Todos al diván Enrique Pichon-Rivière fue el hombre que revolucionó la psicología argentina (y mundial). Psiquiatra y psicoanalista, para muchos tuvo casi el mismo peso que Sigmund Freud. En El francesito. Un documental (im)posible sobre Enrique Pichón-Riviere (2016), Miguel Kohan (Café de los Maestros, 2008) se adentra en la difícil tarea de juntar información para, como un detective-terapeuta, reconstruir su figura y analizar un fenómeno con tantos adeptos como detractores. ¿Quién fue Enrique Pichon-Rivière? Es una pregunta que casi todos sabrán responder. Pero, ¿quién fue en realidad este hombre venido de Francia, radicado en el Chaco, que revolucionó el psicoanálisis? La respuesta muy pocos la conocen. Y es por esa minoría, de quienes estuvieron cerca de él, que Kohan transita para encontrar la información que necesita para armar el retrato humano del hombre que sembró la semilla del psicoanálisis en el país con más psicoanalistas del mundo. Kohan toma la posta, se mete adentro de la película en cuerpo y voz, para entrevistar a quienes lo conocieron o tuvieron alguna relación con Pichon-Rivière. Unos audios perdidos con su voz, sin los cuales el documental podría quedar trunco, son el desencadenante para que el realizador construya una película con tintes detectivescos, donde buscará pistas que lo lleven a poder armar el retrato del personaje objeto de estudio. Retrato que busca sacarlo del bronce y mostrarlo como un ser humano más. El psicoanálisis no sólo será parte de lo que se cuenta sino que también el eje de la puesta en escena, ya que Kohan recurre a un formato de entrevista de la misma forma que un terapeuta indaga en su paciente, sin por eso caer en el recurso del documental "psicológico". En tiempos donde muchas veces los documentales biográficos salen airosos en su investigación pero fracasan en la puesta en escena al no encontrar una estructura original y desacartonada, que Kohan haya podido combinar ambos elementos con ingenio y creatividad es todo un logro que debe destacarse.
Aún quienes no estén familiarizados con el universo del psicoanálisis sabrán que Enrique Pichon-Rivière fue una eminencia en la materia no sólo en Argentina -país que a su vez fue una usina de especialistas-, sino a nivel mundial. En este documental, Miguel Kohan -que además es psicoanalista- intenta reconstruir vida y obra del "Francesito" (como lo llamaban sus amigos de la infancia) a través de testimonios de quienes se vincularon profesional y sentimentalmente con él.
La palabra compartida. Miguel Kohan busca con un documental poco convencional reconstruir a partir del relato que se nutre de distintas voces, la misteriosa identidad de Enrique Pichón-Riviere, psiquiatra, psicoanalista y psicólogo social, amado y odiado en las mismas proporciones dentro de los ámbitos académicos y que por haber trabajado durante décadas en Argentina, eso le significó la imposibilidad del reconocimiento mundial a la altura de Sigmund Freud.
INTERROGANTES Y RESPUESTAS Ya desde el subtitulo el director advierte la dificultad para dar cuenta del alguien que provocó un enorme impacto en la forma de abordar la locura y la neurosis, de divulgar el psicoanálisis ,fundador de una corriente psicológica, que no dejo obra escrita. Por eso están los testimonios, los lugares que frecuentó, las anécdotas, la investigación sobre su vida. El resultado es provocador, tanto como el hombre que se pretende descifrar, un documental que plantea aun mas preguntas.
El Francesito: un homenaje a Pichon-Rivière Renovador de la psiquiatría, Enrique Pichon-Rivière introdujo en el país disciplinas y prácticas revolucionarias en su momento: el psicoanálisis; la psicoterapia grupal, servicio que incorporó al Hospital Psiquiátrico cuando fue su director; la psiquiatría infantil y de la adolescencia, y la utilización de tests para sus pacientes. Dotado de carisma personal, desde la cátedra y las conferencias dirigidas a un público más amplio y diverso se convirtió en referente obligado para más de una generación de psicoterapeutas, y formó decenas de investigadores en el campo de la psicología social, que interpreta al individuo como la resultante de la relación entre él y los objetos internos y externos. El director Miguel Luis Kohan se impuso con este documental ofrecer una visión amplia de la vida profesional y personal de Pichon-Rivière desde su nacimiento en Ginebra, Suiza, hasta su fallecimiento en Buenos Aires, en 1977. Hijo de padres franceses, llegó a los 3 años a esta ciudad, para seguir viaje a Chaco y luego a Corrientes, donde su padre trató, sin éxito, de trabajar el algodón. Desde el relato de su hijo Joaquín, aparece ese hombre subyugado por la imponencia de la jungla correntina y allí, según lo manifiesta en uno de los recuerdos su hijo-narrador, aprendió el guaraní antes que el castellano y le nació la tentativa de resolver el conflicto entre dos culturas: la europea, su cultura de origen, y la guaraní. La cámara de Kohan, que tiene en su haber los documentales Salinas Grandes (2001) y Café de los maestros (2009) supo acercarse a la figura del protagonista con enorme emoción y gran ternura, sobre todo cuando fija su mirada en las mujeres que lo tuvieron cerca (y lo amaron) y en los momentos culminantes en los que muchos de los que lo conocieron y le brindaron su amistad (Alfredo Moffatt, Ana Quiroga, Juan José Stagnaro y Vicente Zito Lema, entre otros) desentrañan aspectos poco o nada conocidos de Pichon-Rivière que lo vincularon con la política, con la economía, con el deporte y con el ensayo de hipótesis sobre mitos y la creación artística, estableciendo un territorio común entre la crítica literaria y la interpretación psicoanalítica de la obra como expresión de las patologías del autor.
Estupendo retrato de un personaje inabarcable Este trabajo se anuncia con un subtítulo bastante humilde, que dice así: "Un documental (im)posible sobre Enrique Pichon-Rivière". Es posible, porque está hecho, y realmente bien hecho. Y se supone imposible porque el hombre era inabarcable, y porque su figura sigue abierta a nuevas interpretaciones y representaciones, como señala su propio hijo Joaquín en una linda escena inicial grabada en el Borda, cuando se inauguró un busto a medio hacer (y así sigue). Miguel Luis Kohan, médico psicoanalista y también autor de "Café de los maestros", nada menos, desarrolla una biografía muy atractiva, entretenida y precisa de Pichon-Rivière a través de los recuerdos del hijo, de su discípulo y continuador Alfredo Moffat, el del Bancadero, de grandes amores suyos y de amigos varios, como Gyula Kosice, que cuentan sobre su infancia en el Litoral, el sucesivo aprendizaje del francés, el guaraní y recién después el castellano, su temprana comprensión del modo en que los guaraníes sabían convivir con los locos en vez de apartarlos, sus estudios, ejemplos y aportes en el plano académico, social y hasta en el fútbol del interior, su vida cotidiana y también su época, esos años 50-60 que hoy añoramos. La última voz que se escucha es la suya, y dan ganas de seguir oyendo. Vale la pena.
Enrique Pichon Riviere, padre de la Psicología Social Argentina, es el sujeto de este documental de Miguel Luis Kohan. Para quienes no están familiarizados con esta figura del psicoanálisis local, hay que decir que el modelo teórico de Pichon, es reconocido en todo el mundo y su abordaje y perspectiva, lo posicionan como una figura de relieve e innovación en su ámbito. Extrañamente, Pichón escribió poco (aunque relevante). Todo lo que sabemos de su ECRO (Esquema Conceptual Referencial Operativo, lineamiento teórico basal de su óptica), lo conocemos por sus discípulos. Es por eso que Kohan (documentalista de experiencia en el género), decide lanzarse a la búsqueda de testimonios que permitan recortar al hombre en su contexto. Inicia una travesía por relatos que van dando cuenta de cómo Pichón Riviere, vivió su infancia, su adultez y cómo fue construyendo el perfil de profesional de fuste en su campo. Un hombre es su medio, sus expectativas, su formación, sus aspiraciones: el cineasta retrata con palabras y voces de gente que lo conoció que aporta valiosa información sobre su camino en la primera mitad del siglo pasado. Su niñez, el devenir de su adolecencia en Corrientes, el inicio de la medicina en Rosario, sus prácticas en Open Door, su compromiso con colegas a la hora de constituir la APA (Asociación Psicoanalítica y más tarde IADES (Instituto Argentino de Estudios Sociales), su matrimonio con la reconodia Arminda Aberasuty (gran divulgadora de la obra de Melanie Klein en sudamérica) y una idea primaria: la psicología debería estar al alcance de la gente, siempre. Es eminentemente social y no hay que enclaustrarla académicamente. Bajo ese lema fundará la Escuela de Psicología Dinámica, luego legendario ícono de la naciente Psicología Social Argentina y su técnica de grupo operativo, hoy elemento central en el que se forman muchos profesionales en nuestro país. Kohan consigue testimonios muy valiosos, desde Joaquín Pichon Rivière, a los hombres y mujeres que llevaron adelante y dieron forma a su cuerpo teórico: Alfredo Moffatt, Ana Quiroga (quien ocuparía el lugar afectivo de su mujer, luego de su divorcio y llevaría adelante la primera institución que transmitió sus conceptos en forma abierta y sistemática), Vicente Zito Lema. Todos son de interés para los seguidores de la obra de Pichón. En el debe, y conociendo del tema en profundidad, es importante decir que nos quedamos con ganas de bucear en la exploración de la actualidad de su creación. La herramienta que creó Pichón es extraordinaria (de hecho, hace poco estuve con universitarios de Finalndia que venía a estudiarla en profundidad) y aquí aparece poco presente. El sujeto, está bien delineado y el director logra orientarnos sobre sus inquietudes y sueños, pero lo que sí hubiese dado mayor impacto es entender la magnitud de su obra en la actualidad, a través de otro enfoque de este proceso. En el encuadre pautado, sólo los interesados profundamente en esta biografía, estarán atentos al devenir del retrato. "El francesito", es un documental correcto sobre una personalidad del psiconálisis que hizo historia. Sí, debemos decir (aunque sea tela para otra entrega) que lo rico también gira sobre cómo se expandió su marco teórico y cómo sus discípulos llevaron adelante la tarea de agentes muitiplicadores. He ahí un buen tema para una segunda etapa de esta investigación.
Con la idea de la locura como obsesión. El “prócer” argentino del universo psi es abordado con la intención de “moldear” humanamente su figura, con espacio tanto para el surgimiento de la psicología social y sus encuentros con Lacan como para la relación con sus parejas y sus años de nocturnidad. Las discusiones sobre las ideas de Pichon-Rivière siguen resultando acaloradas en el ámbito académico. Dicen que la Argentina es el país con mayor cantidad de psicoanalistas por metro cuadrado. Sea esa aseveración cierta o no –aunque parece bien difícil rebatir el mito–, resulta indiscutible que el ingreso de la psicología y la psicoterapia como modo cultural ha hecho escuela en este territorio, al menos en las grandes ciudades. Resulta lógico, entonces, que haya un prócer propio en el universo psi. Aunque nacido en Suiza, Enrique Pichon-Rivière pasó casi toda la infancia en el Chaco santafesino, donde entró en contacto con la cultura guaraní, detalle no menor a la hora de analizar su obra, procedimientos y conceptos teóricos. El documental de Miguel Luis Kohan (Café de los maestros) es, al mismo tiempo, un homenaje a su figura y una investigación audiovisual sobre algunos de los aspectos personales y profesionales menos conocidos. De allí, tal vez, el subtítulo del film: Un documental (im)posible, donde las posibilidades ciertas no pretenden clausurar la imposibilidad de abordarlo en su totalidad. La primera secuencia de El francesito (así lo llamaban sus amiguitos, pifiando el origen, cuando era pequeño) no podría ser más amable y risueña: la inauguración, no de un busto, sino de un proyecto de busto realizado en arcilla en uno de los patios del Hospital Borda. Luego de los discursos de rigor, dos empleados intentan levantar y trasladar el boceto, dejándolo caer y casi partiendo en pedazos la imagen. Momento pertinente, ya que, según los más allegados a Pichon, el hombre era poco afecto a la actitud señera como escuela de vida. Kohan irá desde allí a un reportaje con el hijo del famoso psiquiatra, realizado a la manera de una terapia tradicional –diván incluido–, dando inicio a un recorrido biográfico que no será tanto hagiografía como un conjunto de recuerdos y vivencias que intentan pintarlo como ser humano antes que como efigie de bronce. Por esa razón, más allá de la descripción del surgimiento de la psicología social o de sus encuentros con Lacan, hay mucho espacio para la relación con sus parejas, los vínculos de amistad con algunos discípulos e, incluso, un breve retrato de sus años de nocturnidad rosarina. Que Pichon-Rivière tuvo tantos adeptos como detractores es algo sabido; hasta el día de hoy, las discusiones sobre sus ideas siguen resultando acaloradas en el ámbito académico. Al realizador no le interesa sumergirse demasiado en esos terrenos –que, es cierto, podrían haber transformado al film en una obra para pocos– como intentar “moldear” humanamente a la figura de su película a partir de una serie de entrevistas, no tanto a reconocidos especialistas del ámbito psiquiátrico como a personalidades que lo conocieron o trabajaron junto a él, como el realizador Juan José Stagnaro o el recientemente fallecido artista plástico Gyula Kosice. La película evita, en líneas generales, el formato de cabezas parlantes, aunque inevitablemente debe recurrir a él al registrar algunas confesiones de allegados. El francesito brilla con luz propia en algunos pasajes –cuando encuentra una forma original de poner en pantalla el fondo– y, en líneas generales, resulta un amable e interesante recorrido por los laberintos de un hombre obsesionado con la idea de la locura. Y con la necesidad imperiosa, sin abandonar los aspectos clínicos, de ubicar al paciente en un lugar un poco más humano.
Contiene una buena reconstrucción de época, recorriendo su infancia, amigos, amores, juventud y adultez. Para conocer mejor a Enrique Pichon-Rivière quien convivió con la cultura guaraní y con su fauna. Una majestuosa fotografía, con buenas entrevistas, imágenes y datos de archivo. Este documental tuvo buena aceptación en el BAFICI.
Carne de diván Más allá de su estructura clásica, este documental sobre la figura de Enrique Pichon-Rivière se sigue siempre con interés. Si la Argentina es, como aseguran los expertos, uno de los países con más psicoanalistas per cápita del mundo, se debe en gran parte a Enrique Pichon-Rivière. Nacido en Suiza en 1907, se radicó junto a su familia en la zona de la Mesopotamia, primero en Chaco y luego en Corrientes. La observación de la dinámica de ese entorno natural y boscoso sería fundamental para convertirlo en quien finalmente fue: el “padre” de la psicología social. El francesito- Un documental (im)posible sobre Enrique Pichon-Rivière explora las aristas familiares, laborales y sentimentales de quien para muchos es la segunda personalidad más importante del psicoanálisis detrás ni más ni menos que de Sigmund Freud. El realizador Miguel Luis Kohan (Salinas grandes, Café de los maestros) se convierte en una suerte de detective del psicoanálisis para rastrear la huella de Pichon-Rivière e intentar aprehender los pormenores detrás de su trabajo, siempre llevando él mismo la voz del relato. El film es clásico en su forma (cabezas parlantes, imágenes y audios de archivos), pero se sigue con interés gracias a la complejidad de su protagonista. La dimensión arltiana de su figura y la de varios de sus discípulos, todos con líneas de pensamientos opuestas a la del mundo académico, completan el panorama de un documental para ver no desde una butaca, sino desde el diván.
New documentary offers sharp glimpse of the life of world-famous Pichon-Rivière “How to approach someone who introduced psychoanalysis and founded an original theory school called social psychology, a believer in the shared word, someone who didn’t have a penchant for writing and left no written testimony of his work?” wonders Argentine documentary maker Miguel Kohan (Salinas grandes, Café de los maestros) as he refers to the world-famous psychiatrist and psychoanalyst Enrique Pichon-Rivière, the subject of his sharp documentary El Francesito — Un documental (im)posible sobre Enrique Pichón- Rivière. The answer to such a complex question is actually smartly developed along 85 minutes of insights, observations, testimonies, facts, archive footage, and interviews, all of it turning into an in depth look at the mind and soul of the man who many have wrongly called the Argentine Sigmund Freud. Wrongly because Pichon-Rivière was born to French parents in 1907 in Switzerland, was naturalized an Argentine and died in Buenos Aires in 1977. From his very early years to his golden years, the documentary sensitively focuses on some key aspects in the shaping of a personality that would leave an unparalleled humanistic and historical legacy. To begin with, Pichon-Rivière’s parents embraced a modern lifestyle, had socialist ideals, deplored racism and sexism, rebelled against well-established cultural norms, and loved the works of Rimbaud and Baudelaire — much of this progressive imprint was to be found later on in the persona and work of Pichon-Rivière himself. When he was only three, his family fist moved to Buenos Aires, then to Santa Fe, and finally to the small town of Goya, in the province of Corrientes. So he spent his entire childhood under the strong influence of the Guarani indigenous culture, and learned to speak French first, then Guaraní, and finally Spanish. He began his medical studies at age 24, first in Rosario and then in Buenos Aires. He was passionate about psychiatry and psychoanalysis as well, yet from a very free, non-standardized and interpersonal perspective. Which, among other things, meant he was constantly under attack from extreme right-wing groups while serving as chief of admissions at the Borda Mental Hospital. In the 1940s, he became one of the founding members of the Argentine Association of Psychoanalysis (APA) then in the 1950s he helped create the first private school of social psychology and the Argentine Institute of Social Studies (IADES). Now you’d think that by knowing the facts, theories, and ideas regarding a man of science, you’d know what matters the most about such a man. In a sense, you would. But not entirely. For it’s in the human, more intimate side where the complexity of a person is to be found. Kohan is surely more than aware of this and so his interviews with those who knew Pichon-Rivière — from his son Joaquín Pichon Rivière to historian Horacio Carbone, psychologist Alfredo Moffatt, cinematographer Juan José Stagnaro, visual artist Guyla Kosice — primarily address those aspects you can’t know from reading textbooks. You can also think of the film as an inspired essay on Pichon-Rivière’s sense of ethics and you would be right. Also, great attention is paid to the influence of the Guaraní culture during his childhood since matters of language, reality and representation are at play here. Kohan himself hotographed some dreamy images of the natural landscapes in Corrientes, which are soothing and slightly hypnotic at once. Images that ask you to draw a picture of a man of unique colours. Production notes El Francesito — Un documental (im)posible sobre Enrique Pichón-Riviere (Argentina, 2016). Written, directed and produced by Miguel Kohan. With Joaquín Pichon Rivière, Alfredo Moffatt, Ana Quiroga, Juan José Stagnaro, Estela Baistrocchi, Vicente Zito Lema, Kosice, Horacio Carbone. Cinematography: Miguel Kohan. Editing: Rosario Cervio. Running time: 85 minutes. @pablsuarez
Inconscientes Nunca un mejor titulo, “El francesito. Un documental (Im)Posible sobre Enrique Pichón-Riviere”, dirigido por Miguel Kohan, el mismo de “Café de los maestros” (2008), tal como si fuese un profesional de bucear en la memoria, intenta reunir la información necesaria para redescubrir un personaje tan complejo, conocido por nombrado y al mismo tiempo inexplorado, ignoto para el gran público, como lo fue éste psiquiatra, psicoanalista, cofundador con Arnaldo Raschcovsky, entre otros, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), que luego abandonaría, y padre de la psicología social en la Argentina. El formato elegido se divide en dos variables, por un lado, una que se sostiene a lo largo de todo el filme, en tanto estructura sostenida desde las entrevistas a aquellas personas que lo conocieron, pero con quiebres en cuanto a los temas en que va a circular ese espacio temporal del relato. Dicho de otro modo, desde lo netamente profesión de la salud, hasta las incursiones por el arte o el deporte realizados por el personaje a descubrir. El director logra el cometido de desprenderlo de todo el bronce que lo rodea, para presentar al ser humano de carne y hueso, con sus pasiones y sus demonios, sus virtudes y defectos, sus contradicciones y descubrimientos, con la teoría y la práctica, de su forma de ver, enfrentar, y lidiar con la locura, hasta la vida social y sus propias necesidades de vivir dentro de la comunidad y no en paralelo. Desde su nacimiento en Suiza, y su traslado a la Argentina, su infancia en Florencia, un pueblo de la provincia de Santa Fe, en Goya, Corrientes, para luego recalar en Buenos Aires. Todo esto está construido como si fuese el trabajo de un periodista, tratando de correr el velo del misterio, al estilo del filme de Orson Welles “El ciudadano” (1941, o un detective tratando de encontrar una verdad inasible. Uno de los logros de ésta obra fílmica es la elección desde el titulo, tanto en como nombrarlos “El Francesito”, que sólo al final del filme y en la voz del propio Pichon Riviere, sabremos la razón de ese apodo, al mismo tiempo que da cuenta de la titánica tarea de lo (IM) posible de concentrar en un documental de 90 minutos a tal personaje. El contenido del texto, ya sea la investigación o las entrevistas, se ven sustentadas por las formas, con mucha originalidad artística desde lo cinematográfico.
RETRATO DEL ANALISTA PICHÓN El título, a priori, parece una advertencia, casi un abrir el paraguas: una biografía de Pichón-Riviere es imposible. Miguel Luis Kohan (aquí la entrevista), director del documental, lo aclaró en algunos reportajes, imposible por la complejidad del personaje, por su riqueza, por sus múltiples aristas. Pero ese título ambiguo, equívoco, es también una propuesta. Esta es una biografía posible, por lo menos para su realizador. Esa posibilidad depende de ciertas decisiones. Las de Kohan están relacionadas con el objeto mismo de su documental: Enrique Pichon-Rivière, una de las figuras clave del psicoanálisis en la Argentina. La impronta del psicoanálisis está precisamente en la idea de ir a la infancia, a los primeros recuerdos, porque ahí puede estar una clave para comprenderlo. Algunos de sus entrevistados le dan la razón, y también parece hacerlo el propio Pichon-Rivière en el único momento en que escuchamos su voz grabada. Por eso “El Francesito”, porque es el apodo con que los otros chicos reconocían al en ese entonces pichón del futuro Pichon-Rivière, que llegó de Francia muy niño al Chaco y luego a Goya, Corrientes con sus padres, quienes venían a vivir de la agricultura. Otra clave, propia también del psicoanálisis es la del lenguaje, ya que se aclara que la lengua familiar, de la herencia cultural, es el francés, pero su segunda lengua fue el guaraní, la de su infancia en el campo, y después vendría el castellano, con la educación formal. Y las tres, con sus lugares de intercambio van a formar al Pichon-Rivière ulterior. Kohan quiere dar cuenta de sus múltiples vertientes y no se queda solo en la académica, de celebridad y prócer del mundo psi local, en tanto psiquiatra, psicoanalista, fundador de la escuela psicología social, interesado en el estudio y tratamiento de la locura. También va a los otros aspectos que hacen a su pluralidad de intereses: estudioso y fascinado por la obra de los poetas malditos como Rimbaud, Baudelaire y en particular el Conde de Lautréamont, amigo de Lacan y de Roberto Arlt, frecuentador de la nocturnidad y también de cierta marginalidad, crítico de arte y hasta fundador de un club de fútbol, el club Matienzo en Goya, su ciudad adoptiva. El realizador evita el habitual desfile de cabezas parlantes y echa a mano a recursos expresivos más interesantes, una relación menos obvia entre relato e imagen, la vía del humor y procedimientos lúdicos, como poner a Joaquín, hijo de Pichon-Rivière, en el diván en posición horizontal como asociando en el medio del análisis. Joaquín es precisamente uno de los principales motores del relato, y junto a otros entrevistados como Vicente Zito Lema, Alfredo Moffat, Ana Quiroga (colaboradora y su última mujer) o el recientemente desaparecido Guyla Kosice van armando un retrato que busca hacer justicia a la riqueza de la vida y la obra de Enrique Pichon-Rivière. Un retrato lejos del bronce, más bien íntimo y cálido de un personaje fascinante. EL FRANCESITO. UN DOCUMENTAL (IM)POSIBLE SOBRE ENRIQUE PICHON-RIVIERE El francesito – Un documental (im)posible sobre Enrique Pichón-Riviere. Argentina. 2016. Dirección: Miguel Luis Kohan. Entrevistas a Joaquín Pichon Rivière, Alfredo Moffatt, Ana Quiroga, Juan José Stagnaro, Estela Baistrocchi, Vicente Zito Lema, Horacio Carbone y Gyula Kosice: Guión: Miguel Luis Kohan. Fotografía: Miguel Luis Kohan. Edición: Rosario Cervio. Música: Gustavo Pomeranec. Duración: 85 minutos.
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
La psicología social y los psicólogos malditos. El abordaje de personalidades que influyeron, ya sea en la historia, en la cultura o en la ciencia, es complejo e imperfecto. Lograr reconstruir un relato de vida a partir de retazos del universo que los circundó es una tarea en la que siempre un resto escurridizo escapa a ser analizado y catalogado. La riqueza de la personalidad del médico psiquiatra Enrique Pichon-Rivière rebasa cualquier posibilidad de encuentro. Afortunadamente, el realizador Miguel Luis Kohan emprende, a pesar de esta imposibilidad, un intento de búsqueda de Pichon-Rivière a partir de los relatos de sus allegados y de los expertos de la psicología social, permitiendo una aproximación a la creación de una disciplina y la naturaleza inaprensible de este autor. Con imágenes del Chaco santafesino y de los paisajes agrestes de las inmediaciones de la ciudad de Goya, en la costa del Río Paraná en Corrientes, Kohan indaga en la influencia de la cultura y el lenguaje guaraní que Pichon-Rivière aprendió durante su infancia. A partir de esta característica biográfica, autores de diferentes disciplinas analizan sus obsesiones, el valor de su obra y el legado de uno de los psiquiatras que revolucionó la visión social de la locura. Ya sea en la relación con su familia o en sus amores, la vida de Pichon-Rivière aparece en el documental signada por la tragedia y una visión muy original de la demencia, en la que se combinan exitosamente las teorías e investigaciones de Sigmund Freud, Melanie Klein y Wilhelm Wundt con las poesías de Isidore Ducasse, sin duda uno de los grandes poetas malditos franceses del siglo XIX, de gran influencia en los movimientos surrealistas y situacionistas (mejor conocido por su seudónimo, Conde de Lautréamont, y por su única publicación, Los Cantos de Maldoror, un libro sobre la superación de la locura). La influencia de estas aproximaciones a la psicología y a la psiquiatría reanudan el camino de Pichon-Rivière hacia una concepción pedagógica y terapéutica de la psicología social en función de la teoría de los pueblos y de una visión muy particular, influenciada por el arte vanguardista. Así el espectador es introducido a una de las ramas más importantes y polémicas de la psicología, que a diferencia del psicoanálisis -que busca en el individuo aislado los traumas internos que construyen a los sujetos- analiza los pensamientos, comportamientos y sentimientos del individuo en el colectivo social. El Francesito (2016) utiliza a su favor la incognoscible y enigmática personalidad de Pichon-Rivière para emprender -a través de licencias poéticas, imágenes de la selva, recorridos por la misma, fotografías, conferencias, recuerdos y anécdotas posibles e imposibles- caminos hacia la mente de este autor que trabajó gran parte de su vida en el emblemático Hospicio de las Mercedes, hoy Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda, y que participó de la fundación de diversas instituciones que aún hoy subsisten como la primera asociación psicoanalítica de América Latina, la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), la Primera Escuela Privada de Psicología Social y el Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES). La música de Gustavo Pomenarec y la dirección de Kohan logran encontrar el sonido y la aproximación adecuada a la personalidad del fotogénico psiquiatra, que a pesar de su reconocimiento dejó más polémicas e incógnitas que certezas en el tumultuoso mundo académico de la psicología. Al igual que Pichon-Rivière, la mente humana sigue siendo un gran misterio que ni la tecnología, de la que la humanidad tanto se ufana, ha logrado descifrar.
La vida normal de nuestra sociedad es una aburrida distracción hacia la muerte” – David Cooper Aventurero, noctámbulo, seductor son algunas de las características de la personalidad del psicólogo suizo-argentino Enrique Pichon-Rivière (EPR) que muy bien retrata el documental de Miguel Kohan. También se ocupa de aquellos atributos por los que ha trascendido Pichon-Rivière: el de ser un innovador de la psicoterapia, al vincularla a la sociología y a la dialéctica, con los saberes fundados por Sigmund Freud en el psicoanálisis cristalizados hacia la década del 50’. Épocas donde se empezaba a delinear una síntesis entre Marx y Freud a través de Herbert Marcuse. De los primeros estudios de la antipsiquiatría, de los ingleses como David Cooper, y del incipiente estudio sobre la arqueología de las instituciones (entre ellas manicomio y Cárcel) elaboradas por Michel Foucault. EPR era parte de ese movimiento con un solo defecto: lo hacía desde la periferia, desde la Argentina. pichon Hasta ahí todo lo que en general podemos decir sobre EPR, pero el film se arriesga a más, con una ambición que no se detiene sólo a reflejar al protagonista en sus luces y sus sombras. El film ilumina zonas mucho más ricas, como su pasado en el Chaco donde toda su familia de Ginebra se afincó en medio de los campos de algodón, y donde, antes que el castellano, aprendió el guaraní y con ello todos los elementos mágicos y cosmogónicos de esa cultura. Dice EPR: “Se dio así en mí la incorporación, por cierto que no del todo discriminada, de dos modelos culturales casi opuestos. Mi interés por la observación de la realidad fue inicialmente de características precientíficas y, más exactamente, míticas y mágicas, adquiriendo una metodología científica a través de la tarea psiquiátrica” Como Erasmo de Rotterdam, hay en EPR un elogio de la locura, y como Foucault cuestiona el mecanismo social (institución) que lo aísla, lo sume en prácticas aberrantes como el electroshock y lo termina matando, así tratamos a los radicalmente diferentes sin aprender nada de ellos. moffatto7 El Francesito, como le decían sus amigos, es reconstruido como El Ciudadano de Orson Welles, desde el punto de vista de sus seres más cercanos: su hijo Joaquín, la hija de una pareja que se mató en la ruta, o Ana Quiroga, última pareja y cofundadora de la Escuela de Pichon Riviere y de Alfredo Moffat, genio y figura, discípulo de EPR y fundador del Bancadero, peculiar lugar comunitario donde se trabaja creativamente en absoluta libertad, sin restricciones ni reglas, en la teoría de que el enfermo psiquiátrico es producto de una sociedad enferma. A modo de collage, las imágenes que entrelaza Kohan tiene mucho que ver con la forma conceptual en que EPR vinculaba los saberes. Todo es un gran espiral donde el algodón y los yacarés se junta con las voces de hoy, las fotos de ayer y ese registro encontrado del mismo EPR de clases donde se puede percibir la firmeza del concepto y el magnetismo de una figura que se enamoró de poetas extraordinarios como Conde de Lautréamont, Rimbaud y Artaud. miguel kohan El film de Miguel Kohan es más un monumento que un documento, pero no de materiales duros e inflexibles sino maleables como la arcilla, molde como el que inauguran su hijo en el viejo neuropsiquiátrico JT Borda, retratado con fino humor en el film. Tal vez el mejor material en que se podría hacer su monumento sería de algodón no solo para recordar su pasado en el Chaco y las enseñanzas de un guaraní mágico sino porque podrían llevarse cerca de la piel, intermediario entre al afuera y el adentro, puente de toda emoción, vinculo secreto y lascivo entre el deseo y su objeto.
En un recorrido por el Hospital T. Borda, se ve a Joaquín presenciar un acto en homenaje a su padre. Enrique Pichon-Rivière queda inmortalizado en una pesada figura de arcilla, en esa institución que alguna vez le supo dar la espalda. Así abre el documental acerca del creador de la Psicología Social. Desde el origen del apellido en Francia hasta la llegada de los Pichon-Rivière a Goya, Corrientes, se describe la huella de este primer momento en el francesito -como le dirían sus amigos-, época que haría de marco tanto de su vida personal como profesional. Con una estructura flexible, el documental avanza en diferentes recorridos narrativos y espaciales. Kohan (Café de los maestros, 2008) no intenta agotar las temáticas que trata sino, al contrario, presentar caminos posibles. La cultura guaraní aparece en primer plano -quizá peligrando con comerse el relato- como la base de su vocación por la psicología y sociología, a la vez que la literatura francesa, los poetas malditos y, especialmente, la figura del Conde de Lautréamont son otras de sus influencias.