Spider-Man: Lejos de Casa tiene uno de los peores arranques de las películas del MCU y al mismo tiempo uno de los mejores desenlaces. Tom Holland y Jake Gyllenhaal son una pareja protagonista que derrocha calidad en cada oportunidad que deben intervenir. Luego de los sucesos que cambiaron para siempre el curso del Universo Cinematográfico de Marvel en Avengers: Endgame (2019), múltiples aristas han sido abiertas desde ese entonces con respecto al futuro de la franquicia más recaudadora de la historia del cine y una de ellas es quién, o quienes, serán los encargados de comandar al grupo de superhéroes más poderosos del mundo, dentro y fuera de la gran pantalla, luego de las emotivas partidas Chris Evans y Robert Downey Jr. Uno que pica en punta para posicionar un par de lugares de importancia es ni más ni menos que el Peter Parker / Spider-Man del actor inglés Tom Holland, un actor y personaje que desde su inclusión en Captain America: Civil War (2016) caló hondo dentro del universo Marvel y sus fanáticos por su importancia en los diferentes arcos argumentales de las películas, su destreza actoral y simpatía fuera de la gran pantalla. Tal es así que él tiene una de las escenas más emotivas y mejor logradas de las 23 películas del MCU con su memorable “I don’t feel so good Mr Stark” (se nos sigue piantando un lagrimón). Aprovechando la popularidad del personaje y una faceta de “sucesor de Iron Man” que se le impuso al arácnido es que Spider-Man: Far From Home llega a los cines de todo el mundo con la necesidad imperiosa de demostrar que aún le queda hilo al carretel de las películas de Marvel y toda esta Saga del Infinito ha sido nada más que el comienzo. En esta segunda película en solitario del arácnido, entre otra cosas se podrán ver las repercusiones que vinieron junto a los chasquidos del Guantelete del Infinito y de cómo se van acomodando y regresando las personas desaparecidas. En medio de homenajes a los héroes caídos y de un semestre escolar cargado de exámenes, Peter Parker y sus compañeros de clase harán un viaje por Europa para despejar la mente. En él Peter ideará junto a su amigo Ned (Jacob Batalon) un plan para poder confesarle sus sentimientos a MJ (Zendaya), pero lastimosamente para él, unas malvadas entidades conocidas como los Elementales, empezarán a destruir las ciudades y es ahí donde Spider-Man deberá decir presente. Obviamente él no estará solo y tanto Nick Fury (Samuel L. Jackson) como Maria Hill (Cobie Smulders) y un grupo especial de S.H.I.E.L.D le presentarán a Quentin Beck (Jake Gyllenhaal), un aliado inesperado quién proviene de otra tierra y tiene un poder casi incomparable. Peter deberá forjar una alianza con Mysterio para poder detener a los Elementales y que su viaje por Europa termine de la mejor manera. Teniendo en cuenta que esta película sirve como continuación directa de lo que fue uno de los eventos cinematográficos más grandes de la década, el ritmo del comienzo deja muchísimas dudas desde donde se la quiera mirar. El humor es demasiado tonto, las relaciones interpersonales parecen ser forzosas donde casi ningún diálogo parece natural, una aceleración demasiado notoria a la hora de contar una historia y una sorpresa que logra cambiar el curso del film. Por suerte para los fanáticos de Marvel todo esto sólo se da en los primeros 35 minutos y después la película da un vuelco de 360º grados para regresar a los estándares de calidad de este basto universo cinematográfico, donde las escenas de acción están filmadas con una calidad asombrosa, el CGI y el vestuario están a otro nivel, el sentido de humor clásico de los personajes es el que ya se conoce y un desarrollo visual como pocas veces se ha visto en las otras películas. Con Jon Watts regresando en la dirección, la película demuestra que a pesar de su flojo arranque, su tiempo de metraje (129 minutos) logra darle la derecha al director y todas las dudas que podría llegar a tener el espectador quedan despejadas, logrando dejarlo mucho más que satisfecho. El desarrollo de los personajes es mucho mejor comparado a Spider-Man: Homecoming (2017) y el camino que los protagonistas deben recorrer tienen un propósito y un significado especial. Esta película funciona como la perfecta parte del medio de lo que se podría pensar será una trilogía del arácnido, ya que el viaje interior que realiza el personaje principal (no por nada se utiliza el recurso de la road movie) es el indicado. En cuanto a las actuaciones, lo más resonante es la incursión del mundialmente reconocido actor Jake Gyllenhaal. En su papel de Mysterio, el reconocido actor demuestra todo su potencial actoral y da una clase de actuación en cada participación que le toca tener. La dupla que consolidan con Holland, que brilla nuevamente en su rol del héroe, es de las mejores que tiene el MCU y pareciera que comparten cámara hace rato, sin embargo ésta es la primera vez que lo hacen. Otra que tiene una gran labor, al contrario que en su participación anterior, es Zendaya quién ahora goza con mucho más protagonismo y no es sólo un interés amoroso sino que también demuestra que tiene mucho más potencial del que se podría creer en un primer momento y que todo lo que representa llevar el papel de MJ a la pantalla está en buenas manos. A pesar de un arranque muy flojo que bordea con peligro lo decididamente malo, Spider-Man: Lejos de Casa llega para plantear uno de los conflictos que posiblemente harán tambalear nuevamente el MCU. Con un gran desarrollo visual y de efectos especiales y con una muy buena participación de sus protagonistas, esta secuela del arácnido demuestra que Marvel tiene con que seguir sorprendiendo a futuro.
La muñeca maldita sigue haciendo de las suyas y no sólo cierra su propio arco argumental, sino que abre las puertas necesarias cómo para que este universo esté con nosotros por mucho tiempo más. El universo de terror creado por James Wan en 2013 con El Conjuro (The Conjuring) parece no tener final y a pesar de tener sus puntos flojos en algunos eslabones de su cronología, el spin-off que más rédito le ha dado a la franquicia es el de la muñeca maldita Annabelle. Esta muñeca logró verse por primera vez en un pantallazo general del sótano de los Warren, la pareja protagonista de El Conjuro, desde ese momento se comenzó a jugar con la posibilidad de que de dicha muñeca pudiese tener su propia película donde se explicara su origen y cómo llegó a la casa de los investigadores paranormales. Un poco de eso logró verse en las dos entregas de Annabelle (2014, 2017) en donde se explicó cómo fue construida y cómo “funciona” con los espíritus malignos del inframundo, pero todavía quedaba un interrogante en su propia historia y era quizás la más importante: ¿Cómo terminó Annabelle en el sótano de los Warren?. Eso es lo que Annabelle 3: Vuelve a Casa (Annabelle Comes Home) viene a mostrarnos. De la mano del ya experimentado guionista y escritor de las anteriores Annabelle y La Monja (2018), el ahora director debutante Gary Dauberman, presenta Annabelle 3 para cerrar esta trilogía del spin-off sobre la muñeca maldita y su relación con la pareja de Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga). Sin embargo, no todo pasará por ellos dos ya que la gran protagonista de esta película es Judy (McKenna Grace) la nueva integrante del clan Warren estrenándose en la franquicia. Debido a todo el peso que conlleva su apellido, Judy es bastante bastardeada y aislada de todos los niños y niñas de su edad y es por eso que tiene a ser callada y retraída. La única persona que logra empatizar con ella es su niñera Mary Ellen (Madison Iseman) con quien, debido al trabajo de Ed y Lorreine, comparten mucho tiempo juntas y se tienen un cariño especial. En una de esas noches en la que los investigadores paranormales deben salir a hacer de las suyas Judy, Mary Ellen y Daniela (Katie Sarife), amiga de la niñera quién se mete de imprevisto en la casa y está llena de curiosidad por lo paranormal, deberán intentar sobrevivir a la noche en la que Annabelle será liberada y gracias a eso todos los artefactos que tienen los Warren en su sótano empezarán a acechar a las jóvenes en una interminable y aterradora noche. A pesar de que la “mini franquicia” de Annabelle parecía ya haber alcanzado su techo de calidad en la película previa, esta conclusión mantiene las cualidades técnicas y argumentales que lograron hacer de su predecesora una de las mejores de todo el universo del Conjuro. Quizás lo más positivo que la película pueda dejar es la sensación de que este universo de terror está bastante lejos de terminar, ya que sienta las bases suficientes para poder continuar contando historias y ya dejar ir otras, como la propia Annabelle. El aspecto de la propia muñeca vuelve a dar escalofríos a simple vista y más aún cuando las luces juegan a favor de la estética y de todo lo que la muñeca carga a sus espaldas. De la misma manera que en la película pasada, la trama está desarrollada con tranquilidad dejando así que los eventos fluyan de la manera más natural posible sin perder la tensión y la sensación de que todo puede irse al tacho de un momento a otro. Quienes busquen sustos rápidos y permanentes no los conseguirán. Yendo de menor a mayor en cuanto a la intensidad narrativa, la película se toma sus licencias en cuanto a la originalidad de sus sustos pero no de la calidad, ya que si bien los jumpscares son esperables, no dejan de ser funcionales y efectivos. Todas las situaciones tienen sus trasfondos y cada uno de los personajes también, las estructuras están bien establecidas y no dan lugar a ningún tipo de vacío argumental. La actriz Mckenna Grace logra una performance totalmente consagratoria pese a su corta edad. Dentro del elenco de protagonistas ella es quién más se destaca y si bien el resto no tiene una mala labor, ella es la única que dan ganas de volver a ver, por historia y por su interpretación. Los que siempre están bien son Patrick Wilson y Vera Farmiga. Pese a que apenas tienen un par de minutos en pantalla, la conexión entre ellos y con el espectador es automática. De hecho McKenna Grace tiene rasgos bastante parecidos a los de ellos dos y da toda la sensación de que podrían ser una familia en la vida real. Annabelle 3 es el cierre que se merecía uno de los mejores personajes secundarios que otorgó el universo creado por James Wan. Con una gran actuación de su protagonista principal y con una gran fuerza narrativa, este preámbulo a El Conjuro 3 (2020) sienta las bases necesarias para que este universo de terror continúe asustando por muchos años más.
Quizás innecesaria pero no menos emocionante. Toy Story 4 encuentra frescura en nuevos personajes, aunque deje de lado a otros históricos. Una caricia al alma de los fanáticos y un cierre a las historias más que el de una franquicia que ya tenía su último y perfecto capítulo final y que ahora será, posiblemente, exprimido en nuevos formatos. La saga de Toy Story bien puede considerarse como la piedra angular sobre la que Pixar, y luego la fusión con Disney, ha forjado su imperio impenetrable de películas animadas. En 1995 bajo el control total de John Lasseter llegaba la primera aventura de Woody y Buzz, arribando para revolucionar el concepto de las películas animadas y de los estudios de animación. La historia del vaquero y el guardián espacial que primero confrontan y luego se hacen amigos para lograr el bienestar de su dueño, Andy, pegó desde un primer momento en la cultura popular y gracias a sus hilarantes gags y personajes logró establecerse por muchos años y para mucha gente, como la mejor película animada de todos los tiempos. Tal fue el furor que logró que tan sólo cuatro años después (1999) llegaría su secuela, ampliando el mundo de estos juguetes y el repertorio de sus protagonistas. Entre buenas críticas de la prensa y una aceptación medida del público, todo parecía indicar que las aventuras de los juguetes habían terminado antes de empezar el nuevo milenio, pero el estudio tenía un As bajo la manga y así, 15 años después de la película original, llegaría la tercera entrega de la saga. En ella la revolución tecnológica se vio plasmada desde el momento inicial con una definición del 3D mucho más desarrollado y pulido, por razones obvias que en sus predecesoras. Obviamente como en su momento se planteaba que sería el final de la franquicia, la expectativas planteaban un desenlace desolador, triste y con una dosis de sentimentalismo pocas veces visto. Metafórica y literalmente, los juguetes de Adny también se despedían de los millones de grandes y chicos a quienes habían acompañado durante más de una década y teniendo el final “perfecto”. Pero como la industria todo lo puede… todavía quedaba más hilo en el carretel y es por eso que ahora tendremos una última gran aventura de nuestros héroes de plástico en Toy Story 4 (2019). Esta aventura tendrá a Josh Cooley (Inside Out, 2015) como director y dentro de la pareja de guionistas tendrá a una debutante Stephany Folsom y a un histórico de la franquicia y el estudio, Andrew Stanton. En esta cuarta parte de la saga, Woody (Tom Hanks) y el resto de los juguetes que ahora pertenecen a Bonnie (Madeleine McGraw) se están acomodando a su nueva vida. Ahí conocen a Forky (Tony Hale), un tenedor con pies de plastilina y palos de paleta que poco tiene en común con los otros juguetes y que no cree pertenecer a ellos. La estabilidad del grupo empezará a mermar cuando Bonnie y sus padres salgan en un viaje en motorhome hacía un camping y Woody y Forky se pierdan en el camino. Aunque no tan lejos como podría parecer, Woody y Forky deberán limar sus asperezas para regresar con su dueña. Habían varias dudas con respecto a esta película. Muchas tenían como justificativo el hecho de que la franquicia parecía haber agotado todo su potencial en la tercera entrega y que esta continuación podría parecer un innecesario estiramiento de la saga. A pesar de que todo esto es un poco cierto, Pixar no defrauda y vuelve a otorgar una película de Toy Story a la altura de su historia y si bien el cierre de la historia puede seguir siendo el de la 3, esta funciona como el epílogo perfecto a las aventuras de Woody. Y se dice Woody porque es sobre él en donde el foco es puesto, casi como una carta de despedida del personaje y de incluso el propio Tom Hanks a la franquicia. Si bien la trama tiene reminiscencias todo el tiempo a la película original, esta logra tener una impronta original ya que el humor es mucho más aprovechado que en otras entregas, sin obviar por supuesto los grandes guiños de las anteriores. A pesar de eso, hay chistes que quedan repetitivos aunque sean graciosos y por momentos la trama pareciera no avanzar del todo solo por quedarse en los chistes. Otro de los puntos flacos que tiene la película es su antagonista que si bien tiene una trascendencia mucho más moral que de acción, su participación es escasa y la amenaza que podría representar, y que tan bien logró ser Lotso en la tercera, no termina siendo real y no otorga ningún tipo de preocupación. Por otro lado, la sensación de que éste era el verdadero final de la historia no se siente auténtico. Sí es emocionante, conmovedor y hacen que el espectador se sienta abrazado por los personajes que ama y que vio crecer a lo largo de su vida, pero no es nada original. La inclusión de nuevos protagonistas le da una frescura necesaria a la franquicia, el problema está en que los más históricos no tienen el lugar que se han ganado y el tiempo en pantalla no se condice con la importancia que tiene la historia total. La animación vuelve a ser una maravilla y es ahí es donde Pixar-Disney sigue sacando años luz de ventaja contra sus competidores. Bastante difícil de superar era la animación de Coco (2017) y nuevamente la vara para el estudio de la lamparita vuelve a elevarse por sus propios trabajos. El realismo que Pixar está encontrando en sus animaciones hace dudar cada vez más si lo que estamos viendo es real o diseñado por computadora. Ahora lo que han mejorado son los dibujos que están en un segundo plano, un poco más fuera de foco, y en las emociones expresadas por los juguetes. Los ojos tienen un reflejo que parecen totalmente humanos, desde el juguete más pequeño e insignificante hasta Buzz o Woody. Los nuevos personajes que trae está entrega son realmente épicos. Las participación del hombre del momento en internet Keanu Reeves o Jordan Peele, le ponen toda su impronta a la inclusión de Duke Caboom y Bunny, respectivamente. Lo mismo con el retorno de Bo Peep (Annie Potts) que regresa a la saga para aportar sangre fresca y trasladar un poco de fempower a la gran pantalla y que no queda para nada forzado. Lamentablemente estas grandes participaciones le quitan incidencia a personajes como Buzz (Tim Allen) o Jessie (Joan Cusack), por poner algunos ejemplos. Y si bien estos personajes tienen sus grandes momentos, no se condicen con la importancia que deberían tener esta entrega final y que sí bien supieron tener en la entrega pasada. Toy Story 4 está lejos de ser una mala película, pero inconscientemente lucha contra la que fue la tercera parte de esta historia y contra ella pierde. Esta es mucho más funcional al fandom que a la trama e incluso algo que parecía cerrado vuelve a abrirse y posiblemente termine decantando en la plataforma de streaming de Disney de alguna forma audiovisual (posiblemente series que sirvan como continuación). Pese a todo esto, quizás esta sea la última vez que vemos a los juguetes más famosos del mundo en la gran pantalla y el niño interior que cada uno lleva dentro atesorará cada minutos de la película, porque después de todo es un gran abrazo al alma para los fanáticos. Al infinito y más allá dice la caja de voz de Buzz, ¡hasta allá los recordaremos!
Un guion sólido y sencillo, con los diálogos justos y necesarios y una actuación principal que sin dudas dará que hablar ayudan al director debutante, Joe Penna, a conformar una ópera prima que más pronto que tarde terminará siendo un exponente en el cine de supervivencia. Las películas de supervivencia, naufragios y salvatajes suelen ser bastante poco frecuentes en los calendarios anuales de los grandes estudios. Sin embargo la mayoría de esas historias tienden a dejar una buena sensación cuando logran llegar a la gran pantalla. Los casos más emblemáticos pueden ser Náufrago (Cast Away, 2000) y 127 horas (2010), dos películas que a pesar de sus diferencias comparten un gran y fundamental aspecto: ver las múltiples formas que tienen los protagonistas para luchar contra una muerte casi segura y que nunca se den por vencidos para poder seguir con vida. Con un poco de morbo mediante estas aventuras, con usualmente un solo protagonista acaparando la pantalla, tienden a explorar situaciones límite para lograr crear en el espectador la interrogante de “¿Qué haría en su lugar?” y cuando las películas pueden generar en quienes las ven este tipo de cuestiones es que un film logra trascender. Este es el camino que tan bien logra recorrer el brasileño Joe Penna en su ópera prima El Ártico (Arctic, 2018) la película que cuenta la historia de Overgård (Mads Mikkelsen) un piloto de avión escandinavo que tras un accidente con su aeronave, queda varado completamente en el mitad del ártico y con él sólo tiene herramientas de uso regular en cualquier vuelo convencional y la esperanza de que alguien llegue a rescatarlo. En un intento de rescate, el helicóptero que lo iba a liberar de su purgatorio helado sufre un desperfecto y junto con sus dos tripulantes la aeronave termina cayendo y destruyéndose completamente terminando así con su ilusión de escapar. Pero todo cambiará para Overgård y su rutina helada cuando del helicóptero quede una sobreviviente al borde de la muerte (María Thelma) y entonces será él quien deba decidir por ella si se anima a cruzar el Ártico a pie con la meta de llegar a una base científica gubernamental y así lograr salvar la vida de ambos. Una trama sencilla, un guion que apunta a lo terrenal y una fotografía despampanante son los tres pilares en donde Joe Penna se apoya para poder crear un relato devastador sobre la soledad, la fortaleza mental y las ganas por sobrevivir. En una producción que costó nada más que dos millones de dólares la película logra transmitir y reflejar las emociones más normales de una persona frente a la adversidad de la manera más natural posible, sin caer en el dramatismo extremo, la sobre actuación de sus actores y de la usual sobre utilización del dialogo en situaciones que no lo ameritan. Penna y Ryan Morrison, ambos guionistas, explotan a fondo la naturalidad de los acontecimientos y logran convencer al espectador de que lo que está viendo tranquilamente pudo haber sucedido. La música juega un factor fundamental ya que mantiene la tensión al máximo en los momentos en los que la trama se vuelve un poco larga y se logra acentuar el ritmo lento que tiene la película. La actuación de Mads Mikkelsen es realmente conmovedora, no solo se banca las casi dos horas de película en completa soledad sino que a esa situación de tener que estar todo el tiempo a solas, hace un desgaste físico impresionante donde realmente pareciera que estuvo en el Ártico perdido sin contacto con nada ni nadie. La actuación que tiene Maria Thelma, teniendo en cuenta que también es su primera vez frente a las cámaras, es realmente aceptable. Con un papel que en la trama es necesario pero sabiendo que su participación es más de inspiración para con el otro personaje que de accionar propio, quizás su desconocimiento ayuda, su actuación es totalmente satisfactoria y convincente. El Ártico llega sin los reflectores de los grandes tanques de los estudios pero sin dudas tiene más corazón que la mayoría de ellos. Una gran dirección general y un gran protagonista lograr imponer un relato de esperanza, coraje y valor, frente a las películas que se basan únicamente en la pantalla verde, computadoras y actores de moda.
Olvidable regreso para los Hombres de Negro. Humor efectivo en cuenta gotas, un argumento que está desarrollado de mala manera y una esencia artificial conforman la peor entrega de la franquicia hasta el momento. Después de más de 20 años de la primera película de Hombres de Negro (Men in Black, 1997) la franquicia que terminó de consolidar el estrellato de Will Smith se suma a las innumerables sagas y franquicias que parecían terminadas. Imposible es que alguien se haya perdido la película original en las hermosas tarde de sábado en la pantalla del canal de aire de las tres pelotas, ya que la daban fin de semana por medio (no es una queja, vuelvan a esa grilla) pero para aquellos despistados, los llamados “Hombres de Negro” es el nombre de una organización secreta, con sedes en todo el mundo, que se encargan de la vigilancia, regulación y protección de la Tierra y el universo entero de sus amenazas. En la película original y sus secuelas (2002 y 2012) la historia transcurría en torno a las aventuras de los agentes J (Will Smith) y K (Tommy Lee Jones), en donde éste último, al ser el más experimentado y uno de los que tenía mejor valoración en la agencia, iba moldeando a J para que logre quedarse con su puesto. Luego de dos secuelas donde se alternaron buenas y malas, y la franquicia había encontrado un final dentro de todo digno, la industria decidió que era hora de que los Hombres de Negro regresaran a las salas, con una nueva pareja protagonista y que dependiendo de aceptación que tenga el público poder seguir ampliando este ¿universo? de alienígenas, artilugios tecnológicos y gente muy elegante a la que el negro le queda perfecto. Molly (Tessa Thompson) es una joven que creció toda la vida creyendo que hay algo más ahí afuera, algo que no se cuenta y que se esconde. Luego de un incidente bastante particular en su juventud, ella se preparó de la mejor manera para lograr entrar a ese espacio gubernamental secreto que se encarga de manejar cuestiones que nadie más puede explicar. En un intento descabellado para conseguirlo, Molly logra tener un careo con la agente a cargo de la sucursal de New York, la agente O (Emma Thompson), y así poder concretar su sueño. Para poder quedarse con el puesto, ahora la incipiente agente M deberá ir hasta Londres para estar a prueba y ver si puede con la presión de ser parte de MIB. Allí se encontrará con el agente T (Liam Neeson) y el irreverente agente H (Chris Hemsworth) quienes serán sus superiores y a los que deberá ayudar intempestivamente luego de que la seguridad de la Tierra esté en peligro al ser amenazada por unos extraterrestres de los que poco se sabe. M y H deberán hacer equipo y así enfrentar a un enemigo que los hará recorrer varias partes del mundo en busca de la paz intergaláctica. En ésta secuela/reboot (que nadie pidió) dirigida por F. Gary Gray (Fast & Furious 8, 2017) y escrita por la pareja de guionistas Matt Holloway y Art Marcum (Transformers: The Last Knight, 2017), queda en evidencia que ningunear las primeras tres películas de la franquicia es un error garrafal. Todo lo que se plantea en esta cuarta entrega de Hombres de Negro está mal. Se nota que el guion está diseñado exclusivamente para potenciar la pareja de Hemsworth-Thompson, que tan bien se vio en Thor: Ragnarok (2017), y lamentablemente aquí falla en el intento. Con chistes que no hacen gracia en casi ningún momento y una relación que no es llevada a cabo de una manera correcta, lo que parecía ser una buddy movie de aventuras, cómo las películas originales, termina asimilándose más a un mal show de stand-up. Toda la esencia que logró construirse de una manera tan natural en las otras pelis, acá se impone apresuradamente con ganas de recalcar todo el tiempo que esto es más de lo que se pudo ver. Todo se nota demasiado forzado y el enfoque en ciertos elementos así lo demuestra. Incluso el leitmotiv que había creado Danny Elfman y que tan arraigada estaba en la cultura popular, se ve modificada por la ganas de renovar los elementos clásicos e imponer un sello propio, que en éste caso no termina siendo para nada gratificante. Hay una constante muestra de armas, especies de alienígenas y de elementos espaciales que es demasiado abrumador y todo para tapar la trama tan pobre que se escribió. Previsible desde el momento inicial, con escenas de acción que intentan ser épicas pero que quedan en la nada y con un ritmo totalmente cansino se terminan redondeando dos horas entretenidas, pero totalmente olvidables consolidándola como la peor de la saga. Las actuaciones de la dupla protagonista no logra poder rescatar la película de su inminente derrumbe. Sus personajes no tienen desarrollo alguno y la mayor parte de sus líneas están dedicadas a hacer chistes entre sí. A pesar de la gran química que muestran, sus mejores momentos se ven cuando no comparten pantalla y cuando están junto a sus mentores. Emma Thompson y Liam Neeson si están a la altura de las circunstancias aprovechando cada momento que tienen y demostrando porqué tienen la carrera que tienen. El otro personaje que logra dar la talla es un personaje animado llamado Peón pero que cuenta con la voz de Kumail Nanjiani y que sin dudas es lo más parejo que tiene la película, el más gracioso y que más desarrollo tiene y el único que aliviana un poco el letargo que produce la película. Hombres de Negro Internacional choca el Ferrari que supieron manejar Will Smith y Tommy Lee Jones. Una franquicia que lograba entretener y hacer reír con un humor inteligente y efectivo gracias a una gran pareja protagonista encuentra su eslabón más débil en la que se suponía iba a destacarse por los chistes, las situaciones hilarantes y su pareja estelar de actores.
La comedia más original, simpática e inteligente de los últimos años establece una nueva pareja que promete más éxitos. Charlize Theron y Seth Rogen se comen la película y la convierten en diversión asegurada por más de dos horas. Se podría decir que la comedia es el género que más suele ser bastardeado y menospreciado a nivel mundial, basándose en el concepto de que son películas que solamente hacen reír. Obviamente que su esencia principal es esa, pero aún así lograr que las risas sean auténticas no siempre suele darse y muchas veces, cuando la obra no se toma en serio lo que tiene que conseguir y confunde los caminos, hasta quien termina riéndose lo hace por vergüenza o por sentir incomodidad. A pesar de este prejuicio casi globalizado, esas películas de alguna u otra forma terminan convirtiéndose en algo así como películas de culto dentro del propio género y se forma alrededor de ellas una estela de fanáticos que logran que sus amadas producciones tengan secuelas por montones, donde no se siguen hilos conductores y aquel primer chiste que una vez funcionó se pierde en el olvido. Éste podría ser tranquilamente el ejemplo de lo que ocurrió con American Pie (1999), una película que gracias a su humor irreverente, lleno de dobles sentidos y situaciones hilarantes, logró conquistar a toda una generación de adolescentes en todo el mundo y fue un éxito rotundo. El “problema” llegó después ya que gracias al éxito que tuvo el primer film los años fueron pasando y tres secuelas directas y cuatro spin-offs mediante, el humor fue cambiando y las ideas fueron cada vez menos originales transformando una gran idea en una franquicia mediocre. Dentro de ese humor de tan fin de milenio donde abundaban los vasitos rojos llenos de alcohol y chistes de sexo, el humor mutó casi de un momento a otro cuando en 2007 se estrenó SuperCool (Superbad) la película que catapultó a la fama a Jonah Hill, Michael Cera y al gran Christopher “McLovin” Mintz-Plasse. SuperCool sin dudas revolucionó la comedia estadounidense añadiendo a su esencia elementos como los insultos a mansalva, las drogas y la incorrección política en cada una las líneas de sus guiones. Y si el furor de en su momento American Pie fue tal, el de SuperCool no se iba a quedar atrás convirtiéndose así en la precursora de la comedia actual en todo el mundo. Y si bien muchos pueden quedarse con las consagratorias actuaciones de sus protagonistas, el que mejor salió parado de ese nuevo boom fue Seth Rogen, el escritor mayoritario del guion de la película que lo revolucionó todo. Tal es así que en la mayoría de sus películas, tanto las que escribe como las que protagoniza, esas suelen ser las bases en las que sus historias suelen sostenerse. Pero claro que gracias a esto la opinión pública ha creado el concepto de que Seth Rogen es solo un “fumón carismático” y si bien algunas de sus películas pueden denominarse como de mal gusto, otras como previsibles y hasta pueden denominarse como absurdas, lo que generan los films en donde Seth Rogen puede plasmar toda su personalidad, el realmente es así, son garantía de entretenimiento y sobretodo de carcajadas. Tratando de dejar ese mote de lado, solo un poquito, es que Rogen se une a una de las actrices más versátiles y talentosas que tiene la industria hoy por hoy, Charlize Theron. Ambos bajo la dirección de Jonathan Levine (Mi novio es un Zombie, 2013) es que llevan a la pantalla a Ni en tus sueños (Long Shot, 2019), la comedia romántica que jugando contra todo tipo de pronósticos, ha estado por encima de las expectativas de la crítica y ha reventado las taquillas en Estados Unidos. Fred Flarsky (Seth Rogen) es un periodista de investigación irreverente y con una moral muy sólida, que luego de renunciar al medio para el cual trabajaba tras ser vendido al magnate Parker Wembley (Andy Serkis), la vida no le sonríe tanto y recurre a su fiel amigo Lance (O´Shea Jackson Jr.) para que lo saque de su crisis y lo ayude a ponerse de pie. Gracias a que Lance utiliza sus múltiples e importantes contactos, ellos terminan yendo a una fiesta privada en donde está tocando la banda preferida de Fred. Pero allí Fred además se encontrará con Charlotte Filds (Charlize Theron) una vieja conocida suya que gracias a su personalidad, tenacidad y terminación logró convertirse en la Secretaría de Estado de los Estados Unidos y que pica en punta para reemplazar al presidente en las próximas elecciones. Ellos se encontrarán y la gran mano para escribir de Fred despertará en Charlotte las ganas de que él sea quién escriba sus discursos de ahora en más para poder convencer a los jefes del mundo y poder incrementar su imagen en la gente. Claro que al mismo tiempo que se agranda la popularidad de Charlotte algo más ira creciendo entre ellos de tal manera que los hará empezar a ver que hay más cosas que comparten que las que los diferencian. Inteligente, progresista y naturalmente graciosa. Esas podrían ser tranquilamente las únicas palabras necesarias para describir esta película. Finalmente una película que toma a la comedia como principal referencia que puede tomarse en serio y disfrutarse de manera total. Desde que comienza hasta que termina, el film sabe lo que quiere y así lo demuestra. Con una historia concreta, con mucho corazón y tratando temas sensibles de una manera muy efectiva, Long Shot logra romper con el mito de que las comedias románticas no pueden tomarse en serio. Una gran banda sonora acompaña a un guion escrito con sencillez pero con una convicción muy clara de lo que quiere mostrar de los personajes, el ambiente en el que se desenvuelven y como ciertos estereotipos deben ser dejados de lado de una vez por todas. Obviamente que el humor no puede faltar y es uno de los puntos más altos que tiene la película, provocando risas genuinas y sinceras y que en más de una oportunidad hará lanzar carcajadas al espectador. Las únicas manchas que se le puede encontrar es que, como si pasa en todas las comedias románticas, el punto de conflicto es demasiado genérico y es algo que se puede percibir desde un primer momento. Por otro lado, la duración (poco más de dos horas) no le juega a favor porque si bien toda la cinta es muy divertida, hay pasajes que tienden a ser repetitivos y que no hacen otra cosa que profundizar una idea que ya había quedado clara previamente. Es para resaltar sin ninguna duda la química entre los protagonistas. Tanto Seth como Charlize interpretan a la perfección sus papeles y pareciera que han transitado toda una carrera juntos porque sus conexiones son brillantes. El resto del elenco está compuesto por grandes actores que aprovechan cada una de sus intervenciones de la mejor manera haciendo, de manera muy efectiva, que la trama descanse un poco sobre ellos y descomprima a la pareja protagonista. O’shea Jackson Jr, June Diane Raphael, Ravi Patel, Bob Odenkirk y Andy Serkis y sus personajes logran establecer un balance perfecto entre personajes primarios y secundarios haciendo que el relato fluya de una manera sumamente natural. Ni en tus sueños es sinónimo de entretenimiento inteligente y consiente, que además de entretener por sus graciosos chistes y situaciones totalmente hilarantes, logra bajar un mensaje sólido y progresista que hará pensar a más de uno. Una comedia que logra ser inteligente y graciosa no hay que desaprovecharla y es por eso que ir al cine a verla es casi una obligación.
Dark Phoenix vuelve a repetir los errores que se habían mostrado en películas anteriores. Un guion que no explota virtudes y que desaprovecha actores de primer nivel, termina absorbiendo al olvido este final de saga/franquicia. Una compra masiva de derechos que Disney hizo oficial hace un par de meses produjo alivio y alegría en la mayor parte de la masa que consume cine de superhéroes. Por otro lado, también se generó un sinsabor, mucho menor, ya que ahora los universos que podrían agregarse al MCU tendrían que acomodarse a las reglas que impone el monopolio del Ratón. Gracias a todo este asunto, las producciones que tenían a X-Men como principales protagonistas han tenido que ser interrumpidas, pospuestas, canceladas y modificadas. El ejemplo más claro de esta situación es la película de los New Mutants, un film que ya tenía fecha de estreno estipulada para mediados del 2018 y que cuyo estreno, con modificaciones de guion en el medio, debió ser retrasado en tres oportunidades hasta la fecha. Algo parecido sucedió con Dark Phoenix (2019), película que ha sido una piedra en el zapato en la lista de estrenos de los últimos dos años, ya que ésta iba a considerarse la primera parte de una nueva trilogía en esta nueva generación de mutantes. Compra de estudios mediante, estos planes quedaron en el olvido y lo que se pensó en un momento como la “saga del Fénix Oscuro” terminará como una cinta que concluirá con el universo X-Men de la mano de 20th Century Fox. El arco de Dark Phoenix ya había sido “adaptado” en cine, más precisamente en 2006 cuando Brett Ratner se encargó de cerrar la trilogía que Bryan Singer comenzó a principios de los 2000. Con una pésima devolución de los fans y una gran colección de criticas negativas, la famosa X-Men 3: The Last Stand es considerada como la peor película de los mutantes y una adaptación desastrosa de uno de sus arcos argumentales más preponderantes en su historia comiquera. Pero como todo se renueva, y más para ésta nueva generación de jóvenes con habilidades especiales, el arco vuelve a ser adaptado ahora de la mano de quien fuera el escritor de las últimas dos películas de los mutantes y de la ya mencionada pobre adaptación del 2006. De esta manera e intentando seguir una linea temporal bastante engorrosa, con realidades alternas de por medio, es que se retoman las aventuras de este grupo de mutantes encabezados por el Profesor Charles Xavier (James McAvoy), Mystique /Raven (Jennifer Lawrence) y Hank McCoy (Nicholas Hoult) en donde el grupo X responde a las necesidades del gobierno de Estados Unidos y solucionando los problemas que están fuera de su alcance. En una de éstas misiones Jean Grey (Sophie Turner), Scott Summers/Cíclope (Tye Sheridan), Peter Maximoff/Quicksilver (Evan Peters), Kurt Wagner/Nightcrawler (Kodi Smit-McPhee) y Ororo Munroe/Storm (Alexandra Shipp) son enviados al espacio junto con Hank y Raven para salvar a unos astronautas de una llamarada solar. El rescate no saldrá del todo bien para los héroes, ya que Jean terminará absorbiendo toda la radiación espacial y eso liberará en ella un poder sin semejanza y al mismo tiempo una inestabilidad emocional que la convierte en un peligro para la humanidad. Escrita y dirigida por Simon Kimberg, esta culminación de saga y franquicia no termina de cumplir las expectativas y termina concretando una labor mediocre. Es inevitable no compararla con la película del 2006, aspecto donde ésta sale ganando sólo porque su adaptación se asemeja más al material original, pero aún así no le alcanza para consolidarse como una buena cinta dentro del género. Lo peor de todo es que los errores que pudieron observarse a lo largo de estas últimas cuatro películas de los mutantes, aquí vuelven a presentarse y hasta por momentos se agigantan. Villanos insulsos, guiones que pecan de ingenuos y motivaciones de personajes que no se terminan de explotar y explorar son las principales características de porque ésta película no termina de convencer. Hay personajes que no son aprovechados en su totalidad, dejando de lado la esencia de los cómics, otros cuyas propósitos cambian sin demasiado sentido a lo largo del film, profundizando esta dualidad en las personalidades que se mantiene a lo largo de esta nueva saga, y ausencias injustificables de algunos personajes. Claro que no son todas malas y algo que es muy destacable, teniendo en cuenta todas las fallas anteriores, es que se hace muy disfrutable y salvo por algún lapso pequeño de tiempo no se hace aburrida. Mucho tiene que ver en eso la música compuesta por el gran Hans Zimmer, que aunque incluso se deja ver que podría haber estado en tonos más altos, su capacidad para crear ambientes gracias a la banda sonora es envidiable. La fotografía, los efectos especiales y el vestuario completan el aspecto técnico donde se nota el apuro, las ganas de terminar la franquicia de una vez y que ahora el “problema” sea de otro. En cuanto a lo actoral no hay demasiado que destacar salvo por Sophie Turner y Michael Fassbender, dos actores y personajes que logran salvarse de manera categórica con respecto al resto del elenco. Magneto demuestra que a veces las miradas dicen mucho más que las palabras y a pesar de que le dan muy poca participación, se roba los momentos en pantalla totalmente. Jean mientras tanto se nota que tuvo todas las ganas y la mejor de las intenciones para poder concretar un personaje que sea lo más fiel posible a lo que se esperaba, por fortuna ella se termina destacando más de lo que el mismo guion le hubiera permitido a otra actriz. Los demás están al mismo nivel de la película en sí, en la mediocridad total. Pero sin dudas lo peor en cuanto a lo actoral es la participación de Jessica Chastain a quién le otorgaron un papel súper importante pero que no termina demostrando absolutamente nada, salvo por un comienzo que prometía bastante. A medida que avanza la trama su participación se vuelve más recurrente pero al mismo tiempo menos importante. Dark Phoenix terminará para siempre con la franquicia de los mutantes, que con más malas que buenas ha sabido nutrir las salas de cine desde el 2000. Lamentablemente no pudo ser de la mejor manera y esta película pasará al olvido de forma inmediata gracias a errores que vuelven a repetirse y decisiones que no son acertadas. En lo próximos años se estima que Disney los incluya en el universo cinematográfico de Marvel, aún sin un cómo revelado, pero no caben dudas de que el rumbo de los mutantes estará en veremos por un largo tiempo.
"Ma" sabe hasta dónde se puede jugar con su propia veracidad y de esta manera construye una trama retorcida e inquietante que en ningún momento deja de ser creíble. James Blum es el máximo responsable del cine de terror independiente de los últimos años gracias a la fundación del estudio Blumhouse Productions. Las películas de esta nueva “casa” se caracterizan principalmente por desarrollar personajes en situaciones extremas y cuyos géneros tienden a inclinarse por el terror psicológico, a pesar de un par de películas que tienen al slasher como premisa fundamental. Desde las sagas de Paranormal Activity (2007-2015), The Purge (2013-2018), Insidious (2010-2018) y la reciente Happy Death Day (2017-2019) hasta la premiadas Whiplash (2014), Get Out (2017) y BlackKklansman (2018), Blumhouse ha sabido producir productos de una calidad altamente destacable apostando a nuevos directores, con ideas frescas y recaudando dinero de manera inversamente proporcional a lo que les otorgaron como presupuesto. Ahora la nueva a puesta de dicho estudio llega a los cines de todo el mundo bajo el nombre de Ma (2019), una película dirigida por Tate Tylor (The Girl on the Train, 2016) y guionada por el debutante Scotty Landes que cuenta la historia de Maggie (Diana Silvers), una chica de 16 años que junto a su madre Erica (Juliette Lewis) deciden mudarse de la gran ciudad a un pueblo relativamente pequeño en el cuál su madre supo vivir tiempo atrás. Como toda chica nueva en edad de escuela y pese a tener los temores lógicos de establecer nuevas amistades, éstas llegarán de manera rápida gracias a la popular Haley (McKaley Miller) que con su círculo más íntimo intentarán apañar a Maggie desde un primer momento. Claro que como todo nuevo miembro de grupo, para no quedar de lado deberá dejarse llevar por sus costumbres para intentar “encajar” de la mejor manera. En uno de estos intentos Maggie y el grupo deberán solicitar la ayuda de Sue Ann (Octavia Spencer), una enfermera veterinaria que accede ayudar al grupo pero a medida que pasan los días empezará a desarrollar una actitud extraña y exagerada en ciertas situaciones que empezarán a alarmar al grupo sobre si deberán confiar plenamente en ella o no. Una de las virtudes más notorias que tiene esta película, como todas las de Blumhouse, es que suelen ser bastante consientes de lo que son, hasta donde pueden llegar y cuánto pueden jugar con sus guiones sin perder el eje y la seriedad. Ma, cumple con estas características y vuelve a demostrar que el estudio tiene bien claro como seleccionar realizadores y qué proyectos llevar a la gran pantalla. Sin ser para nada sorprendente pero sí muy efectiva, la trama logra fluir con total normalidad y no se le pueden encontrar agujeros argumentales demasiado severos como para poner en juego la seriedad de la película. Claro que al querer incursionar en uno de los sub-géneros más fáciles de arruinar como el terror psicológico, hay una ambigüedad en los personajes que debe ser creada para poder generar sorpresa a la hora del clímax y la resolución y eso acá no se hace presente. Desde el primer momento el guion deja indicios por todas partes de que hay un personaje en particular que va a entrar en conflicto con los demás y que va a desatar un antes y después en el desarrollo de la trama. Un recurso como el jump scare está usado demasiadas veces para lo que el relato requiere, el susto fácil en este tipo de películas choca en cuanto a la propuesta y termina sin tener mucho sentido. Al mismo tiempo, hay una elección por demás correcta sobre cuándo y de qué manera implementar el humor, negro en la mayoría de los casos, para que la historia no se torne pesada y así poder descomprimir. Las actuaciones tienen un nivel parejo en general pero hay una actriz en particular que logra estar por encima de sus compañeros de elenco. Octavia Spencer se impone a los demás y brinda una actuación ejemplar para estos tipos de películas, provocando en el espectador unas ganas tremendas de querer volver a verla trabajar en el género. Diana Silvers también tiene una actuación solida y convincente, que teniendo en cuenta su poca experiencia y el roll que aquí ocupa, merece destacarse. Ma termina logrando su propósito principal: entretener, inquietar y dejar bien en claro que Blumhouse sabe cómo explotar el género de forma efectiva. Gracias a una sólida actuación de sus máximas protagonistas y una trama simple, pero bien lograda, el resultado termina siendo gratamente reconfortante.
Brightburn funciona de forma perfecta como el primer gran "what if" del mundo de los superhéroes. Al margen de ir por fuera de DC, los indicios son reconocibles de manera instantánea y todo hace parecer que estamos en presencia de un nuevo universo compartido de villanos. Vivimos en la época dorada de los superhéroes en el cine y eso no es sorpresa para nadie. Las casas más importantes de cómics llevan a sus personajes más conocidos al cine, a la televisión, a los videojuegos y hasta a las novelas, ampliando así la llegada que supieron tener a principios de milenio. Ahora bien, junto con esta inmersión total en la que se encuentra ahora la casi totalidad del mundo, se crean y se vuelven a retomar nuevas ideas para provocar que esta época nunca se termine. Una de ellas es la de los famosos “what if“, un termino comiquero que plantea la simple hipótesis de “que hubiera pasado sí”, una idea que establece el uso de realidades alternativas para volver a repensar personajes, historias y universos enteros. Ejemplos hay muchos y de calidades diversas en la historia de las viñetas pero en el cine aún no se han conocido por lo menos por ahora. Desde el lado de la editorial DC se viene rumoreando con que la película en solitario de The Flash podría adaptar “Flashpoint” uno de los mejores arcos narrativos sobre una realidad alterna que poseen y que se hayan escrito. En él los padres de Bruce Wayne jamás fueron asesinados, sino que fue el pequeñín quién la quedó y sus padres se desviaron totalmente de su eje convirtiéndose en un Batman que no era ningún paladín de la justicia (Thomas Wayne) y en la versión femenina de el Joker (Martha Wayne). Tomando este concepto, pero sin la licencia oficial de la casa madre de las historietas, es que llega Brigthburn: Hijo de la Oscuridad película que toma el concepto básico de Superman y plantea un “que hubiera pasado si” con respecto al origen y a las intenciones del hombre de acero. En esta historia dirigida por David Yarovesky, escrita por los hermanos Brian y Mark Gunn y producida por James Gunn (Guardians of the Galaxy) cuenta cómo de la noche a la mañana Tori (Elizabeth Banks) y Kile Bryer (David Denman), una pareja de granjeros que viven en la ciudad de Brigthburn, Kansas con problemas para concebir, de repente se encuentran con la situación de que un meteorito cae en su granero y para su sorpresa se encuentran con un niño aparentemente normal, que deciden adoptar y bautizar como Brandon (Jackson Dunn). Luego de una infancia dentro de todo normal, un Brandon entrado en la adolescencia empieza sentirse extraño con su cuerpo y descubriendo diferentes habilidades empieza a cuestionarse su naturaleza, su identidad y su postura con respecto al maltrato con él que lidia todo el tiempo. Fomentado por sus nuevas habilidades y con el juicio nublado por tal poder, extraños acontecimientos empezarán a producirse y todas los caminos indicarán a que él es el responsable. Allí sus padres deberán afrontar el reto de enfrentar a su hijo e intentar convencerse de que todos los extraños eventos no lo tienen al pequeño Brandon como responsable. La apuesta por parte del grupo creativo encargado de coordinar esta película era enorme. No solo por querer repensar la historia de origen de uno de los tres personajes más importantes de la cultura popular, sino también por el enfoque que decidieron darle. Eligiendo acertadamente el género del terror para presentar su historia. El relato cuenta con guiños constantes a la historia original del hombre de acero pero que en ningún momento quedan forzadas o fuera de tiempo. De algunos elementos era indispensable que no se pudieran despegar y he ahí uno de los grandes aciertos que tiene el guion, ya que no están todas las referencias que podían haber tenido, sino las más importantes y aquellas que definen a los personajes como tales. Si bien dentro de la trama y debido al género que se decide usar abunda el recurso del jump scare, la mayoría de las veces sin sentido, la otra parte del terror se ve reflejada de manera perfecta. Con el gore justo y necesario, y con el desarrollo de los personajes siendo lo mínimo e indispensable la historia y el relato fluyen de manera perfecta en unos escasos, pero eficientes 90 minutos. Las actuaciones están dentro del parámetro de aceptable y regular. Teniendo en cuenta que la mayoría del metraje se centra en la relación de Elizabeth Banks y Jackson Dunn, sus actuaciones son las que logran destacarse por encima del resto que sólo son complementarios. El jovencito interpreta aquí su primer papel protagónico al mismo tiempo que básicamente debuta como actor profesional y lo hace de una manera más que correcta. Muchos al ver el film lo notarán familiar porque tuvo un pequeño pero particular papel en Avengers: Endgame, cuando interpreta el joven Scott Lang luego del primer y fallido viaje en el tiempo de Ant-Man. Por el lado de la ya “veterana” actriz, conocida por sus papeles en la saga de los Juegos del Hambre (2012-2015) y en la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi (2002-2007), lo que brinda es el trabajo ejemplo para volver a retomar papeles de mayor importancia. Claramente es la mejor del elenco y se nota es esmero que le puso a su labor. Momentos dramáticos y desesperantes no hubiesen tenido el mismo efecto sin ella en cámara. A fin de cuentas Brigthburn termina redondeando una buena labor por su elección de pertenecer a la “clase B” del cine. Esa conformidad de estilo le permite jugar de manera correcta con la mitología de un personaje tan emblemático como Superman, cambiar lo esencial y que todo termine funcionando dejando el terreno preparado para que esta realidad alterna siga su curso como todo nuevo proyecto en Hollywood en los últimos años: con un universo expandido. ¿Se dará?
John Wick 3: Parabellum es la muestra de que el género de acción puede ser tomado en serio y destacarse por más aspectos que solo sus coreografías. John Wick vuelve a consolidarse como una de las franquicias del momento y la expansión de su universo es inminente. Después del éxito de John Wick allá por el 2014, el director Chad Stahelski y el protagonista Keanu Reeves vieron en esa historia la oportunidad de volver a poner a una franquicia de acción nuevamente en el primer plano mundial. Por palabras de los mismos protagonistas, lo que en su momento surgió como una idea de hacer una historia autoconclusiva con un nivel de acción pocas veces visto antes y una calidad estética sin precedentes para ese tipo de producciones, tuvieron que “verse obligados” a continuar la historia del asesino más voraz de todos gracias al gran impacto que John Wick tuvo en el público, en la crítica y en la taquilla. Pero claro que la historia no podía seguir de la misma manera y entre ellos tuvieron que aclarar que si esta incipiente franquicia quería consolidarse como tal, debía tener en claro hacía dónde ir y cómo expandirse de manera apropiada. De manera que la historia no podía continuar directamente alineada a la historia de su esposa y el perrito, por eso que la franquicia tomó un rumbo nuevo. De esa manera en 2017 llegó la segunda parte, John Wick Chapter 2. En esa secuela todos aquellos pequeños conceptos que habían gustado de la primera fueron cobrando cada vez más sentido y al mismo tiempo el universo de mercenarios se fue expandiendo y otros conceptos fueron surgiendo. Uno de estos nuevos elementos fue la mención de una supuesta Orden Suprema, una organización que aparentemente es la que rige todo este universo ¿clandestino? de asesinos a sueldo por todo el mundo y que son aquellos que ponen las reglas. Una de esas reglas y quizás la más sagrada e importante, es justamente la que John termina rompiendo en el final de ese segundo capítulo. John mata a alguien dentro del Continental, suceso que le costó hacerse del mote de “excomunicado”. ¿Qué significa eso? Que ahora ya no sólo no cuenta con la asistencia de todos los posibles aliados que John supo tener sino también que ahora cuenta con un contrato bajo su nombre a nivel mundial de 14 millones de dólares para quien lo elimine. Y exactamente ahí es donde se retoma la historia. Minutos después de que Winston (Ian McShane) le otorgue la posibilidad de tener una hora para escapar a John (Keanu Reeves) y así poder salvar su cabeza de todos los mercenarios que se encuentran en el mundo. Ahora, sin el apoyo de ningún sector, John deberá recurrir a los pocos aliados que le quedan como El Rey del Bajo Mundo (Laurence Fishburne) y otros antiguos aliados que lo ayudarán a irse a otras partes del mundo para cobrarse favores que aún le deben y así intentar sobrevivir a la mano dura de la Orden Suprema y al mismo tiempo intentar terminar con ella. Si se pensaba que la saga de John Wick no podía seguir teniendo éxito luego de su segunda entrega, aquellos que lo sostenían ya deben estar pidiendo disculpas. Estamos en presencia de la saga de acción mejor llevada a cabo del milenio y posiblemente estas sean las películas que mejor representan al género desde la primera Duro de Matar (Die Hard, 1988). Había tres grandes valores que se podían destacar de las otras dos entregas: Las coreografías de pelea, el despliegue visual y el guion. En esta oportunidad todos estos aspectos logran superar lo que se venía proponiendo y terminan conformando una master class de como renovar, efectivamente, un género entero. Y a estos tres puntos, ahora se le puede sumar uno más y es el humor. Si algo le faltaba a estas películas era que se distendieran un poco y para bajar a la tierra un momento hacían falta momentos en donde el espectador se relaje. Decisión arriesgada y con más chances de que salga mal y “romper” la franquicia y la esencia de ésta, pero por suerte, pasa todo lo contrario y le da aquello que necesitaba la saga para consolidarse como una de las mejores. ¿Tiene algún aspecto negativo? Si, pero a cuenta gotas. Hay tres o cuatro momentos en donde las escenas se notan alargadas excesivamente solo para generar un impacto mayor, pero termina provocando cansancio y agotamiento. Otra cuestión que hace un poco menos fluido el guion es la cantidad de nuevos elementos, denominaciones y cargos que se introducen que la narrativa se vuelva más engorrosa. Si bien la trama no es complicada, la connotación de determinados elementos se empiezan a volver fundamentales y algunos pueden pasar de largo si no se presta una atención permanente. Como punto “más bajo” algo que sucede en esta oportunidad es que el verosímil termina de romperse por completo en el último acto, llevando al extremo la exageración y sembrando un margen de duda para el futuro en cuanto al hasta donde se pueden llevar ciertas situaciones. La actuación de Keanu Reeves vuelve a ser espectacular y demuestra que el papel le interesa y bastante. Iba a ser difícil para él despegarse de haber interpretado a Neo en la trilogía de Matrix (1999-2003) pero después de tanto intentar con otro tipo de papeles ha podido dejar a Neo en el pasado y volver a ser reconocido como un personaje serio en una franquicia seria. Si bien en este film vuelven a aparecer todas las caras que ya conocemos, nuevos integrantes son incluidos y entre ellos aparecen Anjelica Huston, Halle Berry y Mark Dacascos como los que más se destacan. Todos aprovechando al máximo sus momentos en cámara para demostrarle al mundo que el mundo de los asesinos va más allá de John Wick. De no mediar inconvenientes John Wick 3: Parabellum será un éxito rotundo y hay quienes ya la ponen por encima de todas las anteriores de la franquicia. De lo que si se puede estar seguros es que habrá John Wick para rato o por lo menos lo habrá de este universo ya que no solo se deja la puerta abierta para una cuarta, ¿y última?, entrega de la saga sino que también es muy probable que empiecen a surgir rumores sobre posibles spin-offs tanto en televisión como en el cine. No caben dudas de que John Wick llegó para quedarse, será mejor no hacerlo enojar e ir a verlo a la sala más cercana porque Wick ya se volvió un sinónimo de calidad.