El personaje de Nia Vardalos está actuado por ella de forma tal, que parece una continuidad de sus anteriores películas. Si bien es simpática, es una actriz que hace...
Andy Warhol decía: “la fama solo dura 15 minutos”. Pero algunos todavía no lo creen. O sea, ciertos actores y actrices, siguen vigentes después de más de 50 años de carrera. Pregúntenle sino a Michael Caine, quién agarra cualquier proyecto que le cae en sus manos, y no tuvo, al menos que yo recuerde, un periodo malo en su filmografía. Todos tienen sus altos y bajos, pero Michael Caine, no. La clave fue la renovación continua, que Caine hizo constantemente. Bueno, Nia Vardalos, tuvo solo un éxito, y a menos que se renueve, será el único. Allá por el 2002, esta comediante, que provenía del stand up, y solo había interpretado roles secundarios en sitcoms y alguna que otra comedia olvidable, escribió y protagonizó Mi Gran Casamiento Griego. Una simpática, pero demasiado sobrevalorada comedia romántica, sobre una chica no demasiado agraciada, torpe, pero graciosa que se pone en pareja con un galancito de telenovela (John Corbett) y lo lleva a conocer a su familia griega. Con elementos que recordaban a la serie La Niñera, y un humor similar, esta película producida por Tom Hanks y Rita Wilson, se convirtió en el éxito sorpresa del año. La clave, fue el excelente elenco de comediantes veteranos que componía la familia y la gracia de Vardalos, y no tanto la historia en sí. Quizás alguno pensó, que esto significaría un trampolín para Vardalos, y le dejaron que llevé la película a la televisión con una sitcom que no duró ni media temporada (incluso no se llegó a estrenar en Argentina). Pero Vardalos no renunció, y escribió 2 comedia más que tuvieron menos suerte aún: Connie & Carla (que contaba con la participación de Toni Collette) y Mi Vida en Grecia. Guiones no demasiado ocurrentes y precisos, directores con menos personalidad que De la Rúa, llevaron a Vardalos a tomar una decisión extrema por retomar sus 15 minutos de fama: dirigir su siguiente guión ella misma. Lo más sorprendente de Al Diablo con el Amor! es que la dirección no falla. De hecho, tiene un par de elecciones estéticas interesantes (el color pastel de cada escenario), un par de planos fijos interesantes. Digamos que Vardalos, leyó el manual del director primerizo y lo siguió al pie de la letra. Visualmente, puede tratarse de un director de comedias con 50 años de experiencia o de una ópera prima. No molesta lo visual. El problema es el guión. Vardalos no aporta una sola idea original. La historia es muy simple: la dueña de una florería es la consejera de citas del barrio. Pero según ella, las relaciones a largo tiempo no funcionan. Hay que salir 5 veces, y quedarse con una sensación de satisfactorio placer antes que las cosas se tornen pesadas. El problema es cuando llega un comerciante nuevo (Corbett nuevamente), abandonado por la novia, que decide ponerse un restaurante de tapas en el medio de Nueva York. Al igual que en Mi Gran Casamiento… ambos empezarán a salir a media hora de ser presentados, y el problema vendrá, previsiblemente, cuando las 5 citas se terminen. A Vardalos no se le escapa un lugar común o clisé del género. A falta de ingenio, recurre a meter personajes secundarios estereotipados (la madre kitch, los amigos gays de ella, el amigo misógino de él, etc) y solo se destacan un par de actuaciones de intérpretes que siempre son estereotipos de personajes duros y fornidos, mafiosos o policías como Mike Starr y Jay O Sanders. A su manera, Vardalos, resulta meramente simpática. Actoralmente no hace nada diferente que no haya hecho en el pasado, Interpreta una y otra vez, el mismo personaje. Ya se volvió en este aspecto más intolerable que Woody Allen (al menos, Allen sigue siendo ingenioso en sus guiones, al menos para mí). ¿Por qué John Corbett sigue trabajando en comedias románticas? Es un misterio. Desde Sex and the City hasta The United States of Tara, pasando por las películas de Vardalos, Corbett es el comediante romántico más inverosímil que se haya visto en el cine estadounidense. No se le puede creer una sola línea de diálogo, no transmite un solo sentimiento. Si dentro de tantas cursilerías (la mayoría coherentes con el tipo de relato), se pueden rescatar algunos gags, es probable. Se agradece que al menos, no caiga demasiado profundo en momentos sensibleros, o evite los golpes melodramáticos. Hay demasiadas subtramas forzadas, momentos de relleno, chistes que parecen esperar una risa grabada para que se termine la escena. Para comedias románticas sobre el día de los enamorados, me quedó con Garry Marshall, y su humor anticuado, antes que con este pastiche de situaciones demasiado copiadas de películas y series de Marshall. Mas que odiar el día de los enamorados (título original), Al Diablo con el Amor! provoca que digamos al unisono: yo odio a Nia Vardalos. ¿Dónde estarán acaso, los discípulos de Hepburn y Tracy? A la actriz de Mi Gran Casamiento Griego se le acabaron sus 15 minutos de fama hace rato. Que pase la que sigue.
Cinco días para enamorarse La pareja protagónica de Mi gran casamiento griego, Nia Vardalos y John Corbett, regresa en esta comedia romántica también dirigida por la actriz. Las relaciones de pareja, las que pasan sin pena ni glorias o aquellas que se encaran para perdurar, constituyen el motor de esta historia relacionada con el Día de San Valentín. Genevive (Vardalos) es una exitosa florista decidida a no pasar más de la "quinta cita" con ningún hombre, porque sostiene que el romance se esfuma. Por su parte, Greg (Corbett) es el dueño de un restaurante de tapas difícil de enamorar. Cuando conoce a Genevive pone en marcha un plan para terminar con el objetivo de la florista. Ayudada en su negocio por dos empleados gays, Genevive atraviesa sus días esperando a su príncipe azul y hasta su propia madre logra enamorarse. Todos menos ella. "A las mujeres nos gusta que nos persigan" asegura y está convencida de que hay etapas para la conquista amorosa que van desde los jadeos y mariposas en el estómago hasta mostrarse divertida y fabulosa. Si bien el film impone la presencia carismática de su protagonista femenina a través de algunos gags eficaces (las intervenciones de sus empleados cuando irrumpe un cliente en el negocio o cuando Genevive pisa al linyera que está en la calle) la historia resulta obvia y previsible. Nunca levanta vuelo a pesar de las buenas participaciones de los intérpretes secundarios. Nia Vardalos es buena en el género y repite el estilo histriónico visto en comedias anteriores, mientras que John Corbett impone su estampa de galán y hasta es capaz de cantarle una serenata. Un Romeo conquistador y una Julieta que, desde el balcón, espera un feliz Día de San Valentín. Lástima que las flores de la trama se marchitan antes de lo previsto.
Luego de escribir y actuar en la exitosa comedia independiente "My Big Fat Greek Wedding", Nia Vardalos no logró hacer otra buena película. Intentó adaptar "My Big Fat..." a serie de tv con un resultado horrible y escribió/actuó en su siguiente película "Connie and Carla" que tampoco fue buena. En esta tercer película como escritora, actriz y por primera vez directora, vuelve a la comedia romántica y su pareja es, al igual que en "Mi Big Fat...", John Corbett. Empezando por lo bueno, Nia Vardalos es divina y hace muy buena pareja con John Colbett (Aidan de "Sex and the City"). Hasta ahí llego con lo bueno. Una historia muy boba, ya a los 20 minutos de película se ve que no tiene sentido. Cuál es la idea de esa estúpida regla de las 5 citas? Dos personas se quieren, pero no estan juntos por una regla? Ridículo. Genevieve es un personaje muy alegre, demasiado alegre, hasta exagerado. Todo muy sobreactuado y con pésimos diálogos. Segunda película de Nia Vardalos en este año y las dos muy malas.
Lo que dura una pasión La opera prima de Nia Vardalos se centra en una mujer que descree en los vínculos duraderos. La protagonista de Al diablo...descree del amor y por eso es feliz. Al menos, es lo que repite durante media película. Dice: “Nadie completa a nadie” Dice: “Las relaciones son jaulas emocionales”. Y también: “Cuando se acaba la seducción es hora del adiós. Así quedan buenos recuerdos y nadie sale herido”. ¿Honestidad brutal? ¿Pragmatismo escéptico? En todo caso, ella -que parece tan segura de sí misma- sí cree en el romanticismo y quiere vivirlo a pleno. ¿Entonces? Su fórmula es mantener relaciones de cinco citas: disfrutar de las vísperas, eludir las heridas y erosiones de la rutina. Lo de las cinco salidas suena a manual de autoayuda. Peor: a perezoso artificio cinematográfico. Pero aceptemos esta licencia en una comedia romántica de sencillas pretenciones. El problema es que su trama entera es esquemática, previsible, carente de empatía, salpicada de gags fallidos. Para colmo, el desenlace toma el transitado sendero del psicologismo y la moraleja vindicatoria de la familia tradicional. Uf. Hablamos de la opera prima de Nia Vardalos, quien comparte protagónico con (un insulso) John Corbett, su pareja en Mi gran casamiento griego , “apuntalados” por una excesiva cantidad de personajes secundarios sin desarrollo, arquetípicos. Ejemplos: el amigo machista de él; y los amigos gays de ella: Vardalos procuró que fueran tan simpáticos y livianos que los tornó estereotipados e insustanciales. Como el filme entero. Alguna vez Oscar Wilde escribió que la única diferencia entre un amor eterno y un capricho es que el capricho dura un poco más. Nadie le pide a Vardalos tales niveles de ironía ni provocación. Sí que, al menos, haga películas que no transmitan la cómoda resignación de un matrimonio aburrido.
Vardalos descree del amor, pero le saca el jugo Tampoco tiene suerte como directora Para Genevieve, el amor supone una especie de amenaza a la libertad, un trastorno que conviene mantener a distancia, o por lo menos bajo control, y por eso tiene su teoría: después de cinco encuentros con un hombre (cualquiera que sea) el encanto empieza a desvanecerse y es hora de abandonar; nunca debe llegarse a la cita número seis. Claro que, por otro lado, no ve con malos ojos los rituales del amor, porque sabe que pueden proporcionarle buenas ganancias. Esa aparente ambivalencia tiene sus razones. El escepticismo respecto del amor es un mecanismo de defensa y viene de su experiencia familiar: la infidelidad de papá hizo sufrir mucho a su madre y ella no quiere pasar por el mismo desencanto. En cambio, su simpatía hacia la liturgia comercial del Día de los Enamorados -que se encarga de promover- responde a motivos estrictamente lucrativos: cuando llega el Día de San Valentín su florería de Brooklyn se llena de novios olvidadizos en busca de regalos de último momento. El método para promover las ventas suele resultarle infalible. La estrategia para prevenir el enamoramiento, no. Y así debe ser para que haya romance y comedia (aunque sea una tan chirle como ésta) y para que Nia Vardalos siga comprobando que la increíble suerte que la acompañó como autora e intérprete de Mi gran casamiento griego la ha abandonado. Chirle Tras el fiasco de Mi vida en Grecia , decidió hacerse cargo ella misma de la dirección y el resultado no es demasiado alentador. Sobre todo porque a un libreto sin demasiada chispa suma escaso rigor para dirigir a sus actores (aunque hay varios lo suficientemente buenos como para arreglárselas solos); para sostener el ritmo y para controlarse a sí misma, que se pasa la película sonriendo como en una propaganda de dentífrico. John Corbett (el mismo de Mi gran casamiento griego ), es el nuevo dueño de un restaurante del barrio con el que pasará la prueba de las cinco citas y vivirá después equívocos y acercamientos suficientes para completar los 86 minutos. Todo es tan previsible y ñoño que sólo lo disfrutarán los incondicionales de Nia, de presencia casi constante en la pantalla.
La cita insufrible Resulta casi imposible despegar a la figura de Nia Vardalos del gran éxito que fue Mi Gran Casamiento Griego (My Big Fat Greek Wedding, 2002). Como sucedáneos de aquel notable acierto, la filmografía de Vardalos ha vivido bajo el peso que genera la obligación de volver a repetir una conquista que guarda un gran recuerdo en el inconsciente colectivo del espectador. Así como no lo estuvo exenta su reciente Mi Vida en Grecia (My Life in Ruins, 2009) tampoco lo estará, sin duda alguna, Al Diablo con el Amor (I Hate Valentine’s Day, 2009). La historia nos presenta a una florista (Nia Vardalos) que lleva consigo el fracaso reciente de una relación amorosa. Es entonces que en sus próximas citas pondrá en práctica una especie de teoría en la cual un conjunto de reglas a seguir le evitarán un futuro desengaño, y por ende volver a sufrir. Dicha teoría a priori infalible para la protagonista, es puesta a prueba cuando conoce a un candidato (John Corbett) que en cuestiones de citas parece ser su opuesto perfecto. Buscando recuperar la magia perdida, aquí las expectativas y la promoción del film se duplican, púes Vardalos ejerce el rol de directora y su co-protagonista es nada menos que John Corbett quien también contara con un rol preponderante en Mi Gran Casamiento Griego. Desde entonces hasta nuestros días Vardalos ha transitado estos terrenos de la comicidad con irregular suerte y, como señalado anteriormente, cada incursión en el género que sale a la vista es irremediable la comparación con aquel su predecesor, lo que trae aparejado la exigencia de repetir tales virtudes. Esta comedia romántica desnuda sus falencias desde muy comenzado el relato. Con fallidos intentos de querer pregonar un dogma sobre el amor verdadero, ironiza sobre ese periodo de enamoramiento y de conocimiento mutuo alertando de los peligros y las consecuencias que trae aparejado los daños sentimentales de una separación, momento al que debe evitarse por medio de un juego de citas. En gran parte este tropiezo puede explicarse en la falta de experiencia de Vardalos detrás de cámaras. Hoy Vardalos y Corbett lucen insípidos en pantalla y solo en contadas ocasiones logran transmitir algo de emoción genuina a la historia. Con el día de San Valentín como marco para su desarrollo, este film coral parece un compendio de todo lo que se debe hacer si uno pretende que la comedia sea un fiasco, algo así como un pequeño diccionario de fracasos asegurados: desde diálogos nimios que aportan poco y nada a la trama, pasando por un relato que transcurre en la intrascendencia total hasta llegar al ápice de la ausencia de imaginación. Uno puede fácilmente anticipar lo que va a suceder en la historia y eso es señal que no se han hecho las cosas bien. Esto se debe a que la trama esta inundada de pasajes comunes, sin brillo ni originalidad donde Vardalos transita poniéndose las ropas de una suerte de heroína para mujeres seducidas y abandonadas. Y no sin un enorme esfuerzo por tratar de llevar a buen puerto una historia a la que 90 minutos le son notoriamente exagerados. Como esa cita con la chica equivocada donde uno busca excusas para salirse del compromiso lo antes posible.
A una comedia romántica medio pelo le sumamos psicologismo de manual y tenemos un producto mediocre como I hate Valentine's day Da pena ver el estado actual de la comedia romántica. En diálogos mantenidos entre críticas mías y del amigo Javier Luzi sobre anteriores películas nos referimos al mal que acecha al género: una funcionalidad galopante. Como si fuera imposible ya creer en el amor puro, el género se reviste de trascendencia y se sirve del chico-conoce-chica para referirse a otras cuestiones. Un dato no menor es que casi no hay autores en este género, habitualmente realizado por directores mediocres; otro dato significativo es ver cómo el rol del hombre se ha corrido del eje para hacer foco en la mujer y sus conflictos de cara a una relación: y estos son de un tono cercano al de la revista Cosmopolitan. Al diablo con el amor, el debut en la dirección de Nia Vardalos, va en esta dirección. Con otro agregado: su premisa se sostiene a partir de algún dogma de esos ridículos de estas comedias románticas posmodernas que se vincula nuevamente con el “no me voy a enamorar”. Y esto, siempre, atado a algún conflicto del pasado, que en este caso es la frustrada relación de los padres de la protagonista (también Vardalos, que además oficia de guionista). Por lo tanto a una comedia romántica medio pelo le sumamos psicologismo de manual y tenemos un producto mediocre por donde se lo mire. Vardalos es Genevieve, una florista que dice poseer la solución para el desengaño amoroso: sólo acepta cinco citas de sus pretendientes porque -explica- en esa instancia uno está lo suficientemente enamorado y lo escasamente enganchado, todavía, como para padecer algún tipo de decepción sentimental. La idea es no comprometerse con nadie, ser libre y vivir enamorada, entendiendo esto como un estado ideal de la mente -y el cuerpo-. Y usted y yo, que vimos miles de estas, sabremos que ese estúpido dogma será quebrado cuando ella encuentre finalmente al muchacho ideal: en este caso el dueño de un bar de tapas (hay un chiste al respecto que nunca entendí) que es John Corbett, sin carisma pero en plan vecinas que se codean al comentario de “uhh mirá de nuevo la parejita de Mi gran casamiento griego”. El problema en todo caso no es lo estúpido del dogma que, dentro de todo, está tomado para la chacota (hay una afectación en la actuación de Vardalos que evidencia de entrada el ridículo al que se somete su personaje) sino la forma en que Genevieve pasa del descrédito a la credulidad. Vardalos parece una actriz adecuada para el género, pero a veces se excede en su simpatía y resulta insufrible: y metida además a dirigir y a escribir, la cuota de edulcorante pasa para el lado de lo repugnante. Personajes demasiado simpáticos -todos-, situaciones demasiado reescritas y poco espontáneas u originales. Como si Vardalos creyera que el género debe hacerse en piloto automático y sólo es válido por sí mismo. Si esa es su visión sobre la comedia romántica no suena del todo ilógico cuál es su idea del amor: un gil que te canta una serenata con un coro de gente demasiado buena, ordenado de tal manera que se forme un corazón. Si, viendo Al diablo con el amor a uno le dan ganas de que en vez de personas sean fichas de dominó y empujar al primero para ver cómo se caen en fila, y terminar armando algo de desorden y locura en una película que se pasa de agradable.
Primera película como directora de la exitosa autora y protagonista de Mi Gran Casamiento Griego Nia Vardalos, Al Diablo con el Amor! vuelve a presentar un formato de comedia romántica, como ocurriera asimismo con la reciente Mi Vida en Grecia. La actriz de origen griego pero de nacionalidad canadiense, reitera sus aceptables dones para el género, y aborda el desafío de no sólo escribir y actuar sino también de dirigir. Esta comedia, que en realidad tiene como título original a I Hate Valentine’s Day, reúne a la misma pareja de Mi Gran Casamiento Griego, Vardalos junto a un John Corbett más maduro y sin melena, y ambos lucen sin duda cierta química. Aquí ella es una florista experta en romance, que dicta cátedra acerca del Día de los Enamorados y de todo lo que tenga que ver con las citas, especialmente en el rubro de elegir las flores apropiadas para cada ocasión. Y en su vida personal el romance es para ella una fórmula con determinadas reglas que la eximen de cualquier sentimiento, hasta que, claro, aparece alguien en su vida. El carisma natural de la protagonista y algunas buenas ideas que puso en juego como guionista y directora, se acompañan con divertidos roles de reparto, detalle fundamental en una comedia. No se puede decir lo mismo del coprotagónico de Corbett, que está lejos de ser un buen comediante.
Un vestido y muchas flores El nombre de Nia Vardalos quedó grabado en la memoria de un significativo número de gente cuando, en 2004, una película escrita y protagonizada por ella se convirtió en el bombazo cinematográfico del año. Su comedia romántica Mi gran casamiento griego, de 5 millones de dólares de costo, se convirtió en un fenómeno mundial, puso fugazmente de moda algunas canciones, algunas películas sobre el tema de la inmigración en las grandes urbes y en la taquilla reunió más de 370 millones de dólares. Una locura. El jueves, Vardalos regresó al circuito de exhibición de Córdoba convertida en directora de su primera película, Al diablo con el amor. Y si en la que la consagró interpretaba a la hija de un griego que no hacía caso al mandato de su padre y se enamoraba de un típico norteamericano rojizo y anglosajón, ahora es una neoyorquina afianzada (en la vida real ella es canadiense), dueña de una floristería, que no logra vencer sus propios temores para enamorarse. Tan trabada está la mujer, que con cada hombre que conoce aplica el mismo molde vincular: cinco citas y, sea cual sea el resultado, a otra cosa. Hasta que en su camino se cruza un hombre distinto, o su propio proceso de maduración la lleva a una rinconada dónde le es imposible seguir refugiándose en sus evasivas de siempre. El distinto Él tiene un restaurante de tapas españolas casi contiguo al de ella, su propia mochila de vivencias, y las mismas ganas de enamorarse pugnando por salírsele a través del pellejo. Las citas se suceden en perfecta armonía hasta que un malentendido lleva el conflicto a su máxima tensión, y el suspenso gana envergadura frente a las risas. El espiral inflama otras regiones de la vida personal de la protagonista, en especial el pasado de sus padres divorciados, pero no mucho más. Es que Al diablo con el amor se contenta o elige manejarse dentro de esa pequeña escala, como si de componer una melodía pegadiza, con dos o tres notas, se tratara. Para algunos espectadores, en determinado momento, todo eso hasta puede ser suficiente. Pero para otros no. Como siempre en estos casos se trata pura y exclusivamente de gustos personales y por qué no del azar.
La comedia romántica con un rosa saturado. La actriz Nia Vardalos insiste con hacer toda su carrrera colgada de la fama de "Mi gran casamiento griego". No conforme con el bodrio que fue "Mi vida en Grecia" ahora fue por más, o mejor dicho, a menos con "Al diablo con el amor". La comedia romántica, que no sólo protagoniza junto a John Corbett _el actor de "Mi gran casamiento griego"_ sino que escribe y dirige, es una suma de lugares comunes que aburre. Ella es una florista desencantada del amor que propone reglas para una relación sentimental con el objetivo de no sufrir. El también no tiene suerte con sus parejas y en el primer encuentro entre ambos decide acatar lo que ella dice para no salir dañado. El marco es el Día de San Valentín y todo gira en la búsqueda de la persona ideal para compartir el resto de sus días. Las actuaciones son pésimas y los diálogos no son creíbles.
Sin presentar un planteo muy original la ópera prima como realizadora de Nia Vardalos, actriz, cantante y guionista canadiense, tiene un punto de partida interesante respecto a una particular visión del amor y las relaciones románticas. La protagonista adora el romance, pero generó un escudo de defensa merced a las experiencias de su madre y a las desafortunadas vivencias propias en la materia También le encanta la celebración del Día de San Valentín, aunque sólo la valora –incluso la promueve- por razones eminentemente lucrativas en su condición de propietaria de una florería. A raíz de esas premisas ejecuta una teoría que le ha dado buen resultado desde que la puso en práctica, sustentada en que el vinculo sentimental con un hombre para resultar feliz se limita a cinco encuentros, considerando que a partir del sexto la relación se debilita y se desvanece, razón por la cual nunca ha llegado al sexto día. Sobre esa premisas su vida amorosa se desarrollo sin contratiempos afirmándola en la teoría que sustenta...hasta que en su vida se cruza Greg ...las reglas del juego comienza a cambiar y su teoría a debilitarse sensiblemente. Lamentablemente la historia carece de ingenio, con desarrollo en un guión que se limita al tratamiento rutinario, respondiendo al entramado tradicional de las comedias producidas por la cinematografía estadounidense en las últimas décadas. La realización denota que Nia Vardalos es buena actriz (la recordamos por “Mi gran casamiento griego”, 2002), pero tendrá que replantear sus aspiraciones como directora, que como tal contó con elenco interesante y apropiados equipos técnico.