Historias duplicadas, demonios que aburren Hace unos años cuando resurgió con tibieza el género terror a base de un efectivo movimiento de marketing publicitario con films como Actividad Paranormal (2007) y sucesivas producciones con abuso de la cámara en mano como premisa, uno esperaría que el pasar de los años haya permitido evolucionar las historias, y las ideas recibido una necesaria bocanada de aire fresco. La triste realidad a la que nos enfrentamos actualmente es la homogeneización del género y a una burda oferta que no está más que justificada e influenciada por lo meramente comercial. Habiendo pasado en los últimos años tantas películas similares, casi copias unas de otras, esta semana llega el estreno de La casa del demonio (Demonic), que resalta desde sus afiches la participación de James Wan, director conocido por las sendas entregas de Insidious 1 y su secuela (2010/2013) y de The Conjuring (2013), solo que en esta ocasión desempeñándose como productor del film. Si bien la dirección de La casa del demonio cae a cargo de un inexperto como Will Canon (Brotherhood), termina sorprendiendo su fiabilidad al momento de generar fluidez en el relato y generar ciertas secuencias interesantes que lo resaltan de la media del género actual Aun diciendo esto, cabe sincerarse y especificar que la dirección es una de las pocas cosas rescatables de esta producción que parece ser fruto de una mera copia a films anteriores, repitiendo las mismas ideas en las que se viene reincidiendo desde la primer Evil Dead de Sam Raimi allá por el 81’; una casa que esconde un terrible secreto que desatara una embestida demoníaca que acabara con todos los que se crucen en su camino. Aunque la película termina resultando más amena que la mayoría de las cintas que se nos presentan en estos días, cabe recalcar lo básico y poco original de su premisa, sin contar con los aún más básicos recursos tan de moda actualmente como los excesivos ¨screamers¨. Habiendo aclarado lo anterior, no queda más que caratular a ¨La casa del demonio¨ como una mera reproducción de las ya tan variadas cintas a las que nos tiene acostumbrado Hollywood hace años, y su crítica no puede pasar por alto tan obsceno descaro que a estas alturas cansa demasiado. Y si bien, la película posee suficientes atractivos como para considerarla entretenida, peca tanto en su poca originalidad que consigue tirar por la borda los aspectos positivos que se le puedan atribuir.
La rebelión ya es rutina Siguiendo la línea dejada anteriormente por películas como Babe (Babe, el chanchito valiente, 1995) y Chicken Run (Pollitos en fuga, 2000), el cordero Shaun llega a la pantalla grande para deleitarnos con una historia tan desopilante como tierna y divertida. De la mano del director primerizo Mark Burton y el experimentado en televisión Richard Starzak, Shaun se nos presenta como una historia de ansias de libertad de parte de un grupo de ovejas que no quieren más que tomarse un día libre de la rutina y que gracias a un elaborado plan lo conseguirán, pero no sin consecuencias. Ambos directores han trabajado antes en producciones de similares características técnicas, tanto en producción como elaboración de sus guiones, y en el caso específico de Starzak, en la dirección de varias series televisivas de Stop Motion, tales como ¨Creature Comforts¨ y la homónima ¨Shaun the Sheep¨ de la cual deviene la película. Con una factoría técnica no tan distinta a lo ya visto en la serie de televisión, la película destaca en gran parte por su muy buen guion que recrea un humor apto y entendible para realmente todo público, y reclama suspiros por sus personajes y situaciones que enternecerían al corazón más duro. Es importante resaltar que la misma no es una película solo para niños, y no encasillarla tampoco en un ¨Apto todo público¨, ya que el adulto que concurra a verla la disfrutará con creces, y posiblemente hasta más que un niño. Shaun, el cordero es una apuesta más que interesante entre los estrenos de la semana y hasta posiblemente el más completo, ya que sin necesidad de diálogo alguno y a fuerza de un humor tan descabellado como inteligente termina ganando la simpatía de cualquier espectador.
Relatos de guerra Partiendo de la base de un documental que no pretendía ser tal, un viaje que no pretendía ser el que fue y una aventura que se desató como una lluvia de revelaciones y tormentos, NEY, abreviatura de ¨Nosotros, ellos y yo¨, se nos presenta desde un punto de vista lo suficientemente imparcial para comprender el mensaje de manera simple y rápida; la violencia no soluciona conflictos. Nicolás Avruj debuta como director con este documental que llevó 15 años terminarlo y el cual se presenta esta semana como el único estreno de su tipo en las salas nacionales. Si bien los encuadres, el montaje o los diversos aspectos técnicos no sobrepasan lo convencional, NEY consigue sencillamente transmitir un claro mensaje de paz y diálogo desde las vivencias del mismo director, el cual según sus propios relatos, volvería con una visión muy distinta de la realidad vivida en el conflicto entre Israelíes y palestinos. Mostrando el día a día desde el relato de distintos ciudadanos que amablemente le proveyeron asilo, el documental va desatando un sinfín de nudos estructurados de la conciencia ciudadana de ambos bandos, con todo lo bueno y malo que ello conlleva. La película no pretende demostrar quien tiene o no la razón, sino porqué creen los ciudadanos que debe seguir o terminar la guerra entre ambos bandos, y cómo llegar a una solución satisfactoria para todos. Si bien no puede decirse que NEY logra ahondar lo suficiente en el conflicto bélico/social que pretende mostrar, sí logra mostrar una visión distinta a la acostumbrada a recibir desde ciertos medios de comunicación y termina trascendiendo el conflicto para mostrarnos el interior de los hogares y ciudadanos que han quedado en medio de una guerra que pareciera nunca terminar, pero la cual queda claro que todos quieren que lo haga lo más pronto posible. ¨Nosotros, ellos y yo¨, como se conoció originalmente, es una buena opción para internarse en el interior del conflicto e intentar desentrañarlo desde la mirada de quienes realmente lo viven en el día a día.
Amor y mentiras Con derecho a roce (Playing It Cool) es la ópera prima del director Justin Reardon, quien junto a los también poco experimentados Paul Vicknair y Chris Shafer como guionistas, lograron una comedia romántica pretenciosa que peca de inconsistente y que queda a medio camino entre una moraleja y una simple historia de amor. Tanto Vicknair como Shafer habían trabajado anteriormente en Before We Go (2014), la que sería su primera incursión como guionistas en Hollywood, y mostrarían cierto talento para las comedias románticas no tan tradicionales. Si bien varios de los factores de Before We Go se repiten esta vez, como los guionistas y el papel principal a cargo de Chris Evans (Captain America: The Winter Soldier, The Losers), el carácter de la historia se torna un tanto complicado de digerir una vez inmersos en ella, ya que los guionistas acuden a conceptos más metafóricos y teatrales de los que el público a quien está dirigido este estilo de películas está acostumbrado a adoptar. En el apartado actoral tanto el protagonista Chris Evans como su contraparte femenina Michelle Monaghan (Gone Baby Gone, Mission: Impossible III) cumplen roles un tanto distanciados y hasta se podría decir despreocupados, lo cual deja en claro que una mejor elección del casting, sobre todo en el apartado femenino, podría haberle dado valor extra al resultado final. Con derecho a rose es una gran reunión de talentos nuevos y en plena adecuación al medio, y es para el director Justin Reardon un comienzo un tanto tibio, tal vez por haber pretendido más de lo que debía con un guion complicado de adaptar y llevar a cabo. Aun con sus altibajos la película rinde cierto grado de entretenimiento y complementa ciertos factores esenciales de una comedia romántica para dar con un resultado aceptable que los/las amantes de este género apreciaran.
No tan perfectas Dos después del estreno de la primera entrega titulada en el país como Ritmo Perfecto (Pitch Perfect, 2013) vuelven las Bellas a la pantalla grande con todo un nuevo repertorio de versiones a capela de los temas de moda de la música pop actual y otros no tanto. Esta vez con el título de Más notas perfectas (Pitch Perfect 2). Alejándose un poco de la originalidad de la primer película, esta continuación recae en un poco más de lo mismo, pero con un enfoque más internacional incluyendo grupos de canto de otros países y una mirada más general y liviana al conflicto repetido de la eterna competencia. Sin grandes sorpresas en el elenco, y con un guion ajustado y un tanto pobre, la lucha entre los diversos grupos de canto se da de forma muy liviana y rápida, y la resolución final del conflicto se termina dando de forma tan veloz y precaria que tira a la borda parte del exiguo buen resultado presentado durante el transcurso de la historia. Si bien el humor sigue presente, lógicamente, en esta segunda película, la cuota cómica queda por debajo en calidad a la primera entrega y recae repetitivamente en chistes estereotipados, y en algunos casos hasta denigrantes, que aunque consiguen sacar una mínima sonrisa no logran el nivel alcanzado con Ritmo perfecto Lamentablemente no hay mucho que destacar en el apartado técnico, ya que desde ninguna área se logra apreciar un trabajo sobresaliente, pero si hubiera que destacar alguno, tal vez la fotografía a cargo de Jim Denault (Boys Don't Cry, The Campaign) consigue marcar algunos puntos llamativos para analizar. Más notas perfectas se aparta de la originalidad de su primera parte y repite sin mucho éxito la fórmula que la hizo ganar adeptos anteriormente, a tal punto de sufrir un gran deterioro del humor que había logrado demostrar. Y si bien su primera entrega no fue ninguna maravilla, teníaa ciertos factores a favor que la volvían mínimamente apreciable. Aun así, la película es perfectamente disfrutable si la enfocamos en un target específico de público, como el adolescente, y sobre todo el adolescente femenino.
Similitud y fracaso Inmediatamente después de haber terminado de ver Un nuevo despertar (The Humbling) una sola pregunta, casi de agresiva crítica, se puede cruzar por la cabeza de cualquiera: ¿es acaso esta una fallida copia de Birdman? Es que las similitudes con la última ganadora del Oscar a mejor película son realmente llamativas y hasta cierto punto alarmantes, ya que no solo sigue una línea argumental muy similar si no que cumple con representar algunos detalles casi con la misma exactitud que la obra de Alejandro G. Iñárritu. Entonces ¿es la nueva película de Al Pacino (Scarface, Heat) una mera imitación de otra película? Difícil de confirmarlo en este caso, sobre todo si haciendo memoria recordamos las fechas de producción y estreno de ambas películas a nivel mundial, siendo estas estrenadas con diferencia de uno o dos meses internacionalmente. Yendo un poco más lejos, se podría tal vez culpar de las similitudes a una inspiración en el corto de Raymond Carver ¨What We Talk About When We Talk About Love" el cual supuestamente sirvió de base para el guion de Birdman, pero ciertamente las bases que cualquiera podría encontrar en este trabajo con el resultado final de la película se terminan esfumando rápidamente. Es por eso que la nueva obra Barry Levinson (Sleepers, You Don't Know Jack), no puede ser tomada justamente como una mala copia solo por sufrir de un estreno atrasado en nuestras salas, pero siendo justos las similitudes son realmente muchas y variadas. Sin ir más lejos, el hincapié que pongo en las similitudes con otra obra no son más que un artilugio para remarcar en este caso el mal desempeño del guion y la narrativa del film. La historia en sí goza de cierto atractivo, pero ni el guion ni la dirección, que por momentos roza lo experimental, consiguen dar en el clavo para conseguir un producto entretenido. Al Pacino repite la misma clave usada en su último estreno visto en el país Directo al corazón (Danny Collins, 2015), aunque esta se haya estrenado antes en el resto del mundo. El personaje repetido de celebridad envejecida y venida a menos nos hace dudar seriamente cuáles de los rasgos del personaje son realizados a priori y cuáles otros son heredados del mismo hombre que interpreta al personaje. En líneas generales Un nuevo despertar no cumple con nada de lo que se podría esperar de ella y peca de intentar relatarnos una buena historia de una manera muy lenta, que sumado a su leve corte experimental en la dirección y el montaje hacen de esta una mala elección para el público en general. Y si bien su mejor momento llega hacía el final de la cinta, esto no alcanza para contrarrestar la falta de ritmo del resto de la película.
Historias de olimpiada Juego limpio (Fair Play) llega a nuestras salas siendo la primera película de su directora que tiene la oportunidad de ser estrenada en el país. Andrea Sedlácková es una total desconocida para el público local, y en cierta forma también se podría decir lo mismo del internacional, es que Juego limpio es la única de sus producciones como realizadora que ha sabido abrirse un camino al mercado fuera de su República Checa natal. No es coincidencia en este caso que la misma película haya sido la seleccionada por su país para competir en los premios Oscar como mejor película extranjera, claramente este reconocimiento desde la propia industria local le ha merecido oportunidades en el exterior, aun cuando no consiguió atravesar las diversas preselecciones posteriores de la competencia. Juego limpio se nos presenta desde sus primeros minutos con toda la impronta que uno podría esperarse de un film situado en la Checoslovaquia de los años 80. Los tonos fríos y apagados y los ocres tan característicos de la época marcan la paleta que no dará descanso a la sensación de olvido y opresión que presentaba el territorio por aquel entonces. Y sin ir más lejos el guion hace de lo suyo otorgándonos una historia acorde e interesante, pero que por momentos parece excederse con una narración que peca de lenta y pesada. Sin lugar a dudas Juego limpio presenta varios altibajos en el ritmo, y es aquí donde se refleja una de las mayores falencias de su directora narrando una historia que podría haberse presentado de una forma fluida y entretenida, pero que termina llevándose por adelante todo el peso de la época por encima, con todo lo que ello significa. Hay un público específico para este tipo de películas; un espectador avezado y capaz de disfrutar de un cine europeo de estas características, y queda claro que es justamente a esté a quien el film se dirige.
Humor sin fecha de vencimiento Siguiendo la línea del clásico de los años 80 protagonizado por Chevy Chase, esta nueva entrega o más bien remake de Vacaciones (Vacation), nos guía una vez más a una comedia de aventuras que, aunque a primera vista aparenta ser una comedia familiar, termina distando bastante de ese perfil por el uso continuo de ciertas palabras y situaciones que la convierten en una película más apropiada para un público adolescente y de mayores de edad. Si bien queda claro que estamos ante una remake de una comedia clásica, es bueno diferenciar de raíz ambas producciones al tomar en cuenta los 32 años que ya han pasado del estreno de la película original. Los tiempos han cambiado, el humor en cierta manera también y el público ha mutado drásticamente dándole espacio a una generación que muchas veces desconoce de la existencia de las versiones anteriores a estas nuevas producciones. Con una clara impronta cómica moderna y algunos homenajes al film original, Vacaciones nos otorga una muy buena dosis de humor sin descanso durante casi toda su duración. Sacando de lado ciertos chistes repetitivos y algún que otro cliché que se puede perdonar, el guion de la película cumple y con creces al momento de entretener, y aunque ningún personaje del elenco consiga destacarse marcadamente, los protagonistas Ed Helms (The Hangover, We're the Millers) y Christina Applegate (Up All Night, Anchorman) consiguen desempeñar sus papeles de manera más que correcta guiando el rumbo de la comedia continuamente y dándole un incentivo propio a la historia. Quienes hayan visto y recuerden con gusto la película original y sus posteriores continuaciones de los años 80 y los 90, tienen que comprender que fuera de rendir cierto honor a las originales, esta nueva versión de la película está adaptada a nuevos tiempos y a un público distinto, por lo que ir con esperanzas de encontrar un producto humorístico similar, distará un poco de lo recordado de antaño y deberá ser comprendido con una visión más moderna y sobre todo comprensiva. Claro, que al fin y al cabo mientras las risas abunden, el humor es y seguirá siendo humor.
Con la soga al cuello La horca es una más de tantas películas de terror que llegan a producirse por el vacío creativo que el género demuestra por estos días. Sus novatos directores Travis Cluff y Chris Lofing dan muestra de cierta decencia artística al momento de recrear y componer los planos del film, pero tampoco logran trascender la mediocridad del guion escrito por ellos mismos, lo cual no nos da más resultado que una película trillada y llena de errores conceptuales de lo que una película de horror debería recrear. Este es uno más de los típicos casos de uso excesivo de ¨screamers¨ (gritos y sonidos subidos en decibeles) buscando conseguir algún efecto de sobresalto en el espectador, lo cual no solo es un recurso pobre y facilista, si no que en este caso encima termina irritando más de lo que puede llegar a asustar. Sin ir más lejos el uso exclusivo de la cámara en mano, aludiendo a la visión de una cámara hogareña es otro recurso utilizado en esta cinta que termina siendo cliché e innecesario en el argumento, ya que se podría haber contado la misma historia sin necesidad del mismo. Hace tiempo que el cine de terror viene en declive, y lamentablemente cierto sector de público se ha comenzado a acostumbrar a este tipo de efectos baratos y concluyen en críticas positivas a películas que no se lo merecen. Por estas tierras uno de los últimos films decentes que se han podido observar en las salas fue la ópera prima de Jennifer Kent, The Babadook, que aunque no llega a hacerle sombra a los grandes clásicos, deja en el olvido a la mayoría de las producciones de estos días. La Horca no termina de convencer, pero entre todo su argumento repetitivo y falta de tacto, demuestra un dejo de cierto grado de profesionalismo de mano de los dos novatos directores, aunque esto no llegue a elevar lo suficiente el nivel de la película. Claro está que hay un público al cual todos estos defectos no le dará importancia, y consiguiendo envolverse lo suficiente en la trama, seguramente terminara disfrutando de la misma. Tal vez sea una buena opción para parejas habitués del género, siempre y cuando no sean muy exigentes.
Humor a la española Al extremo nororiental de la franja cantábrica se levanta la comunidad autónoma española de Euskadi, o más conocida como País Vasco: una comunidad rebosante de una cultura muy opuesta al resto de España a tal punto de poseer un propio idioma totalmente alejado de cualquier similitud con el castellano, como sí sucede en casos como el del catalán, y en menor medida con el gallego. Conocidos por su gran apetito, y poseedores de características sociales que parecen alejarlos del concepto de buen gusto en el resto del territorio nacional, sus habitantes son tan diferentes al resto de los españoles que son considerados personajes toscos y arcaicos, casi perdidos en el tiempo y la historia. En contraposición total nos encontramos con Andalucía, tierra del flamenco, el canto y la alegría, de la despreocupación y las siestas obligadas. Todas estas diferencias son parte de la marca inconfundible de Ocho apellidos vascos, el nuevo film de Emilio Martínez Lázaro conocido por títulos anteriores como El otro lado de la cama (2002) y Los peores años de nuestra vida (1994). En esta nueva producción el director madrileño nos posiciona como espectadores de una contienda social tan típica para el pueblo español como atípica para el público argentino, una confrontación de culturas y rivalidades ancestrales que hacen parecer a la historia una especie de documental sobre hinchadas rivales de fútbol. La película arrastra con ella tres premios Goya en su apartado actoral, dando muestra de cómo su reparto cumple un rol esencial dándole al guion una interpretación digna de su calibre humorístico y destacando al personaje del poco conocido Dani Rovira como el elemento esencial de la comedia junto con la bellísima actuación de Carmen Machi (Los amantes pasajeros, Hable con ella) Cabe aclarar que aun cumpliendo con parámetros básicos de humor y grandes situaciones que ameritan carcajadas, una gran parte de la gracia del film es perdida si no se tiene clara la connotación cultural y política de la que se hace uso, lo que convierte a Ocho apellidos vascos en una gran comedia que desperdicia mucho de su contenido ante un segmento tan ajeno como puede ser el público argentino promedio. Sin lugar a dudas 8 apellidos vascos es la gran apuesta humorística entre los estrenos de la semana y es totalmente recomendable para todo tipo de público. Una clara muestra de humor e ingenio a la española.