Dictadura de burócratas financieros Adults in the Room (2019), la última película del gran Costa-Gavras, se basa en un libro del conocido economista de izquierda Yanis Varoufakis, Comportarse como Adultos: Mi Batalla contra el Establishment Europeo (Adults in the Room: My Battle with Europe’s Deep Establishment, 2017), en el que el otrora Ministro de Finanzas de Grecia -cargo que ocupó entre enero y julio de 2015- analiza las negociaciones que encabezó en nombre de su país con la Troika, léase el grupo formado por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), para evitar la quiebra del país como consecuencia de préstamos cíclicos, datos estadísticos falsificados y políticas eternas de ajuste cortesía de las administraciones previas y la misma Troika, lo que derivó en un referéndum popular que fue desconocido por el Primer Ministro de entonces Alexis Tsipras, quien volvió a pagar a los acreedores internacionales públicos y privados justo como hoy continúa haciéndolo el kirchnerismo en Argentina, otro ejemplo de fuerza que la va de progresista pero en verdad no se aparta de un conservadurismo espantoso que respeta a rajatabla la dictadura del statu quo económico y financiero y sus burócratas de siempre. El guión, firmado por el propio Costa-Gavras, enfatiza la responsabilidad en la debacle helénica tanto de los testaferros de derecha dentro de Grecia como de sus “amos” de turno del capitalismo foráneo, todos obsesionados con privatizaciones de bienes del Estado, aumento de la edad jubilatoria, reducción de salarios, flexibilización general del mundo del trabajo, baja de todas las pensiones, desmantelamiento de los sistemas públicos de salud y educación y por supuesto medidas vinculadas con el hecho de facilitar el lavado de dinero, la concentración empresarial y la especulación monetaria a gran escala. Como muchos de los buitres financieros acreedores de Grecia están agazapados en las fronteras nacionales de Francia y Alemania, las rondas de negociaciones con los ministros de economía de ambos países, los execrables Pierre Moscovici y Wolfgang Schauble, se transforman en cruciales en un tire y afloje que se caracteriza por la necesidad de un nuevo préstamo de la Troika para salvar a los bancos griegos y a la economía del país en su conjunto aunque ya no ofreciendo como “contraprestación” las políticas salvajes de empobrecimiento de antaño, esas que llevaron al desempleo y a la miseria a más del 30% de los habitantes de la nación. El extraordinario Christos Loulis interpreta a Varoufakis y Alexandros Bourdoumis a Tsipras, el primero manteniendo siempre su independencia y buscando una salida que no reproduzca las mismas medidas autodestructivas de siempre y el segundo en un principio apoyándolo en esa retahíla interminable de reuniones en la sede de la Comisión Europea, en Bruselas, Bélgica, para a posteriori terminar “tranzando” como prácticamente todos los mandatarios de nuestros días y recayendo en nuevos ajustes internos, pagos regulares a los acreedores y el viejo ardid de echar mano -para ello, para contrarrestar los pasivos- de fondos públicos destinados a otros menesteres, exactamente igual que en el caso argentino con respecto a la caja jubilatoria y la catarata de hipocresía y mentiras que se suele desplegar para justificar semejante manotazo de ahogado, de un ahogado bien sumiso y estúpido. Con su clásica precisión testimonial, Costa-Gavras subraya vía palabras de Loulis el carácter de círculo vicioso de las políticas neoliberales que insólitamente todavía aceptan casi todos los países en crisis de nuestro planeta, empezando por deuda impagable que se contrae para honrar deuda impagable, continuando por impuestos más altos y reducciones en la inversión pública por parte del Estado, y terminando con un menor volumen de ingresos en general por la recesión subsiguiente y con una mayor necesidad de salvar las cuentas con más y más deuda impuesta por los buitres internacionales del “déficit cero”. Por momentos los 124 minutos de Adults in the Room se sienten algo innecesarios porque hay unas cuantas secuencias que bien podrían haber quedado en la sala de edición sin que la historia ni su discurso emancipador sufriesen el más mínimo cambio, no obstante se agradece la claridad de los diálogos del director y guionista y su arquitectura orientada a señalar que los burócratas horrendos de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional son ideólogos fanáticos de la economía porque como economistas a secas son profundamente mediocres, unos diletantes de la austeridad pública y la algarabía especulativa privada que se desentienden por completo del sufrimiento que generan las medidas que imponen a los países a su merced. Más allá de la traición de los ideales de independencia por parte del gobierno de Tsipras, representados con un dejo surrealista tragicómico mediante la coreografía de Bourdoumis y compañía del desenlace, la propuesta consigue retratar con sagacidad el sustrato kafkiano de un ecosistema político global neoliberal totalmente fracasado que continúa insistiendo con recetas fallidas que a su vez derivan en crisis recurrentes e indigencia a niveles nunca antes vistos, como si la fórmula de la sumisión eterna a los dictados de los bancos de crédito y fondos de inversión sea la única realidad/ alternativa posible, una ceguera monumental que sólo la verdadera izquierda batallante puede desmantelar en el reino de los lobotomizados y los cómplices…
Unión Europea al desnudo "55 años han pasado desde su ópera prima y 86 tenía de vida al momento del rodaje; sin embargo, Costa-Gavras no ha perdido su espíritu de lucha. Esta vez, la víctima de políticas externas y relaciones de poder será su Grecia natal en una película bastante irónica que por momentos funciona y por otros no." Grecia. 2015. El mal estado de la economía llevó a una gran crisis en la nación, provocando que un nuevo gobierno se alzara con la intención de rebelarse ante las políticas establecidas por la Unión Europea y los banqueros que manejan no sólo el capital de esta unión sino del mundo. Adaptación del libro escrito por el ex-Ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis durante la crisis griega de 2015. Resulta casi inevitable la analogía entre la Grecia retratada y la Argentina de estos últimos años. Lo que hace que el espectador nacional, a diferencia de muchos otros países en donde estrena, perciba el relato desde un costado más empático y, por qué no, más humano. Desde una postura menos subjetiva, hay que decir que la película está sostenida por los diálogos, dejando poco lugar al vuelo artístico del director y relegando los aspectos técnicos al servicio de los parlamentos de Yannis Varoufakis (Christos Loulis) en su agenda política. El resultado es el de un guion dinámico que sufre un desgaste natural hacia el final producto de su extensa duración y complejidad de los temas planteados. La fotografía es chata, sin matices y la puesta en escena tiene aspecto televisivo con planos que se perciben en piloto automático. El sello autoral se deja ver únicamente en los irónicos diálogos (y un poco en el montaje), explicaciones didácticas y bajada de línea. Respecto a la banda sonora de Alexandre Desplat, el uso de música tradicional griega en cuestiones políticas muy serias genera un efecto anempático muy interesante, paródico. Lo mismo sucede con algunas escenas coreografiadas de manera teatral que generan una sensación de extrañeza o fuera de lugar. "En resumen, es agraciado ver que el maestro Costa-Gavras siga activo y dirigiendo. Pero esta película se aleja de sus trabajos más relevantes."
No hay lugar que haga más feliz a la izquierda democrática como la oposición. Desde la pureza del llano, sus líderes repiten principios y consignas, declaman párrafos textuales de los manuales económicos clásicos del siglo XIX, y, sobre todo, critican descarnadamente a quienes tienen el poder. Por tanto, cada vez que el resultado de una elección los lleva al gobierno –a veces fuera de todo cálculo–, lo primero que sacude a sus dirigentes es aquella frase que Truman Capote le atribuía a Santa Teresa de Jesús: “Más lágrimas se vierten por las plegarias atendidas que por las no cumplidas”. Esto fue lo que ocurrió en Grecia, en 2015, con el partido Syriza (Coalición de la Izquierda Radical), que llevaba como candidato a Primer Ministro a Alexis Tsipras, un político joven que durante toda la campaña le prometió a un país devorado por la recesión, la falta de empleo, de futuro y demás delicias tan habituales en otras latitudes, que ellos no pagarían la deuda externa, que aumentarían salarios y jubilaciones, que protegerían los planes de salud, que se terminaría la austeridad y se volvería a crecer; en fin, consignas que ni siquiera hace falta enumerar porque también son harto sabidas en las otras latitudes antes mencionadas. Sólo que Tsipras ganó las elecciones, y allí empezó el calvario. Costa-Gavras, después del fulgurante y precoz éxito de Z, que lo consagró hace medio siglo, no había vuelto a ocuparse de una historia de su país natal. En A puertas cerradas lo hace en profundidad, con protagonistas griegos que hablan en griego (no como los franceses internacionales de entonces Yves Montand, Jean Louis Trintignant, Charles Denner y tantos otros), y con bastante de su antigua pericia para el thriller político, y con sus simplificaciones, y con sus mañas. Su habilidad para retener el interés del espectador sigue intacta, lo cual aquí es más valioso ya que este film no es, como Z, la electrizante historia de un asesinato político, sino la crónica de la frustrada renegociación de una deuda externa. Hay que ser muy audaz para poner como protagonista de una película a un ministro de economía, y en un contexto de desencanto donde la esperanza es más nula que en la Atenas de los coroneles: en aquellos tiempos se vislumbraba el fin de la dictadura y el sueño de la democracia; hoy, con la democracia consolidada hace tantos años, una parte de Grecia emigra y la otra sobrevive como puede. “Nunca fuimos tan libres como en la Ocupación”, decía Jean-Paul Sartre al comienzo de “La república del silencio”. La película se inicia casi como Z, hasta con los saltarines compases de la música de Alexandre Desplat que citan, vagamente, la partitura histórica de Mikis Theodorakis. Un grupo de hombres, los malvados de hoy que si bien no son los coroneles de antes juegan un papel similar, observan en un televisor la marcha de las elecciones en Grecia: “Si gana Syriza”, dice el líder de ellos, el ministro de economía alemán y líder de la banca europea Wolfgang Schäuble (Ulrich Tukur), “los echamos del euro”. Schäuble no sólo encarna toda la crueldad del sistema sino que, como se mueve en silla de ruedas, Costa-Gavras se aprovecha de esa condición para duplicar su pintura de implacable villano, casi como Héctor Salamanca en Breaking Bad o Joan Crawford en ¿Qué pasó con Baby Jane? Insistimos: no es fácil hacer un thriller con ministros de finanzas, de modo que hay que echar mano a los recursos que sean. Su contraparte es el ministro griego Yanis Varoufakis (Christos Loulis), que no sólo debe enfrentar, y sin experiencia política alguna, el poder de la “troika” (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) sino también la feroz interna de Syriza, ya que él es un extrapartidario a quien Tsipras (Alexandros Bourdoumis) le ha confiado la cartera económica y la renegociación de la deuda sobre la base exclusiva de la confianza que le tiene. Varoufakis, en cuyo libro de memorias “Adults in the Room: My Battle With Europe’s Deep Establishment” se basa el guión del film, lleva siempre en su bolsillo la renuncia: él es un intransigente, Tsipras un negociador; él un halcón, el Primer Ministro una paloma: una paloma un poco peleadora, pero paloma al fin. Las reuniones con la banca europea, las cumbres en Bruselas y Berlín y los encuentros a puertas cerradas lo irán fogueando velozmente en la forma como debe comportarse si pretende seguir adelante con una propuesta que allí nadie le admite: la reforma de la “carta de intención” que lo obligan a firmar para no caer en el “Grexit” (salida de Grecia del euro). Sin embargo, claudicar sería traicionar a su electorado, y eso él no se lo permite. “¿Qué es este juego de la democracia si nadie aquí está de acuerdo con ella?”, plantea en uno de esos encuentros, con el escaso tacto de siempre y sin corbata. Como el film narra hechos históricos recientes, recordarlos no sería caer en “spoilers” como si se tratara de una ficción; pero, ya que Costa-Gavras elige su habitual camino del thriller nervioso, efectista, a veces sorpresivo (y en eso continúa siendo un maestro), tal vez sería mejor no abundar en más detalles. El film recae en alguna metáfora cursi, como aquella en que se ve al Primer Ministro como un pez espada, es decir, un duro tironeado por los pescadores (la culpa es de Varoufakis, autor del símil en su libro). Pero eso no es nuevo en Costa-Gavras: ya en Missing (1982) insertó imágenes del trote de un caballo blanco como símbolo de la libertad. Sin embargo, eso no es lo más llamativo de “A puertas cerradas”: hay una escena cuyo tenor bizarro sorprende hasta a aquellos que creían haberlo visto todo. Una escena coreográfica, onírica, ominosa, donde bailan los dueños del poder europeo, incluyendo a Angela Merkel y a… Christine Lagarde. Sí, el personaje de la canosa ex directora del FMI, a quien tantas veces vimos compartir sonrisas en las fotos con el ex ministro Nicolás Dujovne, aparece bailando en una película de Costa-Gavras. No further questions, your honor. El cine todo lo puede.
“A puertas cerradas” de Costa-Gavras. Crítica. El poder del pueblo se define en reuniones privadas. Ricardo De Luca Hace 7 horas 0 22 La nueva película del cineasta greco-frances Costa-Gavras, se estrena el próximo 2 de septiembre. El film está basado en el libro “Comportarse como adultos: Mi batalla contra el establishment europeo”, escrito por Yanis Varoufakis, ex ministro de finanzas griego, quien narra su enfrentamiento con la dura crisis económica del país y las difíciles negociaciones de la deuda. Además de denunciar el sombrío funcionamiento de la Unión Europea. El director vuelve a estrenar un largometraje luego de siete años y su retorno llega en tiempos donde la crítica social ha quedado algo relegada, por un cine superficial, colmado de efectos especiales y con el único objetivo de entretener a los espectadores. En “A puertas cerradas”, Costa-Gavras fiel a su estilo desembolsa una historia inspirada en hechos reales, haciendo foco en la situación socio-económica de Grecia y su período crítico del año 2015. El compromiso permanente en toda su filmografía es nuevamente evidente generando un cine político y social, de reflexión y por lo tanto, también de opinión. De esta manera, mediante una exploración ficcional se observan los desafíos del gobierno de Alexis Tsipras en sus primeros cinco meses de gobierno, en plena crisis económica. La trama se desarrolla desde el punto de vista del ministro de finanzas, Yani Varoufakis, a quien la cámara persigue sin perder el rastro en cada una de sus acciones, dentro de las reuniones que se llevan a cabo, entre los líderes políticos europeos. En este sentido, se exponen los diversos enfrentamientos versus el FMI, la Unión Europea y los enviados de bancos internacionales en busca de negociar la deuda y de eludir lo que puede ser la debacle social de Grecia. De esta forma, una interminable ronda de reuniones, en donde las largas conversaciones podrían desembocar en un relato lento, se presentan con gran maestría, de manera intimista y buen ritmo. Escenas que se acompañan con la maravillosa música del compositor Alexandre Desplat, ganador de dos Premios Óscar por sus bandas sonoras, para las películas “El Gran hotel budapest” y “La forma del agua”. Así, el octogenario cineasta, un autor comprometido con un cine político y social, pero sobre todo de denuncia, involucra al espectador a prestar plena atención y compromiso. Al enfrentarse a la cruda verdad que se vislumbra sobre los organismos financieros europeo y sus propuestas económicas, que no denotan ni un mínimo de desvelo sobre la pobreza y desigualdad de un pueblo, sino por el contrario, se encuentran impacientes por no dilapidar sus intereses y privilegios. En conclusión, una película que centra el foco en un específico territorio en particular, que podría parecer lejano. Sin embargo, el espectador, con certeza y sin importar a que región pertenezca, podrá sentir una clara
¿Si estuvieras en mi lugar firmarías el acuerdo? El cineasta franco-griego Costa-Gavras, creador de «Lumière y Compañía» (1995) y «Desaparecidos» (1982) nos trae su largometraje número diecinueve, un apasionante relato sobre la búsqueda de liberación económica de Grecia en 2015 y lo que tuvo que transitar Yanis Varoufakis, el entonces ministro de finanzas en el gobierno de Alexis Tsipras. «Durante 7 años los griegos vivieron bajo el peso de una deuda abrumadora. La elección de un nuevo gobierno representa la esperanza de la prisión de la deuda». Basada en la novela «Adults in the Room: My Battle With Europe’s Deep Establishment», la película se centra en el rescate financiero de Grecia en el año 2015 y la situación a la que Yanis Varoufakis tuvo que enfrentarse. Las falsas garantías e intimidaciones que recibió por parte del resto del gobierno, mientras que el partido de izquierdas tomaba el control de Siria, fueron algunas de las presiones a las que el Ministro de Finanzas tuvo que hacer frente en aquel año. «A puertas cerradas» está centrada en los primeros meses del nuevo gobierno, y las complicadas negociaciones del salvamento de Grecia ante un sistema económico en crisis. Una lucha encabezada por Yanis Varoufakis (Christos Loulis), ministro de finanzas, que muestra las tensas reuniones del Eurogrupo, junto a diversos organismos económicos como el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea que impone a Grecia la austeridad, donde la humanidad y la compasión son ignoradas. Dos hombres traen nuevas esperanzas para Grecia con el objetivo de lograr el resurgimiento y crecimiento del país e intentando renegociar la reconstrucción de la deuda buscando absolver parte de ella y así poner fin a la austeridad. Varoufakis lleva sus propuestas para salir de la crisis humanitaria con reformas para combatir la corrupción y los privilegios de la oligarquía, pero nadie estaba dispuesto a ceder si ello implicaba una baja del capital. Un guion magnífico, plasmado con teatralidad impactante, una fluidez narrativa brillante y escenas reveladoras que nos adentran, mediante profundidad y tenacidad, tanto en los blancos como los negros de la política. Un drama punzante con algunos tintes de suspenso, donde la trama se desarrolla de forma muy inteligente ante el enfrentamiento del gobierno griego con la Unión Europea. La interpretación tan sólida, eficaz y convincente de Christos Loulis es de un disfrute inolvidable. Es admirable la firmeza, la persistencia de un independiente en la política tan patriota que cala hasta lo más hondo y que muestra su batalla mientras trata de hacer todo lo posible para aplastarlos. Todo esto albergado dentro de una atmósfera opresiva y tenaz que ofrece la cinta de principio a fin. Para aquellos interesados en la política degustarán una cinta magistral, la cual no acentúa una postura, no toma partido por Varoufakis o por aquellos en el gabinete que tenían otras ideas, sino que trata de estar cerca de la realidad. Incluso mantiene muchos puntos en común con la historia de Argentina. Es muy interesante cómo trabajan los países europeos con esto, de una manera muy negativa, tienen el dinero y no se preocupan si el pueblo sufre o no, y sólo quieren que vuelva a sus arcas sin importar nada. En síntesis, «A puertas cerradas» es un drama basado en hechos reales atrapante sobre una problemática muy específica que retrata los extremos esfuerzos ante debates y discusiones para salvar a Grecia de la ruina financiera. Una película potente, entretenida, didáctica, que expone la situación económica y política del país desde una perspectiva muy filosa.
El director de Z, La confesión, Desaparecido y Amén vuelve al cine después de siete años con una película basada en el libro escrito por el ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis durante la crisis de 2015. Allí narra las enormes dificultades que debió enfrentar cuando, con su país sumido en una crisis terminal muy similar a la de la Argentina en 2001, tuvo que negociar con la Unión Europea y con las élites locales un nuevo programa económico. Una batalla nada sencilla, en tanto para Costa-Gavras todos los funcionarios tienen un perfil más cercano al de los maquiavélicos villanos de James Bond que al de un político, por más intransigente que sea. Durante poco más de dos horas, A puertas cerradas sigue al funcionario en su largo derrotero por reuniones, congresos y entrevistas cada cual más difícil que la anterior y donde debe negociar arrinconado contra las cuerdas. Y el muchacho es un negociador salvaje, capaz de plantarse ante quien sea. Tanto que por momentos parece un asambleísta universitario y no un ministro de altísimo nivel de exposición. Costa-Gavras sabe que filmar una película sobre una crisis económica y sus efectos políticos, con su por momentos inescrutable lenguaje técnico, debe ser digerible para no iniciados. Un desafío similar al de La gran apuesta. Si allí el inevitable didactismo se lograba exhibiendo en primer plano el artificio, con los propios protagonistas explicando a cámara qué estaba pasando, aquí se adopta una línea similar, solo que son los políticos hablando entre ellos. ¿Alguien puede creerse que un ministro le explique a la presidenta del FMI en qué consiste una economía heterodoxa? ¿Y qué le diga que los principales afectados son los ciudadanos? El resultado es un film entretenido, de ritmo constante y cercano al thriller, pero también uno donde la denuncia, la voluntad de señalar culpables e inocentes y dividir el complejo sistema económico entre buenos y malos, tiene más peso que cualquier elemento dramático. Seguramente Varoufakis, pintado como héroe luchando contra todos, haya quedado muy contento con la película.
A sus 86 años de edad el cineasta franco griego Costa Gavras sigue fiel al thriller político que lo caracterizó desde sus comienzos con Z (1969) y en gran parte de su filmografía posterior (La Confesión, Estado de Sitio, Amén), pero su madurez se ajusta a los cambios de paradigma en relación al dominio económico por sobre el ideológico que nutrió a sus películas de los setenta. En Adults in the room (2019) narra la crisis social y política de Grecia en el 2015, bajo un tono tragicómico donde ironiza y destruye la imagen de los grupos de poder concentrados. Y lo hace no sólo desde el título mismo de la película sino también desde el retrato que construye al exponer las internas, las pujas de dominio y el manejo despiadado de los países e instituciones que integran la Unión Europea, encabezada por Alemania junto al Fondo Monetario Internacional que a expensas de beneficiarse, someten a los griegos a sobrevivir mediante su plan de recortes salariales, suba de impuestos, y ajustes caprichosos en la economía, empujando al pueblo a un futuro incierto dominado por una crisis eterna. (Y nosotros algo de eso sabemos). Basada en el libro del exministro de finanzas griego, Yanis Varoufakis “Comportarse como adultos: Mi batalla contra el establishment europeo” (2017), la historia se traspasa al cine donde el protagonista es el exministro de finanzas interpretado por Christos Loulis (que se monta el personaje al hombro con un idealismo exultante), desde donde relata la odisea que vivió el partido de izquierda Syriza, tras haber ganado las elecciones presidenciales en el 2015. Su partido encontró un país en grave crisis socioeconómica e institucional, al que prometió sacar adelante, levantar la economía y apostar al crecimiento, renegociando la deuda en la que estaban sumergidos. La película parte de un registro documental que toma imágenes sobre aquellas jornadas en las que el pueblo, luego de siete años de recesión, le ponía las fichas a sus nuevos gobernantes y ansiaba un alivio para sus vidas. Pero inmediatamente, ese inicio esperanzador nos sumerge en el recorrido laberíntico y agotador del ministro de finanzas por los principales países de la eurozona a fin de presentarles el plan de renegociación de la deuda. Frente a una situación extrema que parece siempre a punto de explotar, la tensión se distribuye como en un juego de estrategia en el marco de esas reuniones a puerta cerradas en la que todos apuntan contra la misma víctima: Grecia. Costa Gavras atina con solidez a mostrar la intimidad e hipocresía de interminables negociaciones y memorándums que se redactan de cara a cómo impactan en los medios, frente a los cuales, preocupa más la imagen que favorezca a sus propios intereses que el contenido argumental de una idea. A tono con la temática, las caracterizaciones asociadas a referentes como Crhistine Lagarde o Angela Merkel resultan en la medida que ponen al descubierto las contradicciones, el sometimiento, el compromiso y las tradiciones partidarias en torno a la personalidad del Primer Ministro (Alexandros Bourdoumis), como del resto de su gabinete. Atento al impacto en el espectador, Costa Gavras parte de la crisis griega para proyectar una problemática que afecta a muchos países de latinoamérica, pero al hacerlo la película se vuelve un tanto verborrágica, pedagógica y demasiado explicativa, al tiempo que intenta demostrar la fragilidad de los sistemas democráticos y la necesidad de mantener pueblos subyugados. Ganadora del premio de Donostia en la 67 Edición del Festival de San Sebastián, A puertas cerradas combina diversos géneros, fusiona la realidad con la ficción, y agrega para matizar algunos elementos del teatro griego y una coreografía musical que invita, de una manera muy particular, a reflexionar sobre los mecanismos económicos dominantes. A PUERTAS CERRADAS Adults in the Room. Francia, 2019. Dirección y guion: Costa Gavras. Libro: Yanis Varoufakis. Intérpretes: Christos Loulis, Alexandros Bourdoumis, Ulrich Tukur, Josiane Pinson. Edición: Lambis Haralambidis. Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Giorgos Arvanitis. Distribuidora: CDI Films. Duración: 127 minutos.
Texto publicado en edición impresa.
La realidad como base, y el pulso de un director como Costra Gavras que a sus 96 vitales años adapta el libro autobiográfico de un joven ministro de economía y transforma ese material arduo, difícil, en una obra de suspenso, muy entretenida, informativa, con su visión política. Se trata nada menos que de la peor crisis que sufrió Grecia en el 2015, cuando fue electo como primer ministro Alexis Tsipras, con su país en la ruina financiera con una deuda de más de 300 mil millones de euros. Lo que se ve, recreado con grandes actores, todos con el nombre de pila de cada uno de los protagonistas reales, tiene un pulso electrizante. Un joven experto en finanzas, el ministro de economía, que quiere lograr rearmar a su país que se enfrenta a los verdaderos pesos pesados del poder: el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Las idas y venidas, los pre- acuerdos, las falsedades de promesas que no se cumplen y una burocracia que conoce perfectamente lo que quiere. Solo se trata no dar malos ejemplos para que en el futuro no se multipliquen los reclamos. No es una visión edulcorada de una realidad terrible producto de años de malas gestiones y mentiras. Es la tarea de un hombre empeñado frente a quienes prácticamente manejan las finanzas del mundo. Lo que ocurre a puertas cerradas y casi nunca se sabe públicamente, recreado con una tensión increíble.
"A puertas cerradas", de Costa-Gavras, sobre libro de Yanis Varoufakis En 1969, con Z, Constantin Costa-Gavras (Grecia, 1933), logró sintetizar una fórmula que si bien no carecía de antecedentes (la notable La batalla de Argelia, Gillo Pontecorvo, 1966), alcanzó su consumación en aquella película. Se trataba de abordar hechos políticos álgidos (una conspiración de derecha digitada desde las altas esferas del poder, la tortura a la que los servicios de seguridad soviéticos someten a un ciudadano, el secuestro de un embajador estadounidense por parte de un grupo guerrillero) con formato de thriller. Esto es una narración veloz, dinámica, tensa, electrizante. Siempre con un héroe en el centro, factor de identificación con el espectador. Ese héroe fue encarnado indefectiblemente, en sus películas más famosas, por Yves Montand, ideal a la hora de interpretar hombres capaces de mantener la dignidad en los peores trances. Tanto que en Estado de sitio (1972), realizador y protagonista hicieron de un embajador estadounidense en el Uruguay de los primeros 70, ex funcionario de la CIA (el auténtico Dan Mitrione), la víctima casi inocente de un irredento grupo de Tupamaros. En el curso del tiempo Costa-Gavras se mantuvo mayormente fiel a su marca de fábrica, con ejemplos notorios como Missing (1982). Dos años atrás, a los 86, abordó la historia recentísima de su país natal en Adults in the Room, presentada en los festivales de Venecia y San Sebastián y que se estrena ahora en Argentina, con el título A puertas cerradas. El año es 2015, cuando el país helénico cae en una debacle económica producto de las políticas del FMI, y el partido de izquierda Syriza gana las elecciones por amplio margen, levantando un programa de anti-austeridad como bandera. De apropiado título en castellano, el decimonoveno film de Costa-Gavras tiene por protagonista al Ministro de Economía del gobierno de Alexis Tsipras, Yanis Varoufakis (Christos Loulis), quien terminará dimitiendo apenas seis meses después de su asunción, ante la imposibilidad de sostener su cruzada contra el FMI (esto no es un spoiler, está al comienzo). Basada en un libro de memorias del propio Varoufakis, A puertas cerradas es lo que podría llamarse “film de gabinete”. Duro en su postura, el nuevo ministro viaja de Atenas a París, de París a Londres, de Londres a Berlín, de Berlín a Bruselas y de regreso a Atenas, manteniendo en cada una de esas capitales tensas reuniones con sus colegas de la “troika” europea, reforzada por la presencia de la mismísima Christine Lagarde (Josiane Pinson). A cualquier interesado en la política de alto nivel le despertarán curiosidad los entretelones de esa encrucijada, y al espectador argentino doblemente. Sin embargo, con un poco de malicia podría decirse que un noticiero es más divertido, más intenso, más cinematográfico que este par de horas de reuniones con mala cara entre gente de traje. Hasta el punto de que el look descontraído de Varoufakis tal vez sea lo más emocionante.
El nuevo film de Costa-Gavras es una adaptación del libro escrito por el exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis durante la crisis griega de 2015. El legendario realizador político, autor de films como Estado de sitio, Z y Desaparecido hace años que no realiza una película a la altura de aquellos clásicos. Habría que, por otro lado, que tan bien han envejecido aquellas películas. Pero lo que importa acá es que el director vuelve a combinar sus ideas de género como el contenido político. Lamentablemente todo en él ha envejecido. Basta compararla, por ejemplo, con un título reciente como The Big Short para darse cuenta de que el pulso de Costa-Gravas ha quedado muy lejos de ser interesante o entretenido. El didactismo de algunas escenas, entre los propios personajes, que se explican entre sí la economía delante del espectador, es bastante ridículo. El concepto de buenos y malos estereotipados choca de frente con la propuesta adulta que el film anuncia. Y dos o tres momentos artificiales, teatrales, poéticos, le dan el golpe de gracia a esta película sin gracia, fuera de época a pesar de tratar un tema reciente.
Costa-Gavras expone la crisis griega del 2015 Basada en una historia real, el director nos sumerge en una ola económica que trata de no dejar a nadie afuera. Adaptando el libro escrito por el ex-Ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis, A puertas cerradas (Adults in the room, 2019) desmenuza la profunda caída de la economía en Grecia. A partir de allí, y con la llegada de un nuevo gobierno que busca rebelarse ante la Unión Europea, los más de 120 minutos de largometraje entretienen e informan en partes iguales. Capaz de hacer ficción una realidad digna de documental, el realizador griego maneja con habilidad el pasaje de hacer carne cada registro de las memorias. “La idea de una película surgió cuando comprendí la trampa de empobrecimiento e impotencia en la que estaban atrapados la mayoría de los griegos”, expresa Gosta-Gavras dejando bien asentado su propósito: el darle voz a un pueblo víctima de malos gobernantes. Nada alentadora, pero muy necesaria, el film exterioriza los años de una administración llena de errores. Un docudrama con aristas teatrales, crudo, pero también ameno. Tal vez un poco extenso en su duración (un segundo acto con escenas prescindibles), pero capaz de instruir en una propuesta ATP sobre un hecho verídico. Cabe destacar el desempeño de su reparto, pero sobre todo el trabajo de su protagonista. Christos Loulis se pone en la piel de Yanis Varoufakis y brilla con cada gesto y discurso. Con algunos detalles que nos recordarán a los políticos y las políticas de este lado del océano, A puertas cerradas nos brinda las cartas necesarias para cautivarnos, enseñarnos y reflexionar sobre las políticas económicas pero con la atracción justa, tal como si estuviéramos mirando una buena película.
El realizador griego Costa-Gavras es un auténtico grande de la cinematografía mundial y garantía asegurada de un producto fílmico que respalde su intención en la consecución de un arte comprometido. A sus ochenta y ocho años de edad, se erige como un ejemplo más de esa estirpe de realizadores inoxidables que se mantienen activos y otorgando calidad a la cartelera cinematográfica actual. Perteneciente a la generación de un Clint Eastwood, de un Roman Polanski, de un Jean-Luc Godard. Allí está el inclaudicable maestro, dispuesto a ejercer el compromiso intelectual hacia los temas que aborda. Su cine destila una profundidad que invita a compartir la mirada del realizador, convite poco frecuente al pensamiento y el juicio ético. La relevancia de Costa-Gavras como realizador se remonta a fines de los ’60, donde con “Z” (1969), inauguró ese subgénero tan abordado como el thriller político anti-convencional, sentando bases y estableciendo ritmos y estructuras que han permitido a diversos cineastas aproximarlo a lo largo de los años de modo referencial. “Desaparecido” (1983) resultó otra gran obra de su coscha sobre la dictadura militar en Chile, mientras que “Amén” (2004) fue su trabajo acerca de la intervención de la Iglesia Católica en la barbarie del genocidio nazi. Jamás escapando a la polémica, su cuerpo de trabajo está atravesado por el factor político y la incorrección. “A Puertas Cerradas” llega a nuestras pantallas dos años después de su rodaje, revisando un episodio en la historia reciente de Grecia, y analizando, de modo pormenorizado, las implicancias económicas y sociales que una debacle política provocara. Crisis exterior, endeudamiento interior. Para todo espectador perteneciente a estas latitudes tercermundistas, no resultará ajeno la sensata radiografía trazada por el cineasta. Costa-Gavras desnuda síntomas de un sistema perverso, mostrando los rostros de aquellos titiriteros del poder, quienes guardan en su potestad de decisión el destino de aquellos que ejercieron el voto de confianza, posibilitándoles ocupar un cargo público al que no rendirán el mínimo honor. Pero la ecuación es infinitamente más compleja, laberíntica y maquiavélica. No se confunda al etiquetar el presente film bajo la consabida fórmula del thriller político: “A Puertas Cerradas” es una fábula social, tan negra y cínica, en tanto y en cuanto examina las precisas maquinarias de las altas esferas de mando. Confronta ideologías, creencias, idiosincrasias y fríos números estadísticos. Realiza un itinerante recorrido por las principales capitales europeas, pero su fin no radica en convertirse en una postal turística. Salvo pequeños traslados en transporte público y escalas en aeropuertos, todo lo relatado ocurre dentro de suntuosos palacios de poder. Apreciamos la arquitectura de cada uno de ellos, podemos pensar que tales lujosos salones han sido anfitriones de recurrentes encuentros cumbres en donde la perversidad del poder haya dictado la suerte del más débil eslabón social. Ya conocemos las respuestas a las siempre repetidas preguntas de ocasión. El arte de mentir y disimular. Hay algo de teatral en la reconstrucción que realiza Costa-Gavras de la serie de reuniones políticas que buscan torcer el rumbo y evitar la catástrofe. Allí está la ironía a flor de piel del autor y también su encomiable experiencia tras de cámaras. Sabe congeniar la naturaleza de estos grupos de poder, enfrentados en sus egos, miserias e intereses. Por momentos, parece una auténtica Torre de Babel, en donde cada uno habla su idioma, y este detalle dice mucho acerca de la identidad y voz del relato, sobre todo cuando la voz en off (la conciencia del protagonista) nos cuenta a nosotros (espectadores) pormenores que anticipan lo que va a ocurrir. Y lo hace en lengua inglesa. ¿Les parece casualidad? Corrido el punto de focalización y advertidos de la universalidad de lo falaz, ya somos parte del relato y convertidos en convidados de honor al banquete, poseyendo un grado de información sobre los acontecimientos que será vital. En cada encuentro entre los representantes de estas potencias en puja habrá abundante comida autóctona y bebidas ingeridas en abundancia, acaso haciendo más agradable tan tensa negociación. Se trata de reuniones multitudinarias, cuya planificación escénica tiene un profundo sentido coreográfico. El autor no deja detalle librado al azar, y cada elemento dispuesto en el plano nos hace partícipes de tales recreaciones con profundo sentido del ritmo cinemático y la progresión gramatical del lenguaje. Costa-Gavras concatena planos y contraplanos, escenas que se apoyan en una cámara movediza y secuencias que destilan frescura y originalidad. La cámara del experimentado autor inspecciona pasillos ultra transitados, se desliza por interminables escaleras, se detiene en adornados mobiliarios o contempla, a través del cristal de las ventanas, la fisionomía y belleza atemporal de algunas urbes emblema del Viejo Continente. A medida que el film avanza, la idiosincrasia de cada nación saldrá a la luz: cada una ostenta orgullosa sus raíces y principios. Mordaz, Costa-Gavras enfrenta posturas y reaviva miserias, también referencia a la Grecia antigua como cuna del saber y la cultura. No escatimará citas a Mark Twain o The Beatles, en enésima burla del coeficiente intelectual que poseen aquellos encargados de tomar decisiones claves sobre el bienestar popular. Podría el autor, en este preciso momento, calzarse las ropas de un ácrata de pies a cabeza. “A Puertas Cerradas” puede resultar amarga y sin concesiones, también demasiado críptica para quien no encuentre estímulo intelectual en adentrarse en estos codiciosos y viciados mecanismos de la vida política. Sin embargo, si apreciamos esta parafernalia de la impostación y la conveniencia como, un gran acto de absurdo, validaremos nuestro sentido del humor. Allí está la sabia habilidad de un narrador de pura cepa para sumergirnos en el epicentro de esta batalla librada por los hombres de traje gris. Una perspectiva en donde el fin justifica los medios: la abierta crítica al sistema social y sus manejos políticos se coloca en las antípodas de la milenaria tradición. Son las ruinas aristotélicas de Atenas. Y es la clase dirigencial el blanco perfecto, aquí no vemos al pueblo. O en todo caso, cuando lo vemos, a través de una pantalla de TV, parece lo suficientemente lejana y diluida, como para incomodar el gesto adusto de la clase dirigente, siempre dispuesta a soltar una frase de tibio compromiso a flor de labios. O, si se atreve a enfrentarlos, ensaya una tibia aunque amenazante marcha de silencio. Con un hondo sentido moral, Costa-Gavras cuestiona al capitalismo salvaje y sus ejecutores, a la globalización y sus consecuencias; temáticas a las que el cineasta refiere con permanentes apreciaciones mediante usos del lenguaje visual que acentúan el carácter de denuncia y la crítica comprometida que empuña. Y lo hace con total soltura y vuelo estético: característica música griega resulta un inmejorable acompañamiento de la acción, una cámara jamás estática examina rostros en primer plano y aborda, con absoluto detallismo, el lenguaje gestual (palmadas efusivas, aplausos estruendosos, apretones de manos que sellan pactos con el diablo, dedos índices inquisidores, miradas desconfiadas, sonrisas cómplices) de aliados por la causa o enemigos íntimos que recelan la prominencia de tal o cual nación dentro del mapa bursátil europeo. La provocativa visión de Costa-Gavras acerca del mundo y sus circunstancias se mantiene inalterable al paso del tiempo, sabiendo cotejar las consecuencias catastróficas de un acontecimiento político reciente. Su aguda mirada evidencia un artista por siempre abanderado de las causas sociales y políticas del hombre de su tiempo. Premiada en numerosos festivales europeos, “A Puertas Cerradas” eleva su inquietud autoral y profana el manual de campaña político para todo candidato funcional a la farsa, en tiempos donde las urnas vuelven a abrirse y las campañas mediáticas a proliferar…con el mismo descaro de siempre.
“A puertas cerradas” de Constantin Costa-Gavras. Crítica. La película que cuenta sobre la crisis económica de Grecia y deja una clara lección política. En “A puertas cerradas” de Costa Gavras nos encontramos ante un film en el que el argumento, la historia, el asunto, sobrepasa ampliamente al arte de hacer película.undefinedEn este caso, Costa Gavras, a sus 88 años, luce tan activo y punzante como en aquella “Z” de sus principios. Cómo leer, desde esta sección de ‘Diván del cine’, algo acerca del factor que tiene más incidencia en la vida cotidiana de la humanidad: la explotación del trabajador por parte de los dueños del capital, la acumulación y el efecto “invernadero” que produce el obsceno deseo de riqueza de parte de un 1% de la población mundial. El hombre es el lobo del hombre. No acuerdo con aquellos que ven en esta película -que está basada en el libro de Yanos Varoufakis “Adultos en la sala: mi batalla contra el profundo establishment de Europa”, quien fuera ministro de finanzas del nuevo gobierno de izquierda, que ganó las elecciones en Grecia en el 2015, Syriza- guiños de humor y cierta ironía. Considero que la ficción (el guion se apoya en el libro y evoluciona en otro género, no tan periodístico) es un fantástico acceso a la verdad. Uno de tantos ejemplos en este sentido es “La rebelión en la granja” de George Orwell, que bajo la forma de un cuento largo de animales de una granja, muestra el funcionamiento de la sociedad capitalista de mitad del siglo XX. El film de Costa Gavras es muy serio, en el buen sentido de la palabra, por más que haya guiños y escenarios que podrían dar lugar a la sonrisa. Ahora bien, las dos horas de encierro pasan muy rápido. De pronto, nos encontramos participando de los contubernios, chantajes, presiones dialécticas, amenazas, extorsiones, engaños y argumentos cargados de ideología capitalista, los que más o menos se produjeron luego que el primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, entrara en función, ya lejos él de sus discursos electorales. La promesa a quienes lo votaron había sido: no al pago de la deuda externa por ilegítima y consecuencia del chantaje bancario ante las crisis financieras de Grecia. Pero ese romance se diluyó a los pocos días, porque los poderes económicos del mundo, la Troika como lo llaman, tiene sólo un camino para Grecia: o paga, ajusta, se somete al poder de los dueños del capital (que ni siquiera son los gobiernos de turno de los países Europeos) o Grecia queda expulsada del Euro (Grexit). Todo el film es la larga agonía, la renuncia a las convicciones socialistas de cambio de estructuras, para acomodar la locura del pago de una deuda impagable, bajo el escenario amenazante de la fuga de capitales, cierre de los bancos, colapso, etc. El miedo del otro/ el miedo por el otro. Algo para tener en cuenta, es que esta película puede tomarse también como un documento de lo que es el “cambio climático planetario” que estamos viviendo. Porque tiene la misma estructura: es un círculo vicioso que los dueños de las fuentes de producción no quieren ni pretenden cambiar, dejar drásticamente de consumir combustibles fósiles, desacelerar el exponencial desarrollo de las tecnologías extra-activistas, esperando que la naturaleza sea la socia de la explotación. Costa Gavras hace hablar a algunos de sus personajes en esos términos: ¿Cómo cortar el círculo vicioso del capitalismo? ¿Cómo cortar el círculo del calentamiento global? Son círculos concéntricos. Se ve venir la salida (exit) del ministro cuando escuchamos que de lo que se trata es de llegar a una “solución de compromiso”. A eso lo llamamos un síntoma, o sea, una negociación entre dos deseos. Europa quiere hacer creer que la política debe de subsumirse a la economía. ¿A cuál? En cierto momento Yanos, el ministro, pregunta que si eso fuera así, entonces ¿para qué tener elecciones? Minutos encerrados discutiendo sobre si la palabra “ajuste” es peor o mejor que “enmienda” o “compromiso”. Por allí se lo escucha al ministro de finanzas de Alemania exigir el pago de la deuda hablando a la manera de Shylock, el usurero de la comedia de Shakespeare. Pide la libra de carne no importa las consecuencias. En otros momentos el ministro no sabe de qué lado está su propio primer ministro. Esta película debe de ser una lección de política para todos los gobiernos que se manejan con la izquierda… pero hacen los cambios con la derecha. Cambiar todo para que nada cambie. Ganar tiempo… para convencer a la ciudadanía -que está pagando con su trabajo, su salario y su vida, las ganancias del gran capital- que este modelo promete el bienestar (cuando todo indica que cada día hay más pobreza). Grecia, o Argentina: el famoso discurso de “la herencia recibida”; hasta tienen los mismos colores en la bandera. Aceptar la herencia, eso habla de un parentesco político (aunque se peleen entre ellos). Si ya está probado que éste modelo no sirve, ¿para qué insistir con lo mismo? ¿Por qué no optar por otra salida (con otro tipo de riesgo) del encierro de la prisión de la deuda eterna y externa? Para quien todavía tiene esperanzas de que el zorro sea el que cuide al gallinero, el film de Costa Gavras nos muestra que el baile del final, no es ninguna alegoría. Crítica: Mario Betteo
Costa-Gavras dirige una película política, irónica y entretenida sobre Grecia durante la crisis de deuda del 2015.
ESTANCAMIENTO GENERAL Sinónimo de cine político mainstream entre los 70’s y los 80’s, el griego Costa-Gavras siempre se ha mantenido dentro de la industria aunque su voz se ha ido apagando con el paso de los años, sobre todo porque su estilo remeda al cine de otros tiempos y sus mecanismos son un poco los de esa apolillada etiqueta del “cine arte” que todavía sobrevive en una generación de espectadores adultos. En verdad el silencio de su obra tiene más que ver con lo envejecidas que se ven sus películas antes que con el lugar de privilegio que ocupa: por ejemplo A puertas cerradas, su última obra, ha conseguido nominaciones en diversas entregas de premios y ha pasado por la programación de distinguidos festivales. Es decir, para la industria del cine europeo Costa-Gavras permanece como un nombre propio de peso cuando hablamos de películas que miran y denuncian la realidad. En A puertas cerradas esa realidad está a la vuelta de la esquina: el octogenario director narra un conflicto que conoce de cerca, la reciente crisis económica griega y las negociaciones que llevó adelante el ministro de economía Yanis Varoufakis ante los organismos de financiamiento y la desconfiada comunidad europea. A puertas cerradas, el oportuno título local, es una síntesis perfecta de lo que son los 124 minutos que dura el film: una serie de reuniones, encuentros, discusiones y tensiones varias, dadas en despachos y salas de reuniones de la alta política europea. Y lo es mucho más que el título original de Adultos en la habitación, tomado de un libro escrito por el propio Varoufakis, y que parecería contener un tipo de ironía que le es lejana al espíritu de Costa-Gavras. La ausencia de espíritu lúdico, para una historia que parece reclamarlo a cada segundo, es una de las grandes falencias de la película. Lo otro es cómo Costa-Gavras construye un mundo de buenos y malos sin ninguna sutileza y, mucho menos, riesgo de confrontar con el espectador. La falta de complejidad es la que vuelve todo bastante subrayado y didáctico, con personajes que explican cosas que resultan demasiado básicas para los cargos que ocupan. Y por supuesto reiterativo, tanto que en determinado momento A puertas cerradas se estanca como las negociaciones que lleva adelante el ministro griego. Hay claro que sí solidez en un reparto sin fisuras y un manejo de la narración que demuestra oficio. Pero no mucho más que en eso en un film que, para colmo de males, elige terminar con una secuencia simbólica y surreal, que resulta absolutamente anticlimática. Se podría decir que, con más y con menos, el cine de Costa-Gavras fue siempre así, pero también es cierto que antes había un brío que posiblemente tapara las fisuras que se ven aquí.
Lo nuevo del director griego Costa-Gavras gira en torno a la crisis económica de Grecia contada desde el punto de vista del economista de izquierda Yanis Varoufakis, en cuyo libro se basa la película. En 2015 accede al poder en Grecia un grupo de izquierda cuyo líder. El Primer Ministro designó inmediatamente como Ministro de Finanzas al diputado Yanis Varoufakis. La película retrata los seis meses que este ministro se la pasa negociando con diferentes entidades políticas y económicas europeas sobre la deuda heredada del gobierno anterior, en el marco de una severa crisis económica. Una leyenda nos pone un poco en contexto ni bien empieza la película. Durante siete años los griegos vivieron bajo el peso de una deuda abrumadora y ahora la elección de un nuevo gobierno representa la esperanza de la prisión de la deuda. Sin embargo, si hay algo que sabemos acá también, es que no puede resultar fácil. «A puertas cerradas» sigue casi exclusivamente a este economista en sus viajes y encuentros donde muchas veces se dice una cosa para luego hacer otra. Es un proceso que parece largo, repetitivo y muchas veces muy frustrante. Costa-Gravas consigue brindarle un ritmo dinámico a una historia que gira toda en torno a lo político. Quizás por esto es que los personajes no tienen mucho desarrollo por fuera de su función; de hecho suelen ser todos retratados como los buenos o los malos, sin mucha media tinta. «Hay promesas electorales y está la realidad», se remarca. En algunos momentos que pueden parecer aislados y azarosos, se suma la voz en off de su protagonista que indaga en lo que sucede en la cabeza de este hombre que se encuentra enfrentándose a entidades enormes que no planean hacerle su trabajo nada fácil. Y lo que está en juego es la gente de su país, el pueblo ni más ni menos. En general el tono parece casi de documental histórico con algo de thriller político y algunas escenas rozan lo satírico. Al final de la tragedia se cuela una escena que juega un poco más con la interpretación, con una coreografía casi tan absurda como todas las vueltas que dieron antes. La música de Alexandre Desplat complementa muy bien. Destacable también Christos Loulis como Vaorufakis. Pero si bien empieza con fuerza, a lo largo de sus dos horas de duración puede resultar un poco hermética en especial cuando se torna demasiado técnica en datos económicos. Buen ritmo, mucho diálogos y mucho entramado político, «A puertas oscuras» reconstruye desde adentro la crisis económica en Grecia. Ideal para quienes quieran introducirse y entender un poco cómo funciona el terreno donde se maneja todo.