Una mujer perseguida por la tragedia regresa al pueblo de su infancia quince años después en este relato nacional escrito y dirigido por Gonzalo Javier Zapico, quien bucea por una trama que reúne misterio, terror y venganza. El bosque de los perros narra la historia de Mariela -Lorena Vega, de destacada trayectoria teatral-, quien desea reencontrarse con Gastón -Guillermo Pfening-, un antiguo amor de la adolescencia. Al llegar se hospeda en un hotel de mala muerte y no es muy bien recibida. Mariela, dueña de una personalidad apática, asegura ser diseñadora, azafata y el pasado la golpea cuando se instala la duda sobre la muerte de sus padres ocurrida en un incendio. Luego de la pérdida de su marido, Mariela recorre los lugares que conoce y también encuentra a Carlos -Marcelo Subiotto-, el hermano de Gastón, el otro vértice de un triángulo amoroso que dejó sus secuelas. El filme concentra tensión y ambiguedades sobre los personajes que deambulan por este pueblo parsimonioso, reviviendo una historia de abusos, secretos y mentiras. El relato alterna pasado -la adolescencia marcada por un triángulo amoroso y un ritual sangriento que terminó con la vida de los perros del pueblo- y un presente que coloca a Mariela como principal sospechosa de una muerte. La trama también incluye a un comisario que investiga la visita de la recién llegada y una tía que parece ser la única que puede resguardarla de tanta hostilidad. La propuesta va dando información de manera gradual para sembrar la duda, arma su rompecabezas lentamente y tampoco se ahorra escenas sangrientas. El elenco joven -Angelo Mutti Spinetta, Julieta Brito y Francisco Macia- cumple con los requerimientos de la historia y se ve empujado hacia la tragedia. Lorena Vega sale airosa de esta experiencia con una Mariela atrapada en un laberinto sin salida.
Perro destino. Siempre que llegan propuestas de género para un cine argentino al que le cuesta pegar el salto por diversas circunstancias que no vienen al caso de esta nota, las antenas se paran y apuntan especialmente a una serie de casilleros de un gran tablero, que frecuentemente no se llega a completar casi nunca y si se permite un juego de palabras cinéfilo daría la sensación que con el cine argentino de género “faltan 5 pal peso”. El bosque de los perros encuentra en el formato del thriller un interesante marco para desarrollar un triángulo amoroso, donde los secretos del pasado de la protagonista Mariela (Lorena Vega) y su entorno juegan una carta marcada. Tan marcada como el destino y la tragedia que rodea la trama en que los perros también reflejan simbólicamente la idea de desamparo en base a la dependencia afectiva con sus amos. Tras quince años de ausencia, Mariela regresa con ínfulas de venganza y eso se desprende desde sus ojos cada vez que encara a la gente, quienes también la ven con ojos de desconfianza y rechazo. Ella porta un karma tal vez y como toda ley karmática la rodea esa dinámica de lo que comúnmente se asocia al concepto de sembrar y cosechar. ¿Cuál es en definitiva la cosecha que ha sembrado Mariela desde su pasado de adolescencia tanto con Germán y Carlos? Es una pregunta de la búsqueda que atraviesa la película de Gonzalo Javier Zapico. La puesta de cámara es uno de los puntos claves para darle dinamismo a un relato en el que la crueldad se maneja desde la sutileza, sin golpe bajo ni truculencia gratuita. Hay otra violencia invisible como la del maltrato o el abandono relacionado al pasado. Las actuaciones de Lorena Vega, Guillermo Pfening y Marcelo Subiotto, vértices de este triángulo amoroso intenso, se ajustan a los ritmos que pide la película. Lo mismo ocurre con los secundarios, convincentes en sus intervenciones, así como un cuidado de los rubros técnicos entre los que debe destacarse la fotografía de Germán Costantino y la puesta en escena general con la distancia justa entre personajes y cámara para resaltar detalles que pueden escaparse ante miradas poco atentas.
Lado B de un pueblo Episodios traumáticos no superados, alimento de odio e impotencia, pueden conducir a las personas a cometer actos aberrantes con el pretexto de hacer justicia, es la premisa de El Bosque De Los Perros (2018). Un thriller oscuro que relata la historia de un triángulo amoroso colmado de mentiras, en el que Mariela (Lorena Vega) vuelve a su pueblo natal luego de muchos años, para reencontrarse con Gastón (Guillermo Pfening), su verdadero amor de la adolescencia y algo más. Carlos (Marcelo Subiotto), es el hermano mayor de Gaston y el tercero en discordia. Mariela abandonó su pueblo tras un trágico accidente, en el que sus padres fallecieron y ella se salvó porque no se encontraba en el hogar. Esa infortunada noche se originó en ella, un odio por sus vecinos porque nada hicieron para salvarlos, y a modo de venganza, mataba a sus perros en el bosque con la ayuda de Gastón. La historia de este trío amoroso y de situaciones se relata a través de flashbacks. Este ácido relato rural, dirigido y guionado por Gonzalo Javier Zapico puede ser algo difícil de digerir por los amantes de los animales, puesto que están muy bien logradas las escenas de matanza; sin embargo, su trabajo es destacable ya que no sólo es creíble, sino que cuenta con un guion, en su totalidad, impredecible e inteligente. Si bien las imágenes son más o menos sencibles, según el espectador, el film nos mantiene intrigados, con la pregunta constante de qué va a suceder ahora, y con una ambiguedad atractiva. La fotografía es cautivadora, composición de planos y locaciones cautivadores; la música acompaña el suspenso y resultan acertadas las actuaciones de todo el elenco; en los flashback, nos relata la historia de este trío amoroso y de situaciones contadas en el momento adecuado. Se destaca la interpretación de Lorena Vega que construye un personaje genial, creíble y mentiroso, con el que no empatizamos en absoluto, no anticipa ningún suceso para que comprendamos atinadamente el porqué de su frívolo comportamiento. Pasado y presente se entrelazan en este drama que nos deja un claro mensaje: vayas a donde vayas y pase el tiempo que pase, si no perdonas y abandonas el impulso de culpar al otro por tu propia desgracia... arrastrarás esa mochila toda la vida y cada vez pesará más.
Si hay heridas del pasado que no cierran ni cicatrizan, Mariela va a descubrirlo, si es que íntimamente no lo sabe. Esta mujer regresa a su pueblo natal luego de ausentarse quince años por varios motivos. Uno es reencontrase con Gastón (Guillermo Pfening), un viejo amor, de la adolescencia. Pero en este pueblo de la Costa ha tenido otra relación, con Carlos, el hermano de Gastón (Marcelo Subiotto). Y las cosas, si cuando ella partió, no habían quedado claras, ni muchas cuestiones saldadas, parece que el tiempo tampoco hizo lo suficiente para resolverlas. El bosque de los perros combina drama con violencia, un pasado tortuoso y cierto ritual que tiene que ver con la matanza de canes. A lo largo de la trama se cometerán abusos, se esconderán mentiras y habrá un clima de ambigüedad que el director Gonzalo Javier Zapico, en su debut como realizador de largometrajes, maneja mejor cuando se aproxima el desenlace. Antes, va mechando con flashbacks (los personajes del triángulo son interpretados por los jóvenes Julieta Brito, Angelo Mutti Spinetta y Francisco Macia) que develan algunos misterios. Zapico cuenta, claro, con su esposa en la vida real, Lorena Vega, como protagonista casi excluyente. La actriz, que tiene un presente teatral importante, significativo, le da a Mariela una personalidad incierta y equívoca, que refuerza y favorece al desenlace de la película.
Mariela vuelve a su pueblo natal después de muchos años. Es una mujer misteriosa y claramente perturbada. Su intención principal, sabremos más adelante, es ajustar algunas cuentas del pasado. Un pasado teñido de negro por un episodio desafortunado en el que murieron sus padres y marcado también por disputas sentimentales que todavía repercuten en el presente e irán emergiendo en el relato a caballo de un serie de flashbacks que articulan la narración. Aun cuando se toma un tiempo excesivo para presentar sus conflictos centrales en un primer tramo algo moroso en el que apuesta todas las fichas a la sugestión, El bosque de los perros -ópera prima de este director argentino- consigue después transmitir con eficacia la inquietud que provoca su atmósfera densa, teñida de sangre y rencores que no terminan de expirar. Ayuda un buen trabajo de puesta en escena, consolidado por el desempeño solvente de un elenco medido y compacto en el que se luce su protagonista, Lorena Vega, de virtuosa trayectoria en la escena del teatro alternativo porteño. Oscuro y opresivo, este thriller, rodado mayormente en Vicente Casares (provincia de Buenos Aires), mantiene la gravedad hasta el final, renunciando a cualquier tentación de alivianarse.
Gonzalo Zampico en su primer largometraje utiliza el suspenso y la tensión de un triángulo amoroso planteado desde la adolescencia entre dos hermanos y una chica atravesada por la tragedia que, marcado por la sangre de perros acuchillados por venganza, queda en suspenso durante 15 años. En el momento del regreso de la mujer objeto del deseo ya transformada, para saldar cuentas o revivir llamas, en un entramado estragado por la vida, las culpas, la violencia y la incomprensión. El realizador maneja bien los climas, los recuerdos y mantiene la intriga teñida de desesperación de esos humanos que quedaron marcados sin poder hacer casi nada con sus destinos. Una reflexión del paso del tiempo con cuentas pendientes que nunca podrán ser saldadas como esperan los desesperados. Buenos actores, en especial la sugestión de una impactante Lorena Vega, llena de misterios y deseos, desamparo y determinación. Se luce la solidez de Marcelo Subiotto y la fragilidad que encarna Guillermo Pfening. Y también es bien logrado el trío de chicos con Ángelo Mutti Spinetta, Julieta Brito, Francisco Macia.
“El bosque de los perros”, de Gonzalo Javier Zapico Por Ricardo Ottone Mariela (Lorena Vega) una joven de unos 35 años regresa a su pueblo natal en zona de la costa después de 15 años de ausencia. En cierto sentido es lugareña, pero a esta altura se siente (y también la tratan) como una forastera ya que desde entonces cortó todo contacto. Los motivos de su partida y también los de su regreso no están claros de movida y se irán develando con el transcurso de los días y de sus encuentros. Pero en primer lugar se trata de arreglar algunas cuentas pendientes con su novio de adolescencia Gastón (Guillermo Pfening) y también, aunque esto no era tan buscado, con el hermano de éste Carlos (Marcelo Subiotto). La llegada de Mariela no cae bien ni a aquellos a los que busca ni tampoco a los que trata de evitar y la protagonista se mueve por las calles del pueblo en medio de una atmósfera cada vez más cargada de hostilidad y rechazo, que al principio es sutil y solapado y después ya no tanto. La razón de este enrarecimiento se irá develando a través de sucesivos flashbacks a la adolescencia del trío conformado por Mariela, Gastón y Carlos descubriéndose una trama de secretos enterrados pero con ganas de salir a la superficie. El bosque de los perros es el primer largometraje del santacruceño Gonzalo Javier Zapico y forma parte de una corriente de películas independientes de género que en los últimos años viene mostrando exponentes muy interesantes. Suerte de thriller y oscuro coming of age en locación rural, con la idea ya conocida hasta el lugar común, pero que sigue siendo efectiva, de pueblo chico infierno grande. Ese lugar apacible en apariencia se revela como un escenario denso y asfixiante, testigo de traiciones, resentimientos y desafíos perversos que se manifiestan en la crueldad inútil de un ritual de sacrificio de perros. En ese sentido se emparenta con otro film reciente como El eslabón podrido (2015) de Valentín Javier Diment que también muestra el pueblo y la comunidad en su vertiente más sórdida y corrompida. El personaje de Mariela se mueve en la ambigüedad. Está en su pueblo, el lugar donde pasaron cosas determinantes para su vida, y a la vez lo siente completamente ajeno. Fluctúa en su adolescencia entre ambos hermanos, uno sensible y frágil al que ama pero manipula y el otro más fuerte y prepotente al cual rechaza y a la vez se entrega. Pero en cualquier caso, aunque en su presente sea de algún modo acosada, no se comporta como una víctima. Se defiende, pelea, putea y muestra los dientes, algo mucho más saludable que el rol acostumbrado de la dama en peligro para el que no se postula. Los diálogos son cortos, precisos y cortantes y por eso mismo más creíbles. La trama avanza entre los intentos de Mariela de ajustar cuentas y arreglar algo del pasado y los flashbacks que van resignificando y sugiriendo que ese algo quizás no tenga arreglo. En este marco turbio nos encontramos con la pérdida de la inocencia, el peso de un pasado que vuelve a repetirse fatalmente y la idea de que los inocentes y las almas bellas no tienen demasiadas posibilidades de sobrevivir. Nos damos cuenta de que a lo mejor nadie es bueno, y ciertamente no lo es su protagonista, pero eso no impide que a veces nos pongamos de su lado. Un logro también de Lorena Vega que construye un personaje complejo e intrigante. EL BOSQUE DE LOS PERROS El bosque de los perros. Argentina, 2019. Dirección: Gonzalo Javier Zapico. Intérpretes: Lorena Vega, Guillermo Pfening, Marcelo Subiotto, Angelo Mutti Spinetta, Julieta Brito, Francisco Macia. Guión: Gonzalo Javier Zapico. Fotografía: Germán Constantino. Música: Damián Grafigna. Dirección de Arte: Victoria Cachan. Producción: Marcelo Vitali, Julio Midu, Roberto Salomone. Producción Ejecutiva: Marcelo Vitali, Sebastián Feldman, Tito Vitali. Distribuye: Primer Plano. Duración: 82 minutos.
La culpa de una traición Opera prima de Gonzalo Zapico, El bosque de los perros tiene climas logrados, sostiene un tempo cargado y denso, las actuaciones están todas a la altura y hay suficientes ocultamientos entre los personajes como para mantener el interés durante los 80 minutos de proyección. Pero problemas de construcción (del guion, de los agonistas) hacen de ella una película fallida. Lo cual no es ningún pecado, sobre todo tratándose de un primer film, pero restringe sus alcances. Mariela (Lorena Vega) regresa a su inidentificado pueblo costero casi dos décadas después de haberse ido. En el pueblo vive su tía pero no sus padres, muertos hace tiempo en un accidente, por el cual pesa una sombra de duda sobre Mariela. Que ella llegue al pueblo con rostro luctuoso hace pensar que está dejando atrás alguna tragedia cercana en Buenos Aires, donde vive. Pero no, la tragedia parece ser aquélla de la infancia. Al marido, del que dice haberse separado hace un año, no lo mató, que se sepa. Aunque algo semejante tal vez ocurra más adelante. Mariela vuelve al pueblo para recuperar a Gastón, su novio de la infancia (Guillermo Pfening; Angelo Mutti Spinetta hace de él en la preadolescencia) y único vecino por el cual parece sentir algo. Pero por lo visto, si a alguien no quiere ver Gastón es a la recién regresada al pueblo. Y pronto tercia Carlos (Marcelo Subiotto), hermano mayor de Gastón, a quien un par de flashbacks revelan teniendo acercamientos comprometedores con Mariela. Y la tragedia está en puerta. Los silencios le hacen muy bien al cine hablado, porque generan hiatos en la narración. Agujeros negros, preguntas, misterios. Todo muy positivo para el espectador, a quien, como a un detective, le gusta investigar. Pero los silencios tienen también un problema, que es que el relato en algún momento debe rellenarlos. Salvo que se plantee específicamente dejarlos irresueltos, lo cual es un caso particular y en general viene asociado a una idea de sinsentido y de sueño, como sucede en David Lynch. No es el caso. El bosque de los perros se atiene a un registro realista, y en ese registro se enfrenta con varios problemas que quedan en el aire. Uno es que sucede una tragedia que deja en segundo plano a otra, que pesa al inicio como si fuera “la” tragedia, que es la de la muerte de los padres, que en la segunda parte queda olvidada. Otro es la construcción de la protagonista. ¿Fue efectivamente la autora de la muerte de sus padres, tal como piensa el pueblo? ¿Por qué miente con respecto a su vida en Buenos Aires? Está más claro, en tal caso, que su acto final es una forma, ilusoria por supuesto, de resolver la culpa de una traición.
“El Bosque de los Perros” es una película dirigida por Gonzalo Javier Zapico. Un film frío que hasta que no llega a la mitad, no sabés que camino va a agarrar. Una mujer con un pasado oscuro e incierto vuelve a su pueblo natal luego de 15 años, en dónde dejó gente que ama y asuntos inconclusos. Ella se llama Mariela, su niñez la vivió con la ausencia de sus padres y el cuidado de su tía. En un pueblo con muy pocos habitantes conoce a Gastón, quien se convierte en el amor de su vida. Pero todo da un giro inesperado cuando ella cambia su actitud y empieza a lastimar a varias personas a su alrededor.
La ópera prima de Gonzalo Zapico, “El bosque de los perros” (Argentina, 2018), es un viaje hacia el interior de una mujer llamada Mariela (Lorena Vega) y sus intentos por superar el pasado, olvidarlo y avanzar con su vida hacia espacios diferentes que la reconforten y le permitan continuar, como puede con sus tareas. De regreso en el pequeño pueblo que la vio nacer, quince años después de algunos sucesos que no quedaron en claro para nadie, Mariela recorre el lugar con extrañamiento, como si quisiera reconectar con el espacio pero con cautela y a la vez paso firme. Zapico construye a esta Mariela de una manera fuerte, a pesar que su mirada, su andar, sus palabras, demuestren un ser herido por el pasado y que quiere renegociar su presente, y que huye de preguntas y de personajes que se acercan para preguntarle si ella es quien creen que es. Vega posee una presencia casi excluyente en el relato, y se pierde en la pantalla con miradas y expresiones que garantizan una continuidad narrativa aún cuando no haya palabras que salen de su boca. Excepto cuando la narración se sirve de la utilización de flashbacks como raccontos de un pasado que brota en cada paso que Mariela da en el pueblo, trazos de un triángulo amoroso que culminó en hechos traumáticos que la marcaron a fuego para siempre, su fuerza actoral es única y clave para esta historia. Zapico desarrolla su película en paisajes que podrían ser los de su Río Gallegos natal, pero que al contar una enigmática historia universal, de travesuras y juegos que terminan mal a la hora de la siesta, de ritos que incluyen muertes de animales para afianzar vínculos, el mensaje se puede trasladar a cualquier punto geográfico. Con atmósferas opresivas y una conexión indivisible con Mariela, “El bosque de los perros” es un logrado ejercicio autoral en el que las premisas de la historia comienzan a jugar entre ellas para organizar una narración fluida. Lorena Vega potencia a Mariela con una cuidada actuación que revalida, en tiempos de empoderamiento femenino, un protagónico necesario y acorde a la propuesta, contraponiendo la energía de su personaje a la de Guillermo Pfening y Marcelo Subiotto, quienes se convertirán en la presa por la que luchará hasta el último minuto de la película.
La trama engloba una serie de secretos, enigmas, venganzas, abusos, muerte y tragedia, que se van mezclando con situaciones presentes y del pasado, y con una serie de acontecimientos que viven cada uno de los personajes en este “pueblo chico infierno grande”, donde todos esconden algo y los espectadores se encuentran frente a un rompecabezas para descubrir que ocultan estos seres de sus vidas. Un relato que resulta perturbador, aterrador, tenso, con escenas sangrientas y con rituales fuertes, donde viven los recuerdos, la perdida, los encuentros, desencuentros, la pasión y el amor no correspondido. Por momentos tiene interesantes diálogos pausados e intrigantes, pero tiene algunos silencios, no le favorecen a la trama y hechos que quedan sin resolver. Cuenta con un acertado paisaje rural y se van creando buenos climas. Cuenta con buenas actuaciones y termina siendo una cinta sincera.
La vuelta al pago de una mujer, 15 años después, abre una serie de encuentros y desencuentros que van revelando su presente y, sobre todo, su pasado ahí. Film debut de un realizador que trabaja con su mujer como protagonista, suma, a un drama con varias escenas violentas, la subtrama de unos chicos que, en el bosque del título, matan perros como en una especie de sacrificio ritual. Elementos, juntos, destinados a producir impacto, pero en una película que confunde inexpresividad con misterio. Con actuaciones irregulares y formalmente apenas correcta, no consigue interesar.
Un triángulo amoroso violento y perturbador. Crítica de “EL Bosque de los Perros” de Gonzalo Zapico. En su ópera prima, el director santacruceño nos trae una historia sobre un triángulo amoroso particular, repleto de violencia, rituales simbólicos y seres perturbados. Por Bruno Calabrese. Mariela (Lorena Vega), de 35 años, regresa a su pueblo natal después de quince años. Su deseo es reencontrarse con Gastón (Guillermo Pfening), un antiguo amor de la adolescencia. Al llegar se hospeda en un hotel en el cual no es muy bien recibida. Poco se sabe de Mariela, solo que es una perona apática, asegura ser diseñadora, azafata y el pasado la golpea cuando se instala la duda sobre la muerte de sus padres ocurrida en un incendio. La única que la recibe con los brazos abiertos es su tía, quien la crió luego de quedar huerfana. También recorre los lugares que conoce y se encuentra a Carlos (Marcelo Subiotto), el hermano de Gastón, el otro vértice de un triángulo amoroso que dejó sus secuelas. El filme se caracteriza por la tensión y ambiguedades de los personajes que deambulan por este pueblo parsimonioso, reviviendo una historia de abusos, secretos y mentiras. A la vez que alterna escenas del pasado, de una adolescencia donde se mezcla el triángulo amoroso con un ritual sangriento que acabó con la vida de los perros del pueblo. La aparente tranquilidad del pueblo se ve perturbada por la llegada de Mariela, principal sospechosa de esas muertes El director nos va dando información a cuentagotas, todo dentro de atmósfera asfixiante e incómoda, a la vez que no se ahorra las escenas sangrientas a la hora de mostrar los rituales. La ambientación es para destacar, las paredes llenas de húmedad, despintadas y sin revoques sirven como marco perfecto para esos seres que sufren, cuyo pasado los lastima y cuya violencia contenida parece querer explotar. Lorena Vega se destaca en papel de Mariela, la mujer atrapada en un laberinto sin salida. Mientras que el elenco joven (Angelo Mutti Spinetta, Julieta Brito y Francisco Macia) cumple con los requerimientos de la historia. “El Bosque de los perros” es un thriller de misterio, terror y venganza no apto para impresionables (sobre todo a los amantes de los perros). Una película sobre seres perturbados cuyo pasado dejó secuelas de las que no pueden escapar. Puntaje: 80/100
LA VIOLENCIA DE LO INEXORABLE Muchas veces nos olvidamos de cómo los espacios y tiempos condicionan nuestras existencias; las formas en que nuestras acciones presentes están sustentadas por un pasado y un contexto que habitamos. El bosque de los perros, ópera prima de Gonzalo Javier Zapico, hace hincapié en esto de manera casi extrema, incluso recurriendo a la noción de un destino inexorable para sus protagonistas. El film se centra en Mariela (Lorena Vega), una mujer de 35 años que retorna a su pueblo natal luego de quince años. Se intuye en ella la necesidad de cerrar unos cuantos asuntos pendientes, aunque su llegada en principio generará lo contrario: una reapertura de viejas heridas y secretos relacionados con Gastón (Guillermo Pfening), un amor de su adolescencia, y Carlos (Marcelo Subiotto), con quien también tuvo un vínculo sentimental. El triángulo amoroso que se rearma será el eje vertebrador del relato, aunque también jugará un rol relevante ese pueblo convertido en una realidad casi paralela que alberga lo salvaje, instintivo y, eventualmente, lo sanguinario y violento. Cuando trabaja lo implícito y enigmático, El bosque de los perros demuestra tener potencia narrativa. Es indudable que Zapico se siente más cómodo cuando la materialidad principal la constituyen los meros indicios de lo que sucedió en el pasado o de las sensaciones que atraviesan a los personajes. Allí, son las miradas, actitudes corporales y hasta el sonido (acompañando el fuera de campo) los que marcan la pauta. No sucede lo mismo cuando la palabra o la gestualidad más explícita pasan a cobrar mayor relevancia. De hecho, eso lleva a que los cabos sueltos quedan más patentes, llevando al film casi al terreno de lo fallido. En cierto modo, el dispositivo narrativo y estético de El bosque de los perros actualiza dilemas que vienen aquejando a buena parte del cine argentino hace un rato largo: cómo construir historias donde convivan lo dramático con el suspenso balanceando apropiadamente los elementos discursivos. Zapico no termina de resolver esas dificultades, pero aún así da un primer paso en su filmografía relativamente interesante.
En su ópera prima, el cineasta Gonzalo Zapico presenta El bosque de los perros: un drama lleno de tensión sobre encuentros, desencuentros, secretos y mentiras. La película cuenta la historia de Mariela (Lorena Vega), una treintañera residente en Buenos Aires que regresa a su pueblo natal tras la muerte de su marido. Allí busca reencontrarse (y reconectar) con Gastón Méndez (Guillermo Pfening), un viejo amor de su adolescencia. El problema es que éste la rechaza de inmediato. De hecho, todo el pueblo (a excepción de su tía) parece sentirse incómodo con su presencia. En aquel lugar también se reencontrará con Carlos (Marcelo Subiotto), hermano de Gastón, con quién también parece haber tenido una relación paralela durante su juventud. El bosque de los perros va alternando entre el pasado y el presente de la protagonista. Esto saltos temporales permitirán unir algún que otro cabo suelto, aunque los flashbacks aquí utilizados generan más dudas que respuestas. Sólo se nos mostrarán cuestiones parciales de Mariela y la relación que mantenía con estos dos hermanos. Por su parte, el tiempo presente despeja aún menos dudas. Se muestra a una protagonista perdida, sin un rumbo en concreto, que sólo actúa en base a lo que le dicta el momento. Los secretos que envuelven a la protagonista –lejos de generar intriga y aumentar las expectativas con respecto al por qué de las cosas–, terminan haciendo que el relato se vuelva denso con el correr de los minutos. Durante la mayor parte del film Mariela se muestra tosca y a la defensiva con casi todos, motivo que sólo conlleva a la dificultad de empatizar con ella (al menos en gran parte del relato) y de entender por qué actúa de la forma en que lo hace. La película se esfuerza en mantener un clima de tensión y de misterio a lo largo de toda la trama, para luego resolver todas las incógnitas en cuestión de minutos. Esto termina dando un resultado abrupto y atolondrado, que le quita parte de credibilidad al relato. Una vez expuestos dos de los secretos principales de la protagonista, la trama termina volviéndose predecible y haciendo que sea fácil anticipar cuál será la próxima jugada de Mariela.