Magui (Kyrana Gallego), una mujer española de 45 años, regresa a Mar del Plata con una hija adolescente, tras su última visita en el verano de 1995, veinte años atrás. En el transcurso de un día en la ciudad balnearia, sus recuerdos la llevan a aquella última noche, cuando junto a tres compañeros de un call center de venta de tiempo compartido se vio envuelta en un episodio trágico, cuyas implicancias se revelarán todavía muy vigentes. “El Tiempo Compartido”, dirigida por Mariano Laguyás, es la primera película íntegramente realizada en Mar del Plata, y su segunda película tras la autogestionada “Chau” (2013). Este thriller dramático se desarrolla en dos líneas temporales: el presente, a partir de los recuerdos de Magui (45), y una fiesta temática en la Villa Victoria durante el fin del verano de 1995, cuando la ciudad se preparaba para ser sede de los XII Juegos Panamericanos, uno de los eventos deportivos más importantes que se hayan llevado a cabo en Mar del Plata. En la historia de a poco va desmenuzando el porqué de su regreso y, en el proceso de ordenar un pasado pendiente, se devela el drama de Magui de hace veinte años. Pero el orden temporal de los acontecimientos presenta cierta desprolijidad, llevando a ser confusa y cayendo de a momentos en un cine experimental, siendo el tiempo un elemento fundamental en la trama. El ritmo de la película es abrupto, con acción constante de los personajes, pero sin generar carga de suspenso, diluyendo el sentido de la historia. En cuanto a la estética de la cinta, queda a medio camino de crear unidad de la misma. Sí podemos destacar su locación grande, compleja, con muchas realidades, donde tiene todo lo que se necesita para reconstruir parte de la historia personal de la protagonista, aunque no más que eso. La narrativa pierde la fuerza necesaria ante una falta de atmósfera que no potencia la puesta de escena ni a los personajes, siguiendo únicamente su confuso argumento. En síntesis, “El Tiempo Compartido” es un film que muestra el desengaño, la tragedia, la visión por momentos tan negativa sobre el paso del tiempo en la mujer y el encandilamiento en el amor, sin mas pretensiones que las de abordar el cine de género como forma de entretenimiento, lo cual se va como agua entre los dedos.
La turista accidental Corre el año 2015 y Magui regresa a Mar del Plata con su hija adolescente. No visita la “ciudad feliz” desde el verano de 1995, veinte años atrás. A lo largo de su estadía allí, sus recuerdos la llevan a rememorar aquella lejana última noche, cuando junto a tres compañeros de un call center de ventas turísticas se vio involucrada en un extraño episodio. El Tiempo Compartido se presenta como un thriller ambientado en la Mar del Plata de 1995, cuando la ciudad se encontraba revolucionada con motivo de los Juegos Deportivos Panamericanos. Con la actuación protagónica de la española Kyrana Gallego, la película fue presentada oficialmente durante la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 2017. Cabe aclarar que se trata de la primera producción de la ciudad en contar con apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y el segundo largometraje de Mariano Laguyás en tener estreno en salas, tras Chau en 2013. El relato que tiene como protagonista al personaje de Magui se desarrolla en dos líneas temporales, donde ciertos elementos que acuden a la memoria actúan como disparadores. Como espectadores no llegamos a desentrañar el por qué de su retorno hasta luego de desarrollada la trama y, en el proceso de lidiar con un pasado pendiente, El Tiempo Compartido peca en su falta de unicidad argumental, factor que diluye el interés. El orden temporal de los acontecimientos se presenta con desprolijidad desde lo estilístico (con un registro que a veces roza el melodrama), de manera que el uso de lo elíptico -un elemento fundamental en la historia- no logra potenciar el ritmo, ni mediante la atmósfera que el género requiere ni mediante las decisiones narrativas que toma su realizador. Con una carencia interpretativa notable y sin aprovechar las locaciones que el entorno ofrece (el film abre y cierra con panorámicas de la costa que poco aportan), la narración pierde fuerza por falta de peso específico propio. Ni la puesta en escena implementada ni la inventiva visual del director enriquecen la propuesta, a excepción de un correcto acompañamiento musical con aires de tango que aclimata la propuesta. Débil marco a la hora de potenciar unos personajes delineados con trazo grueso, presos de una confusión argumental plagada de líneas de diálogo de telenovela, explicativas por demás, risibles y visiblemente forzadas. Si la trama pretende mostrar el desengaño desde la visión de esta mujer con la mirada puesta en el paso del tiempo y la tragedia entonces sucedida, fracasa notablemente. Si la reconstrucción de este rompecabezas emotivo intenta desentrañar el sentido del “pretender olvidar” en su personaje y saldar la cuenta presente, no consigue llevar a cabo tal propósito. El retrato que hace de la joven extranjera, de regreso a estas tierras y buscando reconstruir su identidad, es apenas un atisbo esbozado en los primeros minutos de metraje, que no logra explorar ni inquietarnos. Falto de entretenimiento e inocente en su construcción de policial a la hora de intentar atrapar al espectador, el film se ahoga en la limitación de su relato de líneas temporales paralelas, mostrándose como un producto cinematográfico insuficiente. El Tiempo Compartido deja al espectador bajo la desprotegida sensación de habitar una ciudad balnearia desolada.
No aclares que oscurece. Al promediar la mitad, uno se pregunta en primer lugar ¿cuáles eran las intenciones de este segundo opus de Mariano Laguyas? Y la respuesta lejos de aclararse en El tiempo compartido se empantana como toda la película en su propuesta integral. No hay elemento por el cual trazar un rumbo definido en una trama que por capricho recurre al vaivén temporal, sin sentido más allá que el de enfatizar los recuerdos de una turista española en la ciudad de Mar del Plata (Kyrana Gallego, sí, es española y se apellida Gallego) durante los Juegos Panamericanos en el año 1995. Se habla de disquetes por ejemplo y en una pícara marca la clausura de las redes sociales para una introducción ágil de la historia pretenden establecer un guiño con el espectador y dejarle en claro el rigor de un guión que se preocupa por el verosímil. Sin embargo, esta cáscara de rigor se destruye en el momento de aplicar el abc de lo que no hay que hacer en una película: Personajes unidimensionales, diálogos grandilocuentes y mal ejecutados, digresiones sin sentido, y la sumatoria de incoherencias narrativas desde el planteo de un triángulo amoroso entre la protagonista española, y sus dos empleados argentinos, una mujer y un hombre, sumada una subtrama de estafas que involucran a un cuarto personaje también hombre en el corazón de un call center que se dedica al rubro turístico en la ya mencionada ciudad. La forzada inserción de un drama en medio del disparate del mal policial es una desacertada idea entre tantas, y una manera poco feliz de generar alguna cuota de empatía -para ser benévolos con las actuaciones- con el público y la innecesaria decisión de querer sorprender con vueltas de tuerca que en vez de aclarar oscurecen.
El flashback como recurso narrativo ha generado grandes relatos y la posibilidad de reconstruir apasionantes propuestas a medida que se las veía. En este caso se pierde la posibilidad de reforzar elementos que son presentados arbitrariamente en una ambiciosa película que solo queda en premisas y que nunca encuentra el tono para avanzar en la progresión dramática.
Sin tiempo recobrado El tiempo compartido (2017), película de Mariano Laguyas, es una obra que se adentra en el mundo del thriller y lo hace de una manera osada mezclando líneas temporales, con los elementos necesarios para crear suspenso. Pero se queda a mitad de camino pues pierde la fuerza necesaria ante una falta de atmósfera que no potencia la puesta de escena ni a los personajes, siguiendo únicamente su confuso argumento. Magui (Kyrana Gallego) regresa a Mar del Plata con una hija, después de episodios que vivió hace más de 20 años. En ese momento la ciudad balnearia era sede de los XVII Juego Panamericanos y entonces, la película irá del presente al pasado, cuando la protagonista estuvo involucrada en un hecho trágico que la ha marcado personalmente. Entre las idas y vuelta de ambas líneas temporales comenzará una historia de emociones varias. El tema de la mezcla temporal es interesante desde un primer punto de vista; sin embargo, aquí falta un diseño preciso y lo que sigue es pura confusión. Pero incluso si se busca dicha propuesta (si uno piensa en películas de David Lynch por ejemplo, o cine experimental) le hace falta la marca estética, el punto de anclaje donde el espectador se quede atrapado. Aquí es un salto temporal tratado de forma efectista, siendo así solo pequeños momentos aleatorios que no refuerzan la trama o a los personajes. También cabe señalar que el argumento carece de interés, dada la manera en cómo se presentan los personajes, las ciudades -elemento vital- y los espacios. Y esto no tiene que ver con validar o menospreciar algún elemento, uno puede hacer hasta una gran película de personajes anodinos como un chofer de autobús que escribe poesía (Paterson, película de Jim Jarmusch). Aquí se necesita mucha más fuerza por tratarse de un thriller, no alcanza con enlazar amores sostenidos por su erotismo. Desde luego que la protagonista atrapa con lo que nos va contando con su lenguaje extranjero, nos construye la historia y da el orden para la película. No obstante al final, nos queda la sensación de haber presenciado un policial muy soft o naif por más en serio que se realice. Porque El tiempo compartido cuenta con tintes de intriga y emoción, pero no logra sacar provecho de sus virtudes que podrían haber sido utilizadas en su favor y potenciar la propuesta.
El film de Mariano Laguyás entreteje actos mezquinos y sinos fatales bajo el fallido paraguas de un thriller, que se revela hueco en el uso de las claves del género y absurdo en la pretensión de abordar temas complejos. La llegada de una española a Mar del Plata en el verano de 1995 se alterna con su presente veinte años después, dos tiempos en los que la voz en off se encarga de subrayar paralelismos y discordancias. Para ser una película producida en la ciudad, sus calles y playas son apenas postales. Laguyás sobreexplica su propio guión en cada escena, no consigue que sus personajes sean más que un discurso pronunciado, y condena la puesta en escena a un marco superficial que nunca expresa las pasiones que allí se declaman.
Es una película realizada íntegramente en Mar del Plata, dirigida por Mariano Laguyas que se desliza en dos líneas temporales. El presente de una mujer española que llega con su hija adolescente y los recuerdos de lo ocurrido en 1995, cuando la ciudad se preparaba para los Juegos Panamericanos y se multiplicaban los negocios en torno a ese acontecimiento. Lo que propone el director es retacear la información al espectador, para que los hechos que se insinúan trágicos y traumáticos, se conozcan a cuentagotas como las piezas pequeñas de un rompecabezas gigante. El resultado al comienzo es muy promisorio, pero luego para seguir las reglas del género, las situaciones más dramáticas se demoran en diálogos estirados, en situaciones que no se resuelven, en parlamentos que no conducen a nada. Y cuando por fin todo se acomoda con el paso del tiempo, los últimos datos son simplemente contados y forzados. El empeño del director es encomioso, en la puesta y la complicación y aunque sus ambiciones no se redondeen, la apuesta arriesgada vale.
Este thriller trágico transcurre en dos tiempos: se van entremezclando el presente y el pasado, el relato se encuentra lleno de secretos, mentiras, infidelidades, drogas y se van generando distintas tensiones. Con actuaciones flojas, a la trama se le intenta dar una vuelta de tuerca que queda solo en eso y un ritmo que decae. Tal vez se pueda destacar como importante uno de los mensajes que postula que hay que cuidarse en las relaciones sexuales. Para destacar las locaciones que resaltan debido a una buena fotografía. La película fue presentada oficialmente durante la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 2017.
MAR DEL PLATA ENTRE BELLAS IMÁGENES Y EL SONIDO DE LOS VIOLINES Con su segundo largometraje, Mariano Laguyas vuelve a homenajear a Mar del Plata, pero siempre desde una mirada crítica de lo que sucede en la ciudad. Notables son las diferencias con su ópera prima Chau, pero en ambas es posible observar la aparición de un registro visual y temático de este lugar costero. Además del cambio de estilo con respecto a su primer film, en El tiempo compartido podemos observar una mejora radical en la estética audiovisual. Los planos son más prolijos y la imágenes toman un peso mayor. Un elemento fundamental del film son las apariencias y su resignificación a partir del conocimiento de más información. Para esto se realiza durante los primeros cinco minutos un recorrido de imágenes que luego aparecerán en el transcurso y tomarán su impronta, pero que en una primera instancia muestran un significado muy distinto. Sin duda el aporte del departamento de arte conformado por Lucas Bombín y Miguel Monforte ha sido de gran importancia para el logro de estos detalles. El aspecto artístico tiene mucha relevancia porque el film propone como herramienta para contar la historia los flashbacks hacia 1995, cuando Magui vivió en Mar del Plata una etapa que la traumó. En la actualidad, con 45 años, ella vuelve a la ciudad y sus recuerdos aparecen con más lucidez. Aquí hay un gran trabajo de adaptación a la época, desde el vestuario, los peinados y los objetos que utilizaban. En esas idas y vueltas en el tiempo también es posible observar cómo aparecen los cambios en la protagonista. Nos encontramos con la visión de una joven y luego la de una adulta. Su pensamiento es distinto por la propia madurez, pero también el cambio en los conocimientos que se adquirieron en esos años hace que un hecho específico varíe rotundamente de significado (sin spoilers). El film nos acerca a un periodo no tan lejano en el tiempo, pero que establece relaciones muy distintas a las que vivimos hoy. El tiempo compartido sabe trabajar los giros en la narración y sale del lugar común. Quizás su falencia sea su tono excesivamente melodramático. Desde las actuaciones y la música se le da demasiada impronta a un estado de tragedia que invade todo el film. Por último, cabe resaltar que dentro del film hay varios recorridos por diferentes partes de Mar del Plata, vistas desde un drone. Se muestran imágenes muy imponentes y bellas de esta ciudad turística. Sin embargo, Laguyas no se queda en la foto de postal, ya que ingresa a los negocios turbios que se han dado en este lugar, aunque de forma indirecta. El tiempo compartido es un título que al menos puede tener dos significados: uno es el del recuerdo y el otro es tipo de negocio que se llevó a cabo durante un tiempo y por el cual mucha gente fue engañada.
Primera producción íntegramente marplatense en estrenarse, "El tiempo compartido" de Mariano Laguyas, es un film que acierta al tomar todos los riesgos necesarios Hacer cine de modo totalmente independiente en una coyuntura tan complicada como la actual, ya de por sí es todo una osadía. Esta es la tercer película de Mariano Laguyas, primera en estrenarse comercialmente, y de producción completa en La feliz. Realizada en 2016, es un film que demuestra su independencia en varios factores. No son tiempos fáciles para hacer cine en el país, menos si es producido como un oasis, teniendo que batallar contra los recursos. Laguyas no sólo sortea ese escollo, sino que se anima a una propuesta ambiciosa. Un film de género, diferente, un thriller con elementos noïr actual, jugado en dos tiempos, y en relato fragmentado. Tenemos que pensar en un director inquieto. 1995 y la actualidad. Magui (Kirina Gallegos) viaja de Madrid a Mar del Plata en ocasión laboral por los recordados Juegos Panamericanos que se realizaron en la ciudad. Allí terminará involucrada en un hecho con otros tres compañeros de trabajos, dos hombres y una mujer, que la marcarán de por vida. En la actualidad, Magui tiene una hija, vive en Buenos Aires, y tras un llamado, debe regresar a Mar del Plata, hospedándose en un hotel con la adolescente. Lo cual le hará revivir todo lo que ocurrió en una noche significativa como quiebre. Quizás le sirva para finalmente cerrar sus heridas. Yendo y viniendo del pasado al presente, uniendo cabos y pistas, intentando reparar el dolor, y rememorando a regañadientes lo que quedó atrás; el espectador deberá seguir de cerca a Magui para descubrir qué es lo que pasó aquella vez. "El tiempo compartido" es un thriller atípico porque, sobre todo narrativamente, no juega con los elementos tradicionales del género. No apuesta a la acción, al descargo de violencia física, a la resolución de un crimen de modo oscuro. Se sabe que en 1995 todo desembocó en un hecho trágico, que puede o no ser un crimen, pero el juego será el descubrir qué es lo que la atormenta. Nos desconcierta, nos lleva y nos trae, arma una estructura a través de los diálogos y las acciones, y estaremos pendientes en ver cómo las actitudes de Magui en el pasado repercutieron en ciertas posturas de la actualidad. Es un rompecabezas que se va armando en paralelo entre el pasado con eco en el presente. Laguyas apuesta a un clima noïr, de cine negro, sin necesidad de apuntar a una atmósfera oscura, ni cargar una estética que hubiese quedado extrapolada, impuesta, e inverosímil. El tiempo compartido se mueve en un ambiente “cotidiano”, con elementos reconocibles, sin cargar demasiado las tintas, sin grandes artificios estéticos. Lo noïr, lo negro, lo extraño, se va armando a través de la personalidad ambigua de sus criaturas “no santas”, y su narración fragmentada de hechos que cada vez se ponen más pesados, de este juego en el que las malas decisiones del pasado construyen un presente con mucha tierra bajo la alfombra. A través de una banda sonora circular, omnipresente, con una sonoridad que nos arropa y va creando esa situación (a veces un tanto invasiva); y diálogos que remarcan el peso de las circunstancias; se nos va introduciendo paulatinamente dentro de la historia, sin nunca adelantar más de lo necesario. La estética visual apenas si se complejiza en medio de juegos de luces, y un montaje ligero entre los dos tiempos para que no sea confuso. La utilización de los recursos, que no abundan en lo económico, se destaca por su corrección. Los juegos de diálogos son fundamentales, y Kirina Gallegos y Lucila Iriarte se llevan la mejor parte, con actuaciones convincentes, y química de colegas entre ambas. El juego temporal queda remarcado en objetos, latas, sourvenirs, vestimentas; sin necesidad de ser permanentemente remarcado. Por último, será la misma ciudad costera la que termine de definir el clima adecuado para la propuesta; con planos que saben aprovechar el paisaje para narrar. "El tiempo compartido" es cine orgullosamente independiente, con destacados valores de producción, sin pretensiones de ser una propuesta enorme, ni extralimitarse de sus posibilidades; y no por eso ser considerada menor. Maneja fuertes ambiciones, y se anima a algo diferente, atractivo, con personajes que no se limitan por lo bueno y lo malo. Navegan cómodos en los grises de quien vivió, pecó, y tiene un pasado. Un pasado que merecía ser contado.