Animales humanizados De Disneynature. Lo mejor de esta película es lo más previsible. Su impresionante trabajo de campo, sus imágenes bellísimas, su minucioso montaje. En síntesis, la prolija, impecable calidad de los productos Disney, en este caso Disneynature: nada menos que lo que ya mostró la factoría; nada más, tampoco. ¿Y qué es lo peor del filme? Hablemos, en busca de mayor precisión, de lo más discutible: la humanización que hace de los animales. La naturaleza es indiferente a la moral humana. Sin embargo, en este tipo de “dramas” -trabajados con elementos documentales- suele haber personajes maniqueos, propicios para la empatía infantil. El procedimiento posterior es clásico: generar identificación con los “buenos” (en este caso una familia de leones y otra de guepardos) y sufrir, junto a ellos, por las acechanzas de los villanos, mientras una voz en off dirige o refuerza las sensaciones. No estamos, en definitiva, frente a un documental, sino ante una ficción. ¿Que es innecesario aclararlo? Tal vez no sea tan obvio para los chicos. Hay que admitir, en favor de los directores, que en los créditos finales se bromea con los destinos que tuvieron los protagonistas (cada animal, desde luego, tiene su nombre propio) y con la colaboración que prestaron en la producción. Este chiste, esta forma de mencionarlos como actores y técnicos, expone -y de algún modo exculpa- el artilugio utilizado en la película. El miedo, la tensión, el dolor, la alegría de estas historias provienen, obviamente, de la lucha por la supervivencia. Al ser humanizadas parecen muy cruentas (aunque no se muestre lo más sangriento de las cacerías); en realidad, son mucho más naturales, menos salvajes, que el injusto darwinismo nuestro, el de los seres humanos.
Los animales son los verdaderos protagonistas de esta película Los estudios Walt Disney fueron los pioneros en la realización cinematográfica de documentales acerca de la naturaleza, y entre 1949 y 1960 produjeron 13 films de ese género que le valieron ocho galardones de la Academia de Hollywood. Estos exitosos antecedentes impulsaron a sus responsables a proseguir por ese camino hasta llegar ahora a Felinos de Africa , una verdadera historia épica situada en uno de los lugares más salvajes de la Tierra. El film captura el amor, el humor y la determinación de los majestuosos reyes de la sabana africana, y la historia se apoya en las aventuras de Maya, una encantadora cachorra de león que intenta crecer con el espíritu, la fortaleza y la sabiduría de su madre; Sita, una valiente guepardo hembra que acaba de dar a luz cinco traviesas crías, y Fang, un líder orgulloso que debe defender a su familia de un feroz león y de sus cachorros. Estos protagonistas vivirán peligrosas aventuras en esa tierra hostil al hombre, y deberán defenderse de los depredadores que desean luchar para conservar un sitio en esa planicie que es dominada por los felinos, y así aparecen los búfalos, los cocodrilos y los rinocerontes siempre dispuestos a enfrentar a esas familias de garras y dientes permanentemente dispuestas a las peleas más sangrientas. El film, rodado durante casi dos años en la enorme extensión de la reserva Masai Mara, de Kenya, cautiva por la ternura de los felinos que enseñan a sus crías no solamente a caminar, sino también a protegerse de los enemigos y a buscar alimentos. Los directores Keith Scholey, que nació en Africa filmó muchos documentales allí para la BBC, y Alistair Fothegill, un enamorado de las bellezas naturales, unieron sus fuerzas, su perseverancia y su paciencia para lograr algo más que un documental, ya que no sólo se propusieron fotografiar a las familias de los leones en su hábitat natural, sino que supieron armar una trama en la que ellos demuestran sus comportamientos familiares, su pasión por proteger a sus crías y su audacia sin límites para sobrevivir en medio de tantos peligros que acechan desde los lugares más inesperados. Bella en su fotografía y tierna en su banda musical, Felinos de Africa abre los ojos a un mundo casi desconocido por el hombre, a un mundo en el que los animales son reyes y señores de esas sabanas interminables azotadas por las lluvias, el frío o el abrumador calor. Rodar este relato fue, sin duda, un gran desafío que se impusieron tanto los directores como el equipo técnico. Un desafío que permitió, en definitiva, lograr un film de enorme emotividad que muestra con amor y fuerza la vida salvaje de esos reyes de la selva.
Felinos con sello Disney y tecnología de punta Previsto para el Día de la Tierra, el estreno de este film se concreta en vísperas del Día del Animal, pero también sería adecuado para el Día de la Madre. Lo que acá vemos es, precisamente, la dedicación y el sacrificio con que dos madres cuidan de sus criaturas, les enseñan cómo es eso de la lucha por la vida, y les buscan el alimento, que para ellas no está en ninguna góndola, sino en algún lugar de extensas y peligrosas planicies. Una leona, y una gata chita, o gueparda, son esas madres. El lugar donde se mueven es la reserva nacional Masai Mara, de Kenia, y el equipo que las registra es el de Alastair Fothergil, uno de los pilares de la serie «Planeta Tierra», gente muy dedicada y con una tecnología de punta ya ostentada en la película «Earth». Las imágenes son bellísimas e impresionantes, igual que los rugidos (siempre que uno elija una buena sala). Ya quedaron para la historia aquellos registros de Al y Elma Milotte con una simple 16 mm sin sonido a comienzos de los 50 en las cercanías del Kilimanjaro, cuando no había ni reservas ni hotel tampoco. Sin embargo, el matrimonio Milotte y el amigo Fothergil tienen algo más que los leones en común: el sello Disney. Aquéllos pasaron la vida captando imágenes desde el Polo al Amazonas para los cortos y largos conocidos como «Escenas de la vida real» que dirigía James Algar (en este caso para «El león africano», 1954, al que dedicaron tres años). Pautas claras El de ahora capta y codirige (y también pasa tres años atrás de una buena toma), pero el director principal, también productor y guionista principal, es otro, llamado Keith Scholey. Ambos son británicos formados por sir David Attenborough en la BBC, donde Scholey llegó a ocupar altos cargos. Pero ahora cada uno tiene su propia empresa, y como Disneynature había asumido muy bien la difusión de sus anteriores «El planeta azul» y «Earth», pues bien, se pusieron directamente al servicio de la gran empresa, que en esta materia todavía sigue las pautas oportunamente indicadas por el recordado Walt y su lugarteniente Algar. Narración, peso musical, «personalización» de caracteres, gran abundancia de enternecedoras tomas de animalitos con sus mamacitas, filosofía del ciclo de la vida, control de escenas fuertes, dando a entender ciertas cosas sin solazarse en mostrarlas (igual conviene advertir a los niños sensibles la posibilidad de que dos cachorritos se pierdan y acaso sean comidos por las hienas), todo eso constituye el perceptible toque Disney. A esta altura, casi todos los documentalistas de la naturaleza lo usan, incluso los de la BBC, claro que con más discreción. Pero ya se sabe, esto no es «Earth». Es una Disney con todas las de la ley, tal como las de antes pero con tecnología de ahora (y con los pocos leones y chitas que todavía quedan sueltos). Vale la pena verla en sala.
AMOR DE MADRES Documental que lleva el sello de Disney Nature y que, sin ser el mejor de la productora, es el que respeta y hace alusión más fuertemente al estilo narrativo y al tipo de historias que la misma desarrolla, convirtiéndolo en un film muy entretenido y hermoso visualmente. El relato se centra en contar las diferentes etapas de la vida de dos grupos de felinos: los leones y los guepardos, centralizándose en la tarea de las madres al enseñarle a sus crías los peligros de la vida y el sobrevivir. Una de las características que primero llaman la atención al ver esta película, y que la diferencia de las otras realizaciones de la productora, es que aquí se cuenta una historia, muy al estilo Disney, que va relatando cada una de las acciones de los animales. Esta característica, muy similar a la de "La Marcha de los Pingüinos", pero sin la utilización de voces en los animales, le aporta mucho entretenimiento y entendimiento a la película, en especial porque no se dejan situaciones a la libre interpretación del espectador y el guión sirve como compañía de toda la narración; pero también es el principal punto débil de esta propuesta, ya que son muchas las palabras que se dicen y bastantes los momentos en los que dichos guiones están de más y aportan aclaraciones innecesarias para el disfrute. Pese a este problema, "Felinos de África" triunfa en ser una propuesta con un realismo indiscutible, que está aderezada con una historia que, al estilo "El Rey León", emociona y divierte. Inmediatamente después de la introducción del logo de la productora, aparece una cualidad que, al igual que en los pasados documentales, maravilla y sorprende. La fotografía que aquí se desarrolla es puramente descriptiva y cuenta una historia de supervivencia de grandes magnitudes que supera todo guión ficcional que acompaña la imagen. Se juega mucho con los colores cálidos (esa toma final es hermosa), con la iluminación, con los contrastes y con las velocidades de las filmaciones (cada momento en el que se ve algún paisaje en cámara rápida y esas escenas de caza en cámara lenta, le aportan estilos visuales diferentes, que enriquecen la experiencia y permiten ver la porción de la realidad mostrada desde diferentes puntos de vista.) Se invita al espectador a formar parte de un mundo salvaje, con historias que, pese a la humanización que hay de los animales, están llenas de sorpresas y de peligros. Aquí la imagen habla por sí sola y lo hace con belleza, delicadeza y mucha calidad. "Felinos de África" es una película que encantará a los más chicos, en especial porque tiene muchos momentos de ternura y por la historia que tiene un mensaje, aparte de natural, muy real, y que enamorará a los grandes con la bella fotografía y los diferentes puntos de vista que aquí se muestran de un mismo hábitat. Un documental muy recomendable para toda la familia. UNA ESCENA A DESTACAR: la toma final.
Otra fábula edípica Realizado con un asombroso virtuosismo visual, el documental Felinos de Africa (African Cats: Kingdom of Courage, 2011) aborda el vínculo de los niños con sus padres, casi nunca idílico. Un territorio que históricamente obsesiona a Disney. Bellísimamente filmada, la película de Alastair Fothergill y Keith Scholey muestra las vivencias de un grupo de leones, tigres y guepardos. Cada uno de ellos con sus “dramas”, palabra que señala el espíritu del relato, que prácticamente no deja una secuencia sin humanizar a estas preciosas criaturas. Por lo tanto, la ampulosa voz en off subraya lo que la imagen propone, con frases como “Para Mara es el mejor papá del mundo”. Pero Mara y papá son animales, váyase a saber en qué registro civil inscriben sus identidades. Es claro que el film intenta acercar la vida salvaje de estos felinos a los niños, y es preciso hacer una lectura de esta intención, a priori noble. El problema es cómo lo hace, y cierto es que el relato en off resulta por momentos exasperante, más repetitivo que algunos de los tópicos de la película: la lucha por el alimento y el territorio, la constante amenaza de las hienas, la escasez de agua. Uno de los logros del film es cómo retrata la caza de las presas, con la contundencia que el tema necesita, pero con la discreción pertinente. Apenas comienza Felinos de Africa hay una persecución y su posterior banquete. La banda sonora complementa la toma en cámara lenta, capaz de reflejar en pantalla un momento crucial de la vida salvaje. Hay una coherencia temática que se sostiene, pero esa misma coherencia pone en evidencia la manipulación que el relato hace de los ciclos de vida de los felinos. Desde un plano más abstracto, no hubiera sido imprudente que el encanto de las secuencias sea autosuficiente, más allá de lo argumental. Pero esa es otra película. Aquí, en cambio, hay una suerte de novela familiar que reanima el espíritu más clásico de su productora, con los ejemplos de Bambi (1942) y El rey león (The Lion king, 1994) a la cabeza. Se trata del poder despótico de algunos padres, el rechazo de los familiares a las madres “distraídas”, la búsqueda por una identidad vincular que necesariamente remite al Edipo freudiano. ¿Sirve esta premisa para capturar la atención de un público que necesita relacionarse con el material desde una mirada pedagógica y educativa? Queda en los padres, que llevan nombre propio y son los que pagan la entrada.
Culebrón salvaje La conciencia ecológica se ha instalado fuertemente, y de manera especial en el universo infantil y adolescente. Se entiende, de esta forma, que los jóvenes son el sector al que hay que apuntar, mentes frescas y abiertas que, por otro lado, puedan incorporar el discurso de una manera militante y ser quienes modifiquen el marco social de aquí al futuro. Y la industria cinematográfica, en este sentido, ha sabido absorber esta movida: se dice que para apuntalar este pedido de conciencia, aunque uno estima que hay detrás de esto un filón comercial. Que lo ecológico es, también, un gran comercio que incentiva a su manera el consumo de productos alternativos. Para el cine, el soporte ideal ha sido el documental de observación del mundo animal. Aunque esto no sea tan así: si uno mira con detalle, lo documental está dado por la captura de imágenes reales del mundo animal, pero a esto se le agrega siempre una narración, manipulada por medio del montaje, y una humanización de las especies y razas en pos de construir un cuentito que contenga los elementos básicos: un comienzo, un nudo y un desenlace; sus héroes y sus villanos. En el peor de los casos, nos encontramos con una historia didáctica y aleccionadora; y en el mejor, con una aventura más o menos entretenida, si uno logra dejar de lado las voces en off o la humanización exacerbada de los animales. Ya hemos visto pingüinos, peces, suricatas y demás especies, y ahora es el turno de los leones, leopardos, chitas y otros felinos africanos. Felinos de Africa es un nuevo producto por el estilo a cargo de la Disney, que reúne varios de los elementos negativos señalados anteriormente, pero que a su favor tiene una autoconciencia sobre el tratamiento que hace de las herramientas en juego, que la tornan, al menos, una película honesta y hasta divertida. Básicamente, este documental de Alastair Fothergill y Keith Scholey cuenta la historia de tres especies de felinos africanos y las formas de subsistencia que van encontrando en la dura vida en la sabana: la hija de una leona herida llamada Mara, una hembra guepardo apodada Sita, y el león Kali sufriendo su destierro de la tribu y a la vez intentando retomar su lugar como rey absoluto. El film incurre en subrayados innecesarios, como el hecho de reforzar constantemente el valor ético y moral de una madre y de un padre, en su intento por proteger a los suyos. Bajada de línea típica de este tipo de trabajos, donde lo que se intenta es, por elevación, terminar hablando de nosotros, los humanos, la familia y la construcción de un tipo de sociedad con sus valores bien definidos. Incluso Felinos de Africa no tiene, en comparación con La marcha de los pingüinos, Océanos o La familia suricata -por poner ejemplos recientes y reconocibles- demasiadas imágenes impactantes u originales, aquellas que son precisamente las que justifican lo documental: lo africano ya está visto tanto en la televisión como en el cine. En contrapartida, el film pone mayor énfasis en lo narrativo, en el trabajo con el montaje y en la construcción de personajes, y contra lo que uno puede pensar, encuentra ahí sus mejores momentos. Como ocurriera con La familia suricata, que se convertía en una especie de mockumentary farsesco, el tratamiento en Felinos de Africa hace parecer todo a una tragedia shakespereana, con sus reyes, sus traiciones, sus vínculos parterno-filiales, pero con el tono de un culebrón televisivo brasileño con tintes étnicos, onda El clon. Un poco berreta, con una música estridente que remarca cada sentimiento casi paródicamente, incluso los realizadores se dan cuenta de que el formato documental ficcionalizado del mundo animal no resiste ya mayor análisis y se dedican durante los créditos finales a bromear con la funcionalidad de cada especie durante el rodaje, incluso a fantasear con el destino de cada personaje. Esto, que podría ser demasiado artificioso termina generando un efecto de empatía con el film, por medio del cual aceptamos que se nos acaba de contar un cuentito de supervivencia, que se nos ha falseado información en pos de la aventura y el relato. Esa capacidad de tomarse a la chacota es lo que termina alejando a Felinos de Africa del didactismo aburrido y lo que la acerca, ligeramente, al cine.
Técnicamente es impecable, al igual que todas las entregas de Disney Nature. Pero todo lo que se muestra es más atractivo para los adultos que para los pequeños. El trailer, las fotos y los clips con los que Disney vende esta película atraen mucho a los chicos, pero esas escenas tan agradables con los cachorros...
Madre hay una sola Desde hace seis décadas, los estudios Disney han sorprendido a los públicos de todo el mundo con una serie de documentales sobre la vida de los animales silvestres. Desde "El desierto viviente" o "El ártico salvaje" hasta este estreno, los técnicos y los artistas se han preocupado no sólo por registrar minuciosamente todos los aspectos de la vida cotidiana de las distintas especies, sino de realizar una titánica tarea de montaje para presentar todo ese material en función de una historia más o menos dramática, con lo que el impacto sobre los espectadores queda asegurado. No es tarea fácil, por cierto, y desde siempre, se les ha criticado a los guionistas una tendencia a "humanizar" las relaciones, los conflictos y la interacción entre los animales, con la consiguiente pérdida del propio carácter de éstos. Lo que no debe perderse de vista, en todos los casos, es la calidad técnica que muestran estos productos. En esta oportunidad, el relato se articula alrededor de una guepardo hembra y sus cachorros, y de una joven leona que pierde a su madre y debe luchar para ser readmitida en la manada. Guiados por la voz de un relator, los espectadores asisten a un registro deslumbrante de los más mínimos detalles de la vida y de la diaria lucha por la subsistencia de cada uno de estos animales. Si bien los guionistas no han evitado las violentas escenas de caza, es cierto que el admirable montaje de las escenas suaviza las imágenes más fuertes. El uso de la música resulta apropiado para subrayar el carácter de cada una de las escenas, aunque (como suele suceder en este tipo de películas) en algunos casos parece demasiado obvia y descriptiva. La fotografía es excelente, y hay que resaltar el ímprobo trabajo que supone lograr las sorprendentes tomas que se proyectan a lo largo de una hora y media de relato. También debe señalarse que el ritmo de la narración decae sobre la mitad del filme y la trama se vuelve reiterativa hacia el final, sin que esto le reste méritos a la producción.
Gatos con principios Disneynature es una división ecologista de la Disney que se dedica, básicamente, a hacer un cine “salvapantallas” es decir, documentales centrados en animales salvajes, orientados a niños, muy logrados y vistosos pero que a la vez dejan muy poca cosa para recordar. El más impactante de todos fue Tierra, que ofrecía tomas aéreas asombrosas y situaciones sorprendentes –como un enfrentamiento entre leones y elefantes, o un oso polar famélico a punto de atacar una colonia de morsas-. Aún cuando la película poseía momentos de auténtico impacto, la selección de escenas se intuía caprichosa, motivada por criterios de espectacularidad y por la aceptación popular a ciertas especies –los privilegiados eran los cachorros peludos, torpes y adorables-, y se echaba en falta cierta unidad temática o un hilo conductor sólido que anudara las distintas anécdotas. Siguiendo en la misma línea, aquí se eligen varios animales populares, los leones y los chitas, seguramente escogidos por su suntuosidad y sus parecidos comportamentales y estéticos con los cercanos y queribles gatos domésticos. Se relata la historia de dos madres en su lucha contra la adversidad: una chita y una leona. Ambas tienen crías que cuidar, y se hizo un seguimiento a sus familias durante dos años por la reserva de Maasai Mara, en Kenya, y también a un tercer grupo de leones machos –que en un principio vendrían a ser algo así como los “villanos” patoteros-. Aquí el presupuesto es mucho menor al utilizado en Tierra (43 millones de dólares) y Océanos (30 millones) llegando quizá a los 15 o 20 millones, y la diferencia es notoria, ya que si bien hay imágenes poderosas y muy bien logradas, el impacto visual no es equiparable con ninguna de las anteriores. La narración se nutre de una voz en off permanente -Samuel L. Jackson en la versión original, doblada en las copias exhibidas en Montevideo- que relata los pormenores de las protagonistas, sus vínculos familiares, y que, lamentablemente, incurre en una descripción de los sentimientos de los animales, sus motivaciones y sus objetivos, por lo que es de deducir que los realizadores tuvieron largas y amenas charlas con ellos. Y es que se insiste en esa torpe antropomorfización de los animales, que ya había tenido sus indicios en Océanos –aunque nunca al nivel de la irritante La marcha de los pingüinos- quitándole credibilidad y rigor documental a la producción. Aquí se habla de la “extraordinaria valentía”, o de “la determinación” de las madres, cuando puede vérselas enfrentando amenazas y siguiendo sus básicos y elementales instintos protectores para con sus cachorros. Se habla de que el “rey” león recorre la llanura buscando “expandir sus territorios” cuando seguramente esté buscando satisfacer sus necesidades alimenticias y sexuales. Se esbozan frases complacientes y muy poco creíbles como que el macho alfa de la manada “para Mara (una cachorra) es el mejor papá del mundo”. O luego de una ardua tormenta que los leones deben fumarse íntegra, que para ellos fue una “bendición” porque el suceso logró “mantener a la familia más unida que nunca”. Con un guión mejor elaborado, la película pudo haber contado un relato agradable para los niños sin insultar la inteligencia de los padres, ni inventarle explicaciones a las muchas veces incomprensibles e inasibles reacciones de los animales.
cine.edu African Cats o Felinos de África es la última producción documental de la nueva sección de Disney Enterprises, "Disneynature", que tiene como fin colocar en la gran pantalla distintos largometrajes que muestren la naturaleza en todo su esplendor. La unidad de negocios de esta gran empresa líder de medios de comunicación y entretenimientos, también lanzó otras películas documentales como Crimson Wing, El Misterio de los Flamencos que no se vio en nuestro país, y la superproducción Océanos que sí pudimos disfrutar el año pasado en muchas salas. Dirigieron el proyecto Alastair Fothergill y Keith Scholey, mientras que en la narración el encargado de contar las historias de las 2 familias felinas es el conocido actor Samuel L. Jackson. Pienso que estos tipos de documentales son capturas de lo increíble que es el mundo salvaje, de los colores que ofrece África y de la sabiduría de la madre naturaleza, cuestiones que se pueden ver tranquilamente en los canales del cable como Discovery Channel o Animal Planet, pero que potenciadas con la tecnología del cine en materia de sonido y fotografía, más la incorporación de una historia interesante, hacen que ver por ejemplo, Felinos de África, tome una dimensión totalmente diferente y mucho más emocionante. Como única crítica hacia los documentales de Disney, resalto la cuestión de que se presenta la historia como si se tratara de una familia humana, como si se estuviera hablando de seres humanos que sienten e interactúan como tales, tratando de evitar la otra cara de la naturaleza que muchas veces es cruenta y que con tal de vender más se hace un esfuerzo grande en esconderla. Está totalmente entendido que es un film dirigido a ese gran motor del cine que son los niños, pero a veces pienso... ¿no se educa erróneamente mostrando siempre la cara amable y las nubecitas de colores?. Para terminar, recomiendo esta cinta no sólo a aquellas personas con hijos, sino también a los amantes de esas majestuosas bestias que son los felinos, que en esta producción se muestran en todo su esplendor.