Demorada llegada de un interesante film de Frederic Mermoud, director que viene de la tevé francesa y llega al fílmico por primera vez con "Complices", que data de hace unos años y desembarca en salas porteñas este jueves. Lo primero que hay que saber es que no estamos frente a una película de suspenso pura, sino a una trama que integra, una intriga oscura y una (o tal vez, dos) historias románticas que sacuden la pantalla. Ese ensamble, convengamos, no es fácil de lograr, por lo que al salir de la proyección debo confesar que el resultado es más que positivo. "Complices" arranca con la aparición en el Sena de un cadáver. Impresiona su edad (es muy joven) al sacarlo del río. Vincent (Cyril Descours), el infortunado, tiene abundante información en sus ropas que podría orientar la búsqueda de su matador, así que el equipo de investigadores formados por la pareja de Herve y Karine (Gilbert Melki y Emmanuelle Devos), veteranos de homicidios, se hacen cargo de comenzar a sondear su mundo y buscar al culpable. Paralelamente (porque la cinta combina dos temporalidades que funcionan de manera aceptable), vemos a Vincent en un cybercafé, haciendo sus negocios. Se prostituye: publica avisos y consigue clientes a través de la red. Sin embargo, en ese mismo lugar encuentra a Rebecca (Nina Meurisse), de quien se enamorará perdidamente al verla: ella es una adolescente encantadora que no pertenece a su círculo. Elemento que operará con fuerza, dada la fascinación por lo nuevo que vehiculza rápidamente las emociones. Claro, habrá impacto cuando los universos a los que ambos pertenecen colisionen intentando fusionarse... Así es que la cinta mostrará como Vincent y Rebecca viven y construyen su relación, como pueden, en el racconto del pasado, mientras Herve y Karine buscan pistas, atan cabos, reflexionan sobre lo obtenido y se permiten además, debatir sobre los respectivos fracasos amorosos en sus vidas. Todo gira sobre una tarea policial muy profesional, integrada con un pasado que ayuda a desentrañar la razón del crimen. ay misterio (cualquier pudo haber sido el asesino), mucha química en la pareja central (y otro tanto contenida en la policíaca) y una muestra sincera de cómo opera el negocio de la prostitución en nuestros días (al menos, en ese segmento de la sociedad). El film puede parecer convencional, pero la manera en que los dos niveles del relato se van fundiendo y en la intensidad del camino que recorremos bien vale la pena. No es una película sobresaliente, pero cumple su objetivo. Se traza un camino y se nutre de todos los recursos a su alcance para caracterizar correctamente el perfil de los personajes y la naturaleza del conflicto. Está bien actuada (el cuarteto central se luce en todo momento) y elige un registro cercano al espectador al transitar por territorio resbaladizo (juicios de valor sobre los códigos del submundo en el que se mueve Vincent). Tiene momentos eróticos logrados... Me gustó, aunque quizás un cierre más filoso (acorde a la oscuridad de parte del trayecto) le hubiese quedado mucho mejor.
Adios a la inocencia Debutante en su primer largometraje de ficción Frédéric Mermoud, elige mostrar, bajo el manto de un policial tradicional (el famoso polar francés), ciertos elementos que componen un rompecabezas donde dos jóvenes enamorados juegan en todo momento al borde del peligro en un espiral descendente que obviamente, no tendrá un final feliz. Vincent y Rebecca, no son más que dos adolescentes. Y claramente pertenecen a dos extracciones sociales y mundos completamente diferentes. Casi como un flechazo, ese amor a primera vista, se conocen en un cybercafé y comienzan una relación. Ella muchísimo más tímida e inocente, aparentemente sumergida en una historia en donde le faltan modelos adultos (su padre no aparece durante el film y su mamá, azafata, aparece y desaparece por temas de trabajo) es casi la "presa" ideal para comenzar a mimetizarse con el universo que le ofrece Vincent, con una historia mucho más oscura que lo que aparenta en la superficie cuando apenas ella lo conoce. Tan sólo dos meses más tarde, el cuerpo de Vincent aparece flotando en el río Rhone y al mismo tiempo Rebecca se encuentra desaparecida. El teniente Hervé Cagan (Gilbert Melki) y su socia Karine Mangin (Emmanuelle Devos, brillante como siempre) quedarán a cargo de esta investigación que se contará a modo de gran flashback durante toda la película. Como en un juego de doble relato, hay en "Cómplices" dos "parejas" que cuentan en diferentes capas, cada una su historia. Por un lado, la de los amantes adolescentes, Vincent y Rebecca, en la que el entramado se irá develando lentamente con un inicio que se presenta se presenta simple y como una historia de amor adolescente casual y que luego ya adentrados en el film, comenzará a complicarse, sobre todo cuando Vicent lleve a Rebecca al mundo de la prostitución juvenil. Del otro lado, Hervé y Karine, pasando los '40, tambien cuentan una historia de compañeros de trabajo, de amores desencontrados y de mutua complicidad y por sobre todo de mutuo entendimiento. Así entonces Mermoud presenta la narración fragmentada en dos generaciones, dos historias de parejas -aunque la de Hervé y Karine no sea una pareja en el sentido estricto de la palabra-, dos narraciones, que se interconectan en forma permanente. Mermoud logra poner una mirada amorosa para cada una de sus cuatro criaturas y es dulce y pasional cuando es necesario, y violento y crudo a la vez en su manera de filmar. Al ingresar en el terreno de la prostitución juvenil, el film debe obligatoriamente cambiar completamente el registro inicial y verse más comprometido que un simple policial, y quizás sea éste el elemento que hace que "Cómplices" pueda tener un interés extra más allá del simple tema de develar el culpable, atraviesa mucho más lejos la frontera del simple whodunit. La manera en que el director, siendo además éste su primer filme, logra resolver ciertas cuestiones vinculadas con temas delicados que aparecen en el guión sin que las escenas pierdan en ningún momento la fuerza y la veracidad que la historia necesita, es realmente un punto que juega absolutamente a favor de los resultados de un policial con algunas implicancias de relato social, más allá de la mera historia policial. Nina Meurisse y Cyril Descours en la piel de los adolescentes enamorados, logran dos trabajos sinceros y absolutamente entregados, sobre todo Meurisse en el papel de Rebecca que tiene muchísimas más modificaciones a lo largo de la historia, en donde a través del la situaciones que debe atravesar, la jóven va perdiendo su mirada de inocencia, su costado casi naïf del inicio, para penetrar en una trama más cruel y más descarnada. Si bien los dos adolescentes son el punto central del guión, la historia paralela que desarrollan estos compañeros de trabajo encarnados por Melki y Devos -con una química perfecta en pantalla- abundan en apuntes interesantes sobre la vida de cada uno de ellos y ciertas situaciones de su pasado, que se reviven en el caso de los amantes adolescentes. La ida y vuelta entre las dos narraciones y los puntos de conexión, forman la complicidad del título y las cuatro actuaciones son un plato fuerte de este estreno frances. Con una buena estética e imágnes cuidadas en los momentos más duros del film, el debutante Frédéric Melmoud logra un equilibro entre los dos universos y logra una narración compacta. Quizás pueda decirse que el tono general del film no está acorde con la resolución final, pero aún así tiene muchos puntos a favor para lograr el interés y demostrar que el cine francés puede dar un producto policial interesante sin necesidad de exhudar aroma a pochoclo.
Puede que sea conicidencia pero hay algo en la elección de dos o tres películas de Les Avant-Premières que sigue un criterio común: el de mostrar la vida jóven aún con conflictos disímiles. Agregarle a la palabra café (o cafetín en términos locales y tangueros) el prefijo “cyber”, indica en dónde está puesto el foco y es ahí donde nace esta historia mezcla de policial y drama con dos chicos Vincent (Cyril Descours) y Rebecca (Nina Meurisse) que se enamoran a primera vista. Un asesinato y una desaparición resulta en una investigación que conecta a los investigadores con su propia existencia. Mermoud usa esta cisrcunstancia para hacernos conocer a cuatro personas y sus motivaciones. A lo mejor se estira un poco el final al punto de cuestionar la conveniencia para relatar la historia pero es anecdótico ante una buena película que mira de reojo al cine negro contemporáneo.
Juventud divino tesoro maldito El director galo Frederic Mermoud tiene una especial obsesión por retratar la adolescencia como objeto de sus historias, etapa que él mismo denomina como la época en que todo se construye y donde el presente se vive con una gran intensidad. Y es justamente esta intensidad con rumbo solo para adelante la que trasunta el romance entre dos de los protagonistas de Cómplices (2009), Rebeca (Nina Meurisse) y Vincent (Cyril Descours). La elección por parte del director de los actores no fue arbitraria sino que respondió a la estética del film, apuntada a la naturalidad y fuerza motora de la juventud en plena contraposición con los bajos mundos de la prostitución infantil que se ciernen sobre ellos. Ambos jóvenes se conocen en un cibercafé y pronto nacerá entre ellos un amor tan despreocupado e intenso como la misma adolescencia que los hermana. Pero toda esta energía arrolladora se ve abruptamente cortada cuando el cuerpo de Vincent aparece flotando en el Rhone y su joven novia desaparece. Frente al misterioso crimen develado en la primera toma del film entran en escena los investigadores Hervé Cagan (Gilbert Melki) y la Inspectora Karine Magin (Emannuele Devos), quienes son los encargados de revelar el enigma sobre el destino sufrido por los jóvenes. La asimetría entre los distintos momentos de la vida de ambas parejas son parte también del contraste del film. El amor joven irrestricto casi irresponsable en contraposición a la búsqueda del amor adulto, desanimado y casi sin esperanzas. La investigación desarrollada en el marco de un relato no lineal temporalmente nos llevará a compartir un mix entre la historia de amor de los jóvenes y los vestigios de la misma, recogidos por los investigadores en pos de lograr la reconstrucción de los trágicos destinos. El camino a desandar, junto a las revelaciones obtenidas, colocan a Herve frente a una red de prostitución infantil (una de las frases mas fuertes del film la enuncia una clienta de estas redes: en materia de sexualidad no hay menores de edad). Intrigas, relaciones intensas, moralidad, sexualidad y asesinato se dan cita en este plato gourmet de la cocina cinéfila gala: ¡la mesa está servida, señores!
Vidas paralelas Thriller francés en el que dos policías investigan el crimen de un taxi-boy. En la sólida tradición del policial francés se ubica Cómplices , la opera prima de Frédéric Mermoud, que arranca con un cadáver que aparece tirado en un río. El cuerpo y el rostro están violentamente desfigurados y eso es lo que lleva a los policías Hervé (Gilbert Melki) y Karine (Emanuelle Devos) a meterse de lleno en el asunto. El muerto es un joven de apenas 19 años y lo único que se sabe en el primer momento es que su novia está desaparecida hace varios días. El filme contará su trama en dos partes muy inteligentemente ensambladas, ya que es ingeniosa en sus paralelos narrativos aunque peca por ser un poco obvia desde lo temático. Por un lado, iremos avanzando en la investigación de los policías. Y, por el otro, a modo de flashbacks, iremos conociendo la historia de este joven, Vincent (Cyril Descours), que se dedica a la prostitución masculina. Lo que solía llamarse un taxi-boy. En un cibercafé donde arma sus citas, Vincent conoce a Rebecca (Nina Meurisse), una chica más joven que él y que parece bastante inocente, y empiezan a salir. Ella no sabe cuál es el verdadero trabajo de “Vince”, como se hace llamar el chico. Pero un día él le contará y, tras un primer y asqueado rechazo, Rebecca, terminará no sólo por aceptarlo, sino por unirse en “la tarea”, especialmente con algunos clientes que quieren “fiesta”. Paralela a la relación cada vez más sexualizada y liberal de los dos jóvenes, vemos a Herve y Karina averiguar los detalles del cada vez más oscuro caso, pero manteniendo entre ellos una relación casta, de colegas que se ven atraídos el uno por el otro, pero, a diferencia de sus investigados, no pasan a los hechos. Así, el filme llegará a contar con una buena serie de sospechosos del asesinato que van desde el jefe/amigo de Vincent a algún cliente ofuscado o decepcionado, pasando por su propia novia fugada. Y la resolución deparará alguna que otra sorpresa, aunque también alguna innecesaria y desagradable “ironía del destino”. Cómplices es un policial bien armado, intrigante, con ese naturalismo francés para tratar este tipo de temas (prostitución masculina, tríos, orgías y varios etcéteras) que le quita todo tipo de sensacionalismo innecesario. La mezcla de los jóvenes y entusiastas Descours y Meurisse, con los más veteranos y metódicos (oscuros, decepcionados, cansados) Melki y Devos, le dan al filme la combinación perfecta entre furia juvenil y parquedad madura. Al final, unos y otros habrán cambiado y comprendido que, más allá de las diferencias, son las similitudes (y los parecidos) lo que importa.
Aunque el film empieza con un crimen, esta vez la complicidad del título no es tanto aquella asociada a lo delictivo sino una complicidad de los cuerpos y de los sentimientos. Cómplices son Vincent y Rebecca, los dos jovencitos poco más que adolescentes que en nombre del amor apasionado que los une terminan mezclados en una oscura y aciaga trama de prostitución. Cómplices son también Hervé y Karina, los policías que, encargados de la investigación del asesinato, mantienen una colaboración estrecha en lo profesional y una relación bastante más ambigua en lo personal, quizá porque comparten el desencanto de los solitarios que no han podido resolver su vida afectiva. La intriga policial es el nexo que vincula a las dos parejas y promueve el contrapunto entre las dos historias y su desarrollo paralelo en dos tiempos distintos. Mientras en el presente y a partir del hallazgo del cadáver del muchacho flotando en el río, los dos adultos avanzan en la investigación de los antecedentes del caso, una serie de flashbacks va reconstruyendo la historia del amor incondicional de Rebecca por Vincent, que crece con la intensidad de un amor loco y la lleva a seguirlo por el sórdido camino que él ha encontrado para ganarse la vida: vender su cuerpo a una clientela masculina que lo solicita a través de Internet. Con el paso de los minutos, aunque el film no soslaya los aspectos más crudos del tema, lo policial, que sostiene la intriga hasta el final (al que quizá le sobra una vuelta de tuerca), va cediendo paso a la indagación psicológica de los personajes, en particular de las complejas personalidades de los dos mayores, que en contacto con la extrema historia de amor de los muchachos, se ven empujados a tomar conciencia de sus indecisiones y sus fracasos. Un proceso que incidirá directamente en la "solución" que el investigador encuentra para cerrar el caso. El debutante Frédéric Mermoud conduce con equilibrio y sentido de la progresión dramática esta construcción paralela y, si bien no puede evitar que en el guión algunas decisiones suenen forzadas, logra sostener el interés del relato y acierta especialmente en la elección de sus actores. Además de Emmanuelle Devos, actriz siempre confiable, que asume con soltura el papel menos elaborado por los libretistas, son dignos de mención Nina Meurisse y Cyril Descours, ambos muy en tipo y muy comprometidos con sus criaturas (no es responsabilidad suya que la temperatura de su amour fou resulte algo más tibia de lo aconsejable), y sobre todo Gilbert Melki ( La belleza de Venus , Reinas por un día ), cuyo ambiguo Hervé esconde cierta forma de renunciamiento bajo su aparente gravedad.
Felices juntos los dos El director Frédéric Mermoud se permite filmar un policial con una estructura poco tradicional, y donde los personajes se construyen más allá de la investigación en sí misma, quizás con una mayor sutileza, donde los sentimientos de los personajes son tan importantes como sus acciones. El cuerpo de Vincent (Cyril Descours), un joven taxi boy, aparece tirado en el río con marcas de violencia. El caso es investigado por dos detectives: Herve Cagan (Gilbert Melki) y su compañero Karine Magine (Emmanuelle Devos) que intentarán resolver quién lo mató. A lo largo de la investigación se suman nuevos elementos y personas: Rebecca (Nina Meurisse), la novia de Vincent, Thomas, su proxeneta, y clientes del muchacho. Todos ellos se convertirán en los posibles asesinos. La historia de Vincent previa a su muerte corre paralela a la investigación policial, pues está narrada por sucesivos flashbacks que permiten al espectador conocer la verdad, más allá de lo que la policía sabe o investiga. De acuerdo con lo expuesto, la estructura alternada de la investigación y la vida de Vincent es lo que permite crear el suspenso en la película. Las idas y vueltas del pasado al presente no solo que conforman una manera ágil y distinta de plantear una investigación policial sino que permite que el relato se diversifique con la historia de amor entre Vincent y Rebecca. La pureza e ingenuidad de su relación se contrapone al estilo de vida que lleva él, donde debe acostarse con hombres casados para conseguir una diferencia económica significativa. Rebecca se apiada de él y lo acompaña, y su forma de relacionarse va más allá de lo que hacen para vivir. La película también focaliza en los dos detectives, en su soledad, en sus frustraciones, en la tristeza que los acompaña en cada trabajo. Esa manera de construir a los dos agentes ligados a la policía, tan humana, no tienen absolutamente nada que ver con los arquetipos que suelen verse en la pantalla grande. Por momentos juegan al pin pon, se ríen, hablan de sus miedos, son tan humanos como los jóvenes que tienen que investigar, sólo que vieron y vivieron mucho más. Estas características de los dos detectives, serán determinantes para el desarrollo de la trama. El director no se excede en detalles morbosos, en situaciones violentas o en tramas policiales complicadas. No hay imágenes o informaciones que sobren o entorpezcan. Tiene los elementos justos para ser un thriller de calidad y original.
Cuando el amor tiene precio Buena parte del interés que despierta la película está en el magnetismo que transmiten las parejas protagónicas, los jóvenes Nina Meurisse y Cyril Descours, en los papeles de los amantes Rebecca y Vincent y la siempre atrapante Emmanuelle Devos y Gilbert Melki, como los policías a cargo del caso. Uno de los aspectos interesantes de este policial suizo-francés, es que no se detiene en mostrar intrigas vanas, que despisten al público. Sigue los pasos de una mujer y un hombre policías, que investigan la muerte de un joven taxi-boy, que se dedica a tener sexo con hombres de dinero y casados. ¿Cómo ocurrió?, ¿con quién se relacionó el chico?, ¿por qué su novia aparece implicada? Estas son preguntas que se van a ir respondiendo de a poco a lo largo de esta historia tan actual, porque habla de la banalidad de las relaciones, de la imposibilidad de construir una relación y de la pulsión del deseo. BELLEZA AMBIGUA El protagonista es un muchacho joven, delgado, de una belleza ambigua que tiene un amigo "bisexual" como él, que le consigue clientes. Pero luego el muchacho la hace más fácil. Pone un aviso en una página ofreciendo sus servicios y haciéndose pasar por menor. Vincent Bouvier (Cyril Descours) conoce el negocio. Sabe que si el cliente le pide ir a comer o tomar una copa después, a eso no se presta. Lo suyo es sólo sexo "mecánico", por dinero. Claro que un día mientras atiende sus mensajes en un cibercafé cruza miradas y una sonrisa con Rebecca (Nina Meurisse). Luego viene un breve diálogo y el intercambio de teléfonos. El luego de estar con un cliente la llama, se encuentran en la casa rodante en la que el muchacho vive, y poco a poco se enamoran. Más tarde Vincent le confesará a su novia su verdadera profesión. Ella primero se enoja y luego le pide atender juntos, en pareja, a los clientes. UN DESCUIDO El accede a los pedidos de lu chica, pero la protege. No obstante un descuido y una prueba de chantaje a un cliente por parte de él para obtener dinero rápido, termina en un hecho dramático imprevisible. Simultáneamente a esa pareja de jóvenes, otra pareja, más cercana a los cuarenta y pico se encarga de investigar lo que sucedió. Lo paradójico es que, Karine Mangin (Emmanuelle Devos) y Hervé Cagún (Gilbert Melki) los policías, se entusiasman con el caso y a medida que avanza, van descubriendo en lo sucedido, en las pistas que pueden llevarlos a descubrir el caso, circunstancias que se parecen a lo que a ellos mismos les ocurrió años atrás. La "opera prima" del suizo Frédéric Mermoud, consigue un filme muy atractivo, que maneja el suspenso desde un costado intimista, sin efectos, ni peleas, ni tiroteos, ni mayores escenas de acción, pero sí con la precisión de un muy buen policial negro. Además buena parte del interés que despierta la película está en el magnetismo que transmiten las parejas protagónicas, los jóvenes Nina Meurisse y Cyril Descours, en los papeles de los amantes Rebecca y Vincent y la siempre atrapante Emmanuelle Devos y Gilbert Melki, como los policías a cargo del caso.
Drama policial algo incómodo pero eficaz Se ruega no confundir este drama policial franco-suizo con el drama provincial bonaerense de Néstor Montalbano, con Jorge Marrale, Oscar Martínez y un perro de desgraciado final, aunque ambas historias tienen un punto en común, además del título. El punto, es que las malas compañías hacen perder la inocencia y llevan al crimen. En el caso que ahora nos ocupa, dos criaturas que apenas rondan los veinte años se meten alegremente en problemas. Ella, totalmente enamorada. El también, al punto de que un día le confiesa su verdadero oficio: acostarse por dinero con tipos grandes. Por razones que solo el corazón y la perversión saben, empiezan a trabajar juntos. Un cafisho de la misma edad, algunos clientes, una madre demasiado confiada y dos policías completan la trama. Los policías deben investigar la muerte del muchacho. Cualquiera es sospechoso, incluso la niña enamorada. La película hilvana sus dos meses de felicidad, aventura y locura, y la semana que les lleva a los pesquisas descubrir las diversas verdades que hay detrás de un cuerpo muerto. Porque nunca hay una sola verdad, ni un solo modo de repartir culpas y castigos. Historia bien hecha, de escenas ocasionalmente incómodas y final medianamente feliz, adolece de algunas licencias perdonables, propias del género policial, y se beneficia con un buen director, el debutante Fréderic Mermoud, y un buen elenco, encabezado por los prometedores Cyril Descours y Nina Meurisse, que ponen el cuerpo, y los ya cancheros Emanuelle Devos y Gilbert Melki. Mínima, precisa e impagable la expresión de éste, algo así como «Hay que ser b...» cuando la madre de la chica le dice que a veces se drogan juntas.
Un buen policial del director suizo Frederic Mermoud en su primer largometraje. La muerte de un joven que se prostituye da inicio a una investigación contada en tiempos diferentes, muy bien actuada, donde victimas, policías y victimarios muestran los lados oscuros y luminosos de sus vidas.
El crimen de un taxi-boy Esta ópera prima franco-suiza arranca como un típico policial noir (un cadáver desfigurado flotando en el río), pero luego -si bien va desarrollando el caso y buceando en los posibles culpables del crimen- se concentra en una historia de amor y en la psicología de los dos investigadores del caso (los siempre solventes Gilbert Melki y Emmanuelle Devos, aunque aquí lejos de sus mejores trabajos). El suizo Frédéric Mermoud trabaja con ductilidad diferentes líneas narrativas / temporales, aunque se regodea en cierta perversión del universo de la prostitución masculina. Por un lado, describe el apasionado romance entre Vincent (Cyril Descours), un taxi-boy de 19 años, y la inocente Rebecca (Nina Meurisse). Por el otro, la contradictoria relación entre los dos policías, seres solitarios y bastante torturados que mantienen esa extraña complicidad a la que alude el título. Más allá de su sordidez y de ciertos lugares comunes en la exploración de la intimidad de los personajes, Cómplices resulta un debut bastante convicente. Mermoud se presenta como un buen director de actores, un dúctil narrador y un sabio constructor de climas. Habrá que esperar futuros trabajos suyos para que pueda potenciar esos atributos con films todavía más atrapantes que éste.
Policial con ecos de los Dardenne Lo mejor de Cómplices, ópera prima del suizo Frédéric Mermoud, es sin duda el final, donde la película se atreve a hacer primar el sentido de justicia personal por sobre la fría letra de lo legal, subvirtiendo los valores más conservadores del género. Como si fuera un film de los hermanos Dardenne filtrado a través de códigos del policial, la película de Mermoud –participante de la competencia oficial del Festival de Locarno, un par de años atrás– hace foco en una pareja de adolescentes, cuyo afán de consumismo los pone en un brete moral y los lleva al crimen. Pero allí donde los realizadores de El niño y El silencio de Lorna abordan espesos dilemas morales sin caer en moralinas, subyace a Cómplices la idea de que, al ofrecer sus servicios sexuales, la pareja protagónica da “el mal paso”. Lo cual termina acercándola más a La carnada, donde el omnisciente Bertrand Tavernier levantaba el dedo acusador, que a los ambiguos films del dúo belga. Por suerte, el final compensa, con su bienvenida dosis de empatía. No hay una pareja en Cómplices, sino dos. Los protagonistas son un par de investigadores. Un hombre y una mujer, claro, en beneficio de la teoría especular. Como buenos policías, el teniente Cagan (Gilbert Melki, actor con buena máscara para el género) y la inspectora Mangin (la gran Emmanuelle Devos, que a su rostro brutal suma una voz hermosamente desafinada) son gente solitaria. Clásico del género también, Cagan (perdón) carga con un trauma personal que lo lleva, en plan redentorista, a una ley de compensaciones. Su compañera suele tener citas a ciegas, todas ellas fallidas, mientras el teniente no termina de animarse a un avance que notoriamente quiere dar. Agudizando paralelismos, la película se narra en dos tiempos, en los que el presente de la investigación, a cargo de Cagan y Mangin, se alterna con aquello que investigan, protagonizado por los jóvenes Vincent (Cyril Descours) y Rebecca (Nina Meurisse). Espejo invertido de sus contracaras, a poco de conocerse, en un ciber, Vincent y Rebecca van directo al grano. Poco más tarde ella descubrirá de qué trabaja él, decidirá acompañarlo y la cosa terminará mal (no estamos revelando nada que la propia película no revele en su mismo comienzo). Más allá de la audaz resolución (no carente de psicologismo, en verdad), lo mejor de Cómplices son su tono, su ritmo, que se mantienen fluidos y parejos, con predominio de planos americanos y un modo brumoso de la fotografía, que se corresponde tanto con la zona donde la película transcurre (el Ródano, en la frontera suizo-francesa) como con el clima moral que se intenta instalar. No sin forzamientos, por cierto: en términos de lógica dramática, la decisión de la ingenua Rebecca, de acompañar a Vincent en una mano pesada, no aparece justificada en lo más mínimo. Algún subrayado innecesario (“Somos todos parecidos”, comenta en un momento la inspectora Mangin, como si la película entera no lo estuviera diciendo) y alguna cortedad dramática (finalmente, Cómplices no dice nada que no se haya dicho antes) suman límites a una película que no está mal, pero tampoco del todo bien.
El comienzo de Cómplices parece sentar las bases de un thriller convencional: algunos planos describen el marco urbano hasta llegar a un cadáver que yace al borde de un río. Pero la película asume enseguida la banalidad de la intriga policial como excusa para vincular a los cuatro personajes centrales y se vuelca hacia la vida sentimental y sexual ambigua que los une. El plural del título remite a una doble confrontación entre el amor fou de dos jóvenes y el aprecio de una pareja de policías maduros. Las piezas del rompecabezas revelan una suerte de melancolía social en la que la tensión depende de los sentimientos que se ponen en juego. Al compás de las investigaciones, el pasado reciente vuelve en breves flashbacks luminosos y sensuales con la mirada intensa y el cuerpo vibrante de los dos enamorados apenas salidos de la adolescencia. Rebecca y Vincent se conquistan con un cruce de miradas en un cibercafé. Poco tiempo después, Vincent le confiesa a su novia que vive de la prostitución para la alta sociedad. Rebecca, luego de una pequeña crisis, se une a él para satisfacer la libido y los fantasmas de la clientela. Sobre este terreno se desarrollan los mejores momentos de la película. Mediante una puesta en escena empática y sensual, el director genera una cercanía con los cuerpos desnudos que puede llegar su máxima intensidad con una simple mirada entre los dos amantes sobre el hombro del cliente. Los amores y deseos extremos de los jóvenes perderían espesor si no encontraran un bello eco en el dúo de policías interpretado por los extraordinarios Gilbert Melki y Emmanuelle Devos. A la pareja fogosa e inconsciente responden los otros dos cómplices unidos por los vínculos del trabajo y una prudente amistad. La película respira con el contraste y amplía su paleta mezclando la preocupación casi paternal con una ligereza de tono cercana a la comedia sentimental. Los policías evacúan la tensión del día (y su frustración sexual) jugando al ping pong o ironizando sobre su celibato. Karine busca su alma gemela en Internet pero solo consigue frustraciones. Hervé profesa una suerte de renuncia e inhibición ante lo sentimental, como si hubiera elegido ser tibio y apagado para protegerse. Las vueltas de la investigación y los detalles del asesinato alimentan su postura y dan forma a un retrato agridulce. Pero a pesar de la desilusión, una huella de deseo parece siempre subsistir en ellos. En esa llama frágil reside también el encanto de la película.
Policial francés de buena factura, narra la investigación del asesinato de un adolescente poco después de que iniciara una relación apasionada con una chica también desaparecida, que puede ser victimaria o víctima. El film contrapone esa relación llena de sexo y de secretos perversos con la de los propios investigadores, un hombre y una mujer que enfrentan una vida aparentemente gris. Más notable por el trabajo de sus actores que por la compleja superposición de vueltas de tuerca, el film logra construir un mundo propio y atractivo, lo que no es poco.
El hallazgo del cuerpo sin vida de un joven de 19 años en el río Ródano abre la narración de dos historias entrelazadas en el tiempo, que se cuentan en paralelo a través de sucesivos flashbacks. Por una parte, Mermoud nos acerca a la investigación policial que tiende a indagar lo relativo al asesinato de aquel joven (lo que deriva en la necesidad de internarse en los meandros de una red de prostitución masculina) y, por otra parte, recorremos y reconstruimos la vida de la víctima desde el momento en que conoce a su novia y se suceden los hechos que, sabemos desde el inicio, terminarán trágicamente...
Este es el primer largometraje del cineasta suizo Frédéric Mermoud. Premiado en Chicago 2009, llega a nuestro país tres años después, un policial con intriga y suspenso. Cuando comienza, su primera escena es bastante fuerte, vemos un cadáver en el Río Rhone, algo desfigurado, luego este es analizado por los forenses. Se trata de Vincent Bouvier.El cuerpo presenta señales de estrangulación, chupetones en el cuello, su rodilla izquierda lastimada, entre otros datos, y a partir de ahí viene toda una trama llena de intrigas, sospechas, suspenso, dudas, engaños y el espectador en todo momento siente la necesidad de saber más y también va intentando resolver el caso. La historia en todo momento va y viene a través de flashbacks, corriendo la cinta vemos los buenos momentos que pasan Vincent Bouvier (Cyril Descours) y Rebecca Legendre (Nina Meurisse) quienes se enamoran a primera vista en un cibercafé, ellos tienen unos 19 años y viven sin ninguna preocupación, pero dos meses más tarde el cuerpo de Vincent aparece flotando en el río Rhone, y a Rebecca no la encuentran en ningún lugar. Dos policías investigan el crimen: Hervé Cagan (Gilbert Melki, actor de “Angel-A”) y la Inspector Karine Mangin (Emmanuelle Devos, actriz de "La mentira", "Coco antes de Chanel") juntos buscan pistas, arman un verdadero rompecabezas, porque a medida que atan cabos, se enfrentan a errores de su pasado. Mientras se reconstruye la historia de amor de estos dos jóvenes, como asi también algo de lo que sucedió en la vida de estos dos detectives, nos vamos introduciendo en el mundo de los taxi-boys, casa de modelos, prostitución y fiestas, en todo momento se mantiene un hermético misterio (cualquiera puede ser el asesino), donde los espectadores van señalando los posibles autores del hecho, deducir que paso realmente ese día y porque esta historia trágica posee como título cómplices. Cuenta con muy buenas actuaciones y fotografía, las secuencias entre el romance y lo policial están logradas, contiene escenas fuertes de sexo pero bien manejadas, con sensualidad y realismo, un buen manejo de cámara y planos, nos habla de la soledad, la responsabilidad de los padres, cuando el amor goza de demasiadas libertades y la inconsciencia adolescente.
Anexo de crítica: -Ágil desde la estructura narrativa para abrir varias aristas a una trama sencilla de policial clásico, el film aborda y transita por distintas direcciones para sumergirse de manera tangencial en el submundo de la pedofilia; la doble moral burguesa y los ímpetus de la juventud cuando ambición y amor van de la mano. Cómplices (2009) es un interesante producto de género y un buen retrato psicológico sobre la condición humana, sus perversiones, debilidades, deseos y angustias.
La pista del deseo La ópera prima de Frédéric Mermoud se construye en base a paralelismos a primera vista contrastantes pero secretamente cómplices, como su título. El filme de factura francesa comienza con un cadáver hallado en el lecho de un río, el cual dispara la investigación que lleva a cabo la dupla policíaca compuesta por Hervé (Gilbert Melki) y Karine (Emmanuelle Devos), quienes a su vez irán reconstruyendo la historia de amor adolescente e ilegal entre Rebecca (Nina Meurisse) y Vincent (Cyril Descours), a quien pertenece el cuerpo encontrado en el agua. Así, la historia avanza en torno a flashbacks que muestran cómo la joven pareja se va metiendo en problemas cada vez mayores en el seno de un sórdido submundo de prostitución web, mientras los adultos Hervé y Karine desentrañan el caso lidiando con sus vidas solitarias y erráticas: Hervé desea a su colega, pero no toma la iniciativa. Y es esa mezcolanza entre un noir clásico y los padecimientos cotidianos de personas comunes el otro paralelismo de Cómplices, que sale bien parado en su exhibición de los bajos fondos urbanos y las escenas de sexo clandestino en hoteles, siempre naturalista y nunca provocadora o de golpes bajos; donde el filme falla es más en su otra cara, la sentimental de personas que se buscan, que deriva en una segunda vuelta de tuerca final tal vez innecesaria. El primer cierre, por decirlo así, que revela a un Hervé bastante más ambiguo de lo que parecía en un principio, hace del agente masculino el personaje más atractivo de la cinta, bien interpretado por Melki; Devos (Reyes y reina), en cambio, está un tanto desaprovechada en un papel ceñido. Los jóvenes cumplen por su parte en su rol, con su creíble química mutua. En su red de complicidades mesuradas y arriesgadas en dosis iguales, Cómplices cumple en su argumento y universo de lógica policial, pero deja la sensación del desaprovechamiento de un híbrido que, con mayor profundización y menos lugares comunes, hubiera resultado un hallazgo.
El amor y la muerte a veces van de la mano. Vincent Bouvier y Rebecca se enamoran en un cybercafé. Él se dedica a la prostitución masculina y ella es una burguesita con arrebatos rebeldes. Tarde o temprano, acaba involucrándose en las actividades del muchacho. Ambos lucen jóvenes y despreocupados. Así, hasta que dos meses más tarde, el cuerpo de Vincent aparece flotando en el río y Rebecca desaparece sin dejar rastro. El teniente Hervé y su compañera Karine se hacen cargo de la investigación. Apenas se conocen. Mientras reconstruyen los pasos que conducen a la tragedia en esa fatal historia de amor, irán enfrentándose a los errores y carencias de sus propias vidas. La experiencia los acerca, porque ese caso opera como un espejo revelador para cada uno. Ópera prima del suizo Frederic Mermoud, mezcla con astucia el costado romántico con el suspenso del mejor thriller, en un tema de actualidad.