Azul el mar”, de Sabrina Moreno. Crítica ¿Porqué el mar es azul?" Julian Esteban De Santo El jueves 2 de julio en Cine Ar Tv y el viernes en la plataforma Cine.Ar Play se estrena la película de Sabrina Moreno presentada en el ciclo Panorama Cine Argentino del 34º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Por Julián Esteban De Santo. Una familia y sus hijos emprenden un viaje hacia Mar Del Plata. En principio, parecían unas tranquilas vacaciones en un ambiente cálido, con playas y divertimentos. Pero allí comenzaron a surgir los problemas . Lola ( Umbra Colombo) nota que la relación con su marido, Ricardo , va de mal en peor. Ya no es lo que era antes ,y lo único que los une es el amor y el cuidado hacia sus hijos. Ante ese panorama, la directora nos brinda un contraste entre escenas propias de Mar Del Plata (su cielo, su mar, sus playas) y una relación de marido y mujer que poco a poco se desmorona. El personaje de Lola es el eje de la película, excelentemente interpretada por Umbra Colombo. Lola representa muy bien a la mujer actual, y a las luchas que tiene el género en el siglo XXI , ante un marido que si bien “la ama“, muchas veces le corta las alas. Sabrina Moreno nos regala una obra que, en poco mas de una hora, resume varias cuestiones de la vida, como la familia, el amor y el desamor. En un contexto de un viaje de vacaciones, que parecía ser por placer, pero que desnuda las falencias de una familia tipo. Puntaje: 80/100. Actuación - 80% Arte - 80% Fotografía - 80% Guión - 80% Música - 80% 80% Una obra que, en poco mas de una hora, resume varias cuestiones de la vida, como la familia, el amor y el desamor. En un contexto de un viaje de vacaciones, que parecía ser por placer, pero que desnuda las falencias de una familia tipo. User Rating: Be the first one ! FacebookTwitterGoogle+LinkedInCompartir por correo ele
Críptico relato que desanda los días del viaje hacia el descubrimiento de Lola (Umbra Colombo) que desea romper con estructuras y mandatos en medio de unas vacaciones familiares. Si bien por momentos el relato se pierde en las propias inquietudes que propone, por el sólo hecho de desarrollar la historia de esta mujer perdida en obligaciones y postergando sus deseos, vale.
SUEÑO MAR DEL PLATA Un matrimonio y sus cuatro hijos van en su coche por la ruta, en dirección a Mar del Plata para pasar unos días de vacaciones. Pero lejos del leitmotiv alegre con el que la ciudad ha sido identificada históricamente, un balneario para la familia tradicional argentina, la música de Azul el mar se acerca más a la atmósfera de una película de terror. En su ópera prima, la directora Sabrina Moreno reúne algunos recuerdos de su infancia para reflexionar sobre la convivencia, los roles que cumplen los hombres y las mujeres en la construcción de una familia y la angustia existencial de una mujer que encuentra en su entorno una serie de símbolos oscuros sobre su presente. De alguna manera se vincula con Sueño Florianópolis, reciente film de Ana Katz en el que las vacaciones de una familia eran el telón de fondo para el derrumbe de determinadas estructuras; y que casualmente también estaba ambientada en un pasado no tan distante. Sin embargo, mientras Katz jugaba con los códigos de la comedia costumbrista, Moreno se acerca más al drama intimista y al cine experimental a partir del uso expresivo del sonido, la música y el montaje. La protagonista es Lola (Umbra Colombo), una profesional de la medicina que se siente un poco estancada en su vida y en su trabajo: cuando manifiesta que podría conseguir más horas, su esposo Ricardo (Beto Bernuez) se muestra bastante desinteresado en su progreso laboral. Pero esa parece ser apenas la punta del iceberg de algo que iremos descubriendo a medida que avanza Azul el mar, o que iremos intuyendo puesto que la película muestra una deliberada intención por la simbólico antes que por lo explícito. Lola, un poco confundida y azotada por una naturaleza que parece querer decirle algo, será estimulada con las olas que golpean una y mil veces contra la costa, por las nubes oscuras que prometen tormentas, por la espuma del mar a la deriva entre las rocas. O será atravesada por ralentis que la muestran perdida, con fundidos y paseos en paisajes extraños, o saltos temporales que profundizan el extrañamiento. Moreno no ahorra en recursos cinematográficos o simbólicos, y si bien se agradece su confianza en que el espectador pueda desentrañar el misterio que es su protagonista, lo cierto es que en una película de apenas 65 minutos muchas veces esos recursos aparecen repetitivos o excesivos. En Azul el mar el viaje y las vacaciones, lejos de significar el aprovechamiento del tiempo libre y la reunificación de la familia, operan como elementos que profundizan la distancia entre Lola y Ricardo. Por momentos, Moreno acierta cuando despersonaliza a los cuatro hijos y los vuelve un concepto (la familia) que se mueve al costado de la experiencia de los dos personajes adultos. Como si de repente eso que está la vista del espectador no lo estuviera a la de los hijos, aunque a una de las chicas algunos aromas le den náuseas. Como explica Ricardo en algún momento, el mar en verdad no tiene color aunque lo veamos azul. Esas son las percepciones que Moreno pretende convertir en la caligrafía de su película, percepciones que a veces son sutiles y otras tantas una carga algo barroca de simbolismos. Desde la gravedad y la reiteración de algunos de sus recursos, Azul el mar carga tanto las tintas que, cuando todo se resuelve, termina siendo demasiado anecdótica para lo que sus ambiciones formales señalan.
En poco más de una hora, y teniendo como disparador unos recuerdos de infancia, Sabrina Moreno pinta en su primera película la crisis interna de un matrimonio. Marido y mujer se quieren, pero ya no es suficiente. Disfrutan las vacaciones con los hijos, pero también hay desgaste y desacuerdos. Ella tiene expectativas de otro futuro, pero se siente atada. Él es un buen tipo, pero no puede comprenderla, ni contenerla. Entretanto, los niños mantienen su inocencia. Eso es lo que están viviendo los personajes. Todo está expuesto con sutileza, con una música levemente extraña, en un libre vaivén de tiempos y de sentimientos (y de ubicación frente al volante). También algunas imágenes pueden parecer un poco extrañas, como fotos familiares que van perdiendo brillo. La historia avanza con algunos saltos, como ocurre a veces con la memoria de otros tiempos que deja hilos sueltos e impresiones marcadas. En el balance, entonces, la pintura de caracteres pareciera tener más peso que la narración, pero eso, por suerte, no molesta demasiado. Conviene anotar el nombre de esta novel directora. Y el de sus principales intérpretes, Umbra Colombo y Beto Bernuez, así como un detalle que habla de los nuevos tiempos: ésta es una producción pura y enteramente cordobesa.
Tras haber ganado el concurso de ópera prima del Polo Audiovisual Córdoba y participado de la sección Panorama Argentino del 34º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, llega el estreno de Azul el mar, de la realizadora cordobesa Sabrina Moreno, que podrá verse por la plataforma Cine.Ar. Lola (Umbra Colombo) y Ricardo (Beto Bernuez) junto a sus cuatro hijos, comienzan sus vacaciones en Mar del Plata. “La feliz” les ofrece hotel, playa, mar, paseos y los infaltables lobos marinos, como parte del paquete vacacional y la clásica iconografía del lugar. Un plan familiar, donde emergen los buenos momentos, la cotidianeidad y la búsqueda de espacios individuales. Ante una felicidad aparente, la insatisfacción de Lola se manifiesta en sus gestos, en la apatía constante; como si ansiara un cambio profundo en su vida, una necesidad tan íntima, que sólo expresa en la libertad que le inspira la naturaleza, de cara frente al mar, donde se siente ella misma. -“Papá el mar es azul?, pregunta una de sus hijas. “Dependiendo de la luz, el color del mar puede variar”, le constesta. “Para mí es azul, afirma la niña”. La metáfora funciona y aplica a la complejidad e individualidad de la mirada, como a la subjetividad del concepto “verdad y felicidad” dentro del matrimonio. Un rasgo, que anticipa el conflicto que abordará la película. A lo largo de un relato omnisciente, vemos el proceso de angustia de Lola, desconociendo las causas o los motivos que lo causaron. Ese recorte, de la historia, abarca sólo unos días de verano en vacaciones, donde se entrelaza la convivencia familiar con la opresión que siente la protagonista, un sentimiento de ahogo que se manifiesta a través de recursos estilísticos visuales como la sobreimpresión, el flashback, las imágenes oníricas, y la simbolización de los objetos, en este caso, del mar, del cielo, del bosque. La resignificación de los elementos traduce, poéticamente, el interior de Lola. Moreno opta por alejarse de la explicación literal de los hechos, como de los diálogos explícitos o confesionales de sus personajes, para ahondar en un terreno más sutil e instrospectivo, que deberá ser completado e interpretado por el espectador. “Azul el mar muestra un universo tan complejo como la familia”, comenta su realizadora, con lindas anécdotas de verano que parecen ocultar el interminable dilema de cómo mantener los propios deseos en convivencia con los roles establecidos en nuestro entorno” La propuesta logra escenas de gran naturalidad, principalmente donde actúan los chicos, pero le cuesta sostener la tensión frente a su dilema, como en los momentos de intimidad de la pareja, casi como evadiendo la circunstancia a enfrentar y reduciendo los tiempos narrativos para desarrollar la intriga del conflicto, o precipitándolos hacia el final. De esa manera, la historia se reduce, a expresar de modo simbólico y estético, la problemática interna de una mujer que ansía verse libre, más allá de todo. AZUL EL MAR Azul el mar. Argentina, 2019. Dirección y guion: Sabrina Moreno. Intérpretes: Umbra Colombo, Beto Bernuez, Martita Depascual Fernández, Nehuén Fritz, Margarita Garelik y Juan Cruz Solís. Edicion: Martín Sappia/ Fotografía: Sebastián Ferrero/Sonido: Atilio Sánchez/ Música: Alejandro Di Rienzo y Arturo Escudero. Duración: 65 minutos.
Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play, Azul el mar, la ópera prima de Sabrina Romero sobre una mujer envuelta en un matrimonio agotado y agotador. Lola (una eficaz Umbra Colombo) es profesional, esposa y madre de cuatro hijos. Con su familia viajan de vacaciones a Mar del Plata y esos días serán la prueba de que el matrimonio no está pasando por sus mejores momentos. Y que esto es algo que viene desde hace tiempo y que Lola quiere resolver poniendo punto final a la pareja y Ricardo, su esposo, sostiene que tiene arreglo. Azul el mar es un drama contenido que desde el primer minuto muestra signos de que algo definitivo va a suceder. El problema es que durante la trama esos “signos” agoreros se multiplican demasiado (en un film de apenas 62 minutos) y se tornan un poco repetitivos: cielos de nubes que avanzan, las olas del mar rompiendo bien cerca de la orilla, la espuma que todo lo inunda, pies quietos que se empiezan a ver aprisionados entre el pasto y el agua enlodada, los ralentis sobre la protagonista y sus gestos siempre tensos y atemorizados de cara al fuera de campo, el trabajo con el sonido. Sabrina Romero elige contar esta historia dándole prioridad a las formas, echando mano a los procedimientos cinematográficos que, a veces, se acercan a lo experimental y nos sugieren esa incomodidad y esa angustia que atraviesa Lola: imágenes en grises y sin sonido, el montaje de las situaciones en escenas que cambian vestuarios o posiciones de los personajes buscando explicitar las rupturas en continuidad, lo que permite denotar que es una especie de presente continuo el que ellos están viviendo. Más allá de contar un cuentito conocido buscando desde las formas volverlo original, algunas de las decisiones enumeradas y un elenco que, en general, luce un poco artificioso, no ayudan demasiado al resultado final. Un drama familiar contenido, a partir de una mujer postergada, que busca diferenciarse a partir de las formas por sobre el contenido y no termina de explotar.
Una pareja y sus tres hijos emprenden el descanso familiar veraniego hacia la costa atlántica, más precisamente tendrán sus vacaciones en Mar del Plata, como típico proyecto de vacaciones en familia en un verano que será revelador. En una de las salidas familiares, en esos paseos por el centro después de la cena, mientras los chicos se entretienen en los video juegos, Lola (Umbra Colombo) le anuncia a su marido, Ricardo (Beto Bernuez) que le han ofrecido un nuevo trabajo. Primeramente él reacciona con asombro, le resulta extraño que ella no le haya mencionado esa propuesta con anterioridad y elija ese espacio para contárselo; luego aparece -como una reacción casi automática- una respuesta a la que seguramente ella temía y por lo cual dilató el momento de contarlo: una vez más Lola se siente postergada e incomprendida. “AZUL EL MAR” describirá ese proceso íntimo y personal que atraviesa Lola en esa búsqueda interior de la mujer que quiere ser, y a pesar de que el vínculo con su marido aparenta cierta estabilidad –sobre todo sostenida por el amor y el cariño con que ambos se relacionan con sus hijos-, nada de lo que él le diga o pueda demostrarle, ninguno de sus intentos por ir rescatando la pareja le parecen suficientes. La ópera prima de Sabrina Moreno (quien además de dirigir se encuentra a cargo del guion) construye con solidez una película que pone el acento en los climas, en los momentos, en las vivencias más allá de una estructura narrativa clásica. De esta forma, va y vuelve temporalmente en la historia y elige no aportar demasiados datos concretos sobre Lola para permitir, que a través de ciertas señales y algunas líneas de diálogo, podamos ir construyendo parte de su mundo interno y de lo que le está sucediendo. Moreno no intenta subrayar ningún aspecto en particular de esta mujer completamente en crisis, sino que la acompaña dándole el tiempo necesario para que transite por todas esas emociones encontradas y atraviese un momento de decisiones profundas. El contacto con la naturaleza (que no se ve representada solamente por el mar, la playa y la arena, sino también por un bosque en donde además sucederá un hecho decisivo que quizás sea el factor que acelera ciertas decisiones de Lola) y el ritmo diferente a la rutina que imponen las vacaciones, le permiten tomar distancia y ratificar en los pequeños hechos, lo que ella ya venía percibiendo en esa relación, aun cuando su marido insiste en rescatar y valorizar los buenos momentos compartidos y supone que todo lo que está ocurriendo no será más que una tempestad pasajera. La figura de Umbra Colombo en el rol de Lola, conecta perfectamente con esa sensación de melancolía y tristeza por un final omnipresente que habita en la protagonista y que atraviesa toda la película. Pero, al mismo tiempo, el estilo que imprime la actriz a su personaje impone una cierta distancia, un tratamiento algo frío y apartado de esa emocionalidad que no logra aparecer totalmente en el relato que, por el contrario, prefiere navegar por aguas más imprecisas. Hace algunas semanas con el estreno de “Camping” de Luciana Bilotti asistíamos a la descomposición paulatina y el final de una pareja, también en un tiempo de vacaciones y de descanso, pero sobre todo vivenciado a través de los ojos de la niña protagonista, es decir el desmoronamiento percibido desde la mirada de la hija. En el caso de “AZUL EL MAR” si bien los hijos son testigos silenciosos de lo que está ocurriendo entre sus padres, el movimiento es más imperceptible y más subterráneo, y Sabrina Moreno pone el eje de la historia en el proceso personal de Lola, que tienen una presencia casi excluyente. Luego de su paso por el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, esta ópera prima que bucea en el universo femenino, explorando el verdadero deseo más allá de las ataduras y los mandatos familiares, podrá verse dentro del ciclo de Jueves Estreno en la pantalla de www.cine.ar/play. POR QUE SI: «Describe el proceso íntimo y personal que atraviesa la protagonista en la búsqueda interior de la mujer que quiere ser»
Correr(se) Azul el mar (2019), es un largometraje argentino escrito y dirigido por Sabrina Moreno. Fue la primera película ganadora del concurso de ópera prima del Polo Audiovisual Córdoba; también participó en la sección Panorama Argentino del 34º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en noviembre de 2019. Año 2000, Mar del Plata. Lola (Umbra Colombo) está de vacaciones con su marido (Beto Bermúdez) y sus hijos (Martina Depascual Fernández, Nehuén Fritz, Margarita Garelik y Juan Cruz Solís). Lola tiene una familia feliz, es doctora y hace poco le llegó una oferta de trabajo muy buena. Aun así, ella está triste, no se siente cómoda en su rol y su marido no la deja crecer. Su única vía de escape es la naturaleza: el cielo, el mar y los bosques. Ella vive preocupada por sus hijos: el mar es traicionero. La tormenta y los miedos pesan sobre su cabeza ¿Llegará la calma? La estética del film apuesta por la interacción de los personajes con el viento, el mar, la lluvia y el sol. Los recursos técnicos destacables son el plano general, el primer plano, el plano medio, el plano entero y el Slow motion. También se destacan la superposición de imágenes y algunas juegos en blanco y negro. Desde el montaje hay una intención por remarcar el vínculo de la protagonista con el entorno; el problema es que hay confusión a la hora entender los retrocesos, los avances o las digresiones. El argumento se apoya, por un lado, en la falta de espacio común entre los personajes de los padres; por otro lado, en la dispersión (los paseos, los juegos). Por último, hace foco en el pensamiento de Lola. Sin embargo, no se comprende cuál de estos ejes provocará el cambio o la tensión de la trama; no hay un nivel de expectativas definido. Las locaciones son variadas y en su mayoría son exteriores: bosques, playas, calles, quintas y coches. La banda de sonido está buena, dado que intercala los sonidos de la locación y los silencios de los actores. Por otra parte, la música es instrumental y se apoya en sintetizadores. La elección de casting es efectiva; el desempeño del elenco está bien logrado. El vestuario y el trabajo de la dirección de arte es notable para reconstruir los comienzos del 2000. "En fin, Moreno retrata los cambios, la tristeza y los desahogos de una madre de familia. Si bien se apunta a lograr el equilibrio entre la trama y la interioridad de la protagonista, hubiese sido muy interesante profundizar uno de estos caminos."
Las vacaciones como el principio de un fin y, con ello, de una manera de sentir, de posicionarse frente a una vida distinta a la imaginada. Así podría resumirse el núcleo emocional y dramático de Azul el mar, el debut en la realización de largometrajes de la cordobesa Sabrina Moreno estrenado en el marco de una de las secciones no competitivas del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. La ciudad balnearia asomaba como el escenario ideal para su primera exhibición pública, en tanto aquellas playas y sus inoxidables hoteles setentosos operan como marco de la disolución definitiva del vínculo amoroso que unió a Lola (Umbra Colombo) y Ricardo (Beto Bernuez). Hasta la ciudad de los alfajores y los lobos marinos llega la pareja con sus cuatro hijos –un par adolescentes, los otros chicos– durante algún verano de la década de 1990, tal como se desprende de los planos iniciales que recorren distintos sectores céntricos y de la precisa ambientación de un film que se propone auscultar en la intimidad de una mujer cuyo mundo interno se asoma a un abismo. Un abismo metafórico que deviene en literal cuando ella se acerca a los acantilados cercanos al faro para observar la infinidad del océano. Como en Julia y el zorro, otra producción surgida de la inagotable cantera audiovisual cordobesa, vista en el festival costero del año anterior y también protagonizada por Colombo, Azul el mar habla sobre una mujer sola aun estando acompañada. Afincada en los recuerdos personales de la realizadora, a quien no cuesta imaginarla como una de esas chicas que disfruta las bondades marplatenses ajena a los problemas de sus padres, la película presenta, en sus primeros momentos, escenas típicas de una rutina familiar vacacional. Todo marcha por los cauces habituales de los tiempos dilatados del verano, con horas de arena y agua y otras tantas destinadas al paseo por espacios públicos. Pero en la habitación matrimonial del hotel las cosas son distintas. Hay un evidente malestar en Lola frente una situación que difícilmente hubiera elegido, por lo que aflora en ella un sentimiento de incomodidad y lejanía, como si su cabeza estuviera en un lugar distinto al de su cuerpo. Una incomodidad que lleva al relato a una zona donde conviven el presente y una serie de ensoñaciones que remiten a un pasado idílico, proyecciones de aquello que fue y ya no es. O de aquello que directamente nunca fue pero podría haber sido. Porque Lola es un personaje igual de ambiguo que la película. Moreno está atenta al detalle mínimo y encuentra su principal aliado en el enorme talento de Colombo, aunque también es una directora que, en su búsqueda de materializar esa abstracción que son los sentimientos, recurre a algunos motivos visuales reiterativos (los planos en cámara lenta del mar) y a situaciones de guion forzadas que llegan al extremo de sacar una muerte de la galera.
Azul el mar es una película con muchas facetas. Lo notable es que esa característica se dé en un relato de apariencia sencilla que trabaja sobre tópicos muy recorridos en la ficción -el vínculo de pareja, la dinámica familiar, las exigencias y oportunidades del campo del trabajo-, un punto de partida que demasiadas veces deriva en resultados convencionales. Pero en su debut como directora, Sabrina Moreno revela una sorprendente osadía para articular cada pieza de ese rompecabezas conocido y desarrollar con inventiva una historia bien concreta que gira alrededor de una mujer agobiada por la rutina y por el peso de la negociación constante con el deseo del otro. Ese volcán interior que Umbra Colombo sugiere con una interpretación llena de sutilezas, que además logra transmitir inquietud e intensidad sin necesidad de subrayados, entra en diálogo abierto con la naturaleza y genera un entramado sensorial que es el sistema nervioso del film: los sugestivos planos del paisaje de la costa atlántica argentina que van puntualizando la narración no son una ocurrencia arbitraria o una simple tentación preciosista; más bien cumplen una función dramática clave que prefigura o simboliza el estado de ánimo de la protagonista al tiempo que denotan la confianza en el indiscutible poder de las imágenes de una realizadora inspirada y muy decidida a llevar adelante sus convicciones estéticas.
Aflora una nueva mujer fuera de la “familia perfecta” .Crítica de “Azul el mar” Un filme que conceptualiza las tensiones de manera sensorial a través de la naturaleza Florencia Fico Hace 19 horas 0 11 La película dramática “Azul el mar” trae el balneario marplatense como vía de acceso a una historia que reaviva interrogantes, cuando las cosas no andan bien en una pareja. La protagonista Lola, en la piel de la actriz Umbra Colombo, transita múltiples matices sentimentales, en tiempos de ruptura matrimonial.Por. Florencia Fico. El argumento de la película “Azul el mar” relata la tristeza que sujeta a una mujer al pasar una crisis matrimonial tan profunda que no puede comunicarlo. Recuerda con emoción el pasado, sus hijos eran chicos, y la pasión con su esposo era un combustible necesario. La dirección y el guion estuvo en manos de Sabrina Moreno. En torno a la realización se concretó un drama rico en condimentos de road movie y un registro conceptual de los climas con las relaciones en tensión. Sobre la narrativa de Moreno emplea dos lineas de tiempo para exhibir presente y el ayer. Asimismo, delinea una ambientación en la época de los 90 que empatiza con los estilos de vida del momento y los modos de conducta de un tiempo; aunque con una subtitulada crítica. Desde un diario local las noticias mostraban una sociedad en plena dificultad económica por la convertibilidad, el asesinato a una mujer en nochebuena como guiño solapado del femicidio, el éxito del fútbol y la presentación de la banda de rock Rolling Stones son esa comunidad que busca distraerse de la realidad cruenta. La película desarrolla la imagen de familia, el rol de la mujer y el hombre. Ellas condicionadas a lo doméstico y la doble función como amas de casa y trabajadoras en sus profesiones. El mandato del cuidado de los hijos donde los padres sólo intervienen como proveedores y las madres soportan todo el peso de protegerlos. Ellos manejan las posibilidades de las mujeres en ampliar o acotar sus espacios laborales. La demanda de sexo sin tener el cuenta los deseo del otro y la repetición de valores patriarcales. La familia en apariencia perfecta pero bajo la alfombra se esconde una rutinaria falsedad. Los cambios de edad de los hijos que imponen sus intereses por sobre los de los padres y los efectos de una vida que a los niños los hace notar esa atmósfera de separación en sus padres, distanciamiento y el abandono a ellos. En la musicialización Alejandro Di Rienzo, Arturo Escudero usan pianos, brindan la sensación de intriga, depresión, dolor, enfado y pizcas de ternura. Y la instrumentación de la canción “Ella también” del compositor argentino Luis Alberto Spinetta expone ese momento fragmentado de la familia. El escucharse a sí misma de Lola. Hacer caso a su empoderamiento naciente. El querer aspirar a más en su oficio como médica. Vislumbrar el divorcio tan alejado para esa época. Festival Internacional de Cine de Mar del Plata La conexión con la naturaleza la libera, la hace emocionarse, agitarse y dejarse llevar por las olas, oír el viento expone su estado de aturdimiento, el bosque como escondite de los pensamientos y el agua que reclama su presencia. Su agotamiento, en un matrimonio sin futuro. El encargado de fotografía Sebastián Ferrero utiliza los fundidos como una seguidilla de escenas que arman un rompecabezas de las desilusiones y ensoñaciones de Lola. El uso de blanco y negro en el mar. A la par evidenciar todos los movimientos de el agua en: su fuerza, la llegada a la costa, el ida y vuelta en tomas fijas, los juegos de figura y fondo, dan un esquema zigzagueante de los estados de emocionales de Lola, su marido y la familia. Azul el mar: La película cordobesa que cuestiona los roles familiares El elenco lo encabeza la actriz Umbra Colombo como Lola, propone una mujer culta, enigmática, sensible, combativa y con un manejo gestual que deslumbra. Su esposo en la ficción Beto Bernuez interpreta a Ricardo con un carácter bastante conservador y controlador. El reparto joven de Martina Depascual Fernández como Cecilia la hija mayor del matrimonio expone su porte rebelde y contestatario, su hermana Belén por Margarita Garelik le agrega diversión. Asimismo sucede con los intérpretes Nehuén Fritz y Juan Cruz Solis también hijos de Lola. La película provoca la discusión sobre los vínculos matrimoniales. La naturaleza como metáfora es un despertador de la reunión familiar y los desencuentros de la pareja. La ópera prima de Sabrina Moreno expone un drama íntimo, provocador y con mucha tela para el debate interno de las relaciones y la posición de la mujer hambrienta de otro destino. Puntaje:80
Años '90. Un matrimonio y sus cuatro hijos viajan para pasar unas vacaciones en Mar del Plata. Lola (Umbra Colombo) y Ricardo (Beto Bernuez) son profesionales, tienen proyectos laborales, pero hay algo que ya no funciona en la pareja. Las contradicciones entre ambos adultos no tardan en aparecer, la insatisfacción y el malestar de ella es creciente y cada vez parece estar más disociada de esa dinámica familiar durante un verano en un balneario. Los miedos, la angustia, la sensación íntima de que bien podría tratarse de una despedida son evidentes. Inspirado libremente en la historia de su propia madre, este primer largometraje de Sabrina Moreno se sustenta en la creación de climas y estados de ánimo en muchos casos melancólicos (la presencia del mar en ese sentido está reforzada a cada instante) y en las actuaciones, en especial la de Colombo, que logra transmitir su complejo y doloroso proceso introspectivo. Austera y minimalista, con una duración que apenas supera la hora, Azul el mar incursiona en terrenos que podrán no ser demasiado novedosos en el universo del nuevo cine argentino pero lo hace con convicción, elegancia, recato y sensibilidad. No se trata de un mérito menor para una ópera prima argentina.
Yo no quería encontrarte de pie, tirando piedras El espigón, la gente, me mira como siempre. Francisco Bochatón, “Pinamar” Una pareja junto a sus cuatro hijos emprenden un viaje a Mar del plata para pasar las vacaciones. Desde el viaje, en la ruta, se percibe cierta tensión en los gestos de Lola (Umbra Colombo). Sonrisas suaves y fugaces que pronto desaparecen de su rostro y nos introducen en la historia de un verano que poco tiene que ver con el esparcimiento y el descanso. Al llegar a la ciudad balnearia, esa tensión comienza a ganar terreno. Desde la música hasta las olas se detecta una incomodidad en el ambiente, confirmada en una charla entre Lola y Ricardo (Beto Bernuez), mientras los hijos están distraídos jugando a los fichines.
“Azul el mar”, es el debut de la directora en el largometraje. Aborda la historia de una una mujer que se siente sola aun acompañada de su familia, y que necesita un cambio. El film toca temas como la familia, el amor, el desencuentro, la vida, y la muerte. Todo en poco más de una hora. Las vacaciones suelen ser un placer, salvo que tu vida sea una desdicha antes de partir, lo cual puede ir detrimento de la playa y los alfajores marplatenses.
Fundirse con la playa Azul el mar relata la historia de una pareja que junto a sus cuatro hijos emprenden un viaje a Mar del plata para pasar las vacaciones. Desde el viaje, en la ruta, se percibe cierta tensión en los gestos de Lola (Umbra Colombo). De a poco nos vamos introduciendo en un universo complejo como lo es la familia y el ocultamiento del dilema que resulta de mantener los propios deseos en convivencia con los roles establecidos en nuestro entorno afectivo, poco que ver con el esparcimiento y el descanso. La trama se profundiza al llegar los protagonistas a destino, donde la tensión comienza a ganar terreno. Los siguientes días continuarán entre típicas actividades en una ciudad balnearia, donde desde el movimiento de las olas hasta la música nos reflejan la incomodidad en el ambiente, lo que finaliza con una charla íntima entre Lola y Ricardo (Beto Bernuez), y “La feliz”, como se le llama a Mar del Plata, deja de serlo para esta familia y comienzan las despedidas. Sabrina Moreno despliega en su ópera prima un juego visual y sonoro, donde no de causalidad ubica a este matrimonio en Mar del plata: es una ciudad con sabor a nostalgia, y el fondo del mar sirve como escenario para sumergirnos en el interior de una familia donde la soledad de una mujer se ve aún más diminuta frente a tanto océano. Pero no le resta valor para romper con ese patriarcado naturalizado y decidirse por lo que ella en verdad necesita. Fundirse con la playa y esconderse de sus pensamientos en el bosque le permitirán a Lola exponerse respecto a la relación con su pareja y la posición de la mujer en busca de otro destino. Ella no regresará de sus vacaciones de la misma forma en la que llegó cuando inició su viaje: dejarse llevar por un mar de fondo y oír el viento le permitió oírse a ella misma en medio de tanto agotamiento.
Azul el mar cuenta la angustia que sufre una mujer al atravesar una crisis matrimonial, mientras añora un tiempo pasado en que sus hijos eran pequeños, y la pasión con su marido la hacía sentir viva. La familia, de vacaciones, vive una vida como la de cualquiera, funciona y disfruta de los momentos del veraneo junto al mar. Ese mar que parece contener todo el mundo interior de la protagonista. Sus miedos, sus deseos, su fuerza interior apagada, su ahogamiento también. Lo mejor de la película es la imponente presencia del mar, de esas aguas muy bien filmadas pero a la vez ubicadas con sentido dentro de la trama. Las escenas naturalistas de la vida de la familia se parecen tanto a tantas películas argentinas que vemos jueves tras jueves. Aunque la intención de la realizadora sea contraponer ambas cosas, lo cierto es que en el resultado se ve un enorme potencial visual, pero al mismo tiempo un camino ya recorrido muchas veces.
Se trata de la ópera prima de Sabrina Moreno, que tuvo su estreno a nivel nacional por la pantalla de CINE.AR. El film podrá verse durante más de dos meses en distintas plataformas de cine virtual y su génesis se rastrea en recuerdos que se convierten en ficción, partiendo de un proceso creativo de guión basado en sueños y remembranzas de infancia y de viajes, que la directora realizó a la costa atlántica junto a su familia, en sus años de niñez y adolescencia. Teniendo como referencia fotografías de la época (pertenecientes a los años ’90), la realizadora utiliza texturas y colores que tejen analogías con las formas de relacionarse que traman sus protagonistas, factores que hablan a las claras de un cine de autor, en donde la forma se somete al contenido. La contraposición de espacios entre la naturaleza y la calma versus el vértigo de la ciudad también nos habla una búsqueda estética plagada de metáforas. En el centro del relato nos encontramos con un personaje en conflicto con su familia, en la piel de Umbra Colombo (la excelente intérprete que deslumbrara hace un par de años con “Julia y el Zorro”). Una mujer de mediana edad que ve derrumbarse las estructuras ideológicas de toda convicción, incluyendo su vocación, su pareja y su lugar en el mundo. “Azul el mar” nos muestra un universo familiar, en apariencia, sencillo que oculta complejidades. También es un viaje adentro de otro viaje. Una travesía existencial que se disfraza bajo la travesía meramente física en el traslado de esta familia hacia la ciudad de Mar del Plata. Esta óptica nos remite a la filosofía de “Fresas Salvajes” de Ingmar Bergman, y tantas otras películas que han abordado este tipo de conflictos. En su desarrollo, nos hablará del amor, del paso del tiempo, de los deseos individuales y compartidos. En el personaje de Colombo, centro gravitacional del relato, operan una marea de dudas, presa del desconcierto, que coloca en completa inestabilidad la forma en que eligió conducir su vida y su familia.
FLUJOS VISCERALES Sensaciones que derriban, que se contradicen, que engañan, que vacían, que se vuelven ilusiones, que irrumpen, que inundan el cuerpo y la mente poniendo en jaque lo terrenal, lo supuestamente sólido. Lola convive con un frenesí interno que le arrebata la voz y la capacidad de sentir, dejándola prisionera de su piel hasta el punto de intentar huir, en vano, de aquel sofoco. ¿Cómo seguir contemplando un reflejo tan extraño de sí misma? ¿De qué manera sostener una estabilidad quebrada? ¿Cómo reconciliar a la mujer con la madre bajo la mirada de los hijos? La ópera prima de Sabrina Moreno propone un abordaje tripartito. Primero trabaja con el plano más concreto dentro del relato, es decir, los lazos familiares y de pareja en las vacaciones, sin que influya la rutina ni el hogar. Y lo hace a través de una postal muy argentina: Mar del Plata, donde resulta muy poderosa la identificación con los paseos por la peatonal, la rambla, las estatuas de los lobos marinos, los días de playa, los alfajores Havanna e, incluso, las noches de videojuegos y fichines. Frente a cierta alegría y libertad en los lugares públicos, la directora opone la tensión en el cuarto matrimonial, la cercanía entre los hermanos o las pequeñas discusiones por el orden. Este es el contraste más evidente entre el afuera y lo privado, ya que los otros dos atraviesan esos ámbitos pero dentro de la protagonista. Luego opera el tratamiento comparativo entre sus sentimientos y los ciclos de la naturaleza. Para eso, Moreno se vale de varios motivos que se repiten a lo largo de la película. La tormenta que amenaza el cielo casi al inicio de Azul el mar, el sol –tanto al amanecer como en la puesta– parece referir tanto a una angustia por ese tiempo muerto como a una súplica, a una posibilidad remota de transformación, mientras que el agua se presenta en dos versiones: por un lado, la ola que rompe hasta convertirse en espuma, como el estallido previo a la paz interior o la puesta en voz para aliviar el ahogo; por otro, los cuerpos de ella y de sus hijos flotando, como una simbiosis de los cuatro en el útero, una unión eterna y, a la vez, una forma de equipararlos a pesar de la diferencia de roles y edades. Por último, una suerte ciénaga bajo los pies de Lola, que la atrapa sin dejarla avanzar y surge de imprevisto. La tercera y última capa da cuenta del mundo onírico y de los recuerdos con fronteras demasiado sutiles, incluso, asemejándolos. Ya desde el comienzo predomina una estética volátil, nebulosa, con tonos pasteles que aluden a la ambigüedad. Este efecto se consolida mediante las duplicaciones o juego de espejos de numerosas escenas que suponen un pasado dichoso u otra felicidad posible en un contexto diverso. Un confusión que le exige al espectador de una mirada dispuesta y del empleo atento de sus propios sentidos en la travesía para reconectar las facetas de la protagonista y aplacar el torbellino que le hizo vibrar arrebatadamente cada célula del cuerpo hasta quedar fluctuando libre, liviana y en armonía con la multiplicidad de mundos. Por Brenda Caletti @117Brenn
Un mar de dudas La cordobesa Sabrina Moreno debuta en el largometraje con Azul el mar (2019), una película sobre una mujer que necesita cambiar con lo establecido para poder seguir adelante. Lola (Umbra Colombo) viaja a Mar del Plata con su marido y los hijos de ambos. Están de vacaciones y todos parecen disfrutar de ese momento. Excepto Lola, una mujer que sufre interiormente el agobio de lo que supone va a ser el resto de su vida. Una sucesión de hechos que se repiten en loop y con los que Lola quiere romper. La ópera prima de Moreno pone el foco en lo interno por sobre lo externo para construir una película perceptiva sobre lo que sucede con un personaje que salvo contadas excepciones manifiesta la crisis en la que se encuentra sumergida. Azul el mar es una película que internaliza un conflicto que el entorno no logra percibir y eso hace que el personaje (y lo que se quiere mostrar) muchas veces resulte críptico y no consiga empatizar con el espectador. La complejidad de un guion con demasiados vericuetos que no conducen a nada, situaciones que muchas veces resultan forzadas y cierta ambición en la construcción psicológica de los personajes terminan de restarle puntos a una película que se pierde en el mismo mar de dudas por el que nada un personaje.
La opera prima en largometraje de Sabrina Morena que elige contar el derrumbe de un matrimonio de vacaciones desde un lugar diferente. En vez de recurrir a lo obvio, prefiere los silencios, los recuerdos, las vivencia, los detalles de un periodo que se supone feliz pero que pone en evidencia lo quebrado. Con sutiles raccontos y la presencia casi fundamental de la naturaleza, por momentos situaciones un tanto cripticas que no permiten la empatía con el personaje. Sin embargo en el resultado final el film sale airoso, en una propuesta que se arriesga a evitar los momentos emotivos o reveladores. Los actores Umbra Colombo y Beto Bernuez son sólidos y con buena química. Con un final preanunciado, cuando surgen evocaciones y tristezas y se abre paso una independencia femenina en un personaje que por años a debido postergarse a un segundo plano.