“Comer no es sólo comer. Alrededor de una mesa se abre el apetito, pero también el alma”. La película de Jorge Coira decide contar, intercalar, seis historias divididas en tres momentos: los tres momentos que ocupan cada una de las más importantes comidas del día (falta la merienda, que justo es la más importante en Mi vida). Amor, música, lazos familiares, miedos, decepciones, dudas, ilusiones, todo gira alrededor de estas mesas que reúnen a personas. Al principio los personajes aparecen, las tramas empiezan a asomar, y parecería no haber demasiada relación entre ellas. Así como el film se divide en estos tres momentos rutinarios, es que las historias que se cuentan son pequeñas, sencillas, suceden en poco tiempo, y son como las comidas, momentos de la vida. Entre las diferentes historias y personajes, se destacan quizás dos, o al menos dos me han llamado más que el resto, aunque cada una tiene su pequeño encanto. Una es la de una mujer, casada, con un hijo pequeño, que decide llamar a un antiguo amigo, que en realidad es un amor con quien nunca llegó a pasar nada pero últimamente reapareció en sueños. La otra, la de una pareja de dos muchachos que no terminan de enfrentar lo que son, que no terminan de aceptarse ellos mismos por lo que no esperan que el afuera los acepte como son. Cada uno de los actores sabe lo que hace e impregna a sus personajes de las cualidades que los hacen únicos pero a la vez tan fácilmente identificables. Pero además de un muy interesante juego de guión, que sabe en qué momento detenerse en cada trama y cuando pasar de una a otra, hay una puesta de cámara que a menudo se enfoca en detalles de un modo muy bello. Y uno de los detalles que se repite en el último tramo es el de los abrazos, los personajes se abrazan aunque no siempre el “desenlace” entre ellos sea el más feliz. Sin dudas, 18 comidas es una película más que disfrutable, hecha con mucho corazón, y con la que uno no podrá evitar sentirse tocado. Es como una de esas comidas, esos platos a simple vista sencillos, caseros, que no requieren una elaboración demasiado compleja, que no necesitan demostrar lo gourmet que son, pero que luego dejan la panza llena y en este caso más que nunca, el corazón contento.
El sabor del encuentro Si bien el año de realización data de 2010, las incongruencias de los distribuidores y exhibidores locales hacen que recién ahora se estrene 18 comidas, película coral y episódica dirigida por Jorge Coira y que cuenta con un elenco de actores españoles reconocidos por el público argentino, como Luis Tosar. Desayuno, almuerzo y cena funcionan como punto de encuentro de los personajes de seis historias libradas al diálogo improvisado entre los actores y que suman premisas sencillas donde el amor, el desamor, la culpa y otras emociones afines ocupan el plato principal. 18 comidas además transcurre en locaciones de Santiago de Compostela y durante 24 horas en las que los mini relatos se intercalan siempre con la salvedad de respetar a rajatabla uno de los tres momentos sagrados para los españoles. Entre ellos cabe destacar la historia protagonizada por Luis Tosar y Esperanza Pedreño, que puede resumirse en el reencuentro de un amor que no fue y cuyos protagonistas decidieron tomar rumbos distintos en sus vidas aunque nunca perdieron la atracción ni las ganas de establecer una relación de pareja sólida y un proyecto familiar que nunca se concretó. En segundo lugar, puede hablarse de un típico relato de salida del closet que involucra a dos hermanos, uno de los cuales no acepta la condición del otro con un entorno más amigable en lo que al gayfriendly style se refiere. Fiel al estilo y a los desniveles e irregularidades característicos de propuestas episódicas como esta, no se puede negar la receta de la identificación como eje dramático y la apuesta al costado emocional sin chantajes al público, pero muchas veces en coqueteo permanente con lo cursi, aderezo poco feliz y a veces indigesto. De todas maneras, 18 comidas -2010- se deja ver como despedida de un año en que el cine español, sobre todo, aportó buenas películas a la cartelera local aunque es justo reconocer que esta película podría haber quedado para el año que viene, sin ningún inconveniente.
Una metáfora culinaria 18 comidas (2010), de Jorge Coira y protagonizada por Antonio Mourelos, Camila Bossa, Cristina Brondo, Esperanza Pedreño y Luis Tosar, cuenta seis historias diferentes que se cruzan entre sí a lo largo del film. Es raro que una película realizada en el año 2010 llegue a nuestro país cinco años más tarde, sin embargo esto no implica que se disfrute la historia, la cual narra la vida de Edu, un músico callejero, que se reencuentra con el amor de su vida, pero además se desarrollaran otros sucesos durante el film, que involucran a mas personajes, que al final se juntan a lo largo de esta aventura con tintes dramáticos y cómicos, todos ellos con una particularidad: “La comida”. Cada escenario se desenvuelve en lugares culinarios: un desayuno, un almuerzo, una merienda o bien una cena. La dirección de Jorge Coira es impecable desde lo técnico. Utilizó solo cuatro cámaras en simultaneo con escenas sin cortes ni repeticiones, pero además en su guía artística, mostró un relato que puede trascender fronteras, sin importar limites nacionales e internacionales, porque sin dudas se trata de conmover sentimentalmente al espectador y llevarlo por la angustia, la alegría, la ternura y rabia. No obstante, se usa una idea en común: ser feliz y mostrar todo esto desde una metáfora culinaria. El guión, sin dudas, es clave en esta trama porque le da peso a la narración de la historia, poco convencional, y sin diálogos estrictamente diagramados. Los actores tienen la oportunidad de improvisar y vivir en el momento el conflicto de su personaje a partir de escenas planeadas desde el principio. 18 comidas es una coproducción argentina española que tras una larga batalla por estrenar, merece la oportunidad de ser vista en las salas de nuestro país.
Un fenómeno en España, la película del gallego Jorge Coria, hecha con presupuesto mínimo y con historias entrelazadas de amores perdidos, sueños rotos, deseos ocultos, tiempos cumplidos y ansias imparables. Tiene encanto.
Un film pequeño pero con un buen menú Como los cocineros que quieren ser personales, cada director prueba su propia receta. Con más experiencia en la cocina de la TV regional que en la del cine, el gallego Jorge Coira se animó a hacer la suya, y le salió bastante bien. Tomó 25 intérpretes locales (su amigo de la secundaria Luis Tosar es el más conocido), los repartió entre seis historias que habrían de transcurrir en un solo día con sus tres comidas respectivas (se saltó la merienda), les dio el tema pero les dejó desarrollar los diálogos por sí mismos, los filmó con cuatro cámaras simultáneas a lo largo de una semana y pico, de donde quedaron 90 horas de grabación, luego se tomó seis meses para hacer el montaje, como quien atiende una larga maceración, y presentó finalmente su plato: 107 minutos de sonrisas, dolores, angustias, satisfacciones pasajeras, abrazos y (a veces) sabores compensatorios debidamente sazonados. Le sobran unos minutos, pero eso no importa demasiado. Cada historia tiene su particularidad, y todas tienen su partecita de emoción. El reencuentro de un músico callejero con la enamorada que se quedó esperando y ya hizo su vida, la inquietud de un joven que no sabe cómo salir del placard frente a su hermano mayor, que lo reta pero lo quiere, la rutina diaria de una pareja que ya se dijo todo lo que tenían que decirse, un tipo que cocina y cocina para la que no va a venir, otro que podría cantar aquello de "Dios te puso en mi camino sin pensar que ya es muy tarde y no sabré cómo quererte", una cocinera que sueña ser cantante, dos borrachos felices, un macedonio perdido sin una macedonia de frutas para llenarse bien, etc., en suma, historias pequeñas, que pasan inadvertidas para el resto de la gente, pero que están bastante bien contadas y dejan un lindo sabor en el paladar, y un poquito también en el alma. La película también arriesga pasar inadvertida. Es de 2010, no tiene fecha de vencimiento pero tampoco ha tenido quien supiera colocarla bien a la vista, y eso que hay un porcentaje de coproducción argentina. Son cosas que no se entienden, porque es como esos platos que se aprecian rara vez en la vida. Por suerte el director tuvo su compensación: al año siguiente se casó con la coguionista.
Hubiera sido mejor una sola comida Da para preguntarse por qué en el último día del 2015 se estrena en la Argentina una película cuyo lanzamiento en su país de origen fue en el 2010. ¿Cuál es el sentido? ¿Se darán cuenta que no hay manera de que coseche una cantidad decente de espectadores? Delicias de las dinámicas de la distribución independiente en la Argentina, donde lo que menos se hace es cuidar a los films más pequeños para que encuentren a su público. Y es una pena, porque 18 comidas no deja de ser una producción interesante a pesar de sus fallas. De hecho, hasta por momentos consigue imponerse a su rígido formato inicial, que busca contar seis historias a lo largo de un único día, transitando desayunos, almuerzos y cenas convertidos en momentos que de diferentes formas cambian las vidas de sus personajes. Lo hace con un guión abierto a la improvisación, una puesta donde la cámara en mano busca dar fluidez y movimiento a situaciones a priori estáticas y una voluntad por brindarle entidad a ese espacio urbano que es la ciudad de Santiago de Compostela. Claro que la apuesta del director y co-guionista Jorge Coira se queda en numerosos pasajes a mitad de camino, como si lo único que pudiera hacer finalmente es reunir y enlazar toda una serie de pequeños relatos a través del tópico de lo gastronómico, que en verdad no tiene un peso decisivo. Y eso que la película se ocupa en recalcar esto a través del discurso de la palabra y la imagen, lo cual conduce a una paradoja: cuanto mayor peso se le quiere dar a la comida como evento/ritual presente en las vidas de las personas, menos impacta y funciona como metáfora. Quizás el gran problema de 18 comidas tenga que ver precisamente con su necesidad de remarcar -especialmente con la banda sonora- cuestiones que ya quedaban claras a partir de las acciones de los personajes. Por eso termina dependiendo en gran medida de lo que puedan dar los actores y ahí es donde la mejor subtrama -por lejos- es la protagonizada por Luis Tosar (que vuelve a demostrar su inmensa capacidad para transmitir sutilmente una variedad de emociones) y Esperanza Pedreño, como dos personas que ansían retomar una antigua relación amorosa, aunque sus anhelos deban luchar contra obstáculos externos y barreras propias. Cuanto menos pretenciosa, más simple y directa es, 18 comidas se vuelve más disfrutable y respira libertad en sus formas. Pero no deja de ser evidente que algunas piezas no terminaron de encajar y el resultado es como mínimo desparejo. Más que un largometraje, es una serie de pequeños cortos recortados arbitrariamente, en una estructura que no termina de ser un todo compacta. A Coira le faltó el atrevimiento para contar una sola y potente historia, yendo verdaderamente a fondo, más allá de la suma de pequeñas ideas. A veces, con un buen almuerzo alcanza y sobra.
Llega a nuestro país un poco retrasada. Una historia coral con bastante humor y buenas interpretaciones, acompaña muy bien la música y fotografía, emotiva, tierna y a través de los platos están las delicias de la vida. Un film sencillo y sincero.
Una película coral y múltiple, conformada por unos cuantos sketches (18) cuyo hilo común es gente que se sienta a comer. A veces a desayunar, a veces a cenar. Hay de todo: desde señoras casadas que quizás sean infieles hasta actores en competencia con otros o músicos callejeros que vuelven a encontrar el amor. Y, como toda historia coral, es despareja. Prima la comedia y a veces funciona. Y, a veces deja sabor a poco.