“Detrás del telón, los versos de amor” Una comedia dramática que revive una vez más al clásico del teatro francés, acercando al foco a su creador, Edmond Rostand, y a todo el equipo que tuvo la oportunidad de darle vida a “Cyrano de Bergerac” en el escenario por primera vez. Edmond (2018), un dramaturgo francés, se ve envuelto en un espiral de fracasos teatrales que desencadenan en un bloqueo creativo como nunca antes había experimentado. 1897 en París, la oportunidad se encuentra con el protagonista cuando este consigue gracias a una amiga en común, una reunión con Constant Coquelin (Olivier Gourmet), uno de los actores más famosos de la ciudad de la luz. El reconocido cómico, se acerca a Edmond (Thomas Solivéres) y le ofrece ser parte de su próxima obra que podría ser estrenada dentro de tan solo algunas semanas; obviando el pequeño gran detalle de que el joven dramaturgo, no tenía ni una sola palabra escrita. En la desesperación por encontrar ideas para su inexistente pieza teatral, el escritor conoce a Jeanne(Lucie Boujenah), e instantáneamente la mujer se convierte en la musa inspiradora de Roxanne, uno de los papeles más importantes de Cyrano de Bergerac. El film escrito y dirigido por Alexis Michalik, es un relato fantástico. Tiene una estructura que no suele verse en el cine, partiendo desde la historia personal del escritor y virando el foco de una manera elegante y delicada hacia la obra, quien logrará ser la protagonista de la segunda mitad de la película. Tanto la fotografía como el arte, retratan con tonos mágicos a ese momento tan añorado por los artistas como lo fue La Belle Époque. Es de aquellos filmes que le dan un respiro al alma y te mantienen sonriendo gran parte del tiempo. El elenco es perfecto, cada uno de sus papeles es interpretado con dinamismo y aspecto teatral, generando una obra cargada de energía y arte en todas sus formas. Pero los actores, no son los únicos protagonistas; cada lugar emblemático de París, robará segundos de pantalla y el espectador se encontrará sentado en el Moulin Rouge, o en una pequeña sala observando cómo dos hermanos presentan su nuevo invento, el cinematógrafo. "Cyrano de Bergerac es sin dudas una de las obras teatrales más reconocidas de la historia. Michalik decidió dar un paso más y adentrarse tras bambalinas junto a su autor, sus actores originales, productores, vestuaristas y espectadores, que lograron presenciar por primera vez en la sala del Porte-Saint-Martin, aquel histórico 28 de diciembre de 1897."
La inspiración teatral basada en las vivencias de un autor a fines del siglo XIX Probablemente el título original francés no haya sido utilizado en casi todo el resto del mundo, incluido nuestro país, por su escaso “gancho comercial”. Pero es el que más se acerca al espíritu del film, ya que refiere a un breve periodo de la vida del escritor Edmond Rostand, autor de la obra teatral (en alejandrinos) “Cyrano de Bergerac”. Transcurre en el último quinquenio del siglo XIX, pocos años después de la inauguración de la Torre Eiffel (cuya silueta se muestra en un París sin edificios de gran altura). La acción se inicia a fines de 1895, con Edmond saliendo del teatro donde acaba de fracasar una de sus tempranas obras. En su apesadumbrada caminata, el escritor pasa delante e ingresa en un pequeño teatrito, a un franco la entrada, que lleva el nombre de Cinémathèque Lumière. Y lo que allí ve son las imágenes de films, como la célebre “Salida de los obreros de la de la fábrica Lumière”. Mencionando más tarde su primera experiencia cinematográfica, comenta que “en diez años no habrá más teatro”. Y se equivoca solo a medias ya que acierta en lo que al futuro del cine se refiere, pero no a la muerte de la representación en escena. La acción salta a tres años más tarde, estamos ahora en diciembre 1898, cuando hace su aparición otro personaje central del film: Constant Coquelin. Quien lo encarna con notable justeza es Olivier Gourmet, el actor fetiche de los hermanos Dardenne. Coquelin, personaje real, fue un gran actor francés que tras pelearse con la Comédie Française pasó a trabajar en el Théâtre de la Porte Saint Martin. Al cruzarse con Rostand le sugiere que escriba una obra de teatro para él, y es allí cuando la trama se encauza hacia lo que será el núcleo de Cyrano Mon Amour. Porque de allí en más, con un ritmo ininterrumpido y frenético, irán apareciendo diversos personajes que, muy a menudo sin saberlo a priori, alimentarán la inspiración del autor. Así su amigo Leo le pedirá lo ayude a conquistar a Jeanne, cuando debajo de un balcón (con Edmond oculto) le “sople” palabras conquistadoras. O también cuando escriba las cartas de amor, que supuestamente Leo redactó. Después de mucho pensar será nada menos que Honoré (bella composición del actor Jean-Michel Martial, lamentablemente fallecido poco después de la filmación), el dueño del café que lleva su nombre y contiguo al teatro, quien le preste las obras de un escritor del siglo XVII. Su nombre, Savinien de Cyrano, quien adoptó el nombre Bergerac (localidad en donde heredó bienes de su abuelo) y lo cambió al muy célebre Cyrano de Bergerac. El grueso de la historia tiene la gran riqueza de hacer desfilar a personajes tan célebres como la inigualable Sarah Bernhardt (gran composición de Clémentine Celarié), el también afamado autor teatral y rival de Rostand, Georges Feydeau (lo encarna el propio Michalik) y hasta un famoso ruso, Anton Chejov, de paso por París. La estética del film está muy lograda a través de una reconstrucción de época estupenda y un uso interesante de la música no diegética (por allí se escucha el Bolero de Ravel, compuesto en realidad treinta años más tarde), que contribuyen a realzar los efectos formales del film. Pero lo más divertido son las idas y vueltas de la escritura de “Cyrano de Bergerac”, donde Edmond va agregando actores y personajes para desconsuelo de los inversores que por suerte tienen un burdel, fuente segura de financiamiento. Es este sitio donde tienen lugar escenas muy graciosas, como la que protagoniza Jean, el hijo de Coquelin, a quien su padre impone como actor. El dueño del teatro (el actor Dominique Pinon, de Amélie y Alien: La resurrección) y los que ponen la plata se resignan a aceptar al obeso Jean para no perder al intérprete de Cyrano. Rostand es interpretado con gran convicción por el poco conocido Thomas Solivérès, mientras que la actriz que personifica a Roxane es la más renombrada Mathilde Sagnier. Su apellido además ha adquirido gran popularidad gracias a su hermana menor Emmanuelle, también actriz y esposa de Roman Polanski. La obra “Cyrano de Bergerac” fue llevada al cine varias veces y es probable que la más faosa sea la protagonizada por Gérard Dépardieu. Ganó efectivamente el premio a mejor actor en Cannes y fue nominado al Oscar, que no obtuvo a diferencia de la de 1950, cuando el director y actor José Ferrer ganó el premio de la Academia en esta última categoría. Otros recordarán Roxanne, con Steve Martin en el rol central, pero la que aquí se presenta es muy diferente. No esperen ver la representación completa de la obra de Rostand, sino más bien la probable historia de cómo se gestó su escritura ante la inspiración de su autor. Y tampoco es una biografía, ya que sólo cubre un corto periodo de su vida (el más fecundo), sin mencionar por ejemplo que murió a causa de la “gripe española” en 1918. Pero lo que resulta indudable es que Alexis Michalik logra interesar en el gran desafío de ser original. Más aún vale destacar que este es su debut como realizador, luego de una carrera importante como actor.
A través de cartas En Cyrano Mon Amour (Edmond, 2018) recorremos el difícil y mágico camino de un joven escritor en la búsqueda de inspiración, que se describe a sí mismo como un poeta fracasado. En la siempre arriesgada empresa de adaptar una obra de teatro a la pantalla grande, Alexis Michalik nos ofrece un film atrapante, elegante y divertido. Improvisación y desafíos permanentes no permitirán que el espectador se aburra en una película que obtuvo dos nominaciones a los Premios César (Diseño de Producción y Diseño de Vestuario). Cyrano Mon Amour (2018). La historia nos sitúa en la Belle Époque, en donde París era el centro de todas las artes. Edmond Rostand (Thomas Soliveres) es un joven dramaturgo y prometedor. Todo lo que ha escrito hasta el momento ha sido un fracaso y atraviesa un bloqueo creativo. Gracias a su admiradora, la gran actriz Sarah Bernhardt (Clémentine Célarié), conoce al actor más popular del momento, Constant Coquelin (Olivier Gourmet), que insiste en interpretar su próxima obra, además de querer estrenarla en tan solo tres semanas. El gran problema para Edmond es que aún no la tiene escrita. Solo sabe el título: “Cyrano de Bergerac”. El estilo de Alexis Michalik es detallista en dirección, incluyendo al espectador de manera natural desde el comienzo, literalmente nos sumergimos en la época que está muy bien representada, con un gran despliegue de producción. Cada elemento es presentado con un pintoresco encanto que se mantiene hasta el final. La dirección de actores es inmejorable, en la que se destacan Thomas Soliveres como Edmond y el polifacético Olivier Gourmet (El hijo, 2002). El guion sabe adaptarse al ritmo de una trama vertiginosa que demanda de manera permanente cierta improvisación, mientras que el resto de los rubros están suntuosamente reconstruidos. La cámara gira entre los actores, recurso muy bien utilizado y pensado de manera inteligente para generar la adrenalina que caracteriza al film. Un digno homenaje al teatro, que respeta su estructura y lo que representa para el protagonista. Nos sentiremos identificados con su historia y su recorrido. Su musa inspiradora, su amor platónico, le da vida y movimiento a esta obra. Una alegoría para todo artista que se encuentre en un proceso creativo detenido, y vea que el éxito no lo determina, sino la mágica satisfacción personal de la creación.
“CYRANO MON AMOUR” de Alexis Michalik. Crítica. Larga vida al teatro. Nominadas a dos premios César (Diseño de producción y de Vestuario) se estrena el 25 de junio en plataformas iTunes y Google Play el film inspirado en la aclamada obra de Edmond Rostand. Por Bruno Calabrese. El 27 de diciembre de 1897 se estrenó en el teatro Portre Saint-Martin la obra Cyrano de Bergerac, escrita por Edmond Rostand. Fue tal el éxito de la obra que los actores fueron llevados en andas por las calles de París. A los tres días de la presentación, el escritor recibirá Orden Nacional de la Legión de Honor, una de las distinciones francesas más conocidas e importantes. Cyrano será interpretado más de 20.000 veces, transformándose así en el mayor éxito del teatro francés. El film nos traslada dos años antes de ese momento, en la Navidad de 1895. En la ciudad de Lyon, con un Edmond Rostand (Thomas Solivéres) casado, triste por el poco reconocimiento de sus destrezas poéticas como autor teatral. Luego de un nuevo fracaso teatral, se encuentra por primera vez con el cinematógrafo de los hermanos Lumière, al asistir a una de las proyecciones de ‘La salida de los obreros de la fábrica’. Inmediatamente surge una elipsis que nos conduce a diciembre de 1897, momento en el que el dramaturgo es solicitado por el actor Constant Coquelin (Olivier Gourmet) para llevar a cabo un material sin precedentes en el mítico teatro Porte-Saint-Martin. Los tiempos para presentar la obra son cortos, Edmond deberá escribir con urgencia algo para presentar ante quienes solventarán económicamente la puesta en escena. La idea de tomar prestado al personaje de Cyrano invadirá la imaginación de nuestro protagonista y se convertirá en su propuesta a materializar en cuestión de días. El film aprovecha la concepción de la obra para indagar cuestiones relacionadas con el amor y los conflictos que se le presentan al poeta para encontrar inspiración. La crisis en Edmond se hace presente cuando sea una mujer que no es su esposa su musa. Al igual que la obra, esa mujer es Jeanne (Lucie Boujenah), la enamorada de su mejor amigo, Leónidas (Tom Leeb). Edmond comenzará a escribir poemas de amor para ella como en nombre de su amigo, mientras en paralelo utiliza la situación para darle forma a la obra. Con esa premisa el film se anima a indagar en tópicos como la transformaciones que sufren las relaciones de pareja, la pérdida del deseo y sus consecuencias en el proceso creativo del poeta. La puesta en escena de la “belle epoque”, el diseño de vestuario, cierto aire a “Shaskespeare in Love”, todo hacen que “Cyrano Mon Amour (“Edmond” en realidad) sea un retrato lleno de vida sobre el proceso creativo de Edmond Rostand para consumar su exitosa obra. Alexis MIchalik se toma la libertad para explorar cómo podría haber sido los momentos previos a su concepción y logra realizar un hermosa oda al teatro, al frenesí y la adrenalina que significa montar un espectáculo en momentos donde el séptimo arte comenzaba a asomarse y parecía opacarlo. Puntaje: 90/100. Actuación Arte Fotografía Guión Música La puesta en escena de la "belle epoque", el diseño de vestuario, cierto aire a "Shaskespeare in Love", todo hacen que "Cyrano Mon Amour ("Edmond" en realidad) sea un retrato lleno de vida sobre el proceso creativo de Edmond Rostand para consumar su exitosa obra.
Nos situamos en París, 1897, en plena Belle Époque. Edmond Rostand (Thomas Solivérès) es un dramaturgo de 29 años con muchas ideas, que hasta ahora sólo conoció el fracaso. Lo más triste es que su competidor, Georges Feydeau sólo conoce de éxitos. Casado y con dos niños pequeños a los que debe alimentar, se encuentra en una situación apremiante. Ahí es cuando recibe la invitación de la gran actriz Sarah Bernhardt (Clémentine Celarié) para conocer al actor de prestigio Constant Coquelin (Olivier Gourmet) quien pretende que le escriba una obra, pero se le exige que sea en pocas semanas, por apremios económicos en el teatro. El gran problema para el autor es que no tiene idea de lo que va a escribir, sólo cuenta con el título: "Cyrano de Bergerac". Ese es el resumen de lo que luego sería la obra más famosa y con la mayor cantidad de representaciones en Francia. La película, nominada a dos Premios César (Mejor Diseño de Producción y Mejor Diseño de Vestuario) fue dirigida por Alexis Michalik (también actor y guionista), y narra, el génesis de Cyrano: el amigo actor de Edmond, Leo Volny (Tom Leeb), quiere seducir a Jeanne d'Alcie (Lucie Boujenah). Ante su falta de recursos para la conquista y un pedido desesperado de auxilio, el dramaturgo decide ayudarlo. Se esmera con cartas románticas y poemas que salen con fluidez dichos desde la vereda hacia el balcón por el que su amada se asoma. Sin darse cuenta, ve con incredulidad, que allí está la respuesta a su falta de inspiración, aunque nadie crea en ella. Busca a Coquelin, consigue productores y un numeroso elenco para lo que será la inmortal Cyrano de Bergerac. El resultado es una película mágica, tierna, con un timming perfecto, una recreación de época soberbia, actuaciones convincentes y divertidas y un vestuario soñado, además de meternos en el maravilloso mundo del teatro y sus secretos. Quizás no sea la historia rigurosa de cómo surgió Cyrano, pero creo que es una aproximación bastante certera la que nos acerca Michalik. Y hay dos mensajes para no olvidar, “El teatro no morirá jamás” y “Lo mejor que tenemos anida en nuestro corazón”. ---> https://www.youtube.com/watch?v=RUOH8_HYDtA ---> País: Francia- Bélgica (2018) Título Original: Edmond Dirección: Alexis Michalik Intérpretes: Thomas Solivéres, Dominique Pinon, Olivier Gourmet, Guillaume Bouchède, Alexis Michalik, Simon Abkarian, Blandine Bellavoir, Mathilde Seigner, Antoine Duléry, Clémentine Célarié, Alice de Lencquesaing, Jean-Michel Martial, Dominique Besnehard, Bernard Blancan, Lionel Abelanski, Nicolas Briançon Guión y Dirección: Alexis Michalik Fotografía: Giovanni Fiore Coltellacci Música: Romain Trouillet Género: Comedia Producción: Légende Films, Rosemonde Films, Umedia, Gaumont, France 2 Cinéma, C2M Productions, Ezra, Nexus Factory, Entourage Pictures, Canal+, France Télévisions, OCS Duración: 112 minutos
Este vodevil que sugiere una posible escritura de Cyrano de Bergerac, clásico de clásicos, dispara las ganas de volver al teatro y al cine, a recorrer la bohemia nocturna y a inspirarse con musas. Una historia entrañable, bien narrada, excepcionalmente recreada y con una sorpresa en los títulos.
yrano Mon Amour resulta una comedia romántica de época, que rinde homenaje al teatro, al cine y a la poesía. Basada en la obra teatral del actor, guionista y director francés Alexis Michalik, la película narra la historia del poeta, Edmond Rostand, un joven y desconocido autor, que paso a la fama al escribir uno de los clásicos más famosos del teatro francés: Cyrano de Bergerac. Situada en París entre 1895 y 1897, el poeta Edmond (Thomas Solivérès) transita el fracaso de una obra recientemente estrenada; lo que lo lleva a desmotivarlo para escribir algo nuevo. Casado y con dos hijos pequeños, debe inspirarse en un nuevo proyecto para mantenerlos. La ayuda llegará en manos de la actriz y admiradora, Sarah Bernhardt (Clémentine Célarié), quien le presenta al mejor actor del momento, Constant Coquelin (Olivier Gourmet), para que protagonice su próxima obra, con la condición de que se estrene en tres semanas. El entusiasmo y la pasión de Edmond lo impulsará a seguir adelante, a pesar de no tener la obra escrita, sino sólo contar con su título: Cyrano de Bergerac. Bastará para que conozca a la pretendiente de su amigo, a quien ayudará a conquistarla, recitándole poemas. Un juego que terminará atrapándolo en un triángulo amoroso, del que rescatará su musa inspiradora. La historia de Cyrano, el poeta y dramaturgo francés, contemporáneo a Moliere, fue llevado al cine en varias oportunidades. Sólo por nombrar las más importantes, hubo una versión en 1950 dirigida por Michael Gordon, con José Ferrer en el papel de Cyrano; y otra en 1990, donde actúa Gerard Depardieu encarnando al poeta narigón. La nueva versión de Michalik, que traspasa la obra teatral al cine en una versión muy libre y singular, centra su mirada en el proceso de creación detrás del texto y en las dificultades que conlleva poder realizarlos. Ese sueño de un joven artista a fines del siglo XIX, competía con los avances de la Modernidad en el campo del arte. Entre ellos, veremos el nacimiento del cine, con una escena preciosa en homenaje a la primer función que realizan los Hnos. Lumière. El protagonista, encarnado en un idealista y romántico poeta, apuesta a la escritura en verso, en lugar de prosa y, pese a los rechazos que sufre, no resigna su esencia creativa, porque cree en lo que hace. Con una gran reconstrucción de época, y una ambientación creada digitalmente, la película fusiona el estilo de Shakespeare apasionado (1998), y la estética de Mouling Rouge (2001), donde la comedia de enredos y el burlesque van definiendo su ritmo narrativo. Cyrano mon amour, nominada a mejor diseño de producción y mejor vestuario en los premios César 2019, es una propuesta vital, dinámica, y, por momentos, inocente, donde se conjugan grandes personajes y momentos emotivos, que le devuelven una cuota de esperanza al acto creativo, subrayando la importancia del arte que, sin duda, traspasa las barreras del tiempo. CYRANO MON AMOUR Edmond. Francia, 2018. Dirección y guion: Alexis Michalik. Intérpretes: Thomas Solivérès, Olivier Gourmet, Dominique Pinon, Clémentine Célarié Alexis Michalik, Simon Abkarian, Blandine Bellavoir, Mathilde Seigner, Dominique Besnehard, Bernard Blancan, Lionel Abelanski, Nicolas Briançon. Fotografía: Giovanni Fiore Coltellacci. Sonido: Antoine Deflandre, Niels Barletta, Fred Demolder. Edición: Anny Danhé. Duración: 112 minutos.
Si bien «Cyrano Mon Amour» –también conocida como «Edmond»– cuenta con fecha de producción en el año 2019, se mantiene oculta en gran parte del mundo hasta el 25 de junio, día que llegará como novedad a las plataformas de Itunes y Google Play. Se trata de la ópera prima del actor, guionista y director franco-británico Alexis Michalik, que anteriormente había dirigido dos cortometrajes («Au sol» – 2014; «Friday Night» – 2016). En 2016 el dramaturgo escribió la galardona obra teatral «Edmond», en donde relata su versión de cómo se creó «Cyrano de Bergerac». Una de las obras de teatro más famosas de la historia que, con más de 100 años de antigüedad, sigue siendo objeto de representación con un gran número de adaptaciones al cine. Fue tal el éxito de su creación, que decidió llevarlo a la gran pantalla. La cinta, ambientada en plena Belle Époque (1897), relata la historia de Edmond Rostand, un joven dramaturgo que viene de varios fracasos y se encuentra en una crisis creativa. Luego de conocer a Constant Coquelin, el actor del momento, se le encarga crear una obra en solo tres semanas con el agravante de ser la pieza que podría salvar su carrera o terminar de hundirla. A partir de ese momento el protagonista atravesará una odisea en busca de la inspiración. Se trata de una comedia dramática súper efectiva. Se maneja muy bien en el terreno de lo cómico, tomando elementos de la comedia de enredos, trabajando un humor inteligente y sin caer en chistes fáciles o burdos. En ningún momento flojea y siempre se mantiene dinámica y entretenida. Se complementa con justas medidas de drama y un muy particular romance, haciendo especial hincapié en el romanticismo poético y los clichés del espectáculo de antaño. Aprovechando las ventajas de estar ambientada en plena época dorada del teatro, el filme funciona a modo de retrato de cómo un escritor logra encontrar inspiración para diseñar una historia. Y muestra con fidelidad cada etapa de este arduo proceso: escritura, producción, diseño de escenografías, ensayos, problemas de egos, contratiempos hasta último momento, etc. De más está decir que los personajes van a luchar contra viento y marea para lograr completar el prematuro estreno de su preciada obra. Si nos fijamos en su producción, vamos a encontrar un trabajo impecable. Tanto la ambientación, como la dirección de arte, el vestuario y hasta la posproducción de efectos especiales, están bien trabajados y podríamos hablar harto tiempo de su detallismo. Encontramos una estética inicial que evoca a «Hugo» de Martin Scorsese, y de hecho ambas comparten guiños a la invención del cinematógrafo de los hermanos Lumière. Luego se va tornando más cálida y cautivadora en su coloración, al mejor estilo de películas clásicas francesas como «Amelie», siempre conservando una fotografía delicada y elegante, a cargo de Giovanni Fiore. No podemos olvidar mencionar el importante reparto de actores que hacen de este audiovisual una pieza con muchas posibilidades de consagrarse en lo más alto de las comedias francesas. Encabeza el joven Thomas Solivérès, el experimentado Olivier Gourmet y la bellísima Lucie Boujenah. Y completan Mathilde Seigner, Dominique Pinon, Clemetine Celarie y Tom Leeb. Todos actores de gran presencia en el panorama local. En resumidas cuentas, «Cyrano Mon amour» es un excelente homenaje al teatro, que reivindica la importancia del dramaturgo y los artistas detrás de la obra. Con exquisitos diálogos transmite el encanto de la Belle Époque, y combinando ficción con realidad, mantiene un ritmo narrativo muy llevadero. Si bien brilla por su comedia, crea una faceta de romance muy entrañable entre Edmond y su musa, con un interesante concepto sobre la fuerza del deseo. Totalmente recomendable tanto para aquellos asiduos al teatro, como para quienes no conocen mucho del tema. Una divertida sátira que nos recuerda la magia da la dramaturgia.
OBSERVADOR OBSERVADO Presionado por la falta de ideas y con una familia que mantener, Edmond se dice a sí mismo que si no escribe se convertirá en un poeta frustrado, un poeta maldito. La alusión a Charles Baudelaire no pasa desapercibida. Por el contrario, Alexis Michalik la subraya a lo largo de la película mediante la articulación de los travellings del protagonista con el mejor amigo deambulando por las calles parisinas y los planos cenitales que acompañan dichos movimientos hasta el punto de trazar una analogía entre ciudad y mapa. Un recurso empleado solamente cuando los personajes se pierden entre la muchedumbre, los carruajes o los diversos espacios, sobre todo, aquellos tan característicos de finales de siglo XIX. El flâneur en estado puro dentro de la modernidad –otro concepto acuñado por el poeta francés– que, en este caso, además, se vuelve sujeto observado. Esto ocurre porque el cineasta y actor –interpreta a Georges Feydeau– no sólo se vale del término desde lo visual, sino que lo reconfigura para potenciar la estructura narrativa y sostener un ritmo fresco y dinámico así como un tono ocurrente y jocoso. Por un lado, le atribuye a Edmond Rostand como rasgo central una suerte de vagabundeo creativo causado por las críticas y los dos años inactivo. Frente a la urgencia de nuevo material para el protagónico de Constant Coquelin, el joven dramaturgo duda del género – ¿Es tragedia? ¿Es comedia?–, del título – ¿Hercule? ¿Savignain? ¿Cyrano?–, de las características del personaje que inventa a medida que intenta convencerlo, de la cantidad de actos – ¿3, 4 o 5?– y hasta del contenido de cada uno de ellos –las reescrituras–. Por otro, se torna el método de búsqueda de inspiración a través del enlace entre las formas de habitar cada sitio y los vaivenes durante el proceso de escritura. La casa matrimonial aparenta ser un refugio pero resulta esquiva a la hora de trabajar, mientras el balcón actúa en tanto disparador artístico/ romántico; los cafés evidencian lo bohemio, las reuniones, los debates tan propios de la Belle Époque; el hotel funciona como lugar de enredos y revelaciones; los cabarets encarnan la vida nocturna o los deseos más recónditos y el teatro reúne lo aurático, el instante, el juego, las sensaciones genuinas y lo colectivo. En sintonía con esto, resulta muy interesante el abordaje de ambos lenguajes en Cyrano mon amour. Porque si bien al inicio el protagonista se siente afligido e incrédulo por los elogios del público durante la proyección de Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir entendiendo que el cine destruirá las representaciones y las costumbres culturales en el futuro próximo, el punto de vista de Michalik apuesta a lo contrario. Por un lado, resalta la construcción minuciosa de cada personaje, de los espacios dentro del texto, de los diálogos, de los vínculos entre los diversos actores sociales, de los ensayos, del vestuario, del montaje, de la escenografía, de la puesta en voz, del pacto entre obra y público y del valor simbólico del escenario. Por otro, encuentra numerosos lazos en los modos de mirar del cine y el teatro hasta desdibujar los límites de cada uno. Para ello, posiciona la cámara tras bambalinas, junto al autor o fuera de campo en el pasillo a la espera de risas o aplausos de los espectadores como si fuera otro miembro de la compañía pero también mezclándose con ese acuerdo tácito previo que implica sumergirse en el relato, otorgar nuevas sentidos a lo exhibido en el escenario, confiar en aquello representado y experimentar con todos los sentidos ese coqueteo entre lo efímero del aquí y ahora y el momento irrepetible de cada función con lo eterno del registro o del recuerdo. La escena del árbol, con el repentino cambio de ángulo y el giro hacia el final, abraza esa propuesta convirtiéndose en una de las más fascinantes de todo el filme. Cyrano mon amour, entonces, indaga sobre la totalidad del proceso creativo de una de las obras más famosas de fines del siglo XIX donde interviene, por un lado, el homenaje a su autor así como al poeta francés; por otro, el despliegue detallado de cada momento desde la (re)escritura hasta la presentación formal. Un camino que se modifica a partir de las vivencias cotidianas, de los vínculos entre las personas, las palabras y los sentimientos. Un merodeo amparado en la observación, del que también se vuelve sujeto observado. Una mirada de la mirada donde convergen la fugacidad con el fluir del goce pleno. Por Brenda Caletti @117Brenn
Hay películas que son mucho mejores que lo que la sumatoria de sus partes invita a pensar. Es el caso de Cyrano mon amour, “comedia romántica histórica” que recrea –con todas las libertades habidas y por haber– el proceso creativo de la obra Cyrano de Bergerac durante los últimos meses de 1897. Una obra que, desde entonces, fue representada en los escenarios de todo el mundo más de 20.000 veces. La propuesta, se dijo, no suena muy tentadora. El protagonista es Edmond Rostand (Thomas Solivérès), un poeta y dramaturgo que alguna vez fue promesa pero hace dos años no escribe ni una coma. En plena crisis creativa, recibe la propuesta del reputado actor Constant Coquelin (Olivier Gourmet, a años luz de sus trabajos con los hermanos Dardenne) de escribir una obra romántica a su medida. El problema es que tiene apenas tres semanas para desarrollarla, ya que el teatro donde se presentará está amenazado por una deuda casi impagable. Sin idea alguna de hacia dónde ir ni por dónde empezar, Rostand encuentra inspiración en la joven pretendiente de un amigo, a quien le escribe y recita poemas haciéndose pasar por el otro. Rápidamente se establecerá un triángulo entre aquellos versos, el guión a representar sobre el escenario y los sentimientos de un Rostand que nunca imaginó que estaría donde le toca estar. Cyrano mon amour no es demasiado original ni tampoco está muy preocupada por la verosimilitud. Lo que importa aquí es la profunda convicción del director Alexis Michalik en varios aspectos. Por un lado, en el poder de la fábula como fórmula dramática capaz de emocionar con nobleza a través de un recorrido por lugares conocidos que son construidos y narrados como si se tratara de una primera vez. Y, por el otro, la convicción de que la palabra es un componente fundacional de aquello que llamamos química. No parece casual que los diálogos fluyan con la velocidad de una screwball comedy, subgénero en el que la palabra es protagonista central. Michalik podría haber optado por un tono académico con diálogos altisonantes y presumidamente importantes, y una puesta en escena de qualité que se regodee en la recreación histórica. Nada más alejado. El director construye una película liviana, fresca y feliz, genuinamente preocupada por los sentimientos y emociones de esos personajes cada cual más querible que el anterior. Si hasta los acreedores de la deuda se hacen querer a fuerza de simpatía y varias escenas humorísticas. Película de una inocencia anacrónica, Cyrano mon amour divierte con ganas y asoma con un paréntesis para olvidar durante un par de horas los pesares de un mundo en crisis. Porque el cine puede ser muchas, entre ellas un escape. Que así sea.
ámbito.com ámbito.com | Suscribite a nuestro newsletter Esplendor de la Belle Époque ESPECTÁCULOS 25 junio 2020 - 00:00 Esplendor de la Belle Époque Por Paraná Sendrós Ágil, deliciosa, de transcurso impecable y elenco en estado de gracia, con personajes memorables y hermoso tratamiento visual, esta comedia romántica rinde homenaje a la Belle Époque, el loco entusiasmo de los artistas, la inspiración febril de los poetas, y el eco de su inspiración en las mujeres y en la gloria eterna. Edmund Rostand alcanzó esa gloria cuando creó el “Cyrano de Bergerac” y Benoit-Constant Coquelin lo puso en escena. Alexis Michalik la está alcanzando con esta obra que cuenta la maravilla de aquel diciembre de 1897, en que escritura, ensayo y estreno del “Cyrano” fueron casi simultáneos. Pero, en verdad, imagina, potencia, embellece la historia, combina figuras reales y ficcionales, apura el modo en que Rostand pudo haberse inspirado, desvía hacia otra joven lo que el poeta escribió a su mujer (y eso le permite jugar al vodevil, tan de la Belle Époque), agrega un hermoso diálogo sobre la fama fugaz de los actores, describe los nervios de la noche de estreno y también los aplausos y besos posteriores (y qué francés resulta que la esposa vea con orgullo el beso que una admiradora le estampa a su marido). A señalar, de un elenco enorme e impecable, dos actorazos: Olivier Gourmet, conocido por los dramas de los Dardenne, que aquí hace un gozoso y entusiasta Coquelin, y el señor Jean-Michel Martial, el Monsieur Honoré que difícilmente haya existido, pero ennoblece toda la obra. Martial, dicho sea de paso, fue un actor y director malgache, presidente del Consejo de Franceses de Ultramar, y ejemplo de su raza. Un Cyrano de estos tiempos, que vale la pena recordar.
Film francés inspirado en la aclamada obra Cyrano de Bergerac de Edmond Rostand, se estrena en las plataformas iTunes y Google Play. París, 1897, en plena Belle Époque. Edmond Rostand (Thomas Solivéres) es un dramaturgo prometedor. Pero todo lo que ha escrito ha sido un fracaso y ahora sufre una parálisis creativa total. Gracias a su admiradora, la gran actriz Sarah Bernhardt (Clémentine Célarié), conoce al mejor actor del momento, Constant Coquelin (Olivier Gourmet), que insiste en interpretar su próxima obra. Y, además, quiere estrenarla dentro de tres semanas. El gran problema para Edmond es que todavía no la tiene escrita. Solo tiene el título: Cyrano de Bergerac. La película da su comienzo con murmullos de una multitud, pareciera que el punto de escucha se da por detrás de bambalinas de algún teatro. Acto seguido abre la imagen en una luna casi completa en la noche y se inicia un relato histórico en off sobre acontecimientos de la ciudad mientras la cámara recorre lugares de París hasta situarnos en el tiempo presente del inicio del film, 1895. Estamos en el interior de un teatro, una actriz en escena interpreta versos, el público parece descontento, dos hombres se levantan de su palco y se retiran antes de que termine la obra, otro sentado a distancia con su mujer, los observa y decide ir tras ellos para luego escucharles, a escondidas, hablar mal sobre la obra que acaban de presenciar y reírse del autor. La mujer, que se encontraba sentada al lado de este hombre, cuando finaliza la función, sale y lo observa a la distancia, entre la gente, abrumado e invisible mientras escucha las opiniones del público sobre la obra, la mujer decide llamarlo y grita su nombre ¡Edmond! y ahí sabemos que el autor del fiasco del que todxs hablan es él. Su mujer lo felicita y Edmond de alguna forma parece recuperar su confianza pero, de repente, aparece el director del teatro y sin más le confiesa que la obra es un fiasco. A partir de ahí, Edmond entra en un letargo de frustraciones y, mientras camina por la ciudad sintiéndose nada, se cruza con la novedad del cinematógrafo de los hermanos Lumiere. Decide ingresar, están proyectando La salida de los obreros de la fábrica. Edmond escucha al público que está fascinado con lo que él llama “salas de proyección animada” y, al regresar a su casa, termina sacando la conclusión de que este artefacto, en 10 años, acabará con el teatro. Nuevamente su esposa está ahí para sostenerlo y cargarlo de energía para que vaya y haga lo suyo, se sienta y escriba. Y eso hizo Edmond, pero durante dos años no logró absolutamente nada. Esta elipsis de tiempo nos muestra un matrimonio ya abatido económica y emocionalmente, con una esposa cansada de alimentar su ego y a un escritor a punto del colapso a causa de su bloqueo creativo. Hasta que reaparece en la casa del escritor su amiga y actriz Sarah Bernhardt, la mujer que interpretaba la obra del comienzo del film, esta le confiesa que el gran actor Constant Coquelin quiere protagonizar una de sus próximas obras. Edmond queda atónito. Sarah le cuenta que le armó una reunión para hoy. Edmond le dice que no tiene nada escrito. Sarah le responde que entonces se ponga a escribir si no quiere perderse esta oportunidad. Y es ahí donde Edmond decide empezar a desbloquearse ¿cómo? No tiene idea, pero está desesperado, el tiempo corre y entiende que deberá “salir” para buscar la inspiración que no está llegando hace dos años encerrado en su escritorio. A partir de acá el film comienza a convertirse en una comedia episódica de enredos y aventuras, donde la propia vida del autor se mezcla con la historia que decide crear, construyéndose así múltiples metáforas desde el propio guion del film, que van desde adaptar versos a una comedia de actos hasta connotarnos que el cine será teatro y el teatro será cine, borrando por completo los límites entre ambos, como Cyrano, pues jamás podría existir uno sin el otro, y es en función de esta mirada que su director arma la puesta de cámaras como parte de un personaje más de la obra teatral pero también de la película, consiguiendo así que estemos presentes mientras nace una de las obras más populares de la dramaturgia francesa, siendo les espectadores parte creativa y parte observadora a la vez. Formalmente las áreas técnicas, sumadas a la dirección de actores y actrices, cierran a la perfección y se complementan, dándole espacio a lo realmente importante en las películas: la historia, y si bien se han realizado varias versiones de esta obra teatral, tanto en el cine como en el teatro, Cyrano Mon Amour logra una mirada fresca sobre la vida del poeta previa a su éxito que nos terminará ganando minuto a minuto y concluyendo con una de las escenas más maravillosas (la del árbol), dándonos una sutil lección sobre el observar y, con tan sólo un mínimo cambio de ángulo en la mirada, eliminará por completo la objetividad del arte en cualquiera de sus formas. Cyrano Mon Amour es una comedia satírica francesa, con algunos tintes dramáticos, que irá narrando, de manera episódica, los diferentes momentos del proceso creativo que atraviesa el autor de una de las obras más famosas de fines del siglo XIX. Es un bellísimo film dirigido por Alexis Michalik, quien también interpreta el papel del dramaturgo Georges Feydeaud, antagonista de Edmond Rostand en la historia.
Cyrano de Bergerac es un nombre que pesa fuerte en el ámbito teatral, la famosa obra ha sido interpretada en todo el mundo más de 20.000 veces tras su estreno en París en 1897. En esta película, el guionista y director Alexis Michalik expone como la pieza teatral fue concebida, el proceso de escritura, la elección de los personajes, los ensayos y varias cuestiones atinentes al quehacer teatral. El resultado es un filme entretenido y sofisticado, a través del cual se conocen en profundidad cuestiones sobre la obra y sobre el hombre detrás de la misma, su autor, Edmond Rostand. A finales de 1800 en París, el reconocido pero no tan celebrado Edmond Rostand debe escribir una obra de teatro para ser estrenada en breve, antes de la clausura de un teatro. Es una oportunidad única para poder alcanzar el reconocimiento tan merecido y que no ha logrado con sus producciones anteriores. Tras estar mucho tiempo sin escribir ninguna obra, Rostand debe empezar a bocetar ciertas ideas para presentárselas al protagonista de la pieza. La inspiración llega de la forma menos pensada, pero el autor logra encontrar el personaje sobre el cual basar su nueva obra de teatro: Cyrano de Bergerac. La película se centra y plasma, con licencias poéticas y narrativas que contribuyen al relato, las semanas de escritura y ensayo previas al estreno. De forma ágil y entretenida se presentan los personajes que rodean a Edmond, claves para la construcción de la pieza dramática. Discusiones, amistades, personajes inspiradores y otros muy particulares forman parte de esta cuidada y magnificente producción. Las vivencias y emociones del escritor se verán reflejadas en la construcción de la estructura dramática, nada está definido ni pensado con antelación; como en su propia realidad, la obra también se modifica. La realidad se refleja en la ficción como una especie de diario personal. Sin duda, la palabra es un elemento de gran importancia en esta pieza cinematográfica que utiliza una narrativa poética y sencilla. Es la herramienta del romanticismo más ingenuo y puro, de los sentimientos reales que se ven reflejados en la obra teatral que el autor escribe. El gran acierto de Michalik en este filme, nominado a los premios César el año pasado por Diseño de producción y Diseño de vestuario, es llevar a la pantalla una historia divertida, sofisticada y sencilla, que no tiene grandes pretensiones dramáticas ni narrativas, pero que sin embargo logra emocionar al espectador. Un filme de gran encanto que rinde homenaje a su creador. Calificación: Muy buena. Esta reseña fue publicada en Diario La Prensa con fecha 27/06/2020.
París, 1897. Edmond Rostand es un joven dramaturgo con gran talento. Pero todo lo que ha escrito ha sido un fracaso y ha entrado en crisis. Gracias a su admiradora, la gran actriz Sarah Bernhardt, conoce al mejor actor del momento, Constant Coquelin, que insiste en interpretar su próxima obra. No solo eso además quiere estrenarla dentro de tres semanas. El gran problema para Edmond es que todavía no la tiene escrita. Solo tiene el título: Cyrano de Bergerac. Luego de muchas adaptaciones de la obra, esta película encara en tono de comedia el proceso que llevó a Rostand a escribirla. Sin ningún atisbo de realismo y con muchas ganas de entretener, la película es insólitamente ligera y divertida. Pero aun siendo así, consigue emocionar hasta las lágrimas incluso cuando lee las escenas finales del texto o las interpretan en la obra. Eso habla de la habilidad de los realizadores y también de la potencia inmortal de Cyrano de Bergerac. Para cerrar bien arriba, escenas de las principales adaptaciones se suceden en los títulos finales. Mejor homenaje, imposible.
MICHALIK, ROSTAND Y CYRANO: CINEASTA, DRAMATURGO Y PERSONAJE La ópera prima del actor francés Alexis Michalik narra el proceso de creación de la famosa obra de teatro Cyrano de Bergerac, del dramaturgo Edmond Rostand. Su autor, en la versión de Michalik, concibe a Cyrano como su alter ego. Este es un personaje trágico, héroe romántico basado en un poeta real, fallecido 242 años antes del estreno de la obra. Cyrano de Bergerac es representante del denominado “neorromanticismo”. Cyrano se encuentra enamorado de una mujer llamada Roxane, pero teme que no le corresponda. ¿La razón? Su fealdad, específicamente su nariz desproporcionadamente grande. El poeta decide expresar sus sentimientos usando el nombre de un amigo suyo, Christian, más bello, pero sin el mismo talento con las palabras. Roxane se enamora de los versos de Cyrano pensando que se trata de Christian. Los dos amigos se van a la guerra y Christian muere, implorando a Cyrano que diga la verdad a Roxane. Pero Cyrano no lo hace hasta luego de 15 años cuando, en una de sus visitas al convento en el que Roxane se ha retirado para hacer luto, un trozo de madera le cae encima provocándole una herida mortal en la cabeza. El poeta finalmente muere confesando su amor secreto en manos de Roxane. La obra de teatro implica un gesto de romantización de una figura histórica, cuya vida se utiliza como base para construir un relato de amor platónico con un desenlace trágico. Michalik lleva adelante una segunda romantización o romantización en segundo grado, esta vez no del poeta Cyrano sino de Edmond Rostand, el autor de la obra. La tesis de Cyrano como alter ego de Rostand le permite al director hacer de su película una obra romántica en la que un poeta lucha por recuperar su inspiración perdida y alcanzar el éxito en la escena artística. Michalik emula un lugar de enunciación propio de los musicales festivos, al estilo de otras películas como Moulin Rouge o Chicago. Se trata de una exploración interesante, puesto que, en el género cinematográfico del musical, descansa un espíritu que posee conexiones con la estética romántica; un espíritu celebratorio y vital, íntimamente vinculado con el baile como expresión del júbilo de vivir y del amor como el gran canalizador de esa energía. Los personajes de Michalik no bailan con el cuerpo sino con la lengua, imaginando versos por el puro placer de la sonoridad del lenguaje, y corretean de aquí para allá, con un vigor que los desborda. Sin embargo, mientras que Cyrano de Bergerac, la obra de teatro, es una tragedia, la película de Michalik no lo es. La trama principal de Edmond Rostand buscando la inspiración es unida a la historia del amor trágico del Cyrano personaje: el director imagina a Rostand como Cyrano, a su mejor amigo Léonidas como Christian y a la novia de Léonidas, Jeanne, como Roxane. Los límites entre ficción y realidad se confunden, así también como el orden en el que ficción y realidad suceden. Michalik escribe la relación entre Edmond, Léonidas y Jeanne inspirado por la relación entre Cyrano, Christian y Roxane; luego en el primer plano ficcional (la película), Edmond hace el movimiento inverso: se inspira en sus intercambios con Jeanne y Léonidas para escribir a Cyrano, Christian y Roxane. Una verdadera confusión generada por la proyección de distintas capas de ficcionalidad dentro de otras: el dramaturgo deviene personaje, el personaje dramaturgo y, por qué no, el director de cine también se vuelve dramaturgo. Porque, en este esquema, Edmond puede ser leído como el alter ego de Michalik (que además de dirigir escribe), así como lo fue el Cyrano de carne y hueso, de Edmond. Uno podría imaginar una proyección inacabable, similar a cuando se enfrentan dos espejos, en la que un escritor haya utilizado a Michalik como alter ego en una obra que nos tiene a todos como actores representando un rol. Sin embargo, estas apreciaciones son más una divagación que una lectura estrictamente centrada en la película del director francés. Hablan, sí, de que el relato es exitoso a la hora de captar la atención y la imaginación. En todo caso, un elemento que no termina de vincularse bien con el resto del largometraje es el personaje de Monsieur Honoré, el tabernero negro que sugiere el título de la obra a Edmond. Y es que Monsieur Honoré, hombre extremadamente culto, noble y distinguido es un personaje que más cabría esperarlo en una obra de teatro neorromántica de fines de Siglo XIX que en la película de Michalik, poblada de personajes con dudas y altos y bajos. Tal vez el personaje fue pensando como un guiño, otro de los tantos gestos de intertextualidad de la película. Sea como sea, Cyrano mon amor es una comedia divertida, con un espíritu celebratorio que aúna la actitud romántica de la obra en la que está basada, pero convierte la tragedia en comedia, refiriendo a un ritmo y a una estética propios del género del musical cinematográfico.
Nominada a dos Premios César de la Cinematografía Francesa (Mejor diseño de vestuario y mejor diseño de producción) esta propuesta de Alexis Michalik, responsable también del guión y de la adaptación de la pieza teatral, nos invita a sumergirnos en el mundo de Edmond Rostand, durante su proceso de creación de Cyrano de Bergerac, para algunos considerada la obra teatral más importante de su país. Narrada en clave de Vodevil, y con solventes actuaciones, el film se desarrolla con un gran sentido del ritmo y dinámica, en el que se abre paso además a algunas de las recreaciones de la obra original, todo ello condimentado con un gran humor y con eficaces gags que acentúan la progresión de la trama. El actor Thomas Solivérès personifica al Rostand de esta propuesta, dotándolo de un sutil humor y un acentuado romanticismo, acompañado por el siempre eficaz Olivier Gourmet y Mathilde Seigner, en un elenco sin fisuras. Una verdadera celebración del teatro en el cine, sin por ello incurrir en morosidad (como algunas veces suele suceder) el montaje es ágil y resuelto y todos los rubros técnicos se encuentran ajustados. Cyrano Mon Amour no sólo homenajea a la pieza de referencia, sino también a su sustento, que es la actuación, y el propósito esencial que conlleva tal profesión. No en vano Michalik, su director, es también actor, quien además se reserva uno de los personajes del film. Sobre los créditos del final, y como regalo especial, se van a poder apreciar en breves segmentos, todos los actores que personificaron a este célebre personaje de la dramaturgia francesa.
Una comedia con mucho encanto que refleja los vaivenes de la creación de una obra de teatro que nunca se dejó de representar desde que la escribo Edmond Rostand. Esta ficción imagina los avatares de la escritura de la famosa “Cyrano de Bergerac” en diciembre de l897, con un poeta dramaturgo que viene de fracaso en fracaso y obtiene por azar el encargo de escribir una obra para un conocido actor acuciado por las deudas y otras persecuciones. La deberá terminar en tres semanas, se irá ensayando a medida que entrega los actos, entre exigencias de los empresarios, imposiciones de actrices, pedidos del protagonista y una historia paralela que le sirve de inspiración y lo hace enamorarse de su propia fantasía. Simpática, muy hablada, llena de enredos, sin demasiada sustancia pero definitivamente entretenida y muy bien ambientada con grandes actores. Todos los efectos seductores del detrás de escena de un teatro y luego el final feliz con el éxito rotundo. Durante los títulos los grandes actores que la interpretaron a lo largo de los años con algunos olvidos.