La cámara de Hartmann se introduce en la intimidad del Colegio Nacional de Buenos Aires, una Institución de educación secundaria que posee una gran reputación e historia dentro del país, para retratar la vida cotidiana del lugar. Establecimiento, donde de manera ininterrumpida, fueron formados en sus aulas generaciones de jóvenes caracterizados por su espíritu inconformista y fuertemente politizado.
En Buenos Aires existen algunos colegios secundarios de renombre y prestigio, donde año a año muchos chicos compiten para poder entrar. Uno de ellos es el Colegio Nacional, donde además de recibir contenidos académicos de excelencia existe una fuerte militancia por parte de los jóvenes que buscan mejorar las pautas de convivencia, debatir temas sociales de interés y lograr imponer una mirada deconstruida. Alejandro Hartmann, ex alumno de la institución, decide plasmar en su nuevo film lo que sucede en la escuela durante el 2018, el último año del rector Gustavo Zorzoli, donde los estudiantes quieren ser parte de la decisión de elegir nuevas autoridades. «El Nacional» es un documental observacional donde la cámara no se involucra en lo que sucede en pantalla sino que busca retratar de forma directa y honesta la cotidianeidad de los jóvenes durante sus reuniones, los actos, las tomas que realizan y sus clases, como también algunas interacciones con adultos y medios de comunicación, sobre todo en el marco del debate del aborto legal, seguro y gratuito en el Congreso de la Nación que repercutió en movilizaciones en escuelas. Es decir, les da la libertad a los protagonistas de transmitir sus pensamientos y sentimientos sin filtro. A partir de la división en actos y que se va intercalando material de archivo de distintos videos realizados por alumnos de años anteriores, se puede conocer parte de la historia del Colegio Nacional Buenos Aires y las maneras en las que se manejan sus estudiantes desde hace tiempo, como también reflejar la juventud actual, sus intereses y luchas. Los diálogos y debates entre ellos y todo lo que tienen para decir resulta sumamente interesante, permitiendo conocer de forma profunda a las nuevas generaciones. Los chicos se desenvuelven de manera natural y, aunque por momentos son conscientes de que están siendo filmados, se muestran tal cual son frente a la cámara, sin dejar de decir lo que piensan o lo que sienten. En cuanto a sus aspectos técnicos, tiene algunos planos bastante poéticos además de los que buscan complementar los discursos de los chicos. Además, se destaca principalmente la banda sonora que acompaña de buena manera cada una de las escenas. En síntesis, «El Nacional» es un documental observacional que busca retratar al Colegio Nacional Buenos Aires y a los alumnos que lo habitan, a través de un seguimiento por sus clases, sus reuniones y tomas escolares. Un reflejo adecuado sobre la juventud actual, sus deseos y sus luchas sociales.
El famoso colegio con su fama y su tradición machista de pertenencia y prestigio, que se presentaba como el hacedor de los futuros líderes de la sociedad, especialmente en los ámbitos de privilegio y poder, está reflejado en esta realización en el punto de inflexión de cambio de rector y de empoderamiento femenino. Es que el realizador Alejandro Hartmann, el mismo de ”Carmel: ¿Quién mató a María Marta?”, ex estudiante del colegio y padre de un alumno, refleja con actualidad y materiales de archivo, esa constante tensión entre un pasado y un presente imparable. Lo que ocurrió en esas aulas, lo que fue y pretendió ser, con materiales de archivo, filmaciones, el ambiente poblado de bustos de próceres, juega con el despertar adolescente a la actividad de delegados defendiendo derechos y la organización y la irrupción de la militancia de las chicas. Las que antes faltaban en la lista de militantes ocupan puestos notables, son caras reconocibles en los medios y reacciones en la ola verde a favor de la legalización del aborto. Pero también todos están unidos frente al abuso, la intervención policial, las contradicciones del rector, la falta de educación sexual. Y la preponderante actuación de los padres de los alumnos. Un fresco de nuestra sociedad, interesante, valioso, que hay que ver.
Alejandro Hartmann siempre filma con pericia, y en esta oportunidad se vale, además, de su inteligencia para mostrar al emblemático edificio y los miembros en medio de un cambio de autoridades.
El Colegio Nacional de Buenos Aires, más conocido como “El Colegio” o “El Nacional”, es una institución, una tradición, un ámbito de pertenencia, prestigio y distinción desde su fundación allá en el lejano 1863. De sus claustros han surgido presidentes, jueces, legisladores, intelectuales y guerrilleros. Sí, buena parte del poder se formó en esas aulas de Bolívar al 200, muy cerca de la Plaza de Mayo. Alejandro Hartmann, él mismo egresado del Buenos Aires y que en aquel entonces tenía un hijo en el colegio (Ciro Hartmann Martín, encargado de la música del documental), comenzó a rodar El Nacional en el inicio del ciclo lectivo de 2018, que sería el último de la gestión del cuestionado rector Gustavo Zorzoli. Eran (siguen siendo) tiempos convulsionados: al cambio en la rectoría (en su reemplazo asumiría Valeria Bergman) se le sumó la renuncia del presidente del Centro de Estudiantes y múltiples denuncias de abusos y acosos, así como la conformación del colectivo Mujeres Empoderadas y la militancia feminista dentro y fuera del Colegio (fueron partícipes importantes de la marea verde que peleó por la sanción de la Ley del Aborto). Hartmann, siguiendo el espíritu de pioneros como Frederick Wiseman, apuesta por una observación respetuosa y no intrusiva, aunque no por eso objetiva o anodina. La cámara acompaña de cerca a las chicas y chicos en sus asambleas, sus tomas, sus campañas electorales rumbo a las elecciones o su dinámica cotidiana en el Colegio. El resultado es un retrato íntimo e intenso que va desde los debates (como la ya célebre entrevista en la que el reaccionario periodista Eduardo Feinmann intenta sin suerte desacreditar a la flamante presidenta del Centro de Estudiantes, Juana Garay) hasta fragmentos de trabajos previos sobre el Buenos Aires (como El rey tuerto, de 1991), pasando por la descripción de la organización interna que incluyen clases de Latín o reuniones de la Cooperadora. Más allá del retrato institucional, lo más interesante y valioso de El Nacional es la exposición de un cambio de paradigma: de un colegio dominado por una cultura machista y patriarcal a otro donde la política pasó a ser manejada prácticamente por completo por esas chicas empoderadas y superpoderosas frente a unos varones aterrados por la ola de denuncias y cuestionamientos. Aunque ya han pasado cuatro años (luego vendría la pandemia), El Nacional no deja de tener actualidad, vigencia y pertinencia. Y, si algo afortunadamente ha cambiado para siempre en ese ámbito, quedará como registro de un período de profunda renovación, un punto de inflexión. Hartmann, que este año también presentó en el último BAFICI un documental con muchos más recursos pero menos impronta personal como El fotografo y el cartero: El crimen de Cabezas, consiguió adentrarse en un universo fascinante, lleno de matices y contradicciones, que logró captar y transmitir en este notable trabajo.
"El Nacional": entre el progresismo y las tradiciones. La película toma una parte por el todo y hace de las cosmovisiones muchas veces contrapuestas de los alumnxs y profesores una caja de resonancia de las tensiones que atraviesan gran parte del país. “Era un colegio sombrío, de místicas bóvedas y obscuros corredores donde sentía el alumno cohibírsele el espíritu en medio de tanto silencio y disciplina. Fue allí, en las largas galerías y a la sobra de claustros y bóvedas, donde se formaron esos genios de temple y doctrina que, decididos en una misma suerte, crearon una patria”. La frase se lee en los intertítulos del fragmento en blanco y negro, filmado casi un siglo datrás, con que abre El Nacional, en el que el documentalista Alejandro Hartmann (AU3, Reset: Volver a empezar, El fotógrafo y el cartero: El crimen de Cabezas) se propone, a la manera de un Frederick Wiseman argento, registrar los múltiples engranajes de una institución. Y vaya que es una institución el Colegio Nacional Buenos Aires, cuna de líderes y referentes de todas las disciplinas, desde políticos –muchos de ellos presidentes– hasta artistas, pasando por intelectuales y científicos. Pero Hartmann es consciente de que no puede filmar todo, que las imágenes y los sonidos del registro observacional no alcanzan para dar cuenta de la dimensión física, política y social de esa mole fundada hace 150 años. Y entonces hace lo que todo buen documentalista: recorta, construye sentido, se deja sorprender por las particularidades de un lugar que, por su historia, su tamaño y su carácter legendario, asoma como monstruoso. Claro, para recortar, primero hay que saber qué rumbo darle a la tijera. El realizador da una pista con el discurso del entonces rector Gustavo Zorzoli durante la inauguración del ciclo lectivo de 2018, el mismo que registrará hasta el último día. Es un año clave, con las votaciones en el Centro de Estudiantes y la elección de un nuevo rector en el horizonte, al igual que el primer tratamiento legislativo de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. “Como todo colegio que se dice recontra progresista, tiene algunas cuestiones vinculadas al conservadurismo que mejor no decir”, enuncia Zorzoli ante los ingresantes de primer año y sus familias. De cómo conviven, de cómo cinchan la soga lo “recontra progresista” y el conservadurismo trata, entonces, este documental estrenado en la Competencia Argentina del último Bafici. Con un registro no intrusivo que procura camuflar el dispositivo cinematográfico en su paso por las aulas, pasillos, veredas y oficinas, El Nacional toma una parte por el todo, es decir, hace de las cosmovisiones muchas veces contrapuestas de los alumnxs y profesores una caja de resonancia de las tensiones que atraviesan gran parte del país. Y esa contraposición –como ya había mostrado La toma, otro muy buen documental colegial filmado en 2013 por Sandra Gugliotta– se resuelven a pura política, entendida ella como el arte de la negociación en pos de un común. La película funciona, entonces, como el retrato del despertar de la conciencia cívica de una nueva generación que muchas veces se estrola contra situaciones propias de otra época. Clases de un idioma fundamental para el mundo que viene como el latín, por ejemplo. O la importancia que Zarzoli concede al peso simbólico del Nacional, con sus paredes y claustros igual que hace décadas, en la rutina educativa. Dentro del aula, los alumnos discuten sobre Sartre con los profesores, aprenden funciones matemáticas y reciben a militantes de todas las organizaciones políticas en búsqueda de votos. En la vereda, arman asambleas abiertas ante la imposibilidad de realizar una toma y debaten con el ímpetu propio de quien tiene todo el futuro por delante sobre el aborto, la violencia de género y la ausencia de protocolos en el colegio. En los pasillos se rosquea y especula con el porvenir del Centro de Estudiantes. Los padres de la cooperativa debaten acerca de darle o no apoyo a 70 alumnas para que viajen al Encuentro Nacional de Mujeres. Nadie está muy convencido, pero menos convencidos están de poner la cara para decirles, en pleno apogeo de la ola verde, que no van a darles dinero. El aire del tiempo presente, entonces, como elemento capaz de definir la dicotomía entre el pasado y el futuro.
Columna de comentario de "El nacional" en el programa de Nacional Folclórica, "Aventura para la tierra de uno" por Nacional Folclórica
El Nacional es un documental sobre el Colegio Nacional Buenos Aires, lo que significa que es un documental sobre algo así como el colegio de la patria, más o menos. Depende la Universidad de Buenos Aires, tiene algo de mítico, por sus aulas pasó buena parte de la dirigencia nacional, escritores, abogados, periodistas, cineastas, científicos, parte de la cúpula de Montoneros en los setenta, músicos de rock (Manal), en fin la élite de la argentina se educó durante décadas en esas aulas. El colegio tiene un gran prestigio y una autoconciencia que sabe transmitirle a sus egresados que cuando hablan sobre su colegio secundario, simplemente El colegio. Esa manera de nombrar a la institución es la forma en que marcan la diferencia entre ellos y el resto de los mortales que no forma parte de la ese grupo, que pasa por allí con el destino manifiesto de formar parte de la dirigencia o de la vida cultural Argentina. Es cierto que todo el párrafo anterior reúne todos los lugares comunes que uno conoce a priori, pero tenía que escribirlo para sacarlo del medio y que no vuelva a aparecer, porque El Nacional, el documental dirigido por Alejandro Hartmann – que fue alumno del Nacional-, se ubica más allá de todos esos mitos. El director se metió en la vida del colegio, tomó registro de la vida diaria, filmó con detalle y cariño la parte arquitectónica de lo que fue una experiencia adolescente que lo marcó y que le dejó un grato recuerdo, pero también se dejó llevar por la vida interna que mantiene la severidad que se le conoce pero se encuentra con una generación que está agitada, no solamente porque atraviesa la adolescencia, que ya es una razón suficiente para andar convulsionado, sino porque el año en que las cámaras de Hartmann le tocó dar cuenta de días agitados en el año 2018. La última etapa de Gustavo Zorzoli como rector del colegio, el año en que las luchas de género llegaron al mismísimo centro de estudiantes del colegio. Las alumnas se plantan, exigen tener la voz en la asamblea que iba a decidir participar en la lucha sobre la ley que iba a legalizar el aborto. Hartmann sigue con su cámara esos días agitados sin intervenir, o interviniendo de manera amigable en todo caso porque nadie es indemne a la presencia de una cámara. Dividida en capítulos y repartiéndose entre la mirada neutral o simplemente de registro y el cariño que indudablemente tiene el realizador por la casa de estudio, el documental termina mostrando cómo los cambios de época y las nuevas ideas se meten dentro de la vida de la institución que se piensa de excelencia y como una reserva de excelencia para modificarla, tal cual hicieron otras generaciones anteriores seguramente de manera más impetuosa y violenta. Pero allí el Nacional Buenos Aires, con sus ceremonias inalterables, sus luchas internas que reflejan ni más ni menos que las que atraviesan a la patria de la serán una vez que se reciban parte de la dirigencia. Un hermoso documental, que se deja llevar por la frescura de los adolescentes que convivieron meses con las cámaras de Hartmann y le permitieron ser un registro de esa época la vida de la institución y que veamos las tensiones con las que conviven diariamente. Se guarda una vuelta de tuerca final, que aunque sea parte de la historia, no vamos a adelantar para que los que no conocen cómo fueron aquellos días disfruten de lo que se muestra en el cierre. EL NACIONAL El Nacional. Argentina, 2022. Guion y dirección: Alejandro Hartmann. Fotografía: Sergio Chiossone y Alejandro Hartmann. Edición: Manuel Margulis Darriba. Sonido: Martín Grignaschi y Julieta Passamonte. Música: Ciro Hartmann Martín. Productoras: Hikuri Cine y Ponchosauer. Distribuidora: PCI Cine. Duración: 82 minutos.
La fachada del nuevo edificio del Colegio Nacional, inaugurado en 1938, replica el estilo predominante del academicismo parisino y monumentalista, percibido en las columnas y los arcos de entrada en el frente principal. Las puertas se abren, hagamos primero un poco de historia. Su sede se ubica en la calle Bolívar 263 de Buenos Aires, siendo uno de los edificios del tradicional casco histórico de “Manzana de las Luces”, en el barrio porteño de Montserrat. Fue fundado por el presidente Bartolomé Mitre, en marzo de 1863. Un nombre como el de sAmadeo Jacques pervive en el tiempo como su rector más emblemático. Para más precisión, “El Nacional” fue incorporado a la Universidad de Buenos Aires en 1911, por intervención del entonces mandatario Roque Sáenz Peña. Rodada en 2018, la película “El Nacional” nos presenta la autenticidad de una historia que muta dentro de las paredes de la casa estudios; el estudiante de hoy asume riesgos y posturas con idénticas honestidad y franqueza. Con semejante tradición a sus espaldas, imaginamos el nivel de pertenencia que porta esta institución, sinónimo de prestigio. Como todo recinto educativo, una sociedad a microescala. Un colegio cargado de mística y memoria, atada a la cronología del país. Generadora de un tipo de comunidad muy particular, habitante en su seno privado. Para el prolífico documentalista Alejandro Hartmann (“Reset”, “Carmel”, “El Caso Cabezas: el Fotógrafo y el Cartero”), el desafío implica ingresar en el universo cerrado de un ámbito público dentro de cuya imagen emerge, también, la paradoja: apreciamos una perspectiva elitista que incide en el relato que ha tramado su devenir. Este ícono cultural y pedagógico aviva recuerdos en Hartmann, quien admira el ámbito educativo en el que se formó, y que hoy revisita como realizador y padre. Acaso, despierta en su interior la paradoja de entonces pertenecer y regresar como testigo; el eco nostálgico en las aulas y los claustros no aparta su fino ojo de observador a la hora de examinar la trascendencia de aquellos que en el presente encarnan otro tipo de paradigma, apropiándose del mito tradicional. Partícipe de transformaciones a nivel social como las presentes, impulsadas por nuevas generaciones que reclaman su lugar y derechos, el colegio cobija en la actualidad a jóvenes encargados de romper la mística de pertenencia clasista, en vías hacia una democratización y apertura superadora respecto a otras épocas. La preocupación a nivel social y político resulta evidente en la participación del centro de estudiantes, en discusiones por la ley de aborto y disputas por la postulación de una rectora. “El Nacional” visibiliza la coyuntura actual: se llevan adelante asambleas para impulsar y lograr el cambio, el manejo político ha cambiado de manos. Tales son las experiencias que nos son compartidas por una cámara atenta, en el intento de radiografiar la realidad que atraviesa a un estudiante modelo, reflejo de la frescura y el desparpajo de una adolescencia que cuestiona la tradición rigurosa. Protagonistas de un nuevo tiempo, quienes persiguen aperturas ideológicas y bregan por la conciencia sobre los propios derechos y obligaciones, en vías de espacios de expresión y formación más tolerantes. A casi un lustro de haberse registrado, el material no ha perdido un ápice de pertinencia.
El Nacional: las cosas cambian “Era aquel un colegio sombrío, de misticas bóvedas y obscuros corredores… allí se formaron esos genios de temple y doctrina quienes crearon una patria.” Ya hay en el cine argentino dos buenos ejemplos de documentales contemporáneos que desarrollaron el tema de las escuelas secundarias, que anteceden a este documental de Alejadro Hartmann sobre el Colegio Nacional Buenos Aires. Ellos son La toma, de Sandra Gugliotta (2010) y Despues de Sarmiento de Francisco Márquez (2015). Ralizados como cajas de resonancia de las transformaciones sociales que se vienen produciendo en los ultimos 10 años: tanto Gugliotta (en el colegio Nicolas Avellaneda) como Márquez (en el Sarmiento) se internan en ese microcosmos y transforman la escuela en espacio filmico. Pero Hartmann, realizador del correcto documental sobre el asesinato de José Luis Cabezas que puede verse en Netflix, logra entrar al infranqueable colegio de los colegios de la ciudad de Buenos Aires: el formador de la élite de la capital de la Argentina, fundado en 1863, luego incorporado a la Universidad de Buenos Aires, marca la historia del país y de quienes lo atravesaron: cientificos, politicos, intelectuales, ilustres nombres de la historia nacional. Allí está la permanencia de su arquitectura para demostrarlo: con todo el peso de la tradicion clasicista: columnas, balaustradas, grandes vitrinas de madera, muebles, etc. Incluso el uso de la música. Aquellos genios “ de temple que crearon la patria” sellan el espíritu de la pelicula. Mientras, un anciano ex alumno recorre los pasillos que tienen “los mismos azulejos verdes”, para ir al encuentro del Rector, placa, medalla y visita a las aulas. “Antes no había mujeres” dice. Entre esa tradición digerida y el presente movedizo el documental se planta en tomas cortas o primeros planos de los espacios: laboratorios, la biblioteca, los frascos de formol, los óleos de Mitre, de Moreno, los bustos de Sarmiento, Avellaneda. Un pasado intervenido a su vez por un presente que irrumpe bajo el tono de la hipotesis de que las cosass cambian. Es que como cualquier institución, el Nacional está viva, responde a las transformaciones sociales no sin conflicto: asambleas, discusiones sobre el derecho al aborto, tomas en defensa de la lucha docente o de los debates en el Congreso. La modalidad de observación le sirve a Hartmann para abordar esos dos ejes e ingresar a un colegio pensado como fortaleza, develado aquí en sus contradicciones y conflictos. Filmada en el año 2018 cuando aquellos debates estaban en proceso, y aprovechando el cambio de Rector Gustavo Zorzoli, los temas que se van presentando le permiten tambien adentrarse en algunas reuniones que actualizan los temas que preocupan a los adolescentes (el Centro de Estudiantes) y los que tienen sus padres (la Cooperadora). Un documental de tensiones que evidencia un espiritu de época.
Un ciclo empieza y termina, para dar paso a uno nuevo, en el colegio secundario público más importante de la Argentina. Es lo que captura, con su cámara y micrófono atentos, el realizador Alejandro Hartmann en este documental que se vio en BAFICI y ahora estrena en salas. A una apertura inicial con imágenes de archivo tomadas en el interior de ese edificio palaciego, le sigue el presente de la actividad del colegio. Año 2018. El último del entonces rector, el simpático Gustavo Zorzoli, el de la campaña pro aborto legal, el de la omnipresente lucha estudiantil por diversas causas, entre otras muchas cosas. Con otras intervenciones de “archivo”, puntuales y muy valiosas, dialogando con ese registro urgente de aulas y pasillos, Hartmann y su equipo arman una trama hecha de voces, diálogos íntimos, discusiones públicas, algunas palabras en latín, primeros planos del alumnado y el cuerpo docente, así como las autoridades, que se dejaron grabar. Una virtuosa tomada de pulso a una institución siempre vital (una secundaria, al fin y al cabo) y atravesada por tensiones, que se estrena bajo los efectos del paso del tiempo sin que eso le quite potencia ni, paradójicamente, actualidad. Pueden cambiarse los temas de coyuntura, pero lo que pasa en el documental bien podría pasar ahora, o el año que viene. La política del centro de estudiantes, la mediatizada toma del edificio, los del turno mañana que se duermen durante la clase, los del último primer día que bardean a los “borregos”, las clases rigurosas de natación, la problemática de género en cada asamblea, en cada puerta, entre otras cosas. Hartmann es papá de un alumno, Ciro, como se revela en la única escena que rompe el pacto tradicional del documentalismo invisible. Una postura cercana que acaso explica no sólo el acceso, sino la naturalidad con la que pudo contar por parte de su “protagonista”, ese enorme colegio con miles de cabezas parlantes que hicieron un gran esfuerzo, todavía en la primaria, para lograr entrar. El suyo es un micrófono amigo, por oposición a los de los medios que cubren la toma, especialmente al de Eduardo Feinmann, el periodista que se gana, con toda lógica, su momento divertido en la película. Sin juzgar ni paternalizar, El Nacional consigue un gran fresco del colegio y sus urgencias cotidianas, siempre bajo la atenta mirada de los próceres de bronce o mármol, entre esos pasillos y columnas solemnes, necesitados de una mano de pintura. La melancolía del conjunto hace juego con esa exposición de presentes y pasados, laboratorio de una Argentina en miniatura. Acaso como sutiles señas de decadencia de un modelo académico, el de los prestigiosos colegios universitarios, que cada vez tiene menos aspirantes.
ENTRE MUROS Y PIZARRONES El Colegio Nacional de Buenos Aires es probablemente una de las instituciones educativas más icónicas del territorio nacional. Más allá de denotar el ombliguismo capitalino (del que bien se mofaría un alumno que no egresó de ese colegio como Ezequiel Martinez Estrada), es innegable su relevancia histórica. Por sus claustros pasaron figuras fundacionales de la Nación como la conocemos, entre políticos, economistas, intelectuales, artistas y músicos que marcaron nuestra identidad, con todos sus defectos y virtudes. El Nacional -como se lo suele llamar vulgarmente o con cariño- es un sólido documental de Alejandro Hartmann que retrata a esta institución sin un rigor historicista, sino más bien aproximándose al espíritu de esa enorme estructura de piedra: los alumnos, los profesores y las dinámicas de poder propias de una coyuntura. Fragmentado en cuatro partes, el documental toma un periodo de transiciones y cambios en la institución, tanto en el centro de estudiantes como en la rectoría y su riqueza se construye del mosaico de discusiones, disidencias y encuentros que se van dando y definen al espíritu del Colegio Nacional de Buenos Aires. Entre los segmentos más acalorados que definen la importancia de una formación crítica y política diversa también asoman pequeños momentos de nostalgia que denotan el cariño hacia ese espacio educativo: un ex alumno que tuvo una larga trayectoria como músico de orquestas filarmónicas encuentra e identifica ese espacio donde creció de niño, cuando aún el instituto no estaba finalizado; el trabajo de archivo muestra el trabajo de jóvenes comunicadores en distintas etapas del colegio, poniendo el ojo en coyunturas y opiniones que contrastan con las de hoy en día. Y entre los testimonios y experiencias asoma en un silencio contemplativo la fachada, los claustros, los pasillos silenciosos como los bustos históricos que muestran un esqueleto arqueológico y misterioso despojado de su corazón, sus residentes. El acierto de Hartmann está en invisibilizar su presencia en momentos que son pequeñas joyas: la charla formal entre un periodista para un noticiero y la encargada de la toma del colegio se vuelve mucho más desestructurada una vez se apagan las cámaras. Un grupo de chicas estalla en llanto en una sesión al denunciar el acoso que sufrieron y solicitan una educación más inclusiva que dé lugar a la ESI. Luego de una toma unos chicos juegan a la pelota esperando que las cámaras de noticieros se apaguen. Un grupo de profesores denuncian la demagogia con la que se maneja el rector hacia los chicos. El film del experimentado director está lleno de estos momentos que le dan vida a esa estructura colosal de túneles por donde supo transitar Juan Manuel de Rosas, transpirando vida a través de sus experiencias y renovaciones.