«Belle» es una creación de Mamoru Hosoda que nos trae las vivencias de una adolescente que “juega” a ser otra chica en un espacio virtual, y también, un delicado homenaje a un clásico de Disney.
Profunda reflexión sobre los tiempos que corren en donde es más importante la “virtualidad” que los contactos reales, para muchos. El potente mensaje que Mamoru Hosoda transmite a través de las bellas imágenes creadas para la película, sirve para, una vez más, demostrar que el cine de animación ha dejado de ser cosa de “niños”.
Las noticias sobre la animación asiática nos llegan casi siempre por dos canales: uno, claro, es el de las películas de Ghibli, estén firmadas o no por Miyazaki, eventos ineludibles cuyo porte hace acordar a los mejores tiempos de Disney; y dos, a través de los estrenos, tal vez más chiquitos pero igual de importantes, de Mamoru Hosoda, el hombre que en una década se convirtió en uno de los pesos pesados de la animación nipona y sinónimo de un cine con una visión definida del mundo. Hosoda se volvió una marca, una garantía, una constelación de películas reconocibles; otras formas de hablar de lo mismo de siempre, de autorismo, de un director con un universo propio. En Belle, Hosoda abandona las premisas fantásticas que organizaron hasta ahora una buena parte de su filmografía y vuelve al modelo de los dos mundos en disputa de Summer Wars. La historia transcurre entre la medianía y las ingratitudes de la vida cotidiana, y las posibilidades infinitas de U, un entorno virtual en el que las personas diseñan un avatar a su medida y se lanzan a interactuar con otros liberándose por un rato de sus miserias y temores. Es lo que hace Suzu, estudiante de secundario que vive con el padre en las afueras de Kochi y que nunca pudo recuperarse de la muerte de la madre. Retirada del mundo, Suzu prueba U de casualidad. Resulta que la red lee la información biométrica del usuario y traslada sus destrezas y fortalezas al avatar. Una vez dentro del entorno, Suzu, tímida, retraída, descubre que puede cantar con la soltura que jamás pudo imaginar en sus clases. La canción se hace viral y Belle (su nombre en la red) se vuelve la sensación de U. Tiempo después, Belle/Suzu está por empezar un show en un evento masivo; cuando nadie lo espera, irrumpe un usuario llamado Bestia y siembra el caos. Desconcertada y atraída a la vez, Suzu empieza a buscar a Bestia por los rincones de U primero y del mundo real después. Como adivina enseguida el espectador, la película se construye a partir del cuento de La bella y la bestia. Pero a Hosoda se le ocurre trasladar el cuento la historia a un entorno virtual. La premisa cancela el carácter fantástico de sus películas anteriores, pero le permite explotar la dualidad de lo virtual y lo cotidiano. Cuando empieza a develarse el misterio de Bestia y de su estado de guerra total, la historia pasa a comunicar los dos mundos. Hosoda da un golpe de timón: el director no está interesado en volver a narrar un cuento ya contado mil veces sino en reimaginarlo desde una clave realista. Al igual que sucede con el canto de Suzu/Belle, la fuerza y el resentimiento de Bestia no son otra cosa que el reflejo virtual de la vida afectiva del usuario desconocido. Empieza entonces un viaje o una aventura, que es todo eso y también una pesquisa y un salto al vacío, que ya no tiene como fin restaurar el mundo conocido o volver al lugar de origen (como pasaba en La chica que saltaba en el tiempo o Mirai: Mi pequeña hermana), sino reparar una familia quebrada. A fin de cuentas, el que vuelve al origen es Hosoda: por el camino de la digitalidad, los mundos virtuales y las redes sociales el japonés reencuentra la melodía afectiva de Disney, que no consiste en otra cosa que en el llamado a reconstruir la familia perdida con los jirones de otras, un bajo continuo que resuena en la animación de cualquier tiempo y lugar.
El ser humano, mientras más se conecta con una pantalla, más se desconecta de la realidad, logrando en cierto punto escapar de ella y construir un alter ego para usar de coraza. Sin embargo existe la posibilidad de que, más allá de todo esto, se pueda llegar a los otros, dándoles la fortaleza para que sigan adelante y ayudándolos a superar sus demonios. Sobre esta base se construye el mensaje que quiere dar el anime japonés Belle, uno de los estrenos de la semana. Suzu es una jovencita tímida e introvertida, cuya infancia marcada por una tragedia afecta su relación con la familia que tiene. Todo cambia cuando repentinamente, a través de U -una red social que permite construir un avatar que revela su “yo” escondido- encuentra una impensada popularidad como una talentosa cantante llamada Belle. Escrita y dirigida por Mamoru Hosoda -realizador de Mirai, nominada a un Premio Oscar en 2019-, el largometraje toma como base el cuento de La Bella y La Bestia y le agrega un poco de realidad virtual para construir una historia enternecedora, de superación y, por momentos, muy divertida. Viendo la calidad de las animaciones, es lógico entender la admiración que se tiene por el animé; más que nada, en cómo los colores logran una nítida diferenciación entre el mundo real y el virtual. Es maravilloso ver productos así en pantalla grande. Aunque Hosoda no tenía planes de convertir Belle en un musical, sí tiene la música como centro, y utiliza la voz cantante de Kaho Nakamura como Suzu/Belle. El casting es muy acertado ya que transmite esa calidez e inseguridades propias del ser adolescente. Pero lo que más pesa en un film de estas características es el mensaje que hay detrás del argumento; ese balance entre lo bueno y lo malo de las redes sociales y la posibilidad de conectar con otros más allá de la propia duda. Demuestra, más que nada, el cómo, sin saberlo, podemos conectar y cambiarle el mundo a quien verdaderamente lo necesite. Y no hay pantalla que frene eso.
La existencia de otro mundo, fantástico y exuberante, paralelo a este, cotidiano y ordinario, así como el pasaje entre ambos, es uno de los temas preferidos del realizador japonés Mamoru Hosoda. Podemos citar como ejemplos, entre sus films de animación más conocidos en esta esquina del mundo, Summer Wars (2009) y su mundo virtual al que se accede por medio de un avatar o El niño y la bestia (2015) con su mundo fantástico al que se accede de la mano de uno de sus también fantásticos habitantes que pueden pasar fácilmente de uno a otro. En el caso de Belle, ese otro mundo es, al igual que en Summer Wars, un mundo virtual que en este caso se llama simplemente U, una experiencia inmersiva creada por una megacorporación cuyos dueños-creadores-administradores responden al sugestivo apelativo de Las Voces y de los cuales sabemos prácticamente nada. La protagonista, Suzu, es una adolescente tímida que perdió a su madre de niña cuando ésta se arrojó al río a rescatar a un niño que se estaba ahogando. Episodio que ella presenció y que, lógicamente, le dejó un trauma indeleble. Suzu tiene problemas para socializar y, tras el impulso de su mejor amiga que la invita de manera más o menos compulsiva a crearse una cuenta en U, se introduce con una nueva y secreta identidad en la arena virtual. Los avatares con los cuales uno se presenta en U tienen la cualidad de ser personalizados pero no electivos. El programa crea una identidad y una apariencia en base a un perfil que toma de una foto y, de una manera que tiene más de mágica que de tecnológica, construye el personaje tomando algo del alma o la esencia del usuario. El que le toca a Suzu es Belle, una joven estrella pop de largo cabello rosa y magnética presencia, que comparte con Suzu la voz y las pecas. Suzu ama cantar y tiene talento para ello, pero después de la muerte de su madre ya no es capaz de cantar en público. El anonimato asegurado en U le permite hacerlo protegida por su nueva y secreta identidad. Actuando como Belle Suzu no solo recupera su capacidad de cantar sino que se convierte rápidamente en un fenómeno global, con lo cual se gana el amor y adoración de millones y también el odio y la envidia de otros tantos. En medio de una de sus presentaciones irrumpe El Dragón, una criatura gigantesca, irascible y peluda, perseguida por un grupo de vigilantes dentro del mundo U, reemplazo contemporáneo de la turba enfurecida. A pesar de su carácter y apariencia, Belle se conmueve y siente simpatía por El Dragón ya que percibe en él un alma doliente como la suya y, después de los iniciales rechazos, se construye un lazo entre ambos. Belle es una nueva adaptación de La Bella y la Bestia, un cuento tradicional que cuenta con varias y célebres versiones cinematográficas desde la clásica de Jean Cocteau en 1946 a la popular película animada de Disney en 1991, pasando por la oscura y terrorífica versión checa de Juraj Herz en 1978 no apta para niños impresionables. Belle es la versión para la era del ciberespacio, al punto que varios medios la calificaron como una cruza del cuento tradicional con The Matrix. Pero si en un punto el film de Hosoda sigue la línea narrativa del cuento adaptada al nuevo contexto, y hasta se permite un homenaje escenográfico a la versión de Disney, cuando creemos prever lo que va a pasar, da un giro, una vuelta de tuerca que reenvía el relato hacia un lugar diferente. Hosoda incluye temas universales que son además recurrentes en su obra como el duelo, la familia, el amor, la amistad, el crecimiento en medio de las dificultades y los problemas para encajar dentro de un mundo hostil. Suzu es uno de esos personajes sensibles, heridos y desamparados que son frecuentes en sus películas. Pero lo que el nuevo contexto permite es incluir otros temas más actuales que tienen que ver con la relación muchas veces tóxica que tenemos con las redes, como la fama instantánea, la agresión anónima, el Backlash y los justicieros del teclado, personificados aquí en esa suerte de grupo parapolicial autonombrado como guardián del orden en ese espacio que se supone libre. También está de algún modo la ubicua presencia de las corporaciones que, de todos modos, no tiene aquí un gran desarrollo en la misteriosa entidad de Las Voces, pese a que Hosoda ha comparado a U con gigantes del negocio virtual como Google, Apple, Facebook o Amazon. Hosoda no suele ser sutil a la hora de dar mensajes y bajar línea pero aquí se permite insinuar algunas cosas interesantes como que los conflictos que se expresan en ese mundo virtual provienen y sólo pueden resolverse finalmente en el mundo real. Lo que hace que Belle realmente valga la pena es que se trata de una experiencia visual fascinante donde todo el tiempo las imágenes capturan el ojo del espectador en ambos mundos retratados. El mundo real con su presentación hiperrealista y el mundo virtual como un espacio brillante y barroco que deslumbra con sus detalles, su diseño de escenarios, de personajes y vestuario. Los fanáticos del J-Pop tendrán también lo suyo con las canciones interpretadas por la protagonista. Este universo estético exuberante y seductor es el que puso a Hosoda en el panteón junto a otros grandes del anime como Hayao Miyazaki, Katsuhiro Otomo o Satoshi Kon, y hacen también que el estreno de uno de sus films sea un bienvenido acontecimiento. BELLE Ryū to Sobakasu no Hime. Japón, 2021. Dirección y guión: Mamoru Hosoda. Voces: Kaho Nakamura, Ryô Narita, Shôta Sometani, Tina Tamashiro. Música: Taisei Iwasaki, Yûta Bandoh, Ludvig Forssell. Duración: 122 minutos
Suzu es un alma en pena. Esta estudiante de 17 años que transita la etapa final del colegio secundario sigue sufriendo la temprana muerte de su madre, vive con su padre en las afueras de la prefectura de Kochi, y -dominada por la timidez y los traumas- no logra vincularse con las chicas y chicos de su edad. Sin embargo, cuando descubre "U", un espacio virtual con una realidad simulada plagado de glamour, música, colores y criaturas fantásticas, asume allí el rol de Belle hasta convertirse en una cantante e influencer con varios millones de seguidores. No es difícil ver en Belle una alegoría de los efectos nocivos del bullying, del odio creciente en redes sociales, de los mensajes confusos y manipuladores de las fake news, de la alienación y la angustia que padecen tantos adolescentes. Pero al mismo tiempo que Hosoda nos advierte de ciertos peligros y excesos de la virtualidad como refugio frente a las amenazas del mundo real, nos recuerda que los sentimientos más puros y nobles también están ahí, con solo rascar un poco esa superficie que en principio nos devuelve una imagen poco estimulante. Belle es un fascinante, entrañable y hermoso viaje de iniciación, búsqueda, empoderamiento y maduración que podría dialogar con cualquier historia femenina de Disney, pero desde otra estética (la del mas bello animé) y otra perspectiva (la tradición japonesa). Mezcla de drama familiar, musical, cuento de hadas en la línea de La Bella y la Bestia, romance, épica fantástica, ciencia ficción y alegoría social, Belle nos sumerge en un mundo en el que conviven la belleza y la sordidez, el amor y el dolor, las contradicciones entre ser anónima en la cruel realidad y una estrella en la virtualidad. Y lo hace con ese look entre vintage, pop y futurista, esa creatividad inagotable y esa sensibilidad tan particular que ya son parte esencial del sello autoral de un Mamoru Hosoda que alcanza finalmente el amplio estreno en salas que su cine venía pidiendo y mereciendo.
Ya no vale decir que Mamoru Hosoda es “el nuevo Miyazaki”. Ese gancho que invita a un sector del público, quizá familiarizado con Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro, a acercarse a la obra de ese realizador, puede resultar no solo vago, sino también falso. Porque Hosoda, con 54 años y con seis películas propias (más dos por encargo, basadas en las populares franquicias de Digimon y One Piece), ya está grande para seguir cargando con esa mochila. Y mientras Miyazaki amaga pero (por suerte) no se retira, Hosoda demuestra con Belle un punto de maduración enorme, que lo confirma como un autor dueño de una sensibilidad propia y reconocible. Belle se destaca rápidamente por sus rasgos más inmediatos, su reformulación de La bella y la bestia, su reflexión sobre las redes sociales, y cierta necesidad por curar heridos a través de alter egos virtuales. Aquí la heroína es Suzu (Kaho Nakamura), una tímida joven que en el mundo digital llamado U, se transforma en una popular cantante apodada Belle. En uno de los conciertos que la artista brinda en esa realidad 2.0, la irrupción del monstruo conocido como Dragon (Takeru Satoh), comienza a obsesionar a la protagonista, que quiere descubrir quién es esa criatura, y qué secreto oculta. A través de esa fórmula, Hosoda vuelve sobre muchos de los temas habituales dentro de su obra: la aparición de lo extraordinario como parte de lo cotidiano; los mundos digitales que son un refugio ante el dolor; o los personajes capaces de establecer vínculos afectivos en lugares donde las identidades se esconden y la corporeidad se pierde. Desde La chica que saltaba a través del tiempo, el film que en 2006 lo posicionó como una de las nuevas voces de la animación, Hosoda no dejó de reflexionar sobre personajes que encuentran en la fantasía un lugar de pertenencia que su cotidianedidad les niega. Se trata de protagonistas que se relacionan, se definen y maduran a través de habilidades extraordinarias que solo pueden desarrollar en mundos fantásticos (El niño y la bestia), o en realidades digitales (Summer Wars o Belle). De esa manera, Hosoda logra un equilibrio perfecto, una mirada que reúne aspectos clásicos con otros modernos, sin perder de vista el que se revela como el gran condimento de sus películas: una figura central que se siente incompleta frente a algún tipo de pérdida. En Belle, Suzu carga con el dolor de una muerte que no comprende, la de su mamá cuando elige sacrificarse para salvar a una niña que estaba por ahogarse en el río. “¿Por qué una madre elegiría su vida por sobre la de una extraña, dejando huérfana a su hija?”, es la dolorosa pregunta que atormenta a la protagonista. Y ese interrogante que sirve de disparador, le permite a la heroína emprender un viaje de maduración, capaz de conmover a cualquier espectador, sea amante o no de la animación. Porque a fin de cuentas, lo que demuestra Belle (y Hosoda), es la versatilidad de la animación japonesa, y cómo el animé puede darle color a una cartelera atravesada por franquicias, secuelas y reboots.
En la última década Mamoru Hozoda se convirtió en uno de los directores más aclamados de la animación japonesa. Tras realizar un serie de filmes más comerciales con la franquicia Digimon su carrera explotó cuando comenzó a desarrollar propuesta con mayor contenido, donde sobresalieron Summer Wars, Wolf Children, The Girl Who Leapt Through Time, The boy and The Beast y Mirai, que recibió una nominación al Oscar. Curiosamente Belle, su película menos memorable, el año pasado recibió una aclamación desquiciada de 14 minutos en el último Festival de Cannes frente a una audiencia que si mira una propuesta de animé por año es demasiado. Motivo por el cual llega a los cines con un exceso de elogios desmedidos que exageran un poco su valoración. En esta oportunidad el cineasta ofrece una adaptación extravagante y moderna del cuento clásico de La Bella y la Bestia que toma como premisa para explorar las dinámicas de las conexiones humanas en los mundos virtuales. Hosoda presenta una mirada bastante optimista del concepto del metaverso y sus plataformas que dentro del conflicto principal sirve de catalizador para que la protagonista pueda expresar su talento musical reprimido. Suzu es una adolescente que vive en un pueblo rural con su padre y se convierten en una especie de Jem (sin las Holograms) dentro de un mundo virtual que la idolatra como una estrella pop. A través de esa experiencia encuentra una manera de sanar el trauma que le ocasionó la muerte de su madre. Si la narración se hubiera enfocado exclusivamente en este concepto Belle hubiera sido una película muy superior. Sin embargo, en su ambición por darle una mayor complejidad a su obra terminó por construir un relato caótico al que le sobran personajes y subtramas innecesarias que no tienen nada que hacer en este film. El relato se desbanda con romances escolares y hasta un conflicto que hace referencia a la violencia doméstica que nunca se termina de desarrollar. Frente a los filmes previos del artista la verdad que Belle no es su mejor guión y la película termina salvada por la puesta en escena a la que no se le puede objetar nada. Visualmente es una belleza y tiene algunos momentos magníficos cuando el film le da rienda suelta a la fantasía. Por momentos hasta resulta un poco abrumadora por todos los colores y detalles que sobresalen en mundo virtual pero que contribuyen a levantar las debilidades del guión. Ni de casualidad es la mejor obra de Hosoda pero para cualquier amante del animé no deja de ser un espectáculo que se disfruta muchísimo en la pantalla de cine.
El gran tema contemporáneo es, lo hemos dicho muchas veces en este espacio pequeño pero rendidor, el estatuto de la realidad. En el mundo del metaverso (y eso que los argentinos vivimos bastante acostumbrados a meta y meta verso), en el tiempo en el que Matrix ya es realidad, uno se pregunta qué mitos, qué tradiciones todavía tienen peso, si nuestra vida no cambiaría absolutamente cuando podamos decidir vivir en el mundo sensible o en una construcción virtual. Belle es la historia de La Bella y la Bestia adaptada a estos tiempos: hay una chica que, en el universo virtual, es una ídola pop con cinco mil millones de seguidores, y en ese universo encuentra a su “Bestia”. Es el punto de partida de este animé que no solo es asombroso en cuanto a invención gráfica y complejidad narrativa (sin que eso implique ripios: se entiende todo con claridad meridiana aunque cada personaje tiene más que dos dimensiones) sino que nada de lo que aparece como bello en la pantalla es gratuito. Lo que el film hace no es adaptar un cuento a épocas contemporáneas, sino preguntarse por la pertinencia de su sentido último. Y nos dice que sí, que sigue siendo pertinente, que ninguna capa de tecnología puede con el cuento de aceptar nuestra parte irracional para ser, paradójicamente, humanos. OK, si no lo convence esto, vaya igual a ver una de las mejores películas de 2022 por mucho, y sabemos que faltan 11 meses para el final.
Remarcable melodrama anime que critica la cultura de Internet Mamoru Hosada, creador de gemas del cine de animación como La chica que saltaba a través del tiempo (2006) y Mirai: Mi pequeña hermana (2018), entre otras, llega a las salas de cine argentinas con Belle, una espectacular, fresca y tecnológica nueva versión de La Bella y La Bestia. Finalmente la animación japonesa tiene una distribución masiva en las salas de cine argentinas, algo que durante décadas fue -y probablemente lo siga siendo- el imperio conquistado por la mega compañía Disney. La película que irrumpe en los grandes complejos a partir de este jueves es Belle, del talentoso Mamoru Hosada que, a partir del clásico La Bella y La Bestia, cuenta una fantástica aventura de amor y bullying en la cultura de Internet. Una demostración de que pueden contarse grandes cuentos de princesas que se escapen de las construcciones hegemónicas impuestas por la sociedad. Belle es la historia de Suzu, una adolescente traumatizada por la muerte de su mamá, introvertida y víctima del bullying escolar, que se topa con "U", un espacio virtual que permite a todos los usuarios crearse otra identidad para vivir en un mundo de simulación tecnológica no ajeno a los demonios que trae el abuso del consumo en las redes, como la proliferación de fake news y la construcción de personajes mediáticos y de fama líquida, contada en número de seguidores. Hábil narrador y creador de universos fantásticos (algo que le valió una nominación al Oscar en 2018, por Mirai: Mi pequeña hermana), Hosoda encanta a los espectadores con la trama romántica que asemeja a La Bella y La Bestia -en una versión que resalta los sentimientos de los protagonistas- y ofrece un verdadero festival de colores, criaturas fantásticas, estética y diseños que rebosan una creatividad que ni la película más elaborada de Pixar pudo alcanzar, hasta el momento. Si bien impera la crítica a Internet, red-refugio de cientos de jóvenes sin espacios de pertenencia social, que ataca de maneras camufladas y por flancos difíciles de anticipar, la visión final de Hosoda es positiva, ya que elige recalcar la humanidad que también puede existir en las redes. En conjunto, Belle transita recorridos del melodrama anime desde una perspectiva original que sabe entretener y comunicarse con la actualidad.
"Belle": Mamoru Hosoda, entre mundos reales y fantásticos Una jovencita retraída transmuta en una red social en una estrella del J-pop de voz angelical, pero los conflictos crecen a ambos lados del espejo. Mamoru Hosoda no es tan reconocido por el gran público como Hayao Miyazaki, pero hace un buen rato que sus largometrajes animados recorren los festivales y mercados comerciales de todo el mundo. El último ejemplo de su talento y creatividad es Belle, que inició sus proyecciones nada menos que en el Festival de Cannes y, en su país natal, fue la película más vista de la temporada 2021. Hosoda (Kamiichi, 1967) inició su carrera como realizador en 1999 con un par de largos de la franquicia Digimon, pero el gran despegue fue gracias a La chica que saltaba a través del tiempo (2006), clásico moderno del animé y punto de partida de una nueva etapa que intenta aunar las ambiciones populares con un personalísimo estilo narrativo y visual. En títulos como El niño y la bestia (2015) y Mirai, mi hermana pequeña (2018), producidos por su compañía Studio Chizu y distribuidos en Japón por el gigante Toho, el cineasta pone en pantalla una de sus obsesiones, que es al mismo tiempo un clásico del cine animado nipón en general: la cruza e interrelación entre mundos reales y fantásticos. Belle (cuyo título original, “El dragón y la princesa con pecas”, resulta a todas luces más bello y poético) no es la excepción, aunque la vuelta de tuerca tecnológica es novedosa en varios sentidos. La protagonista, Suzu Naito, es una adolescente de 17 años, habitante de un pequeño pueblo rural, cuya timidez es consecuencia directa de un acontecimiento trágico del pasado. Es que la chica perdió a su mamá siendo muy pequeña y, en su interior –aunque le cueste admitirlo ante sí y los demás– no puede evitar volcar todas las culpas en cierta elección consciente de su madre. Suzu llora todo el tiempo, mantiene una relación distante con su padre y no logra comunicarse demasiado con sus compañeros de escuela, con la excepción de su mejor amiga Hiroka, amante de las tecnologías digitales y el uso de las redes sociales. Precisamente, es la existencia de una red llamada, simplemente, “U” (léase “you”, “tú” en inglés), que permite crear un avatar personalizado y una existencia paralela en el universo digital, lo que cambia por completo la vida de Suzu. Es que en “U” la jovencita pecosa y retraída transmuta en Belle, una estrella del J-pop de cabellos rosados y voz angelical que se impone de inmediato como la figura con mayor cantidad de seguidores de la plataforma. Escondida detrás de la apariencia de Belle, Suzu es capaz de cantar, afición y pasión obturada en la existencia real desde la tragedia. Por supuesto, nadie conoce su verdadera identidad; tampoco la de la Bestia, un ser con forma de dragón a quien un grupo de luchadores dirigido por un joven rubio y apuesto con tendencias fascistoides intenta atrapar y desenmascarar. Hosoda introduce así una adaptación literal del clásico La bella y la bestia, castillo incluido. Es que “U” es el terreno de las fantasías y también el de la cursilería, sobre la cual el film no ironiza (gran desafío: no ponerse por encima del material de la trama) pero que, gradualmente, va revelándose menor en comparación con los dolores y alegrías de la vida real. De un diseño audiovisual avasallador, la película salta de un mundo a otro mientras los conflictos de ambos lado del espejo llegan a un punto de no retorno: no hay manera de continuar si no es mediante el enfrentamiento, el sinceramiento. El guion, escrito como es la costumbre por el realizador, incluye un puñado de personajes secundarios –la chica popular, el joven sensible, el deportista– que escapan por completo de los estereotipos al uso y aportan elementos de complejidad en un film engañosamente simple. Cuando la máscara de la Bestia finalmente cae y las durezas de la vida real golpean con fuerza, Hosoda entrega una de las escenas más inesperadas y emotivas de Belle, un auténtico triunfo del animé contemporáneo. Más tarde, los dos planos finales antes de los títulos de cierre imaginan a Suzu y sus amigos, los viejos y los nuevos, deteniéndose a observar la belleza de una gran nube ocultando parcialmente el sol, escena que bien podría formar parte de una película de Yasujiro Ozu.
Para los que aman el animé, para los que por primera vez lo transitan, nada mejor que esta creación del maestro Mamoru Hosoda que crea una historia anclada en el mundo adolescente para advertir sobre los peligros de internet como el bullying, el odio, las mentiras, o tener una fantástica virtualidad como refugio. El resultado es de una creatividad seductora y única, con imágenes del pasado, pero también futurista, donde realidad y ficción chocan y se fortalecen. Es la historia de Suzú una adolescente que no puede con su alma, tímida y retraída, lleva una tremenda carga de tristeza que no puede superar por la muerte de su madre, que dio su vida solidariamente. El descubrimiento de un mundo virtual le permite convertirse en la bella del título, cantante e influencer que de inmediato se transforma en la más popular. Aunque en ese mundo peligroso donde se instaló tan satisfactoriamente, tendrá que luchar contra personajes siniestros, protagonizar una historia al estilo de la bella y la bestia y finalmente imponerse en el mundo real. Una fábula expresiva, con imágenes hermosas, llenas de gracia, y los valores familiares como los más importantes.
"BELLE" es la nueva propuesta cinematográfica anime de origen japonés dirigida por Mamoru Hosoda (Digimon, One Piece) y producida por el emblemático Studio Chizu. La película nos cuenta la historia de Suzu Naito, una estudiante de secundaria. Ella vive en un pueblo y durante muchos años se convirtió en una sombra de sí misma. Para ella todo cambia cuando ingresa al mundo virtual de una app denominado “U”, ahí deja de lado su personalidad tímida y cuando está en línea se convierte en Belle, una hermosa cantante que es admirada en todo el mundo dentro y fuera de las pantallas del celular. Mientras está en uno de sus conciertos es interrumpida por una criatura monstruosa que llega siendo perseguida por los vigilantes de este universo, y es entonces cuando Belle empieza la búsqueda del dueño de ese avatar en la vida real y así lograr descubrir la misteriosa identidad de aquel aterrador monstruo. Decir que la animación me pareció sublime es redundante porque no se espera menos de este equipo de producción, pero siempre elevan la vara un poco más. Los escenarios que recrean son simplemente increíbles, las secuencias de acción, el nivel de detalle, todo , pero absolutamente todo es impecable. Y debo confesar que la ecuación calidad de animación con calidad de trama es perfecta. Si bien le encontré por momentos ciertas similitudes con el clásico de Disney "La Bella y la Bestia", tiene un plop twist que la aleja por completo de esta última. Por último, el mensaje que deja ver entre lineas a modo de moraleja me pareció súper interesante: en un mundo en el que la mayoria opta por pretender o fingir ser alguien distinto a través de una pantalla para tratar de encajar u obtener cierta aceptación, ser uno mismo siempre es el mejor camino. 8/10
Entre el mundo real y la fantasía Nominada a varios premios internacionales en festivales diversos, Belle es una muestra del excelente momento en que se encuentra el anime, y con distribución de Tōhō Company, Ltd. en Japón, es la tercera película producida por el Studio Chizu, y está dirigida por Mamoru Hosoda. Con mezcla de varios elementos diferentes para contar la historia, Belle toma como base el cuento clásico de La bella y la bestia también adaptado por Disney, cuyo origen se remonta a 1740, y añade cuestiones que atañen a la virtualidad y el modo de sociabilización que hoy en día utilizan los adolescentes, sobre todo los que más inconveniente tienen en su forma de vincularse con el otro. La película establece, además, una idea del trasfondo que puede generar el maltrato infantil. Intercala entonces, en el funcionamiento del contexto de los personajes, el descubrimiento del mundo real vs el mundo imaginario que sirve de refugio. La amenaza puede estar afuera, pero a veces está en el propio seno del hogar.en que Bella y La bestia se mueven refleja ciertas cuestiones de ese refugio que la mente puede llegar a crear, aún más llevando al espectador a un viaje por la mente y los recursos de protección de una persona que en proceso de construcción de su yo joven a adulto futuro.
Mamoru Hosoda, director de cine y animador japonés, creador de La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Los niños lobos (2012), El niño y la bestia (2015) y Mirai: Mi pequeña hermana (2018), estrenó en argentina Belle (El dragón y la princesa con pecas) una alegoría sobre la metamorfosis adolescente. La película da su inicio con una voz en off que nos ofrece la Bienvenida al mundo U; una App style comunidad virtual (red social) la cual acusa tener más de 5 billones de usuarios registrados. Su slogan reza “no puedes empezar de nuevo en la realidad pero puedes empezar de nuevo en U” y te invita a crear tu propio usuario (AS), denotando que ese avatar nacerá automáticamente de tu información biométrica; y cierra “U es otra realidad, AS es otro tú”. De repente, se produce un corte directo a una adolescente que está recostada en su cama boca abajo y que en una de sus manos sostiene un celular al cual observa apesadumbrada mientras pareciera padecer su propia existencia. Resulta que Suzu Naito de 17 años (cuya voz en japonés hace Kaho Nakamura) es una estudiante de secundaria, hija única, quien perdió a su madre en un accidente a temprana edad y vive con su padre en el campo de Kochi. Ella pareciera tener dificultades para conectarse socialmente, no sólo con su papá sino en general, desde la ausencia repentina de su madre. Ese dolor devenido en depresión adolescente le impide a Suzu poder desarrollar lo que más ama, cantar. Pero un día Suzu, ayudada por su gran amiga Hiroka (Rina Izuta) la cual es una genio de las computadoras, le insistirá para que se una a la App U y crearan juntas a Belle, una avatar dotada de una imagen bien hegemónica símil Idol, la cual dentro de ese metaverso se convertirá en la cantante de mayor influencia, muy al contrario del universo “real” al que la protagonista habita. La historia se va desarrollando ininterrumpidamente dentro de esos dos mundos paralelos en donde las personas se preguntarán quién es Belle mientras la idolatran. Suzu, sucumbida por el miedo a “ser vista”, prefiere no contarle a nadie que ella sea dicha influencer. Un día, en uno de sus recitales virtuales, Belle se topará con el villano del metaverso, conocido como el Dragón (o la Bestia), que pareciera ser perseguido por una especie de fuerza policial. En esta etapa de la película no es difícil ver un paralelismo a los efectos nocivos que provoca en las personas el bullying, el ciberodio, el abuso de violencia en las infancias, la manipulación y uso de fake news, y la angustia adolescente. Pero a la vez construye una metáfora de refugio (del bien) en el que pone al metaverso como lugar de encuentro para el alivio y la transformación de tantas personas que necesitan desconectar con la realidad en la que viven, e incluso buscar ayuda. Podríamos decir que Belle es un drama familiar, por momentos musical, que consigue alinearse al cuento de hadas de La Bella y la Bestia, pero donde el romance recae (sabiamente) en el noble compromiso de la amistad. Y si bien nos va dibujando una sutil alegoría social, me dio la sensación de que aun se sigue perpetuando al mundo binario y pueda que esa mirada ya no represente a las generaciones que hoy espectan. ¿Por qué si? Porque es un mágico viaje de aprendizaje, indagación, empoderamiento y aceptación al que muchxs adolescentes les tocará atravesar para poder reconocerse a sí mismxs entre tantas influencias del “deber ser”.
ENTRE CUENTOS DE HADAS Y ESPEJOS Belle es un film que se balancea entre distintas temáticas que van apuntalando la identidad de los personajes, con un cariño alejado del cinismo con que suele abordarse la identidad en la virtualidad. La razón es simple: no hay un tono distante sino que su proximidad -y actualidad- hacen del conflicto algo inmediato para el espectador. Es el principal mérito de Belle más allá de sus irregularidades, sumado a un aspecto visual imponente y un sentido homenaje a La bella y la bestia (1991, Gary Trousdale, Kirk Wise) de la factoría Disney, uno de sus films más icónicos en los noventas. Pero antes de hablar de Belle específicamente, deberíamos hablar un poco de su director, Mamoru Hosoda. La principal figura del Estudio Chizu es uno de los creadores más destacados del animé contemporáneo que, tras varios años trabajando en la industria, en particular para franquicias afirmadas como Digimon o One piece de Toei Animation, encontró su voz con algunos de los largometrajes más importantes y personales del animé en los últimos veinte años. Sus dos largometrajes para el prestigioso estudio Madhouse, The girl who leapt through time, del año 2006 y Summer wars, del 2009, marcaron algunas de sus obsesiones en torno a la identidad de personajes en sus años formativos, la influencia de los entornos digitales y una sensibilidad adulta que lo acerca al cine de Makoto Shinkai -y también su melancolía-. En el 2018 va a lograr con Mirai una nominación a los Oscars, siendo el primer film de animé que no es del Estudio Ghibli en lograr este reconocimiento. En síntesis, estamos hablando no solo de un autor fundamental del animé sino de la animación en su conjunto en los últimos años. Pero volvamos al estreno: Belle es el relato de una adolescente, Suzu Naito, que afronta su timidez para comunicarse con su entorno y un pasado traumático creando un alter ego, precisamente la Belle del título, en un popular entorno virtual llamado U. Piensen en un ultra desarrollado Second life donde las posibilidades creativas son infinitas, en particular a la hora de crear un avatar, y se aproximarán a una idea de lo que es U. Belle se transforma en un icono popular y avasallante que conecta con el universo virtual cantando y pronto alcanzará la notoriedad que no tiene en la “vida real”. Por supuesto, los límites entre lo real y ese mundo digital comenzarán a desdibujarse cuando la vida en U termine afectando su vida personal. En particular cuando se sienta atraída por una misteriosa figura que amenaza el balance pacífico del universo de U. Belle es a su manera una reescritura posmoderna del clásico La bella y la bestia de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont pero también es un homenaje a la archiconocida adaptación de Disney en los noventas. La multitud de guiños visuales -por ejemplo, los sirvientes del castillo, que recuerdan más a las simpáticas criaturas del film de Disney que a las del relato original- y la faceta musical del film -que va de un J-Pop pegajoso a baladas con demasiada sacarina- resuenan como un sentido eco que se adapta al film de Hosoda. Lo complejo de Belle está en que la trama romántica y la dramática, que además denuncian la violencia doméstica en Japón, el duelo, el bullying y los efectos de un trauma infantil, se entrelazan sutilmente sin problemas a pesar de caer en un melodrama que se estira por largos minutos en el desenlace, algo que recuerda a algunos films de Shinkai. Pero en líneas generales el guion, también de Hosoda, es sólido a pesar de la cantidad de subtramas y temáticas que abarca, un riesgo digno de ser elogiado. Lo mismo puede decirse del trabajo de animación, que demuestra el ya conocido poderío del Estudio Chizu al utilizar modelos en 2D y dotarlos de profundidad y relieve, logrando un híbrido con la tecnología digital y el 3D. Son en particular notables las secuencias en el universo de U, que se asemejan a un ampuloso sueño surrealista. Belle es una reflexión sobre la identidad y la posibilidad de conexión y empatía, aun cuando existan barreras y un metaverso que nos permita olvidarlas. El mérito del film de Hosoda es darle relieve a los sentimientos antes que la tentación de una crítica vacía sobre los universos virtuales. Sin dudas, el primer gran estreno animado del 2022.
Dirigida por el virtuoso de la animación japonesa Mamoru Hosoda, y presentada en el Festival de Cannes, “Belle” es un festival para la vista y para los amantes del animé. Suzu (Kaho Nakamura) es la joven protagonista, con depresión desde la temprana muerte de su madre cuando ésta quiso salvar a otra niña que corría peligro. Ahora tiene 17 años, es muy tímida y la relación con su padre es distante. Le gusta su amigo Shinobu (Ryo Narita) pero no tiene agallas para interactuar con sus pares, ni para cantar, su gran pasión. Aunque...existe una aplicación de realidad virtual que siguen billones de personas: se trata de U, donde mediante un Avatar podés ser quien quieras y empezar de nuevo una vida en paralelo. Impulsada por su única amiga, Hiro, Suzu se convierte en Belle, una cantante hermosa que cautiva con su voz a miles de fans. Contrariamente a lo que es su vida en el mundo real, de repente es una celebridad y puede cantar, algo que hacía con su madre. En su vida real sigue luchando con su personalidad y en el mundo virtual se obsesiona con descubrir quien se esconde detrás de la Bestia, otro personaje que la protege pero que es buscado por las autoridades. El guión es inteligente y profundo para desgranar quiénes somos puertas adentro y cómo nos mostramos para el afuera. Su técnica y estética es de una belleza espectacular, un estallido de colores brillantes para un gran diseño de personajes, buenos efectos visuales y una música conmovedora. La historia remite levemente a “Bella y Bestia” pero le da un giro al poner a las redes sociales con el peso que poseen actualmente. Dos mundos en uno...Poética, romántica, inteligente y original.
Desde la canción inicial, cuando nos presentan la hermosa voz de Belle, hasta el final que se suelta por completo, la última película de Hosoda combina la música y la animación de alta calidad por las que sus películas son conocidas para crear un mundo virtual extraño e impactante.
Belle (2021) es otra muestra de que el cine de animación japonés es el más grande del mundo. Tal vez no tenga la difusión que se merece, pero es el más amplio y diverso que existe, aunque en occidente solo se conozcan los productos televisivos o los largometrajes de Hayao Miyazaki. Por suerte la era digital permite que el público más fiel pueda ver en pantalla grande muchos de estos títulos, logrando éxitos moderados o grandes, pero demostrando que este cine no es ignorado. Belle (Ryū to Sobakasu no Hime, El dragón y la princesa pecosa)fue la tercera película más taquillera en Japón y ese fue el inicio de su camino por el mundo. Se trata de una brillante adaptación del clásico relato La bella y la bestia (1740) de Gabrielle-Suzanne de Villeneuve. Aunque es evidente que se trata de ese texto, este es sólo el punto de partida, ya que la película sale en busca de muchos otros temas. Como siempre en el cine japonés de animación, todo es bastante más complejo. Las primeras imágenes de Belle son verdaderamente impactantes. Pero Mamoru Hosoda es un director capaz de manejar tanto el espectáculo gigantesco como el retrato más intimista. Ambas cosas son imprescindibles en esta historia. Suzu, una estudiante de diecisiete años que vive con su padre en el pueblo rural de Kochi. Aún traumada por la pérdida de su madre cuando era niña, Suzu descubre un día el gigantesco mundo online de ‘U’. tímida y retraída, decide sumergirse en esta realidad alternativa de la mano de su avatar: Belle. Lo que no espera es que su irrupción en ese mundo la convertirá de forma casi instantánea en una estrella absoluta, seguida por millones de usuarios gracias a su talento para cantar. Pero un día aparece otra figura, una bestia misteriosa que interrumpe su canto y allí comenzará una historia completamente nueva. La combinación de mundo real con mundo virtual es uno de los muchos temas que la película tiene y es mucho más interesante que la mayoría de las series que plantean conflictos en ese choque de mundos. El animé ha entendido que las posibilidades de la animación son infinitas. Estos films adultos son capaces de construir mundos imposibles y recrear de forma sensible la vida cotidiana. La dureza del mundo real versus el mundo virtual (o cinematográfico) es también algo que el cine ha trabajado y acá se renueva de manera actual y elegante, mezclando con bastante elegancia las transiciones y finalmente creando una protagonista inolvidable.