Cada día de que pasa estoy más convencido. En materia de historias de fantasmas hoy no hay con que darle al hijo de Stephen King, Joe Hill. Uno disfruta de los trabajos grossos que este artista brinda en novelas y cómics y después se encuentra con semejantes pelotudeces en el cine y no se puede creer. Aparecidos es el ejemplo perfecto de lo que ocurre cuando un director pretensioso no tiene la prioridad de contarle un buen cuento al espectador sino hacer un film de denuncia con un marcado comentario social para que su trabajo sea tomado como una obra de arte inteligente. Este film es la ópera prima del realizador español Paco Cabezas que fue filmada en Argentina y combina de manera desastrosa el generó de terror con la última dictadura militar ocurrida en nuestro país. El film tiene un comienzo prometedor pero a partir del momento en que se presenta bien el conflicto todo se hunde en el abismo. Ya de por si el catalizador del conflicto es una estupidez sin sentido que no resiste análisis. El protagonista se obsesiona con tratar de salvar a una familia que fue asesinada en un hotel del sur argentino hace más de 20 años. ¿Pero si están muertos como va a salvarlos? Bueno, esa es la primera incoherencia de una larga serie de situaciones que se desarrollan a lo largo de la película que no tienen razón de ser. El fantasma malvado del director Paco Cabezas, por ejmplo, se sube en un momento a una camioneta y ataca al vehículo de los protagonistas en la ruta como si fuera Jeepers Creepers. Desde cuándo los fantasma manejan vehículos libremente por las calles es un misterio. Dos minutos después que el malo destroza el auto de los personajes principales, la pareja protagónica entra a un bar a tomar un café con leche como si no hubiera pasado nada. En ese sentido también la dirección de actores brilla por su ausencia. Ni las motivaciones de los protagonistas ni la del villano tienen un fundamento definido por eso la película es un rejunte de situaciones incoherentes. En un momento el fantasma que interpreta Pablo Cedrón inclusive se pone a torturar a uno de los protagonistas como si fuera Michael Meyers. No recuerdo haber visto una historia de fantasmas donde los espíritus operen de esa manera. Realmente todo lo que sucede es cualquiera. La realidad es que más que un film de terror Aparecidos es un supuesto thriller con elementos sobrenaturales. Uso la palabra supuesto porque el suspenso brilla por su ausencia. Cabezas intentó hacer un film distinto de fantasmas con un comentario social absolutamente ridículo. Los desaparecidos y la expropiación de bebés son temas que están totalmente tirados de los pelos y que además fueron trabajados con todos los clichés posibles. La contracara de este bodrio sería El laberinto del Fauno, donde Guillermo Del Toro trabajó el tema de la guerra civil española con elementos de fantasía de manera brillante. Aquella película no sólo era atrapante sino que además tenía momentos dramáticos fuertes muy emocionales. Aparecidos es un cambalache que combina fantasmas, con milicos represores y muertos políticos sin el menor sentido y lo peor es que además aburre. De todas maneras, es justo destacar que el equipo técnico que colaboró con el director hizo un trabajo excelente. Esto también hay que destacarlo y hay que separar los tantos. El diseño de producción es fabuloso y toda la ambientación que armaron para la historia, como el hotel donde ocurren los crímenes, está muy bien lograda. Lo mismo ocurre con la soberbia fotografía de Andreu Rebés, quien supo sacarle jugo con maestría a los paisajes de la Patagonia. Hay escenas que registran paisajes naturales en las rutas del sur que se ven espectaculares. Pero bueno, lamentablemente la historia es un desastre y por eso no sorprende que el film haya pasado sin pena ni gloria por los cines en España y Estados Unidos. De las últimas producciones españolas que vimos en este género en el último tiempo esta es la más pobre de todas. En materia de terror, la gran propuesta de esta semana es Criatura de la noche.
La maldición de la última dictadura Aparecidos (2007) es la historia de dos hermanos, Malena (Ruth Díaz) y Pablo (Javier Pereira), que viajan a la Argentina para filmar un papeleo de la casa de su padre y allí, una vez que vean a su progenitor a punto de morir, se dispararán una serie de crímenes ocurridos en el pasado que retocarán la realidad. Una familia es torturada y perseguida ante la mirada de los dos hermanos que intentarán salvarlos, sin aparente éxito, en diversas oportunidades. Los hechos se prestarán a confusión y, a partir de ese instante, el viaje será una pesadilla donde el presente y el pasado se confundirán violentamente. Para disfrutar el cine hay que prestarse. Bajar la guardia ante las historias, los guiones, las actuaciones y lo que propone cada película en particular. En el caso de Aparecidos, pasa lo siguiente: uno se relaja (o no) para disfrutar una película de “terror en carreteras” y de pronto se encuentra con una vuelta de tuerca que atraviesa a la dictadura militar en medio de apariciones fantasmagóricas. Siguiendo huellas cinéfilas infaltables e inevitables en una road movie de terror: es menester observar la escena de la persecución que desemboca en una cantina de pueblo para advertir su ligazón estrecha con films como Reto a la Muerte (Duel, 1977) o Carretera al Infierno (The Hitcher, 1986) y notar así que las referencias cinematográficas están bien utilizadas, no plagiadas. Es por ello que se siente el sello de autor no obstante se disfruta como cuando uno ve por segunda vez esas grandes películas; resultan positivos homenajes para la platea memoriosa. Ruth Díaz y (Javier Pereira, jóvenes actores de la madre patria, son una pareja con química. La hermandad de ficción los une, también su correcta actuación. Ambos generan la credibilidad necesaria que deben montar. Aparecidos es una película con dos protagonistas que, en repartija casi exacta de minutos en escena, logra llegar a una calma dentro del caos mismo. Es decir, el rol playing infiere en las situaciones y en su devenir (culposamente desordenado) gestando un buen concepto del miedo en la era del gran “cine de terror español”. Dos promesas a tener en cuenta. Es harto confuso el hecho de estar viendo una película de horror que vira hacia la denuncia, casi, sin proponérselo. Y eso es lo bueno de Aparecidos. La dictadura militar es un tema excusa, un alma matter mas no el principal protagonista. Los hechos sangrientos del film, situaciones de tortura fantasmal, son el contexto y no el fundamento. Entonces, la justificación del vínculo pasa por el espacio-tiempo; todo sucede en la actualidad conteniendo un anclaje directo en la década del ’70. Esa es la cuestión. Es una película total y absolutamente actual (el hecho de que sea una co-producción con España y Suecia bloquea cualquier otra lectura de fehaciente modernidad), y sus consecuencias también lo son... El lenguaje castizo de la dupla protagónica neutraliza los paisajes 'autóctonos' e incluso distancia de lo que podría ser una película de teror "made in Argentina", pasando a ser una película de terror "en Argentina", muy a pesar de que Paco Cabezas -debutante en su rol como director- sea español. Cine de España que toma idiosincrasia y situaciones argentas. El largometraje tiene, quizás, algunos minutitos de sobra que pueden confundirse con hachazo demagogo pero que se toleran con total normalidad. Es seguro: no faltará aquel que piense que "usan a la dictadura para hacer dinero", sin embargo la película se encargará solita de demostrar lo contrario. Si buscás algo diferente dentro del género de terror, ésta es tu película.
Están entre nosotros En agosto de 2001 dos hermanos, Malena y Pablo, llegan desde España para firmar la autorización que permitirá a los médicos desconectar a su padre en coma de los equipos que le mantienen vivo, e iniciar los trámites de la herencia. Sin embargo algo le dice a Pablo que debe saber más acerca de ese hombre al que apenas conoció y de sí mismo; es cuando al hallar la Falcon Rural de su padre decide viajar hasta el lugar donde nació, en Río grande. Tras convencer a su hermana de que lo acompañe en el viaje, inician la travesía y es luego de varios kilómetros que sucede una extraña situación que pondrá en manos del joven un diario privado, macabro, con fotos y una historia escrita, y otra por escribir. Interesante desde lo formal, con buen manejo de los tiempos del género más una notable dirección artística, "Aparecidos" transcurre muy bien hasta pasada la primera mitad del metraje cuando el guión flaquea y la tensión se pierde en medio de una explicación algo torpe de lo que sucedio hasta entonces. A partir de ese momento sólo queda esperar una resolución que comienza a mostrarse sin sutilezas y donde la tragedia argentina iniciada en el gobierno justicialista de 1974, a través de la triple a, adquiere un lugar dentro de la trama que propicia la alegoría final y, tal vez, el mensaje deseado por el autor. El director se dió el gusto de jugar con elementos reconocibles del género, y hasta de "homenajear" al primer Spielberg de "Duel" en una destacable escena del filme. Algo de "Destino final" sobrevuela a la historia, pero es justo decir que la profundidad pretendida por el director le otorga al filme un sentido menos pochoclero y más respetable. La dupla protagónica trasunta buena química, con una destacable labor de Ruth Díaz y la sólidez de Pablo Cedrón y Héctor Bidonde. A pesar de ciertos puntos flojos del guión, "Aparecidos" pone saludable distancia de la solemnidad conque ciertos temas vienen siendo tratados en el cine argentino y pone el listón a considerable altura para quien quiera tomarlo e iniciar un nuevo camino, con originalidad y sentido del entretenimiento.
Fantasmas y terrorismo de estado A cualquier espectador argentino le resultará incómodo ver Aparecidos, película española dirigida por Paco Cabezas (hasta ahora su primer largometraje) que está ambientada en la Argentina, fue filmada en la Patagonia y en Buenos Aires, y aborda, tal como sugiere su título, uno de los aspectos más dolorosos de la historia del país. Pero no se trata de una película política y probablemente en eso radique su incomodidad. Aparecidos es, e intenta concientemente ser, una película de género; en este caso una película de terror. Hay una trama, fantasmas, escenas nocturnas, efectos de sonido. Incluso cuenta con uno de los rasgos menos interesantes de las películas de terror filmadas en la década del `90: la autoconciencia. En más de una escena los personajes de la película hablan sobre cómo son “normalmente” las películas de terror, sobre cómo deberían ser, sobre lo que debería pasar en esta película que los espectadores estamos viendo si se tratara de una película de terror. Este esfuerzo por “no ser como las otras” no hace más que inscribirla dentro del presente del género y lo que tenemos es “una de terror” bastante efectiva. El problema para el espectador argentino es que, como indica el póster de la película, esta historia está “basada en hechos reales”. Los hechos reales son, como dijimos, el secuestro, la tortura y la desaparición de personas durante la década del `70 en Argentina por parte del terrorismo de Estado. Lo que arranca como una road movie de terror (como muchas) empieza a ponerse escabrosa al poco tiempo y al final termina embistiendo directamente el asunto. No hace falta ser demasiado imaginativo para suponer que a más de una persona le va a resultar indignante que se tome el tema de los desaparecidos como “excusa” para una película de fantasmas. En lo personal, diría que no es ese el mayor problema de Aparecidos, sino, por el contrario, su aspecto más interesante: cómo se aborda desde el género un tema como ese. No se trata, como parecen pensar algunos, de banalizar un hecho doloroso y todavía no resuelto, puesto que una película de terror es tan película como cualquier otra. La mirada del género podría haber echado una luz oblicua sobre un tema que resulta casi inabordable. Pero no es el caso de esta película. No se trata simplemente de que el regodeo en el género por sí mismo obstruya casi todo lo demás, sino de que con una mirada exótica y superficial Aparecidos no termina diciendo casi nada. Sí choca de frente contra el tema, lo pone de manifiesto; pero se centra en lo particular y deja de lado las complejidades. Como película de terror, viene a sacudir el mundo un tanto anquilosado de la representación de los desaparecidos. Como película sobre desaparecidos, tiene poco que aportar.
Rodeados de fantasmas El español Paco Cabezas rodó en la Argentina un filme de terror que toca el tema de los desaparecidos de la dictadura. Una película de suspenso con los desaparecidos de la última dictadura militar? ¿No será mucho? Eso pensarán muchos argentinos que no se atreverían a tratar un tema así para generar sustos en el público. Es por eso que la película, si bien se centra en un misterio ligado a los desaparecidos locales, es de origen español. Su director y sus protagonistas son de allí, más allá de que la acción transcurra en la Argentina. Y más allá de los reparos que se le pueden hacer -la explotación del tema no es uno menor- también se puede decir que es un producto más efectivo, más interesante aún en sus contradicciones y mejor intencionado que muchos otros filmes extranjeros que se adentraron en el tema con intenciones aparentemente más serias y resultados mucho más banales como Imagining Argentina, entre otros. Resumiendo una compleja trama, en Aparecidos -título complicado, si los hay- hay dos hermanos españoles que vuelven a la Argentina (nacieron aquí pero se fueron siendo pequeños) a gestionar la herencia de su padre, que está en estado vegetativo. Ellos han dejado de verlo pero, al volver, Pablo -el hijo menor- duda si desconectarlo o no, y prefiere conocer algo más de su vida, cosa que a su hermana Malena no le hace ninguna gracia. Ambos terminan en un auto del padre, viajando a la Patagonia y descubriendo en el coche un viejo cuaderno que hace mención a un crimen ocurrido en un hotel. Hacia allí van -regla del cine de terror: meter la cabeza donde no corresponde- y se topan con que esos crímenes se están cometiendo delante de sus ojos. ¿Lo leído era una premonición o el pasado está reapareciendo, fantasmagóricamente? De a poco se enterarán que son crímenes cometidos durante la dictadura y que su rol en ese entramado no es casual. ¿Cómo se liga la historia familiar con ese temible pasado que vuelve? Desde lo formal, Aparecidos es un producto de buena factura técnica, que hace uso y abuso de las panorámicas de la Patagonia, con una trama de suspenso rebuscada pero "legible" que no se diferencia mucho del formato hollywoodense: buenos efectos, sustos desparramados aquí y allá y un final con algunas "revelaciones". En cuanto al tema, si se quiere, más difícil, Cabezas supo armar un guión en el que su idea de generar una toma de conciencia -tanto en los protagonistas como en los espectadores- se conecta con un relato que no desvirtúa los hechos históricos. Siguiendo las reglas del género, no es una idea descabellada que los desaparecidos funcionen como espectros. Aparecidos no busca generar la sensación de un mundo paralelo al real (tampoco se atreve a ser tan tarantinesco y mejor que ni lo intente), sino que intenta que el espectador entienda que pasado y presente están entrelazados, y que los fantasmas seguirán entre nosotros en tanto las respuestas a los horrores de la dictadura sigan sin aparecer.
Entretenido film de terror en escenarios conocidos Aparecidos combina misterio y lindos paisajes. Malena y Pablo han recibido la noticia de que su padre está en coma y que los médicos han decidido desconectarlo de los aparatos que lo mantienen con vida, y para ello necesitan la firma de los dos jóvenes, sus únicos familiares. Pablo le propone a su hermana -con la que no mantiene contacto cotidiano- hacer una suerte de pacto para acceder a ese pedido: un viaje al Sur para visitar la casa en que nacieron y recién ahí decidir qué hacer con su padre. Así ambos jóvenes comenzarán el largo camino que los enfrentará con un pasado familiar que no conocían. Un diario repleto de misterios, varias muertes y la búsqueda de venganza son algunos de los ingredientes que convierten a Aparecidos en un film de suspenso que llega hasta el terror en el que no faltan escenas sangrientas. La historia posee una primera parte lograda gracias a un suspenso bien dosificado y a una serie de sucesos que tiene como víctimas a estos hermanos. Sin embargo, el guión comienza a perder fuerza hacia su mitad, ya que algunas reiteraciones y esa fórmula tan rebuscada de elementos paranormales se adueñan del relato. A pesar de ello, el director español Paco Cabezas logró suplir estas deficiencias y pudo lograr así una trama bien sostenida por los rubros técnicos y por la correcta labor de Ruth Díaz y de Javier Pereira. Dentro de ese género de terror, Aparecidos no decepciona del todo, fundamentalmente para aquel público siempre dispuesto a poner sus nervios en tensión frente a la aparición de tanto horror y de un permanente suspenso. La fotografía logra lucirse en los exteriores rodados en Tierra del Fuego, y así esta coproducción entre la Argentina y España se inscribe con soltura en un género no demasiado transitado por las cinematografías de ambos países.
El juego del miedo, en Argentina Coproducción mayoritariamente española, filmada dos años atrás en Argentina con nombres locales en el elenco, Aparecidos se cierra con una imagen icónica y políticamente poderosa. En una Buenos Aires contemporánea, los fantasmas de los desaparecidos deambulan, como almas en pena, siendo vistos sólo por aquéllos dispuestos a hacerlo. Si se piensa un poco se advertirá, sin embargo, que su unidireccionalidad de sentido le da a esa imagen una impronta más publicitaria que cinematográfica. Una música ostentosa termina de arruinar el poderío potencial de ese plano, aun así lo más logrado de una coproducción que no duda en mezclar desaparecidos con terror de segunda categoría. “Una historia de fantasmas basada en hechos reales”, dice la frase de prensa. Hay dos problemas. Por un lado, esos hechos –la represión militar y los 30.000 desaparecidos– son heridas todavía abiertas. Por otro, el realizador Paco Cabezas pretende conciliar cine de evasión, golpes bajos, shocks dramáticos y una presunta conciencia política y social, que no va más allá del oportunismo y la declamación. En el presente, dos chicos españoles (Ruth Díaz y Javier Pereira) llegan a la Argentina para asistir a las últimas horas de su padre, médico septuagenario, que alguna vez vivió en el sur junto a su familia y ahora agoniza en una cama de hospital. El viaje a los orígenes, atravesando la Patagonia en un viejo Falcon de la época, terminará resultando para ellos un viaje a lo siniestro. Dicho esto tanto en sentido histórico y político como familiar. La referencia a los desaparecidos, volcada en cierto diario personal de los ’70 y recortes de periódicos de la época, tropieza con un cuento de aparecidos, a partir del momento en que el pasado, representado por una pareja de militantes perseguidos y torturados (Leonora Balcarce y Luciano Cáceres), comienza a ser presenciado “en vivo” por ambos hermanos. Ambos espacios disímiles se fusionan, haciendo todo el ruido posible, cuando cierto médico torturador de los ’70, reencarnado, amenaza con picanear a su propia hija, practicándole el submarino en la bañadera familiar, mientras despotrica contra “zurdos” y “bolches”. Es como querer cruzar Recuerdo de la muerte y la historia del doctor Bergés con copias de segunda de The Ring y El juego del miedo, entre hermosas postales patagónicas de exportación.
El cuco represor Aparecidos trata la historia de dos hermanos que, queriendo conocer su pasado, reviven unos brutales asesinatos ocurridos en nuestro país, cometidos por la última dictadura militar. No es que los protagonistas se hayan topado sin querer con un libro de historia o con el Nunca más de la CONADEP, sino con el diario íntimo de un médico represor, al estilo Josef Mengele. Paco Cabezas intenta en su primer largometraje, un relato de terror inteligente, con mezcla de géneros y temas serios donde las mujeres que corren aterradas en pelotas están de más. Apariciones apuesta a la sugestión del ruido sorpresa, a las puertas poco aceitadas o con vida propia. No hay sangre, ni amputaciones, ni tortura explícita. En el menjunje, hace uso de muchos de los tópicos y convenciones del género de terror para mezclar lo irreal con la realidad política de la Argentina y para convertir a los aparecidos del título en algo más que simples fantasmas que vuelven para exigir venganza. El género de terror tiene la única y difícil tarea de aterrarnos. Una trama enrevesada no garantiza ni miedo, ni un buen susto, ni una buena película. El resultado de Apariciones es un mix que como terror no asusta y como denuncia política es confusa. La mezcolanza crea un desconcierto ideológico tal que hacia el final de la película Malena tiene que desenchufar al represor comatoso para que su fantasma deje de torturar a su hermano y para que los muertos descansen en paz. Serán muy innovadores los elementos que agrega Cabezas al género de terror, pero sigo creyendo que los represores no son monstruos y los desaparecidos no son apariciones. Lo que hace aberrante a los dictadores es que –creer o reventar- eran personas.
El fantasma represor Si una película tan llena de torpezas como Aparecidos, debut del español Paco Cabezas, termina por emocionar un poco, es que algo en ella funciona. La mezcla de film de fantasmas y road movie de horror con dictadura argentina se adivina desde su título, una palabrita que en España es inequívocamente fantasmal y aquí, gracias al aporte semántico de los carniceros uniformados, tiene otras connotaciones. La película abre con la llegada de los hermanos Malena y Pablo de Barcelona. Vienen a firmar los papeles para que su padre, con muerte cerebral, pueda ser desconectado de la máquina que lo mantiene en este mundo. Ellos apenas recuerdan al hombre, pero algo en Pablo, como de repente, lo lleva a exigir un viaje a Tierra del Fuego en busca de las huellas de ese señor que hoy tiene un tubo en la boca (hay una foto de familia en una casita del Sur; él no está en ella). Y hacia allá van, en el fotogénico Falcon rural de su papá, cortando el vacío de las rutas patagónicas en unas tomas panorámicas preciosas. Hay algunos baches, pero en el ritmo de la narración y en las actuaciones. Aunque si el espectador no se pone demasiado exigente o tiene cierta debilidad por el género, se verá recompensado por la convicción de la protagonista, Ruth Díaz, que termina por ganar la pulseada a los errores (irrita más, en verdad, el aire amateur de diálogos involuntariamente risibles). Un diario íntimo escondido los lleva a descubrir la historia de una familia aniquilada veinte años atrás: el hombre (periodista y escritor) apareció en fosa común, pero su mujer e hija nunca lo hicieron. Los hermanos serán los únicos que pueden verlas, palidísimas, deambulando por la ruta nocturna en camisón blanco. Los sustos irán sucediéndose en esos encuentros, pues Pablo está empeñado en salvar a las muertas de la muerte. El disparate respira cuando exuda amor por el género de terror, pero se cuela, cada vez con mayor presencia, el tema de la represión. Lo hace con cierta eficacia en su explotación del gore –las torturas con picana, submarino y extracción de bebés a cargo de médicos enguantados. Y con mala puntería en la corrección política, con sus lugares comunes, a la que pareció sentirse obligada esta mirada extranjera de buen corazón.
Almas en pena Hasta aquí, el cine ha retratado de maneras bien diversas la tragedia que vivió la Argentina entre 1976 y 1983, cuando fue gobernada por una sanguinaria dictadura militar. Treinta mil desaparecidos son los silenciosos testigos de esa sangría que anuló a una generación y dejó cicatrices que nunca cerrarán en un pueblo castigado por una historia mayormente marcada por el terrorismo de Estado. En ese marco, animarse a un film de terror que tiene como tema a los desaparecidos, ambientarlo en la década actual y que el encargado sea un realizador español que vino a filmar a la tierra de los hechos, es toda una apuesta valorable. Claro que no siempre las cosas resultan como debieran, o como hubiera sido esperable. La trama nos dice que dos hermanos que llegan a la Argentina desde España para firmar la desconexión de su padre comatoso, emprenden un viaje hacia la Patagonia. Pese a la distensión que supone ese camino emprendido, las cosas se ponen mucho más oscuras a partir del momento en que uno de ellos encuentra escondido un cuaderno con escritos sobre sesiones de tortura y fotos de cuerpos mutilados y heridos hasta la muerte. Además, fantasmas de víctimas de la represión ilegal (y de sus ejecutores) acompañarán y empeorarán el derrotero de los protagonistas, que no tardarán en dar con una verdad que nunca quisieran haber conocido. Paco Cabezas trabajó un tema delicado y sensible con el respeto necesario como para no caer en el folletín político ni tampoco cruzar la frontera de lo bizarro extremo, que si bien bordea al relato de comienzo a fin, está apenas presente, como para clavar un par de señales del género pero sin exagerar su pertenencia. El problema del film es que se basa en guión con baches insalvables, con situaciones resueltas de manera caprichosa (cómo acuerdan desconectar al padre, cómo hallan el cuaderno de notas), y con un planeto formal que nos planta en pantalla a los espíritus sin terminar de haberle dado la vuelta necesaria como para que cierre lo que se nos está contando. Es aquí donde la buena voluntad del realizador, evidentemente deseoso de contar un cuento con contenido histórico no alcanzado por la pasteurización, termina por disolverse en medio de escenas que o terminan de cuajar en la narración general. En cuanto al cast, más que destacado lo del local (y ex- Cha Cha Cha) Pablo Cedrón, como el miserable represor, ajustado a su papel dentro de lo que le permitió el guión. El resto acompaña y hace lo suyo con la mínima solvencia necesaria. Es de esperar que el cine vuelva a animarse a cruzar el género con una cuestión de peso como la que tomó Cabezas para su film. Aunque con más fortuna en los resultados, claro está.
En los filmes de terror siempre hay un monstruo y una víctima y alguien que hace lo que no debe. Gracias a un extraño giro sobre el tema, el victimario es un médico torturador que durante la dictadura argentina “chupa” personas, las tortura y con esas experiencias escribe un libro. Los desubicados son dos hermanos mezclados en una trama donde la ocasión de retomar la historia de una familia desaparecida hace que vuelva a aparecer. Y con ella inesperadas respuestas.
Es por lo menos entendible que a golpe de vista la ópera prima del español Paco Cabezas genere algún tipo de molestia o incomodidad: ya el título, que juega sobre una de las palabras con mayor carga política y moral de nuestro país, puede hacer ruido o parecer poco feliz. La primera impresión podría ser la de una película que se aprovecha de manera descarada del pasado irresuelto de la Argentina. Y después de leer una sinopsis o alguna de las críticas que se publicaron en medios importantes, incluso pareciera que se despejan las dudas: Aparecidos tiene todo para convertirse en “la” película abyecta en mucho tiempo. Pero habría que ver el film de Cabezas antes de apresurarse a sacar conclusiones, porque lo que realmente hay detrás de las referencias a la dictadura y los desaparecidos no es una denuncia fácil ni otro reclamo de justicia liviano y políticamente correcto. Al contrario, porque Aparecidos prácticamente ni se atreve a rozar el campo de la Historia, sino que apenas si la toma como contexto para desplegar el herramental (la palabra no es inocente, tratándose de una película que habla de la tortura) propio del género de terror. O en todo caso, de cierto terror de la actualidad: uno lavado, que apuesta más a la sensiblería, la construcción de los personajes y el suspenso que al shock o a las escenas truculentas. En este esquema de cosas, la presencia de un pasado trágico, terrible, que vuelve de manera insistente para acosar a sus víctimas ya muertas y a unos pocos que conocen la verdad (Pablo y Malena, hijos de un médico torturador) cuaja muy bien con el andamiaje narrativo que ensaya Cabezas: los hermanos sufren en carne propia la amenaza de un espectro que los persigue y lastima tratándolos de “subversivos” y “comunistas”. Así, la historia funciona como metáfora evidente de las heridas no cicatrizadas y de un país que sigue sin saldar cuentas con su pasado, pero lo hace siempre poniendo como centro al género y sirviéndose de la cuestión histórica apenas como elemento dramático. Hasta cerca del final, Aparecidos no esboza ninguna denuncia consistente ni se mete de lleno con el tema de la dictadura, y ese quizás sea su mayor éxito. Mientras la película se decide dentro de los límites del terror, con algunos estallidos de gore que constituyen los puntos más fuertes, Cabezas lleva las de ganar. También acá la dictadura y los instrumentos y métodos de tortura utilizado por los represores están en función exclusivamente de las necesidades dramáticas: el regodeo en la mostración del submarino o el relato de los efectos de la picana son estrictamente terroríficos y nunca alcanzan una dimensión verdaderamente histórica o política. Lo mismo puede decirse del relato del personaje femenino encontrado por Malena, que describe los padecimientos de la tortura sufrida por ella y su marido, que es un desaparecido. Entretanto no se elabora un discurso serio respecto a la dictadura y su accionar, la película es un exponente de género bastante decente (un poco falto de sangre y excedida en sentimentalismo, pero decente al fin) con un llamativo gusto por las persecuciones en auto y la música estridente, que alcanza a mantener el interés la mayor parte del tiempo. Pero la cosa se complica cuando Cabezas empieza a tirar líneas que conectan cada vez más a la película con un cierto intento de denuncia; allí, si bien se mantiene el respeto en el acercamiento a su objeto, Aparecidos se torna difusa y problemática, porque el reclamo de justicia de los personajes y la historia nunca despega de una superficialidad chatísima, y la película acaba decantándose por la corrección política más rampante y lavada, pero de política propiamente dicha, nada. No es nuevo: hay temas que por su complejidad y su importancia requieren de un tratamiento más intenso, con mayor capacidad de análisis y de crítica. Durante gran parte del metraje a la película no le hace falta tomar una posición fuerte respecto de su historia (que, como ya dije, sirve más bien de contexto y marco narrativo), pero cuando decide hacerlo, todo lo que tiene para decir podría resumirse en una frase como esta: “los torturadores que destrozaban personas eran mala gente y merecen ser castigados”. Cuando se deja ver, la ideología de la película no tiene mayor espesor que el de cualquier noticiero de mediodía; Cabezas se mete en un berenjenal del que sale muy mal parado. Esto se ve sobre todo en la resolución de la historia (que claramente funciona como ajuste de cuentas con la Historia): para que el médico y torturador deje de acosarlos, Malena desconecta el aparato que mantiene con vida a Gabriel, su padre (el represor en cuestión, que se encuentra en coma desde el principio), y solo así consigue salvar a Pablo (del que se revela que es hijo de desaparecidos) y “liberar” a la familia muerta que era víctima constante de los tormentos del espectro de Gabriel. Para el final, la película claramente está moviéndose dentro del terreno de la Historia y la metáfota política, y el desenlace, con la muerte del represor como única forma de conseguir alivio, se vuelve muy cuestionable. Traducir esto en una mirada sobre el pasado y el presente de la Argentina quizás sea cargarle una mochila demasiado pesada a Aparecidos, pero también es un riesgo que la propia película se atreve a tomar por sí misma cuando decide desplegar un discurso que abandona al terror para plegarse cada vez más a una especie de inflamada reivindicación de las víctimas de la dictadura. Es increíble el cambio que opera Cabezas: de la primera parte, donde reinan el terror y el melodrama con algunas pizcas de gore, al plano final, donde se muestra a una Buenos Aires llena de fantasmas como los que persigue Gabriel (o sea, para Cabezas pareciera que todavía hace falta matar a muchos represores más para que haya verdadera justicia), la película pega un giro del que no puede volver con dignidad.
Cero sentido Las películas de terror clase b muchas veces ejercitan oblicuamente una crítica social. Aparecidos, el filme de Paco Cabezas, pertenece en parte a este universo cinematográfico, aunque su pretensión doble y paradójica, entretener y concientizar, disloca el terror que busca y ridiculiza su moraleja política, objetivo noble e incuestionable, pero que exige rigor histórico (en este caso) e inteligencia política. ¿Cómo, si no, hacer un filme de fantasmas cuyo estatuto de espectros coincide con ese vocablo preciso de nuestra historia: desaparecidos? La premisa no es necesariamente improcedente e indecente. En nuestra historia nacional, un desaparecido es un fantasma material: desconocemos su paradero, y de esto se predica una errancia simbólica. El derecho a saber significa incorporar instancias esenciales de una vida que se resisten a ser parte de un relato. El trauma es, por definición, exactamente eso: una memoria dolorosa que se fuga de la historia de un sujeto, de una comunidad, de un país. Aparecidos larga el 13 de agosto de 2001. Es un dato arbitrario, pues los sismos preparatorios para la debacle nacional no son parte del relato. Podría ser hoy, hace dos años, hace una década. Lo que importa es que en ese presente impreciso dos hermanos de nacionalidad española visitan Argentina. Su padre está en estado vegetativo. Tienen que tomar una decisión: desconectar al progenitor, y apurar los trámites hereditarios. De los dos, y no es un dato menor, es el más joven, Pablo, el que tiene un gesto menos utilitario. Le habla a su padre, toca su mano y le avisa que su hijo está presente. No tardará en responder. Pablo quiere saber un poco más sobre su padre, y convence a Malena, su hermana mayor, de viajar a la Patagonia, cerca de Rawson, donde su padre ejerció como médico. Arriba de una Ford rural emprenden un viaje al pasado. Y el pasado de su familia, como el de Argentina, no es un pasado exento de mentiras, traiciones, asesinatos, violencia, odio. Y es así que la aparición de una misteriosa niña en el medio de la nada patagónica será el presagio de varias apariciones. Son fantasmas del último proceso militar, son fantasmas desconocidos de la vida personal de los dos hermanos. Lo que sigue es un despropósito inaudito: cambiar la historia volviendo literalmente a ella en un presente yuxtapuesto al pasado. ¿Un túnel del tiempo? ¿Un anillo de Moebius? En la cabeza de Cabezas todo parece posible. Narrativamente incoherente y políticamente inocente, Aparecidos se parece a varias películas de terror de la última década. A diferencia de Sexto sentido, una de fantasmas con un fondo político difuso y preciso, además de ser un intento de actualización (no del todo exitoso) del clasicismo hollywoodense, Aparecidos posee un ritmo narrativo veloz en donde todo está codificado: las panorámicas turísticas sobre la Patagonia, las paletas de colores y las elecciones musicales, todo explicita qué se debe sentir y qué se debe pensar. La máxima conquista de Cabezas son dos secuencias correctas de levitación. Una de las últimas secuencias propone que los desaparecidos están entre nosotros: abandonados en las calles, atribulados, ignorados, en un limbo de injusticia perenne, en la medida en que la sociedad desestime ir hasta las últimas consecuencias en el esclarecimiento de los asesinatos sistemáticamente perpetrados por parte del terrorismo de estado. No obstante, la puesta en escena de Cabezas parece más un comercial que un momento cinematográfico. La ciudad se detiene, los desaparecidos son invisibles, llueve y el tráfico es infernal. Es una publicidad de derechos humanos en medio de una película. Una idea justa, pero no justo una imagen.
Los hermanos sean unidos Esta coproducción entre España y Argentina resulta una atractiva combinación de suspenso y terror a partir del momento en que dos hermanos (Ruth Díaz y Javier Pereira) recorren nuestro país (el sur argentino bellamente fotografiado) y descubren un diario que relata crímenes cometidos veinte años atrás. Pasado y presente se mezclan en la narración del cineasta Paco Cabezas para sorprender al público. Y lo hace con buenos recursos en un género poco transitado por estas tierras. El toque fantástico del “más allá”, la creación de climas con intriga y un pasado familiar tormentoso se unen para formar un rompecabezas que entretiene y cuyas piezas son una verdadera pesadilla para los protagonistas. Ya desde el comienzo (la llegada a un hospital), Aparecidos se inscribe en una narración no lineal y se advierte que está basada en hechos reales. Creer o reventar. En el elenco sobresalen Héctor Bidonde y la presencia inquietante y temible de Pablo Cedrón. Este estreno llega con retraso y quizás su final empañe la atmósfera de sus 95 minutos previos, pero la experiencia vale la pena.
Simplemente hay ciertas cosas que no deberían mezclarse a esta altura de las circunstancias. Hace unos años, el guionista de Relaciones Peligrosas, Christopher Hampton, vino a la Argentina con Antonio Banderas y Emma Thompson para realizar una película que relacionaba elementos sobrenaturales, psíquicos, y fantásticos con el genocidio ocurrido durante la última dictadura militar. La película es una burla, inconsistente narrativamente, que retrata las desapariciones ocurridas en el país con poca seriedad y bastante falta de respeto. Nuevamente, con Aparecidos, se mezclan las “desapariciones” durante la dictadura con la fantasía. Esta vez en medio de un relato de fantasmas, y los resultados son tanto o más catastróficos que la anterior. Malena y Pablo son dos hermanos españoles que vienen a la Argentina para firmar un permiso, para que el hospital donde esta internado su padre moribundo, al que no ven desde chicos, lo desconecte del respirador artificial, si llega a caer en un caso extremo su delicada salud. Malena no guarda un buen recuerdo de su padre, pero no sabe porque. Ella quiere apagar la máquina que lo mantiene con vida y regresar a España con su madre. En cambio, Pablo nunca lo conoció, por lo que quiere aprovechar el viaje para saber más de su pasado. Después de los trámites en el hospital, ambos descubren que el padre les dejo una casa en Tierra del Fuego y un Falcon verde de los ´70. Detalle no menor y de poca sutileza. Pablo convence a Malena de viajar a la Patagonia para encontrar la casa del padre. Ella acepta, pero no de buena manera. En la ruta, Pablo encuentra una especie de diario de viaje, donde se dan detalles de torturas con picanas eléctricas, y hay fotos de una familia torturada y asesinada. La acción, por así decirlo empieza en un hotel de la ruta, donde ambos hermanos se cruzan con los “fantasmas” de la familia y el asesino los empieza a seguir a ellos, por lo que Pablo se decide a cambiar la historia y salvar a la familia. Si todo esto ya resulta demasiado irrisorio e incoherente para tratarse de una película de terror, y si se le suma la etiqueta: “película sobre desaparecidos”, la ópera prima de Paco Cabezas termina siendo un cocktail de lo peor de ambos “géneros”. En Crónica de una Fuga, Caetano logró mezclar el thriller con el drama político y psicológico. Cabezas no hace ni una ni otra. Como producto cinematográfico es realmente paupérrimo. Los encuadres son feos, la fotografía obvia y demasiado retocadas en post producción, los efectos especiales mediocres. A eso le tenemos que sumar que el guión tiene demasiadas falencias, los personajes son chatos, la resolución es previsible desde la primera media hora. Clisés, estereotipos y lugares comunes del género. La película no asusta ni impacta. La música tiene poca influencia. Los climas no terminan de ser logrados, por tanto el suspenso intensificado con el recurso del fuera de campo es bastante decepcionante. Narrativamente, los giros dramáticos, además de ser obvios, son risibles y las situaciones patéticas. Es muy poco lo rescatable. Inclusive el hecho de que los fantasmas aparecen en espejos ya fue exprimido por el cine de terror japonés. No hay siquiera (y por suerte, teniendo en cuenta la temática) algo de gore para los fanáticos más morbosos. La película ni siquiera puede ser interpretada como una clase B. No es bizarra, no es divertida, carece de ingenio y originalidad. Las interpretaciones de la pareja española protagonista tampoco son rescatables. Abundan los gritos, los diálogos, miradas pretenciosas y las exarberaciones actorales. Es una lástima desaprovechar a buenos actores argentinos como Hector Bidonde y Pablo Cedrón en una producción tan poco imaginativa, demasiado explicita y discursiva, incluso aburrida. Los últimos planos de la película tienen una pretensión, una falta de modestia, una sutileza y una banalidad tal, que termina siendo bastante peyorativo para aquel que tenga un familiar fallecido durante los años de la dictadura. Aparecidos pertenece al 2007 y nunca debió haberse estrenado en nuestro país. Se trata de una de las peores películas que llegaron a la pantalla grande durante el 2009. Conozco varias, que pasaron directamente al DVD, que habrían ocupado esa disponibilidad de salas mucho mejor que este insulto a la inteligencia y la cinefilia.
Con una interesante y audaz metáfora sobre los desaparecidos, esta coproducción española-argentina que en apariencia sólo se propone sobresaltar, sale airosa de su singular y riesgoso mix. Aparecidos pretende producir espanto por más de una razón, y por momentos logra su tenebroso cometido, ya que la trama, nada sencilla de resumir, afronta con mucha dignidad la premisa de asustar por sus fantasmas y también por su conexión con las más execrables prácticas del terrorismo de estado. Dos hermanos españoles, cuya madre argentina se exilió con ellos de pequeños, vienen a Buenos Aires a hacerse cargo de un padre en coma sobre el cual pesan sombrías sospechas. Esto traerá a colación un viaje al sur de ambos con un Ford Falcon rural –todo un símbolo- que oculta un rotoso diario que describe el asesinato de una familia, mientras una oxidada y tétrica camioneta y unos muertos que no tienen paz, ni de un lado ni del otro, los acosan sin piedad. Estos y otros ingredientes van diseñando una alegórica pieza de horror que cierra apropiadamente con una espectral y conmocionante imagen final de Buenos Aires. Dentro de un elenco sólido se destacan sus dos estupendos y jóvenes protagonistas ibéricos, Javier Pereira y Ruth Díaz, y las buenas participaciones de intérpretes locales como Pablo Cedrón, Héctor Bidonde y Graciela Tenenbaum.
Los realizadores de cine comprendieron que, en esta época donde el terror pasó a ser cosa de tontos (o de freaks), no podían limitarse a hacer saltar la sangre a chorros, sino que debían decir "algo más". Muchas veces, han dicho cosas inútiles, redundantes o retrógradas. Otras, como en este filme del español Paco Cabezas, son ocasión para hablar de otro modo de aquello de lo que suele hablarse en otros géneros, con un halo de seriedad que no sé quién pudo haberle otorgado en primacía a este género que, en lo personal, me resulta muy atractivo. Ya lo sé, seguramente seré un freak (porque afirmar mi zoncera sería adimitir que soy un tonto), como confiesa ser el director mismo -lo cual puede resultar problemático. Aparecidos es una road movie protagonizada por dos hermanos que llegan de España a Buenos Aires con motivo del estado de coma de su padre, sin posibilidad de rehabilitarse y, por ende, pasible de la ser desconectado del respirador. Malena (Ruth Díaz) no tiene ningún tipo de remordimientos para con su padre, de quien su madre no habló nunca bien, pero Pablo (Javier Pereira) siente que recién lo está conociendo y se enternece hasta el punto de insistirle a Malena de realizar el camino desde Buenos Aires a Tierra del Fuego, donde su padre vivía y cuyo trayecto realizó moribundo de su cáncer en su auto, el mismo que utilizarán sus hijos. Pero el placer del viaje por la carretera (con esos hermosos paisajes patagónicos que el Super 35 panorámico sabe aprovechar) se ve interrumpido por el encuentro de un diario, escondido en el auto, que relata los hechos tal y como van a suceder... o como ya sucedieron. Se trata de una película de apariciones o fantasmas, muy bien estructurada en cuanto a lo técnico, pero poco original a la hora del desarrollo y secuencia argumental. Lo más destacable, es por supuesto, la temática social de la que trata. Diremos algunas palabras acerca de ella a continuación, pero comento a los fanáticos del terror, que no vayan con grandes expectativas en relación con el género. [PLOT SPOILER. Si usted no vio la película, no siga leyendo hasta que otra señal se lo indique. Se revelarán detalles resolutivos de la trama. Sin embargo, nada que usted no pueda averiguar con un poco de perspicacia.] Cuando uno se entera quiénes son esos fantasmas (por cierto, bastante pronto si uno presta atención) el título se explica por sí solo: los aparecidos fueron desaparecidos por la dictadura militar argentina que comenzó en 1976. En esta época, se llevaron a cabo las más horribles torturas a jóvenes, adultos, ancianos y niños (se han arrojado jóvenes de 14 años al río en los "vuelos de la muerte"). Para llevar a cabo dichas operaciones, se necesitó ayuda técnica, y esta fue la de los médicos. Curiosamente, este filme se estrena el 3 de diciembre, día del médico. Aún estos médicos siguen trabajando. No era un Mengele, sino muchos. Su labor era la de calcular hasta qué punto un hombre podía aguantar la tortura sin morir (¿cuántos voltios puede recibir por la picana? ¿Cuánto aguanta desangrándose bajo el agua?). Se imaginan, que habiendo desaparecido a treinta mil, podían darse el lujo de perder algunas vidas. De todos modos, no les interesaba a los torturadores extraer verdad alguna, sólo querían un nombre o varios y luego la mayoría de los torturados eran asesinados, si no morían por las heridas de la tortura. Ya se sabe, la ciencia no es en sí misma un beneficio para la humanidad, sino que también puede usarse para matar, o para realizar operaciones ilegales como el robo de bebés, en este específico caso de la medicina. De esta película de Paco Cabezas puedo rescatar una visión que parece estar surgiendo dentro de los films de terror, a saber, la reflexión que aparece en Masacre esta noche, ganadora del Buenos Aires Rojo Sangre, acerca de la diferencia entre realidad y ficción, muy pocas veces tematizada en el cine (por ejemplo, Lynch lo hace en Inland Empire). Las torturas son un excelente objeto para despertar el morbo del terror, pero una vez que se vuelven reales, ya no son más cine, son una de las acciones más despreciables que puede cometer un humano. [HASTA AQUÍ EL PLOT SPOILER. Puede retomar la lectura.] En suma, tenemos un film de fantasmas, previsible, pero con un interesante mensaje al público: el terror no es algo tan alejado de nuestras vidas, sólo que podemos disfrutarlo cuando estamos en la butaca. Celebro que películas que hasta hace poco se consideraban "triviales" traten tópicos altamente importantes sin por eso banalizarlos, cosa que en ningún momento Aparecidos hace. Ahora que existe cierto auge (precisamente por su decadencia anterior) del terror tratando temas "serios", debemos insistir en que los cineastas realicen otros géneros en esta línea. El más necesitado, y no es que nunca se haya hecho, es la comedia. Paco Cabezas intenta hacer lo suyo con mediano éxito y a veces no deja al espectador nada para leer "entre líneas". La escena final es por cierto, lamentable e innecesaria.
Cuando el terror es verdadero Seguramente lean a continuación algo más que un “Anoche Vi”. Seguramente lean una porción de historia perfectamente retratada, seguramente lean una exhalación del tiempo prohibido y vedado, leerán sobre el dolor, la pasión y el verdadero Terror. “Aparecidos” nos transporta mas allá de las fronteras de una película, tocando fibras sentimentales en el Argentino, fibras que son delicadas y respetadas, fibras que en armonía nos provocan el llanto del dolor crudo. Pudieron demostrar que el “terror” no es un mero género del cine. Encontrados los dos hermanos, Malena y Pablo (Ruth Díaz y Javier Pereira) para poder ir hacia Argentina a firmar el documento que permite la desconexión de las maquinas que mantienen con vida a su padre, que posee muerte cerebral. Ambos, con encuentros y desencuentros personales y todos los conflictos mutuos que pueden existir, se embarcaran en la búsqueda de lo que ellos creyeron que podía ser una aventura, luego de encontrar un diario que relata crímenes que se cometieron hace más de 20 años. En el camino podrán encontrar y descubrir su humillante origen. El planteo parece básico, y lo es. No tiene mayores complicaciones, posee una trama lineal que se desarrolla de manera constante, lógica y ordenada, no presenta crisis o puntas novedosas. Pero he aquí el primer gran e interesante conflicto, ¿No era de Terror? Si, una vez más nos encontramos con una película de género que no es todo lo que dice, sino que es más. Abarcando temáticas crudas familiares, conflictos protagónicos de personalidad y por sobre los demás puntos el dolor de la perdida, sea de uno o ajena. Nos encontramos con una mezcla tan yuxtapuesta como interesante, tan antagónica como lo presentado en el film. Si, la trama central es básica, ya lo dijimos, pero son estos aderezos lo que hacen al guion, una verdadera historia, la cual cierra perfecto hacia el final, no dejando cabo suelto por atar. Tropezamos con ciertas fallas en el relato, fallas técnicas quizás, que para nosotros son inherentes al desarrollo del mismo. Es abrumadora la cantidad de temas que se tocan, pero están tan bien medidos y colocados en la trama, que desarticulan este género de terror, y lo transforma en un policial negro, o un drama de golpe bajo, o por momentos, el más crudo de los documentales. aparecidos Poderosa escena de "Aparecidos". La historia que es historia. Cuando el tema de la dictadura es tratado en un film que no es de índole histórico, suele tocarnos y revolvernos eso que no nos hace bien, pero que es extremadamente necesario tenerlo a flor de piel. Cuando esta temática es tratada el argentino llora, el humano llora. Es por eso también que se hace difícil opinar de “Aparecidos”, no podemos ponernos en los pies del espectador virginal, quien nunca se empapo de testimonios, filmaciones, juicos o documentos. No, no podemos. Está arraigado como sentimiento nacional, como dolor nacional. Más allá de eso, el mezclar los espíritus con el pasado y el presente, hace funcionar de manera subliminal lo que paso en el país. Aunque hacia el final, se les va a piantar un que otro lagrimón, se los aseguro (Ultrasensibles (Como yo.) abstenerse). Es interesante como el director y escritor Paco Cabezas, toma decisiones creo yo pensadas y diseñadas para generar un mejor producto o un mejor relato en la historia. Que ninguno de los personajes sea argentino, creo yo es una decisión. Esto genera un mayor desapego o desarraigo a lo largo del relato que hace hincapié en el desarrollo de la temática super-natural o los gags que hacen de esta en parte, una producción de terror. Hacen que la fibra del argentino no vibre constantemente en esa sintonía, sino que te dispare a seguir el guion del film. Y llegado el final, notamos una clarísima intervención en mostrar acentos, relatos, historias y accionares de personajes nefastos y personajes benignos, con una tonalidad que nos hace temblar o enternecer. Decisiones difíciles. Definitivamente la decisión de relatarla desde dos extranjeros en su país no es sencilla. Cuesta en su adaptación, en su convergencia natural, en su búsqueda personal. No es fácil, pero está bien lograda. Las actuaciones no son de las mejores, pero son las necesarias para estos papeles en donde realmente no hay un protagonista más allá del guion central. A sabiendas de que se catalogaría como una película de terror, creo que es una decisión no usar latiguillos típicos de este tipo de narración fílmica, es lo que hace que salga tanto de lo genérico y se transforme en esa mezcla que antes mencionamos. aparecidos2 El deber llama. No es sencillo mostrar sensibilidad, crudeza, suspenso e historia, todo al mismo tiempo, y esta película lo logra muchas veces en un solo plano. Uno no sabe en ciertos momentos porque siente miedo, y eso es terror, dudar de lo que ves y de lo que sentís, saber que la ficción es realidad y que por momentos son sentimientos cercanos. Sentirte reflejado en los accionares y en los pesares es un terror medular, imposible de no comentar y de olvidar. Paco Cabezas puso todo lo que tenía en estas decisiones, y se ve reflejado en el final, ese final apoteótico y tan simbólico. Tan fuerte para el Argentino empapado de historia. Tan lógico para nuestros años de odio. Sin dudas una pequeña lomada en el género del terror que asoma, digna para tener en cuenta y tomar nota. Por momentos puede hacerse predecible, pero dejaran eso de lado para poder seguir viendo lo que viene. Ojala existieran mas exponentes dentro del “genero del terror” que nos presentaran cosas diferentes, tan abarcativas y plurales como lo es “Aparecidos”. NO OLVIDES… Ver esta película.