Dignidad y resistencia Presentado en calidad de premiere mundial en el [19] BAFICI, el documental de Juan Fernández Gebauer, Ignacio Ragone y Ulises de la Orden se concentra en las históricas y brutales represiones que soportaron (y aún hoy soportan) las comunidades qom, wichi y mocoví. Territorio plagado de ecos míticos y paisajes agrestes, el Gran Chaco ha sido testigo de innumerables formas de vejación que el Estado argentino perpetró contra las comunidades originarias. Chaco (2017), documental dirigido a seis manos, pone el foco en las voces de quienes sufrieron esas injusticias y de quienes, de algún modo, las sufren como parte de una herencia cultural. Narrada en buena parte de su metraje en lengua qom, la película tiene como eje gravitacional varios momentos del pasado (el más lejano, pero también el más reciente) en los que el Estado violentó –incluso con muerte- a estas comunidades. Pero Chaco también traza el esbozo de un momento histórico “a futuro”, a partir de la voz de los integrantes de los pueblos originarios que se encargan –con mayor o menor grado de institucionalización- de difundir estas atrocidades, o al menos de conservar los testimonios para evitar que la masacre siga ocurriendo. Juan Fernández Gebauer, Ignacio Ragone y Ulises de la Orden grafican los pasajes violentos (que llegan, incluso, hasta nuestro presente) con animaciones de corte austero pero con una potencia e identidad visual que le da al documental una identidad propia. Tal vez, la única carencia de este relato sea la ausencia de material visual –incluso gráfico- de los “del otro bando”, aunque esta ausencia responde a un criterio claramente deliberado. En sus pasajes más “líricos”, más focalizados en la voz autóctona, la película toma cierta distancia de los ataques de las fuerzas represivas (que insultan, golpean, tirotean, asesinan) y pone en primer plano el testimonio de aborígenes que dan cuenta de su respeto por la naturaleza y de sus costumbres más ancestrales vinculadas a la caza. Es un buen contrapunto con el tema de la violencia institucional, aunque también un buen complemento. Permite observar la dialéctica comunidad/tierra, socavada por diversos estratos gubernamentales, esencialmente por la ambición desmedida que arrasa con tierras y recursos, amparada bajo la norma de la “propiedad privada”.
“Los criollos están avanzando sobre las comunidades y alambrando tierras que antes no tenias dueños” . “Chaco” es un documental dirigido por Juan Fernández Gebauer, Ignacio Ragone, y Ulises de la Orden, filmado en Formosa, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Buenos Aires, Bolivia y Paraguay. Cinco hombres de distintas comunidades originarias del Gran Chaco, a través de su propia vida, relatan la historia de lucha de su pueblo, desde la llegada de los primeros hombres blancos hasta el día de hoy. “Nosotros también somos parte del país”, la voz de los olvidados, o mejor dicho de quienes son negados, aparecen en las comunidades indígenas de las zonas más postergadas. No es una novedad que durante más de cien años, criollos e indígenas convivieron en una incómoda vecindad, nadie parecía mostrar interés en regularizar una situación que se tornaba cada vez más difícil, donde ambos grupos competían por un mismo lugar, pero con distinta mirada. Pueblo originarios tratando de rescatar sus raíces, su herencia astral, intentado recuperar su derecho a la conservación del medio ambiente, pero siempre siendo negada por aquellos que le arrebataron su lugar de manera brutal a base de sufrimientos, dolor y abusos de forma desmedida, donde se forjaron nuevas comunidades no precisamente de aquellos que de tiempos inmemoriales son los custodios de la tierra. “Chaco” es un documental que pone el foco en esas injusticias y exterminio de quienes, de algún modo, las sufren aun hoy, siendo parte de una herencia cultural, como también un recorrido sobre sus raíces en la actualidad. Esto nace a partir de la palabra, de integrantes de los pueblos originarios qom, wichi y mocoví. Casi en su totalidad narrada en lengua qom, además se plasman acontecimientos puntuales de crueldad y brutalidad, mediante animación, dándole más énfasis al metraje, un recurso que permitió contar las principales masacres perpetradas a lo largo de la historia argentina de una manera directa y elocuente. Entre ellos encontramos el acontecimiento de octubre de 1947, donde dos mil indígenas fueron convocados por un sanador y cayeron en una trampa mortal: cientos fueron asesinados por la Gendarmería (Conocida como La masacre pilagá). La cinta presenta buena fotografía, buen ritmo, se cuidan otros aspectos como la iluminación, el tratamiento del color, logrando las sensaciones que deben transmitir dicha crónica tan cruda. Se resalta tanto pasado como presente del ultraje, maltrato y humillación que el Estado realizó contra estas comunidades. La historia blanca oculta, dicen ellos… los criollos llegaron y convirtieron muchas en tierras fiscales o fincas privadas. “Los que nos hicieron la guerra y robaron tierras son los encargados de repartir títulos de propiedad”. Se plasma de forma directa el conflicto por el suelo, la lucha por sus derechos, la ambición desmedida del criollo que arrasa con tierras y recursos, amparados bajo la norma de cierta titularidad. El repudio hacia los empresarios por su codicia, quienes les prohíben el equilibrio de la naturaleza, los están matando culturalmente. Ellos repiten “El tigre sin monte no es tigre”. En síntesis, la historia no solo da a conocer las atrocidades mencionadas anteriormente, sino que mediante estos testimonios busca evitar que la masacre siga ocurriendo. Quiere rescatar y conservar las culturas ancestrales para que tengan su acreditación formal de derechos y reconocimiento junto a sus lugares sagrados que buscan proteger no explotar. Un documental para generar consciencia. Los pueblos originarios son los mejores conservadores del medio ambiente.
Miradas que duelen. Testimonios crudos y desgarradores de comunidades aborígenes que, a pesar de arrastrar un gran sufrimiento, conservan amor y bondad en sus corazones, además del perdón hacia quiénes los despojaron de absolutamente todo -un sentimiento liberador-, con el fin de preservar la naturaleza para las siguientes generaciones. Tenemos la oportunidad, como sociedad, de aprender la sabiduría y las lecciones que aún pueden ser transmitidas gracias a unos pocos sobrevivientes. Chaco (2017), es un documental de Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden que relata la interminable lucha de nuestros pueblos originarios, a partir de la llegada del hombre blanco y a través de cinco hombres pertenecientes a diferentes comunidades originarias del Gran Chaco. Israel Alegre, busca justicia luego de la brutal represión que recibió su comunidad en 2002, llevando un legado ancestral. Valentín Suárez cazador, docente y cacique de ocho comunidades. Recorre el territorio en moto aconsejando a sus hermanos ante la desmedida usurpación criolla. Juan Chico, historiador, indaga buscando sobrevivientes de los atroces exterminios que continúan ocultándose; y Laureano Segovia, también historiador, atesora con su vieja, aunque útil grabadora los relatos de los ancianos, luchando contra el olvido de la historia oral. Por último, Félix Díaz uno de los mayores referentes en la defensa por los derechos indígenas. Tras la represión a su comunidad en 2010, lideró un acampe y una huelga de hambre en la gran ciudad, teniendo que abandonar su hogar en el monte. La película está filmada en Formosa, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Buenos Aires, Bolivia y Paraguay, y hablada en Qom, Wichí, Pilagá y Castellano. Este fuerte y prolijo documental es un claro ejemplo de sincronicidad de trabajo en equipo, la fotografía, guion, montaje, producción y dirección son impecables. Cabe destacar entre varios recursos muy bien utilizados la excelente combinación de música electrónica con sonidos autóctonos, recreaciones, relatos orales y la genial animación e ilustraciones al estilo de Pink Floyd: The Wall (1982) a la hora de narrar el cruel proceso de exterminio que atravesó el pueblo indígena. El águila es un gran observador, tiene otro punto de vista, al igual que un indígena con los ojos cerrados a modo de introspección; ambos nos invitan a reflexionar profundamente sobre cómo actuamos los unos con los otros, comprender de una vez que cada persona de procedencia indígena es una vida que merece respeto y dignidad y, además replantearnos seriamente nuestra relación con la naturaleza. Anexo: Motivación de los directores Perpetrado desde los inicios del estado argentino, el intento sistemático de exterminio de los pueblos originarios continúa hoy. El monte ha sido testigo de innumerables formas de ofensa contra las comunidades. Hay una historia y un presente de persecución y de silencios. Esta fue nuestra premisa para armar la película. Comprendimos que para contar esta problemática no alcanzaba con hablar con académicos, sino que había que ir al lugar de los hechos: la historia tenía que ser contada en Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Salta. Quisimos focalizarnos en las voces de quienes sufrieron esas injusticias y de quienes las sufren como parte de una herencia cultural racista. Para la investigación y escritura del guion realizamos cuatro viajes a la región, en distintos momentos del año, recorriendo más de cincuenta comunidades, buscando recuperar la voz de los sobrevivientes de diferentes masacres que intentan ser negadas; la contracara de la historia oficial. Nos encontramos historias tan maravillosas como desgarradoras. Historias de sufrimiento, de lucha, y de dignidad, a las que estructuramos a través de un relato coral que entrelaza la historia de lucha de cinco personas por la difundir estas atrocidades y evitar así que la masacre siga ocurriendo. Pero la historia de estas culturas no es solamente la violencia estatal. Quisimos rescatar también el gran respeto de estos pueblos por la tierra, por la naturaleza, y visibilizar sus costumbres ancestrales que contrastan con la lógica de propiedad privada y la desmedida explotación de los recursos naturales que nos enfrentan a la crisis ecológica mundial actual.
Chaco: Extranjero en tu propia tierra. El sentido documental de Juan Fernández Gebauer, Ignacio Ragone y Ulises de la Orden, sirve como plataforma de denuncia ante la usurpación de las tierras que se viene dando desde hace tiempo a los aborígenes y representantes de los pueblos originarios. “Hubo un tiempo en que vivíamos en armonía con la naturaleza y no era raro ver muchas especies autóctonas pastando libremente. Hasta que se escuchó la alerta del águila negra, que rezaba ‘peligro, peligro’. Y con ella llegó el hombre blanco”. El documental, narrado en lengua qom, revisa los relatos de miembros de las comunidades qom, wichi y mocoví, que cuentan cómo se puede llegar a ser extranjero en la tierra en que uno nació. Filmada en Formosa, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Buenos Aires, Bolivia y Paraguay, cinco hombres de distintas comunidades originarias del Gran Chaco encarnan la historia de lucha de su pueblo, desde los primeros hombres blancos hasta hoy. Los pueblos qom continúan reclamando sus tierras o algún tipo de reconocimiento por parte del gobierno como miembros activos de la población argentina, los cuales tuvieron que afrontar todo tipo de adversidades, entre ellas torturas, expropiaciones y asesinatos. El documental que aquí nos reúne nos va contando las distintas historias de varios miembros de los diversos grupos afectados. A través de una clara modalidad expositiva se van sucediendo los diferentes testimonios (la gran mayoría hablados en qom) que buscan mostrar el punto de vista indígena sobre el conflicto antes mencionado. Todo esto se ve ornamentado con unas bellas animaciones que representan los viejos sucesos y altercados que sufrieron los miembros de esta comunidad. El largometraje no solo indaga en la mirada de los denunciantes sino también en cómo los hombres blancos ven a este sector de la sociedad, el cual no termina de encontrar un lugar en la misma. Básicamente, la lucha no solo es por conseguir tierras y derechos que necesitan para formar parte activa de la comunidad argentina sino que también necesitan dichos recursos para subsistir. Desde que los criollos les comenzaron a marcar los territorios con alambradas, no solo fueron perdiendo la mayor parte de sus tierras sino que también fueron privados de recursos naturales que les permitían conseguir agua, comida y ciertos elementos para la elaboración de medicinas. Todo este tipo de sectorización no solo los obligó a relocalizarse sino también a abandonar ciertos ritos y costumbres. La lucha de los aborígenes es para seguir manteniendo sus tradiciones y para que sus hijos no se avergüencen de pertenecer a los pueblos originarios. El documental cumple su cometido de interiorizar al espectador con el legítimo reclamo de estos individuos al mismo tiempo que denuncian ciertos actos de violencia impartidos por las fuerzas de seguridad. Quizás la cinta peque de minimalista y austera a la hora de no implementar lo suficiente el material de archivo como para ilustrar lo que se nos narra. Si bien hay ciertas representaciones visuales de los que se nos relata en primera persona por los testimonios, es probable que necesite una mayor acentuación o presencia de estos pasajes para dejar bien en claro lo que se nos planteó. No obstante, el mensaje es claro, al igual que su búsqueda estética y narrativa que focaliza principalmente en los damnificados más que en los gobiernos y el sector acusado. Chaco es un documental sincero, duro y necesario que se propone ahondar en un reclamo auténtico que busca la dignidad de los aborígenes. Sus realizadores logran conmover al espectador mediante los testimonios y sus recreaciones animadas que proponen una narración más lírica. Cine reflexivo que intenta darle un lugar a estas voces olvidadas por el mundo occidental.
Ulises de la Orden (Río arriba y Tierra adentro) tenía ganas de hacer una película sobre la problemática de los pueblos originarios del norte argentino cuando dos de sus alumnos de la ENERC vieron una manifestación en la Avenida 9 de Julio encabezada por el líder qom Félix Díaz que despertó su interés por una situación que hasta entonces desconocían. Aquel interés en común confluyó en este documental dirigido a seis manos llamado Chaco. Estrenada en la Competencia de Derechos Humanos del BAFICI del año pasado, la película se propone alumbrar una versión de la historia nacional a partir de retazos ausentes de los relatos oficiales. Para ello cuenta con cinco hombres de distintas comunidades originarias de la zona del Gran Chaco, entre ellos el propio Díaz, que guían a los realizadores en una suerte de viaje hacia varios de los puntos nacionales más oscuros. Hablada en qom, wichí y pilagá, entre otras lenguas autóctonas, Chaco registra los recuerdos de esos hombres que representan décadas de lucha y opresión. Diversas masacres del siglo XX –entre ellas la de la comunidad pilagá, hecho abordado en el documental de 2007 Octubre Pilagá, de Valeria Mapelman– son reconstruidas a través de animaciones de múltiples texturas, cortesía de los animadores Adrián Noé y Dante Ginevra. Esa realidad de marginalidad, violencia y menosprecio estatal está atravesada por los ecos míticos de sus leyendas, historias plenas de misterio que ahondan la pertenencia comunal. De esa forma, Chaco es menos un documental de denuncia que uno que apuesta por darle voz a quienes no la tienen.
Cinco hombres de distintas comunidades originarias encarnan a través de sus propias vidas la historia de lucha de su pueblo, desde la llegada de los primeros blancos hasta la actualidad. Este documental tan cálido como expresivo fue filmado por los directores Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden en varias provincias del norte argentino, además de Buenos Aires, Bolivia y Paraguay y es hablado en varios dialectos y en castellano. Cuenta con potentes animaciones que buscaron trasponer la tierra al papel, utilizando manchas de tinta y texturas superpuestas para crear los fondos. Este recurso permitió contar las principales masacres perpetradas a lo largo de la historia.
Un film de Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden. La película cuenta a través de cinco hombres pertenecientes a distintas comunidades originarias del Gran Chaco, la historia de luchas y muertes que los marcan. Desde la llegada de la conquista hasta nuestros días. Estos hombres tienen una misión. Israel Alegre fue designado por los chamanes como buscador de justicia luego de una brutal represión en el 2002. Valentín Suárez es cazador, docente y cacique de ocho comunidades. Juan Chico y Laureano Segovia son historiadores que recorren el territorio para documentar los testimonios de los sobrevivientes. Y Félix Díaz uno de los mas visibilizados, es el que lideró un acampe de los qom en Buenos Aires. Este film se rodó en Formosa, Chaco, Santiago del Estero, Bolivia, Paraguay y Buenos Aires. Y cuenta además con una poderosa animación a cargo de Adrián Noé y Dante Ginevra que permite visualizar horrores y represiones. Un trabajo que nos permite una visión global de un tema que esta muy lejos de una solución. Una labor rigurosa, precisa, de visión imprescindible.
Desde nuestra cómoda posición citadina, de blancos, muchas veces estamos alejadísimos de la problemática que atraviesan los pueblos originarios para defender su cultura y territorio. Y sabemos, por la historia que hemos estudiado en las escuelas, que el Estado (y ahora, los privados), han avanzado sobre sus espacios, lastimando con fiereza a esas comunidades y tratando de aislarlas, quitandoles todo lo que ellas poseen. Incluso la vida misma. Este documental dirigido por Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden nos lleva al Gran Chaco, para conocer en detalle, el sentir de los habitantes aborígenes que intentan mantener la llama encendida de sus ancestros, sobreviviendo como cazadores y recolectores. "Chaco" es un documental que impacta, a todo nivel. Tanto, que encontramos a un dirigente indígena charlando con los directores, y lentamente aparece un patrullero para intervenir, primero silenciosamente y luego a través de una charla, con el líder entrevistado. El poder de la policía y los terratenientes, se ve con claridad. Las historias de matanzas, emboscadas, engaños y agresiones hacia los miembros de las comunidades originarias se siguen repitiendo a lo largo del tiempo. Y hoy, siguen tan vigentes como hace 400 años. Con otros dispositivos, pero con la misma efectividad. La cinta está hablada en quom, wichí y pilagá y castellano y propone conocer las historias de cinco grandes representantes de estos pueblos: Israel Alegre, Valentín Suárez, Juan Chico y Laureano Segovia y Félix Díaz. Todos ellos encabezan procesos de visibilización de lo que sus comunidades viven y sufren, día a día. Las entrevistas logradas en el campo, dicen muchísimo más de lo que puede descubrirse desde la oralidad. Los directores logran con el poder de los testimonios y todo lo que rodea ese registro, impactar con fuerza en el espectador. "Chaco" es un film que te adentra en un universo al que no podés ignorar. Interpela, el saber que no hemos aprendido nada con el correr de los años. Hace muchos años, el Estado atacó y destrozó a nuestros pueblos originarios. Y hoy en día, la desidia y la complicidad de quienes ejercen los poderes formales y económicos, siguen oprimiendo a estos argentinos, de otra manera, pero con igual efectividad. Hay espacio para la reflexión sobre el hombre que vive en el monte y entiende la ecología como ninguno de nosotros podrá jamás. Este documental no sólo se ocupa de registrar y poner en valor la lucha por preservar la cultura y los derechos de estos pueblos, sino que ofrece reflexiones valiosas sobre el ambiente y las condiciones económicas que definirán nuestro futuro, como nación. La película ofrece también, dentro de su impactante envase visual (uno de los puntos altos de la realización), unos cuadros de animación destacada realizados por Adrián Noé y Dante Ginevra , que explican tramos de la historia vivida en el Gran Chaco, que debemos conocer. Un film profundo, con potente evidencia, necesario y comprometido. De los grandes documentales que este año nos regaló. No dejen de ver "Chaco". Todos, necesitamos tomar conciencia de lo que ocurre en el NEA para darle difusión e instalar el tema en la agenda de los asuntos políticos urgentes.
Visibilizar lo invisible. Dar la voz a pueblos originarios que luchan por su tierra y por su lugar a pesar de promesas. “Chaco” hace todo eso, con una sensibilidad única y con el potente grito de aquellos que necesitan un acompañamiento, sin golpes bajos y buscando desde el registro cinematográfico, respuestas a preguntas que hace años nos hacemos.
“Chaco” de Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden Por Marcela Barbaro Si la historia la escriben lo que ganan, eso quiere decir… El genocidio sobre los pueblos originarios en nuestro país no es considerado un crimen de lesa humanidad, reflexiona uno de los protagonistas. Tampoco es un tema que ha concluido con la Campaña del Desierto, porque aún se persigue, se castiga y hasta se mata a los pocos indígenas que defienden sus derechos culturales y territoriales. El silencio del Estado, el desinterés general sobre el tema y la Justicia que sigue incumpliendo las leyes de la Constitución Nacional, sostienen los hechos. Al respecto, en la reforma de la Constitución de 1994 (artículo 75, inciso 17) se aborda el tema de los pueblos originarios, en él reconoce la preexistencia étnica y cultural, garantiza el respeto a su identidad, educación bilingüe e intercultural, personería jurídica de sus comunidades, posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan, entrega de otras aptas y suficientes, asegura la participación en la gestión de los asuntos que los afecten, especialmente en materia de recursos naturales. Si bien esto fue un enorme avance para las comunidades, lo cierto es que no se ha cumplido. El estreno de Chaco, documental dirigido por Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden (Río arriba; Tierra adentro, Desierto Verde), da luz al tema con toda su complejidad, y da voz a quienes nunca han tenido la posibilidad de expresarse ni ser escuchados. La historia se estructura a partir del relato de cinco hombres de distintas comunidades del Gran Chaco, quienes visibilizan el proceso de resistencia de sus pueblos desde la llegada de los primeros blancos hasta el día de hoy. Israel Alegre, designado por los chamanes como buscador de justicia después de la brutal represión que recibió su comunidad en 2002. Valentín Suárez, un cazador, docente y cacique de ocho comunidades, quien recorre el territorio aconsejando a sus hermanos sobre la usurpación criolla. Juan Chico y Laureano Segovia son historiadores. El primero, busca sobrevivientes de las peores masacres que la historia oficial oculta. El segundo, graba con su casetera los relatos de los ancianos para preservar la historia, y volcarla en un libro que vemos escribir. Félix Díaz, el más conocido de los cuatro, por ser un gran referente en la defensa por los derechos indígenas, lideró un acampe y una huelga de hambre en la ciudad de Buenos Aires, tras la represión a su comunidad en 2010. Un hecho que los motivó a realizar la película. Rodada en Formosa, Chaco, Salta, Santiago del Estero, Buenos Aires, Bolivia y Paraguay, la cámara acompaña el recorrido que realizan cada uno de ellos, donde su intervención permite un mayor acercamiento a los lugareños, de quienes se toman distintos testimonios conmovedores sobre su lucha diría y la constante persecución a la que son sometidos. Las imágenes exploran territorios donde sobreviven, para dar cuenta del respeto de las comunidades hacia sus costumbres ancestrales, como de la comunión que mantienen con la naturaleza. Hablada en qom, wichí, pilagá y castellano, el documental intercala reconstrucciones históricas en formato digital sobre las masacres o vejaciones padecidas a lo largo del siglo XX, a cargo de los diseñadores Adrián Noé y Dante Ginevra. Un recurso narrativo, no siempre acertado en su conjunto, que suple imágenes y materiales de archivo inexistente en el discurso oficial. Luego de su exitoso paso por números festivales nacionales e internacionales, fue elegida como Mejor Película en el Festival delle Terre de Roma; Mejor Película de la Competencia Power Docs del Oaxaca Film Fest, y Mejor Película de la Competencia Internacional del Festival Tenemos que ver, en Uruguay. Entre el documental antropológico-explorador y político-denunciante, el tema de Chaco es tan duro y complejo, que tiene peso en sí mismo y excede las formas narrativas. Los realizadores ofrecen una mirada respetuosa y comprometida, bajo un tratamiento visual y discursivo que parte de lo expositivo, para focalizarse en la visibilidad sobre un sector olvidado y relegado por la historia y la sociedad. CHACO CChaco, Argentina, 2017. Dirección: Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden. Guion: Lucas Palacios. Elenco: Felix Díaz, Hilario Vega, Valentín Suárez, Israel Alegre, Juan Chico, Laureano Segovia, J. Eli Díaz. Dirección de fotografía Sofía Fontenla. Sonido directo: Paula Ramírez. Diseño sonoro; Facundo Gómez. Música Ignacio Ragone. Animaciones Adrián Noé, Dante Ginevra. Duración: 80 minutos.
Luchando contra la invisibilización Cuando en materia social se habla de invisibilización se suele hacer referencia a problemas que padecen las minorías, pero que son desconocidos por el grueso de las mayorías. Sin embargo lo invisibilizado no es lo mismo que lo invisible. Si esto último es aquello que cuya naturaleza misma lo vuelve imperceptible a los sentidos, lo invisibilizado necesita de la voluntad y el trabajo activo de alguien que se encargue de hacerlo desaparecer de la vista. Ese proceso tiene que ver en gran parte con la ausencia de dichos asuntos en las agendas de los gobernantes, de los políticos en general y de los grandes medios de comunicación, pero también con la pereza de las mayorías, que prefieren mirar para otro lado con tal de no perder la comodidad. El abandono y el saqueo que sufren los pueblos originarios que habitan el Gran Chaco, como los wichi o los qom, deben ser los dramas invisibilizados menos invisibles de la Historia argentina. El cine independiente, sobre todo el documentalismo, es uno de los espacios que más ha hecho para poner ese asunto bien a la vista de todos. Alcanza con recordar títulos recientes como Sip’ohi, el lugar del manduré (Sebastián Lingiardi, 2011), El etnógrafo (Ulises Rosell, 2012), o Toda esa sangre en el monte (Martín Céspedes, 2018), a la que ahora se suma Chaco, documental filmado a seis manos por Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden. “Da igual si somos argentinos: a nosotros ninguna ayuda nos llega”, dice alguien, que con elocuencia describe la sensación permanente de abandono con la que conviven los miembros de estos pueblos. Serán muchas las voces que se sumarán a lo largo de los 80 minutos de este documental, en los que se combinan los testimonios en primera persona con un relato en off que le da al asunto una perspectiva histórica. Cada una de esas voces aporta su parte para darle al relato mayor profundidad, para tratar de abarcar el problema desde la mayor cantidad de ángulos posible. Se destacan entre ellas las de Pedro Balquinta y Melitón Domínguez, quienes fallecieron en 2015, durante el rodaje del documental a las edades de 106 y 80 años, lo que los convierte en testigos directos de matanzas y persecuciones. Sus relatos son invaluables. “Nosotros conocíamos el miedo, pero nunca habíamos visto demonios”, afirma el relato en off que acompaña una serie de animaciones sencillas pero estilizadas, que la película utiliza para destacar algunos hitos del vinculo entre los nativos y los hombres blancos. El eficaz manejo que los directores hacen del lenguaje cinematográfico está bellamente puesto al servicio de ese fin.
¿Basta la preocupación como respuesta a las masacres por las que han pasado los qom? Según Chaco, no basta para nada. A medida que transcurre, Chaco se va convirtiendo en un documento de denuncia, con todos los aciertos y desaciertos que ello conlleva. Por un lado, estamos ante la documentación de un grupo étnico que está limitado geográfica e históricamente, sobre todo porque los registros de la vida de los qom son muy acotados y los ancianos ya no recuerdan tan bien su pasado. Por otro lado, al emprender los directores un comentario contra los maltratos provenientes de varios gobiernos, la película adquiere un matiz de urgencia que sin duda contribuye al interés. Como si estuviéramos visitando una zona de Argentina -zona sociolingüística, étnica- quetá a punto de desaparecer. Como hacía El señor de los dinosaurios (2018), estrenada a mitad de año, Chaco recurre a la animación para relatar parte del pasado de los indios qom (venganzas entre los wichi, emboscadas de los blancos hacia la etnia, etc.). Esto le brinda otra perspectiva a la película, como si se tratara de un diálogo entre historia y presente. Es fácil ponerse del lado de los indígenas, en vista de su referida indefensión y de que han sido cercados, literal y simbólicamente, en un territorio mucho más pequeño del que les pertenece. Así, resulta relevante la alegoría que cuenta uno de los ancianos entrevistados casi al final de la película, sobre ser hormigas frente al monstruo que obstaculiza su puerta. Este solo momento remite a la humildad y a la inteligencia requeridas para atacar a un contrincante mucho más grande que ellos. Al terminar de ver la película, hemos escuchado los testimonios de varios indígenas, quienes alternan entre español y toba como quien se ha tenido que adaptar sin más opciones. El documental logra momentos de profunda reflexión sobre la identidad indígena, sea dejando preguntas abiertas a unos jóvenes desprevenidos sobre cuál es la diferencia entre un indígena y un blanco, sea con los relatos sobre las luchas emprendidas por parte de los qom a lo largo de la historia, y que siguen presentes en la actualidad de manera más velada.
El Gran Chaco es una región geográfica del Norte Argentino, Bolivia, centro sur de Brasil y el Altiplano andino. Precisamente sobre esa región, hombres por la libertad intentan con sus precarios recursos visibilizar la situación indígena en nuestro país. La película habla de historiadores como el qom Juan Chico y Laureano Segovia, wichi, dedicados a esta parte de la historia nacional, del maestro y principal de ocho comunidades Valentín Suárez, que recorre polvorientos territorios concientizando hermanos o el mayor referente en la defensa de los derechos civiles indígenas, Félix Díaz, consejero qom de la comunidad aborigen La Primavera, que luego de la represión de 2010, lideró un acampe y huelga de hambre en la capital argentina. EL JUICIO El filme no solamente informa sobre las masacres contra indígenas, de las que nada sabemos, a través de vigorosas animaciones de Adrián Noé y Dante Ginevra, sino entrega la presencia y la palabra de sobrevivientes. Como Pedro Balquinta, hombre toba de 105 años que en condiciones de pobreza, confinado en su silla de ruedas, con pasmosa lucidez habla de la matanza indígena luego de una huelga en 1924, de la que escapó con catorce años. Como Melitón Domínguez, sobreviviente pilagá de la masacre de Rincón Bomba, Las Lomitas, Formosa, que escapó de la matanza en 1947 y fue posteriormente esclavizado en reducciones. En Rincón Bomba, 700 indígenas fueron asesinados en tierra y desde el aire, ayudados por un avión dotado de ametralladoras y también, posteriormente hubo violaciones. Sí, Balquinta y Domínguez (también denunciante en "Octubre Pilagá" de Valeria Mapelman), cuentan su verdad, esperando justicia, porque hasta hay un juicio desde en Formosa, por la masacre de Rincón Bomba que "duerme el sueño de los justos". Una película de visión obligatoria, donde Félix Díaz, referente de los Derechos Humanos, postula la necesidad de formar un Consejo de antropólogos que certifiquen genocidios indígenas desde 1860 y que sean considerados como crímenes de lesa humanidad. "Chaco", valioso filme, dedicado a Pedro Balquinta y Melitón Dominguez, sobrevivientes de masacres indígenas, ya fallecidos poco antes de finalizar la película es un valioso y ágil documental de docentes y alumnos. Ulises de la Orden ("Río Arriba", "Tierra Adentro") es docente del Enerc y filmó con sus alumnos Ignacio Ragone y Juan Fernández Gebauer ("Hijos nuestros" con Nicolás Suárez). Lo hicieron en qom, wichi, pilagá y castellano, uniéndose a la producción Untref y la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires.
Un documental bien narrado, digno de ver una interesante investigación de quienes luchan por su tierra, se rescataron buenos testimonios, crudos, desgarradores y de un contenido fuerte, cuenta con buena fotografía, buen ritmo, producción y dirección impecable. Su desarrollo es profundo, para reflexionar y debería proyectarse en las escuelas. Este film se encuentra rodado en las localidades de: Formosa, Salta, Chaco, Santiago del Estero, Buenos Aires, Bolivia y Paraguay, y hablada en: Qom, Wichí, Pilagá y Castellano.
Si de reparaciones históricas nos referimos podríamos escribir muchas crónicas. Aquí, con este documental, se intenta resumir, dar una opinión y llamar a la reflexión, a un público que ignora, o no le presta la suficiente atención, a un problema que viene de hace mucho tiempo, un conflicto del que nadie quiere o tiene la valentía de hacerse cargo de solucionar, que es el desplazamiento hacia pequeñas comunidades de los aborígenes de nuestro país despojándolos de sus tierras y llevándolos a vivir indignamente. Un trío de documentalistas, Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la orden, viajaron al Chaco para adentrarse al monte selvático y registrar con imágenes los padecimientos de los pueblos originarios. Todo lo que vemos parece que ocurre en otro país. Las condiciones de indigencia, los ranchitos y taperas donde sobreviven. Son perseguidos sistemáticamente por la policía local, con órdenes del hombre blanco que no lo quiere, ni respeta. Los nativos se conforman con poco, poder cazar o recolectar algún alimento que les brinda la abundante vegetación que los rodea, pero ni eso les permite el poderoso. Los realizadores entrevistan a líderes de distintas colectividades indígenas, quienes relatan los maltratos y agresiones periódicas infligidas por las fuerzas policiales. Para reafirmar los comentarios exhiben imágenes de archivo emitidas por distintos canales de televisión en donde protestan y marchan por las rutas de su provincia, como así también en el obelisco porteño y, como rasgo original, bajo la narración con la voz en off de J. Eli Díaz, muestran en ciertas ocasiones dibujos que retratan las luchas y peleas territoriales, que sirven para esclarecer aún más su sufrimiento. Ellos son conscientes que no empezaron con el problema, sino que los provocaron los sucesivos gobiernos provinciales, con la anuencia del Estado Nacional, en todas las épocas. Ambas instituciones eligieron mirar hacia otro lado, como si no existiesen. Pero ahora se cansaron y comenzaron a manifestar su descontento, a alzar su voz cada vez más firme y decidida, para que sean considerados ciudadanos, como a casi todos los que habitan nuestro país.
CONTAR LA HISTORIA En el documental Chaco, de Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden, referentes de distintas comunidades originarias del Gran Chaco cuentan la historia de sus pueblos, de cómo fueron combatidos y aniquilados, desde los tiempos de la conquista al presente, tanto por el fuego y la fuerza como por recursos administrativos y avivadas varias de los criollos. “El secuestro y la desaparición de personas, el robo de niños, no es algo exclusivo de 1976 a 1983, nuestros pueblos lo han sufrido desde siempre”, relata uno de los referentes comunitarios que buscan hacer conocer la historia trágica que arrastran. Hace unos años se estrenó otro documental, el fundamental Octubre Pilagá, de Valeria Mapelman, que registraba la masacre que el gobierno de Juan Domingo Perón había perpetrado contra aquella tribu en 1947. Chaco repasa aquellos hechos, pero a la vez se extiende como un mosaico que repasa el conflicto indígena en Argentina y suma a las tribus qom y wichí. La síntesis es desesperante: una lejanía cultural que parece distanciarse cada vez más y un camino inexorable de desaparición entre la miseria y el hambre por el Estado argentino somete a los indígenas. El trabajo de Ragone, Fernández Gebauer y De la Orden es simple, porque más allá de unas animaciones que buscan ilustrar de manera artística el conflicto central del documental, se trata de una película que suscribe mayormente al formato de busto parlante, con algunos segmentos donde la observación intenta asimilar la vida de los indígenas y sus costumbres. Los realizadores saben en definitiva que lo que importa es el testimonio, y lo que van a buscar es la palabra, lo que tienen para decir estas personas silenciadas históricamente, más allá del aprovechamiento que han hecho diversos sectores políticos de los conflictos qom y mapuche en la Argentina reciente. Sin mayores virtuosismos, Chaco es directo: hay un conflicto pero también una tesis de solución. Y esta se da con la unión de las tribus, con la posibilidad de alzar la voz para que la causa se conozca. Es que precisamente el valor del documental es el de ofrecer un espacio donde las diferentes tribus difundan su historia, construyan relato, expliquen su posición y presenten a viejos referentes de su comunidad, testimonios invalorables de quienes han protagonizado las tragedias terribles de la historia. Si el valor de Chaco es el de reunir y acopiar datos de esa historia trágica, no deja de ser otra cosa que una transposición de lo que las propias tribus han descubierto: frente a determinada historia oficial, hay que construir la contra-historia. La búsqueda de quienes conozcan la historia, la apelación a la memoria y la concreción en palabra escrita es una forma de pelearle al olvido y tratar de detener el inexorable exterminio al que Occidente ha enfrentado a los indígenas.
Se estrena Chaco, dirigida por Ulises de la Orden (Río Arriba), Juan Fernández Gebauer (Hijos nuestros) e Ignacio Ragone, que propone denunciar las masacres que los diversos gobiernos, multinacionales y autoridades lideraron contra los pueblos originarios del noreste argentino a través de las voces de diversos miembros de las comunidades que siguen luchando por su territorio. “Nos persiguen constantemente” afirma Valentín Suárez al mismo tiempo que un patrullero se acerca al sitio donde se está grabando una escena del documental Chaco, codirigido por de la Orden, Fernández Gebauer y Ragone. La cámara hace zoom y detrás de la microfonista se puede ver claramente a un auto de la policía chaqueña siguiendo los movimientos del cacique. La persecución a las comunidades originarias -wichis, qom, entre otras- del Monte Chaqueño, que incluye las provincias de Chaco, Formosa y parte de Salta y Corrientes, empezó el día que los europeos llegaron a América. Desde entonces, la usurpación de la tierra, la esclavización y el asesinato se convirtieron en norma. No solamente limitando el territorio ilegalmente con alambres, sino quitando la comida y las medicinas que las comunidades usan en su vida diaria. Chaco narra, a través de cinco puntos de vista -historiadores, periodistas, cazadores-, no solamente las diversas masacres que hubo a través de la historia, desde fines de 1800 hasta 2010, pasando por los años ’70 y el 2002, sino también la necesidad de que el testimonio de los más antiguos miembros de la comunidad “indígena” del norte argentino se difunda entre las nuevas generaciones. Los directores le dan voz a los protagonistas, poniéndose al margen de la cámara, con completa invisibilidad, consiguiendo testimonios confidentes, casi secretos de personas perseguidas. Las denuncias apuntan a los gobiernos, las empresas multinacionales que se llevan los bosques (y por lo tanto destruyen la fauna local) y sobre todo, la gendarmería y la policía que ocasionó numerosas masacres, torturas y violaciones. “Nosotros ya sufríamos desapariciones y torturas por parte de los militares, mucho antes de la época de la dictadura y nunca nadie dijo nada” dice el líder Felíx Díaz. Cada testimonio y recorrido por el monte chaqueño es interrumpido por material de archivo que apoya visualmente cada declaración y crudas animaciones que grafican las matanzas históricas de las que no se tienen registros visuales. El objetivo del documental es claro: darle visibilidad a comunidades que son autóctonas del territorio y en este momento son las que más sufren la desnutrición y la pobreza, y encima se las reprime cuando reclaman sus derechos sobre el territorio. Sin filtros ni metáforas, sino con un lenguaje directo, Chaco tiene una notable puesta en escena que evita caer en entrevistas de bustos parlantes. Los historiadores se convierten en entrevistadores entre los testigos que sobrevivieron a las masacres y las nuevas generaciones que desconocen los hechos, y esto genera un formato más distendido, emotivo y necesario, casi transparente, lo que le sirve a los realizadores para evitar caer en lugares comunes y posiciones políticas, o en la típica entrevista televisiva. Las mentiras del poder y las excusas de los gobiernos quedan al descubierto con pruebas que dejaron las víctimas en su cuerpo. Aprovechando visualmente la belleza geográfica de la zona, pero transparentando la pobreza en la que viven las comunidades, de la Orden, Fernández Gebauer y Ragone consiguen uno de los más importantes y necesarios alegatos a favor de la concientización acerca del pasado y el presente de nuestras comunidades originarias, y el poco futuro que les queda si no se hace algo ya mismo.
Este documental sobre la comunidad Qom del Chaco es de una potencia abrumadora, tanto visual como de contenido. Un acercamiento inmersivo, y en su lengua, al choque cotidiano entre modos de vida. Los cazadores y recolectores, en comunión con la naturaleza y el paisaje (algunos parecen los elegidos por Lucrecia Martel para Zama), cercados por policías que los persiguen, alambrados de tierras que les pertenecen desde que tienen memoria, hostigamiento y necesidad. La que los llevó a acampar en Buenos Aires después de que los agentes golpearan a la comunidad de Félix Díaz, uno de los valiosos testimoniantes. Aunque quizá lo más poderoso de Chaco es el rescate de las fuerzas vivas, los anónimos que marcan la presencia de una valiosa y fascinante cultura indígena, así como de los que hacen lo posible por escribir o registrar la historia de un pueblo que se está perdiendo. Lo que al menos no conviene perderse es este bello y contundente documental.
“Perpetrado desde los inicios del Estado argentino, el intento sistemático de exterminio de los pueblos originarios continúa hoy. El monte ha sido testigo de innumerables formas de ofensa contra las comunidades. Hay una historia y un presente de persecución y de silencios. Esta fue nuestra premisa para armar la película”, dicen Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer y Ulises de la Orden, directores del documental Chaco. Y agregan: “Comprendimos que para contar esta problemática no alcanzaba con hablar con académicos, sino que había que ir al lugar de los hechos: la historia tenía que ser contada en Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Salta. Quisimos focalizarnos en las voces de quienes sufrieron esas injusticias y de quienes las sufren como parte de una herencia cultural racista”. Hablada en qom, wichí, pilagá y castellano, Chaco está articulada alrededor de las historias de vida de cinco hombres de diferentes comunidades originarias del Gran Chaco. Sus historias son la prueba viviente de la lucha de todo un pueblo, desde la llegada de los blancos hasta el presente. Y en sus palabras hay tanto dolor como heridas en carne viva, pero también existe la determinación de luchar para defender lo que les corresponde, pase lo que pase. Uno de estos hombres es Israel Alegre, quien fue designado por los chamanes como el hacedor de justicia luego de represión feroz que sufrió su comunidad en 2002 por parte del Estado. Valentín Suárez es cazador, docente y cacique de nada menos que ocho comunidades, y con su moto atraviesa el territorio argentino asesorando a quienes necesitan defenderse de la usurpación del hombre blanco. Por otra parte, Juan Chico y Laureano Segovia son historiadores. Chico recorre Argentina en busca de sobrevivientes de masacres varias mientras que Segovia graba, con una vieja casetera, las historias que los ancianos quieren que no sean olvidadas. Finalmente, está Félix Díaz, un importante referente internacional en la defensa de los derechos de los pueblos originarios. Chaco tiene varios méritos, y no solo en el orden de los contenidos. En lo que respecta a los testimonios, los realizadores han sabido extraer lo que más importa del discurso, esas frases que todo lo engloban, para dar cuenta de una realidad contundente sin un exceso de palabras. Pero no son solo palabras, ya que estos relatos están afectivizados, no son recitados sino contados con dolor en el pecho y sangre en las venas. Pero a no equivocarse: aquí no hay panfleto alguno, no es necesario ya que los hechos hablan por sí mismos. Subrayarlos todo el tiempo sería contraproducente y los realizadores de Chaco saben muy bien cómo no excederse. Ese mismo cuidado por la forma está en diseño visual. Fotográficamente, éste es un documental que captura las texturas y el pulso de los territorios que recorre. La cámara está atenta tanto al gesto más pequeño de un rostro como a los trazos del cuadro general. Esquivando el preciosismo y apostando, en cambio, por el impacto de la crudeza de lo real, Chaco se adentra en un mundo casi desconocido por completo para gran parte de los espectadores. Lo revela y lo hace hablar. Cuenta su historia. Y al hacerlo, le da voz a su lucha por un presente mejor y un futuro digno. Chaco (Argentina, 2017). Puntaje: 7 Dirigida por Ignacio Ragone, Juan Fernández Gebauer, Ulises de la Orden. Escrita por Lucas Palacios. Con Félix Díaz, Hilario Vega, Valentín Suárez, Israel Alegre, Juan Chico, Laureano Segovia, J. Eli Díaz. Fotografía Sofía Fontenla. Animaciones: Adrián Noé y Dante Ginevra. Duración: 80 minutos.
“Hay una comparación que hacían nuestros abuelos, había un lugar donde tenían encerrada a la gente, había una puerta y un monstruo y no se podía mover a ese monstruo, y ellos pensaban nosotros vamos a tener que parecernos a un animal chiquito, seremos hormigas. Y la hormiga se subió al pie del monstruo que tapaba la puerta. Y cuando llegó a la parte de arriba de él, le mordió la nalga y no lo soltó. Y ahí empezó la desesperación del monstruo que empezó a patalear hasta que no pudo aguantar el dolor y salió de la puerta así todos los hombres pudieron pasar a rescatar a la gente. Todas esas cosas que a veces se nos hacen difíciles están en esa puerta, nosotros tenemos que ser como la hormiga, armarnos de paciencia, porque esa tierra es nuestra por más que digan otra cosa”. Este es un relato alegórico que narra uno de los cinco protagonistas de distintas comunidades originarias en uno de los pasajes de este duro filme. Así plasma en forma de cuento la eterna lucha por la identidad y la pertenencia a sus coetáneos. Estos personajes reales son los que guían al equipo de realizadores, tres directores para un mismo documental, para sumergirlos en la historia de sus tierras y en los relatos de sus pares. Hablada casi en su totalidad en dialecto qom, whicí e ilagá, el filme acierta con una clave narrativa aportando una marca de autenticidad singular al documento de testimonios y a la reconstrucción de la historia de los excluidos. Así nos reencontramos con las historias de vida de comunidades antiguas y esenciales para nuestra cultura, tema que ha sido otras veces visitado por el cine de no ficción preocupado hace años por “la falsa civilización” que de manera fraudulenta y bárbara se apropia de lo ajeno y niega la presencia histórica de las comunidades aborígenes. En amables y coloridas secuencias de animación el filme despliega el relato de las masacres a los pueblos originarios en el siglo XX, como por ejemplo la masacre de Pilagá en octubre de 1947 donde 2000 aborígenes caen engañados en una trampa y cientos de ellos son linchados en una escena trágica en manos de la gendarmería. El documental se construye sobre la cadena de los testimonios de sus habitantes que van desde los más jóvenes hasta los caciques. En sus reflexiones nos exponen sus creencias, sus valores, sus historias de lucha y sus rencores. Nada más penoso que escucharlos hablar de “los blancos” o “los criollos” como figuras monstruosas que les han arrebatado su lugar de origen y que niegan su existencia. Con imágenes muy cuidadas tanto los encuadres, como en la iluminación que se abren en una armónica composición, los realizadores logran tocar este tema de áspera textura con precavida mirada, atentos testigos de una batalla sin sentido. La lucha por la identidad parece una utopía para quienes no son funcionales a ciertos aspectos perversos del sistema. “Facundo, o civilización y barbarie” escrito en 1845 por Domingo Faustino Sarmiento parece recordarnos a lo lejos que aún siguen vigentes ciertos pensamientos anacrónicos y antiprogresistas que devienen en siniestros. Me parecía estar escuchando la historia de un western perverso donde los comanches no eran actores y la película no estaba dirigida por John Ford. Era la vida real. Por Victoria Leven @LevenVictoria
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“Chaco” es un documental de necesario visionado, dirigido en conjunto por Juan Fernández Gebauer, Ignacio Ragone, y Ulises de la Orden. Filmado las provincias de Formosa, Chaco, Salta, Santiago del Estero y Buenos Aires –y también en Bolivia y Paraguay– esta propuesta se construye mediante los testimonios de cinco hombres de distintas comunidades indígenas originarias del Gran Chaco. El avance indiscriminado sobre tierras que no les pertenecen es la denuncia que hace este film, directamente haciendo foco en el hombre moderno y su desmedido deseo de dominación. La lucha del pueblo por resistir a la llegada del hombre blanco en las tierras del Gran Chaco erige el sentido de una obra que se perfila dentro de los márgenes del cine entendido como “voz de los que no tienen voz”. El relato se construye recurriendo a ilustraciones y animaciones, consumando una indagación que nos invita a reflexionar acerca del sufrimiento de estos linajes que han sido testigos de las matanzas indiscriminadas. Las comunidades indígenas postergadas han sido una triste constante a lo largo del último siglo de vida de nuestro país, a medida que el sentido de pertenencia se pierde. En este sentido, la conservación de las raíces, custodiando la propia tierra y honrando la pertenencia, ha sido la misión de estas tribus a lo largo de generaciones. Es por ello que el avance indiscriminado de la “civilización” no hace más que evidenciar una realidad que se asume como natural, pero que debería inquietarnos. Narrado en los distintos dialectos de la lengua nativa, “Chaco” nos permite conocer los acontecimientos de injusticia que han vivido estos pueblos y los actos premeditados que se han cometido, indiscriminadamente, en su contra. Por tal motivo, el documental se convierte en una crónica sobre el maltrato y el ultraje que desnuda la ambición sin límites del hombre blanco. Bajo este marco, se concibe un ejercicio concientizador sobre la impunidad con la que el Estado se apropia, mediante métodos bárbaros, de aquello que no le pertenece. La cultura aborigen nos muestra lo autóctono de vivir en comunión con la naturaleza, y allí se perciben los valores de vida que rigen la existencia de estos seres que veneran y protegen su suelo de forma conmovedora; como seres fuera de su tiempo, sometidos a las reglas del mundo capitalista que los obliga a resistir. “Chaco” es un relato crudo, pero necesariamente verdadero, y vale la pena escucharlo.