Dinosaurios es una muy buena elección en la cartelera de cine si buscás pasar un rato excelente en familia. Aunque la temática de los viajes en el tiempo y los animalitos de la prehistoria es muy frecuente en el cine infantil, en este caso la vuelta de tuerca que le pegan está muy buena como para mantener a los niños quietos en sus butacas. El argumento es...
Sólo Apta para teletubbies Las películas dirigidas hacia un público infanto-juvenil a menudo acarrean un problema que viene dado por el nivel intelectual de su audiencia y que, en ese aspecto, afectan las decisiones tomadas en torno a los contenidos, la complejidad temática y las modalidades enunciativas que se materializarán en el producto final. Sin dudas, los niños no tienen las mismas competencias culturales que los adultos. Su capacidad analítica e interpretativa define un universo de representaciones posibles y limita a los cineastas que, entre otras cosas, deben desarrollar argumentos no tan complejos para que puedan ser seguidos y, en última instancia, disfrutados por sus espectadores. La principal falencia de DinoTime (2012) parte de una exageración de la premisa anterior. Las películas para chicos determinan ciertas exigencias pero no implican la creación de un producto carente de calidad. En este caso, los directores Yoon-suk Choi y John Kafka elaboraron una propuesta simple, opaca, casi inerte, que subestima en demasía la capacidad de su público precoz. El film despliega una variedad de clichés y lugares comunes en pos de transmitir un mensaje paternalista, adoctrinador, que refuerza las relaciones familiares de dominación y consagra la diversión ordenada de los niños bajo estricto control de sus padres. Si a esto le sumamos una máquina del tiempo, dinosaurios de cartulina, personajes unidimensionales y situaciones bastante ridículas, obtenemos la receta perfecta para realizar el bodrio del año. La trama introduce a Ernie, un chico adicto a los fósiles que presenta una –edulcorada- aversión a las reglas. Su cotidianeidad se desarrolla entre el trabajo en la tienda de su mandona madre y las traviesas andanzas en patineta que realiza junto a su mejor amigo freak. El deseo por liberarse del yugo maternal es casi tan grande como su artificialidad. Un buen día, debido –o gracias- a un accidente, Ernie se traslada al período cretácico con su irritable hermana y su mejor amigo. Conviviendo con dinosaurios, el protagonista cree que por fin es libre, pero la alegría le dura poco: una Tiranosaurio Rex pronto los adopta como sus hijos y la opresión familiar vuelve a ceñirse sobre Ernie. El principal problema del argumento radica, entre otras cosas, en la ausencia de conflicto. Más allá de que la historia sea bastante predecible, las motivaciones de los personajes son demasiado básicas y las situaciones a las que se enfrentan no parecen conducir hacia ningún lugar. De esta manera, mientras los protagonistas se desenvuelven en una linealidad estereotipada (y atravesada por un humor ridículo que puede llegar a generar incluso hartazgo en el espectador) la atención decae y la tensión desaparece. La progresión narrativa del film, en ese aspecto, podría equipararse con el electrocardiograma de alguien que acaba de fallecer. El análisis anterior se relaciona con la problemática de los géneros cinematográficos. Éstos establecen pautas, organizan la narración y definen posibles aproximaciones. Sin embargo, pese a su estructura férrea, los géneros nunca son estancos. En efecto, existe un margen de movimiento que genera una reconfiguración constante de sus límites. En ese sentido, el desafío de los realizadores es, en parte, determinar en cada caso de qué manera se puede trabajar con esas reglas para introducir elementos temáticos, narrativos o estilísticos que permitan contar una historia de manera novedosa. A diferencia de otras películas como “Maléfica” o “The Lego Movie” (las cuales introdujeron sensibles innovaciones en el género), DinoTime se contenta con elaborar una historia bastante básica con la excusa de transmitir una moraleja familiar extremadamente literal y que lleva implícito un conservadurismo cultural que apunta a legitimar la dominación vertical de los padres sobre sus hijos. Una pérdida de tiempo. Por Juan Ventura
Es notable en el último tiempo la cantidad de filmes de animación independientes que llegaron a los cines argentinos. Dinosaurios es una atípica incursión en este género de la famosa productora coreana CJ Entertainment, responsable de brindar numerosas películas memorables de ese país como Joint Security Area (Chan-wook Park) y My Sassy Girl entre tantas otras. En este caso desarrollaron este proyecto junto a John Kafka, un veterano de los dibujos animados en Estados Unidos, quien trabajó en grandes series clásicas de los ´90 como Rugrats, James Bond Jr. y Las Tortugas Ninjas. Dinosaurios es una película que pese a sus notables limitaciones técnicas logra brindar una propuesta llevadera para el público infantil. Sobre todo en los niños más chicos que empiezan a tener sus primeras salidas al cine. La historia presenta una aventura con dinosaurios que son personajes que siempre garpan entre los pibes. La idea de la trama no es mala y los personajes son simpáticos, pero el film tiene su gran punto débil en los aspectos visuales. La animación la verdad que es bastante pobre y en canales como Discovery Kids se pueden encontrar actualmente propuestas mas elaboradas. De hecho, cualquier trabajo de John Kafka en los ´90 es completamente superior a esto y se nota que hizo lo que pudo con un presupuesto muy limitado. Reitero, pese a no ser un gran estreno de animación, Dinosaurios puede ser una opción a tener en cuenta para niños desde los cinco años. No es una película que van a recordar al día siguiente o a la media hora que salgan de la sala, pero se van a divertir un rato.
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El pasado cobra vida El afiche de Dinosaurios, que se pasa de colorido a colorinche y de pletórico de elementos a cachivachero, puede dar la errónea idea de que estamos ante una de esas películas de animación hechas a desgano para recaudar con un tema que está de moda entre los chicos desde hace más de veinte años (Jurassic Park es de 1993). Para peor, esta coproducción animada entre dos de las industrias cinematográficas más poderosas del mundo (la de Estados Unidos y la de Corea del Sur) tiene un punto de partida sencillo, casi adocenado: unos chicos que viajan 65 millones de años hacia atrás gracias a una máquina del tiempo y se encuentran en medio de los dinosaurios. Pero las apariencias esta vez engañan y -como pasa muchas veces en el cine- la falta de originalidad argumental no es un dato demasiado relevante a la hora de los resultados. Los colores del afiche -en el movimiento de la película- dan un aspecto vivo, radiante. La animación está lejos de tener esos rasgos menesterosos que suelen tener muchas películas animadas que buscan el "estilo mainstream" con menos presupuesto. El movimiento es fluido y la velocidad para contar impide que la simplicidad de la construcción de los personajes se convierta en un ripio. Y, por sobre todas las cosas, lo que hace de Dinosaurios una experiencia placentera -incluso quizás hasta emocionante- es esa convicción de que la aventura es sinónimo de felicidad cinematográfica, de que el asombro en los ojos de un chico que ve animales extraordinarios es un aglutinante atractivo. También ayuda que cada momento de acción no esté estirado ni tampoco embarullado con planos de más, esos que tanto tientan a tantos animadores digitales que cada vez tienen mayores facilidades para mostrar todo. Dinosaurios, en medio de colores, chistes, unos pajarones que parecen Los Tres Chiflados y mucha acción, demuestra que todavía hay lugar para agradables películas animadas en la segunda línea de la industria.
Aburrido viaje en el tiempo El cine de animación domina la taquilla la mayor parte del tiempo, por eso cada vez más aparecen películas de este tipo para buscar una porción de dicha torta. Esta cantidad no se corresponde con la calidad. Dinosaurios (Dino Time, 2012) no debe ser confundido con Dinosaurio el gran film de los estudios Disney. Acá la animación es muy inferior a la media actual y el nivel general deja mucho que desear. La historia es la de tres chicos que terminan viajando en el tiempo luego de estar jugando en el taller del padre de uno de ellos. Pero la aventura se vuelve disparatada porque la nave en la que viajan tiene forma de huevo y una simpaticona hembra de dinosaurio confunde a los tres pequeños viajeros con su propia cría, que a su vez ha quedado en el tiempo presente. Lejos de cualquier mirada dramática, todo en la película es intencionalmente disparatado, pero aun con buenas intenciones el humor y la diversión no llegan nunca a conseguir un resultado efectivo. No es fácil hacer buen cine de animación. Ni en lo técnico es sencillo, ni en lo artístico tampoco. Tampoco los personajes consiguen ser simpáticos, ni la aventura se vuelve apasionante. Pocas cosas resultan más frustrantes que un film de animación visualmente pobre y cinematográficamente carente de encanto. No vale la pena detenerse en esta producción realizada entre Estados Unidos y Corea del Sur. Hay muchos otros films de animación y muchas películas con dinosaurios para ver antes que Dinosaurios.
Dinos, y códigos entre padres e hijos “¿Quién te va a creer que un dinosaurio adopte a tres chicos?”, preguntó mi hija de siete años cuando le conté el argumento de la película. Podría haber esbozado la leyenda de Rómulo y Remo, pero la asimétrica comparación me detuvo allí. El caso es que Dinosaurios es, obviamente, una película de dinosaurios. Pero también es, o al menos lo intenta, un fresco sobre las reglas y códigos entre padres e hijos. Digamos que plantea una cierta necesidad de romper algunas rigideces culturales, ruptura que choca con el conservador desarrollo del filme desde el punto de vista cinematográfico, donde la historia transcurre sin riesgos. Su argumento llano, por más que los hechos se desencadenen por accidente, que tres chicos viajen a través del tiempo 65 millones de años al pasado, es de una simpleza casi contraproducente. Ernie, un niño aventurero y desobediente, su hermana Julia, que lo vigila y sigue para acusarlo con su mamá -la esquemática Sue-, y su mejor amigo Max llegan al taller del Dr. Santiago, el papá de Max, un científico cuyos inventos nunca funcionan. Viven en Terra Dino, un pueblo antiguamente habitado por dinosaurios, donde todo hace referencia a ellos. Y por azar, una expresión del azar más burdo, ponen en marcha una máquina del tiempo que los deja cara a cara con a una tirannosaurius rex llamada Tyra y su divertido hijo Dodger (el personaje más logrado). Allí tendrán que luchar contra los Sarcos, los feroces sarcosuchus que ya avizoran el peligro de extinción, y también deberán pelear para volver al presente. Para ello tendrán la ayuda de Sue y el Dr. Santiago, que desarman sus estereotipados personajes con el correr de la historia. El, un científico fracasado y panzón pero ultrarrelajado en la relación con su hijo, ella una madre sobreprotectora, de cuerpo tallado, enarbolando los éxitos que obtiene haciendo cumplir sus castigos a los chicos. Si van al cine verán una de dinosaurios, bien animada, con voces de famosos que se pierden en el doblaje y un tímido mensaje sobre el costo de desobedecer reglas u obedecerlas ciegamente. A la calificación no le hagan caso, los chicos tienen aquí la última palabra.
Elemental como dibujito del cable Sólo algún chico muy chiquito aún no conquistado por las bondades de los juegos on line podría disfrutar de esta película de animación digital realmente elemental, surgida de un estudio de animación surcoreano. La historia es bastante estrambótica, más digna de algún episodio de dibujitos del cable que de un largometraje: unos niños viajan millones de años atrás en el tiempo por culpa de un extraño huevo de dinosaurio, que provoca que cuando llegan a la prehistoria sean adoptados y protegidos por un tiranosaurio Rex. Como para no asustar a los pequeños espectadores este dinosaurio tiene colores alegres y ayuda a los protagonistas en sus intentos por ver cómo regresar a su época, odisea que no deja de tener sus peligros, con algunas criaturas más ominosas que el tiranosaurio protagónico. El estilo de animación es, por decirlo de alguna manera, muy digital y no precisamente en el sentido más atractivo del término, aunque los paisajes y la amplia paleta de colores siempre tienen algo más atractivo que los personajes centrales para mostrar. Con todo, "Dinosaurios" tiene sus momentos, entre los cuales se puede destacar un vertiginoso viaje en un río prehistórico plagado de rápidos. El doblaje al castellano, más allá de lo indispensable que resulta dada la edad del público al que está destinado, es bastante poco soportable, y hace que el espectador adulto desee haberse encontrado con la versión original con las voces de Melanie Griffith y Rob Schneider.
Una correctamente ejecutada producción animada La animación actualmente da para todo: distintas historias, distintos presupuestos, distintas formas de hacer. Si bien las producciones de Pixar se han vuelto un sinónimo de calidad, es necesario hacer menciones de aquellas producciones que si bien nunca llegarán a esos estándares no se puede negar que demuestran un dominio al menos correcto de la narrativa. Y eso es decir mucho en un formato cuyos resultados más endebles se deben casi siempre a que las ganas de asombrar con las imágenes le ganan la pulseada al simple, y necesario, trabajo de tener una historia -–no tanto solida, sino coherente—en el papel. ¿Cómo está en el papel? Ernie, un niño fanático de los dinosaurios y muy proclive a romper las reglas como cualquiera, se mete en una máquina del tiempo construida por el padre científico de su mejor amigo. Un accidente provocado por una gaseosa hace que los dos niños –-mas la hermana de Ernie– viajen 65 millones de años atrás, donde son “adoptados” por una mamá dinosaurio que los confunde con sus crías. Ahora deberán encontrar la manera de volver a su tiempo, al mismo tiempo que sortear la amenaza de un dinosaurio rival. El de Dinosaurios es un guion correcto. No va a ganar ningún premio, ni va a sorprender con giros de guion inesperados. La estructura narrativa está bien distribuida, los conflictos son decentes, el desarrollo de los personajes es lógico –cada uno con su idiosincrasia–, y trata de dejar una enseñanza sobre la familia, la responsabilidad y el balance en la disciplina entre padres e hijos. Resumiendo, un guion que se conforma con ser adecuado. ¿Cómo está en la pantalla? La animación y el diseño de personajes son correctos. Lo que suma puntos, y hace llevadera la película, son los movimientos de cámara y el dinamismo que le saben imprimir al montaje. Pero también, todo bastante estándar. Conclusión Dinosaurios es una correctamente narrada producción animada que no va a sorprender por la originalidad de su historia o su destreza técnica, pero el pulso narrativo está lo suficientemente bien sostenido para que el espectador no se aburra. No tiene destino de clásico, pero cumple con lo justo su propósito de entretener.
Ernie (Emilio Treviño) es preadolescente. Sobreexcitado, ropa pop, skate, respondón, bastante engreído, y con excesiva auto confianza. Un chico eminentemente rebelde a las reglas, lo cual le trae problemas dentro de casa. En especial con Julia (Melissa Gutiérrez) una hermana menor tan insoportable como él, pero además con ansias de verlo pisar el palito para acusarlo con la mamá. Hablando de ella, Sue (Adriana Casas), no es muy brillante, sea dicha l la verdad, peca de inocente y sobreprotege un poco. Ernie también tiene problemas fuera de casa. Un día la mamá le encomienda a su hijo la tarea de quedarse un rato en el negocio, pero éste se escapa con su amigo Max (Irving Corona) al museo de la prehistoria para ver un nuevo ejemplar fósil. Como en los tiempos que corren uno pensaría que se escapa para fumar crack, el hecho de que la travesura conlleva cierto aprecio por la naturaleza nos prepara para mostrarnos dos cosas: el tenor de la aventura a punto de comenza, y la edad del público al que está apuntando. Max, a diferencia de Ernie, es hijo de un inventor, el Dr. Santiago (Octavio Rojas), un soñador bastante despistado cuya mayoría de proyectos funcionan a medias por no decir al revés de su propósito original. Remite al padre del protagonista de “Gremlins” (1984). Entre las cosas a medio hacer está la máquina del tiempo, que convenientemente, tiene forma de huevo. Después de desobedecer todo tipo de órdenes los chicos huyen del museo, llegan a casa de Max y, obviamente, culpa de un accidente, retroceden al período Jurásico. Allí se encuentran con Tyra (Claudia Grazón), una tiranosaurio rosa (¿excuse mua?) que al verlos salir del huevo los toma por sus hijos. Además del color, mamá Tyra tiene la buena costumbre de no manducarse a sus amigos de otras especies, más bien prefiere poner en vereda a Ernie, quien tampoco en la prehistoria parece llevarse bien con las pautas. De hecho, contra todo sentido común), el niño esconde una pieza de la máquina para poder quedarse un rato a pasear con dinosaurios, pese al manifiesto temor de su hermana y de Max. “Dinosaurios” es un producto apuntado a chicos de hasta 7 u 8 años cuyos padres sientan indiferencia frente al qué y al cómo de una película animada. Esto sucede dada la enorme cantidad de concesiones que se deben hacer en cuanto a la historia y la construcción de personajes, además de la omisión deliberada de hechos científicos. Esto no sería un inconveniente sino fuera porque esta conclusión sale de la importante cantidad de falencias presentes durante casi noventa minutos. A veinte minutos de comenzada la proyección la subestimación a la inteligencia del espectador, en especial la de los chicos, deja de ser una sensación para convertirse en realidad. El primer ejemplo es básico, pero sirve como muestra. ¿Es necesario ver un tiranosaurio rosa? Atrasa décadas esto de relacionar el género con un color, y sin embargo allí está. Se puede entender que las especies interactúan entre sí. Don Bluth lo hacía hace casi treinta años en la saga de Pie Pequeño. Incluso es tolerable si es a favor de la lucha contra un enemigo en com, pero hay tipos de acepciones que no aportan nada. Es más, los “dinosaurios” villanos le hacen muy mal a un guión que propone un tema interesante (seguir pautas, aceptar límites) para luego no saber, o no poder, resolverlo. Ni siquiera existe por parte de los realizadores, Yoon-suk Choi y John Kafka, una toma de posición al respecto más que la de “si no haces caso a tu mamá te puede ir mal”. No hay reflexión respecto del uso de la tecnología, ni de la falsa sensación de familia, apenas un lugarcito para mostrar el instinto protector materno y una lección mal dada sobre el egoísmo. Así y todo, fuera de un análisis del contenido, “Dinosaurios” es una aventura dinámica. Tiene algunos momentos de buen humor y un manejo del vértigo en la edición que resulta bastante útil frente a la falta de originalidad en el diseño estético. Por momentos parecemos estar frente a algo con más impronta televisiva que cinematográfica.
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Tensión entre aventura y mensaje Cuando se estrena un film infantil fuera de temporada, apenas un mes después de las vacaciones de invierno, se despiertan fácilmente los prejuicios en el crítico. Y no sólo porque una época como fines de agosto es donde las películas de este género van a morir, casi sin posibilidades de convertirse aunque sea en un mediano éxito. Demasiadas veces las limitaciones en el lanzamiento se equiparan con la calidad del film estrenado, que es claramente de relleno. Pero por suerte Dinosaurios, sin ser gran cosa, esquiva algunas (bajas) expectativas previas y es bastante más interesante de lo que podría parecer. El film de Yoon-suk Choi y John Kafka se beneficia de un arranque a toda velocidad, donde es el mismo protagonista, un chico llamado Ernie, nos va presentando su pueblo, dedicado a explotar la pasión por los dinosaurios, de la cual él es el primer cultor, pero también al resto de las personas que lo rodean. Está su hermana Julia, con la que se detestan mutuamente, su mejor amigo Max -que es un completo freak- y su sobreprotectora madre, Sue. Ernie es de esos que aman meterse en problemas y que lo único que quiere en la vida es la aventura permanente, casi sin pensar. Su carácter temerario será lo que lo llevará, obviamente, a viajar accidentalmente, a través de una máquina del tiempo inventada por el padre de Max, junto a su mejor amigo y su hermana, 65 millones de años atrás, a la época en que la Tierra era dominada por los dinosaurios. Allí serán adoptados por Tyra, una T-Rex con un instinto maternal a prueba de balas, y perseguidos por Surly y Sarco, dos malignos dinosaurios rivales de Tyra, mientras tratan de encontrar la forma de volver al presente. En Dinosaurios, en especial a partir de la concreción del viaje en el tiempo, se percibe una constante tensión entre el avance de la narración vinculada a la acción, la exploración y el descubrimiento de un universo desconocido y fascinante -con evidentes reminiscencias a la saga de Jurassic Park- y la necesidad de transmitir un mensaje al público infantil, buscando resaltar el lugar de la familia, la maternidad, la hermandad y la amistad como pilares afectivos. Lo cierto es que la película, cuando se contagia y le da el lugar central a Ernie, inclinándose por la primera vertiente, crece porque tiene algo valioso y atrayente para contar, aunque no sea precisamente original. Cuando se preocupa por bajar línea, por dejar lecciones de vida, es cuando más se aleja de poder impactar efectivamente en su horizonte de espectador, básicamente porque intenta transmitir a través de las palabras conceptos que ya están en las imágenes y la narrativa propia del género. Ahí pareciera que los realizadores no hubieran tomado en cuenta las enseñanzas dejadas por Steven Spielberg en Jurassic Park -donde lo afectivo no tenía necesidad de ser resaltado, porque iba claramente de la mano de la aventura- o la factoría Pixar -referentes absolutos en lo que respecta a la capacidad para combinar humanismo con entretenimiento-. Aún así, Dinosaurios posee unos cuantos momentos donde supera las limitaciones de presupuesto, con algunas secuencias de gran fluidez y un ritmo vertiginoso que no le impide delinear personajes que salen de lo meramente superficial, adquiriendo espesor y logrando la empatía del espectador. Sin maravillar, deja en claro que sus dos directores, quienes previamente sólo se habían desempeñado en el ámbito televisivo, tienen ideas y determinadas concepciones de puesta en escena como para continuar su carrera en el cine.