Esto funciona a la vez como contrapunto a lo que ofrece Bryan Brown, quien tiene la misión de capturar al personaje principal y cuyas acciones también entendemos. Dulce país es una experiencia digna de ver en pantalla grande. Su excelente fotografía, su no uso de la música y sus actuaciones la convierten en una propuesta que no debe perderse porque películas así no se estrenan todas las semanas.
En un pequeño pueblo de Quebec las cosas ya no son como antes . La gente local se esta descomponiendo y se sienten atraídos por la carne humana Cuando George A. Romero hizo a finales de la década de los sesenta con La noche de los muertos vivos, el cine de género paso del llamado terror clásico a lo que hoy se considera como terror moderno. Los vampiros, hombres lobos y fantasmas dieron paso a historias que se acercaban más a las sensibilidades de aquella época. Esto se ve reflejado en la primera película del director de Pittsburh pero esta no fue su intención; Se trata del famoso caso de una película que mejor reflejo la crisis que vivía el mundo en esos tiempos. Por supuesto Romero se avivo de esto y luego trabajaría estas ideas en muchas de sus siguientes películas pero sobre todo en la saga de muertos vivos. Los hambrientos, tiene más del Romero de The crazies (1973) que de sus zombies. Se trata de una producción canadiense donde gente muy normal debe enfrentarse a una amenaza que, durante sus mejores momentos, se mantiene fuera de plano generando más suspenso e intensidad. Desprovista de cualquier cliché del sub-genero de infectados, el espectador ve lo que realmente ocurriría si de repente hubiera un ataque de infectados. Esto funciona también gracias a la natural interpretación del desconocido Marc-André Grondin . El problema de Los hambrientos es que un momento uno se pregunta que diablos se esta viendo. Que no se sepa nunca porque son infectados vaya y pase, nunca sabemos en las películas de zombies de Romero porque comenzó todo. Pero que después los personajes empiecen a comportarse de una manera incomprensible, como si hubiera alguna especie de metáfora que es inexplicable, es inaceptable. Si la idea es golpear al espectador con una propuesta que los dejes pensando, la respuesta es errónea. Terminado los momentos más interesantes lo que ocurre es que vemos a los protagonistas deambular sin rumbo porque el mismo director no sabe que hacer con su película. Lo que termina hundiendo a Los hambrientos es que no se conforma con ser una historia simple, quiere ser algo y lo que logra genera el efecto contrario. Es una pelicula pretensiosa, de alguien que leyó mal el cine de Romero, cuyos mensajes y alegorías eran siempre claras, que nunca le faltaba el respeto al espectador y que nunca se olvidaba la importancia de entretener. Pueden dejar pasar a Los hambrientos, no trae nada nuevo a la mesa y tampoco sirve como comida chatarra que es rica y efectiva. Ah, y además hay una escena post-credito que es un aún más incomprensible y que los va a dejar enfurecidos al término de esta película, como las peores post-créditos de Marvel.
Amores frágiles cuenta la historia de Claudia y Flavio quienes se llevan amando siete años. Su pasión es demoledora e intelectualmente estimulante. Entre sus tires y aflojes, sus noches en blanco impregnadas de discursos tan paradójicos como universales y los psicofármacos camuflados en un frasco de vitaminas, su historia termina de golpe. Él siente la necesidad de aterrizar después de un larguísimo y vertiginoso vuelo; ella no consigue volver a tierra, prisionera en un espacio intermedio en el que resuenan sus monólogos compulsivos. Francesca Comencini tiene una larga trayectoria en el cine pero irónicamente esta es la primera vez que se estrena una película suya en nuestro país. Hija del gran autor Luigi Comencini quien es una de las figuras más olvidadas de la cinematografía italiana, su carrera empezó hace más de treinta años tanto como directora como guionista con títulos como La cosa nostra (2006) o Un giorno speciale (2012). Amores frágiles es una traducción justa y hasta acertada para esta historia de una relación fallida y sus consecuencias, sobre todo en su protagonista interpretada por Lucia Mascino. Ella se despierta una mañana como si hubiera pasado la mejor noche de su vida, hasta que la realidad la golpea. Ese descanso del dolor que le provoca la ruptura de su relación se manifiesta en su personalidad. Al borde del colapso nervioso que podría generar risa pero que en realidad preocupa por la simpatía que genera su personaje. Su contraparte masculina parece no tener complicaciones. Vive una relación con una mujer mucho más joven a la cual ama. Pero no todo va a ser color de rosa, tarde o temprano eso tendrá mecha en la forma de ver el amor. Con un poco del humor a lo Woody Allen, su protagonista parece una versión italiana de Annie Hall el memorable personaje creado por Diane Keaton, de hecho en su primera escena lleva un sombrero similar al que uso la actriz norteamericana. El en cambio, lejos de la paranoia de Allen parece tener todo bajo control, incluso pareciera no importarle la relación que vivió durante siete años. Con una estructura fragmentada que alterna el presente con el pasado, otra referencia al trabajo del director neoyorkino, Amores frágiles funciona mejor cuando se pregunta por el amor y las distintas posibilidades y caminos que ofrece. La manera de superarlo e incluso los autodescubrimientos y las experimentaciones que generan en una persona la ruptura sentimental. Se trata de una película simpática y entretenida, amena es la palabra perfecta para describirla. Una de esas historias que en poco más de noventa minutos despliega todos sus temas y no lo arrastra ni lo vuelve aburrido. Tiene la duración perfecta. Amores frágiles o Amori che non sanno stare al mondo es una gran recomendación si buscan una historia de amor, de esas que logran emocionar sin recurrir a mal utilizados clichés del género, que tiene a dos actores que dan cuerpo a sus dos personajes principales de manera convincente y que con el naturalismo de la puesta en escena logra que todo lo que ocurre en pantalla sea convincente.
¿Qué se puede decir de nuevo sobre la más reciente secuela de Bañeros? Una saga conocida por su machismo, su misoginia, la discriminación y por no tener ningún valor cinematográfico. Se hace difícil ya que se ha escrito y criticado innumerables veces este tipo de productos cuyos (i) responsables realizadores siguen insistiendo en sacar. Esta historia ya no tiene a ninguno de los clásicos actores que intervinieron en las dos primeras, las ochentosas y, más conocidas, de la saga, a excepción de Ginno Renni que junto a un montón de famosos del momento de la televisión argentina deben salvar el balneario de unos estafadores. El relato da pie a un serie de sketchs que demuestran que su director Rodolfo Ledo (quien ya había estado detrás de las anteriores secuelas) le importa un carajo lograr un mínimo gag que funcione (léase enojo). Y eso es lo que quizá más moleste de esta y las películas anteriores. Imaginemos por un momento, que hubiese ocurrido con otro director y productor, el germen de un potencial buen chiste está, pero a Ledo no le interesa explorar la comedia y la destroza. Hablar de cuestiones técnicas, como por ejemplo los extras que miran a la cámara o la pésima puesta en escena es obsoleto porque Bañeros 5 es también eso y no va a cambiar. La esperanza de que Ledo se aggiorne y se ajuste a los tiempos peca de ingenuidad, por más que se maquille, la película atrasa. No es para salir en su defensa, pero esto no pasa sólo en el cine nacional, sino también se puede ver en incontables películas norteamericanas, aunque a su favor logren que un algún que otro gag haga reír. Bañeros 5 está protagonizada por el dúo cómico Pablo y Pachu, quienes vivieron mejores momentos en su carrera (en mi opinión Granados es más talentoso de lo que se le reconoce), Micaela Viciconte quien es la única que dice sus líneas de manera convincente y por los hermanos Cannigia, en su debut en pantalla grande, que pobrecitos, no se sabe cuál es peor que el otro. También anda dando vuelta por ahí Sol Pérez cuyo único propósito es ser un objeto de conquista para el cómico Pichu Straneo. Y eso es todo lo nuevo. Bañeros 5 ofrece más de lo mismo y posiblemente nunca vaya a cambiar. Cada tanto sale una nueva producción de Argentina Sono Films para recordarnos que aunque por más actualizado que este su logo lo que vamos a ver pertenece a otra época que ya quedo pisada
La saga de 12 horas para sobrevivir es un caso extraño dentro del cine fantástico norteamericano de los últimos años. Las, por ahora, cuatro partes fueron escritas por James DeMonaco quien como alumno atento de directores como John Carpenter y George A. Romero aprendió a usar el género como arma para hablar de cuestiones tantos políticas como sociales que ocurrían en su país. El cine de DeMónaco fue contestatario en una época donde no salían muchas películas de este estilo. Pero que sea un alumno atento no significa que sea uno bueno y la saga es un claro ejemplo de ello. Tanto Carpenter y Romero eran sutiles cuando mezclaban la imaginería política con el terror, no necesitaban subrayarlo ni sobreexplicarlo como sí hace DeMonaco con sus guiones. Pero no es sólo eso lo que hunde a esta película, esos directores mencionados venían de una época turbulenta como los sesenta y la mayoría de sus obras salieron en la década del ochenta, década que estuvo marcada por la gerencia de Ronald Reagan y un cine conservador, purista, con películas sobre guerra y poco críticas. Una época en donde las películas mostraban gente rica con problemas menores y no veían lo que realmente pasaba al costado. Hacer un cine que mostrara la otra cara era sinónimo de valentía y de suicidio comercial y algo de eso les paso a estos directores. Pero el contexto social cambio. 12 horas para sobrevivir es una película “Anti-Trump”, en una época en donde el discurso oficial de Hollywood es justamente contraria al del actual presidente de Estados Unidos. No hay nada contestario, ni de rebeldía ni nada sino una agenda política. Esta precuela dirigida por Gerard McMurray apenas tiene las suficientes escenas de acción como para volverla entretenida. El ritmo se resiente por culpa de personajes cuyos conflictos no son lo suficientemente interesantes. El único personaje que escapa a esto y más que nada por lo ridículo que es, es el interpretado por Rotimi Paul (Skeletor) cuya actuación es tan exagerada que se vuelve lo único rescatable y recordado. Lo contrario ocurre con Marisa Tomei, cuyo personaje no tiene la mínima relevancia a excepción de poner un nombre para vender. Y hablando de acción, lo poco que hay es igual de desaprovechado, no tienen fuerza sus imágenes para lograr su efecto deseado. Esto se ve reflejado en un clíma mal construido y resuelto a las apuradas con un muy buen doble de Donald Trump como villano que sólo aparece en una escena. 12 horas para sobrevivir es una precuela de una saga que ya agotó todo lo que tenía para ofrecer y sólo sirve como trampolín para mostrar ideas políticas sosas. Que salga una más de estas es algo que no tiene explicación.
Buscando a Myu plantea su tema principal de entrada. ¿Qué son los amigos imaginarios?. En este por momentos falso documental su director Baltazar Tokman, responsable de Casa Coraggio (2017) y Tiempo muerto (2010) utiliza mas de un recurso para adentrarse en la mente de una niña (su hija Olivia en este caso), mientras su de alter ego, el mago y psicólogo Emanuel Zaldua) se pregunta por su infancia. Para que esto funcione el Tokman se vale de la palabra de especialistas que van desde psicólogos hasta gente metida en lo paranormal. Esto último es uno de los puntos mas destacable de esta recomendable propuesta. Hay algo de esos amigos imaginarios que hace que uno lo relacione en fantasmas y/o demonios. Y sabiamente el director toca esos temas haciendo que de a poco uno los limites entre lo real y lo fantasioso vayan desdibujándose. Son esos momentos en que la película consigue la atención del espectador. Como si se tratara de una secuela de Actividad paranormal pero mucho mejor , las teorías que van soltando los especialistas mas distintos videos y hasta home movies hacen creer que estamos ante una de terror. Pero no, solo coquetea, juega con esa posibilidad, luego lentamente se va encaminando hacía la ternura por la pérdida de la inocencia y a la vez hace que nos preguntemos por ella. El alter ego del director es un mago/psicólogo (dos maneras de ver el mundo, el niño y el adulto en un mismo cuerpo) que hace preguntas cuyas respuestas están en su interior y que solo tomando Ayahuasca podrá descifrarlas en que la que capaz sea uno de los momentos mas introspectivo de esta historia. Buscando a Myu es una gran película, no le tengan miedo a que sea un documental ya que es es de esas historias que logran que el espectador se vea a si mismo y se pregunte sobre su niño interior y sus amigos de la infancia.