Diminuto y solo Hay un mundo simbólico siempre detrás de un relato. Una realidad mucho más esquemática que aquella que pueda dar cualquier interpretación sobre un hecho. En definitiva, la subjetividad siempre transforma la realidad y entonces el primer dilema acerca de hasta dónde conviene avanzar o fluir conforme a la mirada de otro se presenta como punto de partida en todo documental. Si a eso le agregamos un interés por una historia de vida, atravesada de matices, contradicciones, decisiones extremas y sintéticamente rodeada de clarososcuros, el equilibrio entre lo simbólico y lo real se ve sumamente alterado. Eso no significa, sin embargo, falsear los hechos sino exponer aquellas singularidades que se salen de lo conocido, que no persiguen otra cosa que dejar reflejada la voz de quien mira. Esa es la virtud pero a la vez el defecto de El Señor de los Dinosaurios, dirigido por Luciano Zito. Sin spoilear el desenlace de este opus del director de Rawson, una muestra a escala de la abismal diferencia entre la escultura de un dinosaurio y su propio creador, Cacho Fortunsky, diminuto y solo ante la inmensidad de su pieza, una de las que forman parte del Parque de la Prehistoria de Eduardo Castex, en La Pampa. La primera imagen se conecta con la historia del autodidacta y artesano Cacho, el Sistema gigante y la poca presencia del hombre frente a ese monstruo grande que pisa fuerte, parafraseando a León Gieco. Cacho eligió la vía delictiva durante gran parte de su vida en señal de protesta más que por necesidad y tras las estadías carcelarias y sus intentos de reinserción social -frente al indiferente dinosaurio sistema- descubrió el don de la artesanía y la terapia espiritual para la creación, así como una capacidad extraordinaria para el dibujo y el trabajo. Su testimonio a cámara narra sus peripecias tanto como delincuente en etapas intermitentes desde el ABC de toda experiencia que implica robos y fugas de la ley. Pero también desde su rol de artista, aspecto que al propio Zito le atrajo para romper con la mirada estigmatizante de los medios y de gran parte de la sociedad respecto a la delincuencia y sus consecuencias. Entre esas zonas grises transita el documental de Luciano Zito y deja abierta la puerta por lo menos a la polémica entre aquellos que consideran al garantismo como una manera viable de reinserción de personas que delinquen y aquellos otros que prefieren la aplicación irrestricta de la ley y el castigo como escarmiento social, sin sopesar las causas que condujeron al delito en muchos casos. Tal vez la evidente empatía del autor con su protagonista deja manifiesta la posición de antemano y el acortamiento de la distancia objetiva, aunque es sabido que eso es tan imposible de lograr al momento de elegir qué aspecto de la realidad se recorta y cuál se magnifica.
El señor de los dinosaurios, de Luciano Zito Por Marcela Barbaro Nacer con las condiciones innatas de un artista, pero en la clase social equivocada. ¿Cuántas posibilidades tendrá esa persona de demostrar la esencia que lo constituye?. Para Jorge “Cacho” Fortunsky ese don significó una utopía que lo hizo avanzar y nunca claudicar, aunque en ese camino le haya costado su libertad infinidad de veces. La propuesta de El Señor de los Dinosaurios, nuevo documental de Luciano Zito (Carlos Fuentealba, camino de un maestro; Rawson; Tocando en el silencio) aborda un tema complejo de índole social y cultural que habla de la falta de oportunidades, la desigualdad y la estigmatización en personas de origen humilde con antecedentes penales. Desvalorizadas y ninguneadas desde pequeños, son silenciados mientras crecen, y finalmente quedan excluidos con una naturalidad que resulta casi como un patrón de comportamiento avalado por las mayorías. Desde un árbol tallado con la imagen de Cristo, colocado en una iglesia de La Pampa, hasta el proyecto de un parque temático en el pueblo de Eduardo Castex, compuesto de 30 obras de cemento que representan la prehistoria de los dinosaurios; las obras de Fortunsky, dan cuenta del talento y creatividad autodidacta que impactan por su detalle y expresión. El documental biográfico se centra sobre una vida escindida entre los tiempos en la prisión por delinquir y el oficio de artesano. Desde el arte expresó su malestar contenido hacia una sociedad injusta. Un hombre que nunca lucró con sus obras, porque siempre lo pensó como una oportunidad. Luciano Zito reconstruye ese pasado con escenas animadas que ficcionalizan el relato y, hacen del protagonista, casi un personaje extraído de historieta. A ese formato, intercala entrevistas que el mismo Fortunsky realiza a su madre, a un juez con el reconstruye su historia y al sacerdote que llevó su escultura a la iglesia. También lo vemos en su taller y reunido con sus hijos, quienes lo ayudan a no volver a caer. Bajo un tono nostálgico y un discurso reflexivo, El Señor de los Dinosaurios, ofrece un mirada comprometida con la realidad y los orígenes de un hombre (como muchos otros) al que no juzga, sino más bien visibiliza las dificultades del sistema para reinsertarse, las consecuencias de la falta de recursos, y privilegia el lugar del arte como expresión genuina; así lo expresa Fortunsky cuando dice “Somos lo que nos forman y lo que no da forma”. EL SEÑOR DE LOS DINOSAURIOS El señor de los dinosaurios. Argentina, 2017. Dirección y guion: Luciano Zito. Producción ejecutiva: Luciano Zito. Director de fotografía: Damián Dobrenky. Director de sonido: Pablo Trilnik. Música original: Pablo Trilnik. Duración: 82 minutos
El señor de los dinosaurios atraviesa los cuestionamientos morales de Jorge “Cacho” Fortunsky, un artista ladrón, para elaborar un retrato complejo de lo que significa el arte en contraste con la supervivencia. En este sentido, el modo de sobrevivir es el robo, una especie de escape a los compromisos de la sociedad. En cambio el arte es apenas una manera bastante efímera de ser recordado por la obra. El documental, ambientado en el pueblo pampeano de Eduardo Castex, reconstruye la historia reciente del artista a través de la animación mientras sigue su vida cotidiana en el taller -visitando su obra más representativa, planteando un proyecto educativo, indagando en su pasado. Así se arma de a poco su vida desde distintos aspectos. Algunos parecieran no tener importancia, pero revelan cierta ligereza que enriquece la búsqueda vital de Fortunsky. De a poco, la película se va cimentando como un estudio de las contradicciones que pueden caracterizar a un artista. Fortunsky no es el “señor de los dinosaurios” solo porque creó estas esculturas de varios metros, sino porque se enfrenta a conflictos ancestrales del ser humano. Y la decisión de que él mismo sea quien interrogue a personas testigos de su vida, como su madre o el cura, simplemente suma al hecho de que el documental parece partir de una búsqueda personal de sus contradicciones. Se configura una imagen del artista como un hombre que para enfrentar el mundo solo cuenta con su obra. Una suerte de forastero. El documental nunca cae en el amarillismo del artista ladrón, aunque el mismo Fortunsky bromea al respecto. La indagación del director recuerda más bien a un relato de Franz Kafka, “El artista del hambre”. Podría decirse que Fortunsky se va convirtiendo en “un espectador de su hambre completamente satisfecho” como ocurría con el ayunador en el cuento. No hay victimización en el retrato que Zito hace. Hay, claro que sí, reproche por parte del artista a ciertas decisiones tomadas. Y hay, sobre todo, una armonía con los quehaceres cotidianos junto a los cuales reconstruye su pasado como si observara desde la tranquilidad las inquietudes mostradas en la animación y en lo narrado. Lo más fascinante del film es que no hay absolución frente a lo que Fortunsky hizo. Más bien llega a sugerirse cierta armonía, como si artista y ladrón tuvieran que sobrevivir con pocos medios para hacer frente a las circunstancias. La diferencia es palpable: uno lleva a cabo obras para aprender de sí y ser recordado, y el otro hurta pequeñeces para olvidar las injusticias.
En Eduardo Caxtex, un pueblito de la Pampa, se encuentra un parque temático prehistórico con mas de 30 esculturas de distintos dinosaurios hechos a escala real. Su autor, Jorge (Cacho) Fortunsky, poseedor de un innato talento para el arte, busca, a partir de esta creación, reivindicarse de un pasado criminal que hasta el día de hoy lo persigue. “El Señor de los Dinosaurios” es un documental, que relata la vida de Fortunsky. El mismo nos hace encontrarnos con una historia particular de un joven, que por necesidad termina en la delincuencia, pero que a lo largo de su desarrollo va descubriendo su talento como artista. Sin embargo, podemos decir que en el documental se pueden detectar algunas fallas, como ciertos planos lentos o innecesarios. Por momentos, el relato se vuelve pesado y no se entiende su dirección. Se siente una falencia dentro de la edición, con planos que no se condicen con lo que se está contando o que son insignificantes y realmente no se comprende por qué están ahí. En cuanto a la narración, por momentos las situaciones se mezclan, no se entienden y realmente hace que el film se vuelva aburrido. Da la impresión de que mucho de esto fue agregado como relleno al quedarse corto de planos o material relacionado a la historia. Cabe destacar la animación que por momentos se utiliza para relatar la historia de Fortunsky. La misma está muy bien ejecutada y en esta ocasión es un recurso muy bien utilizado, que aporta muy buen material al documental. Por lo tanto, “El Señor de los Dinosaurios” es una historia interesante, pero que falla un poco a la hora de encausar el relato y hace que el espectador se pierda entre demasiadas cosas, sumando una pobre edición.
Sociedad jurásica La nueva película del documentalista Luciano Zito indaga sobre la figura de Jorge “Cacho” Fortunsky, un habitante del pueblo pampeano de Eduardo Castex, hacedor de un parque temático con figuras a gran escala que remiten a diferentes aspectos de la vida prehistórica de los dinosaurios pero atravesado por un pasado de marginalidad que intenta dejar atrás. El Señor de los Dinosaurios (2018) es Jorge Fortunsky que a sus 48 años se convirtió en el escultor de de uno de los parques temáticos más importantes del país, aunque sin duda desconocido para muchos. Pero lo atractivo de su vida no es solo el talento innato que tiene para dibujar, tallar y esculpir sino la línea entre la legalidad e ilegalidad que atraviesa su vida. Y es ahí donde radica el atractivo cinematográfico de un personaje que desde su adolescencia vivió dos vidas paralelas que se alternaban sistemáticamente. Por un lado la delincuencia mientras que por la otro surgía el artista. Mezclando la ficción con la realidad, el documental con la animación, Zito se enfoca en lo atractivo de la vida Fortunsky para indagar sobre la falta de contención, tanto social como del propio estado, en aquellos que recuperan la libertad tras haber cumplido una condena y entablar una relación directa con la reincidencia delictiva. Como también de que manera algunas decisiones políticas pueden modificar la vida de alguien para bien o para mal. A lo largo del metraje, atravesado por más de treinta años de la historia local reciente, somos testigos de cómo algunas decisiones pueden salvar o enterrar a una persona. Un extraño parque temático habitado por dinosaurios esconde por detrás una historia llena de matices, que reflexiona sobre el rol de la sociedad en la reinserción de aquellos que luego de haber cumplido una condena no encontraron afuera la contención y la oportunidad de empezar de nuevo.
Luciano Zito reposa la mirada en Jorge Fortunsky, un artista autodidacta que pudo revertir, en parte, un pasado plagado de mitos sobre su persona, y, principalmente, sobre un raid delictivo que lo tuvo tras las rejas durante varios años. Documental que trabaja con varios materiales (animación, recreación, registro directo puntual) el ir y venir en la definición del rol de Fortunsky en los robos y las decisiones que lo llevaron a éste (poco claras en la propuesta) terminan por desdibujar el interés por un personaje ambiguo y también por la propuesta inicial del film, un alegato por la necesidad de ayudar a los más débiles.
La vida, el crimen y el arte Las primeras imágenes resultan misteriosas: en la oscuridad de la noche, recortadas contra la luz artificial de unos reflectores, en un parque se distinguen con claridad las siluetas de los dinosaurios. La música cavernosa –apenas unas notas graves que se extienden en el tiempo multiplicadas por los efectos de un delay–, crea la atmósfera ideal para que los bramidos de las bestias resuenen con potencia. En las escenas que siguen la luz del día revela las estatuas de tamaño real que forman parte de un parque temático sobre la vida prehistórica ubicado en la ciudad de Castex, en la provincia de La Pampa. Esta obra entre kistch y naif, aunque monumental a su manera, es la puerta de entrada oportuna que encontró el director y guionista Luciano Zito para contar la historia de su creador, el artista Jorge Fortunsky. Él es ese Señor de los dinosaurios al que se alude desde el título de este documental que, a imagen y semejanza del trabajo de Fortunsky, puede ser un poco tosco y hasta cándido, pero en el que se destaca la calidez con que intenta retratar la dura e increíble historia de vida de su protagonista. Hijo de una familia de clase obrera, durante su adolescencia pueblerina a fines de los años ‘80 Fortunsky comenzó a sentir que su trabajo en el taller mecánico nunca iba a resolver las necesidades básicas de su familia, ni le iba a permitir cumplir ninguno de sus deseos. Esos sentimientos marcaron su entrada a la delincuencia: un poco por desilusión y otro poco por bronca comenzó a cometer pequeños robos que pronto dieron paso a otros más graves. Zito utiliza animaciones para recrear aquel pasado oscuro, mientras que en el presente acompaña a Fortunsky en sus actividades diarias, donde se destaca el trabajo en el taller donde realiza esculturas con materiales como arcilla, hierro o madera, mientras su voz en off recorre su biografía. El director se muestra eficiente a la hora de construir momentos emotivos, como cuando Fortunsky le pide a su madre que lo ayude a recordar el día en que lo liberaron de su primera condena por robo. En cambio su labor es más rudimentaria en materia de puesta en escena y a veces no consigue evitar un tono marcadamente artificial en el registro de lo cotidiano. Aunque se trata de un retrato de vida, El señor de los dinosaurios es también una exploración que a través de su protagonista intenta dar respuesta, de manera siempre muy sencilla, a preguntas que orbitan en torno de la esencia de lo humano. El crimen y el arte, encarnaciones de lo malo y lo bueno, son los ejes axiales sobre los que se mueve el relato, y también los catalizadores que le permiten al protagonista expresar una sabiduría que no por simple deja de ser profunda. Como cuando afirma que las personas son como las obras de arte, cuya forma final no depende de ellas, sino de un entorno que las modela.
Artista y ladrón El señor de los dinosaurios es un documental nacional dirigido, escrito y producido por Luciano Zito. Cuenta la historia de vida de Jorge “Cacho” Fortunsky, un hombre que nació en las afueras del pueblo Eduardo Castex, en La Pampa. De familia humilde, Jorge trabajó de joven como mecánico, sin embargo las promesas de pago nunca se cumplían. Hasta que un día él vio a un chico bien vestido caminar por la vereda de enfrente y escuchó murmullos de que ese joven cometía hurtos. Como a Jorge le parecía injusta su situación laboral, comienza a robar alimentos, lo que desencadena en actos delictivos a mano armada. Desde chico le gustaba dibujar, pero en su entorno familiar no le daban importancia a ese aspecto y nunca lo vio como una oportunidad a futuro. Así pasará por la prisión y será puesto en libertad para luego cometer de nuevo el error de delinquir, lo que lo sumirá en un círculo vicioso que parece no tener salida. En cierto momento, cuando Jorge debía vivir a escondidas de la policía, se entera que ya descubrieron su paradero por lo que le nace tallar un Cristo en un árbol. La figura queda perfecta y, después de un tiempo en el que los habitantes de Castex se dirigían hasta allí para rezar, se decide que el Cristo pase a estar en la Iglesia del pueblo. Gracias a esa obra de arte, el intendente se fija en Jorge y le encarga hacer un parque temático sobre la vida prehistórica de los dinosaurios. Pero el nuevo empleo que tan feliz pone a Jorge no tendrá una buena paga… Como se puede ver, por más que el título haga referencia a los dinosaurios, el documental trata en su mayoría sobre el pasado delictivo de Fortunsky, que está retratado de una forma muy original ya que se lo representa con animaciones. No obstante, y a pesar de solo durar 82 minutos, la película cansa al repetirse una y otra vez los mismos sucesos. Es como si no hubiera un avance, algo que el protagonista haya aprendido sobre los errores que cometió ya que nunca dice estar arrepentido, por lo que la empatía con el espectador no se logra, más bien parece como que el director quisiera humanizarlo sin éxito. El documental también está compuesto por entrevistas que Fortunsky les realizó al párroco de Castex y a su madre. Esta última no se llega a sentir creíble por la manera en que el hombre se comunica con ella (muy formal, si no dijeran que son madre e hijo uno creería que no tienen ningún vínculo). Sobre su vida privada no se ahonda demasiado, sin embargo se llega a saber que la relación con su mujer no funcionó y uno de sus hijos se metió en la criminalidad. Hay escenas de Jorge charlando con otras personas que no aportan nada al relato, así como planos que no se entiende por qué decidieron utilizarlos. Pero lo peor no es eso, sino que cuando llega toda la explicación del Cristo tallado en el tronco, Fortunsky llega a compararse inexplicablemente con Jesús. Se puede entender que él crea que Jesucristo le otorgó el don de dibujar, tallar y esculpir, pero que él equipare su persona a la de Cristo es demasiado. Si El señor de los dinosaurios se hubiera enfocado más en las casi 30 obras de cemento y hierro construidas a escala real, quizás la historia sería un poco más interesante. Lo único que aporta dinamismo y llama la atención en definitiva son las estupendas animaciones.
En un lugar preferencial de su oficina, el maestro García Ferré tenía una admirable talla en madera de su personaje Calculín. Y explicaba: "Me la regaló un preso, que se habrá mandado una macana pero se ve que es un buen muchacho". Algo similar podría decirse del ex presidiario al que ahora, en su tierra, llaman "el señor de los dinosaurios". El nombre está bien puesto. El hizo los enormes dinosaurios que sorprenden al viajero en la intersección de las rutas 35 y 102, allá en el Parque de la Prehistoria de Eduardo Castex. E hizo también los monumentos (a criollos famosos, héroes de Malvinas, inmigrantes, etc.) más destacados de diversas localidades pampeanas. Y el Cristo de madera de la capilla castrense de San Cayetano. Ese Cristo tiene su historia. Lo talló en un árbol mientras se ocultaba de la policía tras una serie de robos. Porque antes de ser artista era un empleadito de taller mecánico tentado por el "ejemplo" de alguien que ganaba más plata robando al prójimo. Así creció, entre robos y prisiones. Pero la patrulla que lo detuvo en el monte empezó a tratarlo de otro modo cuando alguien descubrió el Cristo. Ese no era un chorro cualquiera. El cura que rescató la talla, el intendente que más tarde le encargó los dinosaurios, fueron manos tendidas que no siempre se encuentran. Precisamente, esta película habla de la difícil reinserción en la sociedad, del arte y la artesanía como formas de respirar, y del talento que muchas veces se pierde, se ignora, o por suerte se descubre y se estimula. Cacho Fortunsky, se llama el hombre que hoy es un ejemplo para todos. Luciano Zito, el documentalista que lo descubre ante nuestros ojos.
Un documental muy interesante sobre un ser humano que es un artista nato, que a través de su talento logro expresarse pero que también tiene la sinceridad de contar como sus frustraciones lo llevaron al delito y a la cárcel. Con una transparencia en sus testimonios absolutamente conmovedora, lo que permite que este trabajo del director, autor del guión y productor Luciano Zito, es abrir la cabeza y la comprensión para alguien con un destino que pudo ser previsible. Uno de esos destinos trazados por la adversidad y la falta de recursos, la soledad y la incomprensión. Pero el caso del artista Jorge “Cacho” Fortunsky escapa a los lugares comunes y los prejuicios. Con su habilidad para dibujar, tallar, acometió una tarea enorme: crear 30 esculturas de cemento y hierro de dinosaurios a tamaño natural que pueden verse a un costado de un pueblo pampeano, Eduardo Castex, por la ruta provincial 102. Tan singular su obra como su historia. Una documental valioso.
En las afueras del pueblo pampeano de Eduardo Castex se levanta un parque temático donde se representan diversos aspectos de la vida de los dinosaurios. Todas las esculturas, más de treinta, hechas de cerámica y de hierro impactan por su escala real, que contrasta con la pequeñez del pueblo. Pero en esa comunidad hay también cosas que parecen no encajar en lo que podría presuponerse que ocurre en lugares como aquel, y una de ellas es la vida de Jorge "Cacho" Fortunsky, cuyo talento artístico se une a su ferviente deseo de dejar atrás su pasado marcado por la delincuencia. El director Luciano Zito sigue en este documental ficcionado la trayectoria de ese hombre de andar sereno, desde su juventud hasta la madurez y reflexiona sobre la necesidad, y la infrecuencia de las segundas oportunidades en la vida. El film eleva su potencia dramática a través de excelentes segmentos animados que recorren la vida del protagonista. Cacho se devela en El señor de los dinosaurios como un personaje atípico, que busca su verdadero camino a través de sus dibujos y de la necesidad de dejar atrás los recuerdos de su vida carcelaria.
Dirigido y escrito por Luciano Zito, El señor de los dinosaurios es un documental que gira en torno a Jorge “Cacho” Fortunsky, el artista que, entre otras obras, diseña los imponentes dinosaurios del parque temático de Castex, en La Pampa. “Nací artista, no ladrón”, se define Fortunsky. No obstante no es fácil vivir de eso y mucho menos habiendo nacido en un pequeño pueblo. Por eso no lo hace considerándolo una salida laboral, pero es un artista porque es algo que lleva dentro y nunca es fácil vivir escapándole a lo que somos, a lo que nos corre por las venas. Nacido y criado en Castex, de joven siente que no encuentra otra opción que la delincuencia. Hasta que va preso y es encerrado muchos años. Una condena que considera injusta teniendo en cuenta que se trata de delitos menores. No obstante lo que podemos predecir desde aquel momento no sucede, porque a lo largo del relato vamos descubriendo que no estamos ante la típica historia de redención o de salvación a través del arte. En El señor de los dinosaurios Jorge va reconstruyendo su historia y el largo camino que lo llevó hasta donde está hoy. Un pasado de constante reincidencia en la delincuencia porque no obtiene un apoyo ni económico ni social. Esta reconstrucción es ejercida por la propia voz del artista y con las imágenes animadas que narran las escenas que él cuenta, pero también con las imágenes de aquellos lugares hoy, como el campo donde se refugió como prófugo de la Justicia y de un impulso talló un Cristo que luego se convertiría en una especie de ícono sobre todo para él mismo, justo antes de que la policía lo atrapara otra vez. Es que lo vamos a ver a Jorge (aunque sea a través de una secuencia animada) reincidir constantemente en la delincuencia al no encontrar la solvencia económica que necesita pero también como una especie de protesta. Dos vidas paralelas: el artesano y el delincuente, porque una sola no es suficiente. La animación es uno de los puntos más fuertes que tiene el film. A nivel estético le impregna un estilo propio. Fuera de eso, nos estaríamos encontrando más bien un documental convencional. En cuanto a estructura, es el propio Jorge el que va buscando reconstruirse, el que recorre e interroga. Así vuelve a ciertos lugares, a ciertas personas. Por eso no es la única voz que narra, está su madre, están sus hijos, está el ex juez de Santa Rosa que explica que las cosas en aquel momento eran muy distintas, o el sacerdote que quedó con el pedazo de tronco con el Cristo tallado para la Capilla San Cayetano. Es un camino largo el que recorre y recorremos junto a Jorge. De idas y venidas donde queda clara la idea del director de contar esta historia, la de reflejar una compleja cuestión social, la de las oportunidades que no se dan en igualdad de condiciones. Si bien, como dijimos, no estamos ante una típica historia de salvación a través del arte, éste sí está ahí y sí resulta imprescindible. Porque es a través de él que Jorge encuentra las ganas de trabajar, las ganas de hacer y, finalmente, el reconocimiento. Y se ve plasmado en el Parque de la Prehistoria de Eduardo Castex, aquel en el que descansan sus obras más ambiciosas y enormes. Jorge nunca va a ser rico viviendo de esto pero no es eso nunca lo que busca. Es poder vivir de una manera digna.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
En una localidad de la provincia de La Pampa cuya actividad principal es vivir del campo, dentro de un amplio terreno se montó un parque temático sobre algo cuyo magnetismo atrae a los humanos desde que supieron de su existencia en la tierra: los dinosaurios. En 1995, Jorge Fortunski comenzó a construir a pulmón, con una gran habilidad e ingenio, un Parque Jurásico en su pueblo, Eduardo Castex, y hasta el día de hoy sigue creando a distintas criaturas prehistóricas con gran pasión. Pese a que el título sugiera una cosa, Luciano Zito en su documental prioriza la historia de vida del artista por sobre la realización de las esculturas y sus motivaciones. Porque Jorge Fortunski se creó a sí mismo. Hasta los 17 años trabajó en un taller mecánico que aunque no le pagaban cumplía igual. Pero se hartó del destrato y comenzó a delinquir. Tuvo varias entradas y salidas de la cárcel a lo largo de su vida, hasta que pasados los 30 años se dio cuenta de que ese no era el camino a seguir. Con la voz en off el protagonista narra sus años clave, los más importantes y decisivos con gran precisión temporal, mientras se proyectan imágenes animadas muy bien logradas que actúan como flashbacks para refrendar lo que va contando, como ayuda para comprender todas las vicisitudes que tuvo que atravesar y sufrir. De esta manera entendemos el porque del realizador en elegir esa vía narrativa. El relato en el presente tiene una estructura tradicional, sin innovaciones filmográficas o técnicas. El personaje retratado es omnipresente en cada una de las escenas. La parsimonia predomina, similar al ritmo pueblerino durante la hora de la siesta, alternando el director esos elementos con otros que son, por ejemplo, lo que sucede con los hijos de Jorge, o él mismo que, mate de por medio, en charla con su madre u otras personas que fueron muy influyentes en su juventud y lo ayudaron a salir adelante. El artista nació con un don. Tardó en darse cuenta de que podía explotar eso que estaba oculto y necesitaba de un hecho, por demás significativo, que le provoque un click en su cabeza, para descubrir su verdadera vocación, pues en sus manos, literalmente, encontró la posibilidad de modificar su existencia y tener un futuro mucho más grato, que su amargo pasado.