Exiliadas Desde su título, Dólares de arena -2014-, se abre la interpretación de esta historia protagonizada por una turista francesa, la veterana y talentosa Geraldine Chaplin, para darle vida a Anne y una joven dominicana, llamada Noelí, quien vende su compañía y cuerpo, a cargo de la debutante Yanet Mojica, en un relato que bucea la intimidad de ambas y su camino de búsqueda de auto realización. La arena no es otra cosa que la futilidad o lo efímero, en contraposición con la materialidad que representan los billetes de color verde y que para la protagonista implican sencillamente la compra de voluntad para encontrar en ese pretexto de relación por conveniencia el paliativo a su soledad. Pero para el caso de la joven Noelí, prostituirse forma parte de su boleto de salida de Las Terrenas, a pesar de las playas y ese clima embriagador, dado que prefiere probar suerte en otras tierras y mucho más si se trata de Europa, refugio que le propone Anne para encarar un proyecto de pareja. El vínculo entre ambas se afianza a medida que surgen determinados acontecimientos, pero también planteos del corazón y otras circunstancias afines que revelan las aristas invisibles de una aproximación por interés. Allí no hay espacio para el juego limpio, sino para defender objetivos personales y el egoísmo que implica torcer la voluntad del otro con un mecanismo manipulador entre quien paga y quien recibe. Los realizadores, Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, adaptan la novela Les dollars des sables, del francés Jean-Noël Pancrazi, para hablar de la pugna entre el deseo y los mandatos sociales, que en el caso de la protagonista permiten el despojo de los ropajes de la culpa en tierras exóticas y donde nadie la juzga por sus actos y mucho menos aún por tener dinero para satisfacer todo tipo de necesidad. No se trata de una película sobre el turismo sexual de la burguesía europea decadente en Centro América, como la planteada por Ulrich Seidl, en su trilogía: Paraíso: Amor, Fe y Esperanza; tampoco de un relato de una relación lésbica con diferencia de edades, dado que el sexo y el erotismo no son primordiales en esta historia, sino simplemente el encuentro de dos personajes que parecen exiliadas de sus propias vidas y que ven en el afuera la chance de redimir, o al menos cambiar el rumbo de sus existencias.
CUERPOS REVELADORES Los cuerpos se muestran en todo su esplendor y sin tapujos ya sea con manchas, arrugas o la piel caída de la vejez pero también en la tersura, firmeza y elasticidad de la juventud. Los pares de pies se alzan al aire con las plantas pegadas, incluso parecerían ofrecerse en una volátil caricia mientras el contraste entre ambas mujeres se subraya cada vez más. Porque ya no sólo entran en juego las edades o la procedencia, sino los modos de actuar y vivir: una ama, la otra juega con la ambigüedad. Anne (Geraldine Chaplin) es una anciana francesa que parece refugiarse en República Dominicana de algún secreto familiar o disputa con su hijo; problema sugerido pero jamás revelado. Anne le paga a Noelí (Yanet Mojica), una joven dominicana de unos 20 años y quien intercambia favores sexuales por dinero, como dama de compañía. Pero en los tres años de relación, Anne se enamora de la joven y quiere llevarla a París con ella para ofrecerle otro tipo de vida. Frente a estos contrastes que no se pueden alterar – ya sea la edad, el color de piel o el país de nacimiento – se evidencia un hecho que sólo les pertenece a cada una y que podría rebatir los anteriores: los sentimientos. ¿Aún se enamoran los ancianos? ¿Cómo se ama un cuerpo viejo? Los directores Israel Cárdenas y Laura Guzmán navegan por la ambigüedad de Noelí como motor del aumento del amor de Anne y de la oposición entre ambas: a través de sus parcas respuestas, de la poca información sobre la joven, de la entrega de su cuerpo para el disfrute del momento y de quien pueda pagarlo, incluso, de los escasos celos de su novio frente a la Doña. Y Anne lo acepta sin resignación, aunque sean migajas o breves momentos. El problema de Dólares en la arena es que la lógica se vuelve reiterada, previsible y termina por perder su brillo: ya no basta con la mostración de los cuerpos, la ambigüedad o los sentimientos para construir el discurso, sino la búsqueda de otros mecanismos que le devuelvan la verosimilitud, el ritmo y que la alejen del estereotipo. Porque, a final de cuentas, todo el trabajo más interesante del contraste visual se diluye en la repetición, en ese ir y venir de las protagonistas; en lugar de generar matices se torna predecible y agotadora. Esa premisa ya se instaura en el nombre de la película– que corresponde a la novela homónima del francés Jean-Noël Pancrazi –: la relación entre ambas no es más que a base del dinero. Para una, los dólares le brindan la compañía y el amor que su soledad insiste en apartar; para la otra, se trata de un acuerdo de conveniencia que la ayuda a conseguir solvencia y los documentos necesarios para salir del país. A pesar de esto, también se desprende del título que dicha retribución económica sólo se mantiene efectiva mientras se produzca en las playas del Caribe y esta simbología se realza en determinados momentos del filme para cada caso. El contacto tan íntimo de una planta del pie sostenida por la otra acaba, el lazo se libera y ambos cuerpos recuperan su autonomía: la lógica se repite pero la última frase pareciera indicar, por fin, una nueva connotación. Esta vez es para siempre. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
Estoy aquí pero no soy yo Dólares de arena (2014), una coproducción entre República Dominicana, Argentina y México, dirigida por el binomio Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán (Jean Gentil, 2010) y basada en la novela “Les dollars des sables”, de Jean-Noël Pancrazi, aborda la problemática de la prostitución y el turismo sexual en el Caribe pero alejado de todo clisé y golpe de efecto. La trama se centra en una joven dominicana que se prostituye e invierte sus ganancias en construir una relación de pareja con un joven (Ricardo Ariel Toribio) de Las Terrenas (el paraíso del turismo sexual caribeño), mientras una de sus clientas más constantes se enamora de ella e intenta llevarla a Europa a cualquier precio. Dólares de arena propone, desde una visión contemplativa, un enfoque diferente sobre la prostitución y el turismo sexual en el Caribe a través las miradas opuestas de la joven Noelí (Yanet Mojica) y la solitaria francesa Anne (gran trabajo de Geraldine Chaplin). La primera tiene clara la relación laboral y de interés que sostiene con la segunda, mientras ésta intenta penetrar en los misterios de su enamorada. Como en cualquier lugar turístico, Dólares de arena remarca las diferencias económicas a través del escenario que habitan los turistas (casas lujosas) y los habitantes (casas improvisadas), pero el mayor logro es la sutileza que se maneja a través de una puesta escena austera (pese a la belleza del lugar) que le escapa a todos los clisés como así también a caer en lo explícito, El énfasis no está puesto en lo sexual sino en la frontera cultural que separa esos dos mundos. Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán trabajaron esta película con cámara en mano, imágenes subacuáticas y el reflejo de algunos ambientes festivos del país para mostrar a través de registro sucio y alejado de toda abyección la compleja realidad del turismo sexual y la prostitución caribeña.
Vicios y virtudes del cine latinoamericano Esta nueva película de los directores de Cochochi y Jean Gentil tiene algunos de los mejores y peores atributos de la producción regional pensada para el gusto del circuito festivalero. Dólares de arena (México-República Dominicana-Argentina/2014). Dirección: Laura Guzmán e Israel Cárdenas. Elenco Geraldine Chaplin, Yanet Mojica y Ricardo Toribio. Guión: Laura Guzmán e Israel Cárdenas, sobre la novela homónima de Jean-Noël Pancrazi. Fotografía: Israel Cárdenas y Jaime Guerra. Música: Benjamín De Menil, Ramón Cordero y Edilio Paredes. Edición: Andrea Kleinman. Distribuidora: Tren Cine. Duración: 80 minutos. Sala: BAMA Cine Arte (Diagonal Norte 1145) y desde el jueves 30 en el Espacio INCAA - Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635). Hay dos películas en Dólares de arena. La primera es menos eficaz y más cercana al canon festivalero sobre lo que es –o debería ser– Latinoamérica para los europeos: un terreno selvático, con prostitución y hombres y mujeres siempre dispuestos a sacar cualquier atisbo de ventaja. Allí está Naolí, por ejemplo, una joven dominicana que junto a su novio intentan ganar unos billetes a costa de servicios varios. Entre ellos, el de prestar su cuerpo de tez trigueña a los turistas que invaden la costa isleña. La segunda película, en cambio, tiene un grado de intimidad notable, en gran parte gracias al trabajo de Geraldine Chaplin en la piel de Anne, una francesa sin demasiado qué hacer en su tierra natal y enamorada de Naolí. Coproducción entre Argentina, México y República Dominicana, Dólares de arena levanta vuelo cuando sus directores, Laura Guzmán e Israel Cárdenas, ponen la cámara al servicio del cuerpo de Chaplin con una naturalidad arrolladora. Ver si no aquella escena de cama en la que las piernas de las mujeres se enredan y remarcan el contraste generacional, racial y sobre todo social y cultural insalvable. Por su parte, los diálogos de Anne con otros turistas devenidos amigos develan un grado de fragilidad y soledad construido por la actriz con sutileza, de forma casi imperceptible. Así, oscilando entre la rutina desolada de una y la búsqueda de algo parecido a una entelequia de la otra, Dólares de arena terminará encarando varios de los peores defectos del cine regional, pero también algunas de sus máximas virtudes.
Te quisiera tener a mi lado Historia de un amor equivocado, el que una mujer mayor europea siente por su joven taxi girl dominicana, la nueva película de los directores de Jean Gentil tiene total empatía con sus personajes y filma su entorno en las antípodas de la tarjeta postal. “Y te quisiera tener/ a mi lado para siempre/ Pero por mi mala suerte/ no gozo de tus placeres/ Y si tú a mí no me quieres/ va a ser causa de mi muerte”, canta en el comienzo, tan profético como un coro griego, el veterano bolerista Ramón Cordero. Coproducción entre República Dominicana, Argentina y México que viene de presentarse en el festival de cine lgbtiq Asterisco, Dólares de arena es la historia de un amor equivocado. El que una mujer mayor europea siente por su joven taxi girl dominicana. Codirigida por la realizadora de ese origen Laura Amelia Guzmán y el mexicano Israel Cárdenas (de quienes se habían conocido, en el Bafici, Jean Gentil, y en el DocBuenosAires Carmita), Dólares de arena trabaja sobre una premisa argumental muy semejante a la de Paraíso: Amor, film del austríaco Ulrich Seidl estrenado aquí el año pasado. Con una diferencia de fondo, que tiene que ver con el punto de vista adoptado: lo que en aquélla era distancia cruel, aquí es fatal empatía con la que ama a quien no le conviene.No sólo la letra del bolero resulta profética, sino la expresión infinitamente apenada de Cordero. En la secuencia siguiente se ve a la morena Noelí (Yanet Mojica) alternar con unos turistas veteranos en la playa, pedirle a otro su cadenita de plata y venderla a un revendedor, junto a su novio (Ricardo Ariel Toribio). A continuación, Anne (Geraldine Chaplin), equivalente femenino de los caballeros de la secuencia previa, le confiesa su amor a Noelí, tirada junto a ella en la cama. La diferencia entre unos y otra es que aquéllos saben qué es lo que Noelí les puede dar y qué lo que no. No habría conflicto, ambigüedad ni interés si Noelí se comportara como una garrapata lisa y llana, chupando sin complejos la sangre del pobre bicho. Sin embargo, algo parece sentir Noelí por su fuente de dólares. Aunque ciertamente no deja de requerírselos. La misma ambivalencia del chongo keniano que en Paraíso: Amor desorientaba a la veterana turista austríaca.Anne parece tan perdida en ese destino tropical –que Guzmán y Cárdenas filman sin la menor concesión a la tarjeta postal– como perdidamente enamorada de Noelí. La observa arrobada mientras la otra baila salsa, abre su billetera no sin desconfianza, le pega un cachetazo y a la escena siguiente la está invitando a irse con ella a París. Un amigo inglés intenta advertirle sobre las diferencias entre ilusión y realidad y Anne comparte sus dudas. Pero sigue adelante con su proyecto, aunque ella misma no sabe qué va a hacer de vuelta en Europa. Maquillada con un exceso de delineador, el rostro tristísimo de Anne recuerda por momentos al de un payaso. Si no llega a serlo, es gracias a la relación que la cámara establece con ella. Una relación franca, directa, atenta, que la saca del estereotipo y le devuelve su condición de individuo único, cuyas razones o falta de ellas permanecen, finalmente, en el misterio.Anne se fue de su país porque no era dichosa allí, pero en esa playa paradisíaca no deja de ser la turista con dólares, la europea blanca, la gringa. De ese desfase profundo tal vez devenga la tristeza de su mirada, que no la abandona ni en los momentos de mayor intimidad con la amante. Aunque Noelí es, como bien definen los propios realizadores, “una prostituta que no sabe que lo es”, la intimidad no significa lo mismo para ambas. Aquí, un dato que no cierra bien y genera desconcierto: que ambas se conozcan desde hace tres años. Demasiado tiempo de ceguera para el amour fou de Anne, demasiado para una clase de relación que se puede suponer más breve.La relación entre cámara y realidad filmada diferencia a Dólares de arena de una película que es como su prima hermana: Bienvenidas al Paraíso (Vers le sud), el film de Laurent Cantet en el que Charlotte Rampling y sus amigas compraban sexo, en un balneario que bien podría ser vecino de éste. Filmada de modo impersonal, sin hallar jamás un punto de vista orgánico en relación con sus personajes, en la película de Cantet éstos funcionaban como eso: como meras funciones del relato. El carácter observacional de los planos, su cadencia, la relativa autonomía de una línea dramática o de sentido lineales, dan su respiración a Dólares de arena, dotando a lo real-filmado de una ambigüedad que empareja al espectador con la desorientada Anne. Un rol perfecto para Geraldine Chaplin, cuya extrema delgadez, piel quebradiza y eventual nerviosismo siempre lucieron como signos de una profunda angustia interior.
Geraldine Chaplin, admirable En el cine ambientado en América Central y el Caribe, el turismo sexual es un tema bastante frecuentado y tan generalmente reducido a estereotipos que Dólares de arena supone al mismo tiempo una benéfica renovación y una muestra de madurez del cine dominicano. No diremos sorpresiva, porque el tándem que integran la dominicana Laura Amelia Guzmán y el mexicano Israel Cárdenas ya había dado pruebas de sus talentos en dos trabajos anteriores, Cochochi y Jean Gentil, vistos en el Bafici. A partir de una adaptación sumamente libre de una novela francesa, su film tiene como uno de sus méritos principales sortear todos los lugares comunes y liberar a sus personajes de los clásicos estereotipos. Guzmán y Cárdenas hacen hincapié en su humanidad. Ni se juzgan sus conductas ni se esconden ambigüedades o contradicciones. Hay una veterana y adinerada turista francesa que parece haber encontrado en la playa de Las Terrenas el refugio ideal para pasar sus años de madurez, papel que Geraldine Chaplin enriquece con su fina sensibilidad y los infinitos matices de su juego expresivo. Es un trabajo al que se ha entregado sin reticencias, con la soledad, la risa y el dolor a la intemperie, como las arrugas que le han dejado los años y la extrema delgadez. Todo su mundo interior se traduce en pequeños gestos, en inflexiones de la voz, en miradas que traducen el amor, pero también la conciencia de que en las actitudes de esta chica que ha reavivado en ella algún anhelo reprimido en otros tiempos, el dinero juega un papel importante, y la conveniencia se mezcla confusamente con cierta forma de apego. También el personaje de Noeli, que tiene un novio con el que las cosas no siempre van sobre ruedas, ha sido despojado del típico estereotipo de la chica que se prostituye para paliar sus carencias. El turismo (representado también por otros europeos vinculados con Anne) se ve a los ojos de los jóvenes dominicanos como una suerte de espejismo, un sueño que podría estar al alcance de la muchacha si la promesa de ser llevada a vivir en París se concretara. Alguna complicación inesperada trastocará los planes y desencadenará otro final. Habrá un previsible conflicto entre el romance de arena y el crudo realismo de los dólares. Los realizadores han puesto mucha delicadeza en el análisis de las razones profundas que se mezclan en la relación entre las dos mujeres y en la descripción de las fluctuaciones y las vacilaciones de ese vínculo. Y han sabido extraer verdad de diálogos que a veces parecen producto de la improvisación. La intimidad se manifiesta en muchas oportunidades y hasta llega a hacerse profundamente reveladora en uno de los gestos finales de la jovencita. La música también tiene incidencia directa en la historia que se narra y en buena medida depende del veterano cantante Ramón Cordero, cuya bachata "La causa de mi muerte" ocupa un lugar destacado.
Una interesante película de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas que muestra el choque de dos mundos. El de una muy joven dominicana que se prostituye para sobrevivir pero que tiene una clienta fija, una señora francesa que paga por amor y compañía. Mientras la chica sueña con ir a París, la señora se fue de ese mundo para liberarse aún pagando. Un gran trabajo de Geraldin Chaplin. Una seductora propuesta.
Una mujer madura y europea encuentra el amor en una chica dominicana que piensa en aprovecharse de ella, aunque -esto es un melodrama en cierto sentido- las cosas se complican cuando intervienen los sentimientos. La parte social del asunto parece una necesidad que termina lastrando el resultado final, sostenido en gran medida por el trabajo impecable de una Geraldine Chaplin que comprende a su personaje.
Dólares de Arena, basada en la novela de Jean-Noel Pancrazi y dirigida por Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas (Cocochi, Jean Gentil) pone su foco en la relación entre una señora mayor de origen francés radicada en las playas de República Dominicana y una joven local. Quiero dinero Dólares de arena se centra en la historia de Anne (Geraldine Chaplin), una señora mayor de origen francés que vive en un hotel de Las Terrenas, una localidad balnearia de República Dominicana. Anne tiene familia en su Francia natal, pero por motivos que desconocemos, se ha refugiado en las amplias playas de República Dominicana. A su vez, lleva tres años de relación con Noelí (Yanet Mojica), una joven dominicana a quien le paga por su compañía. Estas mujeres mantienen una relación cercana, de un grado alto de intimidad. Por otro lado, Noelí tiene un novio (Ricardo Ariel Toribio) que demanda su cariño. Por su parte, Anne ha ido desarrollando sentimientos por Noelí, y desea llevársela con ella a Francia para ofrecerle otra vida. A todo esto, la joven dama de compañía aprovecha esta situación para sacar ventaja de la relación. No culpes a la playa A pesar de su corta duración (80 minutos), llega un momento en que el relato se estanca y se vuelve repetitivo. Más allá de eso, la historia va más allá de un romance entre dos mujeres con una gran diferencia de edad o de un caso de turismo sexual, como ya se ha visto en Paraíso: Amor, de Ulrich Seidl. Lo valioso aquí tiene su lugar en lo ambiguo de la relación, imposible de encasillar y donde no se sabe quién tiene el poder, y en la tensión que aporta el triángulo amoroso formado entre Anne, Noelí y su novio. No sabemos hasta qué punto Noelí tiene como cliente a Anne, o si efectivamente hay cariño por parte de la joven. A su vez, es llamativo el contraste de edad y origen social de las mujeres. Allí mismo reside la belleza de esta película, en el modo de relacionarse que encuentran estos dos cuerpos y su enorme contraste. Las piernas acariciándose y balancéandose representan uno de los planos más pregnantes de Dólares de Arena. Conclusión Dólares de arena cuenta entre sus aspectos destacables el gran trabajo de Geraldine Chaplin y de Yanet Mojica. Lamentablemente, llega un punto en que el relato pierde fuerza y no termina de sostenerse la tensión a lo largo de la película. Más allá de eso, es necesario destacar la originalidad del tema elegido como punto de partida de la película y su tratamiento.
Sueños y quimeras. Así como cada país mantiene vivo su circuito autóctono de cine arty mediante los subsidios de turno y los festivales metropolitanos, las propuestas resultantes se ven obligadas a balancear -si es que pretenden sobrevivir a futuro- las temáticas de raigambre local con sus homólogas de perfil un poco más internacional, ya que a las cúpulas gubernamentales les encanta construir una imagen de “usina cultural” a ojos de sus socios comerciales transoceánicos. Ahora bien, este estado de cosas genera que el patrón estilístico del rubro y sus tópicos viren hacia un catálogo relativamente estable de convenciones a nivel del contenido, un terreno fecundo que abre tantas posibilidades creativas como las que cierra. En sí no existen demasiadas diferencias entre la comarca festivalera y la mainstream en lo que respecta a la instancia de la concepción de los opus, el problema surge cuando los “autores” individuales de cada campo -léase, los cineastas- se manejan con criterios un tanto fundamentalistas y se muestran impermeables a las contribuciones de la otra parcela. Dólares de Arena (2014) constituye un buen ejemplo de los productos que suele generar esa ortodoxia que gira alrededor del acervo de los certámenes globales, hoy maximizada porque la película analiza dos de los leitmotivs del enclave arty, nada menos que la confluencia de culturas y su corolario de acento sórdido, el turismo explícitamente sexual. Como no podía ser de otra forma, la historia está centrada en Noelí (Yanet Mojica), una joven impetuosa que se prostituye en las playas de Las Terrenas, en República Dominicana, principalmente entre los extranjeros que recaen en un paraíso tropical con todas las paradojas del caso (pobreza extrema, naturaleza avasallante, ambiente de “vale todo” y ricos que se regodean en su solipsismo y distancia controlada). Aquí sorprende el cliente más redituable de la señorita, Anne (Geraldine Chaplin), una francesa entrada en años que se ha enamorado de Noelí. Junto a su novio (interpretado por Ricardo Ariel Toribio), la chica planea convencer a Anne para que la lleve de viaje a París y así disfrutar de su dinero. La obra de Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán recorre las sendas tradicionales del esquema “amor imposible” y ofrece un retrato -tan cálido como lacónico- de los anhelos y las disparidades inherentes a la dialéctica de pareja, esquivando el exploitation social desde un melodrama sustentado mucho más en los vaivenes del triángulo afectivo que en los detalles contextuales vinculados a la miseria. A pesar de que este elemento conforma uno de los puntos más interesantes del convite, casi a la par del excelente desempeño de la mítica Chaplin, también impide el crecimiento de un film apenas prolijo, que siempre pone del lado de ella a las quimeras y del lado de Noelí a los sueños de un futuro prominente…
Noelí (Yanet Mojica) es una joven dominicana que deambula por las playas buscando hacer algo de dinero sacando ventaja de los turistas que las visitan. Entre sus clientes hay una señora mayor, francesa, solitaria, con quien mantiene una relación durante tres años de idas y venidas, siempre que haya dinero de por medio. Anne, esta mujer, es interpretada por Geraldine Chaplin, quien da vida a una mujer adinerada que de repente se encuentra enamorada de esta joven, aunque sepa pero por momentos no parece terminar de aceptar que sólo el dinero las une. El novio de Noelí no sólo está de acuerdo con esta relación sino que la empuja cada vez más con tal de obtener beneficio económico, nunca parecen haber celos de parte suya. Y los sentimientos de Anne son cada vez más fuerte hasta considerar llevarla a Europa con ella, algo que Noelí busca: irse, escaparse de ese lugar de apariencia paradisíaca. Porque Anne se siente tan sola, escapando también, de vaya uno a saber qué (se sugiere pero nunca se llega a saber con certeza), que es capaz de aceptar las migajas que la joven le ofrece. La película escrita y dirigida por Laura Amelia Guzmán & Israel Cárdenas está basada en la novela homónima de Jean-Noël Pancrazi. El tema de la prostitución nunca se torna central, sino que funciona más bien como una excusa, y esto permite un relato más intimista y menos obvio. Los cuerpos juegan un papel primordial en el relato del film. Noelí y sus bailes sensuales, o el cuerpo arrugado de Anne, de quien la cámara parece esperar más su sonrisa que otra cosa. La musicalización (destacado el comienzo y el final con Ramon Cordero cantando, como marca de un círculo vicioso, o de algo que ya estaba escrito), los silencios, las pocas palabras de sus protagonistas, y el modo de filmarlas terminan de hacer de esta película un relato íntimo aunque nunca lo suficientemente profundo. Es una opción no ahondar demasiado en algunos momentos, sino dejarse llevar por lo que hay, como hace Anne con Noelí, dos personajes que no saben demasiado el uno del otro porque es mejor así. Geraldine se luce en su interpretación sutil pero llena de matices y la debutante Yanet está muy bien como ese objeto de deseo que representa la juventud, la vida por delante. Una película alejada de estereotipos y clichés, aunque no termine de profundizar en muchas cosas, filmada con conciencia aunque algunos recursos se tornen un poco repetitivos, como la iluminación intensa en el fondo, a lo largo del film. Sin dudas, una propuesta muy interesante.
En una nueva colaboración, el matrimonio de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas producen su primera historia de ficción con proyección internacional en “Dólares de Arena” (Argentina, México, República Dominicana, 2014), una historia dolorosa sobre el drama del turismo sexual y el poder del dinero sobre los cuerpos. Hay una señora entrada en años que llega a un pueblo de República Dominicana en busca de amor. Esta mujer, llamada Anne (Geraldine Chaplin), luego de errabundear por pequeños y sórdidos lugares de baile, comienza una relación “amorosa” con una lugareña llamada Noelí (Yanet Mojica). Entregada totalmente a ella, no importa ya si en un plano sexual o espiritual, Anne ve cómo día a día comienza a cegarse aún más sobre las verdaderas intenciones de la joven. Noelí le pide dinero todo el tiempo, y ella accede, porque sabe también que en ese dar, el recibir, a esta altura de su vida, será mucho más que una circunstancial pérdida monetaria. Pero Noelí tiene otras intenciones con su verdadera pareja, y entre engaños va ocultando sus deseos reales a Anne, abusándose del control que ejerce sobre ella desde el sexo que le ofrece. Y por eso cuando los intereses de ambas comiencen a chocar, es en donde el microuniverso de “Dólares de Arena” comienza a eclosionar. Guzmán y Cárdenas aprovechan la anécdota de la relación circunstancial entre Anne y Noelí para hablar de algo mucho más profundo de la realidad de su país, un turismo que avanza sobre cuerpos y no sobre paisajes, como bien tendría que ser. En la decisión de Anne de liberarse en esas tierras ajenas a su patria, en el asumir el rol de benefactora de una joven que cree que lo mejor que le puede pasar es huir de la tierra en la que vive, los directores hablan también de un estado de las cosas actual y que otras ficciones como “Paraíso: Amor” o “Bienvenidas al paraíso”, en donde también mujeres tomaban sus deseos como brújulas en tierras extrañas, ya han trabajado. Pero la diferencia de “Dólares de Arena” es que prioriza las emociones de las protagonistas por sobre el extrañamiento de los cuerpos, dotando de fuerza y empoderando el punto de vista de la lugareña, para evitar así estigmatizar la otredad. Que Guzmán sea de República Dominicana, y que conozca el pueblo de la ficción desde pequeña, además, permite un acercamiento con la realidad del lugar que abruma. Porque si bien en una primera instancia todo es gozo y placer, al avanzar la narración y al conocer los planes de Noelí para con Anne, algo que seguramente ésta conoce, pero no quiere ver, la tensión lograda en pantalla es única. Otro hallazgo son la utilización de los escenarios, porque el exotismo deja el lugar a la realidad, evitando mostrar el paraíso hecho playa para, conscientemente, mostrar una realidad mucho más dura desde locaciones más neutras y sin muchos lujos. La actuación de Geraldine Chaplin es sublime, brindando un papel único que la distancia y aleja de sus interpretaciones anteriores, logrando una compenetración total con esta Anne que bucea en su sexualidad para poder enfrentar la última etapa de su vida, y que aún mintiéndose sobre los verdaderos sentimientos de la joven hacia ella, disfruta de una plenitud muy a pesar de los demás.
Memorable Geraldine Chaplin es el sostén de “Dólares de arena” Dólares de arena, les dicen a unas conchillas bastante comunes en las playas caribeñas. La expresión toma ése y otros sentidos en esta adaptación dominicana de una novela de Jean-Noel Pancraziprecisamente llamada "Les dollars des sables". Libro y película se ambientan en Las Terrenas, un lugar apartado que los franceses convirtieron en refugio turístico, y originalmente llamaron La Terrienne. Con igual comprensión y pudorosa piedad, libro y película hablan de lo mismo: la solitaria vejez en tierra extraña, el ansia juvenil de conseguir dinero, el amor por conveniencia. En la novela un francés mantiene a un lugareño casado y se ilusiona con su amor imposible. La película convierte esa relación en un amor lésbico también imposible, entre una europea medio arrugadita, de familia escasa y distante, y una lugareña de piel joven y oscura, amiga de veraneantes solitarios. Sus afectos se reparten entre un cliente viejo y melancólico, esa señora de modales dulces, y un mulato al que presenta como su hermano. Su sentido del cariño funciona a base de divisas extranjeras. El romance con la vieja le permitiría instalarse en Paris. Pero en el fondo, tal vez también la quiera. O eso parece, y es lo que la vieja quiere creer. No pasan muchas cosas, y algunas se repiten. Los locales hablan de un modo que poco se entiende. Pero actúa Geraldine Chaplin, y a ella se le entiende todo incluso cuando no habla. La forma en que mira, los mínimos gestos de su boca o de su cuerpo, flaquito y lleno de manchas y pecas resaltadas por el sol, Geraldine es el gran sostén de esta película, y ésta es su actuación más memorable de los últimos años. Autores, la dominicana Laura Amelia Guzmán y su marido mexicano Israel Cárdenas, que ya tienen otros títulos atendibles en su haber, como "Jean Gentil" y"Carmita", de coproducción argentina. Aquí también participa la argentina Rei Cine ("Historia del miedo", "Leones", "Villegas", la revista "Km 111 Cine"). En el equipo, los productores Benjamín Domenech y Santiago Gallelli, la editora Andrea Kleinman, la gente de sonido Diego Gat, Leila de la Hoz, Adrián Borodovsky, Flavio Nogueira. La música, buena, es enteramente dominicana, de Benjamin De Menil, Ramón Cordero y Edilio Paredes (estos dos, creadores de la bachata que introduce la historia).
Seamos sinceros: tras una serie de películas al borde de lo impresentable que ha hecho Geraldine Chaplin en los últimos años en América Latina (AMAPOLA, UN AMOR DE PELICULA, THERE BE DRAGONS, etc), las expectativas no suelen ser muy altas por ver otra experiencia en nuestro continente de la actriz. Da la impresión que trabaja en más películas de las que debería y que, acaso, no sepa decir que no a malos proyectos. Si a eso le sumamos un tema –como la explotación sexual/económica que los europeos hacen en América Central– que se ha trabajado algunas veces desde un lugar obvio y previsible, es hasta entendible que las expectativas para una película como DOLARES DE ARENA puedan no ser muy altas. Pero la solución al problema está en manos de dos talentosos directores como Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, la pareja dominicano-mexicana (COCHOCHI, JEAN GENTIL) que adaptó la novela en la que se basa la película y no solo trascendió lo potencialmente trillado de la temática sino que le cambió el punto de vista, encontró una humanidad profundísima para todos sus personajes principales y, además, logró la mejor actuación de Geraldine que yo recuerde haber visto en décadas. Tal vez, desde las viejas películas de Altman, Saura y Rivette. DOLARES-DE-ARENALa película transcurre en República Dominicana, más precisamente en una zona llamada Las Terrenas y, en cierto sentido, puede unirse a la gran MUERTE EN VENECIA en su búsqueda temática y su costado emocional. Geraldine encarna a Anne, una veterana turista británica y con mucho dinero que se ha enamorado de una chica local, Noeli (Yanet Mojica) y sueña con llevársela a Europa con ella. Pero Anne también sabe que para Noeli la relación tiene un sentido más económico que sentimental: ella tiene un novio y se la pasa pidiéndole dinero y regalos a la devota anciana. La película tendrá como eje dramático la decisión de Noeli si irse o no con ella y los problemas que esto le trae con su novio, con el que tampoco las cosas parecen funcionar demasiado bien. Pero bajo la trama relativamente previsible que presenta ese conflicto (y otro que vendrá luego), la inteligencia de los directores está en centrar la película en las emociones, la tristeza, desesperanza y momentáneas alegrías de Anne, que Chaplin encarna con una nobleza única, mientras la cámara recorre con delicadeza su rostro arrugado, sus ojos llorosos, sus risas y su cuerpo. Hay, evidentemente, un enorme grado de confianza y de entrega entre actriz y directores, lo que les permite llegar a lo más profundo de los conflictos y sensaciones del personaje y la actriz. dolares-de-arena-redcarpet-g.-chaplin-1También un hallazgo de los directores está en no victimizar a Noeli como la “pobre explotada” por los millonarios europeos. La mirada local hace que la película no funcione desde la culpa ni la obvia denuncia: es claro para todos que más allá de la devoción de Anne por la chica, lo que ronda a todo el asunto es el dinero y la posibilidad de ir a vivir a Europa y mandar dinero de regreso, una forma que limita con la prostitución. En ese sentido, DOLARES DE ARENA se aleja de la obvia corrección política que ha arruinado a muchas de estas películas convirtiéndolas en simples materiales de denuncia periodística, como le sucedió a Laurent Cantet, entre otros, con un tema similar. Acá, los sentimientos y la conveniencia por momentos se confunden. Otro logro de la dupla de directores es el tono del filme, que siempre es sutil, delicado, casi como si una cámara estuviera espiando los encuentros entre ambas, los de ella con su novio o los de otros personajes (millonarios europeos que están radicados allí, varios en una situación similar) sin juzgar sus actitudes de una manera obvia sino observando un mundo muy particular en sus más sutiles detalles. Coproducida con la Argentina (ReiCine es la compañía local), DOLARES DE ARENA no es una sorpresa porque uno ya conocía el talento de los directores, pero sí lo es en cuanto al trabajo de Chaplin, que vuelve a brillar en una pantalla como en sus mejores momentos dando una actuación monumental. Uno de los regresos más sorprendentes e inesperados en mucho tiempo en una de las mejores películas latinoamericanas del año. (Crítica publicada durante el Festival de Roma 2014) Estreno exclusivo en Gaumont y BAMA PD: Hice una entrevista con los directores, que están aquí presentando el filme, que aún no he tenido tiempo de desgrabar. Prometo subirla el fin de semana.
Turismo sexual para la tercera edad Al parecer, en la playa de Las Terrenas, en República Dominicana, los europeos han encontrado un lugar para disfrutar del contacto con la naturaleza, dotada de no pocos encantos, lo que incluye oferta sexual ocasional, todo por un módico precio, por lo que no se necesita ser un turista demasiado adinerado para acceder a sus servicios. Según la versión de la dominicana Laura Amelia Guzmán y el mexicano Israel Cárdenas, Las Terrenas es un paraíso del turismo sexual, pero, por lo que ellos muestran, parece más bien dedicado al mercadeo de la tercera edad. No se ven en su película ni coches caros, ni hoteles cinco estrellas, ni restaurantes de lujo. Todo es rústico, de una pobreza bastante pintoresca, pero muy real. “Dólares de arena” está inspirada en la novela del escritor francés Jean-Noël Pancrazi, Les dollars des sables, que describe la relación entre Anne, una turista francesa, y la joven Noelí, una prostituta que se mueve entre los turistas casi como un perrito callejero al que todos conocen y tratan con afecto. Sin embargo, Anne no parece ser una cliente más. Es una mujer mayor, solitaria y ensimismada, trasunta tristeza y casi se diría que no tiene contacto con el mundo exterior. Se confiesa enamorada de Noelí, con quien tiene una relación de compañía basada más que nada en el contacto físico que en los diálogos. Es evidente la enorme diferencia cultural que hay entre ambas. Noelí es sensual y atractiva, pero su pensamiento es elemental, habla poco y nada, y solamente está pendiente del dinero que Anne le puede proporcionar. Y siempre está pronta a salir corriendo para encontrarse con su novio, un proxeneta tan inexperto y jovencito como ella. Ellos acostumbran merodear los lugares que frecuentan los turistas, para obtener ese dinero rápido y fácil que les permite darse algunos gustos, como comprarse un celular nuevo o una motocicleta. El caso es que a nadie pasa inadvertido el fuerte apego que siente la dama mayor por la muchachita. A los ojos de todos, Anne se ve como una mujer presa de una debilidad que no puede manejar y que hasta podría acarrearle un sufrimiento inimaginable. Los jóvenes piensan aprovecharse de esa debilidad de la anciana, a quien llaman “La Doña”, y pretenden exprimirla todo lo que puedan, no tienen otra cosa en la cabeza que los dólares que esa mujer tendría disponibles para pagar por el afecto y la atención de Noelí. Por su parte, Anne no parece caer en la cuenta de los riesgos a los que se expone y alimenta la fantasía de una relación estable y duradera. Lo poco que se sabe de ella es que está sola, que tiene un hijo de 40 años que ha perdido a su esposa en un accidente de tránsito y del cual tiene dos nietos pequeños, pero con quien no se habla desde hace tiempo, aunque nunca explica el porqué de ese distanciamiento. Se ve que no tiene mucho interés en volver a su Francia natal ni tampoco parece extrañar nada de su país de origen ni de su vida pasada. Noelí sería una especie de mascota a la que se aferra con un amor posesivo e irracional. Ella intenta ignorar el entorno que rodea a la muchacha y que tarde o temprano se impondrá entre ambas. Con un fuerte color local, pero sin evidenciar una mirada crítica sobre dicha realidad, la película de Guzmán y Cárdenas se limita a mostrar sin censura un modus vivendi, apelando incluso a la participación del veterano bolerista Ramón Cordero quien canta el tema musical del film “La causa de mi muerte”, una bachata que habla precisamente de un amor imposible. Las lagunas e imprecisiones del guión logran sortearse con una interpretación rica en matices a cargo de una conmovedora Geraldine Chaplin, que asume un papel difícil y arriesgado, al que se entrega con profesionalidad y delicada sensibilidad.