Curiosa interpretación de Blancanieves La película francesa explora una premisa simple mediante la cual relata una historia de descubrimiento que logra tener momentos de buen ritmo. Blanche comme neige (2019) la Directora francesa Anne Fontaine adapta el clásico cuento de Blancanieves presentando una historia similar y a la vez opuesta. Maud (Isabelle Huppert) es la malvada madrastra de nuestra blancanieves Claire (Lou de Laâge). A lo largo de la película Claire se descubrirá a sí misma y a sus deseos a través de los 7 hombres que la acompañan. La trama del film es interesante, sin embargo su guión no logra ser contundente, alejándose de la transparencia de la trama dramática. El relato se torna confuso desde un principio, y aunque lo más importante siempre se comprende, en cierto punto no es armonioso en su totalidad. Cuenta con momentos buenos, falla en la articulación de esos momentos, puesto que existe cierta desconexión, información que debemos ordenar. El desarrollo es bueno y la interpretación del cuento cumple su función. El mensaje de la película se logra transmitir fácilmente al espectador. Su historia de descubrimiento se vuelve lo más valioso de la película, más allá de sus errores. "Su punto más fuerte se encuentra en la visión reinterpretativa del cuento, siendo una trama de revelaciones que logrará transmitirse. A pesar de su ritmo y guión mejorable, su premisa resulta de gran interés."
“Blanca como la nieve” de Anne Fontaine. Crítica. Un viaje liberador al bosque. Bruno Calabrese Hace 4 horas 0 6 La aclamada directora de “Las Inocentes” vuelve con una libre adaptación de la obra de los hermanos Grimm. Se estrena el 14 de mayo en plataformas de iTunes y Google Play. Por Bruno Calabrese. Claire, una bella joven trabaja en el hotel de su difunto padre, que ahora dirige su malvada madrastra Maud. Claire provoca sin querer unos celos incontrolables en Maud, cuando su joven amante cae rendido ante los encantos de su hijastra. Maud decide desprenderse de Claire, pero ésta encontrará refugio en una granja donde tendrá la oportunidad de olvidarse de la estricta educación que recibió conociendo a siete príncipes. Inspirada en el clásico de los hermanos Grimm “Blanca Nieves”, el film es una deconstrucción arriesgada que funciona como un fresco retrato de mujer. Apoyada en la naturalidad de Lou De Laâge en el papel de Claire, quien con gestos aniñados y una elocuente sensualidad encaja a la perfección. Toda su bondad e inocencia es blanco de a envidia de su madrastra, una especie de femme fatale siniestra y perversa, interpretada con su acostumbrada perfección por Isabelle Huppert. La película atiende a los dictados de la obra original -hay siete “enanos”, bosque, animalitos, manzanas, etc.- pero se atreve a utilizar el destierro de Claire como símbolo de una profunda liberación -anímica, laboral, sexual- que la heroína vivirá con mucha intensidad. Ese impulso será admirado e incluso respetado por los hombres que la rodean, aun si no la entienden o la querrían sólo para sí. Los únicos enemigos son los adultos más adultos, representados por Maude, la madrastra, incapaces de ver con buenos ojos aquello que no entienden, impermeables ante conductas que sobrepasan sus preceptos morales, y cuyo impuso será tratar de anularlas. Apoyada en una increíble fotografía, “Blanca como la nieve” es también un llamado a la vida campestre, a la rutina rural, cansina y bucólica. Lo que hace que el film no sea una simple adaptación de la obra original, sino también un film liberador con una sofisticada e impecable puesta en escena. Puntaje: 80/100.
Basada en el famoso cuento de Blancanieves de los hermanos Grimm, la nueva versión de la actriz y realizadora francesa Anna Fontaine (Las inocentes, Primavera en Normandía, Dos madres perfectas) logra diferenciarse de las múltiples transposiciones llevadas a la gran pantalla. La originalidad del guion escrito conjuntamente con el destacadísimo Pascal Bonitzer y la colaboración de Claire Barré, la aggiorna al presente y le imprime una buena dosis de emancipación femenina, sexo y libertad. La joven Blancanieves es la bellísima Claire( Lou de Laâge, protagonista de Las inocentes), quien trabaja en el hotel de su padre fallecido, junto a su madrastra Maud (Isabel Huppert), quien la cela profundamente por su belleza. Al saber que su amante (Charles Berling), está enamorado de Claire, hará un plan para deshacerse de ella para siempre. Pero algo falla, y la joven aparece en medio del bosque salvada por un cazador llamado Pierre (Damien Binnard), que la lleva a vivir a su granja junto a su hermano gemelo y a Vincent (Vincent Macaige) un violonchelista solitario. A Claire le gusta su nueva vida y decide quedarse en el pueblo despertando sus propias fantasías y la de sus habitantes. Siete de ellos, caerán rendidos ante su belleza y erotismo, algo que ella comenzará a disfrutar. Divida en tres secuenciastituladas “Claire”, “Maud” y “Blancanieves”, la historia se va desarrollando con saltos temporales, haciendo foco en cada personaje, e hilvanando los hechos bajo cierta intriga en torno a la venganza. De esa forma, se despliega un entramado narrativo que alterna entre realidad y fantasía con toques de comedia negra. El relato, en su relación intertextual con el original, propone romper con los modelos y estereotipos sociales establecidos como “normales”, ofreciendo una gama de personajes extraños, donde ninguno responde a los cánones esperables. En ese marco, vemos el proceso de cambio de Claire al llegar a ese pueblo encantado y milagroso. Un lugar, que funciona mágicamente, al despertarle deseos reprimidos en relación al goce, los sentimientos, las amistadaes y la falta de ataduras. Allí, se vuelve una mujer plena, dueña de su cuerpo, y libre para cumplir cualquier capricho de su voluntad. Para hacerlo se irá relacionando con siete hombres, que emulan, con sus diferencias, a los enanos del cuento original. Por su parte, el personaje de la fría y cínica madrasta, interpretada por la exiquista Huppert, le imprime los toques de hechizos y maldades novelescas que refieren al bien y el mal con un final aleccionador, ya conocido por todos. Blanca como la nieve, sorprende como propuesta por la recurrencia a una historia tantas veces contada que, al querer tomar distancia del original, se vuelve confusa y algo despareja. En los primeros quince minutos, no está bien resuelto el salto brusco de una locación a otra, ni la circunstancias que atraviesan los personajes, tan desorientados como el espectador frente a las imágenes. Luego, la dosificación de la información y el devenir de las acciones, van encauzando la historia. Nominada en el Tribeca Film Festival, en la categoría Best International Narrative Feature; la película es una propuesta entretenida, que reúne un gran elenco, tiene una destacada fotografía de Yves Angelo y, como en sus trabajos anteriores, vuelve a enfatizar el rol de la mujer y la femeneidad, desde un lugar, donde pueda ser ella misma. BLANCA COMO LA NIEVE Blanche comme neige. Francia, 2019. Dirección: Anne Fontaine. Guion: Claire Barré, Anne Fontaine y Pascal Bonitzer (basada en el cuento de: Wilhelm Grimm, Jacob Grimm). Intérpretes: Lou de Laâge, Isabelle Huppert, Charles Berling, Damien Bonnard, Jonathan Cohen, Richard Fréchette, Vincent Macaigne, Pablo Pauly, Benoît Poelvoorde. Fotografía: Yves Angelo/ Música: Bruno Coulais. Duración: 100 minutos.
Blanca como la nieve, de Anne Fontaine, es la puesta al día de BlancaNieves, con una Isabelle Huppert increíble como “Maléfica” acechando a la bella Blancanieves (Lou de Laage) que tras llegar a un escenario ajeno para ella comenzará a rodearse de hombres que la desean y a quienes ella no dejará de utilizar. Disponible para alquilar en ITUNES y GOOGLEPLAY
La fábula de los hermanos Grimm Blancanieves y los siete enanitos se arraiga en un curioso realismo en manos de la directora Anne Fontaine. La disputa por un reino de belleza transformado en un hotel de lujo, y por un amante antes que un padre, ubica a Claire (Lou de Laâge) y a Maud (Isabelle Huppert) en las antípodas: la primera es una inocente joven que explora su sexualidad en un bosque habitados por hombres; la segunda es la artífice de una pérfida venganza más por mandato dramático que por verdadero deseo de atesorar su juventud perdida. La narrativa imaginada por Fontaine intenta anclar la tradición de Blancanieves, su inocencia, los enanos y la manzana, en un mundo de contornos reales. En ese juego, con un humor fuera de timing y personajes huecos, algo se extravía y la historia de esa joven que vive la huida inconsciente de su madrastra como una liberación no deja de ser una sucesión de juegos eróticos para la cámara, que aspiran a evocar el halo trágico del relato popular exprimido por el cinismo contemporáneo. Huppert hace lo que sabe hacer: recrear otra vez ese imaginario de mujer fría y perversa que proyecta con su magnética aparición, sus labios rojos y su furia contenida. Pero acá con eso no basta, su personaje se desgaja en una construcción endeble y ella se pierde en una película que nunca está a su altura de su talento.
Claire es una hermosa joven que trabaja en el hotel de su padre fallecido que ahora maneja con mano de acero su madrastra Maud mientras intenta rehacer su vida junto a un hombre que, sin embargo, termina cayendo rendido ante los encantos de Claire. Los celos, la envidia y el espíritu competitivo llevan a Maud a planear la muerte de su hijastra. Pero el plan falla y ella termina viviendo en una granja a cargo del hombre que la salvó de una muerte segura. Su rutilante belleza no dejará a nadie indiferente en el pueblo. Empezando por los siete hombres que terminan perdidamente enamorados de ella. Aunque quizás no sea amor sino puro deseo sexual y locura, una idea más cercana al cine de François Ozon pero que, en realidad, corresponde a la particular relectura del clásico de los hermanos Grimm que ensayan las guionistas Claire Barré y Anne Fontaine en Blanca como la nieve. La película dirigida por Fontaine continúa con Maud enterándose de que su hijastra está viva, y su posterior partida rumbo a su encuentro. Pero su intención no es protegerla. Más bien lo contrario, lo que inicia, ya con Maud en la granja, un maquiavélico juego de seducción competitiva entre esas dos mujeres dispuestas a todo con tal de demostrar su supremacía. Que la madrastra esté interpretada por ese témpano de hielo que es Isabelle Huppert aporta una dosis de misterio a una historia en cuyo núcleo anida una lectura vinculada con –como suele ocurrir en las películas de Fontaine- la emancipación femenina. Porque Claire –que tiene rostro virginal e inocente de Lou de Laâge, lo que refuerza el contrapunto con Maud– está lejos de ser una mujer dubitativa y dócil. Al contrario, se muestra enteramente dispuesta a explorar los límites de su sexualidad y sus encantos. La película, dividida en tres partes tituladas Claire, Maud y Blancanieves, construye sin apremio la relación entre los personajes y las motivaciones de ambas mujeres, para luego arrojarse a un relato algo esquemático que abraza el sexo (no le hubiera venido mal algo más de pasión a Fontaine a la hora de filmar estas escenas) mientras combina la comedia negra con el suspenso.
Cuando se pregunta cómo se puede adaptar un texto clásico a tiempos modernos, lo que ofrece Blanca como la nieve es una respuesta, válida, que puede irritar a unos y abatir, deprimir inexorablemente a otros tantos. Quizás Anne Fontaine (Coco antes de Chanel) lo vio como una boutade. De ser así, si buscó algo ingenioso, terminó generando, forzando similitudes con resultados confusos. Porque no es que haya tomado meramente el punto de partida de la hijastra (Lou de Laâge) que escapa de una muerte en el bosque urdida por su madrastra (Isabelle Huppert). Porque el espectador menos avisado no comprenderá, al principio, qué hace Claire doblando las toallas en el spa ahora regenteado por Maud, su madrastra, si era propiedad de su padre. En fin, lo que sucede es que si bien al comienzo nada parece seguir los lineamientos del relato de los hermanos Grimm, luego, poco a poco, escena tras escena, los acontecimientos comienzan a emparentarse, manzana roja incluida. Y qué decir de los siete enanitos. Lo cierto es que Claire, que no era tan pura como Blancanieves, descubre más pronto que lo esperado que puede despertar en ella un deseo que no había sentido. Y que aviva, o habría que decir excita, directamente, a todos los hombres con los que se cruza. Claire, cuarenta años atrás, bien pudo haber sido interpretada por Huppert, a quien Fontaine le reservó el papel de la madrastra. Y no, Huppert, que suele ser fría en los papeles que le tocan y elige como malvada y perversa, no muerde el anzuelo. Aquí se mantiene casi al margen de esos tics provocativos -exceptuando la escena del baile-. Lo cual sí es un punto a favor, y habrá que anotárselo a la realizadora. Lo que pasa es que no son muchos los que pueda apropiarse la directora de Las inocentes (2016), donde ya estaba Lou de Laâge porque no todo, pero sí mucho, parece tirado de los pelos.
Esta semana nos llega otro estreno en digital, de la mano de la conocida directora francesa Anne Fontaine («Les Innocentes», «Perfect Mothers»), con Isabelle Huppert en un rol secundario. «Blanca Como la Nieve» es una comedia negra con tintes de thriller que está basada Blancanieves, el reconocido cuento de los hermanos Grimm. Un relato atractivo que tiene interesantes y elocuentes pasajes a pesar de que su narrativa puede llegar a ser, por momentos, un poco inconsistente. El largometraje cuenta la historia de Claire (Lou de Laâge), una bella joven trabaja en el hotel de su difunto padre, que ahora dirige su «malvada madrastra» Maud (Isabelle Huppert). Un día la joven es secuestrada y metida en el baúl de un auto, pero el vehículo termina chocando, pudiendo liberarse de su secuestradora. La joven es socorrida por un aldeano que vive en una granja aledaña y lejos de apresurarse por volver a su vida, termina quedándose con este hombre, su hermano gemelo y un músico que es inquilino de ambos. De esta forma, la joven inicia un viaje de autodescubrimiento dejando atrás a su estricta madrastra, un trabajo que no desea y teniendo la oportunidad de conocer gente nueva. Claire conocerá a 7 hombres distintos, como pasa en el cuento de los hermanos Grimm pero gradualmente, que de alguna forma la ayudarán con sus problemas, iniciando un camino hacia la liberación y el despertar. Lo interesante del film es que comienza con un ritmo bastante ligero cuasi de thriller y luego va virando hacia un terreno más tranquilo, pero sin perder el suspenso entre la situación del secuestro y lo que le depara en el futuro a la joven. Esta atmósfera de extrañamiento e intriga se teje gracias a una estructura no cronológica de los hechos a fines puramente dramáticos donde poco a poco se van develando los responsables de ciertas acciones. Un relato interesante que funciona gracias a las buenas interpretaciones de Laâge y Huppert y que se beneficia de ese tono sardónico característico de la comedia negra. Quizás, por instantes la cinta tambalee en relación al tono que intenta mantener que a veces apunta a lo irreverente ateniéndose al cuento en el que se inspira y por momentos tomándose bastante en serio como dar justo en la tecla de lo que intenta lograr. No obstante, «Blanca Como la Nieve» es una película correcta que se beneficia de su trama y estructura poco convencional para llevar aquel viejo relato a la época moderna y mostrarnos la liberación de esta joven de todo aquello que la retiene y no la permite continuar.
El clásico moderno Blanca como la nieve, de la directora Anne Fontaine, supone en principio una muestra del deseo sublimado luego de la apertura emocional de una joven mujer presionada y fuertemente vigilada por una mujer que además de someterla, la envidia. De alguna manera pareciera tomar algo de “El retrato de Dorian Gray”, por esto de la envidia de la belleza y la juventud para adaptar un relato clásico. Y bueno, no es spoiler porque el título ya casi lo dice todo. De cualquier modo la mención a la novela de Wilde pasaría por alto dado que es una idea base y un conflicto bastante utilizado… siempre la cuestión reside en el modo en que se lo utiliza. Particularmente tengo un tema con una de las actrices principales, Isabelle Huppert, quien me parece algo afectada, exagerada… Lou de Laage hace un papel que le exige un accionar promedio y para el que con su gracia natural le alcanza… Algunos momentos de Blanca como la nieve pueden resultar algo interesantes, pero por lo demás hay una suerte de obviedad de lo que se muestra y lo que el observador puede interpretar de ello. Si la idea era validar el disfrute sexual de la mujer a través del personaje de de Laage, eso no parece haber salido muy bien. Muy por el contrario si el deseo de la joven debía interpelarnos, convertirnos en (casi) involuntarios mirones de su disfrute, y tal vez avergonzarnos un poco por ver. Blanca como la nieve es una película que adapta un relato clásico y recupera elementos de otros para convertirnos en mirones de lujo y avergonzarnos, tal vez, de ello.
A la excepcional “Blancanieves” gótica y taurina de Pablo Berger, y la picaresca “Histórias que nossas babás nao contavam”, de Osvaldo de Oliveira, se suma esta versión libérrima de Anne Fontaine, donde una muchacha se da el gusto con cinco tipos de estatura normal (otros dos quedan en lista de espera) y su madrastra quiere matarla porque le sopló el novio. Una belleza los paisajes del macizo de Vercors, la fotografía de Yves Angelo, la modelo Lou de Laage, la madrastra Isabelle Huppert y el bobtail inglés que cuida la cabaña. Una tontería, el libreto de Fontaine y Pascal Bonitzer.
EXCESO DE BLANCO Manzanas rojas porque las verdes dan mala suerte. Una orden disfrazada de pedido que se pierde en medio de las excesivas referencias a Blancanieves pero importante para marcar la estructura narrativa del filme de Anne Fontaine porque actúa como guiño de Once upon a time, serie televisiva que está en Netflix centrada en dicha historia pero vinculada al presente y a personajes tanto de fantasía –Rumpelstiltskin, el capitán Garfio o Caperucita Roja– como legendarios –Robin Hood, el rey Arturo o los dioses mitológicos–. El comentario acerca del color del fruto prohibido alude a los enfrentamientos entre la Reina Malvada y Zelena, la bruja del oeste, donde intervienen el poder, los maestros, los lazos familiares y las búsquedas propias. Duelos que se reconfiguran a lo largo de las temporadas gracias a las profundas transformaciones internas de cada una. Por otra parte, los vaivenes temporales y de universos ligados con los factores mágicos y la vida cotidiana favorecen al desarrollo de las razones por las cuales Regina odia a la princesa y quiere venganza. Si bien la directora francesa intenta replicar esa lógica a través de los breves flashbacks en cada segmento, no logra construir una historia consistente. Por el contrario, la ahoga subrayando las citas u objetos hasta volverlo una caricatura. Pareciera que el título ya restringe cualquier atisbo creativo por fuera de la exageración ya que Blanca como la nieve abusa del nexo con el relato en lugar de construir un punto de vista propio o valerse de éste en tanto disparador. No hay contrastes ni articulaciones interesantes entre los matices del cuento de hadas y el mundo ordinario, más bien un pasaje remarcado por el túnel y la ruta al costado del acantilado como juegos visuales del “muy lejano”. El bosque, que aparece a los pocos segundos, se torna invisible o irónico, por ejemplo, con las ardillas que espían un encuentro sexual, mientras que la casa alejada donde la muchacha convive con tres hombres se convierte en uno de los temas del pueblo. Las simbologías carecen de valor en sí mismas porque son utilizadas de forma acumulativa en vez recursos para proponer tensiones, cambios de ritmo o interacciones entre los personajes. Lo mismo ocurre con el abuso de la puesta en escena de los objetos que no le aportan ni contenido ni tramas psicológicas o sentimentales a los portadores. La manzana termina como cliché con la gota de veneno resbalando sobre una rebosante cáscara, el espejo se vuelve trivial y una jaula con gnomos de jardín colgando en el bar pretende coquetear con cierta reconfiguración de los enanos por hombres. Así como la joven, la madrastra y el Príncipe Encantador mutan durante los siete años de Once upon a time, muchas veces hacia los bordes más contrapuestos de las personalidades o en pos de superar miedos, Claire y Maud se quedan en la superficie. La primera se muestra en pleno autodescubrimiento del goce ya sea desnuda sintiendo el contacto de las sábanas contra la piel, los encuentros espontáneos con los amantes o las charlas con el sacerdote sobre sexo. Sin embargo, ese tratamiento parece falso, impuesto porque el discurso de antaño se mantiene: el cuerpo fresco despierta fascinación, no el maduro. La pareja de Maud lo confirma con los silencios o las miradas embelesadas hacia la hijastra y luego, los siete príncipes –algunos de los cuales poseen rasgos de los enanos como el tonto, el romántico o el bonachón– lo refuerzan constantemente, mientras que ella intenta dejar en claro que no tiene ataduras, por ejemplo, con el veterinario celoso pero nunca termina de respaldar sus convicciones. Entonces, ya no se trata de la libertad del deseo, sino de una aparente independencia regida, otra vez, por los viejos mandatos sociales, es decir, la mirada masculina como parámetro de belleza, seducción y confianza femenina. Por otra parte, el rol de la antagonista se desdibuja por completo no sólo porque Fontaine la posiciona en un segundo plano –ni siquiera alcanza importancia en el capítulo sobre ella misma–, sino por la liviana y chata construcción del personaje hasta el punto de que piensa, siente o actúa a través de las indicaciones de otros. Al comienzo, no quiere matar a Claire pero las insistencias de la mujer que encarna al cazador original la obligan a apropiarse de dichas ideas y sentimientos. Lo mismo ocurre cuando va tras ella y descubre la nueva realidad. Existe cierto afán por trabajar desde lo no dicho y lo elíptico pero nada de ello se traduce ni en los encuentros entre ambas ni en los momentos de soledad donde puede ser sincera consigo misma y mucho menos en los planes para lograr el cometido. Por el contrario, todas las acciones y gestos son arbitrarios o diluidos con una malvada que ni es mala ni tampoco fuerte. Lo más curioso es que la escena donde Maud manifiesta algo interno personal queda arrasada por el milagro divino. A final de cuentas, el apego extremo al texto fuente devora cualquier débil propuesta de mirada contemporánea convirtiendo al argumento en compartimentos estancos que jamás se combinan o rellenan y a los papeles femeninos en bosquejos incompletos, lánguidos, tenues y sin convicciones para apropiarse de sí mismas. Tal vez, las manzanas verdes no sean tan adversas después de todo. Por Brenda Caletti @117Brenn
Esta película francesa pareciera ser un drama inspirado en el clásico Blanca Nieves y los siete enanitos de los hermanos Grimm. Dirigida por Anne Fontaine, protagonizada por Lou de Laâge junto a la icónica Isabelle Huppert. Estreno VOD en Google Play e iTunes. Nos introducimos al film a través de lo que podríamos distinguir como capítulos de un libro, el primero se titula “Claire”. Observamos a una mujer joven correr de espaldas por una especie de bosque oscuro, hasta que sale del mismo hacia la luz solar y la urbanización. Acto seguido la vemos ducharse y desarrollar sus actividades laborales dentro de un hotel de categoría en el que tiene un breve diálogo con la que parece ser la gerenta del mismo, Maud, y juntas comparten información con les espectadores dándonos a entender que sus vidas personales/familiares están vinculadas a través del padre de Claire, posicionándola a Maud como su madrastra. El diálogo entre ellas es intimista pero se percibe una fuerte introspección por parte de Claire y cierta distancia maliciosa proveniente de Maud. El relato continúa y se siembran algunos secretos no desarrollados que asumimos irán avanzando. Luego, cuando Claire termina sus quehaceres, se va a su casa, se acuesta a dormir y observa detenidamente una lámpara de noche infantil con siluetas de un bosque que giran lentamente. Ya de mañana, la vemos correr nuevamente en el bosque, todo parece ser rutinario, pero al salir del mismo se topa con un violinista tocando a orillas de un lago. Ella se detiene a escucharlo de forma embriagadora, sorpresivamente aparece un auto y la raptan. Hasta aquí la película pareciera apuntar a una estética realista, con algunos recursos del film noir en color, aunque el giro tonal que adquiere una vez que ella logra escapar del secuestro siembra cierto bagaje en la historia provocando que sus personajes pierdan profundidad, dejando de ser consistentes a su esencia sin una justificación clara y repercutiendo en el arco dramático de transformación de su protagonista Claire. Entendemos que el film toma una postura extradiegética por la decisión de contarnos los diferentes puntos de vista de estas dos rivales simbólicas a través de la separación en capítulos, haciendo un guiño al cuento, pero esa distancia literaria también nos hace perder la riqueza en primera persona de cada una de ellas. No pudiendo comprender bien la repentina liberación sexual de Claire arrancado el segundo acto de la historia. Y si bien el factor magia y la fantasía siempre están rondando por el relato, la ausencia clara de justificación a ciertas conductas claves, aunque sean de “cuentos de hadas”, son necesarias en pro de sus personajes. Es imposible no hacer referencia a la serie televisiva Once upon a time en la que mezclan y reversionan también el mundo real con los cuentos de hadas pero, en ella, el desarrollo de cada personaje es fiel a la temporalidad del relato y su contexto para que les espectadores podamos comprender el universo que se nos pone enfrente y, paulatinamente, poder naturalizar sus actos mágicos. Lo paradójico es que en Blanca como la nieve, así como hay vacíos cinematográficos en el arco de transformación de sus personajes, increíblemente, también hay muchos recursos alegóricos utilizados de manera literal y los diálogos parecieran estar puestos al servicio de explicarnos lo que vemos que sucede. Algunxs directores deberían entender que el cine es cine cuando les espectadores completamos la película con nuestras apreciaciones a la historia sin necesidad de darnos la comida masticada. Es por ello que, quizás también, la liberación femenina encarnada en Claire, y a la cual apunta su directora, es falsa al punto de creer estar observando una mala trama de película porno soft, hermosamente filmada pero vacía y con desnudos femeninos gratuitos. Es una pena que la mirada de la directora esté, aún, tan atravesada por el concepto atrasado de femineidad patriarcal. Blanca como la nieve es tan literal como su título y quizás tenga un punto de vista singular para con el cuento original de Blanca Nieves pero, definitivamente, no es una película memorable.
Anne Fontaine tiene una obra muy despareja. En ese contexto, esta adaptación de Blancanieves no está exenta de hallazgos. El humor y la manera en la que el deseo recorre la película es uno de ellos. Otro es el doble rol encarnado por Damien Bonnard, a quien amamos desde Rester vertical (Alain Guiraudie), vista en algún BAFICI
Varios son los géneros a los que recurre la realizadora Anne Fontaine en Blanca como la nieve (Blanche comme neige, 2019) para reversionar el clásico cuento de hadas infantil popularizado por los Hermanos Grimm con el objeto de contar la historia de Claire, una mujer inmersa en un proceso de búsqueda (y descubrimiento) de sus deseos y de su felicidad. Claire (Lou de Laâge), es una femme fatale inocente, que despierta una atracción irrefrenable en todos los hombres que la conocen, generando que su madrastra Maud (Isabelle Huppert) enceguecida por la envidia, quiera deshacerse de ella. Escapando del ataque pergeñado en su contra, se refugiará en el bosque donde deja atrás su vida pasada y comienza una profunda liberación, principalmente en el plano sexual. En una de las escenas de la película, Claire le confiesa a un sacerdote que se acuesta con muchos hombres y le pregunta si no es una pecadora. “Sólo estás viviendo”, le responde el sacerdote. Allí, radica tal vez, una de las mayores virtudes de Blanca como la nieve, la mirada acrítica de la realizadora sobre ese camino que recorre la protagonista en pos de la satisfacción de sus deseos y fantasías. La película toma elementos de la comedia negra, del thriller y del film noir, aunque por momentos esta extraña combinación no resulte del todo acorde con el relato. Asimismo, las diferentes referencias al famoso cuento - la manzana envenenada, la malvada madrastra, el bosque, el cazador y los siete hombres que rodean a la protagonista -, resultan algo forzadas y arbitrarias. Sin embargo, la sola presencia de Huppert justifica el visionado de la película. Como en la reciente La viuda (Greta, Neil Jordan, 2018), la veterana actriz parece disfrutar de la interpretación de personajes malvados. En su composición de la madrastra, encuentra el tono que debería haber tenido toda la película. Su personaje, es un personaje de fantasía de un cuento de hadas con ribetes muy oscuros. Si todos los elementos de Blanca como la nieve hubieran seguido esa idea rectora, apartándose de cierta solemnidad en el mensaje, la manzana hubiera sido más tentadora de morder.
Reina de corazones. La guionista y directora francesa Anne Fontaine se anima con esta singular adaptación del conocido cuento Blancanieves, manteniendo la trama y utilizando los mismos elementos, como el espejo, la inocente y bella muchacha, los siete enanitos y la bruja. Con una cuota de erotismo y humor refinado, al estilo francés. Blanche comme neige (2019) es un film que explora y se aleja del cuento de hadas alemán de los hermanos Grimm, Blancanieves y los siete enanitos del 1812. La trama tiene lugar en la época contemporánea. Una joven, Claire (Lou de Laâge), trabaja en el negocio de su madrastra (la nueva esposa de su padre, fallecido), Maud (Isabelle Huppert), quien al descubrir que su amante se ha enamorado de la joven, quiere deshacerse de ella. Pero Claire encuentra refugio con hombres de una aldea y se despiertan sus deseos con plena libertad. Anne Fontaine se destaca por una dirección atinada que acompaña su guion, en este caso una muy buena adaptación que respeta los tres actos narrativos. Las grandilocuentes locaciones, la música, los contrastes logrados para realzar la esencia de la protagonista y la antagonista, están muy bien hechos y aportan al encanto de la magia del cuento, al que todos estamos invitados al ingresar por un túnel, continuando por un camino sinuoso, mar y bosque encantado, representan la entrada a un lugar irreal, logrando confusión inclusive para Claire. Todo esto es seductor, quizás la parte del desarrollo del personaje de Claire, se torne algo extensa. Sin embargo, la excelente interpretación de la madrastra y su imponente presencia, aporta el dinamismo esperado para seguir la trama. El espejo aparece de manera directa al comienzo y luego representado en los claroscuros de ambos personajes, lo que está relacionado con un juego de la directora, trazando una cualidad en su sofisticado estilo. Las interpretaciones de ambas y del reparto son muy buenas, se destaca la de Huppert, aunque una vez más, no se aprovechó desde la trama dramática, todo su talento y carácter. ¿Para qué contar una nueva versión de Blancanieves? Es un relato rebelde, no apto para menores y quizás, cumpla con las fantasías de ciertas personas de corromper la pureza de una inocente, bella y joven mujer. Sin embargo, considero que funcionó en este film el enfrentarse a un espejo de manera permanente, algo que todos realizamos como acto reflejo, sin tomar conciencia de las preguntas inconscientes y, más aún, de las respuestas que salen desde nuestro interior para conocernos a nosotros mismos.
Una película de Anne Fontaine siempre despierta curiosidad y da expectativas. En este caso basada libremente en el famoso cuento de los hermanos Grimm, la directora y guionista ( junto a Pascal Bonitzer) intenta una versión moderna de enfrentamiento de dos generaciones de mujeres, de ironía y giros provocativos que se enreda en si misma sin un resultado demasiado atractivo. Una joven que perdió a su padre es el blanco del odio de su madrastra, ella le envidia su juventud, pero especialmente no soporta que su amante enloquezca por la bella muchacha. La “mala” manda matar a la bella pero ella se salva. Y doblemente porque en un pueblito rodeado de verde y montañas descubre su sensualidad y la desata alegremente con siete señores que representan a los siete enanitos. La historia tiene muchos rulos, guiños y hasta una manzana envenenada pero se queda en un intento que aprovecha bellos paisajes, algunos momentos eróticos y no mucho más. Isabelle Huppert siempre es una delicia verla. Lou de Laage es encantadora y bella y se luce en el descubrimiento de su sexualidad. Artificiosa, bien filmada.