“Sean unidas” El nuevo film de José Celestino Campusano, llega luego de un largo trabajo de investigación y retrata con naturalidad y realismo la vida de tres mujeres trans y su enfrentamiento con los prejuicios y sus duros obstáculos. Bajo mi piel Morena (2019), envuelve la historia de Morena (Morena Yfrán), una mujer trans que trabaja en un taller textil en un barrio del sur del conurbano y sus dos amigas. Por un lado se encuentra Claudia (Maryanne Lettieri), quien recién recibida de profesora de historia, consigue un puesto de suplencia en un colegio, en el que le cuesta desempeñarse a causa de la violencia dentro de un ambiente prejuicioso. Por otro lado, Myriam (Emma Serna), la prima de la protagonista, posee un estilo de vida muy distinto a ellas y ejerce la prostitución rodeada de policías que no hacen más que maltratarla. Las actuaciones y los diálogos de la última película de Campusano, se alejan de la calidad de perfección cinematográfica, pero se acercan con sinceridad a la realidad de sus protagonistas. Asimismo, las locaciones y la dirección se acoplan a aquel estilo observador que busca retratar con sinceridad los caminos de las tres mujeres. El film tiene características, algunas de documental y otras de ficción, que se encuentran en una historia inspirada en las vidas reales de sus protagonistas. La combinación de sus elementos, genera ese relato en el que el espectador simplemente debe sentarse a acompañar a sus personajes y conocer su recorrido. Campusano decidió darle voz y lugar a quienes muchas veces son silenciados. Morena, Claudia y Myriam siguieron distintos caminos, pero las tres se encuentran en aquel lugar donde su lucha es la misma, por más que sus agresores luzcan diferentes. "Puede percibirse una vez más, que por más avanzada que parezca la sociedad en la que vivimos, hay muchas mujeres trans que continúan intentando salir de los márgenes en los que son forzadas a permanecer."
Quien haya podido ver -sobre todo en el momento en que fue estrenada, allá por el 2008- aquella rupturista “Vil Romance”, tendrá claro que a partir de ese mismo momento, con sus fanáticos y sus detractores, José Celestino Campusano comenzó a trazar un particular recorrido que lo coloca dentro del cine de autor en nuestra producción nacional. Si bien Campusano no quiere adjudicarse ninguna etiqueta, sin autodefinirse como autor, no podrá negar que su cine lleva su impronta, su barrio, su mirada social y sus propias reglas. Avanzando en su filmografía, su espíritu metalero y motoquero nos trae una de las grandes atracciones del Festival de Cine de Mar del Plata de aquella temporada “Vikingo” a la que siguieron “Fantasmas en la ruta”, “Fango” y “El perro Molina” entre tantas otras y comenzó a generarse ese estilo propio que permite claramente ver una película de Campusano e indudablemente sentir que lleva su firma y que sólo él podría contar las historias de la manera en la que lo hace. Un cine que intenta permanentemente escapar de cualquiera de las convenciones y el encasillamiento en determinados géneros o temáticas y que se dispone a contar historias allí en donde otros realizadores no pondrían jamás su cámara. Enarbola silenciosamente una especie de militancia por lo diferente, generando un espacio en la pantalla para todo aquello que se estigmatiza por su misma marginalidad. Cada uno de sus proyectos ha ido haciendo foco en temáticas poco abordadas por el cine nacional y sin repetirse ni autoplagiarse –como sí sucede con tantos otros directores que miran a este tipo de cine con cierto desdén-, intenta en cada nuevo trabajo, dar visibilidad a temáticas que irá desarrollando con su impronta ideológica siempre presente y sin traicionar un estilo inconfundiblemente propio. Su productora, Cinebruto suele encarar estos proyectos en forma colectiva y no sólo el ojo de Campusano está detrás de la cámara sino que también está presente su escritura y su pensamiento en los guiones que él mismo desarrolla para cada una de sus películas. Del relato visceral y descarnado de un romance gay con desenlace trágico y violento (“Vil Romance”), pasa a una crítica a las pasiones burguesas y el mundo de las clases altas en “Placer y Martirio” o el difícil rol de un asistente de menores en Bariloche para “El Azote” en donde estaban presentes la corrupción institucional, la discriminación, la violencia de género y los abusos y los excesos de todo tipo. Temas tan arriesgados de abordar como el racismo que pesa sobre los pueblos originarios, la xenofobia y el ambiente carcelario y su vínculo tóxico con la justicia aparecían en su notable “El sacrificio de Nehuén Puyelli” y en su reciente “Hombres de piel dura” logra retratar el despertar homosexual del protagonista en una cerrada sociedad pueblerina donde la misma doble moral condena tanto la diferencia de clases como la libertad de ciertas elecciones, mientras que silencian y encubren a un cura pedófilo. En su último trabajo “BAJO MI PIEL MORENA” que se estrena esta semana en la plataforma www.cine.ar/play dentro del ciclo “Jueves Estreno”, Campusano elige como principal protagonista a Morena, una mujer trans que intenta hacerse respetar en la fábrica donde trabaja como operaria, abriéndose camino en un microcosmos dominado abiertamente por el poder machista. Durante el desarrollo de la historia central de Morena –y el vínculo con su madre que es un eje importante dentro del film y en el espacio que siempre otorga Campusano en su cine a la figura materna- se establecerá una fuerte relación con otras dos chicas trans (su amiga Claudia, que ingresa a un colegio secundario como profesora de Historia recientemente recibida y su prima Myriam que se vincula con policías ejerciendo la prostitución) que le permite a Campusano desplegar desde su guion tres historias y tres realidades bien diferentes dentro de un mismo universo, en donde el común denominador es el rechazo, la desprotección y la violencia que viven los personajes en función a sus elecciones de vida por las cuales son fuertemente marcadas y discriminadas. Como en toda realización de Campusano, se encuentran presentes todos los elementos a los que los tiene acostumbrados en su cine: diálogos demasiado impostados y que intencionalmente subrayan los mensajes que quieren transmitir y algunas líneas que no le permiten a sus actores no profesionales fluir de una forma más llevadera. En el universo de su cine, ya sabemos que las frases suenan impostadas y hasta algo escolares, pero así es el cine de Campusano y una vez aceptada esa convención y esas reglas de juego que el director propone, podemos encontrar que detrás de ese artificio ficcional hay un fuerte compromiso con ir más allá de lo que el resto se anima a mostrar, generar un espacio de discusión sobre temas que están ausentes en el cine argentino y mostrar cómo esos conflictos pueden amplificarse cuando se trata de clases sociales más desprotegidas y que no cuentan con un respaldo económico que facilitaría muchas de sus decisiones. Aparece una vez más esa pasión por lo inexplorado, esa búsqueda inquieta de un nuevo lenguaje narrativo como sucede prácticamente en cada una de sus películas –independientemente que algún pulido más meticuloso en los diálogos mejoraría sustancialmente el resultado final- siempre bordeando lo marginal, con una cierta sordidez que sobrevuela en sus ambientes y con su instinto de denuncia tendiente a empoderar a aquellos que parece no tener voz ni espacio de ninguna otra manera. “BAJO MI PIEL MORENA” habla sobre la decisión de vivir una identidad y del derecho a ser respetado, con la franqueza y la libertad que esto implica, lejos de cualquier ocultamiento, lejos de las trampas y los dobles discursos que viven justamente quienes moralmente condenan al resto, brindando una mirada absolutamente despojada de cualquier juzgamiento –como lo hace siempre Campusano con sus personajes- y rescatando los valores más nobles. POR QUE SI: «Por su pasión por lo inexplorado, esa búsqueda inquieta de un nuevo lenguaje narrativo»
Una lucha cotidiana. Crítica de “Bajo mi piel morena” de José Celestino Campusano. Bruno Calabrese 16 noviembre, 2019 0 136 En una proyección especial, por fuera de la Competencia Argentina del 34º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, se presentó la nueva película del director quilmeño. Esta vez indaga la problemática trans y travesti en un barrio popular del sur del conurbano bonaerense. Por Bruno Calabrese. Es conocida la exploración y el compromiso de José Celestino Campusano por retratar universos de personas empujadas a vivir al margen de la sociedad. Sin apelar a esteticidad ni discursos esperanzadores, solo mostrando una realidad y un durante, el director se dedica a explorar el universo de las mujeres trans y travestis en la actualidad. La historia sigue a tres mujeres: Morena quien vive con su madre y trabaja en una fábrica, donde lucha por ser aceptada como una igual. Claudia es docente y tiene que enfrentar el rechazo que encuentra cuando empieza a dar clases. Myriam, prima de Morena, que ejerce la prostitución. Entre ellas existe un vínculo fuerte, amistoso y solidario. Bien al estilo Campusano, la película recorre sus vidas, el día a día de ellas. Sin juzgar a nadie, solo refleja los prejuicios que sufren día a día y la mirada de los otros. Pero también expone las carencias afectivas de los seres que los rodean. Como la amiga de Morena, una joven heterosexual que sufre por un hombre casado y no poder comprometerse con el mismo, o “el tapado”un joven casado, enamorado de Morena que no puede liberar su homosexualidad para ser feliz al lado de ella. “Bajo mi piel morena” es triste, reveladora y comprometida. Le da visibillidad al contexto social que deben afrontar estas mujeres a diario, en sus trabajos, en la calle, pero también en el amor. Campusano logra, sin pudor ni golpes bajos, un magnífico retrato de una realidad, de la lucha incansable de seres que solo quieren ser felices como son, sin ocultarse ni tener que dar explicaciones sobre su condición de género. Puntaje: 90/100.
La lucha tenaz por conquistar un lugar digno: El realizador argentino José Campusano ha sabido a lo largo de su filmografía forjarse un estilo a partir de la rusticidad de lo artesanal y de una ética de la honestidad, lo cual no es poco. Es un artista que, partiendo de diversas anécdotas que recibe, ha incursionado en el vasto territorio de los márgenes para dar voz a aquellos que generalmente se encuentran silenciados, ya sea por su condición económica o sexual. Bajo mi piel morena (2019), su última película, se enmarca en los mismos trazos, apuntando a visualizar las problemáticas que enfrenta a diario el colectivo de travestis y transexuales. Desde el punto de vista del género se trata de una película que hibrida el realismo social y costumbrista con elementos del melodrama, al abordar personajes incomprendidos por la sociedad y por ello imposibilitados de encontrar un lugar en el lazo amoroso romántico. La narración se ordena a partir del personaje de Morena, tal como lo señala el titulo y el afiche de la película, que la colocan en el vértice de un terceto junto a su amiga Claudia y su prima Myriam. Morena es una mujer trans que vive en el conurbano bonaerense junto a su madre anciana y que trabaja desde los 16 años, previo a su transformación, en una fábrica textil. Allí sufre el acoso de un compañero de trabajo y su reiterado maltrato verbal posterior, al rehusarse al acceso carnal pues se trata de un hombre casado. Claudia es una mujer trans, amiga de Morena y profesora de historia, que tiene que lidiar con la discriminación que sufre para ser admitida como docente de una escuela secundaria en el turno diurno, primero por parte de la directora y luego por la madre de un alumno. Esta mujer despliega su prepotencia insultándola y asediándola de diversas maneras. Intenta hacer de la vida de Claudia un infierno para expulsarla del trabajo que logró luego de mucho esfuerzo y sacrificio. Más complicada aún tiene su situación Myriam, quien, siendo rechazada por su propia familia, se consuela con el cariño ficticio que recibe de aquellas a cambio del dinero que les brinda; dinero que consigue ejerciendo la prostitución en condiciones de asedio y violencia por parte del proxenetismo de la policía. A estas tres historias se agrega la trama de Marcia, una amiga de Morena que no forma parte del universo trans. Esta joven trabaja como empleada en un Bingo y, a pesar de su apariencia de independencia, se ha enganchado emocionalmente con un hombre casado. Sufre entonces por tener que interrumpir ese vinculo cuando su esposa se entera de la trampa. A través de las vidas de estas mujeres, Campusano pone de relieve varias cuestiones. En primer lugar, la hipocresía y los prejuicios de una sociedad que aparenta una apertura a la diversidad pero que sigue siendo profundamente patriarcal. La hombría continúa definida en términos de fuerza y dominio. Esto tiene como efecto la reducción de las mujeres a ser un objeto degradado al lugar de amante o mercancía, como refuerzo del narcisismo viril; y al mismo tiempo, la dificultad para que un hombre pueda blanquear su amor por una mujer trans sin sentirse por ello menoscabado o avergonzado en cuanto a su masculinidad. Esta última situación se visualiza en Ricardo, el novio de Morena, que paradógicamente está más cerca de una posición viril cuando puede vulnerarse ante ella en el amor, que cuando huye cobardemente sosteniendo los valores morales de la familia tradicional, sin que se le juegue nada interesante allí. Otro punto interesante que pone en juego la película es desnudar cuán atrasados seguimos aún como sociedad al sostener que masculino y femenino refieren a apariencias biológicas o a costumbres de género, en vez de pensarlas como posiciones ligadas a un modo de gozar. Tanto Marcia como Morena evidencian una modalidad de goce ligada al amor que se recibe del partenaire y que especifica a lo femenino, independientemente de que tengan pene o no. Esta cuestión se evidencia también en el enfrentamiento que se da entre Claudia y la madre del alumno. Esta mujer la acusa de ser una “falsa mujer”, juzgándola a partir de su apariencia, mientras que ella misma dice ser una “mujer verdadera”. Sostiene así paradógicamente un modo de gozar masculino al presentarse en tanto madre como territorial y posesiva (“con mi hijo no te metás”) y al incurrir en modos violentos propios de la patota, respecto de esa otra a quien denosta e inferioriza. Una mujer trans pone en evidencia lo femenino en tanto aquello que se desvía del deber ser madre; de allí el horror que despierta y el consecuente rechazo que las deja sin lugar a nivel del amor familiar, del amor de pareja y de sus sueños profesionales. Esta condición de objeto desalojado del lazo social con la cual deben lidiar cotidianamente las trans es visualizada con lucidez en la historia de Morena cuando queda fuera tanto del baño de hombres como del de mujeres. Posiblemente la realidad del colectivo de travestis y transexuales sea mucho más descarnada que lo que muestra la película en su artificiosidad, pero esto, lejos de ser un desacierto es un mérito. Al apoyarse en elementos melodramáticos y en la poética de los planos secuencia más que apuntar a la sordidez obscena, Campusano logra transmitirnos la esencia de la lucha de estas mujeres sin caer en el facilismo del golpe bajo. Entonces bajo esas pieles que denotan la triple condición de rechazo por ser pobres, trans y mujeres, vemos despuntar la valiente tenacidad de mujeres que, no obstante, se sostienen afectuosamente unas a otras. Son cuerpos que ya no se se victimizan y que se levantan a cada caída para conquistar el lugar digno que se merecen.
Almas luchadoras, al desnudo y propietarias de una voz poderosa. Crítica de Bajo mi piel morena. El sello Campusano sigue las historias recónditas para un profundo sentido de comprensión Florencia Fico El director José Celestino Campusano realiza un filme que carga la pantalla con el cuerpo trans con belleza, denuncia y declaración de una comunidad con: riesgos, exclusión y precariedad. La película se establece en el conurbano ahondando en los conflictos en zonas vulnerables y llenas de prejuicios. Por. Florencia Fico. El argumento de la película “Bajo mi piel morena” se basa en Morena(Morena Yfrán) que vive con su madre y es empleada en una fábrica, espacio que la subestima y combate por ser integrada como par. Claudia(Maryanne Lettieri) es profesora y debe confrontar la discriminación que encuentra cuando comienza a dictar clases. Myriam(Emma Serna) es una trabajadora sexual. Bajo mi piel morena La dirección de José Celestino Campusano expone un filme dramático que sin ser un documental traza perfectamente la realidad trans con sus altibajos emocionales, laborales y problemáticas socio – económicas. Campusano elabora un guión que profundiza en el rechazo, acoso, perseguimiento y marginación al colectivo transexual. En ámbitos por ejemplo: en sus puestos de trabajo, lugares educativos,trabas en el acceso a ejercer sus profesiones, la mirada despectiva en el seno familiar y barrial. Además hace énfasis en los comentarios y las miradas con: humillaciones, ofensas y maltratos. Exhibe el trasfondo de la prostitución con vinculaciones policiales, consumo de drogas, abusos, la explotación sexual a la orden de la corrupción por fuerzas armadas o gubernamentales. También esboza los momentos de hermandad y/o sororidad entre Claudia, Morena, Myriam, Marcia y la mamá de Morena (Ana Luzarth). También el texto de Campusano a sus protagonistas: “Morena”, “Claudia” y “Myriam” las muestra con un perfil fuerte, empoderado, con valentía para defenderse, coraje al luchar por sus derechos, que arremeten contra las vejaciones, su voz se impone, grita y argumenta con fundamentos. A su vez en el personaje de “Marcia” (Belén D’Andrea) amiga de Morena asimismo pone en el tapete una visión sobre las relaciones amorosas menos romántica y más realista. Con las necesidades sexuales de la mujer aunque es palpable que cuesta desembarazarse de la idea sentimental de los vínculos. La música de Claudio Miño con bases electrónicas son utilizadas en escenas donde hay recreación de las protagonistas. Esa música que interfiere con las charlas o los acontecimientos, viene a ser separador o ruido que oculta o desinhibe tanto comportamientos sensuales como perturbadores. Se aprecia ritmos folclóricos con guitarra para denotar la región bonaerense. La fotografía Eric Elizondo hace planos cerrados intimistas, compone la imagen de una esencia erótica con los cuerpos como lienzos para ser el móvil de múltiples sensaciones en el espectador. La iluminación crea sombras sugerentes. La captura en espejos multiplica la percepción de un ambiente al desnudo. Y los cuadros con steadycam logran un clima personal y privado. El reparto compuesto por la actriz Morena Yfrán como Morena; empleada de una industria textil; hace una interpretación encendida, emotiva y entusiasta. Maryanne Lettieri como “Claudia” genera escenas con alta tensión y contestación. Emma Serna como Myriam le pone un carácter desenfadado, rebelde y doliente a su papel. Cabe nombrar el rol de las masculinidades en crisis por los viejos cánones y estereotipos. Donde el actor Julián Siliberto como “Ricardo” en su papel muestra una gama dramática más introspectiva, recortada y sujeta a los mandatos sociales. Lo atan a salir de su confort y no permitirse abrir su afecto por Morena. Lo mismo sucede con el personaje de “Joaquín” por Pablo Fazzari quien es el amante de Marcia. Ambos son un un ejemplo de la hipocresía heteronormativa, la violencia psicológica que ejercen ciertos hombres en pos de sus intereses propios. “El problema con algunos hombres es por más que se esfuercen, no pueden ser más de lo que son y eso a veces es muy poco”, comenta la madre de Morena una reflexión muy atinada que describe lo acotado del mundo binario(hombre – mujer). El filme dramático es una compilación con indicadores que advierten la pelea diaria del colectivo trans en conquistar más espacios; de respeto, reconocimiento académico y entendimiento en la sociedad actual. El realizador José Celestino Campusano refleja de forma ficcional un entramado complejo de las necesidades de un grupo social en los márgenes. Puntaje:80
osé Celestino Campusano presenta Bajo mi piel morena (2020), una nueva película en donde profundiza su trabajo en torno a los conflictos que atraviesan personajes que son marginados y excluidos por el sesgo social, en un barrio popular de Avellaneda. Se trata de la historia de Morena (Morena Yfrán), una mujer trans que trabaja en una empresa textil y mantiene un amorío con un hombre casado, mientras cuida de su madre anciana. Cada día de su vida se ve obligada a enfrentar la mirada estigmatizante, ajena, ignorante, de aquellos que prefieren odiar a comprender la realidad; pero ella está segura de sí misma y aprendió a vivir con ello. - Publicidad - No obstante, su convicción es severa y confrontativa, no se conforma con la indiferencia ante el odio injustificado, y no teme arrojarle la verdad en la cara a quienes la miran extrañada. Morena es muy amiga de Claudia (Maryanne Lettieri), también transexual, quien acaba de recibirse de docente y se prepara para iniciar su primera suplencia en un colegio donde las tensiones y los conflictos no tardan en llegar, debido a repudios y protestas por parte de los padres de los estudiantes. Al mismo tiempo, esta pieza audiovisual concebida como un documento de vida que aborda desde la ficción un tránsito cotidiano de la vida real de Morena Yfrán, introduce otras dos líneas narrativas que complejizan aún más la trama central: una de ellas, protagonizada por la tercera mujer trans (Myriam, prima de Morena, interpretada por Emma Serna), resulta ser la más interesante y atrapante. En la nueva producción de Campusano se puede interpretar la mirada implícita del director, que en compañía de Yfrán desarrolla una película que busca exponer la falta de tolerancia, una palabra que debiera no existir. Lo cierto es que este relato, tal vez a diferencia de otros recientes, se desnuda completamente de prejuicios y apela a la transparencia de sus imágenes, crudas, reales, despojadas de artificios cinematográficos. Claro está que esto es un rasgo de estilo propio del director, pero no podemos negar que se ve influido por la intervención de su protagonista por fuera de la ficción, y en la intención de transponer un relato que ya había sido documentado previamente a través de material de archivo, que Campusano decide no agregar a la estructura de la película para mantenerse dentro de las fronteras ficcionales. Lo cierto, también, es que ninguna de las tres amigas se muestra como víctima, y esto subyace en la visión que proyecta la película, la de no espectacularizar ni sensacionalizar esa diferencia, entre los/as que comprenden la realidad y la justicia social y los/as que se encapsulan en su núcleo de verdades regidas por un lógica estanca, normada, pautada, que niega la desnaturalización de lo preconcebido. Ellas, las tres amigas, se sostienen a sí mismas, se resisten, se sobreviven, en conjunto, como decíamos: rebosantes de entereza y dignidad, plenas en sus convicciones, sin quejas ni rencores. La película nos insiste con la reflexión, en una historia que deja expuesto el sentido común que nos toca y nos envuelve a todos/as y cada uno/a de nosotros/as, porque el estado de permanente normalidad (en cuanto sistema social regido por normas y modos de pensar y concebir al otro/a históricamente impuestos) nos hace sentir parte de la burbuja social en la que vivimos inmersos. No obstante, Morena y Claudia, aún seguras de sí mismas, deberán enfrentar y confrontar, deberán defenderse por sí solas, porque si hay algo que también deja en evidencia la película es la inoperancia de la intervención policial en este tipo de casos (por ejemplo, cuando Claudia es injuriada y violentada por la madre belicosa de uno de sus alumnos). Precisamente, en relación a esto último, veremos que no son los niños los que ríen burlonamente, los que estigmatizan y vulneran, sino sus padres y el mundo adulto en general. Veremos cómo la no aceptación del desmoronamiento de ciertos supuestos bien instalados, paradigmas sociales del prejuicio común (“el travesti está para satisfacer los deseos de cierto tipo de hombres”), conllevan a la violencia, a la actitud reaccionaria injustificada, y extrema. Esto nos lleva a la reflexión más profunda y trascendente, que cuesta tanto introducir en la mirada enceguecida del grueso de la sociedad: la desestructuración de las verdades previas no es otra cosa que la apertura hacia el descubrimiento incesante de la realidad que nos rodea, que nos atraviesa, que siempre fue negada e invisibilizada y que ahora admite ser comprendida, pero que siempre estuvo ahí. ¿Cómo podemos seguir permitiéndonos desconocer la realidad que nos rodea, mirando hacia otro lado, negando lo que hay frente a nuestros ojos culposos? El cine, en estos casos, insiste con su carga simbólica que busca aflorar el cuestionamiento; en una película que, incluso, se permite cuestionar indirectamente el funcionamiento interno del INADI. Ahora bien, hay que decir que en esta búsqueda de realismo expreso, la verosimilitud de la película tambalea ante la exposición de algunas escenas escritas de manera forzada, buscando cierto efectismo que va en contra de su tono global. Se comprende que estamos ante un audiovisual que flaquea en sus actuaciones, a sabiendas de que Campusano suele trabajar con actores y actrices no profesionales, pero esto atenta contra el clima de cotidianeidad que pretende sostener la película en la transparencia de sus imágenes. En relación a esto, sin embargo, podemos hablar de la exacerbación como recurso estético (presente en la crudeza de los diálogos, la impudicia a la hora de exponer el odio ajeno, la explicitud manifiesta en las escenas de sexo) para terminar de comprender el sentido de la intencionalidad del realizador. No olvidemos que estamos ante una película que, ante todo, se jacta de su personalidad y de su destacado rasgo autoral: la forma condiciona, y justifica, el contenido. Otro rasgo a remarcar, retomando lo mencionado al inicio, es el desaprovechamiento del personaje de Myriam. En medio de este relato de personajes con motivaciones claras y conflictos reales y externos que infaustamente interrumpen diariamente sus vidas, aparece Myriam con su interioridad problemática y su conflicto interno. Myriam, la prima de Morena, es el mejor personaje de la película y el que menos tiempo tiene en pantalla. Precisamente, por su complejidad, por sus capas internas, porque es ella quien niega un conflicto oculto, que se torna evidente en dos escenas muy puntuales. Myriam, trabajadora sexual, refugiada bajo una supuesta protección policial, se ve forzada a mantener económicamente a su familia, presa de su orgullo, de una coraza que solapa un miedo y un castigo tan profundo que ni su prima llega a sospecharlo. Ella se confiesa y habla de esa falsedad empaquetada en forma de cariño, que muchas veces reclamamos y necesitamos (“Necesito ese abrazo falso cuando termina la noche”, declara, en una escena puntual de esta película que, al fin y al cabo, también habla del amor). Resulta imposible no identificarse con este tipo de reflexiones drásticas, a través de un personaje que transita un ámbito hostil donde la denuncia de Campusano se vuelve más explícita y evidente, y alcanza su momento de esplendor. Bajo mi piel morena se estrena en Cine.ar y en Cine.ar Play a partir del jueves 25 de Junio.
Morena, Claudia y Myriam son mujeres trans. Morena (Morena Yfrán) trabaja como obrera en una fábrica de plastificados y vive con su madre enferma. Claudia (Maryanne Lettieri) se graduó recientemente como docente de historia. Ambas son amigas, se apoyan mutuamente y quieren vivir su vida sin caer en la prostitución. Myriam (Emma Serna) es prima de Morena y ella sí ejerce la prostitución con la protección policial, algo que también tiene su precio. Las tres tienen historias diferentes pero el denominador común de querer vivir de acuerdo a su deseo, trabajar, ganarse la vida o el respeto de los demás, resistir a circunstancias difíciles, y salir adelante sin resignar su dignidad. Y claro, no lo tienen fácil teniendo que enfrentarse diariamente con los prejuicios y la discriminación de la sociedad, en una escala que puede ir desde una amable hipocresía a la hostilidad abierta, desde las mentiras de un amante no dispuesto a jugarse o las dificultades para conseguir un trabajo a las amenazas y el intento de sometimiento. Conseguir una pareja estable y hasta poder ir al baño de mujeres en el trabajo se vuelven un desafío, otro obstáculo a salvar. Después de una larga gira por otros ambientes (la Patagonia, el sur de Brasil, Brooklyn, La ciudad de La Paz o la zona rural de la provincia de Buenos Aires) José Celestino Campusano vuelve a los escenarios del conurbano bonaerense. Algunos de los temas recurrentes de su filmografía siguen presentes: el abuso de poder, la rebeldía ante una situación injusta, la violencia psicológica y/o física, la hipocresía y la corrupción. Campusano no suele andarse con sutilezas, las cosas se dicen y se muestran de manera cruda. Dueño de una voz reconocible el realizador sigue fiel a su estilo de realismo sucio, de denuncia de las miserias humanas en un rol de cronista de una realidad despiadada. Pero no todo es sordidez en el planteo de Bajo mi piel morena. Los elementos de melodrama ya presentes en films previos dan un paso más adelante y a veces los desengaños amorosos, la discriminación cotidiana, los pequeños gestos de desprecio y las frases hirientes tienen tanta relevancia como la agresión directa, en particular en las historias de Morena y Claudia. Aunque también hay momentos más luminosos como los que se dan por la solidaridad de las protagonistas entre sí o por parte de algunos compañeros de trabajo. La dificultad para lograr una pareja estable y una relación sincera es uno de los temas principales, pero Campusano no pretende sostener que es específica o mayoritaria en el mundo trans o gay y por eso incluye el retrato de una relación heterosexual entre una amiga de Morena y un hombre casado como para dar cuenta de que ahí tampoco son ajenas la mentira y la doble moral. El personaje de Myriam, el más resignado a una vida marginal, que se mueve en ambientes más riesgosos y se relaciona con policías corruptos, es en donde se concentra la carga de sordidez que el realizador acostumbra retratar. También posee un elemento extra de “oscuridad” como lo califica la madre de Morena, que podría ser algo del orden de lo sobrenatural o simplemente una construcción delirante de la mujer anciana, otro estigma con el que un personaje ya bastante castigado debe cargar. Como es habitual en los films del realizador, una buena parte del elenco está integrado por intérpretes no profesionales. Con lo cual se da una de las constantes de sus películas que es la de actuaciones muchas veces irregulares, diálogos que suenan artificiales o recitados sin convicción, y al mismo tiempo se da la situación exactamente contraria que implica que estos intérpretes ofrecen una sensación de credibilidad, de verdad, como si efectivamente vivieran las vidas que están retratando, los problemas que están exponiendo. Una paradoja siempre presente en las películas de Campusano que convive con su crudeza, su honestidad brutal y su audacia. Otra razón para seguir la carrera de un realizador visceral, muchas veces incómodo pero siempre personal. BAJO MI PIEL MORENA Bajo mi piel morena. Argentina. 2019. Dirección: José Celestino Campusano. Reparto: Morena Yfrán. Maryanne Lettieri, Emma Serna, Belén D’Andrea, Julian Siliberto, Ana Luzarth, Pablo Fazzari. Guión: José Celestino Campusano. Fotografía y Cámara: Eric Elizondo. Montaje: Horacio Florentin.Música: Claudio Miño. Dirección de Sonido: Assiz Alcaraz Baxter. Producción: José Celestino Campusano. Producción Ejecutiva: Leonardo Padín, Mónica Amarilla. Jefe de Producción: Daiana Cermelo. Duración: 92 minutos
Sin estereotipos, sin subrayados y con la historia real de una de las protagonistas, el film es la representación de la vida de tres mujeres que deben luchar a diario con los estigmas y prejuicios de la sociedad. Un relato desestigmatizador con mucho nervio y con un mensaje positivo y luminoso sobre cuerpos trans que logran sus cometidos.
UN CAMPUSANO JUSTO Barrio, clase obrera, personajes marginales. Estamos nuevamente en el universo de José Celestino Campusano, uno de los pocos realizadores del cine argentino capaz de filmar una o dos películas por año con una regularidad envidiable, pero además alguien que lo hace con una coherencia estética y una persistencia en las formas que muestran a un autor en toda norma. En Bajo mi piel Morena sigue a una mujer trans, su grupo de amigas, sus amores, la relación con su madre, con sus compañeros de trabajo. Un conjunto de viñetas, un film coral que lleva la firma del director en cada plano, con lo bueno y lo malo que eso significa. Si por un lado Campusano filma cada vez mejor, con un dominio notable de la cámara para registrar espacios cerrados en planos largos donde la acción se va volviendo cada vez más tensa, por el otro persiste en la selección de intérpretes no profesionales y de algunos excesos melodramáticos que no ayudan a redondear sus películas. En definitiva los resultados de cada uno de sus films se miden en relación a lo poco o mucho que sus falencias hacen ruido en el conjunto. Podríamos decir que Bajo mi piel Morena es una película sobre lo trans y su relación con el entorno social de clase media y trabajadora, aunque en verdad sería ver una parte del paisaje. Justamente la parte que a Campusano parece no preocuparle tanto. Si bien algunos aspectos de la vida de Morena, Claudia y Myriam -las tres protagonistas trans- y las dificultades que se cruzan en el camino por su condición construyen el relato, para el director la película es una forma de mostrar un estadio superior de la sociedad, uno donde hay discriminación pero donde también surge una protección impensada. Morena trabaja desde los 16 años en una fábrica textil, Claudia comienza a trabajar como docente de historia en un colegio secundario y Myriam, la que más coincide con cierto imaginario que el cine ha explotado, se dedica a la prostitución y tiene contactos con la policía. Pero donde Campusano rompe con la lógica del relato trans es con la aparición de Marcia, una amiga de Morena. Es esa subtrama de padecimiento amoroso donde la película escapa a la necesidad de ser un film de denuncia y se vuelve más un melodrama sobre los sentimientos, los amores perdidos, la búsqueda del amor. En definitiva Bajo mi piel Morena es un film sobre los afectos, sobre la amistad y cómo se construye. A pesar de contar con varios de esos momentos sórdidos típicos de su cine, Campusano logra en algunos pasajes de su película encontrar instancias de humanidad y luminosidad en los que sus personajes disfrutan y se muestran vitales. Morena y Claudia se levantan a dos pibes en un boliche y luego charlan en el baño de la casa de los flacos, mientras mean. El diálogo surge con una naturalidad absoluta y tiene la textura del que sabe de lo que está hablando. Es una escena genial. Son esos pasajes los que se confrontan con otros donde Campusano busca volverse más serie o sensible, y cae en exabruptos verbales, aforismos y frases artificiales que, encima, no ayudan a los intérpretes no profesionales (la madre problemática de un alumno es un personaje imposible). De todos modos no deja de ser la lucha interna del cine del director, que sostiene parte de su identidad en esos elementos que uno debe tomar o dejar. Claro, también es cierto que si uno los toma, termina siendo indulgente con él e injusto con el resto del cine. Sin embargo hay en la puesta en escena de Campusano, en sus formas y en algunas imágenes una verdad que no surge tan comúnmente en el cine nacional; mucho menos un registro tan honesto de las clases medias y bajas como el que hace el realizador. El director trata a sus personajes como pares, nunca los mira desde arriba. Ese ese su gran talento y el que lo vuelve un director popular. El último plano de Bajo mi piel Morena, por ejemplo, es no solo bellísimo sino también un acto de justicia para la protagonista. Y ahí está parte de la clave del cine del director, lo que termina seduciendo: su búsqueda incansable por un mundo justo, pero sin caer en posiciones voluntaristas. Aquí las cosas funcionan mejor que en otras ocasiones porque encontró el personaje que hace visibles sus obsesiones con una amabilidad que vuelve más tolerables las falencias del relato.
Cine que protesta, cine que apoya. Bajo mi piel morena es una película dirigida por José Celestino Campusano, realizador de obras como Vil Romance, Hombres de piel dura y Vikingo. En este largometraje, Campusano apunta a visibilizar las problemáticas que enfrentan a diario el colectivo de travestis y transexuales en una sociedad que tiene por costumbre el rechazo y el prejuicio. Acá seguimos a Morena (Morena Yfrán) una mujer trans que vive con su madre en Avellaneda, zona sur del conurbano bonaerense. Ella trabaja en un taller textil desde muy temprana edad, donde sufre el acoso y maltrato verbal de un compañero al rehusarse a tener acceso carnal. También seguimos un poco menos de cerca a su amiga Claudia (Maryanne Lettieri) una mujer trans que se ha recibido de profesora y está por iniciar su carrera como suplente en un colegio de la zona. Y por último también conocemos la historia de Myriam (Emma Serna), la joven y bella prima de Morena que al contrario de ella, sí ejerce la prostitución. Todas ellas, a pesar de sus grandes diferencias, se topan con un mundo cargado de prejuicios donde la discriminación es constante y donde la desprotección y el rechazo son moneda corriente. Pero en sus vidas también hay pequeñas victorias que, por más mínimas que sean, las ayuda a mantenerse en pie en un contexto hostil que se encuentra cargado de maldad. Bien podría caer en la crítica tradicional sobre la dirección actoral, o sobre el guion que por momentos se nota forzado, o tal vez sobre las actuaciones secundarias que no alcanzan el mismo nivel que las principales; entre otros demás elementos en los que suelo centrarme al momento de escribir una reseña. Pero, a fin de cuentas, siento que esta película no busca que hablemos sobre ello, a pesar de que no haya error técnico que impida que esta se desarrolle con total libertad. Es decir, estamos frente a un largometraje necesario donde Campusano no solo ofrece la oportunidad de visibilizar la discriminación constante o las dificultades en el trabajo, sino que también otorga las oportunidades necesarias para que nuevos talentos emergentes de diferentes colectivos sociales, se den a conocer. Además, de esta manera afianza el relato gracias a la originalidad de las anécdotas verídicas, las cuales son generalmente aportadas por testigos presenciales. Este es un cine que intenta permanentemente salirse de cualquier tipo de encasillamiento. Incluso se podría entender como una especia de militancia audiovisual por lo diferente que resulta ser. En otras palabras, hay un fuerte compromiso con ir más allá de lo que el resto se anima a mostrar, construyendo así un espacio de discusión sobre temas que suelen estar ausentes en el cine argentino y, a la vez, mostrar cómo estos conflictos suelen amplificarse cuando se trata de clases sociales más desprotegidas. No es fácil visibilizar la realidad de mujeres trans. En Bajo mi piel morena se habla sobre la decisión de construir y habitar una identidad, del derecho a ser respetada con la franqueza y la libertad que esto implica, de la necesidad existente de una mirada con afecto real. Campusano logra transmitirnos la esencia de la lucha de estas mujeres sin caer en facilismos básicos. Y es por eso que Bajo mi piel morena funciona como una película sencilla y entrañable en donde se utiliza el recurso de lo rutinario para demostrar todos estos conflictos constantes y a la vez, para abordarlos bajo una mirada más cercana, ya que la única búsqueda de estos personajes reales es simplemente lo que queremos todos y todas: ser respetadas. Aunque la diferencia reside en que para ellas, ese anhelo es el de todos los días.
El prolífico director recupera buena parte de la potencia y la capacidad de sorpresa de sus primeras películas con esta historia que, desde la ficción, reconstruye aspectos reales de las historias de vida de varias transexuales y travestis del sur del conurbano bonaerense. Morena (Morena Yfrán) ha trabajado desde los 16 años en un taller textil y, entre el acoso de alguno de sus compañeros y la solidaridad de otros, ha experimentado durante esa larga etapa su transición y su nueva forma de vida. En el terreno afectivo, ella mantiene una relación con un hombre que le oculta que en verdad está casado, es padre y lleva una doble vida. Claudia (Maryanne Lettieri) se ha recibido de profesora e inicia su primera suplencia, pero pronto descubrirá que no es precisamente bienvenida por la directora del colegio ni mucho menos por la madre de uno de sus alumnos. Myriam (Emma Serna, es una joven y atractiva travesti que ejerce la prostitución con protección policial y a la que le cuesta todavía más que a sus dos amigas conseguir algún mínimo de estabilidad. Ellas son las protagonistas (aunque en la estructura coral hay espacio para otras historias como la de la Marcia de Belén D'Andrea) de una película en la que Campusano -sin por eso esconder o minimizar los miedos, riesgos y desafíos que sus heroínas enfrentan- luce particularmente mesurado. Hay desnudos, hay encuentros sexuales, hay escenas de violencia que exponen los prejuicios sociales que todavía imperan y las tienen como principales víctimas, pero Bajo mi piel morena es una película bastante recatada, más enfocada en lo psicológico, en los sentimientos de sus personajes, que en provocar impacto a partir de un regodeo en la sordidez. Cuando Campusano se pone al servicio de sus tres protagonistas (las deja fluir frente a cámara) la película gana en empatía, encanto y vitalidad. En cambio, cuando son ellas las que quedan a merced de ciertos diálogos algo ampulosos y sobre-escritos es cuando lucen más forzadas y menos creíbles. El uso de las locaciones reales (o muy similares a las verdaderas) en las que viven, trabajan o se divierten las personas / personajes de Bajo mi piel morena le otorgan a la película una verosimilitud y una autenticidad muy intensas incluso dentro de una filmografía como la de Campusano que suele desarrollarse en lugares muy particulares del Gran Buenos Aires (aunque últimamente ha viajado con sus historias por otros lugares del país y hasta del exterior). No es que Campusano se haya convertido de golpe en un director austero, demagógico y calculador, tampoco que haya perdido la esencia de su cine que por momentos puede lucir algo torpe y ampuloso, pero que generalmente resulta potente, fascinante y audaz. En ese sentido, Bajo tu piel morena es una lograda, respetuosa y sensible incursión en un micromundo dominado por la marginalización y que en general suele ser abordado desde la estigmatización, el prejuicio o -con una postura muchas veces militante- desde la denuncia horrorizada. Campusano cuenta una realidad dura y compleja, pero afortunadamente no cae en ninguno de esos dos extremos.
Morena trabaja en la fábrica desde que era un muchacho. El gerente y los compañeros la bancan, salvo un desubicado y las mujeres de administración. Myriam es nochera, sale con el hijo de un intendente y tiene una relación tóxica con unos policías fiesteros. Claudia, profesora recién recibida, hace una suplencia en una escuela secundaria donde debe enfrentarse a una madre buscapleitos, amiga de concejales y de las “pibas” que manejan el comedor del barrio. Lo que acá se cuenta, en parte inspirado en la experiencia de sus propias intérpretes, es la vida de tres mujeres transexuales del conurbano, con sus luchas, sus ilusiones y penas de amor (los hombres casados suelen ser doblemente falsos). Completan el cuadro la anciana madre de la obrera y una joven empleada que también tiene sus penas e ilusiones. No hay mayor bajada de línea, y todo suena verosímil. Singular, el modo en que se cierra, dejando al público a la expectativa. Caben algunos reproches hacia el armado de los diálogos y el modo amenazante en que son recitados, pero, ya se sabe, esa son marcas de estilo de su autor, José Campusano, hombre intuitivo, de buen arraigo entre los suyos. Rodaje en Avellaneda y Ensenada.
Llega a Cine.Ar TV y Cine.Ar Play Bajo mi piel morena de José Celestino Campusano. El film se presentó el año pasado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Bajo mi piel morena retrata la vida de tres mujeres trans: Morena, quien trabaja en un taller textil; Claudia, quien inicia su primera suplencia como docente; y Myriam, quien ejerce la prostitución como salida laboral. No importa cuánto creamos haber avanzado como sociedad conquistando ciertos derechos básicos, un número importante de personas continúa juzgando (discriminando) a personas sólo por sus gustos y/o elecciones personales. Es así que José Celestino Campusano nos muestra el mundo hostil al que deben hacer frente, en su día a día, este grupo de mujeres. Sin caer en golpes bajos ni lugares comunes, el director le da voz, a través de la ficción, a este grupo de personas que, muchas veces (casi siempre, en realidad), son invisibilizadas por la sociedad. Es así que nos muestra a estas tres mujeres con realidades socioeconómicas distintas, pero con múltiples factores en común. Ellas son víctimas de discriminación, rechazo, agresiones sistemáticas. Sin embargo, cada una de ellas, a su manera, afronta estas adversidades y busca vivir libremente su identidad. Bajo mi piel morena es una película sencilla, sin grandes sobresaltos. Campusano se dedica a contar, simplemente, el día a día de estas mujeres. Sin embargo, es en esta “sencillez” donde radica el peso de la historia. El objetivo es visibilizar la realidad de estas mujeres. Para ello se enfoca, más allá de las claras imágenes, en el diálogo entre personajes. Si bien por momentos parecen sobreexplicar algunas cuestiones, es algo necesario para dejar en claro los distintos tipos de violencia al que son sometidas en su vida diaria. Bajo mi piel morena nos muestra la realidad a la que se enfrenta la comunidad trans en su día a día. Sin golpes bajos, pero tampoco con mensajes esperanzadores, José Celestino Campusano le da voz a este grupo de personas muchas veces marginado por gran parte de la sociedad.
Las hermanas sean unidas Un estilo directo y claramente demostrativo de la realidad, en un momento en que son materia de discusión entre los diferentes colectivos (e inclusive dentro de diferentes facciones de un mismo espacio de discusión) ciertas cuestiones de género. En lo particular, como sujeto social y político, y para dejar sentada mi posición antes de comentar exclusivamente los detalles de Bajo mi piel morena, creo que lo que se deja de lado en la mirada en este tipo de enfrentamientos es la cuestión más primaria y sencilla, que es la cuestión emocional humana. Luego cada grupo podrá entender, y desde ya conocer, mucho mejor que yo las cuestiones que implican sus necesidades y el contexto en que viven, además de las problemáticas a enfrentar. Lo que no quiere decir que sea un idiota desconocedor del mundo que me rodea, desconectado y absolutamente desconectado del funcionamiento de una sociedad compleja que nos afecta a todos. Porque si así fuera nadie podría analizar la realidad social de ningún colectivo si no perteneciera al mismo. Realmente ello carece de lógica alguna. Aclarado este punto, vamos a lo que importa. Para quienes siguen la filmografía de José Celestino Campusano, entienden que no repara en crudeza porque de alguna manera (o más bien con absoluta certeza) sabemos que la vida es así, directa y al rollo, y las historias que cuenta el director nos cruzan a todos. Es entonces que se ocupa de retratar las vivencias de personas que se amparan en una teórica seguridad en sus formas de ver la vida y las relaciones para tapar que no pueden vincularse sanamente… quizás porque no han visto vínculos sanos en su propia vida interfamiliar. Y toman de rehenes a quienes tratan de sobrevivir en un mundo que no les permite nada, a pesar que en teoría pretenden incluirlos, en una realidad que, más allá de los intentos personales y los ligeros cambios sociales, aún es reacia a la aceptación del otro, de lo diferente. Eso diferente que, como muchas otras situaciones y personas no se genera por combustión espontánea. La incorporación de no actores (y, sobre todo, de narradores de cuerpo presente de sus propias historias) y la naturalidad en el registro que le pide al elenco es, a esta altura y hace tiempo, una marca registrada del realizador, quien logra así empatizar de manera más certera. Así es que el camino de lo que se narra forma parte de una investigación que el ideólogo del proyecto expresa llevar realizando hace tiempo. Tema aparte, y hablando de tapar, muchos de los personajes invalidan al ojo del otro lo que son en realidad, y esos cruces que menciono son moneda más corriente de lo que creemos. O nos gusta ver. Y es ese naturalismo que utiliza Campusano el que crea un contexto ideal para estos personajes perdidos y estas realidades vedadas a nuestros ojos. O que por comodidad preferimos no ver. Como si apenas ahora descubriéramos la desigualdad, la miseria, la falsa conmiseración, la vinculación de personas que deberían cuidarnos y se meten con las cuestiones más turbias mientras ponen la basura debajo de la alfombra. Y todos pretendemos que pasamos la aspiradora. Bajo mi piel morena es una invitación a ver realidades vedadas aún en un mundo (y una sociedad) que se hacen todavía los sorprendidos ante el maltrato y la desigualdad manifiesta. Como si no tuvieran nada que ver.
José Celestino Campusano tiene un filmografía con un promedio de más de un film por año desde hace una década. Su retrato de personajes del conurbano lo han hecho destacarse en festivales de cine y ha recibido la bendición de la mayoría de la crítica cinematográfica. Su obra, sin duda particular, tiene algunas características que lo mantienen alejado de un público masivo pero a la vez le aseguran su condición de cineasta de culto. En Bajo mi piel morena Campusano cuenta la historia de tres mujeres trans que vive en el conurbano bonaerense. Morena (Morena Yfrán) ha trabajado desde adolescente en un taller textil y ha vivido toda su transformación estando en ese trabajo. Recibe acosos y agresiones, pero también solidaridad y amistad genuina. Lleva una relación con un hombre que, a su vez, tiene una doble vida. Su amiga Claudia (Maryanne Lettieri) se ha recibido de profesora e inicia su primera suplencia, aunque se encuentra con una fuerte resistencia inicial en el lugar de trabajo, luego su mayor problema será la madre de uno de sus alumnos rebeldes. Otra amiga, Myriam (Emma Serna), una joven que ejerce la prostitución con protección policial, viviendo con un nivel de peligro del que las otras dos amigas han intentado dejar atrás. Campusano trata el tema de manera interesante, encara los problemas de la vida cotidiana de las personas trans y lleva a los personajes más allá de los lugares comunes. Hay un universo que solo él retrata en el cine de ficción en Argentina. Pero lo que sigue siendo una barrera insalvable es la dirección de actor, si acaso hay alguna, y la manera en la que se construyen los diálogos en la película. Un distanciamiento absoluto del cual es difícil salir al ver la película. Todas las emociones se suspenden y casi todas las escenas se sienten no actuadas de manera original, sino de manera incorrecta.
El cine de José Celestino Campusano es un género en sí mismo. En este caso, las historias de vida de tres mujeres trans del conurbano bonaerense se cruzan en la mirada de...
Yo soy travesti, aunque mi DNI diga `mujer´. Yo soy Lohana Berkins: travesti. Sino, seguimos aceptando que los genitales nos dan la identidad. El travestismo rompe con eso. Nos construimos. Lohana Berkins (…)El rechazo lo tienen usted en esa mirada de mierda que no sé de dónde creen que tienen ese derecho de hacernos sentir que debemos explicaciones o que solo nos cabe la noche o una remera grande o un solo género. Gaita Nihil
“Bajo mi piel morena” parte de un relato costumbrista y pequeño, y retrata la vida de tres mujeres trans: Morena (Morena Yfran), quien trabaja en un taller textil, Claudia (Maryanne Lettieri), docente suplente en un colegio, y Myriam (Emma Serna), quien ejerce la prostitución. Son víctimas de rechazos y agresiones día a día, pero ellas, como pueden, le hacen frente a estas adversidades e intentan vivir con libertad. Entre ellas existe un vínculo fuerte de amistad. Sin juzgar a nadie, Campusano refleja la discriminación de cada día y la mirada prejuiciosa de los otros.
Existe algo así como una receta Campusano. La cuestión es qué ingredientes predominan sobre otros en cada película. Luego de una considerable filmografía, su cine permite algunas certezas. Una de ellas, acaso la principal, es que el resultado de sus historias depende de los personajes encontrados, muchas veces extraordinarios (Vickingo, Molina, el Murciélago). Otra, no menos importante, es la capacidad intuitiva para retratar ambientes con dos o tres pinceladas maestras. Pocos directores argentinos son capaces de integrar en un mismo espacio con éxito estos dos procedimientos habituales en el realizador. También son pocos quienes se atreverían a jugar al límite del ridículo con diálogos escolarizados o excesos melodramáticos. Campusano hace todo eso y esas son, entre otras, las cosas que defiende a muerte en sus películas. Cuando la balanza se inclina más para un lado, todo funciona mucho mejor. Bajo mi piel morena es parte de esa religión. La primera secuencia es una escena sexual rabiosa, como debe mostrarse, sin concesiones, y marca un camino, el de la naturalidad y la confianza para evitar ese perfume trucho de tantas encamadas. Un poco más adelante, sabremos que las historias de Morena, Claudia y Miriam, no están puestas en los lugares comunes del universo trans representado en el cine, sino en un espíritu de amistad, solidaridad y protección, el único cerco posible frente a la estigmatización y la discriminación. El momento en que Morena se entera de que su pareja está casado es un ejemplo. Lo sabe en el baño por otra amiga trans. No será el único. Ella también estará al pie del cañón cuando Claudia, que es profesora de Historia, tenga sus líos en el colegio donde intenta dar clases y sea asediada por una madre (uno de los grandes personajes creados por Campusano; con su bolsa de supermercado y su pandilla es de lo mejor que se vio por años en el cine nacional). Y si el proteccionismo es una actitud, no se trata de una cuestión corporativa, dado que involucra además a otra amiga hétero que no es del palo y tiene sus vaivenes melodramáticos con otro tipo casado. Lo anterior es importante porque permite avanzar en una problemática que no se centra exclusivamente en el reclamo o la victimización exacerbada. Dos terrenos parecen ganados para Morena. Primero, el de su casa. Vive con su madre, es la “princesa” para ella y no hay ahí cuestionamientos sobre su condición sexual. El otro, el de la fábrica en la cual trabaja desde los 16 (empezó como hombre y continuó como mujer), es el de la lucha continua para hacer frente a los tipos que extorsionan o a las compañeras que no aceptan que use el mismo baño. Pero hay conquistas importantes y un último plano (hermoso) ratificará una especie de victoria. Creo que lo peor que se puede hacer frente al cine de Campusano es quedarse atado a ciertas zonas dialogadas que bajan línea o están atravesadas por un discurso de manual. Sería muy injusto, porque uno se privaría de guardar imágenes únicas, potentes. En Bajo mi piel morena hay unas cuantas (los enfrentamientos entre Claudia y la mujer gorda, Morena y Claudia hablando en el baño después de encamarse con dos pibes, los momentos en la fábrica) y en muchas de ellas se deja ver una capacidad intuitiva singular e incluso un manejo del humor muy particular. Esa fuerza gravitatoria es un núcleo esencial de su cine, que sigue corriendo a toda marcha, con tropiezos, pero a un ritmo envidiable. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
La dificultad de ser José Celestino Campusano viene describiendo y narrando distintas aristas de los contextos marginales. Su cine llega a esos terrenos que otras cinematografías no llegan y desde ahí representa realidades que se escapan a la pantalla nacional. Lo hace con una visión política ideológica muy particular desde su productora CineBruto que se ha instalado en el medio como un golpe a la mandíbula de problemáticas históricamente invisibilizadas. En esa dinámica representó la homosexualidad en el campo (Hombres de piel dura), la hipocresía de las clases altas (Placer y Martirio), la trata de personas en la cotidianidad del segundo cordón del conurbano (Fantasmas de la ruta), el abuso dentro de familias bolivianas (El silencio a gritos), la lucha de la asistencia social en un barrio marginal de Bariloche (El azote), etc, etc, etc. Con Bajo mi piel morena (2019) le llega el turno a la problemática social que viven las chicas trans. La película cuenta la historia de Morena (Morena Yfrán), una chica trans que trabaja en una fábrica de operaria, rodeada de compañeros hombres. De su amiga Claudia, docente de una escuela pública, de su prima Myriam, prostituta con clientes policías. Las tres son chicas trans y sufren el estigma de la sociedad que las discrimina y rechaza por su condición. Si bien cae en varios lugares comunes sobre todo en los diálogos, el film tiene la capacidad de ir con los tapones de punta en cuanto denuncia social de conflictos experimentados por sus protagonistas. Bajo mi piel morena no anda con rodeos para tratar el tema, va directo al grano. La discriminación explicita (un compañero de la fábrica que se violenta verbalmente contra Morena) o la implícita (sus compañeras mujeres que le ponen llave al baño para que no pueda entrar) son representadas con la misma intensidad. Lo mismo le sucede a Claudia en la escuela, de manera explícita una madre la insulta por su condición y de manera implícita la directora trata de disuadirla para que no tome el puesto de maestra. O a Myriam, mientras sus proxenetas la humillan verbalmente, su padre la trata con afecto pero la llama “Luisito”. Otra vertiente es desarrollada por la amiga de Morena. Una mujer heterosexual en pareja con un hombre casado. Ella hace alarde de su independencia femenina y el control sobre su vida que no termina siendo tal. Esta mirada denuncia la hipocresía de lo héteronormativo que se muestra abierto en cuanto al discurso pero sus pensamientos y sentimientos siguen siendo conservadores. Acá no solo hay como en la chilena Una mujer fantástica (2017) una mujer intentando resistir a la marginación de la sociedad, también hay contextos con problemas económicos graves que condicionan a la aceptación del otro, por ser diferente y por no tener herramientas para poder sobrellevar la injusticia social que la propia acción de sus cuerpos. Si la protagonista de la película de Sebastián Lelio lucha para sentirse libre, las de Campusano luchan por eso pero también por su condición de clase. Mucho mejor lograda técnicamente en cuanto a movimientos de cámara y composición de planos, el film como otros de Campusano invita a relacionar los conflictos amorosos de las protagonistas con melodramas costumbristas, mientras presenta valentía y frontalidad a la hora de encarar con intenciones de denuncia, temáticas sociales sin precedentes en el cine.
José Celestino Campusano ha construido un estilo, una manera jugada de mostrar la realidad, fuera de las luces de la gran ciudad, en el cono urbano o el interior del país, con temas acuciantes, donde la denuncia tiñe lo que les ocurre a sus criaturas con una fuerza y una verdad, únicas. En este caso trabajó sobre el mundo de las chicas trans, especialmente con Morena Yfran, protagonista, que compartió sus propias vivencias y las de sus compañeras. En el film Morena trabaja en una fábrica donde es discriminada pero aprendió a tener su lugar, su amiga Miryan es prostituta con protección policial y Claudia una profesora que logra sus primeros trabajos y que es amenazada seriamente por la madre de un alumno y sus vecinos. Para todas las travestis, la soledad es la moneda corriente, y la pelea por ganarle espacio a la discriminación una constante. Realidades generalmente ignoradas que salen a la luz con toda su crudeza, desde la violencia policial, la justicia por mano propia barrial a los detalles cotidianos que lastiman la vida cotidiana. Lograda y valiosa película.