Luego de su ópera prima, Animalada, estrenada en 2000, el escritor y guionista Sergio Bizzio vuelve a la dirección. Tras ganar un concurso por su novela gráfica, Walter (Alan Daicz), un muchacho del interior, debe viajar a Buenos Aires para presentar su obra en la Feria del Libro. Apenas llega a la gran ciudad, se sube a un taxi que resulta ser un coche bomba conducido por un resentido individuo también llamado Walter (Jorge Marrale). Pese al terrible e inusual contexto, se desarrollará una relación entre ambos. El concepto de esta inusual road movie era muy atractivo y, pese a no ser genial, la ejecución le hace bastante justicia. La sola presencia de explosivos que pueden estallar en cualquier momento genera tensión. Y los personajes son interesantes y ricos, ya que cada uno carga con tormentos personales que deben aprender a canalizar para no terminar de la peor manera...
El amigo taxista Podemos imaginar cómo nacen las historias de este tipo de películas: con un “¿Qué pasaría si…?”. ¿Qué pasaría si un micro lleno de personas no puede bajar la velocidad porque si no explota? ¿Qué pasaría si el pasajero de un taxista hiciera paradas en la noche, matando gente? Bueno, en Bomba (2013): ¿qué pasaría si pararas un taxi en la 9 de Julio y resultara ser un coche bomba? Walter (Alan Daicz) es un pibe de 19 años de Santa Fe. Es invitado a la Feria del Libro porque, magia, le han publicado su cómic. ¿Cómo pasó esto?, le pregunta la madre atónita. “No sé, gané un concurso,” responde el hijo. Qué lindo cuando una editorial publica tu obra a color, en papel ilustración, con tapa dura y te avisa el día anterior a la presentación. Estamos a un zapatito de cristal de un cuento de hadas. En fin, Walter nunca ha estado en Buenos Aires, y llega sólo y apurado a la ciudad. Walter (Jorge Marrale) es un taxista de 59 años en Capital Federal. El joven Walter tiene la mala leche de subirse al auto del viejo Walter, que es un coche bomba. Obviamente el conductor no puede dejarle bajar una vez que el pibe ha visto el cableado bajo el asiento, así que maneja en círculos por la ciudad, llevando a su pasajero de rehén. ¿Qué o quién es el objetivo del taxista? Podría ser cualquier cosa. Podría volar en cualquier momento. Los Walters discuten intensamente. El joven quiere saber por qué está haciendo esto. El viejo le pregunta burlón si lo que le importa es salvarse o detenerle. Pasado el shock inicial, los dos comienzan a hablar más tranquilamente, convidándose mutuamente los turbios secretos del pasado de cada uno. “Tiene suerte que le tocó alguien con un carácter tan frío como el mío,” reflexiona el joven Walter. Eso o padece un agudo Síndrome de Estocolmo. La película transcurre casi enteramente dentro del coche bomba, con excursos hacia el pasado de sus ocupantes, flashbacks que se van volviendo más frecuentes y van rompiendo la tensión inicial del thriller. La premisa se conecta a un miedo muy actual y muy primordial, pero el guión la desaprovecha con inverosimilitudes, hibridando en una mezcla de situación extrema y estudio de personaje sin llevar ninguna de las dos fuerzas a su máxima expresión.
Nadie sale vivo de aquí Un muchacho santafesino de unos 20 años (Alan Daicz), que acaba de publicar una novela gráfica (es un fan del cómic), llega muy sobre la hora a Buenos Aires para presentarla en la Feria del Libro, se instala en un hotelucho y se sube al primer taxi que encuentra. Pero el conductor (interpretado por Jorge Marrale) no es el típico tachero porteño sino un hombre desesperado y resentido, dispuesto a inmolarse y a generar un caos: tiene el auto repleto de explosivos. Lo que sigue es un tour-de-force cinematográfico y emocional, ya que la película transcurrirá casi íntegramente dentro del coche y se limitará a narrar la relación que se establece entre ese veterano manipulador y el inocente chico que pasa a ser su prisionero y confidente. Decir que la película trabaja sobre el encierro y que resulta, por lo tanto, claustrofóbica es casi un lugar común. El automóvil nunca se detiene, pero en su interior el tiempo parece no pasar nunca y la tensión se vuelve insoportable ¿Volarán por los aires? Bizzio nos enfrenta a una situación extrema y nos obliga (nos somete) a ser testigos incómodos de este juego de gato y ratón, de negociaciones cruzadas y dependencia mutua. La puesta en escena no está mal (el director filmó incluso en plena Avenida 9 de Julio), pero el relato depende casi 100% de los diálogos y los mismos no siempre resultan igual de eficaces y creíbles. Una apuesta muy arriesgada y parcialmente lograda. Así y todo, una verdadera rareza y bastante valiosa.
Tic tac tic tac La película de suspenso de Sergio Bizzio tiene ahora su estreno comercial luego de ser proyectada en la última edición del BAFICI. Director de Animalada y guionista de XXY, Bizzio vuelve a la carga con un producto independiente que se desarrolla casi en su totalidad en el interior de un taxi. Un chico santafesino (Alan Daicz) llega a Buenos Aires para asistir a la Feria del libro, donde se presentan sus historietas. Desorientado, toma un taxi y el chofer (Jorge Marrale) lo mantiene cautivo a bordo en una larga travesía por la ciudad y con una bomba a punto de estallar. Ambos son prisioneros de un destino incierto que impulsa la locura del conductor. Esta es la premisa de una realización que si bien tiene su clima inquietante sobre el comienzo, luego empieza a perder interés por la relación que desarrollan el "secuestrador" y su "presa" a través de diálogos que no consiguen generar misterio o intriga en el espectador. La acción abandona el interior del automóvil cuando los personajes recuerdan situaciones a manera de flashbacks: el joven mantiene una relación con la empleada de una estación de servicio y el chofer recuerda el momento en que su esposa le fue infiel. Vueltas y más vueltas del taxi alrededor de un centro de yoga y un final que otra vez elige el tono del comienzo pero se torna previsible.
Una explosión de sentimientos ¿Quién no fue prisionero de las (in)creíbles historias de esos personajes urbanos que conducen autos pintados de negro y amarillo? Una de ellas podría ser la de Walter, un joven que recibe en su pueblito natal de Santa Fe un gran paquete que revela un notición: su historieta fue elegida en un concurso literario, impresa, encuadernada y a punto de presentarse en la Feria del libro. Un comienzo algo fantástico. Digno de un taxi. El protagonista, a cargo de Alan Daicz, quedará varado en una parada de su viaje hacia Buenos Aires y deberá llegar por las suyas. En la avenida 9 de julio, donde el caos vehicular cobra magnitud, comenzará una verdadera odisea para el protagonista. El taxi será su cárcel por las próximas horas y el que echará llaves, su conductor (Jorge Marrale). El gesto duro, la tensión en el tránsito y la mirada hacia su interlocutor trasero marca la chispa del pálido tachero que lo encierra y amenaza: el vehículo está repleto de explosivos y la bomba se detona con la bocina. Una vuelta de tuerca interesante. ¿O quién imaginó un taxi-bomba? Desde ese momento las hipótesis que se manejan para continuar este filme -dirigido por el realizador de Animalada (2001) y No fumar es un vicio como cualquier otro (2005)- podrían haber tenido un destino trágico, argumentativamente hablando. Pero no, acá no hay rehenes encapuchados, toma de lugares públicos, héroes anónimos o personajes nefastos que cuadren con una situación terrorista. No. El acierto de Sergio Bizzio fue “encerrar la película”. El interior del auto, como único testigo, ambienta un relato lleno de tensión, mimetizaciones, sentimientos encontrados y miserias. Se asemeja a una sesión de terapia mutua en cuatro ruedas. El asombro de Daicz (a veces exagerado) y el excelente trabajo de Marrale (quien con su mirada lo dice todo) albergan lágrimas de ira y dolor por partes iguales. El joven, desde el miedo y luego la comprensión, el adulto por lo estructurado y robótico, un muerto en vida a punto de estallar presa de infidelidades y desengaños. Los laberínticos paseos por Parque Chas, metaforiza lo cíclico de esta película producida por Lucía Puenzo (XXY) donde ambos se miden, juzgan y, lo más importante, perdonan. La bomba es una excusa.
En su pueblo santafecino, Walter trata de convertirse en un exitoso dibujante de historietas. No sin poco esfuerzo logra publicar un libro y su sorpresa es mayúscula cuando lo llaman de Buenos Aires para contarle que su obra fue galardonada y que será presentada en la Feria del Libro. El muchacho rápidamente viaja a la gran ciudad para asistir a la presentación de ese volumen en el que volcó su fantasía y, también, algunos apuntes de su vida personal. Pero el destino le tiene reservado un contratiempo cuando asciende a un taxi para dirigirse al lugar en el que, presume, recibirá aplausos y congratulaciones. El conductor es un hombre hosco que, al sentarse Walter en el asiento trasero, traba las puertas y parte velozmente. Muy pronto el pasajero comprueba que en el piso del auto se halla una gran cantidad de explosivos y su primera reacción es escapar, pero todos sus intentos son vanos. Poco a poco Walter y el desconocido comienzan a deshojar sus respectivos conflictos. El joven rebela su fracaso sentimental con una muchacha de su pueblo; el conductor confiesa su frustrado matrimonio, la infidelidad de su esposa y la muerte de su pequeña hija. Ambos van dejando entrar en ese casi minúsculo lugar fantasmas del pasado, frustraciones y planes de fuga y, al mismo tiempo, van comprendiéndose mutuamente hasta hacer de ese fugaz encuentro una extraña amistad. El hombre ya ha tomado una implacable decisión: embestirá su auto-bomba contra la casa del amante de su mujer como una venganza en la que también está en juego su vida. El director Sergio Bizzio, autor también del sólido guión, narró esta trama con certeros brochazos de suspenso y supo dotar a sus dos casi únicos protagonistas de las angustias y de los dolores que transitan por sus existencias. El realizador de Animalada y de No fumar es un vicio como cualquier otro vuelve en éste, su tercer largo, a insertar su mirada en esos seres que luchar por subsistir en un micromundo que les es adverso con ternura, pero también con violencia. Con indudable autoridad Jorge Marrale se pone en la piel del patético chofer, en tanto que Alan Daicz aporta credibilidad a ese muchacho que, a pasos de la gloria, transitará por el repentino miedo de perderlo todo. Buenos rubros técnicos apoyan esta aventura amarga y cálida a la vez.
Un taxi que llega a dar miedo Walter (Alan Daicz), un adolescente que vive en Santa Fe y viaja a Buenos Aires, está asombrado y contento. Su historieta fue premiada con la edición de un libro y ahora lo llaman de la Feria del Libro para presentarlo. Un micro llevará a él y a su madre hasta Buenos Aires. Pero algo alterará la situación. Como si el azar quisiera impedir que el chico llegue a Buenos Aires, la parada en una estación de servicio, provocará una demora y el micro partirá sin él. Walter podrá llegar a nuestra ciudad a dedo, varias horas después, cuando su madre ya se fue para la Feria del Libro, tratando de disculparlo. Ahora sólo falta conseguir un taxi y llegar. Pero el taxi al que sube es especial, como le dirá luego su conductor, qué, como él, también se llama Walter (Jorge Marrale). El vehículo está acondicionado para estallar en cualquier momento. El destino de los dos, el del hombre maduro y el del adolescente, está por cambiar. TRAMA DE BIZZIO La película se basa en "El triunfo de la oblicua", un cuento del escritor y director Sergio Bizzio, también autor de libros y guiones que dieron origen a películas como "XXY", "Adiós, querida luna" y filmes como "Animalada", que el mismo novelista dirigiera en 2000. Con sólido manejo del lenguaje cinematográfico, buen equilibrio de tensiones contando la limitación de desarrollar una historia casi totalmente dentro de un ámbito cerrado como es un taxi, el filme añade la participación de dos actores de primer nivel. Es el caso del excelente Jorge Marrale (Walter) en uno de sus mejores trabajos y Alan Daicz (Walter), conocido recientemente por la película "Un amor" de Paula Hernández, que se revela como un promisorio actor joven, que va creciendo a lo largo de la historia. "Bomba" es una interesante producción argentina, con algunos altos y bajos en el diálogo, pero un buen ritmo narrativo, que a la manera de un thriller psicológico, muestra los distintos estadios por los que va pasando un marido que fue engañado y que, de alguna manera, encuentra en un compañero ocasional de viaje, cierta comprensión a su triste experiencia.
Un ejercicio sobre la tensión, rodado casi íntegramente a bordo del automóvil en cuestión, que sirve de escenario para un duelo dialectico en el que se destaca JORGE MARRALE como el taxista psicópata. Lamentablemente lo que arranca como un buen recurso narrativo, muta en una serie de flashbacks explicativos y escenas poco creibles que nunca terminan de… valga la paradoja “explotar” Una buena idea, desaprovechada.
Escrita y dirigida por Sergio Bizzio, producida por Lucia Puenzo, una apuesta arriesgada. Dos protagonistas encerrados en un choche cargado de explosivos: un adolescente descubriendo el mundo, un adulto derrotado y desesperado. Entre los dos nace una dependencia emotiva. Con altibajos pero interesante.
Una buena razón para no tocar bocina Un taxista engañado por su mujer quiere irse de este mundo con un estallido, que también se lleve a la traidora y a su amante. Pero en el camino se le cruza un pasajero. La película más clásica y prolija del director de Animalada. “A ver si sabés qué es esto, pibe”, le dice el taxista al pasajero, con esa proclividad que tienen los tacheros a lo magisterial. Sin embargo, en lugar de poner a D’Arienzo o Julio Sosa, como haría la mayoría de sus colegas, pone a Color Humano. Y el pibe lo reconoce. No es el único punto de encuentro entre uno y otro. Aunque la forma en que se conocen no parece la más indicada para hacer amigos. Apuradísimo porque llega tarde a un evento muy importante, en cuanto Walter sube al taxi ve el manojo de explosivos, al que sólo le falta la marca Acme para ser igualito a los del Coyote. Los explosivos (los del asiento de atrás, los del de adelante y los escondidos en el baúl) están conectados al dispositivo de la bocina. Y el dueño del auto piensa tocarla en cualquier momento. Por más que Marrale se angustie, la cámara siempre guarda una distancia justa, casi imperturbable. ¿Un jihadista en Buenos Aires? No, un tipo al que engañó su mujer y quiere irse de este mundo con un estallido, llevándose puestos a la traidora y su amante. Salvo la introducción, dos o tres flashbacks y el remate, los 75 minutos de Bomba transcurren, en tiempo real, dentro del “tacho” a cuyo dueño no se le da nombre (Jorge Marrale). Si Walter (el debutante Alan Daicz) intenta bajar del auto o avisarle a alguien por celular, el otro tocará la bocina. Chofer y pasajero están igualmente desesperados. El chofer, porque nadie llega a esa situación sin estarlo. El pasajero, porque nadie puede estar en esa situación sin transpirar a chorros. Pero como el que maneja estira la definición, dejando traslucir un grado de duda, Walter aprovecha para intentar que el loco entre en razón. ¿Lo logrará? Curiosamente, ésa no es una pregunta que angustie al espectador. Con una prolijidad ausente en los films previos del reconocido novelista, poeta y guionista Sergio Bizzio (Animalada, 2001, No fumar es un vicio como cualquier otro, 2007/2011), el director de fotografía Nicolás Puenzo mantiene siempre el encuadre apretado, generalmente de frente a los personajes, con el chofer en primer plano y a derecha de cuadro, el pasajero en segundo plano y a la izquierda. La progresión narrativa es clásica y fluida, con la relación víctima/victimario dando paso gradualmente a la de socios espirituales: uno es un adolescente y el otro adolece de los afectos que supo tener; ambos guardan en el pasado experiencias traumáticas. Los actores están precisos, sin margen para sobreactuaciones, y los escasos y breves flashbacks aportan la información necesaria sin que se sientan “puestos”. Las evocaciones que el potencial suicida hace de su esposa (Romina Gaetani) se imponen, y las de su pasajero también. Walter lleva consigo su primera novela gráfica, recién publicada, y en algún momento el otro querrá darle un vistazo. Como el comic es autobiográfico, los cuadritos conducen con naturalidad al pasado al que se refieren. Además de algún que otro desafío a la verosimilitud, para “entrar” en Bomba se requiere, sobre todo, aceptar que un tipo al que la mujer le metió los cuernos se convierta en hombre-bomba, en lugar de agarrar un fierro y armar un desastre, como hace el resto de sus congéneres. Aun así es difícil entrar del todo, ya que el propio Bizzio no lo hace. Por más que Marrale se angustie y el prometedor Daicz transpire, la cámara siempre guarda una distancia justa, casi imperturbable, más de teatro breve que de cine. Como resultado de esa distancia, el miniapocalipsis inminente nunca se vive como tal. Dándole una vuelta de tuerca a T. S. Eliot, en Bomba el mundo no termina con un estallido ni con un quejido, sino con un descuido.
Se viene el estallido en la ciudad Sergio Bizzio cuenta una historia casi asfixiante que transcurre durante un viaje en taxi. Un joven pasajero ignora que, en realidad, no se está subiendo a un simple auto de alquiler sino a un coche bomba. Diálogos en clima de tensión. En 2001 el escritor y director Sergio Bizzio estrenó Animalada, su ópera prima, una historia de amour fou entre un hombre (el recordado Carlos Roffé) y una oveja, contada desde los tópicos del absurdo y los códigos surrealistas jamás transitados por el cine argentino. Luego de este film original y después de No fumar es un vicio como cualquier otro (2007), que pasó inadvertida en su momento, Bizzio eligió una historia particular, con dos protagonistas casi exclusivos (un taxista y un pasajero) y la ciudad como paisaje y entorno de un viaje nada convencional. Ocurre que el joven Walter, al ganar un concurso por su novela gráfica, recién venido del interior, debe presentar la obra en la Feria del Libro. Al subir a un taxi descubre que se trata de un coche bomba, manejado y controlado por otro Walter (Jorge Marrale), dispuesto a detonar los explosivos o, tal vez, a inmolarse y volar en mil pedazos. Esa es la pequeña pero contundente trama de Bomba, un estudio de caracteres de personajes que se empiezan a conocer, también a desafiarse, ante semejante situación límite. Bizzio construye dos personajes que actúan como opuestos complementarios: por un lado, el irascible y resentido taxista, por el otro, el temeroso y suplicante pasajero. Pero, al tratarse de una road movie donde la ciudad también cobra protagonismo –como si el silencioso Travis Bickle de Taxi Driver de Scorsese viviera una situación parecida con un ocasional pasajero–, la película encuentra un bienvenido desvío formal, desprendiéndose de "la caja cerrada" que reclamaría una puesta teatral. Bomba, en ese sentido, se aleja de esa clase de riesgos, imponiendo una marcada tensión desde las amenazas del taxista al pasajero, fusionada al crecimiento dramático de la historia, en este caso, por medio de diálogos que funcionan a la perfección para que los personajes descubran sus miedos, traumas, defectos y miserias frente a ese cuadro de situación difícil de soportar. En ese ida y vuelta entre los dos Walter y en los llamados de la madre al celular del joven pasajero, Bomba elige una bienvenida concentración de tiempo y espacio, donde Bizzio ubica la cámara en lugares no convencionales, alejándose de la pereza del plano y contraplano. En cambio, los puntos débiles de la película se relacionan con los breves flashbacks donde se expresa el pasado del taxista, en especial, su ruptura de pareja y su encuentro nada ocasional con el amante. Son esos momentos, pocos pero certeros, donde la película, ahora sí, se aleja de esa insoportable asfixia que convoca al encierro en el taxi y al grado de incertidumbre que define a la situación. Marrale y Daicz, por su parte, establecen una lograda química actoral en ese espacio único a punto de volar por los aires.
Explosivo desaprovechado Un joven oriundo de la provincia de Santa Fe llega a Buenos Aires para presentar su historieta en la feria del libro, pero inesperadamente se sube a un taxi llenos de explosivos que hace de su viaje de ensueño una pesadilla. Una película de tensión o suspenso que falla en todas sus decisiones dramáticas y cuyo único logro fue tener a Jorge Marrale como protagonista. Sin embargo, ni el talento del actor puede rescatar a esta obra del olvido ni mucho menos salvar al espectador del aburrimiento. Uno podría imaginar que la historia de "Bomba" nace de la simple pregunta ¿Qué pasaría si alguien se sube a un taxi lleno de explosivos?, y de la cual obviamente después surgirían otras ideas para aumentar la efectividad del relato como un duelo entre el joven soñador y el viejo acabado o el inconveniente de la nafta del auto. Sin embargo, si no se puede contestar de manera aceptable la pregunta más trascendental de por qué hay una bomba en el taxi, ya nada tiene sentido. Es el hecho de que el taxista no tenga ningún verdadero motivo para construir la bomba, lo que en definitiva ya coloca a todo el relato en un ambiente irreal y sin reglas. En otras palabras al no haber una realidad coherente, todo se vuelve indiferente y cuando esto sucede no hay tensión. No obstante, se cometen dos grandes errores tan trascendentales como determinantes. En primer lugar, los personajes no están definidos correctamente, ya que la joven victima se mueve por Buenos Aires como si la conoció de toda la vida y en el caso del taxista, él nunca logra consolidarse como una figura temeraria o de temer. En segundo lugar, la relación creada entre ambos protagonistas no tiene pautas ni lineamientos, por momentos se hablan entre ellos como si se conocieran de toda la vida o incluso hasta se permiten ir y volver sobre quién de los dos controla la situación. "Bomba" intenta ser un relato de suspenso, pero en ningún momento hay momentos de tensión. La historia se construye en base a la suposición de que estar sentados sobre un bomba es suficiente. Lamentablemente se ignora que el suspenso es una estructura ascendente donde los conflictos se van sucediendo para incrementar el peligro. Si el mayor momento de tensión ocurre al inicio con el descubrimiento del explosivo, no vale la pena conocer el desenlace de la película.
(Parte de esta nota fue publicada en relación al estreno de la película en BAFICI XV) Damián Bizzio nos trae una de las películas más interesantes del último BAFICI, su ópera prima, “Bomba”, relato que estuvo presente en la Competencia Argentina y que ahora tiene su estreno comercial a casi tres semanas haberse dado a conocer. El tema “bomba”, en el cine local, pocas veces ha sido abordado con el vértigo que su nombre trae, así que desde ya, la primer pregunta es… hay suficiente explosivos en esta cinta para atraer al público? Sí. A quién no le despierta curiosidad ver lo que sucede cuando alguien se sube accidentalmente a un coche lleno de explosivos? El impacto adrenalínico de la idea ya convoca. Bizzio presenta su historia en pocos minutos: un dibujante de comics (Alan Daicz) de Santa Fe, chico introvertido pero talentoso, viene de visita a Buenos Aires a presentar su libro. No cualquier libro, el primero de su autoría, premiado por una editorial con su publicación. Desconoce la gran ciudad y en la 9 de Julio, se sube a un taxi. No cualquier taxi. Su conductor (Jorge Marrale) le explica que el auto está cargado de explosivos y que no podrá bajarse de él... Lo que sigue es una aventura urbana en tiempo real, en la que conoceremos las razones por las cuales el taxista quiere hacer daño con la carga que lleva. Contrasta con el despertar al mundo que el joven ilustrador está viviendo: dos hombres atravesados en una coyuntura espacial que los hace relacionarse, y con incierto destino final. Bizzio hace un gran trabajo. Filmar con el taxi en movimiento por avenidas porteñas, ha sido un desafío superado. La tarea técnica realizada pone a la película en un alto standard para la producción local, sin dudas. Marrale está fantástico. Maneja (porque sabemos que lo hizo realmente y con tránsito en avenidas en horario pico) y actúa. Un enorme intérprete en una sólida performance, sin él, el film no habría tenido el carácter que logra. Daicz aporta candor y buena compañía a la hora de sostener el andamiaje, pero el as de espadas es el protagónico que lleva adelante el vehículo y la acción y él hace que "Bomba", valga la pena de principio a fin. Una cinta muy interesante y que no deberían dejar pasar este fin de semana. Comienza a llegar el cine de calidad nacional que vimos en BAFICI a la cartelera. Celebremos.
Aquí también podemos hacerlo y extraordinariamente bien Walter es un adolescente que vive en un pequeño pueblo de la provincia de Santa Fe. Allí se entera que un comic realizado por él, no solo es publicado por una editorial sino que tiene que ir a la Feria del Libro en Buenos Aires a presentarlo donde viajara con su madre. En la gran urbe, después de algunas circunstancias en el viaje, deberá ir solo hasta la Feria. Por lo cual se mete en el primer taxi que encuentra sin saber que se metía en un problema mayúsculo. Su conductor ha llenado el auto de explosivos que se detonan al tocar la bocina y no lo dejara bajar para que no lo delate. A partir de ese momento comenzara una relación entre taxista y pasajero que ira desarrollando poco a poco y que llevara al espectador a querer ver como se define el film. Sergio Bizzío, excelente creador del guión, dirige este film con un gran manejo de los tiempos y los diálogos, lo suficientemente bien como para que el espectador se quede prendido en la pantalla solo viendo a esos dos hombres adentro de un auto. Más allá de algunos personajes que van apareciendo cuando los personajes se van abriendo entre si y van contando sus flaquezas y sus sentimientos. El trabajo como Walter de Alan Daicz va creciendo a medida que va pasando el film hasta volverse no solo creíble, sino lograr la simpatía del público. Pocas se pueden decir de Jorge Marrale como actor que no se dijeran hasta hoy. Marrale es el film, desde la primera hasta la última toma donde aparece, su personaje es quien lleva las riendas del film transmitiendo todas sus angustias, sus frustraciones y la carga de su vida, poniéndosela al espectador para que la comparta con él. Trabajo sublime de un actor con mayúsculas. “Bomba” es un film que demuestra que en nuestro país estos tipos de films se pueden realizar con la misma calidad que en Hollywood o cualquier otro lado. Es una alegría que poco a poco el cine nacional se vaya animando a realizar films de género con semejante eficacia y capacidad. Imperdible estreno nacional de la semana.
Una película narrativamente correcta, que destaca por la mitad más veterana de su dupla protagónica Bomba es una de esas películas que engancha de entrada, una trama salida del mejor episodio de The Twilight Zone o la local Tiempo Final. Dos personajes conflictuados, una locación casi claustrofóbica y un desenlace que solo vas a descubrir quedándote hasta el final. Pero, por algo será, los ejemplos que se me ocurren son de series de televisión y no de películas. ¿Cómo está en el papel? Un joven santafecino llega a Buenos Aires para presentar una novela gráfica de su autoría en la Feria del Libro. Se toma un Taxi, pero resulta que su conductor lo convirtió en un coche bomba, el cual pretende chocar contra la escuela de yoga del amante de su mujer. Eso, palabras más palabras menos, es la trama de Bomba. La sinopsis que te conté arriba es, me animaría a decir, un resumen de todo su primer acto. Empieza la película y empieza el conflicto; así de directa es. A medida que se desarrolla la trama, surgen los inevitables debates filosóficos sobre la vida y la muerte y los cuestionamientos morales sobre el matar o dejar morir. Naturalmente, estos debates duran lo que tienen que durar ––y no más–– y la narración no deja de lado a los fantasmas que agobian a sus personajes que son, cuando no turbios, peculiares. El saber insuflarles dicha multidimensionalidad a los personajes, es lo que hace a esta película una propuesta que va más allá de ser una simple historia de un chico tomado de rehén por un desequilibrado. En cualquier otra película se hubiera demonizado a uno o ambos protagonistas, pero Sergio Bizzio, director y guionista, aun cuando el género en que se mueve le admitiría dicha demonización sin ningún tapujo, elige no hacerlo y por eso se lo agradecemos. El único punto flojo del guion se encuentra en un aspecto del desenlace, en donde no entendés las acciones del muchacho protagonista; no entendés por que elige lo que elige; ¿Por qué hace lo que hace?. ¿Cómo está en la pantalla? La película, a nivel visual, es rica en planos cerrados para mantener el ambiente de claustrofobia que propone la trama de la película. A medida que avanza, se va abriendo el encuadre, como si la cámara respondiera al ánimo de los personajes. Todo esto organizado por un correcto montaje que sabe omitir lo innecesario, y es utilizado como la genial herramienta que condensa tiempo y espacio que es. Por el lado actoral, tenemos unos cameos de Romina Gaetani y Pablo Cedrón, que aunque muy bien trabajados, no necesitaban de unos actores de su calibre. Alan Daicz, quien encarna al pasajero, si bien entrega una performance decente, podría mejorar en trabajos futuros. Aunque es difícil hacerle sombra o siquiera hacer química con la que es la gran actuación de esta película: la de Jorge Marrale. Su interpretación es la que sostiene a esta película. Con un pie adentro de la ficción y otro pie afuera de la realidad, ya que todo el manejo de esta peli se hizo sin camera car; el actor tuvo que estar atento a no llevarse puesto a nadie y componer el personaje al mismo tiempo. Solo alguien con el talento, versatilidad y trayectoria que posee Marrale puede salir airoso de tan complejo desafío. Conclusión: Bomba es una historia con la profundidad temática de una buena obra teatral y el ritmo sin pausa de una serie televisiva; tiene los minutos justos. Tiene la suerte de ser llamada película cinematográfica, sencillamente porque en Argentina no existen las películas hechas para televisión. Quiero aclarar que esto no es para nada peyorativo, sino todo lo contrario: Es una película que no le hace perder el tiempo al espectador y entrega una actuación notable de un veterano del oficio.