Las remakes live action de Disney no terminan de despegar y ésta puede considerarse como su peor incursión en este terreno. Un pésimo guion, números musicales sin alma y un elenco que no transmiten absolutamente nada son las principales características de esta película que no le hace honor al material original. Hace ya unos años Disney Studios está apostando a volver a cautivar al público con sus historias más populares y aquellas que supieron marcar las diferentes épocas de oro de la empresa del ratón. Ya lo había hecho con La Bella y la Bestia (2017) y más temprano en éste mismo año le toco a Dumbo una remake con humanos de carne y hueso. Una de las primeras películas que vio luz verde para esta nueva senda de los estudios fue Maléfica (2014) que si bien no sirvió como una remake, funcionó bastante bien teniendo en cuenta que no era otra cosa que la historia de la bruja de La Bella Durmiente (1959) a la gran pantalla, todo esto en forma de precuela/spin-off. Pero el 2019 aparenta ser el año en el que Disney apuesta por este nuevo movimiento de volver a despertar al público con sus películas mejores valoradas previamente, porque si tenemos en cuenta el resultado de esta movida, aún no han tenido la mejor de las valoraciones en cuanto a la crítica y tampoco la mejor recepción con el público. A pesar de ese vaivén en la opinión general, los ejecutivos encargados del desarrollo de diferentes proyectos siguen apostando a estas producciones. En este año aún hay historias por ver y son de esas que nos dan justo en la nostalgia como lo son en julio con El Rey León y la película que ahora nos compete: Aladdín (2019). Esta remake está dirigida por Guy Ritchie (Sherlock Holmes, 2009) y cuenta la historia de Aladdín (Mena Massoud) un ladronzuelo que vive en las calles de Agrabah con su pequeño amigo Abú, un mono con el que comparten profesión y así logran sobrevivir a los días y noches de la ciudad arábica. Pero para Aladdín todo empezará a cambiar cuando de pronto el Gran Visir del Sultán, Jafar (Marwan Kenzari) le propone recuperar una peculiar lámpara de aceite de la Cueva de las Maravillas, un lugar escondido en el medio del desierto que alberga una gran cantidad de tesoros pero que solo aquel que es digno puede entrar. Aladdín, obnubilado por querer ser parte de la alta sociedad y así poder conquistar a la princesa Jasmín (Naomi Scott), accede a este trato pero se ve traicionado por Jafar y abandonado sin escapatoria dentro de la cueva. Allí encontrará la lámpara y se dará cuenta de que en ella habita un Genio (Will Smith) que le concederá tres deseos con los que podrá, entre otras cosas, escapar de la cueva y hacerse pasar por un príncipe para intentar ganarse el corazón de Jasmín y la aprobación del Sultán (Navid Negahban) mientras que Jafar ideará un plan para quedarse con el reino a cuesta de todo. ¿Hasta cuando? Debe ser la pregunta que el mundo cinéfilo se hace cuando se anuncian, por año, un mínimo de 2 remakes de clásicos de Disney en versiones live action. Evidentemente las ideas no abundan en las oficinas del monopolio audiovisual más grande y poderoso del mundo y del estudio que una vez supo marcar tendencia por su creatividad y originalidad, mucho no parece quedar. Bajo ese panorama es que se estrena esta película que no solo no hace honor al material original sino que tampoco cumple con las condiciones mínimas que debería presentar una película del género (musical) que pretende ser. El guion está escrito con un desgano evidente y en aquellos puntos fuertes, que supuestamente deberían tener, es donde menos capacidad narrativa tienen y menos emotividad producen. El director, que más que nada es reconocido por hacer películas de acción con abuso de slow motion, no es capaz de formar una historia convincente y si bien se nota que mete mano en lo que puede, no logra generar momentos de empatía, diversión, drama, ni de suspenso. Claro que las culpas son compartidas porque del guion donde también forma parte John August, uno de los colaboradores fetiches de Tim Burton, no logra imponer su calidad haciendo que aquellos momentos que podrían haber sido destacables se conviertan en quimeras. El humor es muy poco efectivo y si alguna risa se escapa es más por vergüenza que porque verdaderamente haga reír. Aspectos positivos hay muy pocos pero valen la pena ser destacados. La paleta de colores utilizada y la fotografía están correctas, pero da la sensación de que podrían haber logrado una mejor labor si hubiesen puesto el foco en ese aspecto. En los números de baile si bien las coreografías se notan carentes de alma, en lo estrictamente coreográfico son bellas a simple vista y por lo menos el entretenimiento está asegurado. Ese debe ser el gran acierto de esta película que a pesar de sus fallas tan notorias, y al tener una duración de dos horas y diez, el tiempo pasa rápido y no se sufre. Otro aspecto positivo, a medias, es la utilización del CGI en el de desarrollo de algunos personajes que en casos puntuales está utilizado de una manera muy eficaz pero en otros no lo están tanto. Las actuaciones tienen un nivel mediocre y van con el desarrollo de todos los personajes. A diferencia de la película original, en esta oportunidad hay más personajes con el simple hecho de alargar la trama, una diferencia que no está mal pensada pero si está ejecutada de la peor manera. La inclusión de Will Smith en el reparto fue uno de los temas que más ruido hizo cuando se dio a conocer el elenco y todo lo que se sospechaba que iba a suceder, terminó sucediendo. Las vueltas de guion para mostrarlo de manera humana abundan, se le da un arco argumental propio que roza lo lamentable y las canciones que él interpreta, hasta tiene una propia, abusan del recurso del rapeo y hip-hop. Una intención claramente intencional por su conocido pasado rapero. Otro de los puntos más flojos es el de el antagonista en manos de Marwan Kanzari, un actor que no demuestra ningún dote actoral como para ser el villano principal de una película que esta pronosticada como blockbuster. El resto pasa desapercibido. Esta remake de Aladdín quedará en el olvido inmediatamente después de ser vista. Obviamente que sea una historia ya conocida y con bastante arraigo en la cultura popular facilitará a Disney recuperar un poco de su inversión, pero si se esperan un éxito en taquilla, podrá, seguir recaudando billetes por parte de otro de sus quioscos ya que Avengers: Endgame la sigue levantando en pala. Le deseamos mejor suerte a Timón y Pumba en El Rey León.
Una biopic muy bien lograda pero diluida, que sirve de manera perfecta para entender de dónde provinieron las inspiraciones del autor literario fantástico más influyente de todos los tiempos. Las siglas J.R.R.T son sinónimo de calidad, aventura, amistad y compañerismo entre otras cosas. John Ronald Reuel Tolkien es el creador de una de las sagas de libros más influyentes en la historia de la literatura fantástica a partir de sus elaborados lenguajes, complejos mundos ficticios y un desarrollo de criaturas y personajes que lograron ser la envidia de más de un escritor. Esa famosa saga es la de El Señor de Los Anillos, la misma historia que catapultó al estrellato a Peter Jackson con sus tres adaptaciones entre el 2001 y 2003 pero cuyo primer paso fue El Hobbit, el primer gran trabajo de J.R.R. que también llegaría al cine de la mano de Jackson entre el 2012 y 2014. Pero detrás de creatividad de este genio literario hay una historia y eso es lo que viene a contar Tolkien (2019), la biopic centrada en su vida y en sus inspiraciones, en sus relaciones y como influyó en él la primera guerra mundial y el valor de la sabiduría y el conocimiento por el idioma. Toda esta recreación dramática de su vida está dirigida por Dome Karukoski y cuenta con un guion de David Gleeson y Stephen Beresford. En ella obviamente se mostrará a un John R.R. Tolkien en todas las facetas y etapas de su vida donde es interpretado por Harry Gilby, en su época de niñez y juventud, y por Nicholas Hoult haciendo de un Tolkien más treintañero, avanzado en sus estudios y previo a la primera guerra mundial. Claro que una gran parte de su inspiración y desarrollo como lingüista profesional tuvo a Edith Bratt (Lily Collins) como gran protagonista, la hija de la mujer que lo adoptó a el y a su hermano, que luego fue su amiga y más tarde su esposa y madre de sus hijos. De todo esto y un poco más es de lo que va Tolkien, la historia de un genio literario. Hay una falla que este tipo de películas suelen tener, esa es que muy pocas veces se tiene en cuenta al espectador que no conoce la obra del sujeto que esta siendo representado. Por suerte para Tolkien, esto aquí no sucede y tanto el que haya leído sus libros (o visto las películas) puede sentirse inmerso de forma total en la historia. Claro que para los que sean fanáticos de raza del autor se pueden encontrar referencias todo el tiempo ya sean más sutiles o más explícitas. Estas referencias y metáforas están impresas en el relato pero no hacen que la historia pase exclusivamente por ellas, de hecho termina sucediendo todo lo contrario. Claro que no todo es color de rosas, porque como en cada dramatización de una historia real hay detalles que no están reflejados de la vida personal de quién se esta homenajeando. En ese sentido la historia esta bastante diluida y no se mete dentro de las partes más oscuras de la personalidad de Tolkien. Todo el aspecto estético está logrado de una manera maravillosa, desde los vestuarios hasta las locaciones. La fotografía es un elemento que también ayuda a lograr ese viaje mental hacía el pasado, pero que no parece forzado y produciendo que la inmersión del espectador sea total dentro del relato. Sobre todo en los pasajes donde se representa la guerra, la puesta en escena se asemeja tanto a las películas bélicas de Kubrick (Full Metal Jacket, 1987) o de Coppola (Apocalypse Now, 1979) se produce un shock en quien esta viendo porque es algo que uno no se espera. Las actuaciones están a la altura de lo que se esperaba y tienen a un Nicholas Hoult y Lilly Collins como máximos exponentes en ese rubro. Ambos brindan una performance excelente y juntos conforman una pareja de ensueño. Ambos logran demostrar y transmitir sus sentimientos con simples miradas y en una película donde el uso y el significado de la palabra es uno de los elementos claves, esas interacciones son fundamentales para no recurrir excesivamente del recurso explícito. Tolkien no es ni por asomo uno de esos tanques que hace que la industria gane montañas de billetes, pero sin dudas es de las películas que sirven para bajar un poco los decibeles con las producciones pochocleras e intentar ponerse en la piel de quienes han sido los grandes creadores de las historias que hoy el cine se encarga de adaptar. Las películas de El Señor de los Anillos han marcado un antes y un después en la industria y que mejor recomendación que intentar meterse dentro de la cabeza de quien ideó todo ese maravilloso mundo medieval de fantasía.
Logra consolidarse como la mejor adaptación de un videojuego en la pantalla grande. Gracias a un guion práctico y a un sentido del humor adecuado, el entretenimiento está garantizado y logra maquillar las fallas argumentales que se puedan observar. Pokémon ha sido sin dudas un fenómeno que supo trascender generaciones. Desde su primera versión como videojuego RPG allá por 1996, el furor que lograron tener estos pequeños “monstruos de bolsillo” marcó un antes y un después en la cultura popular, teniendo a Japón como el principal foco de consumo por aquel entonces. Después de que el juego, al igual que estos bichitos tan tiernos, fuera evolucionando y se haya expandido de forma masiva en 1997 cobró vida el anime de nombre homónimo que lograba, en mayor o menor medida, adaptar la modalidad del juego original al introducirnos a Ash Ketchum de Pueblo Paleta y su afán de querer convertirse en un Maestro Pokémon. Durante más de 20 años, 8 temporadas, 21 películas animadas y contando, el anime fue adaptando distintos arcos y abriendo las puertas de nuevas generaciones de Pokémones a sus ya fieles seguidores, pero este año parece ser el indicado para jugárselas en un nuevo nivel ya que Warner Bros. junto con Legendary Pictures han decidido hacer la adaptación live-action de Detective Pikachu, uno de los tantos spin-offs que ha tenido la línea de juegos de Pokémon. Ese nuevo juego, que vio la luz en 2018, propuso al querible Pikachu como a una especie de Sherlock Holmes parlante que debía resolver misterios junto con la ayuda del jugador, representado también dentro de la historia en un personaje llamado Tim Goodman. De esto y un poco más es de lo que va Pokémon: Detective Pikachu. Dirigida por Rob Letterman (Escalofríos, 2015), la historia se centrará en Tim Goodman (Justin Smith) un joven que vive en un pueblo alejado de la cosmopolita y Pokémon-friendly Rime City, que descubre que su padre ha muerto de una manera misteriosa. En la incómoda tarea de juntar sus pertenencias, Tim se encontrará con el Pikachu (Ryan Reynolds) que acompañaba a su padre como pareja y con pruebas solidas de que su accidente pudo haber sido algo más que una casualidad. Junto a ellos, la periodista principiante Lucy (Kathryn Newton) y su Psyduck les serán de vital importancia para descubrir los secretos que oculta la ciudad y quienes la manejan. A pesar de que los videojuegos y sus adaptaciones cinematográficas no han contado con la aceptación del público, cabe destacar que Detective Pikachu logró superar la mediocridad de la mayoría de ellas y al mismo tiempo cumplir con los requisitos básicos que tiene que tener una película. Claro que tiene fallas y no es una película perfecta, lejos esta de serlo, pero si hay que tener en cuenta que ya se la podría considerar como la mejor adaptación de un videojuego en el cine. Sin exagerar. Esto se puede fundamentar gracias al práctico y funcional guion que tiene – escrito por Dan Hernandez, Benji Samit, Derek Connolly y el propio Letterman- y a la gran realización visual de las criaturas. Gracias a esos dos pilares fundamentales la historia que se propone es entretenida, dinámica, graciosa y disfrutable. Al mismo tiempo, sin empañar lo bien logrado, el guion tiene sus fallas en cuanto al destinatario final. Esto último provoca que a la hora del climax, la resolución del tercer acto termine siendo una mera sombra de lo que fue la hora y media previa. El diseño de los Pokémones es excelente y su interacción con las personas más todavía. Realmente la implementación del CGI no pudo haber sido mejor y deja bastante alta la vara para los diferentes live-action que se vendrán en el futuro. De igual manera, la creación de Rime City hace honor a las ciudades vistas en el anime noventoso y todo eso sin siquiera intentar representar locaciones extremadamente representativas de la serie. La idea de la combinación de ciudades como Londres, Tokyo y New York quedó perfecta para darle el toque futurista pero verídico que la historia necesitaba. La película no cuenta con grandes actuaciones. Lo más destacable puede ser el trabajo de Justice Smith, quien asume el rol protagónico con una naturalidad total. Un aspecto que genera sensaciones ambiguas es la participación de Ryan Reynolds prestando su voz para Pikachu. El actor intenta imponer su sello característico de humor ácido e irónico, y hasta subido de tono por momentos, y pareciera ir en contra mano de lo que propone el bicho amarillo cuando está en pantalla. El universo de Pokémon live-action en el cine parece haber debutado con el pie derecho y dependiendo de la taquilla es más que segura su continuidad por muchos años más. En los próximos días ya se podrá saber si las especulaciones sobre posibles secuelas se confirman pero si algo tiene Pokémon es la gran cantidad de arcos argumentales, y bicharracos de colores, para poder llevar a la pantalla grande.
Mel Gibson y Sean Penn demuestran que siguen vigentes y están para trabajos de más relieve. Una historia interesante pero ejecutada de forma equivocada, conforman así el debut de un director que da un primer paso con dudas pero más certezas. Farhad Safinia hace su debut como director en este drama de época que trata la invención de una de las reliquias literarias más valoradas de la historia del lenguaje después de la Biblia, el diccionario inglés de Oxford. Una de las piezas fundamentales para la evolución del habla inglesa tuvo un origen que hoy se podría denominar como extraño y particular y es que éste fue siendo completado gracias a las miles de cartas de ciudadanos a lo largo de todo Inglaterra que iban proponiendo palabras para que luego James Murray, el editor encargado de que el libro quede completo, las corroborara y así poder definir etimológicamente cada palabra dentro de él sin excepción alguna. Es el día de hoy que este diccionario, sigue siendo el más completo y necesario para que los lingüistas de diferentes partes del mundo puedan tener la enciclopedia más grande y más completa del mundo. Ahora el cineasta Irani-Estadounidense, que hace su debut detrás de las cámaras, será el encargado de trasponer esta fascinante historia a la gran pantalla en Entre La Razón y La Locura (The Professor and the Madman) con un elenco que puede ser la envidia de más de una producción. La trama transcurre en torno James Murray (Mel Gibson) un lingüista poliglota y autodidacta que gracias a su prolongada carrera es convocado por la universidad de Oxford para poder concretar la enciclopedia “definitiva” del habla inglesa. Luego de pedir asistencia al pueblo mediante cartas dentro de diferentes libros, la petición de James llega a manos de el ahora encarcelado ex capitán del ejercito británico William Chester Minor (Sean Penn), quién al volver de la guerra y gracias a las secuelas que la batalla le propino, su capacidad cognitiva ha ido disminuyendo a tal punto que se encuentra perdido entre su propia locura y razón. La respuesta de Minor para Murray será inmediata y gracias a su ayuda, el diccionario empezará a ser completado y publicado, de esta manera Murray buscará explotar a fondo los conocimientos de Minor mientras éste luchara por mantener la poca cordura que le queda. El gran acierto que tiene este film es el gran interés que genera en el espectador. Al no ser un tema que haya sido tocado previamente, el director y los guionistas, John Boorman y Todd Komarkicki, tenían la oportunidad de hacer que esta gran historia pudiera ser de un interés masivo. Lamentablemente para ellos y a pesar de que este interés puede verse reflejado, el ritmo soporífero de la película hace que lo que en una primera instancia podía ser interesante termine siendo algo aburrido. Obviamente que esta producción no podía tener un ritmo increíblemente dinámico porque no iría de la mano con lo que sucede pero tampoco se puede caer al otro extremo. Quitando esto de lado, la película cuenta con una gran ambientación de época. Desde el vestuario hasta las locaciones, la película inmediatamente sirve como un viaje al Londres de finales del siglo XIX. También, a pesar del ritmo cansino previamente mencionado, la trama es fácil de entender y el espectador puede ir con un desconocimiento total que de igual manera todo será explicado de una manera más que correcta. Las actuaciones están a la altura de lo que se puede esperar del elenco. Tanto Mel Gibson como Sean Penn, sobre todo el último, dan una cátedra de actuación y si alguien podía llegar a dudar sobre su actualidad, esta puede ser la evidencia necesaria para despejar todas las dudas. Al margen de los dos protagonistas el elenco también cuenta con Natalie Dormer e Ioan Gruffudd, nombres que en cualquier otra película hubiesen tenido muchos más minutos en pantalla y sobre todo un desarrollo y participación mucho más preponderantes. El rol que le es otorgado a Gruffudd es casi nulo y el de Dormer, que tiene mucha más importancia, tiene una gran ejecución pero un desarrollo que deja más dudas que certezas. Entre La Razón y La Locura termina siendo una interesante historia de amistad y sabiduría que se destaca por sus protagonistas y diseño de producción pero que se ve perjudicada por el ritmo impuesto por el director.
Una de las mejores películas nacionales de los últimos tiempos. Guión solido, actuaciones excelentes y un despliegue técnico de primer nivel, conforman este thriller psicológico que roza el terror con una resolución previsible pero acertada. Una de las joyas argentinas del año. El cine nacional sigue incursionando dentro de los diferentes géneros y el thriller parece ser el elegido por los realizadores para hacer que la gente vuelva a confiar en las producciones locales. En esta oportunidad Sebastián Schindel vuelve a ponerse detrás de las cámaras con su protagonista fetiche Joaquín Furriel, con quién ya compartieron éxito en El Patrón: Radiografía de un Crimen (2015), donde buscarán adaptar de manera convincente la novela titulada “Una Madre Protectora” del escritor argentino Guillermo Martinez. Esta nueva película de Schindel cuenta la historia de Lorenzo (Furriel), un bohemio pintor cuyo pasado contempla más de un escándalo, y su pareja Sigrid (Heidi Toini), una bióloga noruega que ahora reside en Argentina y que junto con Lorenzo buscan ampliar su familia con la llegada de un hijo. Una vez que esta concepción se concreta, Sigrid decide optar por un tratamiento más natural y no tan convencional, y contrata a una partera de su tierra local llamada Gudrum (Regina Lamm) para asistirla en los 9 meses de su embarazo. Lorenzo empezará a darse cuenta de que su participación en el embarazo es casi nula y no le quedará otra opción que recurrir a Julieta (Martina Gusmán) su abogada y amiga, para que juntos intenten descifrar qué es lo que su Sigrid y Gudrum le están ocultando. Con claras influencias de El bebe de Rosemary (1986) y de la filmografía de Darren Aronofsky, Shindel logra poder generar un thriller psicológico, que roza el terror, de alta calidad. Uno de sus puntos más fuertes es el guion con el que cuenta la película, ya que el trabajo realizado por Leonel D’Agostino crea un ambiente de tensión donde la ansiedad va creciendo a medida que el filme avanza y uno puede verse reflejado perfectamente en el personaje principal. La forma en la que esta narrada esta historia puede compararse perfectamente con una película de Christopher Nolan, ya que la mitad de la película es un gran flashback y toda esa construcción del pasado logra ensamblarse de la mejor manera a la hora de llegar al clímax de la obra que se desarrolla en el presente. Quizás lo menos destacable es la obviedad que se genera y que la resolución carece de sorpresa. La fotografía, la edición y la mezcla de sonido también juegan un papel fundamental a la hora de crear ambiente y estos son aspectos que valen la pena destacar, ya que no abundan obras nacionales donde estas características sean plenamente destacables. Aquí es donde más se pueden notar las influencias del director y éstas son fácilmente reconocibles desde el comienzo del metraje. Las actuaciones están a la altura de la película, con dos labores como máximos exponentes. Joaquín Furriel y Regina Lamm son los encargados preponderantes de darle el salto de calidad actoral a este film. El primero, con una soberbia performance que con solo poder ver sus ojos, refleja todo el estrés emocional que su personaje enfrenta. Tal es así que esas emociones logran atravesar la pantalla e incomodar al espectador de manera inmediata. Por otro lado Regina Lamm, quien cuenta con mucho menos tiempo en pantalla, logra transformar de manera total su apariencia y es la pieza clave en la película que deja entrever que hay algo que no cuadra, que hay algo que no están diciendo y que es perjudicial para el protagonista y su salud (mental y física). El Hijo es una gran pieza de cine argentino que puede servir como punto de inflexión para que futuros realizadores puedan animarse más al género. Aspectos técnicos de primer nivel, actuaciones sobresalientes y un guion sin grietas, son las características que hacen de ésta, una película disfrutable, emocionante e inquietante por partes iguales.
Avengers: Endgame es el perfecto desenlace para una aventura que duró más de 10 años. Épica, emotiva e inolvidable, una carta de amor a los personajes y para sus fanáticos. Después del genocidio provocado por el Titán Loco en el final de Infinity War (2018), el mundo entró en un micro clima cinéfilo lleno de HYPE y fanatismo que no se conocía desde aquel famoso cliffhanger en Star Wars: The Empire Strikes Back (1980). Ese suceso, que mantiene en vilo a los fanáticos de Marvel desde hace un año, está próximo a terminar y será hora de ver qué fue lo que sucedió con los héroes que han sabido ganarse los corazones de los espectadores desde hace más de diez años. Estos héroes que, si bien tienen sus capacidades, poderes y habilidades especiales, siguen siendo terrenales. Ellos se equivocan una y otra y otra vez, pero siempre han demostrado que tienen lo necesario para recuperarse de la derrota y salir triunfantes de su próximo reto. Aunque todo eso cambió cuando apareció Thanos. El mejor antagonista que el MCU presentó en la gran pantalla, quien se ganó un lugar dentro de la cultura popular “villanesca” y quien pese a sus pocas y breves apariciones en el resto de las películas de Marvel, logró una conexión inmediata con el fandom con solo poder verle el perfil en aquel primer vistazo suyo en esa primera escena post créditos de Avengers (2012). Pero de aquel primer grupo de Vengadores que defendió con alma y vida las calles de NY, pocas son las cosas que se mantienen iguales. Algunos perdieron seres queridos, otros perdieron ojos y hasta incluso hay quienes se revelaron contra sus propios colegas por posturas netamente ideológicas. Este grupo que comenzó con un ex vendedor de armas narcisista, un semi dios amante de la guerra, un profesor con graves problemas de temperamento, dos espías – una rusa realmente letal y otro con gran ojo a la hora de usar el arco y la flecha- y un soldado genéticamente modificado que lo único más grande que su escudo es su corazón y optimismo, ahora deberá afrontar la misión más compleja y determinante frente al único enemigo que no solo logró vencerlos, sino también doblegarlos en alma y espíritu. En Avengers: Endgame (2019) los sucesos provocados por Thanos (Josh Brolin) en la película anterior, seguirán teniendo consecuencias para el universo y es por eso que el grupo de Vengadores originales compuesto por el Capitán América/ Steve Rogers (Chris Evans), Thor (Chris Hemsworth), Hulk/Bruce Banner (Mark Ruffalo), Black Widow/Natasha Romanoff (Scarlett Johansson) y Hawkeye/Clint Barton (Jeremy Renner), jugarán su última gran carta para poder recuperar de las cenizas a sus seres amados. Pero claro que ellos no podrán hacerlo solos y es por eso que precisarán más ayuda y a ellos se unirán Rocket (Bradley Cooper), War Machine/ Rhody Rhodes (Don Cheadle), Ant-Man/Scott Lang (Paul Rudd) y la reciente incorporación de la Capitana Marvel/Carol Danvers (Brie Larson). Pero antes de dicha misión, este nuevo equipo intentará recuperar de las entrañas del espacio a Iron Man/Tony Stark (Robert Downey Jr.) y Nebula (Karen Gillan). Otra vez a cargo de los hermanos Russo (Joe y Anthony) la épica conclusión de este viaje de más de 10 años, 22 películas y casi un centenar de personajes, llega a su fin. Luego de que Kevin Feige, el arquitecto de toda esta estructura, haya bautizado a estas películas como la “Saga del Infinito” y que los directores hayan confirmado que este film iba a estar centrado totalmente en los Vengadores originales, todo suponía que esta sería una historia que no solo cerraría el arco iniciado en la entrega anterior, sino que también marcaría un punto de inflexión para el futuro del MCU. Esto es así, esta película es el cierre de una etapa para los Avengers y está lograda de una forma que roza la excelencia. En todos los aspectos posibles (narrativo, visual, actuaciones), la película logra estar a la altura de las expectativas y sin dudas quedará en la historia como una de las más recordadas. Yendo por partes, la película cuenta con un guion escrito por Christopher Markus y Stephen McFeely, los mismos guionistas que supieron trabajar con la dupla de directores en la entrega anterior y en las recordadas Captain America: Civil War (2016) y Captain America: The Winter Soldier (2014). Este guion está increíblemente bien escrito, balanceando a la perfección los momentos dramáticos, con los de humor y con los de acción. Obviamente el aspecto dramático toma un rol preponderante por sobre los otros dos (aunque humor tenga muchísimo) y ahí esta una de las grandes diferencias con la película anterior. Acá desde un primer momento, prologo mediante, se deja ver que el tono del film será mucho más intimo y oscuro que el de otras entregas. Como en este basto universo casi todo esta compartido, todos los pasajes de humor tienen un estilo muy Taika Waititi, todo lo referido a lo espacial tiene las características visuales de las dos películas de James Gunn, ahora re-contratado para finalizar su trilogía de los Guardianes, al mismo tiempo la selección de las canciones utilizadas también parecen extraídas de una de sus películas. Todo en esta película parece ser familiar en relación a otras y es por eso que esta saga es tan exitosa. Eso sí, algo que los Russo saben explotar de manera excelente son las coreografías de pelea y mejor para ellos es mientras más personajes hay. A su juego los han llamado. Ellos logran combinar lo mejor de estas tres esencias y de esta manera conforman un único relato donde todo es explotado de manera brillante. Las interacciones de los personajes están perfectamente delineadas y llevadas a cabo. Esa química que entre varios miembros del elenco pudo verse por pequeños lapsos en Infinity War, aquí son explotados de la mejor manera y deja una sensación de comodidad entre ellos y ésta es transmitida fuera de la pantalla. Una ventaja con la que contaron los directores y guionistas tanto acá como en la película anterior es que los personajes no necesitaban desarrollo, ni introducción y directamente pudieron concentrarse en el desarrollo de la trama. Una trama que puede parecer medio engorrosa y su ejecución cuestionable, siempre analizado narrativamente. La reiterada explicación de algunos términos o situaciones y la poca profundización en otros, puede provocar una ligera confusión en el espectador y así perderse en la trama. Ese es el único punto flojo en cuanto al guion que tiene la película, prácticamente nada. Visualmente la película es impecable. El despliegue que logran conseguir al crear el espacio, los diferentes planetas y sus atmósferas, criaturas, rejuvenecimientos y envejecimientos mediante CGI, contexturas físicas, absolutamente todo es creíble y parece real. Mucho se criticaron los flojos efectos que tuvo la película de Captain Marvel (2019) y ahora hasta aquellas imperfecciones logran quedar en el olvido. La imagen de Thanos sigue siendo de características similares pese a que el Titán lleva un nuevo atuendo. No caben dudas de que éste seguirá picando en punta en los rankings de creaciones marvelitas en la gran pantalla. Bien podría esperarse que a esta altura las actuaciones no brinden u otorguen nada nueva, sin embargo en esta oportunidad cada actor, con Robert Downey Jr. a la cabeza, tiene la mejor actuación de su carrera. Sin ningún animo de exagerar o desmerecer a los demás, lo que él hace podría catalogarse como una masterclass de actuación. Con su personaje empezó este universo y él logra ponerse esta película en el hombro y cargarla sin ningún problema. Irónico, irreverente, canchero, apasionado, trastornado, dramático y completamente desesperanzado son algunas de las tantas facetas que tiene afrontar su personaje a lo largo de la película y todas son cumplidas a la perfección. Otra gran performance es la de Paul Rudd, uno de los más nuevos del elenco ya ha sabido ganarse al público por su facilidad casi innata para hacer reír con apenas una mirada y en esta oportunidad, para bajar los niveles de dramatismo y seriedad, su participación es brillante y necesaria. Avengers: Engame puede llegar a considerarse como la película de Marvel que vaya a quedar en la historia, no solo por ser un punto y aparte en lo que al MCU se refiere, sino también por lo que ha generado en más de una generación de fans y eso no puede quedar de lado a la hora de hacer un análisis. El fenómeno Avengers ya es algo que ha trascendido lo cinematográfico y quedará en los registros como la saga de aventuras y ciencia ficción que hizo movilizar a millones de personas para ver sus películas en los cines, para ver las anteriores y que verás las que seguirán, porque si bien en esta oportunidad hay una historia que termina y terminará definitivamente, continuará habiendo historias marvelitas que contar con nuevos personajes, nuevas familias y nuevas generaciones por conquistas con grandes experiencias.
Se queda a mitad de camino a la hora de posicionarse dentro de éste universo expandido de terror. Actuaciones mediocres y sustos a cuenta gotas son las principales características de esta peli que logra ampliar la franquicia pero de una manera efectiva. Vivimos en un época donde, en el cine, es muy difícil pensar en sólo una película por parte de un realizador o un estudio. Desde un tiempo a esta parte, tomando como base el éxito rotundo del MCU, la industria cinematográfica ha tomado la posición de “exprimir cada centavo” (gracias Simpsons), donde todo film puede tener varias secuelas, precuelas y spin-offs. Claro que si tomamos como premisa la contundente “victoria” de Marvel Studios para con el resto, hay que tener en cuenta la solida base con la que comenzó y el excelente desarrollo de personajes, previo a los grandes eventos en conjunto. Aún así muchos de estos universos no han sabido llevar la presión y responsabilidad de concretar un producto que sea de calidad asegurada. Como ejemplos más claros podemos ver al fallido Dark Universe de Universal y el ya aparentemente extinto Universo Expandido de DC, quienes parecen haber dado en el clavo desarrollando films que exploren personajes de forma individual. En el medio de estos dos polos, se encuentra el universo de terror creado por James Wan que tiene como piedra angular a El Conjuro (The Conjuring, 2013) mejor conocido como Warrenverse. Esta franquicia ya cuenta con una secuela del material original (2016), otra que esta en camino (2020) y varios spin-offs como Annabelle (2014) y La Monja (The Nun, 2018). Dentro de este grupo de películas que parten de la cinta de 2013 ahora llega La Maldición de la Llorona (2019), un film que explora la famosa leyenda urbana y que, una vez más, vuelve a expandir este basto y, aparentemente, interminable universo de terror. Esta película, dirigida por Michael Chaves, cuenta la historia de Anna Tate-García (Linda Cardellini) una agente de servicios sociales que se dedica exclusivamente a los casos relacionados con la violencia y el destrato infantil. Ella, quién acaba de perder a su esposo, es el único sostén de sus hijos Chris (Roman Christou) y Samantha (Jaynee-Lynne Kinchen) y actualmente está sintiendo el peso que esto conlleva. Pero los problemas van a empezar a multiplicarse exponencialmente cuando, luego de un severo caso de aparente violencia domestica, una malvada entidad denominada “La Llorona” empezará a acechar a los hijos de nuestra protagonista e intentará apropiarse sus almas. Anna deberá rastrear desde donde viene esta entidad y encontrar la forma de que este espíritu maligno deje de acecharlos para lograr proteger a sus seres queridos. Aunque las películas de esta franquicia estén bien consideradas dentro del género del terror, la realidad es que salvando algunas entregas las calidades de ellas van variando. Teniendo a El Conjuro como su mejor referencia y a La Monja como la peor, esta nueva película navega por el medio de ellas. Sin dudas lo mejor que la película otorga es la posibilidad de explorar esta fábula o leyenda urbana mexicana, que si bien ha sabido expandirse y re-imaginarse a lo largo y ancho en cada cultura, la transposición de ésta a la gran pantalla, ayuda a que se visibilice las costumbres de esa región. El guion es sencillo y bastante regular, no solo no tiene ningún giro inesperado sino que además se torna bastante aburrido y previsible. Por momentos roza los lugares comunes con demasiada frecuencia y termina siendo bastante ingenua y muy poco arriesgada. Si se podía destacar algo de las películas previas de este universo era que sus films provocaban miedo, obviamente eso es bastante subjetivo para cada espectador, pero en éste último film no hay señales de ese terror en casi ningún pasaje salvo por aquellos momentos donde la música y la imagen se mezclan para provocar los famosos jump scares. Algo realmente destacable es el aspecto estético, que si bien el film no tiene una cinematografía sobresaliente, hay planos que toman la puesta en escena de cierta manera que producen asombro de lo bien logradas que están. En cuanto a las actuaciones no se ve nada deslumbrante, quizás los que más sobresalgan son Linda Cardellini y Raymond Cruz. La primera, obviamente cuenta con la responsabilidad de ser la cara visible del film y está casi siempre en pantalla, pero ya siendo por la construcción de su personaje desde el guion y de su labor un tanto sobre actuada, no se logra empatizar con ella. Cruz, a pesar de tener un papel secundario y contar con momentos realmente absurdos, tiene la notable capacidad de sacar a flote el último acto solo con su presencia. Mayoritariamente utilizándolo como descarga de tensión, el actor cumple a la perfección con su labor y logra consolidarse como uno de los mejores del elenco. La Maldición de La Llorona no llega a ser material destacable dentro del Warrenverse pero es muy probable que en la taquilla pueda recaudar lo suficiente como para lograr una secuela. Las puertas han quedado más que abiertas para ello y teniendo en cuenta la época en donde nos encontramos, es bastante probable que así suceda.
Hellboy se encamina a ser de lo peor del año. Actuaciones olvidables, un guion paupérrimo y una estética que podría ser muy valorable se ve empañada por una explotación de derramamiento de sangre sin sentido que tira a la basura el poco verosímil que la película intenta mantener. Hellboy quiere volver a decir presente en el cine y es por eso que después de más de una década de su última adaptación en la gran pantalla de la mano de Guillermo del Toro, ahora el demonio malhumorado quiere aprovechar la edad de oro de los héroes en el cine y ganarse un lugar en la cartelera anual. Esta vez con Guillote lejos del proyecto, y con un director más abocado al terror que otra cosa, volveremos a ver los orígenes de Hellboy desde una perspectiva mucho más sangrienta y con más acción que las películas anteriores. En esta oportunidad Hellboy (David Harbour) deberá intentar salvar a la tierra de la peligrosa Reina de la Sangre (Milla Jovovich) quién luego de estar enterrada y escondida durante muchos siglos, ha decidido que es momento de cobrar venganza y apoderarse del mundo. Junto con la ayuda de la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal, el demonio rojo deberá enfrentarse a todos los poderes de la temible bruja y de sus secuaces, quienes le harán el trabajo un poco más difícil. Para su suerte, Hellboy también tendrá su fuerza de choque especial cuando a su cruzada por salvar el mundo lo acompañen el Mayor Ben Daimio (Daniel Dae Kim) y Alice (Sasha Lane), una antigua amiga suya que posee habilidades especiales. Ellos intentarán detener a la Reina de la Sangre y evitar que una antigua profecía, que puede acabar con el mundo tal cual lo conocen, se vuelva realidad. Este intento de reboot de franquicia que tiene a Neil Marshall como director no hace más que enaltecer lo que hizo en su momento Guillermo del Toro con su propia versión del personaje. Esta nueva interpretación está lejos de ser una película aceptable. Hay fallas en todos los aspectos y no hay casi nada que se pueda destacar. Empezando por el guion, el cual tiene un pésimo desarrollo de personajes y una muy mala utilización de la información extraída de las viñetas, la trama es un vaivén constante de situaciones insólitas donde todo se resuelve siempre de la misma manera: Con explosiones y gritos sin sentido. Junto con esto se puede ver una clara intención de hacer al personaje principal como amigable solo haciéndolo querer parecer chistoso con chistes ridículos que rozan lo vergonzoso, en lugar de crear un ambiente en donde el público pueda empatizar con algún conflicto interno que le pueda surgir. Al margen de querer imponer un estilo estético más oscuro, la fotografía queda empañada por un derroche de sangre totalmente exagerado, donde ya el limite de lo verosímil se rompe por completo y la película ya no puede ser tomada en serio. Las múltiples escenas de peleas tienen coreografías pésimas, errores de continuidad dignos de principiantes y una mayor similitud a juegos como Shadow of the Colossus que a películas de monstruos. Quizás algo rescatable sea la construcción de estas criaturas tan particulares, que hay muchas más variantes de monstruos que en la versión anterior de Del Toro, esto es bastante peculiar ya que el mexicano es un confeso amante de las criaturas sobrenaturales. Como ya lo menciono previamente, los personajes están pésimamente desarrollados y no tienen ningún tipo de motivación realmente clara para mostrar un cambio en sus personalidades. De un momento para el otro la desconfianza se vuelve amistad, los enemigos se tornan sumamente poderosos y después caen en desgracia y los personajes complementarios no son explotados como se debería haber hecho. La trama en sí da vueltas en torno a un tema que ya roza lo cliché, pero un cliché penoso, al mejor estilo de Transformers: El Último Caballero (2017). Al contrario de la película de 2004, el origen de Hellboy no transmite absolutamente nada y queda como un hecho sobrenatural más. Las actuaciones son realmente pobres, la única de todo el elenco que logra destacarse un poco, pese al pobre papel que le toca hacer, es Milla Jovovich quien con unas simples apariciones y miradas si logra generar, al menos, alguna incomodidad y respeto para con su personaje. La caracterización de David Harbour está muy bien lograda, con un gran trabajo de maquillaje y efectos prácticos que se ven desperdiciados con un guion que vuelve a comerse al personaje y lo convierte en una criatura detestable, caprichosa, irascible e irracional donde la mayor cantidad de sus actos no tienen sentido ni importancia. Esta reimaginación de Hellboy va ir directamente a lo peor del año y mucho deberán hacer para alcanzarla en la cima del ranking. Si los guionistas y productores consideran a Hellboy solo como una oda al gore y a las escenas de acción sin sentido, posiblemente haya una secuela en el futuro próximo, si el mercado fuese un poco más justo esto no tendría ningún tipo de posibilidad.
Cementerio de Animales no convence ni al más fanático de la obra de Stephen King, ni tampoco a quienes no la conocen en absoluto. Sustos a cuenta gotas y una atmósfera para nada aterradora terminan siendo las fallas más notorias en esta remake mediocre. Stephen King es uno de los escritores más reconocidos y mejor valorados en todo el mundo. No estamos descubriendo nada claro está, pero el maestro del terror y el suspenso ha mantenido una relación con el cine más estrecha de la que podríamos pensar. Sus obras han sabido ser inspiración para realizadores de todo tipo y en cualquier formato donde se pueda contar una historia. Programas de televisión, colegas escritores y películas, intentan año a año poder transmitir las sensaciones que el Rey logra provocar en sus páginas. En el cine es donde esto se nota de una manera mucho más clara y causa una repercusión mayor. Por no decir total. Claro que no siempre han podido hacerlo de la manera que el propio Stephen hubiese querido, muchas veces los realizadores se encuentran con la desaprobación total del autor, como le sucedió a Stanley Kubrick con El Resplandor (The Shining, 1980) que pesé a que su película se ganó un lugar en la historia grande del cine de todos los tiempos, el filme no logró satisfacer al escritor y llegó a catalogarla como la peor interpretación de su obra. De la vereda de enfrente, nuestro coterráneo Andy Muschietti logró convencer a King con su nueva versión de Eso (It, 2017) y catapultó a la película y al director al éxito absoluto. En el medio de estos dos polos podrían caber el resto de las adaptaciones de sus obras como: 1922 (2017), Christine (1983), Cujo (1983) o El juego de Gerald (Gerald’s Game, 2017), películas que en su mayoría han terminado siendo aceptadas por los fanáticos a pesar de las diferencias que puedan tener con el material original. Pero desde hace unos años y tomando a Carrie como principal exponente, ya habiendo mencionado a la famosa It, las películas que adaptan las historias de King se han empezado a reciclar. El término “reciclar” sirve para poder referimos a las famosas remakes, claro. Un recurso que sirve para que los estudios, dueños de los derechos de las películas, no pierdan estos derechos y así poder seguir incrementando su cuenta bancaria. Carrie fue la primera en sufrir este proceso, la película original dirigida por Brian De Palma en 1976 logró por mucho tiempo ser considerada como la mejor adaptación de un libro de Stephen King y se transformó de manera casi instantánea en una película de culto. Pero en 2013 y de la mano de Kimberly Peirce la historia de Carrie volvió a aparecer en las pantallas de todo el mundo y dejando un sabor de boca demasiado pobre, pese al elenco de estrellas que la protagonizaban. Ahora este proceso de renovación le toca a Cementerio de Animales una de las obras más emblemáticas del maestro Stephen, que ya supo tener una adaptación en 1989 y que es considerada como una de las mejores transposiciones de las historias de King. Sí, lo mismo que sucedió con Carrie. Esta nueva versión de la obra llega gracias a Dennis Widmyer y Kevin Kolsh como directores, una dupla que viene trabajando en películas de terror desde hace varios años y que les tocó la la oportunidad de saltar a la fama, ni más ni menos que con Cementerio de Animales (Pet Sematary, 2019). Como en el libro homónimo, la historia involucra a los Creed, una familia tipo de Estados Unidos conformada por Louis (Jason Clarke), Rachel (Amy Seimetz) , Ellie (Jeté Laurence) y Gage (Hugo y Lucas Lavoie), que decide mudarse de la gran ciudad a un pequeño pueblo para relajarse y tener una vida más tranquila. Al llegar a su nuevo hogar, ellos descubrirán que los habitantes de este nuevo pueblo tienen costumbres por demás extrañas y una de ellas tiene como principal “punto de encuentro” un cementerio de mascotas que se encuentra a pocos metros de su propio jardín. Para su fortuna, su vecino Jud Crandall (John Lithgow) los podrá ayudar a adaptarse al lugar pero cada día empezará a volverse más difícil ya que toda la familia, mascota incluida, comenzará a experimentar extraños sucesos que los harán a dudar sobre su reciente mudanza. Como ocurre con toda remake es imposible no empezar haciendo una comparación con el material anterior. Teniendo esto en consideración, esta entrega está muy por debajo de la anterior pero sin dejar de ser un material aceptable. El guion en esta oportunidad se separa del material original dando una vuelta argumental muy importante y trascendental que aún a pesar de esta, la película logra transmitir y llevar a cabo la idea original. Sin embargo, todo aquello que la película del ’89 supo transmitir desde el susto, la angustia y la tensión acá no se da en ningún momento a pesar de las claras mejoras técnicas que tiene esta versión con respecto a su antecesora. Si hay algo que el guion deja en claro es que hay un aspecto de la historia que quiere desarrollar pero a medida que pasan los minutos va perdiendo fuerza, hay todo un concepto de secta, rituales, sacrificios que no vuelve a ser explorado y termina quedando solo como un pequeño detalle estético. En cuanto a lo narrativo todo es por demás chato, no se nota una mano de dirección ni nada que se le pueda parecer. Las actuaciones cumplen con su labor pero solo hay una integrante que vale la pena destacar y ella es Jeté Laurence. La joven actriz, que ya supo tener participación en una película como El muñeco de nieve (The Snowman, 2017), rompe con la tibieza del elenco y demuestra con apenas una mirada que es la encargada de lograr que los pelos se nos pongan de punta. Ya con su postura corporal, su personaje demuestra mucha más personalidad que sus compañeros de elenco. Uno que podría subirse al podio imaginario de esta película es Jason Clarke quien gracias a su intensidad logra que por lo menos la experiencia no sea totalmente apática. Cementerio de Animales será otra de las tantas adaptaciones de Stephen King que en un par de años quedará en el olvido. A pesar de sus ganas por renovar la historia y no querer hacer exactamente una copia de la película ochentosa, el resultado final termina siendo de mediocre para abajo y deja un sabor de boca bastante amargo.
Peter Lanzani brilla en su actuación y da muestras de que es por escándalo el actor argentino del presente y futuro, en una película que no pasa de la media y que tiende a pecar de pretenciosa. Si hay algo meritorio en la carrera de Peter Lanzani es que ha sabido librarse del mote de “chico Cris Morena”, un mote que le fue impuesto luego de su aparición en la novela infanto juvenil Casi Ángeles (2007-2010). A lo largo de 4 temporadas y 549 capítulos, Peter se ganó un lugar en la cultura popular local, siendo reconocido como uno de los mejores actores que tuvo la serie y al margen del éxito posterior de Lali Espósito con su carrera de cantante, logró obtener el respeto del ambiente del espectáculo argentino y sudamericano y transformarse en el icono actoral de los jóvenes. Claro que esta fama solía venir acompañada de preguntas sobre posibles futuros trabajos con Cris Morena y papeles que más tenían que ver con su trabajo anterior. Por suerte para quienes no consumen ese tipo de producciones, Peter optó por cambiar el rumbo de su carrera y dedicarse a protagonizar papeles más adultos y profundos. Un poco de esto se pudo ver en sus películas más recientes como El Clan (2015), Solo Se Vive una Vez (2017) y El Ángel (2018) y a pesar de las distintas opiniones que se generaron con respecto a esos tres diferentes filmes, la piedra angular entre ellas era la actuación de Lanzani. Tomándose el tiempo necesario para seleccionar los papeles más potables e investigando lo necesario para que estos sean lo más realistas posibles, Peter logró revertir el concepto que rondaba en la opinión pública sobre que él siempre seria uno de los Teen Angels, pero todo eso quedó en el pasado y ahora Peter se mete en su papel protagónico más complejo y jugado en 4X4 (2019), la nueva película de Mariano Cohn. En esta nueva película Peter interpreta a Ciro Bermúdez, un ladrón de poca monta que en su afán por querer apropiarse de una camioneta último modelo, queda encerrado en ella sin ningún tipo de contacto con el exterior salvo por las esporádicas charlas que comparte con el dueño del vehículo, quien fuera el que ideó ésta trampa mortal motorizada. De esta manera, Ciro deberá encontrar la manera de poder escapar de esa fortaleza blindada mientras que su cordura empieza a desvanecerse. El cine argentino es conocido en mayor medida por dos géneros en particular: Comedías y dramas. Por fuera de estos dos géneros, que bien han sabido generar una identidad de cine propia, en los últimos años los realizadores han empezado a ver con mejores ojos el hecho de hacer producciones que sean más ambiciosas y complejas para intentar lograr una semejanza con las películas que vienen desde otros mercados. El thriller debe ser uno de los géneros que más problemas trae a la hora de su confección y es por eso que el director Mariano Cohn, junto con los guionistas y productores, ha logrado captar la esencia de este género en ésta película. Sin dudas, lo más destacable pasa por explotar el encierro del personaje principal dentro de la camioneta. Por otro lado, lo que peor funciona en la película es la interacción de Ciro con otros personajes. Teniendo en cuenta que el guion fue escrito por dos personas, el propio Cohn y Gastón Duprat, estas fallas suelen ser normales, pero lo que no es normal, es que el nivel sea tan desparejo. Cuando el personaje de Lanzani se encuentra encerrado y sin ningún tipo de escapatoria, se encuentra al borde de perder la cordura y tiene que recurrir a las peores acciones que un humano pueda imaginar para sobrevivir, es realmente convincente y hasta se puede sentir empatía por el personaje, a pesar de que su backstory no sea para nada amigable. Por el otro lado, cuando los personajes conversan o comparten cámara, el guion se vuelve realmente tedioso, cayendo en lugares comunes y termina dilapidando todo el buen ambiente de tensión que fue generado previamente. De la mano con estos vaivenes, hay un subcontexto político y social muy marcado que toca de una manera muy fuerte un tema por demás delicado. Cuando todo esto comienza a tomar más protagonismo en el film, éste comienza a perder la fuerza que, pese a sus momentos flojos, había sabido construir. Si el plan inicial era el de sembrar el debate y la polémica por un tema tan complejo, hubiera sido mejor que el desarrollo fuese más preciso y tratado con la delicadeza que se merece. En cuanto a lo actoral Peter Lanzani vuelve a demostrar que es sin dudas el mejor actor de esta generación. Ya lo venía mostrando en sus papeles anteriores y en esta oportunidad se roba por completo la película. Dejando de lado el hecho de que el corte final de la película cuenta con casi el cien por ciento de su participación en cámara, lleva su actuación a otro nivel, casi siempre desde lo que transmite la mirada y lo gestual por sobre lo físico. El resto del elenco cuenta con otro de los grandes interpretes del cine nacional como Luis Brandoni y por el famoso comediante Dady Brieva, pero a ninguno de los dos se los puede evaluar realmente porque su tiempo en pantalla es escaso y ese tiempo no es aprovechado en lo más mínimo. 4X4 termina siendo una experiencia que no deja una sensación satisfactoria en ningún aspecto, pero que al mismo tiempo tampoco puede decirse que no lo hace nada bien. Lo que más sobresale es la brillante actuación de Peter Lanzani, quien se afianza como el actor argentino con mas proyección a futuro y quien disfruta un presente envidiable.