De duelo, frente al mar Raro e irregular filme, hecho con gran libertad estética y belleza visual. Desde el inicio de esta película de apenas 67 minutos, su realizadora, Mercedes Farriols, nos muestra su intención de hacer un filme distinto. En este punto confluyen las virtudes y los (probables) desaciertos del filme: la absoluta libertad creativa y la extraordinaria belleza de visual del inicio devienen en una suerte de muestrario tipo vean lo que soy capaz de hacer, abundante en manierismos. Bienvenidos, entonces, el desprejuicio y las búsquedas. Pero tampoco hay que suponer que una obra, por su mera condición de extraña o poética, es buena. 432Uno transcurre íntegramente en escenarios naturales, frente al mar. Cerca de la rompiente, cuatro mujeres que amaron a un mismo hombre lanzan las cenizas de él (alguna de ellas se las frota) y luego se sientan a recuperar su memoria o, quién sabe, a compartir un sueño. Encuadres extraños, bruscos virajes del blanco y negro al color y viceversa, planos largos con cámara fija, planos detalle trémulos con cámara en mano, diálogos fragmentados. Toda esta “experimentación” y más puede verse en el filme. Otras curiosidades son la música, en la que predominan las melodías con saxo, jazzeras, y la utilización de destellos de color que, de pronto, iluminan franjas de la vegetación o del agua. Hay secuencias nocturnas trabajadas en azul francia y negro intensos; y otras, en blanco y negro, con un fuera de foco deliberado. Si en la primera parte, la más lograda, Farriols logra un cierto aire -salvando las distancias- del cine de Lucrecia Martel, en la segunda cae en un explosivo popurrí en el que parece querer jactarse de sus búsquedas. Búsquedas que terminan más cerca estallido plástico que del redondeo cinematográfico.
Ensayo para un despedida El nuevo trabajo experimental de Mercedes Farriols (Olga, Victoria Olga, 2006) se articula como ensayo cinematográfico, carente de una narrativa formal y con una interesante búsqueda estética que cobra valor a través de los sentidos. En 4 3 2 UNo (2010) cuatro mujeres sentadas frente al mar realizan un duelo. Duelo que cada una ejerce de manera diferente y que el film divide en episodios. La muerte como principio y final es lo que Farriols expone desde una propuesta alternativa. Con escasos diálogos y una construcción visual cuidada desde todos los ámbitos plásticos, la directora nos ofrece una extraña visión sobre la muerte. Visión presentada desde los que quedan y como cada uno a su manera exterioriza la pérdida. Pese a la ausencia de palabras, muchas veces utilizadas en forma de prosa, el plano sonoro es de una vital importancia en el desarrollo de la historia. Con una música incidental que actúa como una protagonista más y un especial cuidado en el sonido ambiente, el film presenta una extraña forma de poesía visual en donde uno se olvida del valor de la palabra ya que las imágenes cobran vida por cuenta propia. 4 3 2 UNO no es un film convencional, como ya expusimos anteriormente remite más a un ensayo visual en donde se conjugan las diferentes ramas artísticas que a una mera y simple película. Sólo hay que dejarse transportar por los sentidos y meterse dentro del juego que se nos propone. Si se deja llevar participará una experiencia cinematográfica diferente, sino absténgase.
Cuatro personajes en busca de una historia 432 Uno es una película tan críptica como morosa Cuatro mujeres recorren un tupido bosque y, en uno de los lugares más sombríos, esparcen las cenizas de alguien al que ellas habían querido intensamente. Luego se recuestan en unas hamacas en una playa frente al mar y todos sus sentidos se fijan en la muerte, esa muerte que parece ser para ellas el único destino quizá deseado o posiblemente intuido. Sobre la base de este pequeño relato, la directora Mercedes Farriols intentó fijar su cámara en ese cuarteto de protagonistas que sólo se miran entre sí, se acarician suavemente, se dejan estar bajo la luz del sol, caminan a veces lentamente, se sobresaltan ante la aparición de un niño entre las dunas y, con muy pocas palabras, tratan de comprender su entorno. Ellas abordarán un duelo y creen sentir cosas que no se sienten pero dicen que hay que sentir en medio de la soledad y de los escasos diálogos a los que recurre la directora. 432 Uno no es un film fácil de ver. El casi autismo de sus protagonistas, la lente de la cámara fija en ellas y esas escenas en las que ojos, manos y brazos hablan más que las palabras pretenden insertarse en las vibraciones insospechadas que podrían llegar y cambiar de lleno su idea de la última existencia. La monotonía se impone, sin duda, en este film que recala en un intelectualismo por momentos pretencioso. Las acertadas actuaciones apuntalaron con rigor a esos personajes que parecen no decir ni hacer nada, aunque muy dentro de ellos está presente la muerte como un símbolo de lo que fueron sus existencias. Todo aquí es ambiguo, casi siniestro y por momentos cada escena parece necesitar de alguna explicación que aclare tan oscuro panorama.
Cuatro amantes frente a la muerte Frente al ensordecedor silencio del mar, afloran las preguntas: ¿cómo abordar un duelo? ¿Qué dan por sentado sobre la muerte? ¿Qué diferentes estados se transitan con respecto a un mismo duelo? ¿Qué sentimientos ocultos aparecen? ¿Por qué se creen sentir cosas que no se sienten pero dicen hay que sentir y las hacen propias? ¿Qué vibraciones insospechadas podrían llegar y cambiar de lleno su idea de la muerte? 432 Uno, es el relato de cuatro mujeres, que deciden ir juntas a una playa a la que el amante de todas solía concurrir. La idea que las convoca es esparcir sus cenizas entre la arena. Una producción independiente, con una muy buena fotografía, que trabaja con primeros planos segmentados, casi como un collage en contraste con una imagen de la inmensidad del mar, de su horizonte y con un constante ruido del mismo. Casi como una dificultad sonora, que hace difícil escuchar los casi nulos diálogos que se establecen entre ellas. Filmada en su mayoría en blanco y negro, el color aparece por instantes, y a veces coinciden con la puesta del sol. Del mismo modo, que aparece un niño que juega con una ellas y del cual no hay referentes. Dos visten de negro y dos de blanco y aparecen en la primera escena en cuatro reposeras frente al mar, casi mudas, con sus anteojos negros y sus sombreros. En un intento por dar cuenta del sentimiento de duelo que cada una aborda de modo diferente, un saxo suena, mientras el espectador imagina la historia de Diego con estas mujeres. Hay un juego interesante entre la luz y la sombra y en el modo de captar cada recorte del cuerpo, cruzado a veces entre las ramas de una vegetación seca, que se encuentra a unos metros de la playa. Con actuaciones desparejas y a pesar de un clima que no logra siempre la misma intensidad, este film de Mercedes Farriols es una apuesta valiente a un cine de autor, que remite a dar cuenta de una construcción inusual del género. Y donde su directora al final del film, se da el gusto de cantar un cha- cha- cha de su autoría.
Con una serie de inquietudes expresivas, visuales y alegóricas, la realizadora Mercedes Farriols conforma un film de carácter eminentemente experimental, con todo lo que esa definición implica. Luego de su fallido film debut Olga, Victoria Olga, esta nueva pieza suya, de sugerente título numérico, 432 UNO, marca una clara diferencia conceptual con su obra anterior, en el que la existencia de una trama –melodramática, compleja, densa- era ostensible. Aquí prácticamente no existe un hilo argumental, que presenta a cuatro mujeres que en una playa van canalizando sus respectivas sensaciones frente a la muerte de un marido en común, una idea curiosa y original que de todos modos no queda claramente explicitada. El duelo de todas ellas frente al mismo hecho es abordado de diferentes -y a veces crípticas-, maneras, siempre enmarcado con un paisaje costero espléndidamente fotografiado pero algo abrumador, lo propio ocurre con los permanentes y cambiantes subrayados musicales. El cambio de rumbo en la narrativa de esta cineasta está dotado de un atractivo sólo relativo, restringido a un determinado público que pueda sentirse atraído por algunos pasajes. Una estética elaborada y los cambios cromáticos que va sufriendo el film, de blanco y negro a color y viceversa, son algunos puntos a rescatar. El resto es un experimento para pocos.