En medio del boom del live action, uno de los personajes más icónicos de Nickelodeon llega a la pantalla grande con una atrapante historia para toda la familia, la cual embarcará a todos en una gran y peligrosa aventura. “Dora y la Ciudad Perdida” cuenta como la famosa exploradora comienza a experimentar una vida urbana completamente distinta a la que ella estaba acostumbrada en la selva. Aunque no por eso, menos tranquila: durante una excursión escolar, cuando todo parece estar calmo, la ya adolescente debe tomar las riendas de una travesía para salvar a sus padres junto a su primo Diego (Jeffrey Wahlberg), el mono Boots (con voz de Danny Trejo) y sus nuevos compañeros de colegio (interpretados por Madeleine Madden y Nicholas Coombe), quienes además la ayudarán a resolver un importante misterio que oculta la civilización inca. Esta llamativa historia hace que el público ponga en juego varias de sus emociones, teniendo en cuenta que la película refleja momentos de desesperación, de inofensivos sustos y de mucha gracia desde el comienzo hasta el final. Con Isabela Moner como protagonista, el film logra convertir el lado infantil y “ridículo” del clásico dibujo animado en graciosas parodias que causan la risa de todos los espectadores en la sala. Mezclando la acción característica de la serie con una buena dosis de comedia, “Dora y la Ciudad Perdida” se transforma en un gran plan para disfrutar juntos los chicos y los grandes. ---> https://www.youtube.com/watch?v=-OHTcsTm0D8 ---> TITULO ORIGINAL: Dora and the Lost City of Gold ACTORES: Isabela Moner, Eugenio Derbez. Adriana Barraza, Madeleine Madden, Eva Longoria, Danny Trejo, Michael Peña, Jeff Wahlberg. VOCES ORIGINALES: Benicio Del Toro. GENERO: Familiar , Aventuras . DIRECCION: James Bobin. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 103 Minutos CALIFICACION: Apta todo público FECHA DE ESTRENO: 29 de Agosto de 2019 FORMATOS: 2D.
Poco y nada ha quedado de Dora, la exploradora (la serie de Nickelodeon con casi dos décadas de existencia televisiva) en su paso a la pantalla grande. Ya no estamos en el universo de la animación sino en el de actores de carne y hueso y la niña de 7 años se ha convertido en una adolescente interpretada por Isabela Moner. Así, aquel proyecto con tintes educativos para los más pequeños deviene gracias a Hollywood en una película de acción y aventuras, una suerte de mixtura entre Lara Croft e Indiana Jones. El resultado de semejante vuelco en la historia y en su target no es del todo convincente. James Bobin -responsable de Los Muppets (2011) y su secuela de 2014, así como de Alicia a través del espejo- presenta un prólogo con Dora de pequeña, la relación de compinches con su primo Diego y esa obsesión por explorar y descubrir heredada de sus padres arqueólogos (Eva Longoria y Michael Peña). Hay un salto de 10 años en la narración y la ahora adolescente protagonista es enviada desde la jungla donde se ha criado a Los Angeles para hacer su primera experiencia en un colegio, mientras sus progenitores inician una compleja misión en busca de una ciudad perdida de los Incas. Para vergüenza de Diego (Jeff Wahlberg) la recién llegada comete todo tipo de torpezas y ridiculeces y va directo al grupo de nerds y tragas del lugar. Pero, claro, el género de desventuras en la secundaria debe cederle rápidamente espacio al de aventuras y es así como Dora, Diego y otros dos compañeros en principio bastante impresentables (Madeleine Madden y Nicholas Coombe) deberán sobrevivir en medio de peligros geográficos y climáticos, así como de trampas con elementos corte fantástico ligadas a las tradiciones milenarias de los Incas una vez que todos lleguen a la ciudad perdida de Parapata. La película apuesta a la velocidad antes que a la profundidad psicológica, al despliegue de decorados y CGI antes que a la solvencia dramática y el resultado es un producto bastante elemental, en el que se acumulan las referencias al universo latino (el malvado por demás estereotipado es el astro mexicano Eugenio Derbez). La simpatía de Isabela Moner y el despliegue visual gentileza del DF vasco Javier Aguirresarobe no alcanzan a compensar del todo las limitaciones de una película con más vértigo que ideas.
Adaptar una serie animada, con espíritu didáctico y bilingüe a un film de aventuras es un desafío que Dora y la ciudad perdida logra superar. Su mayor hallazgo es la utilización humorística de características propias de la serie, como quebrar la cuarta pared para enseñar una palabra en castellano o el hábito de inventar canciones para casi cualquier situación. Isabela Moner, como Dora adolescente, consigue un equilibrio entre el trazo más grueso del personaje animado, el guiño al público y su aspecto más humano. Pero más allá de sus aciertos, la película resulta muy despareja. Junto a momentos inteligentes y graciosos hay otros que aburren o resultan irritantes.
En la selva peruana vive una niña con su familia, su mejor amigo es un mono y, junto a su primo, imaginan aventuras increíbles, manejan dos idiomas y le hablan a un público inexistente. Pero todo cambia cuando Dora llega a la adolescencia y tiene que quedarse con sus tíos en California. Dora and the Lost City of Gold es una hermosa comedia de aventuras, que juega con todos los sinsentidos que tenía el dibujo animado original.
Es la adaptación de la popular serie animada “Dora la exploradora”, que en EEUU tuvo catorce años de éxito y con su versión cinematográfica dedicada a un público preadolescente, sin intervención de las hormonas, donde las aventuras de los humanos, están acompañados de algunos personajes animados. Se supone que está dedicada a un público cautivo. El entretenimiento para niños que no se contamina de ninguna visión un poco más elaborada de una chica criada en la selva como “Tarzán” pero por padres arqueólogos, que deciden que mientras ellos van en pos del descubrimiento de una ciudad muy valiosa y perdida, su nena socialice en un colegio de Los Angeles. Allí Dora, espontánea y directa, se transforma en una nerd para vergüenza de su primo, tener la admiración de un desclasado y el odio de una “traga”. El cuarteto será vuelto a la selva por los malos que quieren apropiarse del descubrimiento de los papas de Dora. Secuestrando al grupo piensan extorsionarlos. No hay crueldades, el más traicionero es torpe y nadie debe inquietarse demasiado. Con Eva Longoria, Isabela Moner, Michael Peña, Jeff Wahlberg (sobrino de Mark) Eugenio Derebez, y siguen los nombres.
Tarde o temprano Dora, la exploradora, una de las series animadas más exitosas de Nickelodeon, iba a tener una adaptación cinematográfica con actores de carne y hueso. Pero Dora y la ciudad perdida toma cierto riesgo, porque no se limita a llevar a la pantalla grande otra más de las aventuras de la niñita, sino que es una suerte de secuela del programa de televisión: ahora Dora y su primo Diego son adolescentes y enfrentan algunos de los problemas típicos de la edad, como la aceptación social. Cierto es que además de una sabelotodo un poco insufrible, esta Dora juvenil (la peruano-estadounidense Isabela Moner) es bastante aniñada. Pero ya no está en su hábitat: los padres la mandan desde su hogar en la selva peruana a Los Ángeles para que vaya a la escuela junto a su primo, al que no ve desde hace diez años. En esta nueva jungla, Dora conocerá a la fauna humana y descubrirá que entre sus múltiples habilidades no se cuenta la de ser popular. Por suerte para ella, la acción se trasladará de nuevo a la selva, donde deberá rescatar a sus padres junto a algunos de sus nuevos compañeros del secundario. La magia de los efectos especiales integra a las peripecias al mono Boots, la mascota de Dora, y a un zorro malicioso. Así, este Indiana Jones para chicos cumple con su cometido: mantener el espíritu didáctico y entretenido de la serie. Con chistes básicos pero efectivos y el suficiente desparpajo como para nunca tomarse demasiado en serio el producto. Y saliéndose de libreto en alguna escena, como un pasaje lisérgico que combina a los actores con los dibujitos.
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"Dora la exploradora": aventuras para consumo familiar A puro vértigo y con espíritu lúdico, la película recrea la serie animada que Nickelodeon popularizó a principios del milenio. "Todo bicho que camina va a parar al asador", escribió José Hernández, allá lejos y hace tiempo, en el Martín Fierro. Como si en Hollywood hubieran leído la obra más representativa de la literatura gauchesca, la consigna contemporánea de los ejecutivos es que todo producto audiovisual exitoso (series, videojuegos, películas, aplicaciones de celular y sigue la lista) vaya a parar a la pantalla grande. Más aún si se trata de uno de consumo familiar y con una marca ya instalada en el inconsciente de los más bajitos como Dora, la exploradora, la serie animada que Nickelodeon estrenó a principios del milenio y que durante ocho temporadas presentó las aventuras de una niñita de origen latino que atravesaba las mil y un aventuras junto a su primo, un monito y varios objetos parlantes. Dirigida por James Bobin (el mismo de Los Muppets), Dora y la ciudad perdida comienza en algún punto de Perú donde aquella nena ya convertida en adolescente (Isabela Moner) vive junto a sus padres exploradores (Eva Longoria y ese eterno parteniare todoterreno llamado Michael Peña). La vida para ella es puro juego y alegría en la selva, un largo encadenamiento de paseos por senderos que conoce como la palma de su mano. Pero cuando mamá y papá le avisen que deberá mudarse a Estados Unidos para que ellos puedan ir en busca de Parapata, una ciudad inca perdida cuyas ruinas contienen un tesoro milenario, su vida dará un giro de 180 grados. Al norte de río Bravo está el resto de su familia, incluido su primo Diego, el mismo con quien jugaba cuando eran chicos. Hoy, claro, las cosas son distintas, y el primer obstáculo a sortear será la rugosa dinámica interna de la high school. No la tendrá fácil ante la chica nerd que siente celos de su inteligencia y carisma, así como tampoco frente a ese chico timidón y víctima del bullying. Todos ellos terminarán forzados a aliarse cuando sean secuestrados en un museo por un grupo de buscadores de tesoros con conocimiento de quiénes son los padres de Dora, desatando así un inesperado regreso al terruño y, con ello, el inicio del núcleo duro de un relato que opera como la cruza entre Indiana Jones, Tomb Raider y Jumanji. Velocísima y de una duración de "apenas" cien minutos, toda una rareza para una época donde los tanques multitarget promedio superan con holgura las dos horas, Dora y la ciudad perdida avanza a la manera de un videojuego, esto es, a pura acumulación de situaciones cada cual más difícil de atravesar que la anterior: de la huida de los "malos" junto a un supuesto amigo de sus padres (la superestrella mexicana Eugenio Derbez, también productor) a las arenas movedizas, de allí a una bóveda a punto de inundarse, y luego a las trampas del templo sagrado. Todo, se dijo, narrado a puro vértigo -por momentos demasiado: no le hubiera venido mal parar la pelota para ocuparse un poco más de sus personajes- y con un espíritu lúdico infanto-juvenil ubicuo que le permite entreverar varias situaciones inesperadamente graciosas. En especial aquella que, viaje lisérgico mediante, Dora y sus amigotes se convierten en los dibujos animados que supieron ser. Es, quizás, el momento más libertino de una película hecha a pura fórmula. Eso sí, una fórmula cuyos componentes están balanceados.
Dora, la exploradora, uno de los grandes referentes infantiles de Nickelodeon que surgieron en el siglo 21, representa uno de esos curiosos exponentes de la animación donde los personajes fueron creciendo con el paso del tiempo. La productora ya había hecho algo parecido con los Rugrats y en el caso de esta propuesta, concebida originalmente para los niños de edad pre-escolar, el debut live action de la protagonista se centra en su adolescencia. El film de James Bobin, responsable de las últimas películas de los Muppets, funciona como una continuación de la serie animada original y está dirigida a esos espectadores que disfrutaron las aventuras de Dora cuando eran niños y hoy cursan el colegio secundario. Isabela Moner, quien apareció en el último film de los Transformers dirigido por Michael Bay, le aporta la simpatía necesaria a la protagonista para hacer llevadera la historia. La verdad que esta no es una producción de Nickelodeon muy inspirada y tiene el nivel de una producción clase B para televisión. El director Bobin no hace nada interesante con el personaje, más allá de copiar escenas de acción de Indiana Jones y Tomb Raider. No obstante también es justo mencionar que la película consigue ser efectiva para el público al que está dirigido. Como propuesta para chicos no es mala, simplemente carece de un tratamiento cinematográfico con identidad propia, ya que los grandes momentos de aventuras remiten permanentemente a otras producciones famosas. A los animales digitales, muy especialmente el mono Boot que acompaña a Dora, les faltó también una buena pulida en el CGI, aunque eso se debe a que Nickelodeon destinó un presupuesto limitado a este proyecto. El reparto cuenta con trabajos decentes de Michael Peña, Eugenio Derbez y Eva Longoria, sin embargo la figura que acapara la atención es la protagonista que está muy bien en el rol de la exploradora. Como alternativa familiar para llevar a los más chicos al cine creo que es un estreno que cumple su objetivo sin mayores ambiciones que ofrecer un pasatiempo digno.
Aventura ATP Nickelodeon sigue expandiendo su avanzada en el cine, ahora autorizando y monitoreando la adaptación de Dora la exploradora en: Dora y la ciudad perdida (Dora and the Lost City of Gold, 2019), un live action protagonizado por Isabela Moner (Familia al instante), quien con solo cortarse el pelo ha logrado un parecido asombroso con la pequeña buscadora de tesoros que por años ha mantenido viva la cultura latina en los Estados Unidos para el público infantil. Con el spanglish como lengua, y la recuperación de lo lúdico como esquema narrativo, James Bobin (Alicia a Través del Espejo, Los Muppets) avanza en el universo que emula a Indiana Jones en menor escala, y que mezcla entretenimiento, enseñanza y fábulas, con moralejas incluidas y lecciones de español para el público angloparlante. Aquí Dora es una niña que mantiene vivo diariamente su espíritu de aventuras, y a punto de ingresar a la adolescencia, ese temperamento comienza a jugarle en contra porque al igual que en la serie animada la niña acompaña todo con canciones, positivismo y buen humor. Comienza a contrastar con los primeros romances, cambios corporales, y otras cuestiones, que son mal vistos por sus compañeros de clase, completamente en otra sintonía. A pesar de esto, y pidiéndole consejos a su abuela (Adriana Barraza) y chocando con su primo Diego (Jeffrey Wahlberg), se verá envuelta en la búsqueda de sus padres (Eva Longoria y Michael Peña), quienes hace tiempo la dejaron para encontrar una ciudad perdida de oro. Víctimas de una misteriosa organización que desea desentrañar ese lugar plagado de tesoros, Dora deberá lidiar con obstáculos impensados y con la realidad de necesitar de los demás, aunque ella cree que puede con todo sola para atravesar la épica odisea en la que se ve envuelta. Dora es la heroína de una historia narrada con una progresión dramática simple y clara, donde el bando de los buenos versus el de los malos medirán fuerzas para construir una línea en la que, como protagonista y héroe, todo comienza a desembocar en un lógico triunfo de aquellos que hacen lo que su corazón dicta. El despliegue técnico y de escenarios con el que James Bobin construye la aventura, no tiene nada que envidiarle a las grandes superproducciones de antaño, en donde la selva estimulaba sentidos permitiendo que una flor gigante, por ejemplo, sea objeto letal si se la roza, o que extrañas criaturas amenacen el bienestar de los protagonistas. Dora y la ciudad perdida es ideal para aquellos que quieren pasar un momento entretenido en familia, haciendo delirar a los fanáticos de Dora, quienes podrán disfrutar de música, canciones y moralejas, a medida que la niña avance en el proceso de recuperación de sus padres. Aquellos que busquen originalidad en la transposición deberán esperar a la función siguiente o, al menos, a una nueva aventura en medio de la nada.
Lara Croft infantil. Dora surgió en los 2000 de la mano de Nickelodeon destinado a un público pre- escolar e incluso con los años fue uno de los pocos dibujos que creció a la par de sus primeros espectadores. Un ejemplo también son los Rugrats, sobre los cuales volveré en el final de esta nota. Si bien el crecimiento del personaje en su momento causó polémica por su aspecto, parece que en su segunda oportunidad salió más airosa, sorprendiendo desde su anuncio. Al ver el avance, uno sabe de qué se trata (no deja de ser un clon burdo de Indiana Jones y Tomb Raider) y eso es un punto débil porque el filme no aporta nada nuevo, más que el personaje en cuestión. Pero no es su debilidad principal ya que el reducido presupuesto de la película es muy evidente en el uso de CGI. Pudieron haberla estrenado en televisión y el resultado hubiese sido distinto, sin embargo, así como tengo mis objeciones puedo decir que la protagonista (Isabela Moner) es su principal atractivo, ya que desde su caracterización e interpretación es como ver a Dora saltar a la pantalla grande. Michael Peña, Eva Longoria y Danny Trejo acompañan en el filme. Dora y la ciudad perdida es una propuesta decente, sin ambiciones, para disfrutar en familia y no será la última de Nickelodeon de acá en adelante ya que en el año veremos un live action de Los Rugrats.
Dora y la Ciudad Perdida es Indiana Jones con Girl Power La simpática nena de Nick Jr. creció, pero sigue al pie del cañón con sus extrañas aventuras y su espíritu extrovertido. Si bien, todos confiamos en la calidad de casi todos los proyectos de Nickelodeon, cualquier aproximación live action de sus series animadas no hace un poco de ruido. Así ocurrió con el anuncio de “Dora y la Ciudad Perdida” (Dora and the Lost City of Gold, 2019), aventura 100% familiar basada en “Dora, la Exploradora” (Dora the Explorer, 200-2014), la serie educativa e interactiva de Nick Jr., protagonizada por la intrépida pequeña y su simpático compañero, el mono Botas. La película de James Bobin, responsable de “Los Muppets” (The Muppets, 2011) y su secuela, pero también de la fallida “Alicia a Través del Espejo” (Alice Through the Looking Glass, 2016), nos mete de lleno en la jungla (peruana, brasileña, no estamos tan seguros porque todos los países latinoamericanos se parecen, pero debería ser peruana), donde Dora y sus reconocidos amigos, Mapa, Mochila y su primo Diego, no dejan de imaginar las odiseas más descabelladas. De entrada, el realizador deja bien en claro que esta historia está recargada de humor, autorreferencias y un poquito de parodia, ya que nunca se toma nada en serio (ni a sí misma) y es, ahí, donde reside gran parte de su éxito. A pesar de que la nena crece, Diego vuelve con sus padres a la ciudad, y ella sigue creciendo y criándose entre los peligros no tan peligrosos de la selva, la historia (y su joven protagonista) nunca pierde la ingenuidad… y la necesidad de romper la cuarta pared de vez en cuando, recordando aquella interacción que tenía con la audiencia. Así, el mundo de la Dora adolescente (Isabela Moner) se vuelve a reducir a Botas, mamá Elena (Eva Longoria) y papá Cole (Michael Peña), dos profesores que dedicaron su vida a la exploración y a la búsqueda de Parapata, una antigua ciudad inca que, según dicen, contiene el tesoro más grande de esta extinta civilización latinoamericana. Ahora, con 16 años, la jovencita debe viajar a la ciudad de Los Ángeles para reencontrarse con su primo (Jeff Wahlberg) y su familia, asistir a la escuela secundaria y socializar con otros chicos de su edad, mientras sus padres emprenden el último tramo de su travesía rumbo a este descubrimiento tan sensacional. Más perdida que Cady Heron, Dora intenta encajar sin perder su frescura y sus extraños rituales que avergüenzan a su primo, le ganan los odios de Sammy (Madeleine Madden) -la odiosa cerebrito de la clase-, y el afecto inmediato de Randy (Nicholas Coombe), un nerd con pocos amigos. Durante una excursión escolar al museo los cuatro deben hacer equipo y, mientras suman puntos para su trabajo práctico, son secuestrados por mercenarios que los llevan derechito de contrabando a Perú. Claro que los malos están detrás de Parapata, sus riquezas y el mapa de Dora, donde sigue minuciosamente movimientos de sus padres. Por suerte, Alejandro Gutiérrez (Eugenio Derbez), explorador y profesor de la Universidad de San Marcos, quien dice conocer a sus papás, decide rescatarlos y ayudarlos a volver a casa o, en el caso de Dora, reencontrarse con sus seres queridos, desaparecidos desde hace varios días. Acá comienza la verdadera aventura, cuando la chica y sus compañeros de travesía deben trabajar en equipo para sortear todos los obstáculos que presenta la jungla, y a los villanos que les pisan los talones, incluyendo a Swiper (voz de Benicio del Toro), un zorro ladrón y escurridizo que no representa, específicamente, a los de sus especie. Una familia muy particular “Dora y la Ciudad Perdida” no intenta ser realista, ni súper original desde su argumento. En cambio, utiliza todos los lugares comunes y clichés del género aventurero y sus más grandes representantes como Indiana Jones (y sus clones), para romper todas las reglas a la manera irreverente (y un poco bizarra) de Nickelodeon. El resultado es una historia entretenida y disparatada que apunta a los más chicos -su función didáctica no pasa de moda-, pero también incluye la complicidad de los grandes. El hecho de que la protagonista sea un poco más grande ayuda a la credibilidad de la trama, porque no nos imaginamos a nenes de jardín paseándose por la selva amazónica. Claro que tampoco existen las ciudades encantadas y los zorros con antifaz, pero dentro del universo creado por Bobin y los guionistas Nicholas Stoller y Matthew Robinson, la locura se sostiene, más cuando los muchachos deciden ponerse alucinógenos y escatológicos, sin ninguna restricción. Pero lo mejor de “Dora y la Ciudad Perdida” es la inclusión, cortesía de un elenco de ascendencia latina y la representación de su cultura, sin necesidad de caer en estereotipos o burlas. Por momentos, es un poco caricaturesca, pero los mismos personajes son los que abrazan esta idiosincrasia con la que cualquiera puede relacionarse. De paso, suma algunas cuestiones sobre la adolescencia y el madurar, aunque sin necesidad de perder la esencia y las costumbres. Todo a su favor para disfrutar con los más chicos, en parte, gracias al entusiasmo y la autenticidad de su joven protagonista.
La película de Dora es una aventura constante de casi dos horas en donde el sub-texto es claro y conciso y la historia atrapa por ser entretenida. Incluso con sus clichés, propios del género, el film logra hacerse fuerte desde sus ganas de divertir a grandes y chicos. Dora la exploradora (2000-2015) es la serie emblema del nuevo milenio para la cadena Nickelodeon. En ella se presentaba a una pequeña exploradora que gracias a sus amigos ¿imaginarios? iba resolviendo los diferentes enigmas y situaciones que cada episodio presentaba. Debido a su génesis de serie auto-conclusiva, donde su trama tampoco era muy complicada y que más que nada era un show enfocado a los niños donde constantemente se buscaba la interacción con ellos, la popularidad de Dora fue creciendo exponencialmente y logró ubicarse de lleno en la cultura de popular. Ahora, la serie creada por Chris Gifford, Valerie Walsh y Eric Weiner es llevada a la gran pantalla en forma de live action bajo el nombre de Dora y la ciudad perdida (Dora and the Lost City of Gold, 2019), una película que cuenta con un guion escrito por Nicholas Stoller y Matthew Robinson, siendo dirigida por James Bobin (Los Muppets, 2011). En su primera aventura cinematográfica, Dora (Isabela Moner) ya no será la niña que se supo ver en la serie, sino una adolescente. Con todas las dificultades que esto trae, habrá que sumarle que Dora se mudará de la selva, donde siempre ha vivido con sus exploradores padres Elena (Eva Longoria) y Cole (Michael Peña), partiendo en un viaje en búsqueda de una ciudad perdida, a la gran ciudad de Los Ángeles con su primo Diego (Jeff Wahlberg) y sus tíos. Allí, Dora deberá descubrir cómo relacionarse con los chicos y chicas de su edad y adaptarse al ritmo de la secundaria. Pero si esto no fuera poco, en el medio de su estadía Dora descubrirá que sus padres han desaparecido en la selva y ella deberá regresar para rescatarlos. Con la ayuda de su primo, Alejandro (Eugenio Derbez), un viejo conocido de sus padres, y de su mejor amigo Botas (Danny Trejo), el mono parlanchín, Dora deberá ingeniárselas para lograr encontrar a sus padres, a la ciudad perdida y cuidar de su vida y la de sus amigos en la peligrosa jungla. A pesar de que el guion de la película está conformado de la manera más convencional posible e incluye todos los clichés que pueda tener una historia de aventuras conformada por adolescentes, hay que rescatar varios elementos que logran que Dora y la Ciudad Perdida sea una obra que logra destacarse de sobremanera. Para empezar y desde un primer momento, la película decide jugar con el espectador de manera directa, estableciendo ciertos parámetros (ruptura de la cuarta pared, por ejemplo) que se irán desarrollando de manera natural a lo largo de todo el film, haciendo una experiencia disfrutable para chicos y grandes. La dinámica de la película logra que se despierte el interés en el espectador y sobre todo que se entretenga a lo largo de todo el metraje. Su gran puesta en escena y el montaje que lleva adelante el film logra emparentarse bastante a películas como las de Indiana Jones o a juegos de aventura como el Uncharted, en donde todo el tiempo pasan cosas interesantes. Todo esto sumado a una gran cuota de “corazón” en donde la aventura funciona como metáfora y el sub-texto termina siendo lo más rescatable, cómo bien supo lograr el clásico Los Goonies (1985), pero siempre manteniendo la esencia del material original. Las actuaciones están lejos de ser brillantes pero cumplen con su propósito a la perfección. La distribución de tiempo en pantalla es la justa y necesaria para que todos los personajes tengan su desarrollo, su participación importante y una evolución en cuanto al primer vistazo y al último que se obtiene de ellos. Si bien por cuestiones lógicas de protagonismo Isabela Moner es la que más tiempo y diálogos tiene, la joven brinda una gran actuación demostrando su simpatía y versatilidad para las escenas de acción. Dora y la Ciudad Perdida es una película que sabe a lo que juega y sabe como mostrarlo en pantalla, brindando una propuesta que le hace honor al material original pero que al mismo tiempo se adapta a los tiempos modernos.
Sorpresa en la cartelera. "Dora y la ciudad perdida", de James Bobin, es un efectivo producto que, no solo adapta correctamente a la serie animada, funciona en todos los niveles que se propone. Lograr adaptar una serie animada al live action en la gran pantalla puede ser una tarea bastante complicada. Para ejemplos, tenemos a las abominables "Underdog", "El Oso Yogui", "Garfield" 1 y 2, cualquiera de la saga de "Alvin y las ardillas", "Inspector Gadget", o hasta "Transformers", entre otras. Hay una disyuntiva latente, seguir haciendo el producto para el público infantil al que la serie iba dirigida, o trasladarlo al contento del adulto. Cuestión que se ha resuelto entre films anacrónicos e irritantes, y otros de dudoso gusto. De entre los muchos fallidos, aparecen, cada tanto, experiencias positivas, y de entre los muchos Jem y Mr. Magoo, aparece una "Dora y la ciudad perdida". La serie de Nick Jr. "Dora la exploradora", estrenada en el 2000, con episodios estreno hasta 2015 es un claro entretenimiento prescolar con fines educativos, que logró una popularidad masiva desde sus primeras emisiones alrededor del mundo, y le permitió continuar luego con una serie conocida como Dora y sus amigos. Casi diez años pasaron del estreno, los mismos que el personaje de Dora en su paso al live action cinematográfico. Nuevamente la cuestión, los seguidores originales hoy en día son, como mínimo adolescentes, pero el programa sigue gustando a los niños ¿hacia quien dirigimos la película? La respuesta es tan simple como heterogénea, a todos. Hay una clave en el resultado de "Dora y la ciudad perdida", dos nombres, el de su director James Bobin, y uno de sus guionistas, Nicholas Stoller, ambos repitiendo los roles de las satisfactorias últimas películas de los Muppets. La fórmula que aplican es bastante similar, una gran comedia que logra ser fiel al original, entretiene a los más chicos, y le ofrece mucha diversión al adulto con guiños que no se hacen desagradables ni fuera de tono. Todo está en su medida justa; además de un gran corazón. Eso sí, a diferencia del cinismo picante de las dos Muppets (algo que también ya estaba en el show), aquí, todo es un poco más naïf. Dora es una niña que crece junto a sus padres exploradores (Michael Peña y Eva Longoria de excelente química y gran desempeño humorístico ambos) y su primo Diego en la jungla en la que también habita el gran amigo animal de Dora, el mono Botas. Diego debe regresar con sus padres, y así se separa de Dora, sin antes jurarse amistad eterna. Pasan diez años, y Dora (Isabela Moner, brillante) sigue manteniendo la inocencia y candidez de esa niña criada en la jungla a puro espíritu curioso y explorador. Sus padres deciden emprender su mayor aventura, encontrar la ciudad perdida aborigen de Parapata hecha completamente de oro, por el sólo placer de explorar y descubrir, sin hacerse de un botín. Pero no quieren que Dora los acompañe, consideran que ya es hora de que viva nuevas experiencias, explorar un nuevo territorio, el colegio secundario, y por eso la envían a la ciudad con sus tíos y Diego. Dora y la ciudad perdida plantea dos momentos diferenciados que se amalgaman perfectamente. Por un lado, una suerte de "Chicas pesadas", con Dora como una outcast salvaje e inocente que se enfrenta al reto de vivir en la jungla de cemento y entre los predadores del colegio secundario. Las características inocentes y positivas de Dora crearan un choque muy divertido con varios gags ingeniosos que harán recordar a películas como The Brady Bunch Movie o Elf; y permitirá que Dora conozca a sus nuevos y obligados socios de aventura, Diego (Jeff Wahlberg), la odiosa niña mimada del secundario Sammy (Madeleine Madden), y el nerd Randy (Nicholas Coombe). Toda esta parte, para los seguidores, quizás recuerde a la continuación, Dora y sus amigos. Dora congenia de inmediato con Randy, pero Diego la rechaza, y Sammy la toma como su enemiga y objeto de burlas. Durante una visita al museo se dará parte al segundo capítulo de la historia, cuando Dora y los otros tres sean secuestrados por unos cazadores de tesoros, y llevados a la jungla para ayudarlos a encontrar a sus padres y obviamente a la ciudad de Parapata y poder saquearla. A estos tres, se les sumará Alejandro (Eugenio Derbéz) un amigo de los padres de Dora. Son varias las capas que presenta "Dora y la ciudad perdida", y en todas encuentra resultados muy satisfactorios. Como adaptación se permite tomarse en solfa varios guiños de la serie pero siempre respetándola y homenajeándola (el chiste del aprendizaje de lenguaje con ruptura de cuarta pared es maravilloso). Como comedia es graciosísima, tiene chistes inocentes que no aburren a los mayores, guiños a los adultos que los chicos pueden entender y no son desubicados ni de mal gusto; y plantea un tono caricaturesco que le otorga mucho dinamismo y brillo. Como película de aventuras, si bien le huye al verosímil y hay algunos huecos, también es muy efectiva y cumple con el propósito de trasladar el espíritu explorador. También logra dejar un puñado de mensajes de buen valor. Quienes desconozcan la serie, si bien se perderán algunas referencias en chistes, como el mencionado del aprendizaje de lenguaje, podrán disfrutarla tranquilamente. Las elecciones en el elenco son todas correctas, todos tienen química entre sí, y hacen del histrionismo un gran aporte. Los que puedan disfrutarla en inglés disfrutarán de las voces de Danny Trejo para Botas, y de Benicio del Toro para el zorro ladrón (dicho sea de paso, la película comienza con un primer anuncio que ya es muy gracioso). "Dora y la ciudad perdida" es de esas películas para ver con toda la familia y que cada integrante salga contento. Hay desparpajo, hay buenas intenciones, hay talento delante y detrás de cámara, y hay una historia con varios giros sorpresivos muy sólidos. Así se hacen las películas para un público amplio.
Dora la exploradora (Isabela Moner) llega al cine luego de ser durante años un clásico de la televisión para niños. Criada por sus padres en la selva, le ha llegado el momento de ir a la escuela secundaria. Pero sus aventuras como adolescente duran poco y Dora se verá obligada a llevar a sus amigos a una nueva aventura y búsquedas de tesoros. La película tiene mucha simpatía y una gran energía inicial. Divertida, vital, con algunos buenos chistes. Pero luego deberá tomar la decisión de mantenerse como un producto para chicos, ser una película de Indiana Jones o una comedia con guiños para el público adulto. En esa falta de rumbo la película comienza a perder potencia y queda en nada. Demasiada adulta para los más chicos, demasiado infantil para los adultos. Y por supuesto tampoco es un clásico del cine de aventuras. Es solo un ejemplo más de intento de explotar un éxito propio. En este caso, el negocio podrá funcionar, pero la película no.
[REVIEW] Dora y la ciudad perdida. Dora es humana y vive en la jungla. Es hora de que conozca la jungla que es la secundaria. Todos conocemos a la Dora que Nick ha convertido en símbolo de personaje infantil para más de un generación, la Dora de 6 años que hace lo imposible por ayudar a sus amigos y familia, la Dora que se gira y le pide a los chicos que pronuncien palabras en inglés. Y al principio de este film tenemos un vistazo de esa Dora cuando con sus 6 añitos está jugando en la jungla con su primo Diego en un auto de cartón. Pero es sólo la introducción de esta historia que decide ir un poco más allá de la nena exploradora y nos trae una adolescente dispuesta a todo por salvar a su familia. Pero mejor retrocedamos un poco y vayamos parte por parte. Primero y principal, es importante recordar que es una película familiar. No digo infantil porque no aplica, está pensada para un público ligeramente más grande con notas que los adultos puedan disfrutar. Desde un punto de vista cinematográfico, toma algunas características del formato serial y las hace propias. Como por ejemplo, cuando Dora mira a la “cámara” en la serie y le pregunta al público si pueden preguntar una cierta palabra en inglés. Dora hace esto en el film y vos ves a los padres mirando atrás de ellos y a Dora y diciendo el uno al otro “ya dejará de hacer eso”. Más adelante, ella sigue haciendo eso como adolescente, pero en ese caso, le habla a una cámara que lleva consigo mientras explora la jungla. Son estas pequeñas notas cómicas y guiños hacia el material original que hacen que Dora y la Ciudad Perdida tengan lazos con su version animada sin ser víctima de ella. Los padres, Elena (Eva Longoria) y Cole (Michael Peña), proveen el marco para que Dora (Isabela Moner) se haya convertido en la valiente e independiente chica que es, a la vez que intentan que sea más sociable y menos propensa al peligro. Según avanza el film veremos que sin importar donde ella esté, las cosas peligrosas simplemente parecen seguirla. Pero si aciertan con la parte de ser más sociable. el problema es que para lograrlo requirió que ella y sus amigos fueran secuestrados y llevados a la selva contra su voluntad. ¿Lo bueno? Si alguien sabe sobrevivir en la selva, esa es Dora. Y es fuera de la escuela que esta relación florece, de ese ambiente que ella aún no conoce y dentro de su zona de confort, donde sus actitudes “excéntricas” tienen sentido y razón de ser. Y dónde su energía es de gran utilidad. Lo interesante en cuestión casting viene principalmente por el lado de que su rival en la escuela, Sammy (Madeleine Madden) no es otro estereotipo más. No es la típica rubia porrista popular que todos odian. Sammy si es complicada, decidida y muy inteligente aunque quizá un poco antipática. El elenco juvenil lo completan Diego (Jeff Wahlberg), como el primo que hace mucho que no ve y que no la entiende, y Randy (Nicholas Coombe) el nerd inadaptado que se hace amigo de Dora porque ambos aman las estrellas. Pero el villano resulta ser Benicio del Toro en su rol de Alejandro, el supuesto amigo de los papas de Dora que la salva de sus secuestradores, o eso creen nuestros héroes. Su doble identidad es un poco obvia para cualquiera de más de 10 años, pero el personaje sigue siendo entretenido, aunque quizá un poco estereotipado. Botas, por otro lado, es una versión bastante fiel al original sin ser el desastre que nos presentaron en el caso de Sonic. Es, en realidad, un mono bastante simpático y tiene sus pequeños momentos de gloria a lo largo del film. La narrativa es, quizá, un poco repetitiva, como suele pasar con historias tan específicas como lo son los rescates de tesoros y similares. Pero tienen sus puntos de individualidad y sus momentos WTF que la hacen entretenida (como la escena de la flores gigantes), como por ejemplo el zorro como miembro del equipo de los malos…siendo literalmente un zorro con máscara que habla. Sigo esperando que alguien diga algo al respecto, pero bue, creo que soy la única que lo vio raro el tema. Al final del día, es un film de aventuras apuntado a un target específico y funcionando a base de clichés bien usados y haciendo guiños aquí y allá a la serie de Nick sin atarse a la misma y permitiéndole a Dora llegar a una audiencia un poquito más adulta. Un film más que divertido para toda la familia.
La joven Indiana Jones En plena era de remakes, reboots, reversiones y películas basadas en éxitos de la tv, llega a la cartelera local la versión live action de uno de los dibujitos preferidos de los sub 8: Dora, la exploradora. Y, créanme, no defrauda ni decepciona como otros productos del mismo estilo. Dora y la ciudad perdida es la versión con humanos del popular dibujo animado Dora, la exploradora, protagonizado por la curiosa niña que le da nombre a la serie. En la versión original, animada, Dora es una chica curiosa que debe sortear diferentes acertijos o problemas en la selva con la ayuda de un monito, su primo Diego y con la complicidad e interacción de los espectadores, con el objetivo no solo de entretener sino de enseñarle a los más chicos diferentes palabras en inglés. Como es de esperarse, esta parte “educativa” de la animación original queda solo como un chiste en la película. Veamos entonces de qué se trata. La película comienza con una Dora de la misma edad que en el dibujito. Una niña divertida, curiosa, optimista, intrépida y soñadora que vive en medio de la jungla sudamericana junto a sus padres y su primo Diego, de visita por las vacaciones. Todo es felicidad y aventura hasta que Diego debe irse a la ciudad para empezar el colegio. Dora, cuyos padres son exploradores, se queda en la selva siendo educada en casa por ellos. Se despiden y corte a Dora adolescente. El cambio que vemos en pantalla es solo físico. Dora sigue siendo la misma niña curiosa, optimista, etc., etc., que conocimos al principio de la pel´cula, pero en el cuerpo de una chica ya grande. Es entonces que sus padres, Eva Longoria y Michael Peña, deciden enviarla a la gran ciudad a estudiar mientras ellos van en búsqueda de un tesoro perdido de los Incas. Dora deberá entonces primero encajar en una secundaria típica, llena de apáticos adolescentes, nerds, bullies y todos los estereotipos conocidos para luego, casi sin quererlo, verse envuelta en una peligrosa búsqueda en medio de la jungla junto a un puñado de compañeres de clase. Dora y la ciudad perdida es una mezcla perfecta de (pre) coming of age con película de aventuras. Una versión femenina y para chicos de 5 a 8 años de Indiana Jones. Está llena de acción y los pocos momentos de la trama en los que nadie corre, salta o gesticula en primer plano, mantienen la atención del público infantil con escenas y chistes en las dosis justas tanto para los más chicos como para los más grandecitos. Los guiños relacionados a la versión animada junto con la acción constante y el magnetismo y complicidad con los espectadores de la protagonista, interpretada por Isabela Moner, son lo mejor. En resumen, Dora y la ciudad perdida es una muy digna película, y una muy buena adaptación de un dibujito animado llevado a la pantalla grande con personas reales y un excelente primer paso para introducir a los chicos al cine de Spielberg, por ejemplo.
Sí, Dora la Exploradora tiene su live-action producido por Michael Bay (Transformers, The Rock) y dirigido por James Bobin (Muppets Most Wanted), el remate: la película no solo sorprende sino que deja una barra muy alta de entretenimiento para toda la familia. Dora y la Ciudad Perdida no se toma en serio, es más, se ríe constantemente de su realidad. La película juega con chistes internos de la serie, lo hace de manera efectiva y sin perder tiempo – además no abusa de ellos – y el recurso de expresión de cada broma tiene un timing exacto. Isabela Moner (Instant Family) es la joven actriz que interpreta a esta Dora de carne y hueso; la película funciona por Moner y los roles secundarios de conocidos actores (Michael Peña, Eugenio Debrez, Eva Longoria) son opacados por esta actriz que resulta extremadamente convincente a la hora de interpretar a la afamada exploradora. La gracia de Moner se observa durante toda la película y ojo, a la hora de que corren los créditos la sorpresa que deja Dora y la Ciudad Perdida es tan grande que pide indudablemente una secuela. Un film que estima a toda la familia y no deja que ninguna edad se sienta excluida del entretenimiento. Las risas son constantes y el tiempo que Dora deambula por la ciudad y la jungla es el justo y necesario, no extenúa las situaciones. Dora y la Ciudad Perdida es una gran sorpresa y un claro acierto sobre como hacer un live-action. Es auto consciente y no pide grandes cosas pero a su vez termina siendo un gran momento de diversión en la sala grande, aguante Dora. Valoración: Muy Buena.
Hay formatos que no resisten traspasos, que fueron diseñados para determinados soportes y allí anclaron tanto su identidad como su razón de ser. La serie de Nickelodeon, Dora, la exploradora, establecía un público infantil comprometido; sus narrativas se ajustaban a una intención pedagógica e inclusive aplicaban un ilusorio menú interactivo, como si al mirar el dibujo estuviésemos ante un ordenador cliqueando opciones. Dora, la exploradora supo nutrirse de una franja etaria de entre 2 a 7 años –exceptuando adultos que disfrutaron a Dora usando de coartada a sus hijos–, por ende es sospechoso que un dibujo animado de estas características obtenga su live action. Claro que puede trasladarse a formato fílmico productos como Peppa Pig o Los Teletubbies, pero a condición de entender que no será posible respetar el ADN, que estos productos celebrados en televisión deberán deformarse para alcanzar algún tipo de dignidad en la pantalla grande. A este acertijo de formatos se enfrenta Dora y la ciudad perdida, sin lograr resolverlo en lo más mínimo. Quiere ser una película de aventuras y de iniciación pero también quiere mantener los tics de Dora, la exploradora. La mutación es abominable: lo naïf del dibujo sobrevive como una protuberancia dentro de una cadena de escenas de acción. De repente Dora, en medio de la jungla, se pone a cantar y le enseña a una amiga a hacer "popi" cavando un pozo; inmediatamente después reciben el ataque de una tribu guerrera. Estas oscilaciones son constantes y provocan un profundo estupor. James Bobin, su director, parece conciente del problema e inserta algunos chistes metatextuales que pretenden exponer lo ridículo del ensamble. Su osadía se queda corta, afectada de timidez, limitada a diálogos sueltos que cuestionan por qué Dora mira a cámara o sobreactúa con voz chillona. Existe una secuencia que intenta arrastrar la película hacia otra dimensión, una diferente a la de esta Indiana Jones para principiantes, y que involucra toxinas alucinógenas. Los personajes quedan tan drogados que se perciben como animaciones y piensan del mismo modo que lo hacían en la serie animada. El contraste es tan eficaz e inspirado que puede leerse como una autocrítica: ¿qué posibilidad teníamos nosotros, los realizadores, de hacer una película decente de Dora, la exploradora atados a las bajadas de marketing? Además de todas estas inexactitudes estéticas, Dora y la ciudad perdida se enfrenta a una disputa de público: mucho gag físico y animales en CGI para los más chicos (está el mono Botas y el zorro Swiper), sitcom de secundario para los adolescentes y un apelotonamiento de secuencias de acción para mantener despiertos a los adultos. Si este collage resulta desalentador, sugerimos quedarse hasta los créditos, en donde se dispara la última bala con un videoclip de reggaetón.
Ningún niño o pre adolescente de los 2000 creció sin escuchar la canción de “Dora, Dora, Dora la exploradora (Dora!)”, y ni hablar de haber visto algún que otro capítulo mientras mirábamos los dibujos a la tarde. Dora, la exploradora, fue una serie animada educativa para chicos de Nickelodeon que se desarrolló entre el 2000 y el 2006, y en contra de todo lo que creíamos, Dora y la ciudad perdida (Dora and the Lost City of Gold) funcionó como una adaptación live action de la serie. Extrañamente, esta película animada comienza recordándonos como era la serie, con la canción original y una pequeña Dora de seis años (Madelyn Miranda) rompe la cuarta pared y pregunta a la audiencia si pueden decir “delicioso” (en la serie original en ingles, Dora le enseñaba a los espectadores palabras y frases en español). En los primeros 5 minutos de película nos reencontramos con todos los personajes que ya conocíamos, Mapa, Mochila, Zorro y Boots, el mono de CGI que pasa de la fantasía de Dora a la realidad que vemos nosotros. El director James Bobin y el coguionista Nicholas Stoller, tomaron muchos de los conceptos originales del show para la película del 2019, ya que, aunque Dora esta en edad de asistir a la secundaria, continúa hablándole al público – ahora a través de una GoPro- y mostrando una simpatía inderrocable. Dora creció en las selvas tropicales de Perú, educada en casa por sus padres, una zoóloga y un arqueólogo, interpretados por Eva Longoria y Michael Peña, respectivamente. Son exploradores, insiste la película, no buscadores de tesoro. Y están obsesionados con la idea de descubrir la ciudad perdida de Parapata. Dora (Isabela Moner), que ahora tiene 16 años, está siendo enviada a la gran ciudad, también conocida como Los Ángeles, para asistir a la escuela secundaria con su primo Diego (Jeff Wahlberg) mientras que sus padres están en la búsqueda de Parapata, la ciudad de oro inca perdida. Ver a Dora navegar por la selva de la escuela secundaria, hubiera sido lo suficientemente entretenido (Chicas pesadas del 2019), pero un secuestro inesperado la coloca a ella, Diego y a compañeros de clase en la jungla. En esta sección de la película, hay laberintos y rompecabezas, un pantano de arenas movedizas , una canción sobre ir al baño en la jungla y un campo de flores rosas gigantes que precede a un interludio animado donde los personajes aparecen animados, tal cual como aparecían en la serie original de Nick. En síntesis, la película es ridículamente encantadora, un largometraje que sabe quien es su target y aprovecha este para ser rara y apropiada para la edad, demostrando que a a veces los adultos son los tontos y los niños -especialmente las chicas- son las que la tienen re clara.
Con Nickelodeon detrás de esta producción que retoma los personajes de la serie creada en el año 2000, este clásico infantil hace aquí su salto a la pantalla grande y a su versión adolescente. Dora debe dejar la selva para vivir durante unos meses en Estados Unidos junto a sus tíos, su primo Diego y su abuela. En medio de un paseo escolar, y sin noticias de sus padres desde hace algunas semanas, ella y tres compañeros son secuestrados y llevados hasta la selva de Perú en donde un grupo de mercenarios y caza fortunas está en búsqueda de la ciudad perdida de Parapata. Los padres de Dora desaparecieron en esa misma selva y ella deberá encontrarlos antes de que lo hagan los malvados exploradores.
Justo que en estos momentos la selva amazónica está en boca del todo el mundo, donde hay políticos que están a favor de la conservación, y otros que prefieren la deforestación, estrenan una película cuya locación principal es esa y está ubicada del lado peruano. El singular personaje que surgió como un dibujo animado es encarnado por seres humanos en éste largometraje destinado para un público infanto-juvenil. Porque la realización de James Bobin es una versión muy endulzada de otras producciones similares dedicadas a entretener a personas más grandes. Aquí, Dora (Isabela Moner) es una adolescente criada en la selva peruana por sus padres exploradores. Ella es sagaz e inteligente. No teme a andar sola por ahí, ya que la jungla es su hábitat natural pero, como sus progenitores consideran que no está todavía preparada para encarar junto a ellos una expedición en busca de una ciudad Inca perdida, cuya leyenda dice que tiene muchísimo oro, la envían con sus familiares que viven en los Estados Unidos. En ese sitio inexplorado por ella deberá hacerse paso. Pero, como esta propuesta cinematográfica está dirigida para los pequeños, no puede permitirse ahondar en detalles y tomarse su tiempo describiendo el choque notable de culturas totalmente disímiles. El director opta por ir directamente a la aventura misma y allí va ella, con unas situaciones un poco forzadas para que vuelva a la naturaleza y demuestre sus habilidades. Isabela Moner interpreta con soltura a un personaje que está lleno de energía, simpatía, una bondad casi exasperante, candidez, aunque no es tonta, tiene valentía, nobleza y honradez. Muchas virtudes, y prácticamente sin defectos a la vista. El film está lleno de situaciones vistas en otras ocasiones. Con un grupo de malos que quieren encontrar el tesoro y la heroína, con sus amigos, deben impedirlo. El relato tiene un ritmo que no da respiro, música incidental que realza los momentos épicos, cuando es necesario. Un elenco que es funcional a la historia y a la protagonista, que no desentona. Tal vez, se nota un poco que la producción no contó con un gran presupuesto y ciertos efectos no son todo lo deslumbrante que requiere esta clase de género cinematográfico. En suma, se trata de una película que valora la hidalguía, la bondad, la amistad, y pone claramente de manifiesto que los malos siempre tienen que perder.
Recordemos que este film primero fue una serie de televisión «Dora the Explorer», que se emitió durante seis temporadas y terminó en 2006, por lo tanto muchos que hoy tienen cerca de 25 años crecieron viéndola en la pantalla chica. Ahora una nueva generación conocerá esta heroína. Ella es valiente, no tiene miedo, quiere a sus amigos y ama a sus padres. Quienes logren engancharse con el personaje disfrutarán de nuevas experiencias y enseñanzas. La película posee toques similares a otras como: “Indiana Jones” o “Lara Croft” pero como niña y sin armas, entre otras. Su desarrollo tiene cierto aire fresco y mucho humor, logra entretener a niños menores de 11 años, con momentos alocados a través de Boots (solo habla con ella a solas) un personaje tierno y simpático. Hay imágenes de animación, villanos, un zorro ladrón y travieso, misterios, cuenta con escenas animadas, como cuando los protagonistas inhalan una planta que provoca alucinaciones, además cuenta con escenarios naturales bellísimos y se encuentra llena de mensajes.
Hace un tiempo, en Twitter, alguien, con sarcasmo, le comunicó a alguna de las nuevas generaciones que décadas atrás cosas que ahora parecen haber existido desde siempre como Indiana Jones, Los Cazafantasmas o Star Wars eran “inventadas para el cine” y no eran marcas preexistentes. Ese alguien lo hizo en un buen tweet, o tuit, pero no logro encontrarlo ahora, ni acordarme de su nombre. Era un tuit con buena forma; también en Tuiter importa la forma. Hoy, en un mundo de películas dominantes en el que casi nada de lo más exitoso es creado para el cine fui a ver -varios días después del estreno y porque Juan Pablo Martínez la recomendó, claro, en Twitter, y en este tipo de cine suelo coincidir con él- la película de Dora, que se llamay Dora y la ciudad perdida. Esta Dora está basada en la serie Dora, la exploradora de Nickelodeon, de la que se hicieron 172 episodios y yo no había visto ninguno. Y fui a ver la película también porque, claro, la dirigió James Bobin, el señor que dirigió Los Muppets de 2011, una de esas películas de imaginación renovada y renovadora, una de esas películas que conectaban con algunas de las mejores tradiciones del show debe seguir en Hollywood, una película que, lo recordaba hoy al encontrarme con una canción de Frankie Valli, conecta con otra película de alguien que sabe conectar con el corazón del cine que puede resucitar al cine: Jersey Boys de Clint Eastwood. Y así fue que antes de ir a ver Dora y la ciudad perdida me dispuse a ver los 172 episodios de la serie. No, mentira, me dispuse a ver algunos. No, también mentira, ni se me ocurrió. Y tampoco leí los libros de Harry Potter antes de ver algunas de esas películas. Sí leí el libro en el que se basó Eastwood para Invictus, pero no me acuerdo si fue antes o después de ver la película, o si fue antes o después de escribir la crítica de la película. Cada uno se encuentra con las películas como quiere y/o puede, o en algún lugar por ahí, un lugar irrepetible, un lugar que quiero definir como kaeliano, por Pauline Kael. Y entonces, sin pasar por Nickelodeon, fuimos con mi hija mayor a ver Dora y la ciudad perdida. Una Dora ya convertida en adolescente a los pocos minutos de película -buena, vigorizante elipsis para su crecimiento-, seguramente para captar a la generación que ahora ya está cerca de los 12 años y que veía la serie animada en el pasado de la primera infancia, a veces más cercano para un adulto que para alguien que no para de crecer. No sé si me perdí mucho de la película, o más bien nunca sabré qué me perdí por no haber visto la serie, aunque me dieron ganas de verla, aunque no creo que lo haga. Pero a Dora y la ciudad perdida llegué como llegué; es decir, sin ver ni uno de los 172 episodios. Mi hija me contó algunas cosas y me explicó otras, pero la película se sostenía con sus propias armas; y en mi caso no había necesidad de referencias o sedimentos previamente conocidos, y si en algunos momentos era claro que la película estaba jugando con códigos que venían de la serie, lo hacía sin necesidad de empantanarse en la referencia. Así eran las aventuras antes, así supimos acercarnos a Los Goonies, con el saber del género aprendido en otras películas, en muchas o en pocas. Dora y la ciudad perdida remite a un cine casi perdido, y se pueden trazar varias comparaciones entre detalles de su argumento y el estado de la industria, pero sientanse libres de hacerlas al ver la película, una de esas hechas con gracia, de las de risas y emociones ante el poder narrativo y maravilloso del cine, con gente que además de hacer la película parece haberse divertido haciéndola, sin escuchar demasiado a los guardianes de los tanques hechos con “los temas urgentes del momento”, esos que anulan la perdurabilidad de las películas, esos que contaminaron a Pixar hasta asfixiarla. Con los años Dora y la ciudad perdida va a poder ser vuelta a ver, tal vez en una merienda en doble programa con Los Goonies, mientras el triste destino de Toy Story 4 será, seguramente, servir de aperitivo -o, peor aún, de ejemplo- a alguna clase de Sociología no muy inspirada ni inspiradora.
Estoy harto de su incansable optimismo idiota!. Cállense y por favor… no canten! Dora la exploradora: la película. ¿A quién diablos se le ocurrió la idea?. Las buenas nuevas es que, lo que parecía absurdo e infilmable, terminó convirtiéndose en una comedia de energía contagiosa. Eso es lo que pasa cuando le das un proyecto imposible a un grupo de libretistas de imaginación salvaje – ¿se acuerdan de La Gran Aventura Lego? – y los tipos te salen con un delirio imposible de anticipar y mucho mas disfrutable de lo que pensabas. No solo eso, sino que las aventuras cinematográficas de Dora corren serio riesgo de convertirse en una franquicia. ¿Qué tal?. Este es el mismo equipo que hizo la deliciosa Los Muppets 2011 (pero también los que la pifiaron con Muppets 2: Los Mas Buscados), y tiene esa misma onda descontracturada. No solo homenajea al original sino que lo parodia. Cada dos minutos Dora se para frente a la cámara, suelta una parrafada sacada de la Wikipedia, y te pregunta si podés repetirla… mientras que la gente alrededor la mira y piensa que está loca (¿con quién diablos habla?). O el momento Zen en donde Dora está agobiada por los obstáculos con los que debe lidiar para liberar a sus padres… y el monito mascota que la acompaña le habla con la voz aguardentosa de Danny Trejo en un instante de epifanía. O el impagable momento en que la detestable compañera de colegio de Dora le agarran ganas de hacer el número dos en plena jungla y Dora le hace una canción ecológica sobre el popó mientras le cava con ganas un agujero en la tierra para que la chica pueda evacuar. Oh, sí, el filme está plagado de ocurrencias semejantes y es imposible no verlo con una sonrisa. Pero Dora y la Ciudad Perdida no funcionaría de no ser por Isabella Moner. La piba tiene talento de sobra y carrera para rato, y ya la había visto robarse cámara en la comedia dramática Familia al Instante. La Moner desborda energía y optimismo, y llena la pantalla con sus enormes ojos de anime (¿por qué no la contrató Robert Rodriguez para Alita, Angel de Combate?; porque la Moner no precisa efectos especiales para agrandarle los ojos!). Es súper sabia, súper ecologista y súper segura de sí misma. El chiste reside en que vivió toda su vida en la jungla con sus padres arqueólogos (Michael Peña y una Eva Longoria pasada de pastas), y ahora la mandan a la civilización mientras los papis van a buscar una enigmática ciudad perdida de los incas. Todo el mundo la mira raro, ella es literal – como el baile de secundario donde deben “disfrazarse como su estrella favorita”… y ella va como el Sol (!) – y hasta el primo (que compartió su niñez con ella) se siente abochornado. Pero todo es pura diversión y la Moner se carga la película sobre sus hombros con la confidencia de una auténtica estrella. Con toques de humor absurdo, Tomb Raider y algo de Indiana Jones, Dora y la Ciudad Perdida es inesperadamente efectiva, súper divertida y altamente recomendable. Los que la pasan peor son los adultos del elenco latino – Longoria, Peña y hasta Eugenio Derbez – que van de lo bochornoso a lo apenas correcto; pero el cast adolescente está muy bien y la Moner es genial, y solo por su entusiasmo vale la pena ver la película, diversión asegurada para toda la familia.