SÚPER 8, CUARENTENA Y CHORIPANES En el panorama actual del cine nacional, la figura de Matías Szulanski es un caso particular, donde coinciden una saludable inclinación por los géneros (el policial, la ciencia ficción, la comedia sanguinaria y ultra violenta), con unos resultados que suelen perderse entre el homenaje, la cita y el capricho. Desde 2016 (año de su debut con Reemplazo incompleto) para acá, Szulanski realizó siete largometrajes, que además de conformar una producción inusitadamente prolífica, lo ubican como un cineasta apasionado, atento a las necesidades formales de cada historia que decide contar. Con un pie en el pulp y la clase B, pero sin que esto se traduzca en falta de calidad visual (de hecho, en una entrevista admitió una preocupación porque, pese a los presupuestos acotados, sus películas “se vean caras”), los films de Szulanski se construyen como ejercicios de estilo nostálgicos, casi como una exhibición de otras épocas de la historia del cine, que le gustan y que decide recuperar. Es justamente esa experimentación infatigable, de cinéfilo serial, lo que le suele jugar en contra, porque la suya es una mirada que nunca termina de consolidarse, si no que sigue probando cosas y disfrazándose según la ocasión. En otras palabras: Szulanski pareciera no dejar de jugar y de divertirse con cada nueva película; una actitud que, lejos de condenarse, podría incluso celebrarse, si todo ese juego y esa diversión se transmitieran finalmente al espectador. Lamentablemente, es algo que no sucede. Ecosistemas de la Costanera Sur es su último proyecto, un documental sobre esa zona de la Ciudad de Buenos Aires conocida por la reserva ecológica, los carritos de choripanes y una apariencia descuidada que le otorga ese encanto a mitad de camino entre lo popular y lo cheto (no olvidemos que ahí nomás comienza Puerto Madero). El carácter convencional de documental turístico es desechado a los pocos minutos por el propio Szulanski, cuya voz aparece para decirnos que lo que vimos hasta ahí (al actor Fabián Arenillas contándole a la cámara curiosidades sobre la costanera) no va a continuar, porque se parece demasiado a lo que uno puede encontrar caminando por el lugar o yendo a Wikipedia. Lo que sigue, entonces, es el esfuerzo del director por despegarse de los caminos tradicionales del género, apelando a una estructura episódica (habitual en su trabajo) para mostrarnos algo así como el borrador del documental que no fue. Es una premisa que podría abrir el juego hacia lugares inesperados, pero que se queda en la intención. Szulanski convoca a algunos amigos (Paulo Pécora, Mónica Lairana, Franco Sintoff) en la búsqueda de un relato colectivo que abarque distintos registros, para intentar armar una imagen de la Costanera Sur que responda no solo a una mirada. Otra idea potencialmente fructífera que se queda en lo anecdótico (la anécdota sería que durante la cuarentena varios directores intentaron hacer cine desde esa experiencia inédita), con los pasajes de Pécora y Lairana lastrados por una mezcla de pretenciosidad, aburrimiento, y una suerte de autocrítica culposa con respecto a la identidad cool porteña. ¿Hay alguna razón para justificar la presencia de estos segmentos, más allá del espíritu colaborativo auspiciado por el encierro y el Covid-19? No lo sabemos. En la segunda mitad, el documental cede a la ficción con personajes reales, convirtiendo a Sintoff es un cineasta amateur decidido a filmar una película de terror en Súper 8, con la Costanera y su mitología como telón de fondo. Ahí aparece la leyenda del Reservito, el monstruo que habita las profundidades de la reserva ecológica, y cuyo origen se entrelaza con la llegada, a principios del Siglo XX, del avión Plus Ultra a Buenos Aires. Este episodio, bastante más largo que los anteriores, funciona mucho mejor como la variante que Szulanski quiere proponer a los documentales al uso, e incluso nos lleva a pensar que quizás hubiese sido mejor encarar todo de esta manera. Es cierto que en algunos momentos la narración se ve ganada por un cinismo innecesario, pero las cosas se terminan antes de que el resultado se vuelva molesto. Y esa es la sensación final que se traslada al espectador cuando aparecen los créditos: un recorrido un poco tedioso, un poco intrascendente, con un rato más o menos divertido e interesante, que podría haber sido mejor pero tampoco es espantoso. Es bueno saber que Szulanski sigue jugando y buscando nuevas formas para sus películas, que son como fiestas de amigos a las que vamos sin conocer a nadie, medio de casualidad, y en las que nos quedamos tomando una cerveza en un rincón y viendo a la gente bailar. Ojalá la próxima nos invite y podamos ser parte.
Propuesta distinta, que toma el espacio mencionado en el título para disparar un desestructurado relato cinéfilo que, terminado en confinamiento, revela las infinitas posibilidades que el documental aún puede, y debe, transitar.
Resistiéndose a cualquier encasillamiento, el trabajo documental de Matías Szulanski, en sintonía con sus trabajos de ficción en donde lo más importante pareciera ser romper con todos los esquemas preestablecidos para disponerse a explorar nuevas formas de contar en el cine (para muestra bastan “Astrogauchos” Recetas para microondas” “En peligro” o “El gran combo”), nos muestra a un director completamente entregado al juego, a la experimentación y a dejarse llevar por las cosas que puedan ir apareciendo durante el proceso creativo. “ECOSISTEMAS DE LA COSTANERA SUR” arranca con la participación de Fabián Arenillas, choripán en mano, bombardeándonos de información sobre la Costanera –como un alter ego de una Wikipedia desenfrenadamente veloz-, sus aspectos históricos, sus cambios, lo distintivos de sus rincones, los mitos y leyendas propios del lugar y poniendo el foco en sus particulares visitantes. La sobreabundancia de datos y un ritmo decididamente lúdico y distendido, hacen que pensemos que Szulanski aborda el documental, autoparodiando el propio género y riéndose de sí mismo cuando en una completamente desacartonada voz en off –opuesto a lo que suele suceder en la enorme mayoría de los documentales- explica que finalmente este documental es, más que nada, un registro de ese documental que no fue. Dividido en cuatro capítulos, inicia con un irónico “cine contemplativo” donde se disparan efectivos dardos sobre esta forma de (no) hacer cine y rápidamente cede el paso al capítulo del “cine experimental” donde junto a Paulo Pécora encara una de las facetas más interesantes del trabajo. Con un espíritu “cool” que jamás abandona, se dispone a jugar con imágenes, charlas de whatsapp, cine dentro del cine y una filmación tan particular como el escarabajo que cobra un rol protagónico y el fantasma de Martha Lynch que se pasea por entre los árboles de la Costanera. Como en una charla de amigos, Szulanski abandona ese segmento en donde pone énfasis en el espíritu hipster, la nostalgia y la melancolía de alguna de sus tomas y se adentra en el tercer segmento “cine casero” acompañado en esta oportunidad por la actriz y directora Mónica Lairana (“La Cama”). Juntos reconstruyen esa costanera olvidada, jugando con el tiempo y con el espacio, algo que reconocen que potencialmente podría haber surgido como un cine de archivo que no pudo ser, subrayando en esa búsqueda, el espíritu de ensayo, esa prueba y error que conduce al conocimiento, que se produce justamente en medio de este aislamiento que hizo que se modificaran sus planes. Ya alejando completamente de una propuesta más esquemática de contar la historia de la Costanera como geografía inusual, el relato queda completamente capturado por la pasión de hacer cine y de seguir explorando formatos, totalmente presente en el cuarto y último capítulo, “cine de terror”. En este capítulo de cierre –mucho más extenso que los anteriores-, con la ayuda de Franco Sintoff y su anécdota de cómo utilizar unos rollos de super 8 recientemente ganados en un concurso, juntos subrayan y refuerzan la idea de filmar sin dejarse limitar por una falta de presupuesto, fluyendo con las nuevas ideas que aparezcan en el recorrido, en este caso tomando como compañeras de aventuras a una actriz inexperta con ganas de protagonizar el corto y su propia novia que apoya incondicionalmente el proyecto. Este capítulo de cierre es al mismo tiempo el más divertido pero el más disperso y alejando del hilo conductor, que probablemente peque de ser más extenso de lo debido perdiendo el timing inicial que Szulanski había intencionado en su propio abordaje, pero lo que se sigue celebrando en “ECOSISTEMAS DE LA COSTANERA SUR” es la originalidad, el humor que atraviesa completamente cada uno de los episodios y la voluntad de disponerse al juego, de ensayar –aun a riesgo de equivocarse- y de sondear nuevos caminos con la pulsión de hacer cine y de encontrar nuevas maneras de expresión .
Los microcosmos en tensión bajo el idílico Puerto Madero. Crítica de “Ecosistemas de la Costanera Sur” Una radiografía lúdica y sus contornos proponen un juego de luces y sombras en la zona costera Florencia Fico Un documental que sobrevivió a las limitaciones de la cuarentena con el narrador – protagonista Matías Szulanski quien desplegó un registro sobre la región ribereña. Surgen condimentos atractivos como la sátira, creatividad, documentación y recreación de las travesías, conspiraciones y avatares para concretar el filme. El filme, que está dividido en una introducción y tres parte, explora lo que es un backstage de bajo costo. El registro exploratorio “Ecosistemas de la Costanera Sur” repasa información acerca de la Costanera Sur, su retrato y los pequeños mundos que lo circundan abarcando cine Súper 8, complots, choripanes y fábulas. El director, narrador y fotógrafo Matías Szulanski compone un documental mixto que mezcla imágenes domésticas alterna con vídeos de archivo. Incorpora cine contemplativo, de género y experimental con material fílmico que expone en formato Súper 8. Un relato audiovisual en blanco y negro que dota a la cinta de un toque artístico y un giro ficcional curioso; de la mano del realizador Paulo Pécora. También el fracasado proyecto de Cuidad Deportiva de Boca Juniors. Asimismo la participación de la directora Mónica Lairana le dio un toque poético, moderno y conceptual. Hubo también un planteo de dramatización por parte del director que dio paso a reconstruir la leyenda del Reservito con la participación de actrices como: Ines Urdinez,Rocío Bilota, su novia Julieta Tramanzoli, Camila y Camila Saggio, Naiara Awada y el actor Alberto Suarez. Sobre la conspiración como trasfondo de la llegada del “Vuelo del Plus Ultra” con tintes trágicos y vínculos con la dictadura franquista y la desaparición de personas. Los incendios generalizados en la costanera que son una práctica ilícita; aunque invisibilizada. lo cual rompe con la idea ecológica del lugar. A su vez las industrias contaminantes a su alrededor. Ecosistemas de la Costanera Sur | EscribiendoCine Además contó con la voz del artista, Fabián Arenillas, quien recordó que muy cerca de la zona se encuentra el estadio Luna Park donde se dio una gran reunión de nazis en 1938. Asimismo las cervecerías que había y La Ustacha, una sede parte de una organización terrorista del nacionalismo croata, que disponía directivas racistas religiosas. La música de Bernardo Szulanski se centró en instrumentación en base a pianos; y mezclas con cierto tono retro, vertiginoso, bailable, humorístico y circense. El encargado de la grabación fue el mismo Matías Szulanski que empleó planos dinámicos y descriptivos de la reserva ecológica. Empleó animación y efectos ópticos con grabaciones en Súper 8. Jugó con los planos de forma muy atractiva. El documental de Matías Szulanski evidencia el recorrido del realizador como recolector de mitos, entramados políticos y un registro con mucha elegancia estético e impacto visual. Una narrativa crítica, revisionista y cómica de los diferentes sucesos que circulan en la Costanera Sur. Puntaje:70
Costanera como excusa El documental Ecosistemas de la Costanera Sur (2020), del Director Matías Szulanski busca un particular diálogo con el cine y sus formas de representación, aunque lo logra tibiamente. Se acerca más a una película ensayo que a un documental. Considero que no plasma su estilo, como sí lo consiguió en Pendeja, payasa y gorda (2017) El film trata sobre la Costanera Sur, su representación y los microcosmos que rodean a su simbología, incluyendo cine Súper 8, conspiraciones, choripanes y mitos, relatando de diversas maneras estos tópicos y recurriendo a diversos recursos tales como... Partiendo de una interesante premisa, su búsqueda de documental articulada por ficción y cine experimental logra por ciertos tramos ser atrapantes e interesantes con respecto a la información que brinda. Sin embargo su narración pierde el eje, no quedando en claro el mensaje a transmitir, afectando así, la atención del espectador, quizás excluyéndolo del relato y no logrando una identificación. El tema a tratar es el cine desde un punto de vista diferente, utilizando como escenario y excusa a la costanera para su narración, no obstante, los aportes sobre el cine y el tratamiento no son novedosos. Divagando en pequeñas situaciones cómicas e incómodas que se pierden entre la totalidad del film. Lo más imperante en un film, más allá de su formato, má o menos innovador, es que el mensaje atraviese al espectador, lo que a mi parecer, no sucede aquí. Esta película ensayo resulta recurrente en la sumatoria de escenas poco contundentes e innecesarias. "La película tiene un valor como ensayo y es apreciable, con momentos curiosos y datos que aportan, pero gira en círculos constantemente y cuesta entender bien a dónde quiere llegar."
Lo más sobresaliente de Ecosistemas de la Costanera Sur es su carácter de rareza. Fabián Arenillas es el primer actor que aparece en escena. Lo hace comiéndose un choripán en los clásicos carritos del lugar mientras, entre bocado y bocado, cuenta brevemente su historia: la importancia social, los proyectos faraónicos de la dictadura y su actual carácter de reservorio verde a la vera de una ciudad cada vez más cubierta de cemento y ladrillos. Es, quizás, lo más parecido a una secuencia “convencional” que entregará el film durante sus poco más de 70 minutos. La idea central, según cuenta en off el propio realizador, era hacer una película sobre esa zona de la Ciudad de Buenos Aires, aunque no de la manera tradicional (“Toda la información está en Wikipedia”, dice), sino a través del cine. Es, entonces, un documental sobre la Costanera pero también uno sobre el propio documental, en línea con varios títulos recientes que siguieron un recorrido narrativo similar. A las reflexiones sobre la realización se suma una serie de subtramas que intentan narrar la Costanera recurriendo a microhistorias vinculadas con el cine y casi siempre a través del humor, como si la propia película asumiera su condición de juego, de experimento. Habrá una sobre la realización de un film de terror de bajísimo presupuesto –y la relación entre el director y su novia actriz-, otra que aborda las historias las algunas construcciones clásicas y uno con eje en el formato Súper-8 con una suerte de backstage de un corto experimental filmado por Paulo Pécora. Lo particular de Ecosistemas de la Costanera Sur es la libertad absoluta con que se aproxima a su objeto de estudio. El problema es que esa libertad coquetea por momentos con lo caprichoso y arbitrario, volviendo la película algo caótica cuando sale de su cauce. No obstante, el nuevo trabajo de Matías Szulansky -que ya mostrado una voz particular en Astrogauchos- es una apuesta por el riesgo en un contexto donde los documentales suelen contentarse con fórmulas seguras.
Se estrena comercialmente en Cine.Ar TV (el jueves 6 de agosto a las 20 y repite el sábado 8 de agosto en el mismo horario). A partir del 7 de agosto estará disponible en la plataforma Cine.Ar En la zona sur de la Capital Federal (aka CABA), más por desidia que por otra cosa, existe una especie de selva que nació porque tras las demoliciones que provocó el trazado de las autopistas de un intendente que se llamaba Osvaldo Cacciatore, todos aquellos deshechos fueron llevados al sur de la ciudad para que allí floreciera un polo financiero – seguramente el brigadier pensó que sería algo así como el Wall Street criollo-. Pero ya sabemos lo mal que salió todo, así que ese territorio devino en basural primero y después en “Reserva Ecológica”, que sonara ostentoso, pero es lo que se terminó. Aquel territorio se volvió un lugar dedicado a distintas actividades que van desde la apreciación de la naturaleza a zona de citas furtivas del colectivo gay. La ciudad finalmente se hizo cargo de la existencia de esa selva y le puso algo de onda, tanto desde el gobierno municipal como por impulso de los vecinos, que hicieron suyo el espacio y se volvió una zona pintoresca y realmente digna de ser visitada. Matías Szulansky es el director del documental que arranca con simpático prólogo a cargo de Fabián Arenillas, que de manera informal cuenta la historia de la zona mientras se come un choripán en uno de los carritos de la zona. Después de eso Szulansky se encuentra con su colega Paulo Pécora, que se encuentra en el lugar filmando un corto relacionado con la escritora Martha Lynch. El fantasma de Matha camina por la reserva y Pécora crea un clima onírico, entonces el documental se transforma en otra cosa con Pécora y una actriz buscando planos y preocupándose por un escarabajo que pretenden utilizar de alguna manera en el corto. Szuliansky es juguetón y su documental también, por lo que de repente toma una postura académica y comienza a explicarle al espectador distintas maneras en la que se podría hacer ese documental hasta que aparece la historia de Reservito. Porque si existe el monstruo del lago Ness y su par Nahuelito en el sur del país, en la Reserva Ecológica de la costanera existe la leyenda de Reservito. Entonces la última parte del relato es la filmación de una película de terror, con un presupuesto nulo, donde una investigadora se preocupa por una muerte y comienza a buscar a Reservito. Ecosistemas de la Costanera Sur se toma poco más de una hora para contar un montón de historias y para jugar con el cine. Vale la pena entregarse a ese juego y esperar lo que venga en el futuro de Matías Szuliansky. ECOSISTEMAS DE LA COSTANERA SUR Ecosistemas de la Costanera Sur. Argentina, 2020. Dirección y fotografía: Matías Szulansky. Guion: Vladimir Vallejos. Edición: Melissa Waissmann. Con las participacion de Paulo Pécora, Fabián Arenillas y Mónica Lairana. Duración: 72 minutos.
La película excusada Con la frase “en el cine no hay excusas, el cine es la excusa” abre Ecosistemas de la Costanera Sur (2020), el documental de Matías Szulanski (Astrogauchos, En peligro) que se vio transformado por la pandemia mundial. Quizás se trate de la primera película en estrenarse en estas condiciones, cuya producción se vio atravesada por el Coronavirus. Lo interesante aquí es que lejos de desestimar su proyecto sobre la Costanera Sur, que iba a tener un humor irónico (al estilo Néstor Frenkel, quien oficia de productor), Szulanski convierte el film en otra cosa sin perder la esencia inicial. Ecosistemas de la Costanera Sur habla del pasado y presente del simbólico espacio al aire libre de la Ciudad de Buenos Aires, así comienza con Fabián Arenillas dando información útil -y de la otra- a la cámara mientras come un choripán en uno de los legendarios carritos del lugar. Era el inicio de la película que no pudo ser, según narra en off el mismo Szulanski mientras explica su decisión de que el cine, aborde la Costanera Sur. No es el cine en términos de retrato cinematográfico de la Costanera Sur, sino el cine en cuanto concepto y materialidad. Las maneras de registrar la Costanera que distinguen los capítulos en cine contemplativo, cine experimental, cine casero, cine de género de terror (en donde se explaya en la filmación fallida de un corto sobre el ser mitológico "reservito" habitante de la Reserva Ecológica), cada uno con su didáctica definición y razón de ser. Por otro lado la imagen y sonido que varía de súper 8 a digital y otros formatos que tiñen de diferentes texturas al material. También como buen documental contemporáneo la película hace foco en el proceso de construcción más que en el resultado final. Los obstáculos presentados forman parte del producto final pero, como dice la cita inicial, no para salvaguardar defectos sino para fundamentar su virtuosa fisonomía. La película no deja por esto de tener un buen sentido del humor, información sobre el lugar retratado y registros variopintos de personajes, mitos y paisajes de la Costanera Sur. Se puede ver en la TV y la web de CINEAR.
Cuando se trata de Matías Szulanski ya se sabe que en sus realizaciones el humor se pega al delirio, la fantasía al despliegue de la imaginación, el regocijo con la originalidad. Aquí se trata de un compendio que quiere desentrañar cómo hacer un documental Como en sus anteriores filmes, “Pendeja, payasa y gorda”, “Recetas para microondas”, “Astrogauchos”, se suelen acumular los hallazgos. Con la participación de Fabián Arenillas, la colaboración de Paulo Pécora y Mónica Lairana (lo más logrado de la película) a las ironías sobre los tipos de cine y su realización, toda su visión es regocijante. Una “búsqueda” que da una supuesta cátedra sobre el cine contemplativo, el experimental, con los locos por el Super 8 hasta el cine de terror, donde más se extiende. Con algunos altibajos pero siempre con un nivel de mirada crítica y divertida que es seguida con mucho interés por sus fans. Una producción atravesada por la pandemia y la cuarentena que sin embargo nunca perdió el estilo de su realizador.
La agudeza discursiva en Ecosistemas de la Costanera Sur (2020) aprovecha incluso la pandemia actual para ejemplificar los alcances del cine. Que además logre esto sin perder el absurdo tan presente en las obras previas de Matías Szulanski, hace que su autoconciencia no caiga en pedantería ni didactismo. La película nos da pistas de su carácter inclasificable desde el comienzo cuando el actor Fabián Arenillas come un chori mientras cuenta los datos básicos sobre la creación de la Costanera. A partir de ahí, más miradas contribuirán a crear diversos ecosistemas. Para ello, Szulanski comparte la labor de guion con Vladimir Vallejos y el montaje lo deja en manos de Melissa Waismann. En cinco de sus obras previas, ejerció tales funciones a solas. Por otro lado, es muy clara la intención de los guionistas de recapitular el cine contemplativo, el experimental, los géneros cinematográficos, el diarismo, las entrevistas e incluso dar cuenta del falso documental como muestra la última parte de la obra. Pero en realidad la mutación de este proyecto en conjunto también reflexiona sobre el cine desde sus imágenes en particular. Dos tomas ejemplifican de una manera sencilla que Szulanski ya con la fotografía cree en y crea con esta obra un cine donde la imagen es la cita de otros autores sin necesidad de postureos. En el capítulo donde Paulo Pécora trabaja con la actriz Inés Urdinez, una toma general incluye la cabeza de Pécora en el extremo inferior del plano. Así entendemos que toda composición, sea documental o ficticia, proviene de un individuo al límite de su obra. Matías viene de trabajar en ficción pero ya en Astrogauchos (2019), lo tentó la historia verídica al menos para burlarse de ella. La segunda toma significativa, también un plano general, surge cuando el rostro de Franco Sintoff está bloqueado visualmente por la pantalla de su computadora mientras trabaja en su corto de terror. Aunque esta y aquella no son tomas consecutivas y tampoco se trata de los mismos realizadores, sí son cónsonas con la identidad que ellos deciden perder, incluso en el proceso documental, en pos de obras que den cuenta de lo buscado para que el espectador rearme las pistas. La película repiensa con humor el cine desde distintos ámbitos. De esta manera, Vallejos y Zsulanski incluyen además de la filmación de ese corto dirigido por Sintoff en torno a El Reservito (una supuesta criatura que merodea la Costanera Sur); la muestra de esta obra de género en una proyección de cortos y la posibilidad de un libro escrito por el propio Sintoff. Así, Szulanski sugiere una idea mancomunada de cine experimental. Si bien este suele realizarse con un equipo escaso, pandemia mediante o no; lo cierto es que todo arte se alimenta del diálogo con otros realizadores, artistas y espectadores. Cualquiera aseguraría que no hay nada nuevo en esta propuesta y es cierto. Ya ello lo plantearon las teorías de recepción. La coda de este documental o la cola de esta rara avis (según qué juego aceptemos) es un hombre bailando sobre un asado. Así, Matías se burla de cualquier certeza teórica así como, en palabras del propio narrador, la Costanera es “otra prueba de lo que Argentina no ha podido ser” a pesar del aguante de su cine.
Cuando una cinematografía acumula títulos año tras año y la mayoría pasa sin pena ni gloria por los cines (ahora peor, solo por el streaming) lo que más se valora de un realizador es su originalidad. Matías Szulansky podrá tener mejores o peores films, pero incluso los menos logrados buscan, en algún momento, un rayo de originalidad. Ecosistemas de la Costanera Sur tiene, claramente, en la originalidad su mayor mérito. La película arranca de forma dinámica, pero todavía no del todo brillante, con un actor contándonos la historia de la Costanera Sur. Tiene humor, simpatía y ligereza. Con eso no hubiera alcanzado. Luego el director confiesa que lo que iba a ser un documental sobre la Costanera Sur, se transformó en un documental sobre el documental. La información cualquiera la puede conseguir, la pandemia encerró a todo la ciudad, el director dejó de entrar por la puerta y pasó a ingresar por la ventana, parafraseando a Billy Wilder. La película renueva su interés. Conocemos historias y sub tramas, un realizador experimental y su actriz hacen un corto y somos testigos de la realización. El Súper 8 cobra protagonista poco a poco. Luego un director desea hace un film de terror de presupuesto nulo y vemos el conflicto con su novia actriz cuando no es elegida para el rol protagónico. Todo esto con humor, sin juzgar, tampoco burlándose de los personajes. Para cuando uno se aburre de alguna de estas ideas la película ya pasó a otra cosa o, directamente, se terminó. Un poco de humor y el deseo de abrirse paso con ideas hace de Ecosistemas de la Costanera Sur un film que alivia por un momento este año difícil que nos ha tocado vivir y que, la propia película incluye en su trama.
Una película que no fue trata de reinventarse en un ensayo experimental que deviene en falso documental en Ecosistemas de la Costanera Sur, un film que en otras circunstancias seguramente hubiese tenido un lugar en el BAFICI pero que en este 2020 se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. “En el cine no hay excusas, el cine ES la excusa” reza un cartel sobre fondo negro cuando comienza el film. Inmediatamente después, inicia un monólogo a cargo de Fabián Arenillas en el cual hace una especie de recuento de la historia de la Costanera Sur. De a poco, y mientras Arenillas continúa su relato, cosas incómodas se ven en pantalla. No hay forma de definirlo muy claramente, pero algo está mal. Eso, sumado a lo caprichoso de los hechos narrados por el actor, va generando una especie de distanciamiento que se afianza con la historia del Reservito, una especie de mito sobre un monstruoso ser que habitaría en la reserva ecológica que hoy allí se emplaza. Entra la música, comienzan los títulos y la voz en off del director nos cuenta que la película que estamos viendo no era la que él iba a hacer pero que abandonó el proyecto original porque no le parecía ya relevante. Y a partir de ahí comienza el film propiamente dicho, o no. Porque lo que vemos durante los 70 minutos de película son una serie de backstages, un par de cortos y hasta un mediometraje, unidos apenas por algunas ideas y una locación, pero nada más. Se vuelve muy difícil atravesar Ecosistemas de la Costanera Sur con una única mirada, ya que lo que vemos a lo largo de su hora y diez minutos de duración no es una película sino varios fragmentos de diferentes cosas que, por separado, no llegarían al formato largometraje. Desprovisto de un objetivo claro en su relato, el director decide hacer un film sobre el cine en sí mismo y así arranca con el primero de los mini fragmentos de la película, dedicado al cine contemplativo, en el cual, desde una definición que pretende ser académica pero que es más perceptiva que otra cosa, aborda fragmentos de sus rodajes que ya no tienen un objetivo narrativo dentro del film. Aunque ya en este momento cualquier perspectiva de relato desaparece, el director aborda el concepto del cine experimental y lo hace a través de la filmación del backstage de un cortometraje de Paulo Pécora, que carece de interés pero gana un poco de relevancia cuando vemos parte del producto terminado que, lamentablemente, no verá la luz del sol, por ahora, porque el comienzo de la pandemia también marca un cambio radical en los objetivos de Pécora y su cortometraje. El encierro forzoso lleva entonces a la manipulación del material filmado, momento en el cual extrañamente el director recurre a una fuente externa, volviendo nuevamente al cine experimental, aunque sea de forma involuntaria. Y finalmente llega el que, sin dudas, es el más interesante de los fragmentos del film. Un falso documental sobre la filmación de un cortometraje de terror con el Reservito como foco. El gran mérito de este fragmento es la genial creación de Franco Sintoff interpretando al director, un personaje nefasto pero muy verosímil de esos que dan vergüenza ajena. El mediometraje es efectivo, divertido y, sobre todo, tiene una idea para contar, lo cual lo diferencia de todo lo que lo precedió, que solamente sostiene la atención del espectador por lo corto de los fragmentos. Ecosistemas de la Costanera Sur promete en su título algo que no entrega al espectador, y en esa transformación se vuelve poco efectivo, sobre todo por la incongruencia en el rejunte de fragmentos que podrían haber sido pequeños cortos por separado, manteniendo una impronta propia en cada uno, pero que en conjunto desarman una idea que, ya de por sí, era muy forzada. Nuevamente, el fragmento final está muy bien logrado, pero no vale lo ya transcurrido.