Cuando la miro plantea un duelo actoral entre Julio Chávez y Marilú Marini Javier es un artista plástico que pasa sus días sin sobresaltos. Uno de esos días comienza a emprender un extraño proyecto: filmar a su madre. Él no es cineasta e improvisa esta tarea, y así sus ojos de artista y de hijo necesitan mirarla y registrar cada sonrisa, cada palabra, cada recuerdo y cada gesto. Ella se entusiasma con ese proyecto: la filmación no sólo será el registro de esa mujer octogenaria que rememora sus amores perdidos, sus alocados viajes y su necesidad de vivir con entusiasmo cada momento de su larga vida. Ese diálogo que, con palabras simples, mantienen ambos frente a la cámara será también el encuentro de Javier con su madre. De esas conversaciones surgirán, también, algunos secretos bien guardados tanto de uno como de otra, aunque en ningún momento se producirá un choque que pueda perturbar ese cálido y amoroso encuentro. Julio Chávez, reconocido actor de cine, de teatro y de televisión, se lanzó con este film, por primera vez, a la nada fácil tarea de convertirse en director de cine y con un guion que habla de recuerdos y de nostalgia logró aportar la necesaria madurez que necesitaba este entramado que es, en definitiva, la historia de una fascinación. Como actor supo aportar la suficiente fuerza para ponerse en la piel de ese artista plástico, mientras Marilú Marini logra una excelente composición de esa madre dispuesta a revivir sus andanzas sexuales y sus pícaras aventuras teñidas de risas y de emociones.
“Cuando la miro”. De Julio Chávez. Crítica La ópera prima del prestigioso actor. Matias Frega Hace 2 días 0 176 Julio Chávez ya acostumbró al público a encarnar personajes memorables, pero ahora este mítico actor suma algo más a su lista de logros. “Cuando la miro” se trata de su ópera prima como director y de la que también escribió el guion junto a Camila Mansilla. El film, que llega a las salas el próximo 15 de septiembre, está protagonizado por el mismo Chávez y por una siempre inmensa Marilú Marini. Una historia que ahonda la relación madre e hijo desde una mirada completamente descontracturada. Javier (Julio Chávez) es un artista plástico que lleva una vida muy tranquila y ordenada, pero esta calma se ve un poco afectada cuando decide emprender un nuevo proyecto: filmar a su madre. Este nuevo trabajo trae consigo una conexión con ella que jamás había tenido. A través de charlas, muchas veces profundas y otras muy divertidas, Elena (Marilú Marini) deja ver un sinfín de sentimientos e historias guardadas. Esta especie de documental, termina funcionando como terapia para ambos y logran así poder hablar de temas que nunca habían podido. Además de enfocarse en la relación de ambos personajes, el film navega por temas profundos y existenciales de manera muy eficaz, logrando que todo resulte natural sin caer en un típico melodrama y permitiendo al público reflexionar sobre varios puntos que incluso hoy en día continúan generando incomodidades, como por ejemplo la sexualidad en los adultos mayores. Esto es acompañado por las excelentes actuaciones de la pareja protagónica y un ritmo narrativo que permite al espectador ser participe de las historias y situaciones que se muestran.
Crítica de la película para el programa "Aventura para la tierra de uno" por Nacional Folklórica.
Una historia sobre los vínculos familiares La entrevista que Javier, el hijo artista interpretado por Julio Chávez hace a su madre (Marilu Marini), a modo de registro para una posteridad que puede no ser tal (tal vez por la idea de un recuerdo y una reformulación, o reavivamiento del vínculo entre ambos), conforma gran parte de la estructura de la narración. ¿Cuál es la mirada que ponemos sobre la realidad? ¿Y sobre nuestra historia personal? Algo de eso se propone contar el director en Cuando la miro, con el muy buen manejo del ida y vuelta entre su personaje y la conmovedora madre distraída, por pasajes casi aniñada, que compone de manera magistral Marilú Marini. La teórica forma interna relajada del film se diluye por momentos porque se introduce en la emocionalidad del narrador que coordina la búsqueda pero se ve a su vez interpelado por la figura familiar a la que decide interpelar. Recibir detalles casi risueños de boca de su madre fragmentos de la historia emocional y sexual de manera directa, con sus ciertas formas de desparpajo casi inocente, puede ser un choque prácticamente para cualquiera. Javier parece sobrellevarlo bien, pero en momentos en que la intimidad se apropia del espacio (de su espacio personal) se quita la piel y se desfragmente; deja salir el silencio que mantiene sobre una madre que él siente que no lo comprendió. El análisis emotivo de la película se cierra con la forma visual que implica un ritmo interesante, conmovedor, y fuertemente intenso hacia el final. Porque la historia contada se lo merece. Para definir a modo de cierre, Cuando la miro es una excelente opción de historia sobre los vínculos familiares, a veces desarmados, a los que tratamos de entender, para ver en cine.
Debut en la realización cinematográfica de Julio Chávez, quien se anima con Marilú Marini a desarrollar una historia de amor y desamor entre una madre y un hijo, quienes frente a las verdades y los secretos deciden dejar fluir dolores profundos y rencores.
Una madre que se define como “muy buena madre pero no muy cálida“ que además recuerda a su propia madre como “una heladera, como una marcha militar“ por sus rasgos de dureza, falta de cariño y poco contacto afectivo, es, de por sí, un personaje interesante en el cual bucear. Así se presenta el personaje de Marilú Marini en la película que marca el debut como director de Julio Chávez, “CUANDO LA MIRO” con un guion escrito junto a Camila Mansilla, dramaturga con la cual ya han escrito varias obras de teatro (como “Inés”, “Un rato con él” o “Después de nosotros” entre otras) y junto a la que una vez más indagan sobre los lazos familiares y ponen mayor foco en los vínculos filiales y en la figura de una madre sumamente particular. A pesar de que se comporta como un hijo único (permanentemente se la nombra a Eva, su hermana, pero no aparece en pantalla) Javier es un artista plástico que en medio de su proceso creativo, decide comenzar a filmar conversaciones con su madre que se construyen como un doble camino entre la construcción de una narrativa documental y la propia indagación del árbol familiar. En esas conversaciones de tardes compartidas en su departamento, comienzan a aparecer una reconstrucción de los recuerdos y de los sentimientos que se despertaron en esta madre. Frente a la llegada de Javier, a quien ella describe como un bebé hermoso al que no pudo amamantar –y eso ya ha quedado como una marca indeleble- pero al que siempre se ocupó de sobreproteger a su manera. A través de esos diálogos frente a la cámara atenta de Javier, ambos profundizaran sobre su propio vínculo e indagarán sobre cuestiones familiares y anécdotas de tiempos pasados. Así llegarán a abordar zonas más íntimas de su madre, la relación que tuvo con su marido (el padre de Javier que es indudablemente un personaje desdibujado frente a la potencia y fortaleza de carácter que presenta esta madre) con el que sexualmente confiesa que no se llevaban del todo bien y que si bien lo quería no ha sido su gran amor, y donde van reconociendo sus fortalezas y sus debilidades. Pero lo primero que llama la atención en la dramaturgia de Chávez/Mansilla es una cierta contradicción en la construcción de este personaje principal, que a sus 81 años de edad, no tiene ningún tabú en hablar frente a su propio hijo de la masturbación, de sus infidelidades, del deseo sexual –y de la pulsión sexual que siempre fue un elemento importante en su vida-, de ciertas decisiones límites que tuvo que tomar empujada por su marido y su hermana y que, sin embargo, se sigue mostrando tan avergonzada de la sexualidad de su hijo y asombrada de que Javier no sienta deseo por las mujeres. Lo mismo sucede con algunas frases que parece pertenecer a una mujer más estructurada y no tan “de avanzada” como se la muestra en alguna de sus confesiones, sosteniendo algunos arquetipos como que “la madre siempre tira más por el hijo varón” o que “no se te nota tanto como a otros” refiriéndose a la homosexualidad de su hijo, mientras hablan de los que opinan los vecinos. Chávez elige en su opera prima, presentar un puesta en escena sumamente teatral, un espacio que él domina y que le permite a través de acercamientos y primeros planos, bucear en la profundidad de sus personajes (hay algunos roles secundarios de mínima participación pero que no tienen una gran preponderancia en la trama) y penetrar en ellos con gran pericia. Aun con algunas situaciones donde los diálogos madre-hijo suenan algo artificiosos o que no logran sostener demasiado el verosímil, el enorme talento de Marilú Marini y del propio Chávez en sus actuaciones, sostienen la estructura de “CUANDO LA MIRO” y logran momentos de gran conexión actoral, superando las flaquezas que presenta el guion. Marini compone siempre sus personajes desde su exquisitez y ese manejo sutil de las pausas, las miradas y las inflexiones en sus líneas de diálogo que tanto la caracterizan. Se destaca sobre todo en sus giros más irónicos y en sus reflexiones sobre el rechazo a la vejez y a las complejidades de envejecer. Chávez la acompaña con otro gran trabajo, desde una cuerda de amorosidad frente a las confesiones y el recorrido de su madre por su pasado que permite desplegar el costado más vulnerable de su personaje y recorrer diferentes tonos y matices. Sobre el final, el guion depara una sorpresa, un giro brusco dentro del relato que va a permitir, inclusive, volver a reformular y brindar un nuevo punto de vista frente al recorrido que había atravesado la historia y darle otro sentido a esos momentos compartidos, grabados frente a la cámara, con esa complicidad con la que se tejen los recuerdos.
Llega este jueves a las salas de cine la ópera prima de Julio Chávez, basada en un guión coescrito con Camila Mansilla, dramaturga con quien el reconocido actor ha trabajado en materiales teatrales. Cuando la miro cuenta con el protagónico de Chávez en este triple rol (director,guionista y actor) y la gran Marilú Marini. Javier (Chávez) es un artista plástico que ha decidido alejarse de las galerías de arte para producir en su taller diferentes tipos de obras, todas ellas con la característica de representar personas que se encuentran de espaldas al espectador, mirando uno vaya a saber qué. La película retrata su cotidianeidad y la actividad que decidió emprender: grabar diferentes reuniones que tiene con su madre Elena (Marini), quien acude a las reuniones pactadas y revela, sesión a sesión, no solo lo que su hijo le pregunta cual entrevista, si no también ciertos recuerdos, reflexiones y afirmaciones que no le había dicho antes a aquel único hijo varón al cual sobre protegió demasiado cuando era niño, de acuerdo a sus propias palabras. «Yo creo que tenés un gran corazón, pero sos una persona rara». Elena (Marilú Marini). A través de diferentes escenas que retratan las sesiones de charlas íntimas, cada personaje busca algo en particular. El, acercarse a su madre, ella, perder el miedo y los nervios de tener frente a frente a su hijo y plantear determinados temas. Cuando la miro es la historia de una madre y un hijo que encuentran a través de ese ejercicio la forma de encontrarse y comunicarse, lo que es muy hermoso, pero también puede resultar muy duro y movilizante. La dirección de Chávez se apoya en un guión preciso y sensible. El trabajo de los planos es exquisito. La cámara se detiene en las expresiones y miradas de cada personaje. Cuando la miro transmite una carga emocional muy particular y abre la posibilidad de reflexionar sobre cuánto de real y de ficción tiene esta historia para su creador. Cuando la miro es un filme de gran teatralidad protagonizado por dos actores de excelencia. Una opción de cine argentino de calidad para disfrutar, emocionarse y reflexionar. Opinión: Muy buena.
Julio Chávez debuta en la dirección con una historia catártica En su debut como realizador audiovisual el actor y dramaturgo Julio Chávez construye una ficción que retrata la filmación de un documental familiar. Cuando la miro (2022) es una película de corte intimista, con tintes autobiográficos, en donde Julio Chávez se pone en la piel de Javier, un artista plástico, devenido en un cineasta inexperto, que busca retratar a su madre octogenaria (Marilú Marini) en un documental personal. Pero, a medida que la entrevista avanza, saldrán a la luz secretos que ambos mantenían ocultos y que interpelan ese presente tan frágil en el que se encuentran inmersos. Simple en su estructura y también en su forma, pese a contar con un seleccionado técnico, Cuando la miro es un ejercicio que hibridiza la ficción y el documental. Es honesto en la simpleza que propone y no tiene grandes pretensiones, pero por otro lado, la teatralidad de su puesta en escena le resta valores cinematográficos. El abuso del plano y contraplano y las incorrectas decisiones estéticas tomadas lo asemejan más a un unitario televisivo que a una película en su definición más amplia, y todo lo que ella trae consigo. Con muchas referencias biográficas hacia su propia persona, Julio Chávez debuta en la dirección con un audiovisual que da la sensación de haber sido pensado más como una experiencia catártica que como una necesidad artística. O al menos esa es la idea que transmite.
Nunca miramos sólo una cosa: miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos. Lo que sabemos o creemos saber afecta el modo en que vemos esas cosas. El problema de Javier (Julio Chávez) es que no sabe a su madre (Marilú Marini), para él “siempre fue un misterio”, un enigma fascinante, una mezcla de mito, amor y realidad. Por eso decide filmarla en una serie de entrevistas en las que ella le irá contando historias conocidas, secretos, confesiones.
El actor, director y dramaturgo Julio Chavez debuta en la dirección cinematográfica con un filme en principio intimista, pues el mismo da cuenta de elementos autobiográficos. Javier (Julio Chavez) es un artista plástico, (en la ficción y en la vida real), que se replantea su presente y futuro sobre la base de un pasado que se presenta tergiversado por los recuerdos, (en
El talentoso y reconocido actor Julio Chávez decide pasarse al detrás de cámara -sin dejar de permanecer enfrente- y estrena su ópera prima, un modesto drama que retrata un acercamiento entre madre e hijo con la excusa de la filmación de un documental. Javier es un artista plástico (el arte que aparece en la película es creado por el propio Chávez) que un día decide hacer un documental sobre su madre. Pero no el tipo de documental que implica que la siga a todos lados con una cámara, sino que la sienta en el sofá y la graba mientras le hace preguntas. Preguntas sobre su infancia, sobre su personalidad, sobre su lugar de madre. Sin una premisa muy original pero un lindo desarrollo de la trama, es que nos encontramos con un hombre al que en realidad no le interesa tanto la idea de grabar los testimonios de su madre, de preservarlos, sino de poder hablar con ella, acercarse. Incluso hay momentos en que parece olvidarse que está la cámara, o conversaciones que continúan fuera de ella, en otro lugar. «Cuando la miro» resulta valiosa especialmente por ese duelo actoral entre un encantador Julio Chávez, que se muestra siempre atento, sensible y con una sonrisa en su rostro aún cuando las lágrimas amenazan con escaparse de sus ojos, y la madre que interpreta Marilú Marini, una señora impredecible de un carácter muy especial, a veces demasiado risueña y siempre muy directa. Ese hablar las cosas de la manera más frontal es lo que remueve cosas en Javier, escucharla contar secretos o decir que no estaba preparada para ser madre, o que aun a esta edad todavía siente impulsos sexuales, o que no pueda aceptar la homosexualidad de su hijo. En este último aspecto es que se presenta una contrariedad curiosa: a veces esta mujer mayor parece tener una mentalidad adelantada para su época, capaz de correrse del rol de lo que una mujer es y debería ser, pero por el otro lado tiene un pensamiento retrógrado con respecto a la sexualidad de su hijo que no consigue entender. Una galería de temáticas de la vida que se abordan desde estas dos perspectivas que esperan acercarse para al menos entenderse. En este rico duelo actoral, Chávez parece dejarla a Marini que se luzca. Ella es el corazón de la película, con su actitud impredecible y sus testimonios espontáneos y tajantes, mientras que Chávez apuesta por una interpretación más sobria y sutil que otras veces. Con esta historia se podría haber caído en un drama sensiblero y aburrido pero ambos lo llevan a un costado más amable, jocoso por momentos, pero también tierno y emotivo. Chávez consigue impregnar su película de una intimidad palpable. Capaz de hacernos reír y emocionar. Pero el guion escrito junto a Camila Mansilla cae en el último acto apostando por un efecto sorpresa que desvaloriza un poco lo construido anteriormente. Parece una decisión perezosa si al final es el azar lo que termina de definir todo. El impacto es real de todos modos y una se queda como el último plano de esa mujer sobre la ventana.
El guiño explícito del título que precede al siguiente análisis no es más una analogía con la recordada película de Santiago Carlos Oves. Nuestra industria nacional ha abordado, a través de diversas ópticas, la relación entre una madre y su hijo. En este sentido, “Cuando la Miro” no se parece a nada que hayamos visto y su originalidad es una gran virtud, para comenzar. El film nos cuenta una historia sumamente autorreferencial. Es una obra intimista que indaga en aquello no dicho en una relación. Siempre resulta un deleite observar actuar a Julio Chávez, quien aquí se estrena como director, buceando en el propio vínculo con su madre y retomando una antigua idea que plasma en guion junto a la colaboración de su habitual partenaire Camila Mansilla. En la película, un hijo registra una serie de conversaciones junto a su madre (Marilú Marini), a quien intenta contemplar, considerar y descifrar. ¿Ella lo mira con ojos de madre, acaso? ¿Cuándo se deja de buscar la mirada de esa madre? Él se llama Javier (es Julio Chávez, en otra exhibición de talento de las que acostumbra), un artista plástico que tiene la necesidad de filmar a su progenitora…quién sabe los motivos que lo lleva a pactar estos encuentros hogareños. Ambos se desnudarán ante la cámara y se contarán absolutamente todo, aunque haya anécdotas ya sabidas y otras que preferirán eludir, ante la incomodidad. Atraviesan la hora y media de metraje climas de indudable referencia bergmaninana. Primeros planos sumamente expresivos. Una puesta en escena minimalista, hecha de tiempos muertos y plagada de pequeños y sutiles rastros. Hay que estar atento y abierto a mirar. Con visión de artista plástico. Saber cotejar las texturas, la gama cromática. Un lienzo grandioso se despliega ante nuestros ojos, si observamos con con plena concentración. “Cuando la Miro” está repleta de exquisiteces, la atención sabe hacia dónde dirigirse. Los cuerpos hablan. Los inertes, en un cuadro, adquieren postura, identidad y peso propio. De espaldas, no miran a la cámara ni a nuestros ojos. Tampoco el personaje del encomiable Chávez, apenas comienza el film. Observa por la ventana. O la pequeña figura humana que moldea, pacientemente, con sus manos. Horas de silencio entregadas al oficio de crear. ¿Se está moldeando a sí mismo? El pequeño hombre de arcilla queda apoyado en la mesa, de espaldas, boca abajo. El cuerpo es un mapa expresivo de sentidos que se multiplican. No vemos sus ojos… Las bondades del lenguaje cinematográfico operan favorablemente en manos de un intérprete que añade otro hito más a su prolífica carrera. Su ópera prima como director augura un futuro promisorio detrás de cámaras. La decisión de dejar registro sobre un vínculo nos está hablando acerca de la (im)posibilidad de comunicarse, y sembrándonos valiosos interrogantes al respecto de hasta qué punto relatar esta clase de experiencia, a través de un dispositivo como vehículo (no exento de inhibirnos), puede ser completamente satisfactoria. Entre retracciones y exabruptos, el juego de miradas intentará desentrañar el misterio. Nada queda fuera del cuadro. Madre e hijo intercambian pareceres acerca de tabúes (“yo me masturbaba”, dice ella), manías (“me gusta comer así…”, subraya luego), posturas conservadoras («a vos nos te gustan las mujeres», pronuncia) y mitos (“tu hermana hace siete años que no duerme”, insiste). Javier no se escandaliza por nada, es hora de hablar. Un poco de teatro, otro tanto de documental. Plano y contraplano, hurgando en las raíces familiares. La herencia, pesada. El paso del tiempo, las marcas en la piel. Aventuras extramatrimoniales, inclinaciones sexuales, deseos frustrados, miedos heredados, cariño dado a medias, pulsiones no reprimidas. ¿Qué es la felicidad? ¿Qué fue verdad y qué mentira piadosa? Construcción de sentires y saber escuchar; la película adquiere profundidad, contundencia y sensibilidad, en cada minuto de su metraje. La mirada, quirúrgica, es la gran protagonista y existen detalles que siempre quedan fuera del campo de visión. Pero no importa, los demás sentidos están también muy presentes. Debemos aprender a escuchar, a hablar, a tocar, a oler. Con sutileza y sensibilidad, el destacadísimo actor hace un auténtico homenaje a lo no dicho, haciendo del silencio su gran aliado. Escudriña la mente de pintor y no falla: su detallado inventario del mundo que lo rodea lo lleva a estar sumamente atento y permeable a cada indicio. En la quietud de su hogar, libros, pinturas y películas son su gran compañía. No cualquier película: un clásico mudo de Germaine Dulac. El silencio reina, nada es casualidad. También, hay algo cíclico de la naturaleza que lo conmueve. Sin estaciones no hay vida y el acercamiento entre madre e hijo es evolucionar. El viento sopla y agita las copas de los árboles. Un próximo dibujo nace y no hay necesidad de mostrarlo. Sino el impulso de hacerlo, para volver a él, años después y recordar esa tarde. ¿Hasta dónde somos dueños del tiempo por delante? La lente siempre sabrá como capturar la belleza de esta gloriosa gesta interpretativa por parte de Chávez y Marini. Dos escenas alcanzan para comprender las coordenadas que habita el alma de este hombre mientras concreta un acercamiento único en su vida; junto a su analista (el siempre impecable Claudio Da Passano) y junto a la galerista que expone su obra plástica (qué grato es volver a ver a Silvia Kutika). En la piel de Javier palpamos la serenidad de alguien que se detiene a evaluar, con la experiencia que dan los años, el meridiano que atraviesa sus días. No tiene en sus manos todas las respuestas, sin embargo, sigue buscando. En ese contemplar no hay satisfacción, hay una inquietud constante que lo moviliza. Introspectivo; es tiempo de cumplir la misión y saldar deudas emocionales. No exhibirá sus cuadros, al menos por el momento. Es tiempo de resguardarse. Allí radica la comprensión, y el acto de perdonar todo cuanto pasado. Algo en el aire está cambiando…luego de sanar el propio vínculo con su madre, el acto refleja la reacción contraria, espejando en el afuera, tal vez viéndose a sí mismo. Una madre y su hijo son contemplados desde la ventanilla del auto. Javier mira y cada gesto imperceptible de Chávez añade riqueza a su rol. Sutil y magistral, el protagonista de “Un Oso Rojo”, “El Extraño”, “El Custodio” y “Pampero”, sabe muy bien que mirar es relacionar, interpretar e interrogar. El auto arranca, segundos después, un desenlace inesperado nos arrebata la emoción. En “Cuando la Miro”, el reencuentro de dos seres queridos, unidos por el amor y la sangre e interpelándose mutuamente, establece un exquisito contraste actoral. Es un necesario y abrumador examen de conciencia sobre la condición humana. Ahora bien, querido lector, si usted es lo suficientemente afortunado de tener a su madre, luego de ver la película (o leer esta reseña), vaya y abrácela. Mírela. Hable con ella.
La contemplación como experiencia vital permite indagar y dejar un testimonio sobre lo que se observa. El ir en busca de la esencia, de ese aspecto único de la fotogenia que expresó Delluc a través el cine. Sobre esa indagación emocional versa el estreno de Cuando la miro, opera prima del destacado actor Julio Chávez, quien además actúa junto a la talentosa Marilú Marini. Con guión de Chávez y Camila Mansilla, la película plantea el modo, algo singular, pero no por eso menos amoroso, en el que un hijo registra a su madre a través de una cámara mientras dialogan sobre su vida y el pasado en común. La intención que moviliza los encuentros apunta a reconstruir un vínculo, algo distante e incomprensivo, y a poder reinterpretar, gracias al plus de visibilidad que otorga la cámara, la fascinación que le despierta su madre. Él es Javier (Chávez), un artista plástico que vive cómodamente en un departamento junto a su pareja David. Allí se dedica a la pintura, a ver películas y a leer. Sin embargo, el hecho de no poder representar a su madre en un lienzo lo lleva a optar por grabarla de forma autodidacta con su filmadora. La propuesta entretiene a Elena (Marini) su anciana madre, que libremente y con humor expresa intimidades, miedos y verdades que enriquecerán el vínculo de ambos. Sin embargo, hay algo que angustia a Javier desde el momento en que decide contemplarla y que despierta sentimientos anidados en los más profundo, como cuando lo vemos dibujar los árboles que lo rodean o esculpir las figuras de sus cuadros que están de espaldas, en un gesto que interpela el sentido de la mirada. El planteo que subyace en dirección a ese sentido, demuestra la potencialidad de aquello que se desea captar y preservar del olvido enfatizando el poder del cine; el rol del artista frente a los objetos que crea y contempla, como del juego permanente de ser espectadores y partícipes de nuestra vida. ¿Cómo y desde dónde miramos lo que nos rodea? ¿Cuánto de lo que vemos creíamos (des)conocer?. Con acciones mínimas y rodada, en su mayor parte, en interiores, los encuentros entre los protagonistas aportan la riqueza de las interpretaciones, como la fluidez de los diálogos en los que brilla, principalmente, la talentosa Marini. Si bien la reiteración de los encuentros y la sencillez de la puesta en escena provocan cierta pasividad en la evolución del relato, la propuesta se sostiene con el aporte de los matices emocionales que se juegan en el interior de Javier, como en la deliciosa manera en la que la madre e hijo se redescubren. CUANDO LA MIRO Cuando la miro. Argentina, 2022. Dirección: Julio Chávez Guión: Julio Chávez y Camila Mansilla. Intérpretes: Julio Chávez, Marilú Marini, Ull Galíndez, Claudio Da Passano y Silvia Kutica. Co -Director: Mariano Biasin/Dirección de Fotografía: Diego Poleri/ Dirección de Arte: Mariela Ripodas/ Sonido: Gaspar Scheuer Música: Diego Vainer. Duración: 85 minutos.