El elogio de la austeridad Austeridad es la palabra que mejor calza tanto desde lo conceptual como en lo que se refiere a la producción de este film que se inspira en el libro de Hugo Nario, centrado históricamente a mediados de la década del treinta desde la perspectiva del protagonista Bepo. Su decisión de abandonar el hogar paterno y entregarse a la vida errante, de lo que otrora se denominaba “vida de croto”, es el corazón de este relato que se estructura por capítulos y que refleja en cierta medida y con una idea empática asumida por el director Marcelo Gálvez el derrotero de este hombre, quien no renuncia a su libertad bajo ningún concepto y hace de su filosofía de vida un verdadero culto. Como se decía al comienzo desde la puesta en escena y la utilización mínima de recursos, con austeridad, el director consigue plasmar en pantalla un espíritu de época con algunas consignas anarquistas detrás para coronar el lugar ideológico desde el que parte. Aquel espacio de ideas que con los tiempos modernos suenan a melodía vieja, pero que sin embargo no pierden actualidad tratándose de poner en la mesa de discusión temas realmente acuciantes como las desigualdades y asimetrías sociales. Hablar de libertad, de no someterse a un trabajo esclavo en el campo y siempre en beneficio de un libre albedrío en el que la claudicación del deseo y la urgencia materialista quedan sepultadas para abrir la puerta a otros modelos de coexistencia son parte de la originalidad de la propuesta. No obstante, si bien adopta una estructura clásica de road movie de a pie, Bepo por momentos pierde dinamismo y tal vez en un formato televisivo hubiese sido más efectiva.
“Los cometas son como los crotos del cielo” se van lejos nadie los puede seguir… Largas andanzas de un hombre en busca de la libertad, caminos que llevan por sendas insospechadas, aventuras que traspasan el navegar de los mares verdes, el encuentro con el albedrío y la valoración de la autonomía, vivir sin ataduras materiales y emocionales, que lo llevan a un rumbo de revelaciones internas que lo embarcan hacia lo desconocido, encontrándose con lo inesperado. Elegir entre la libertad, el amor, seguir huyendo o enfrentar el encuentro consigo mismo y aquellos recuerdos quedaron atrás. Argentina, 1935. Mussolini y Hitler avanzaban en Europa. El régimen de Agustín P. Justo perseguía a los anarquistas. En medio del campo, los crotos fueron íconos de la búsqueda de la libertad. “Bepo”, dirigida por el director y docente Marcelo Gálvez y protagonizada por Luciano Guglielmino, es un drama ambientado en los años 30’, con un buen reflejo del marco de la época, en donde las ideas anarquistas que llegaron con los inmigrantes europeos sacudieron los estamentos de un orden político, económico y social que oprimía a los trabajadores y empujaba a miles de personas a la vida de constante búsqueda de los crotos, detrás de los arduos trabajos que les aseguraban una comida o un lugar donde poder instalarse y pasar la noche en paz, lejos de la persecución policial y la demonización que sufrían, pero también del hogar y sus memorias. “Cada cual es artífice de su propia aventura”, lee Bepo al costado de las vías del tren, y ese es el lema que se hace presente en esta road movie sobre crotos que transitan el paisaje pampeano entre trenes de carga, changas, mujeres, soledades, y compañerismo. José Américo “Bepo” Ghezzi (Luciano Guglielmino) es un auténtico propietario de la libertad con un ideal arraigado de un mundo más solidario y menos egoísta, además de sobrevolar sobre uno de sus tantos dilemas, el regreso a su hogar natal Tandil. Basada en el libro “Bepo, vida secreta de un linyera” de Hugo Nario y rodada en doce pueblos de la provincia de Buenos Aires, la película es una especie montaje documental con un abordaje cinematográfico que va más allá. No solo son las travesías de un linyera adepto a la total libertad sin amarres, sino que plantea a la soledad como un compañero difícil de tratar y llevar, donde a la par es su gran compinche. Esto da como resultado un vínculo, que lo vuelve reacio al amor, con la paradoja a su vez de andar en la búsqueda inconsciente de él, y aún así siempre optando adentrarse en un continuo escape de la vida misma. Es un protagonista muy singular, con una historia narrada como pasajes de un libro audiovisual donde cada página es un aprendizaje de valores morales y emocionales. Además presenta una estética visual que escolta cada parte de la trama, mediante un ambiente natural de gran connotación. Se destaca la interacción de los personajes con quienes se topa el protagonista, otorgándole relevancia al simbolismo de la cinta –“no hay que asentarse en ranchada fija existen dos formas de vivir la vida, es juntar los desperdicios que caen o caminándola”. En síntesis, “Bepo” es un film con gran profundidad de acentos importantes en lo que respecta a los valores de vida y las consecuencias de la libertad sin límite. Si bien los laureles se los lleva su protagonista, presenta faltantes de la connotación emocional en los demás personajes para así conectar con la historia. Tiene algunos pasajes incongruentes, que en definitiva no deja plasmar con claridad una obra tan rica como lo es “Bepo”.
Bepo, de Marcelo Gálvez Por Marcela Barbaro Los Dioses compartimos un terrible secreto, los hombres son libres y no lo saben”, Jean Paul Sarte. La frase da inicio a la segunda película de Marcelo Galvez (Cipriano, yo hice el 17 de octubre, 2011), basada en el libro “Bepo: vida secreta de un linyera” de Hugo Nario, donde narra las vivencias de José Américo “Bepo” Ghezzi, un personaje real, oriundo de Tandil, cuyas ideas libertarias lo condujeron hacia una vida nómade, solitaria y despojada de todo lo material. Su felicidad radicaba en sentirse dueño de su propia libertad. Situada en 1935, el contexto histórico remite al período de la década infame en la Argentina, disputada en manos de la Concordancia. Un panorama de grandes cambios a nivel político, económico y social que repercutían en el desarrollo y las formas de vida. Paralelamente, la gran influencia de migración europea a nuestro país, impuso ideas anarquistas a la clase obrera que no sentía reconocidos sus derechos. El trabajo migraba a las ciudades y en el campo los hombres eran explotados y mal remunerados. Ese espíritu de época logra reflejarse –no en su totalidad- tanto en Bepo (Luciano Guglielmino) como en sus compañeros, con quienes viaja libremente en los trenes por todo el país. Esos trenes en movimiento traducen la inquietud de espíritu de un hombre que no resiste ataduras, que (sobre)vive bajo sus propias reglas, vagando y en una búsqueda permanente. Hay una insatisfacción latente en su rostro, en los gestos, como el de aquel que no se siente cómodo en ningún lado, o que no termina de encajar en la época que le tocó. La historia de un idealista, para algunos, o de un vago, para otros. Cada uno de los personajes forma parte del ambiente rural pampeano, están insertos a través de planos generales y acompañados del sonido ambiente de pájaros o viejas locomotoras. Es difícil disociarlos. La cámara oscila entre la contemplación y el seguimiento, mientras los buscavidas transitan entre los trenes de carga, las changas, y alguna que otra mujer. Una puesta en escena simple, desde lo formal, a través de un relato donde pasa poco, porque lo que se inscribe es, simplemente, el devenir. Rodada en doce pueblos de la provincia de Buenos Aires, la película formó parte de la sección Panorama de Cine Argentino del 31° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Marcelo Galvez apuesta a una suerte de road movie, cautivado por la personalidad de José Américo “Bepo” Ghezzi, donde “Cada cual es artífice de su propia aventura”, como dice el protagonista. Un lema que sobrevuela la película de principio a fin. BEPO Bepo. Argentina, 2016. Dirección y guión: Marcelo Gálvez. Intérpretes: Luciano Guglielmino, Edgardo Desimone, José Luis González Prieto, Néstor Gianotti, Victoria Parada, Ana Clara Schauffele, Paola Tzivelecon, Diego Aroza, Alejandro Aguirrebent. Montaje: Alberto Ponce (SAE). Dirección de Fotografía y Cámara: Martín Bastida, Marcelo Galvez. Sonido: Directo Lucrecia Bonetto. Duración: 75 minutos.
La idea detrás de "Bepo" es original. Inspirada en el texto de Hugo Nario sobre este personaje, Marcelo Gálvez adapta y dirige una cinta donde la libertad y los espacios abiertos, están en el centro de la escena. Sin dudas, utilizar la figura de "los crotos" para hablar sobre las ideas anarquistas y los ideales de libertad que en los 20' y 30' fueron debate en la sociedad argentina era una propuesta interesante. Esta es una curiosa (me encantó esta definición de un colega) "rail movie", película de viajes, recorridos y pequeñas historias, donde los personajes pasan gran cantidad de tiempo reflexionando sobre sus intereses e inquietudes, cerca de las vías de un tren. Este conector de la historia, va enlazando distintos recorridos en la Provincia de Buenos Aires. Bepo (Edgardo Desimone) va desplazandose por escenarios verdes, cielos límpidos y transmitiendo sus ideas acerca de la importancia de respetar el deseo y desafiar, en cierta manera, el orden social. "Hay dos formas de vivirla bien, o quedarse a juntar los desperdicios que caen, o caminándola", se escucha en los primeros minutos. Toda una declaración de lo que sucederá a lo largo de esta trama sencilla, planteada como una especie de homenaje a la obra literaria. Bepo vive sus días yendo y viniendo de un lugar a otro, y sosteniendo sus ideales, en tiempos donde vivirlos, representaba estar enfrentado abiertamente con la ley. La película está dividida por frases del libro original, que van delieando una trama, con poca tensión, más allá de su intención didáctica y filosófica. El problema con "Bepo" es que su universo es demasiado reducido, y al estar toda la acción instalada en paisajes rurales, las acciones pierden fuerza y el conflicto dramático parece no desplegarse con intensidad. Donde sí el film se luce es en la creación y el trabajo de la atmósfera donde habitan los personajes. Estás en el campo. Y lo sentís. En cuanto al trabajo del actor que lleva el peso de la trama, es apenas correcto, siendo los secundarios, meros oradores de ideas más que polos de atracción y reacción. En resumen, "Bepo" es una película curiosa, de exploración, sobre una corriente de ideas que tuvo su auge hace mucho tiempo y que se presenta a través de sus personajes. No alcanza para consolidarse como una propuesta sólida (creo que tiene que ver con la construcción dialógica de la trama, donde nada es demasiado conflictivo), pero ofrece una prolija adaptación de las ideas de Nario, lo cual no deja de ser una cuestión a tener en cuenta.
La vida sin un plan Corría 1935. Las influencias anarquistas en la sociedad Argentina se potenciaban con la llegada de materiales de esa índole desde Europa. De contrabando o simplemente por casualidad, el cuento suma una mirada crítica sobre la lucha de clases. Con imágenes contundentes del “linyera” en su entorno, la película no hace otra cosa más que “vitalizar” la mirada sobre el objeto y grupo del que habla. Si en algunos casos se pierde el interés educativo por considerar, de alguna manera, que el desorden reinaría en una sociedad sin clases o castas, Bepo (2016), de Marcelo Galvez exige que la vara se mida correctamente para evitar perder toda la inocencia e ingenuidad. Bepo es una propuesta diferente, no sólo por su capacidad para lograr trasmitir, sin manierismos y mucho menos artificio, los sentimientos de los protagonistas, sino porque además comprende que la única manera para poder generar empatía inmediata con los espectadores es hablarles y decirles lo justo y necesario. Los planos cerrados, la producción de una austeridad única, permiten que la película, rodada durante más de nueve meses, en diferentes locaciones, y seleccionando los días lunes para registrar las escenas, termine configurando un verosímil de antaño para realizar relatos frescos, efectivos, en los que el humor como en este caso, suavicen cualquier vestigio de crítica. La apasionada vida de un hombre que decidió dejar todo para poder sentirse realmente libre y perseguir sus sueños, es el material con el cual Galvez genera los cimientos de su historia basada en hechos verídicos. El guión preciso y cuidado brinda un panorama exacto de la vida de los “crotos”, tal como se definía a aquellos que errabundeaban por la vida y que particularmente, como en este caso, vivían de la suerte de aquello que se les presentaba. “La propiedad es un robo” grita Bepo en algún momento, y Galvez acompaña a su personaje en esa especie de road movie de trenes, crónica de viaje, en la que Bepo se aleja de su lugar de origen mientras va conociendo gente que lo ayuda a poder avanzar sin mirar atrás. En la decisión de Galvez de relatar su cuento de transformación, con una puesta muy televisiva, planos cortos, acciones sincopadas, y sumar trazos gráficos a modo de separador, Bepo se va configurando con una estructura narrativa plagada de vitalidad, algo único para la pantalla, que termina por potenciar las ideas que presenta. Las vías de tren como guía, la literatura presente en el intercambio de ejemplares con otros “crotos”, y, principalmente, la frescura con la que los actores van interpretando a los personajes secundarios, todos con Bepo cual lazarillo, también suman una mirada para nada complaciente, y una lectura de la historia particular. Inspirada en el libro homónimo de Hugo Nario, la acertada y dinámica puesta, la división en episodios, y, la idea de un marcada posición anti “todo”, suman tensión e interés para que la convocatoria termine por salir airosa.
Con guión y dirección de Marcelo Gálvez, basada en el libro “la vida secreta de un linyera” de Hugo Nario, que a su vez se inspiro en un “croto” legendario de la década del 30, José Américo “Bepo” Ghezzi. Meterse en esa época de ideas anarquistas y linyeras con códigos y lenguajes propios no es fácil. Una noción de libertad, sin ataduras sociales, familiares ni políticas. Hombres que eligen vivir al sereno, o bajo puentes, siempre inquietos, siempre anhelantes por seguir el camino, apegado en este caso a las vías del ferrocarril y sus trenes de carga como una invitación al movimiento continuo. El film los muestra lectores, solidarios, en un punto maltratados por la autoridad o los empleadores que se aprovechan para pagarles poco, temerosos de cualquier compromiso de clase o amorosos que pueda atarlos. Un retrato sensible, por momentos poco revelador de esa pulsión inequívoca que los impulsa. Una serie de situaciones y conversaciones que no logran ni buscan un aumento de la intensidad del retrato.
Bepo: salir adelante en Pampa y la vía Cada cual es artífice de su propia aventura" lee Bepo al costado de las vías del tren, y este es el tema que sobrevuela esta road movie acerca de los entonces llamados "crotos", que transitan el paisaje pampeano entre vagones, mujeres, changas y las ganas de regresar a casa. Basado en un libro de Hugo Nario, el film captura la época en que las ideas anarquistas llegaron con los inmigrantes europeos. El director Marcelo Gálvez recorre con su cámara atenta el andar de ese Bepo soñador al que Luciano Guglielmino dota de enorme ternura, secundado por un elenco que otorga verdad a esta historia plena de emoción.
Caminante, no hay camino Ambientada en 1935, cuenta algunos meses en la vida de José Américo Ghezzi, un legendario linyera tandilense. ¿Quién no tuvo alguna vez la fantasía de dejar todo y salir a la ruta con una mochila y no mucho más? Mucho antes de la era de la mochila burguesa, algunos la cumplieron: en Bepo, vida secreta de un linyera, el escritor Hugo Nario contó las aventuras de José Américo “Bepo” Ghezzi, un tandilense que dedicó gran parte de su vida a vaguear por la Argentina. Inspirado por el libro, Marcelo Gálvez muestra unos meses en la vida de este hombre perteneciente a la casi extinta raza de los crotos ilustrados, con el bucólico paisaje de la pampa húmeda y las vías del ferrocarril como telón de fondo. Año: 1935. La búsqueda del bocado para llenar el estómago -con changas o cazando-, los tropezones con la policía, los cruces pasajeros con mujeres: éstas son, básicamente, las peripecias que atraviesa Bepo en su travesía hacia ningún lugar. Pero lo que aquí más importa son las conversaciones político-filosóficas con sus compañeros de turno, que están -literalmente- en la vía como él. Porque ésta es una película sobre la libertad. Quién más, quién menos, todos los personajes tienen una pátina anarquista: alguno cita a Proudhon, otro a Pessoa y El banquero anarquista. “Cada cual es artífice de su propia aventura”, lee Bepo del Quijote. Pero uno de sus colegas le baja el copete con frases como “la libertad termina cuando comienza la necesidad” o “algún día va a tener que elegir entre la libertad y el amor”. Con buenos trabajos actorales, Gálvez consigue recrear el romanticismo de estos vagabundos de otra época, lúmpenes vocacionales con moralejas universales: “La cosa es cómo vivir la vía: esperar al costado a que caigan las sobras o caminarla”.
AL LADO DEL CAMINO Luego de un importante paso por el circuito festivalero, donde formó parte de la sección Panorama de Cine Argentino del 31° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y obtuvo el premio a Mejor Película en el Festival de Chascomús, tiene su estreno comercial la nacional Bepo, del realizador platense Marcelo Gálvez. Basada en el libro Bepo, vida secreta de un linyera de Hugo Nario y rodada en doce pueblos de la provincia de Buenos Aires, esta película ambientada en 1935, aborda la vida de los crotos que transitan el paisaje pampeano entre trenes de carga, changas, mujeres y las ganas siempre latentes de volver a casa. La película desarrolla en forma correcta la historia de este individuo durante los años 30, en los cuales varios hombres cansados del trabajo bajo el mando del patrón, decidieron seguir las vías ferroviarias para ir moviéndose de pueblo en pueblo y conseguir empleos temporarios que les permitieran seguir subsistiendo. La producción captura en forma acertada la época en que las ideas anarquistas que llegaron con los inmigrantes europeos sacudieron los estamentos de un orden político, económico y social, cambiando la mentalidad de muchos trabajadores, llevándolos a la vida de constante búsqueda de los crotos. Lamentablemente, Bepo tiene una narración sin giros ni momentos de quiebre que la lleven a otro nivel o que produzcan algún tipo de emoción en el espectador. Sin embargo, este amesetamiento narrativo no termina cansando, en una producción que acierta al exhibir una temática poco explotada en nuestro cine.
Basada en el libro Bepo: memorias de un linyera, esta parsimoniosa película de ficción cuenta las vivencias del croto Bepo Ghezzi y sus compañeros de ruta, en la argentina de los años treinta. Linyeras y anarquistas viajando en trenes de carga
Bepo resulta una propuesta atrevida para los tiempos que corren en Argentina. Por un lado retrata la dignidad linyera a contramano de la tendencia a despreciar al individuo irreductible al deber ser emprendedor, productivo, mejor todavía, prosumidor. Por otra parte, evoca con memoria crítica la época gobernada por el golpista Agustín Pedro Justo, y así desoye la consigna oficial de dejar el pasado atrás. Además osa recordar, acaso reivindicar, algunos principios del anarquismo que creíamos perimido pero que –nuestra ministra de Seguridad nos lo advirtió meses atrás– promueve acciones terroristas en el sur de nuestro país. Aunque carece de escenas ofensivas, el segundo largometraje del platense Marcelo Gálvez dista de ser apto para todo público. Por lo pronto, corre serios riesgos de escandalizar a los espectadores que desprecian el lumpen y por lo tanto toda aproximación empática con ese grupo social que el statu quo considera parasitario. Asimismo son altas las probabilidades de que aburra soberanamente a quienes reconocen y/o valoran un solo tipo de libertad: aquélla moldeada por las manos invisibles del mercado. Antes de seguir, corresponde aclarar que Bepo existió de verdad. Se llamaba José Américo Ghezzi; nació el 4 de abril de 1912 en la localidad bonaerense de Tandil; falleció el 26 de abril de 1999. Sus ideas libertarias lo llevaron abrazar una existencia nómade, solitaria, prescindente. A fines de la década del ’80, su vida inspiró este libro en el periodista, también tandilense, Hugo Nario y el documental ¡Que vivan los crotos! en la realizadora porteña Ana Poliak. Treinta años después, Gálvez resucita a este linye (como solía autodefinirse el mismo Bepo) con una versión libre de la crónica de Nario. De esta manera les rinde homenaje no sólo a Don Ghezzi y a sus compañeros de aventuras, sino a su primer retratista. Ya que se les dice road movies a la películas que transcurren en la ruta, podría afirmarse que esta ficción es una rail movie. La referencia del protagonista a Don Quijote de La Mancha invita a pensar en el ferrocarril como en el Rocinante de estos otros idealistas que no enfrentarán molinos de viento pero sí un Estado que los persigue, golpea, encarcela. Luciano Guglielmino compone a un personaje querible, a la vez desamparado y libre. A partir de esta interpretación, Bepo conquista un lugarcito en los corazones sensibilizados por otros dos crotos que también combatieron la estigmatización social: el vagabundo que Charles Chaplin encarnó durante poco más de veinte años, y el linyera dibujado por el uruguayo Tabaré y guionado por los argentinos Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg, Héctor García Blanco. Para evitar confusiones, corresponde aclarar que Gálvez ofrece un retrato melancólico de su protagonista, es decir, desprovisto del sentido del humor que orientó las aventuras de Carlitos y las reflexiones del compañero del perro Diógenes. En estos tiempos de alegría impostada y de linyerizaciones maliciosas, esta decisión narrativa también constituye una (saludable) osadía.
Bepo (Luciano Guglielmino) fue un linyera nacido en Tandil, en los comienzos del siglo XX. Tenía un trabajo, una modesta casita y una novia. Pero, de un día para otro, decidió abandonar todo y emprender un viaje, una aventura interminable,. porque lo que más deseaba era ser libre e independiente, no obedecer órdenes ni tener jefes a quien responder por su trabajo. De chico, su mente viajaba, y de grande, cumplió con su deseo. Basada en una historia real, el director Marcelo Gálvez comienza a contar su historia a partir de 1935, cuando andaba por los campos de la provincia de Buenos Aires. Narrada como una road movie, pero sin medio de transporte propio, sino que, para trasladarse, caminaba o viajaba de colado en algún tren carguero. Paraba en cada pueblo y acampaba bajo el puente del ferrocarril. Generalmente no estaba solo, por el camino encontraba a algún “colega” y pasaban un tiempo juntos hasta que lo dejaban solo. La película no tiene puntos fuertes, siempre transita un mismo tono y el ritmo es parejo. Se dedica a mostrarnos las vivencias y peripecias que tiene Bepo en un tramo de su derrotero. Hecha con un muy bajo presupuesto, pero aprovechado al máximo, ha logrado un buen resultado, porque el director tenía una idea clara de lo que quería y cómo lo quería filmar, y el grupo de actores puso lo mejor de sí para llevar adelante este proyecto de la manera más profesional posible. El protagonista, siempre ataviado con la misma vestimenta, lleva dos bolsas con sus pertenencias. Las vías del tren son el camino, su guía. Va a la deriva, él maneja el tiempo como quiere. Su destino es incierto, por eso recorrió durante 27 años toda la Argentina. Él pudo jactarse de ejercer la anhelada libertad con todas las letras, porque fue un linyera por convicción, como los otros con los que se cruzaba en el camino. Ellos manejaban un código propio de convivencia y, además, compartían una misma filosofía de vida.
Se estrenó Bepo, el nuevo film de Marcelo Gálvez, inspirado en la vida de Bepo Ghezzi, un linyera que en 1935 recorría los pueblos de la provincia de Buenos Aires y que fue un símbolo de la libertad y la corriente anarquista. Después de Cipriano, yo hice el 17 de octubre, el realizador platense Marcelo Gálvez se anima nuevamente a llevar a cabo un film de época con bajo presupuesto y una total libertad creativa. Y justamente libertad es lo que respira Bepo. Bepo Ghezzi era un linyera. En 1935 los linyeras eran personas que elegían tener una vida nómade. No atarse a las reglas ni las convenciones del sistema o la sociedad. Vagaban de pueblo en pueblo, buscando changas, pero sobretodo, disfrutando de no tener un patrón, un jefe, un dueño. Basado en el libro Bepo: vida secreta de un linyera de Hugo Nario, Gálvez posa su cámara en el protagonista -notable y austera interpretación de Luciano Guglielmino, también protagonista de Cipriano- un aventurero, un hombre de pocas palabras. Gálvez respeta el poder de observación y la ideología de su protagonista, sin dejar de lado los contratiempos que puede generar una vida en las vías, sin lugar fijo, aprendiendo de sus compañeros, pero también vagando solo. La relación del personaje con la naturaleza, una mirada fría y algo distante por parte del realizador, pero muy amena del protagonista, recuerdan al primer cine de Terrence Malick, pero sin la filosofía existencialista, narrada en off, que provoca que los films de éste sean pretenciosos e intelectualoides. En Bepo, Gálvez exhibe el existencialismo de sus personajes sin subrayados ni obviedades, con honestidad y, especialmente, aprovechando las limitaciones de presupuesto, en función de conseguir un film más genuino y creíble, con un ritmo propio y sin juzgar ni edulcorar las secuencias que se van sucediendo a lo largo de esos años que el protagonista estuvo vagando. Sin decaer en ritmo ni perder el cuidado estético -aún cuando se sigue a los personajes con cámara en mano, la fotografía es uno de los puntos fuertes del film-, Bepo es un retrato histórico que no deja de lado su contexto político y que muestra cómo la idea de anarquismo, en aquella época, no se relacionaba con hacer una revolución, sino con ser fiel a un pensamiento libre. No sería demasiado alejado, incluso, ver a los linyeras de los ’30 como una continuación de los gauchos de antaño. Bepo muestra a personajes formados intelectualmente, pero que también son formados por la ruta, una ruta incierta pero con objetivos ideológicos claros.
El Bepo del título es un linyera, un linyera legendario. La acción del film se ubica en los años 30, una época donde la Argentina sufría algunas consecuencias de la crisis mundial. El film tiene la potencia bucólica y libre del personaje, aunque derive a cierta novelística, cierto relato con mecanismos más tradicionales. Lo que queda e hipnotiza es la precisión con la que se retrata la relación entre el hombre y el paisaje.