La bala y la justicia La historia de este film involucra por un lado elementos del western y por otro la relación de los hombres con su entorno. Además de la trama de thriller, que tiene por objeto revelar el misterio sobre la verdadera desaparición de un personaje clave, padre del protagonista, en un pasado considerado traidor o desertor del ejército, pero sobre quien existen versiones encontradas. Hay un hijo, médico militar, que busca saber la verdad y para ello la travesía individual y la desobediencia a sus superiores marcan la tensión del relato que rápidamente se instala en los andariveles del western y en las hostilidades de la propia naturaleza. Hay entonces dos naturalezas en pugna, la del paisaje de montañas y la humana, atravesada de miedos, codicia y anhelos de justicia o al menos venganza. En ese cruce interesante de fuerzas también pesa el valor de otras dimensiones extra terrenales, de lo místico por ejemplo y de una reconstrucción del pasado a partir de la unión de historias pequeñas. La riqueza de Desertor es la amalgama entre el paisaje y su hostilidad, con la superficie del western y su esencia que no es otra que la defensa de un territorio y en segundo plano del propio honor. Cruces de redención y sangre no pueden faltar en todo western y la película de Pablo Brusa no es la excepción a la regla porque las balas son pocas pero cada disparo se escucha como si fuese una ráfaga de metralla. El tiempo y la contemplación acompañan lo justo y necesario en la aventura de sobrevivir al presente pese al pasado.
Rafael Márquez, quien se está formando como médico militar, carga con el peso de su papá en sus hombros, ya que tiempo atrás se convirtió en desertor del ejército argentino, una vergüenza para sus compañeros y familia. Sin embargo, con la llegada de uno de sus colegas y amigos personales, el coronel Santos, se entera de que su padre murió a manos de un ermitaño que vive en la montaña. Es así como se embarca en su búsqueda. “Desertor” es una película que no solemos ver en el cine nacional, la cual se enmarca dentro del western contemporáneo, donde el protagonista busca no solamente venganza por su padre sino realizar una introspección acerca de su pasado para entender mejor los hechos y los valores que lo rodean. Es un film que se ve beneficiado de su fotografía y ambientación, la cual juega un rol central a la hora de enmarcar a la historia. Rodada en Uspallata, Mendoza, en un ambiente árido, desierto y hostil, el paisaje provoca que los personajes se pierdan entre tanta inmensidad y soledad pero a la vez se encuentren con su verdadero carácter y pasado. Lo mismo ocurre con la música que va generando el clima deseado para contar el argumento, por momentos es más nostálgico o dramático y por otros es de suspenso. Presenta un ritmo lento, ya que al principio hay mucho diálogo entre los personajes pero poca acción y luego presenciamos el viaje literal y metafórico del protagonista donde lo real y lo imaginario u onírico se mezclan. Allí entra en juego las tradiciones indígenas, la búsqueda de introspección y los fantasmas del pasado. Sin embargo, existen muchos momentos de tensión que mantendrán atrapado al espectador. Con respecto a las actuaciones, debemos destacar sobre todo las de Marcelo Melingo y Daniel Fanego, cuya experiencia le da cierta solidez a la historia. Ambos actores interpretan a personajes decisivos para la trama, con una personalidad marcada, personificando el mal y el bien en su carácter. Santiago Racca, que hace del protagonista, logra una actuación correcta, no solo en lo corporal, sino sobre todo en lo psicológico y en la transformación de su personalidad a lo largo del viaje. En síntesis, “Desertor” es una película distinta dentro del cine nacional, que si bien presenta un ritmo pausado, logra atrapar al espectador gracias a una mezcla entre lo real y lo imaginario, provocando cierta confusión no solo en los protagonistas sino también en el público, y al atractivo visual, que con la inmensidad de su ambiente se convierte en un personaje más.
Desertor: ¿Te le atrevés a la montaña? Un film filmado enteramente en Uspallata, Mendoza, llega para robarse la pantalla. Para la milicia, no hay nada más deshonroso que ser un DESERTOR. ¿Qué significa eso? Significa dejar tu puesto como miembro del ejército así sin más. No estamos hablando de renunciar o jubilarse. Acá no se siguen canales ni nada similar. En estos casos, según el concepto más clásico, el soldado que abandona su puesto es considerado un cobarde. No hay excusa que valga. Y sos tan malo como cualquier criminal que se te pueda ocurrir. En Desertor (2019), tenemos a Rafael Marquez (Santiago Racca), hijo de un soldado que fue, cuando desapareció, tildado de desertor. Rafael, de adulto, se unió a la milicia como su padre y vive con el estigma de que éste haya sido una vergüenza para el ejército y para el uniforme. Pero como en todo buen film, algo de duda e incertidumbre debe haber. Y el misterio empieza a acechar cuando, luego del regreso del Coronel Santos (Marcelo Melingo), una chica llega de noche al cuartel a dejar un bolso viejo de un soldado. El bolso resulta ser del padre de Marquez y su mera presencia desencadena una serie de eventos que moverán la trama de la película. La historia pasa pronto de la vida en el cuartel a un viaje por el desierto de Mendoza, que se destaca por una fotografía única que resalta la zona en todo su esplendor bajo el sol. Estas escenas contrastan con las nocturnas tanto como es imaginable pero sin perder su brillo. Particularmente, por ese engañoso punto que existe entre que una escena nocturna sea una pantalla negra o no. En este caso lo manejan con gran destreza y, especialmente la escena de Marquez a la luz de la luna, logra un ambiente muy particular y con la iluminación exacta para no tener que forzar la vista intentando descifrar qué pasa en la escena. Pascual Uribe (Daniel Fanego) resulta ser el guardián de los secretos en esa zona remota de Uspallata, que es el camino del Inca y donde vive en una granja en medio de la nada. La historia es intrigante aunque clásica: Revelar la verdad sobre lo que le pasó al padre. Pero está tan bien lograda que es entretenida de ver, especialmente porque tanto las actuaciones como la dirección es impecable. Todo con una ligera nota de misticismo mezclado en la narración, lo que le da un impacto extra a una historia de por sí atrapante. Desertor (2019) dura 1 hora 27 minutos, no se excede con tiempos innecesariamente largos y aprovecha cada uno de sus momentos en pantalla. Desde que comienza, la historia (puesta en los hombros de 5 actores la mayoría del tiempo), avanza constantemente encontrando balancearse sobre esa difusa línea que divide a los films lentos de los que te abruman de un golpe. Además del hecho de que, en buena parte del film, suele haber como mucho dos personajes en escena. Y siguiendo la línea de los no excesos tenemos el uso de las armas que, considerando que es un film cuya historia se centra alrededor de soldados y cuarteles, las utiliza increíblemente poco y solo donde es netamente necesario. Particularmente cerca del fin. Entre lo más interesante se encuentra el misticismo que invade al film. Primero se presenta como «la montaña que te afecta la mente», como dice el Principal Gutierrez luego de que Marquez lo encuentra vagando solo por la montaña. Luego, poco a poco, va tomando forma en algo más concreto. Se usa con mucho cuidado y sin exagerar, una pequeña pizca de magia que acompaña bien a los personajes y la zona que se eligió para contar la historia. Desertor (2019) es el film argentino que no te podés perder. Logra la mezcla perfecta de historia, personajes, actores, filmación y locación. Uspallata cobra vida y, en su desertica gloria, se vuelve parte indispensable del film. Pablo Bruna logra como director un film completo y atrapante en todo sentido.
Entre sueños y realidades, Pablo Brusa desarrolla un potente relato sobre búsquedas e identidad en el seno de las Fuerzas Armadas. Mientras un joven desea saber qué pasó con su padre, revelaciones oscuras del pasado configuran el espacio narrativo para indagar acerca de la obediencia debida, el deber ser, y aquello que nunca deberia haber sido. Filmada en espacios naturales con precisión y elegancia, esta producción rodada en la provincia de Mendoza merece ser vista.
Pesada Herencia Nunca es fácil seguir los pasos del padre, pero además el cabo Rafael Márquez (Santiago Racca) debe cargar con el estigma de ser el hijo de un desertor. Una década antes, su padre era un oficial respetado en el mismo cuartel donde ahora sirve él, pero de un día para el otro desapareció sin dejar rastro, abandonando su puesto y a su familia. El joven cabo entrena y estudia en el comando de montaña, sabiendo que necesita esforzarse el doble para sobreponerse a su historia, una que todo el mundo conoce en esa base donde presta servicio y donde incluso su superior supo ser camarada del padre. Es una realidad áspera pero a la que medianamente tiene controlada. Hasta que el regreso de un oficial veterano de aquellos años desencadena la reaparición de una misteriosa joven que demuestra tener pruebas de que la historia no fue como figura en los informes oficiales. Nuevamente desestabilizado, pero al fin con algunas piezas más del rompecabezas reveladas, Rafael abandona la base para buscar al último hombre que supuestamente vio con vida a su papá y que podría haber sido su asesino. Magia de la tierra El misterio con tintes sobrenaturales que ofrece Desertor se apoya principalmente en las actuaciones de sus dos o tres personajes más importantes y en lo que pueden hacer con una trama que no da muchos rodeos para llegar de un punto al otro. En cuanto juega sus primeras cartas ya se prevee toda la mano. Si sorprende con algún giro es sobre todo porque nunca establece explícitamente sus propios límites para lo que es posible y lo que no en su mundo. Algo lenta y sin grandes momentos para destacar, resulta tan árida narrativamente como el contexto castrense y cuyano donde se ambienta. Desertor está poblada de hombres de pocas palabras, reticentes a exponer sus ideas o sentimientos a la vista del afuera. En esa aspereza encuentra parte de su identidad, pero exige algo de paciencia del espectador mientras su protagonista se arrastra por el paisaje desértico en busca de las piezas que le faltan para entender su propia historia; una historia que le fue arrebatada con la inesperada desaparición de su padre, a la vez que le dejó una responsabilidad que cumplir para restaurar su honor.
Hombres de piel dura Rodada en la localidad de Uspallata a 2500 metros sobre el nivel del mar, Desertor (2019) es un relato acerca de decisiones trascendentales. La historia sigue la forma de un western vernáculo en la desértica zona de montaña y comienza en un regimiento del ejército argentino. En las afueras, indios mapuches, fantasmas y desertores rondan por doquier. Rafael Márquez (Santiago Racca) es un soldado que estudia medicina. Un día se entera por parte del coronel Santos (Marcelo Melingo), de que su padre, a quien creía desaparecido hace veinte años, fue asesinado por un hombre ermitaño (Daniel Fanego) que vive aislado en medio de la montaña. Con un fuerte sentimiento de venganza sale a buscarlo a caballo hasta que la realidad lo sorprenda con otro desenlace para su vida. La película de Pablo Brusa cuenta una historia vista infinidad de veces en el cine americano pero pocas en la pantalla nacional. Historias de identidades cruzadas por la venganza en medio de un género propiamente físico, enlazado con el viaje iniciático de descubrimiento que entabla el protagonista. La película logra con buenas intenciones y la majestuosidad de los paisajes, llevar a buen puerto sus ideas. El principal componente de estos relatos es que sus bases están sostenidas por los giros argumentales. Su solidez estructural cimienta su verosimilitud, es decir, aquello que creemos o dejamos de creer en la pantalla depende de los vaivenes narrativos. De este modo la ambigüedad en la elaboración de los personajes se disuelve rápidamente por el enfrentamiento entre buenos y malos. Un punto no siempre firme que, por momentos, se siente débil y forzado. Un capítulo aparte merecen las actuaciones en quienes recae la atención y tensión de las escenas por ser pocos personajes en medio del imponente paisaje. Las apariciones de Marcelo Marcelo Melingo y Daniel Fanego (como un probable Coronel Kurtz), elevan la película y cargan de interés a esta historia. Por su parte Santiago Racca cumple con un trabajo físico a tono con el carácter de su personaje forjado por el paisaje. Desertor engloba una interesante propuesta, porque se aventura a una producción poco habitual y porque logra contar con herramientas mínimas la noble y potente épica de hombres de pocas palabras -y sentimientos- enfrentados en medio de la nada.
La primera imagen es climática: la cámara planea entre las montañas y un cuasi desierto. Una más que agradable sorpresa es sentarse en la butaca y encontrarse con un western hecho y derecho, en la geografía de Mendoza, con las montañas marcando un límite y una narración, seca cuando debe serlo, austera, y con los códigos que el género impuso a fuerza de balas y pocas palabras. Aunque en verdad Desertor tiene poco de todo: no hay muchos tiroteos, y se dice solamente lo necesario. Si el género del que se nutre el director Pablo Brusa es uno de los dos que inventó Hollywood -el otro es el musical-, las acciones no transcurren en el siglo XIX, sino que son casi contemporáneas. Hay un personaje, en primera instancia el del título, que desapareció hace diez años, declarado, entonces, desertor. Su hijo, el cabo Rafael Márquez, que también, como él, siguió la carrera en el Ejército argentino, desea saber qué fue de su vida. De a poco, el protagonista advertirá que no todo en el regimiento está tan claro como él suponía. El regreso del coronel Evaristo Santos, quien estuvo al lado de su padre, en vez de tranquilidad le genera resquemores, y cuando salga a la búsqueda de su padre, tras la aparición de una mochila, dejada por una india, todo se embrollará más. Hay un personaje del que se habla, Pascual Uribe, que tal vez sea la punta de ovillo, más cuando Santos le dice a Márquez que su padre está muerto. Desertor es una película sobre el honor, sobre la naturaleza humana y la de la Tierra. Sobre solidaridades, encubrimientos y valores, propios, de dignidad y de coraje. La estructura del filme no se resiente pero, para disfrutarlo, conviene no saber más, ni siquiera ver el trailer del filme. Santiago Recca, mendocino, es el protagonista. Está medido y no hace un gesto de más, estando bien acompañado por Daniel Fanego (¿hay alguna película en la que no esté bien?) y un caracterizado avejentado Marcelo Melingo. Los rubros técnicos no hacen otra cosa que apoyar con acierto la buena narración de Brusa.
La opera prima en el cine de Pablo Brusa, un hombre de amplia experiencia como fotógrafo, productor, codirector de una miniserie premiada. Una película de género. Un western vernáculo que tiene como otro protagonista al paisaje de la pre-cordillera, y la determinación de un joven soldado que decide llegar hacia la verdad sobre lo ocurrido con su padre. Se crio pensando que era un desertor. Hasta que la llegada de un colega a su regimiento le revela que fue asesinado por un ermitaño. La misteriosa aparición de la mochila de su padre termina por redondear su objetivo, desentrañar la historia paterna. Además de la progresión del suspenso hasta la revelación, otros elementos juegan en una historia que por momento se enreda, pero no pierde los objetivos. La corrupción, las creencias, las supersticiones, la creación del propio destino, la identidad son los temas importantes. El resultado es un film potente, con las buenas actuaciones de Daniel Fanego, una presencia siempre bienvenida, Santiago Racca, Marcelo Melingo y Milagros Ponce.
"Desertor": western mendocino La película protagonizada por Santiago Racca (del grupo Fuerza Bruta) es un intento, logrado a medias, por trasladar la ética y algo de la estética de las películas del Oeste a nuestra geografía. La imagen de un hombre a caballo con imponentes montañas desérticas de fondo, sumada a una banda de sonido diáfanamente evocativa, revelan sin retrasos la fijación de Desertor –ópera prima del realizador Pablo Brusa– con algunos de los rasgos iconográficos más representativos del western. Sólo el uniforme militar, moderno y característico de estos pagos, certifica que la historia no tendrá como telón de fondo el auténtico Lejano Oeste, aunque sí se pondrán a punto varios de sus códigos cinematográficos recurrentes, incluido el duelo final. Al protagonista, un joven militar de nombre Rafael que pasa sus días estudiando medicina en un regimiento de montaña (el debutante Santiago Racca, miembro de la compañía Fuerza Bruta), el pasado se le viene encima cuando un ex colega de su padre regresa a la institución para hacerse cargo del mando. La palabra “desertor” escrita en un espejo empañado no deja lugar a duda: el destino de su progenitor, dado de baja y desaparecido una década atrás, no dejará de hacerle sombra en el presente. La aparición sorpresiva de una mochila, sin embargo, funge como metáfora de todo lo que permanecía oculto y que ahora ha comenzado a resurgir, como un muerto vivo saliendo de la tumba. El viaje y la aventura como recorridos geográficos literales le ceden velozmente una porción del espacio a lo simbólico: desoyendo las órdenes de la superioridad –encarnada por un Marcelo Melingo al límite de la villanía de manual–, el muchacho monta en su caballo y parte a una cita con lo desconocido, con apenas un par de pistas polvorientas como única ayuda para la misión. Los planos aéreos de la región montañosa de Uspallata, en Mendoza, donde la película fue rodada, adquieren por momentos la cualidad de las postales turísticas, casi lo opuesto de aquello que Alejandro Fadel había logrado plasmar en la reciente Muere, monstruo, muere: que lo bello troque en ominoso y lo familiar en silueta irreconocible. No hay aquí elementos fantásticos, aunque la aparición de una joven mapuche, conocedora de ritos y códigos antiguos, y el roce con señales y sueños aciagos permite avizorar que lo que vendrá tiene que ver (y mucho) con el choque de culturas, con heridas nunca cicatrizadas, con viejas opresiones y matanzas. Desertor suma paladas de cal y de arena de forma alternada y a un diálogo impostado, con alma de recitación, puede seguirle un momento de tensión genuina, en particular luego del encuentro con el ermitaño interpretado por Daniel Fanego. Ciertas “explicaciones” bajo la forma de un embrujo psicotrópico –en realidad, un flashback disfrazado de ensueño– pueden provocar alguna risa involuntaria, aunque el enfrentamiento final, cuando todas las cartas están ya echadas sobre la mesa, vuelve a encarrilar los minutos finales de la historia. El de Pablo Brusa es un intento, logrado a medias, por trasladar la ética y algo de la estética de las películas del Oeste a nuestra geografía, nuevo recordatorio de que los realizadores argentinos aún se deben la oportunidad de contar el nacimiento de la nación con armas cinematográficas.
Un western criollo Con guion de Mario Pedernera, Hugo Curletto, y dirección de Pablo Brusa, Desertor es una bien lograda producción, con acción fuerte y bien clarificada. El mencionado guion traza una historia excelente, bien ordenada y dispuesta para una imaginativa construcción de un universo de conspiración real enmarcado en el ámbito castrense, en un espacio árido y solitario, en el que los personajes se ven envueltos por la desazón y cierto miedo a lo desconocido; derivado de ello, luego se abre una nueva punta narrativa que desemboca en un relato mágico tanto como espiritual y onírico. Adaptar la idea y el modo de un western a una historia local no es sencillo, pero una excelente construcción de la historia y la adecuada interpretación de un elenco a medida logran llegar al resultado es más que interesante. En el elenco se destacan Santiago Racca como Rafael Márquez, Marcelo Melingo como el superior que guía a Rafael a su llegada al cuartel, y Daniel Fanego como el hombre solitario que vive alejado de todo y de todos. Mención aparte también para el muy buen trabajo de Milagros Ponce. Claro que otro punto de apoyo para llevar a buen puerto la película es la geografía y la adecuación del espacio a la historia de un soldado que persigue la memoria de su padre en tanto sigue sus propios pasos, dentro de una estructura de mando que no entrega margen para el pensamiento individual. Lo más importante de subrayar es la sensación que impregna todo y deja en el espectador un mensaje sobre las decisiones y el destino, las cuales no siempre van entrelazadas. A veces son cuestiones que nos superan.
Western andino con códigos militares. Crítica de “Desertor” de Pablo Brusa. Rafael Márquez se está formando como médico militar en un regimiento de montaña. Carga con la deshonra de tener un padre desertor del ejército, pero logra sobrellevar su carrera dignamente. La llegada al regimiento del legendario coronel Santos, amigo de su padre, y la aparición de una misteriosa mochila, avivan los fantasmas de Rafael. Santos le confiesa que su padre nunca desertó sino que fue asesinado por un viejo ermitaño que vive en medio de la cordillera. La noticia lanzará al joven soldado a una intensa búsqueda de su verdadera historia. El paisaje mendocino de Uspallata es testigo de una historia de venganza y traiciones. La fotografía del cordón cordillerano le da un marco maravilloso, que recuerda a films neo-western como “Sin Nada que Perder” de Mackenzie Davis o “Los Tres Entierros de Melquíades Estrada” de Tommy Lee Jones. El director aprovecha el paisaje natural, con cuevas y estructuras rocosas, para construir un relato atractivo desde lo visual y potente dentro de lo narrativo. La carga dramática está a cargo del debutante Santiago Racca, mendocino e integrante del grupo teatral “Fuerza Bruta”, en el papel del cabo Marquez, quien lleva encima el estigma de su padre, declarado desertor del ejército tras desapareccer sin dejar rastro. Acostumbrado a arriesgar su cuerpo en el grupo teatral al que pertenece, acá también lo veremos en escenas de riesgo creibles. Pero sorprende en la composición de un papel lleno de matices, que va cambiando su personalidad a medida que transcurre la historia y la verdad empieza a salir a la luz. Una transformación que es funcional a un relato plagado de idas y vueltas, extraños personajes espirituales y brujerías. Aunque aparece tarde en la película, también es para destacar el papel de Fanego como Pascual Urbe, un hombre recluido en su rancho y alejado de la sociedad. Un personaje muy atractivo que guarda un enigma que de a poco se irá revelando en la película. La música es otro de los grandes protagonistas: Guitarras acústicas, violines que levantan el tono en los momentos de tensión le imprimen el coctel ideal a la travesía del Cabo Marquez a través del paisaje andino de Mendoza. “Desertor” es un novedoso film, un western moderno que combina ritos paganos, traiciones, venganza y personajes ermitaños, enfrentados a las ataduras de la sociedad y a los severos códigos militares. Un relato sobre la hombría con una sobria puesta en escena en la construcción del espacio en el que dirimirán sus diferencias, una tierra yerma atravesada por distintas tensiones históricas y étnicas. Un thriller con toques de acción y suspenso que explora a un grupo de personajes enfrentados por problemas personales pero que se hace espacio para reflexionar sobre la conflictiva historia de un lugar atravesado por la violencia y la expropiación de tierras. Puntaje: 70/100. Share this... Share on FacebookTweet about this on Twitter Uncategorized Editar"Western andino con códigos militares. Crítica de “Desertor” de Pablo Brusa." Puede que también de guste Mujer Medicina 30 octubre, 2019 Julian Esteban
Llega a las salas de cine Desertor, una película del cordobés Pablo Brusa. Filmada íntegramente en Uspallata, mezcla de western moderno y terror psicológico. La película nos presenta a Rafael Márquez (Santiago Racca), un suboficial que estudia enfermería en un regimiento. El joven debe convivir con el estigma de que su padre fue declarado desertor del ejército, luego de desaparecer sin dejar rastro alguno. Un día, una extraña mujer mapuche deja la mochila que perteneció al “traidor”. Luego de eso, el coronel Evaristo Santos (Marcelo Melingo), amigo de su padre, le confirmará la (supuesta) verdad: el hombre fue asesinado por un ermitaño que vive en el medio de la montaña. Es así que, con gran sed de venganza, Rafael Márquez emprenderá un viaje hacia las montañas para dar con el paradero de este hombre. En el trayecto irá descubriendo que las cosas no son tal y como las imaginaba: sobrevivir en la inmensidad de las montañas, en el medio de la nada, es algo para pocos. Los planos generales no sólo muestran la inmensidad y la belleza del lugar, sino que además remarcan la soledad del protagonista. Las montañas pasan a ser una suerte de personajes que marcarán parte del relato y del camino que transita Rafael Márquez. En determinado punto, alguien le advertirá el poder que tienen de volver loco a cualquiera. Es ahí donde se generará un quiebre en la trama, donde cada situación que se nos muestre nos hará cuestionarnos la cordura del joven militar. Desertor, al comienzo, parece ser un drama más sobre un joven perseguido constantemente por la sombra de su padre, pero que busca alejarse de ese camino, aunque todos los indicios lo lleven a ser lo mismo. Aun así, la película irá volcándose lentamente hacia una especie de terror psicológico, donde reinará la paranoia, el miedo, la incertidumbre y el desconcierto. Nada parece ser lo que realmente se muestra. Estas inquietudes generarán un clima de tensión que permanecerá intacto hasta el último segundo. Desertor también aprovecha la oportunidad para lanzar una crítica discreta (pero bastante directa) hacia el rol del Ejército y cómo algunas altos mandos suelen ejercer su poder de una forma violenta y arbitraria, como si tuviesen derecho a lo que se les dé la gana. En este contexto de injusticia, Pablo Brusa aprovecha para captar y dejar en evidencia el abandono, la discriminación y la violencia que sufren los pueblos aborígenes, marginados y olvidados por gran parte de la sociedad. La película es impactante e imponente tanto desde un aspecto narrativo como visual. Constantemente nos traerá y llevará por diversos tipos de emociones y sensaciones. Dentro del relato no se olvida de hacer una crítica social hacia el rol de las Fuerzas Armadas y la violencia hacia los pueblos aborígenes.
El imponente paisaje de Uspallata, en Mendoza, cumple un rol muy importante en este western criollo protagonizado por un joven médico que se encuentra de servicio en un regimiento de montaña (Santiago Racca, integrante del colectivo Fuerza Bruta, en su debut cinematográfico) y descubre allí algunos secretos ominosos relacionados con la muerte de su padre, también militar y acusado injustamente de desertor. Más allá de la pericia de Pablo Brusa para aprovechar ese magnífico escenario, la película, que también abreva en los recursos del thriller, tiene buenas escenas de acción, una banda sonora muy inspirada (de Antonio Pita y Claudio Vittore) y un aporte clave de Daniel Fanego.
Varios méritos y pocos defectos pueden contarse en este film de mediana acción ambientado entre militares de una unidad de alta montaña. Las peleas a puñetazos, las caídas del caballo o en un pozo, los tiros del final, están al nivel de lo que habitualmente se pide. El protagonista Santiago Racca maneja debidamente el tipo de actuación corporal que requiere su personaje (lo que se explica en parte por su formación en el grupo Fuerza Bruta). El paisaje amplio de la precordillera lasherina, como se dice en Las Heras, luce bien registrado en su árida belleza. Todo un equipo anduvo allí filmando, con viento, sequedad y frío, solo por amor al cine. Se registra también, por primera vez en nuestro cine, la ciudad fantasma de Paramillos, a 2.500 metros de altura, que supo ser un fuerte centro minero desde los tiempos de la Colonia hasta 1982, cuando los ingleses que tenían la concesión debieron irse de un día para otro. Hoy solo pasan por ahí unos pocos turistas extranjeros. Otro mérito a tener en cuenta: esta película fue hecha en coproducción entre pequeñas empresas provinciales de Córdoba y Mendoza. El único porteño visible es Daniel Fanego, que aparece recién en la segunda mitad de la obra. Bravo, cada vez más el cine del interior asoma su cabeza y se las arregla casi todo por su cuenta, con buen nivel. Los deméritos se anotan en algunas voces que no suenan propias de militares, alguna información equívoca (por ejemplo, los médicos militares tienen grado de oficial, no de suboficial como en esta historia), la ubicación de la cámara durante una especie de sueño revelador y, entre otras cosas, la resolución del conflicto principal mediante unas explicaciones confusas, de flojo asidero. Se perdonan, en cambio, los pantalones palazzo muy elegantes de una joven india de finas facciones que aparece en medio de los cerros pelados.
Opera prima del realizador Pablo Brusa, coproducida por aportes del interior (Córdoba y Mendoza) y ofreciendo una propuesta instalada en un ambiente geográfico original, "Desertor" se presenta como un relato que integra diferentes géneros y que transita por desfiladeros ajustados, pero nunca dejando de lado sus honestas intenciones. No es usual ver una película que muestre escenarios de esta naturaleza. Tampoco que instale la historia con un costado militar (el tema de la autoridad aquí pesa y mucho) y que se anime a mostrar la transgresión y el sentido místico que hay en los aborígenes de la zona. En "Desertor" , tenemos un personaje principal. Se llama Rafael (Santiago Racca) y es estudiante de enfermería en un regimiento en la montaña (léase Uspallata). Todo parece normal en su vida (o no tanto) hasta que el retorno de un coronel importante (un tal Santos) y la aparición de un objeto que encierra varios secretos, hacen que Rafael, comience a preguntarse si aquel gran incidente que supuso la desaparición de su padre (militar también), de quien se dice desertó hace unos años, es realmente así. Tal vez no todo sea lo que se dice, y haya un secreto que pueda encontrar la luz. Con esa mirada, decide emprender una travesía para encontrar respuestas y entender más sobre los sucesos que llevaron a ese extraño suceso. Tarea, que se percibe como difícil en tanto que la cantidad de obstáculos que debe atravesar para llegar a la verdad es considerable. Brusa elige apoyarse en la mística del lugar y ofrece un generoso espacio para que Racca (que viene del grupo "Fuerza Bruta"), se luzca. El pibe pone todo su corazón y transmite bien, las angustias y la interioridad de su personaje. Hay conflicto, dolor e incertidumbre a lo largo de la aventura, y todo, está correctamente narrado, prolijo y con la fibra necesaria para construir un relato orgánico. En el debe, quizás en algunos tramos la historia no tiene la velocidad mainstream a la que muchos estamos acostumbrados y eso conspira contra un disfrute pleno. Pero si le reconozco a Brusa que "Desertor" es una buena idea, está correctamente filmada (los rubros técnicos son destacadísimos) y tiene una unidad clara que sostiene su estructura narrativa. No para todos los públicos, pero ciertamente una propuesta interesante en cartelera. Federal y con un guión que no es frecuente ver, "Desertor", llama la atención y busca afirmarse como uno de los más interesantes films del año que vienen del interior de nuestro país.
Sin lugar a dudas, Desertor representa un importantísimo eslabón dentro de la historia del cine hecho en Mendoza. Con un notable esfuerzo de triangulación, muy a tono con la idea de reforzar la apuesta por una producción audiovisual de impronta federal, esta película ha contado con el apoyo del INCAA desde Buenos Aires, sumando la participación de un ensamble de productores, técnicos y artistas de Córdoba y Mendoza. Con un relato que se reparte entre pinceladas de western y de thriller, el aporte de nuestras montañas va más allá del condimento visual, para transformarse en una pieza fundamental dentro del enrarecido espiral de tensión dramática que va labrando esta ópera prima de Pablo Brusa. Rafael Márquez (impecable Santiago Racca en su debut protagónico) es un cabo que se está formando como médico en un regimiento ubicado en Uspallata. Instalado en Buenos Aires desde hace seis años e integrante del staff de Fuerza Bruta, el mendocino Racca aporta la entrega física y la contención emocional que requieren las aristas de su conflictuado personaje. Con una mirada atravesada por un traumático acontecimiento del pasado, signado por un padre dado de baja y tildado de "desertor" del ejército, Rafael enfrenta la vuelta de un sombrío coronel (Marcelo Melingo haciendo gala de su habitual destreza para calzarse el guante de villano), quien remueve algunas facetas desconocidas del papá del joven cabo. Simultáneamente, la sorpresiva aparición de una mochila con las pertenencias de aquel militar desaparecido en extrañas circunstancias, termina por configurar un inquietante punto de partida en el que a su vez se ve involucrado un ermitaño (superlativo Daniel Fanego), que habita en un inhóspito rincón de esa desolada geografía. Más allá de las referencias genéricas que confluyen en este film, las coordenadas centrales tienen que ver con las del "ajuste de cuentas" y la "búsqueda de la identidad". Con un pie en el cine de fórmulas de consabida eficacia y otro en el de la búsqueda que corre sus riesgos, Desertor traza un particular recorrido en el que se entremezclan toques de extrañeza y misticismo, con otros en los que se impone cierta tendencia a la propulsión de frases solemnes y algunos subrayados en modo explicativo. La película encuentra sus momentos climáticos más inspirados cuando reina el silencio montañés, y sube la apuesta con una enigmática india que tiñe la acción de un hipnótico halo que oscila entre la amenaza y la redención. A pesar de que algunos flashbacks y vueltas de tuerca del relato resulten un tanto embrollados, el film sale airoso en su propuesta de mantener la atención de la platea con un ritmo sostenido que no se basa en el imperativo de la aceleración. Con pocos personajes en cuadro y la inmensidad de la montaña mendocina captada a través de un esmerado uso de drones, Desertor propone un viaje sensorial que además de su lograda factura formal se aventura en ir más allá de lo estrictamente anecdótico. Desertor / Argentina / 2019 / 85 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Pablo Brusa / Con: Santiago Racca, Marcelo Melingo, Daniel Fanego, Pablo Tolosa, Milagros Ponce, Guillermo Olarte.
Pablo Brusa dirige ésta historia, a donde conocemos a Rafael Márquez (Santiago Racca), un joven que entrena y estudia medicina en un regimiento de montaña. Este chico carga con el peso de la deshonra de su padre quien, supuestamente, es un desertor del ejército, por lo que debe esforzarse mucho para sobreponerse al estigma. El coronel Santos, que supo ser compañero de su padre, regresa a la base y le confiesa a Rafael que no todo sucedió como dicen. Además, la aparición de una extraña mochila desencadena la duda, por lo que el joven se escapa del regimiento para ir a la montaña a armar el rompecabezas de los últimos días de su papá. Racca, mendocino parte del éxito “Fuerza Bruta”, debuta en el papel del joven Marquez y lo hace excelentemente. Estando acostumbrado a poner su cuerpo para expresarse, esta vez demuestra un registro dramático en su gestualidad que lo hace sobresalir en la historia, con un arco de transformación del personaje lleno de matices. Además, el gran Daniel Fanego, acompaña con un personaje atractivo: el enigmático ermitaño que vive en la montaña. “Desertor” (2019) es lenta y previsible, lo que le quita un poco de suspenso a la historia, pero sorprende desde el lado que pareciera que ni la propia película sabe adónde va a llegar. Las actuaciones son muy buenas y la factura técnica también. Además, la música se convierte en otro protagonista, tensionando al espectador en los momentos que debe hacerlo. El paisaje mendocino sirve de testigo para este western militar potente, tanto desde lo narrativo como de lo visual. No tiene grandes escenas a destacar ni diálogos que queden en la memoria. Es una película áspera, como sus personajes que no expresan sus sentimientos entre ellos, por lo que a veces se torna difícil de seguir en cuanto al hilo narrativo. Es un western andino con los duros códigos de la milicia que, si uno tiene paciencia en cuanto a los tiempos que se toma, están bien para visionar una obra novedosa.
Rafael Márquez se está formando como médico militar en un regimiento de montaña. Carga con la deshonra de tener un padre desertor del ejército, pero logra sobrellevar su carrera dignamente. La llegada al regimiento del legendario coronel Santos, amigo de su padre, y la aparición de una misteriosa mochila, avivan los fantasmas de Rafael. Santos le confiesa que su padre nunca desertó sino que fue asesinado por un viejo ermitaño que vive en medio de la cordillera. La noticia lanzará al joven soldado a una intensa búsqueda de su verdadera historia. Las primeras escenas de la película aprovechan el paisaje al máximo y evocan merecidamente el ambiente del western. Esta conexión estética no será abandonada a lo largo del film y es sin duda lo mejor que tiene Desertor. Se alternarán las buenas escenas con otras que no lo son tanto y el rigor de ese paisaje aprovechado como un personaje más no consigue elevar a la película a una categoría mejor a la que finalmente accede. Hay ideas, hay belleza, pero también hay diálogos y personajes que no encajan del todo.
Bueno, breve y bello La ópera prima del director Pablo Brusa actúa como un western pero al mismo tiempo como un disparador de varias temáticas que tocan de cerca a los argentinos Ya de entrada, Desertor es un film que busca imitar al western como ya lo han hecho otros tantos films de manufactura nacional –sin ir más lejos Aballay el hombre sin miedo (2010) o El hijo de Dios (2016)- y lo logra de cierta manera. Pero lo que realmente consigue este film, ópera prima de Pablo Brusa (de la serie La Purga) es despertar ciertos conceptos que inquietan sobremanera a algunos argentinos. Ya desde el guion, la historia llama la atención. Rafael Márquez (Santiago Racca, del grupo Fuerza Bruta) es un joven que se está formando como médico militar en un regimiento de montaña. Márquez carga con la deshonra de tener un padre considerado “desertor” por el ejército, pero logra sobrellevar su carrera dignamente.