Giallo Argento Mucho más que un impecable ejercicio de estilo, capaz de construir por acumulación de detalles y guiños cinéfilos un universo propio, Francesca es una invitación irrenunciable al cine italiano de los años ’60 y ’70, pero más puntualmente a ese subgénero de culto llamado “Giallo”. Policial de ese estilo con una trama no demasiado sofisticada y un ingrediente esencial que es el terror, donde el fantasma de Darío Argento ronda en cada plano y encuadre, la trama introduce la presencia de un asesino serial, identificado por utilizar guantes rojos, dejar pasajes de la Divina Comedia a la policía, que como es habitual siempre llega tarde, además de existir un nexo con cierto pasado traumático (que por motivos obvios no pueden revelarse en esta nota.) La familia Visconti (las referencias en cada apellido de los personajes son otro guiño de los directores al cine italiano) ha perdido a su hija Francesca, quien ya de pequeña manifestaba conductas extrañas y un desdén por la misericordia, siempre en la búsqueda del daño contra el más débil. Pasaron quince años sin saber nada sobre su paradero, mientras su padre en una silla de ruedas atiende a su madre trastornada por la pérdida. Sin embargo, un asesino comienza a sembrar un tendal de cadáveres y los policías Moretti y Succo intentarán aguar sus maquiavélicos planes. Señoras y señores, el “Giallo” está servido. Lo primero que debe destacarse de este premiado film de la dupla conformada por Luciano y Nicolás Onetti (tuvo su paso por el BARS con gran repercusión) es su rigurosidad, tanto en lo que hace a la puesta en escena como en el respeto irrestricto por ese nostálgico subgénero, para muchos insuperable en cuanto a la calidad cinematográfica, y modo de generar climas, atmósferas y misterios para resolver con algunas vueltas de tuerca como es el caso de esta ominosa propuesta. Cada encuadre y plano tienen un sentido no solamente estético, sino que encajan en el conjunto y en el andamiaje narrativo. Al estar enteramente hablado en italiano, uno no puede dejar de recordar otros tiempos y títulos, en especial aquellas emblemáticas películas de Darío Argento. Por ese motivo, Francesca excede el mero recurso del exhibicionismo gratuíto de ciertos directores amantes de un género que disfrazan a veces como homenaje, para consolidarse con méritos propios como un auténtico “Giallo Argento”.
Giallo profondo La nueva película de Luciano Onetti vuelve a poner la “T” mayúscula en Terror dentro del 16 Buenos Aires Rojo Sangre . El director que hace dos años había sorprendido en el mismo festival con su ópera prima Sonno Profondo (2013) nos entrega un film que nuevamente homenajea con mucho corazón al querido Giallo italiano, pero redoblando la apuesta desde su producción y su estructura narrativa. En Francesca (2015) todo se desata a raíz de un misterioso ataque en la casa de Vittorio Visconti, un poeta y dramaturgo italiano, lo que deja como saldo la desaparición de su hija mayor Francesca y al propio Visconti confinado a una silla de ruedas como secuela del ataque. 15 años después, unos sorpresivos asesinatos en serie cuyo autor se encarga de firmar en forma muy particular, obligan a dos detectives a investigar lo que parece ser una conexión con la desaparición de la niña Visconti. Onetti sin dudas sabe lo que hace y se mueve como un veterano dentro de un subgénero que da la sensación de conocer hasta en el más mínimo detalle. Además no sólo se sentó en la silla de director, sino que también se hizo cargo del montaje y la fotografía, dos datos no menores teniendo el cuenta el peso de cada función en el resultado final del film. La pericia estética, el diseño de arte y el aporte de la banda sonora también ayudan a sumergirse por completo en una historia que tiene muchos elementos familiares para los amantes del género, pero no por eso deja de mostrarse como una propuesta atractiva por el gran nivel de factura. La resolución se guarda varios puntos de giro interesantes para el final, e incluso se anima a salir un poco de su zona de comfort, con guiños incluso al mejor Brian De Palma de fines de los ‘70 y principios de los ‘80. Si escapamos del universo cinematográfico por un breve instante y nos vamos al mundo de los códigos futboleros, podríamos que decir que Onetti “le paga la entrada a la gente” con sus lujos y firuletes, los cuales no son simples acrobacias por beneplacito de la tribuna aplaudidora, sino también herramientas altamente efectivas que conforman una producción sobresaliente.
Considerado como un predecesor del slasher americano, el subgénero giallo mezclaba thriller, policial y elementos violentos con una hiperestilización que hizo de Italia su hogar, y utilizó a Lucio Fulci, Mario Bava y Dario Argento como los íconos y estandartes representativos de este tipo de cine, un arte que se fue perdiendo con el tiempo. En 2013, el director argentino Luciano Onetti recuperó con nostalgia este género en desuso con Sonno Profondo y recibió aclamación dentro del círculo especializado en el tema. Redoblando la apuesta, Francesca es el segundo intento del director local en homenajear a las películas que mamó desde la infancia y el resultado es interesante, pero no para todos los gustos.
Un regreso con no pocos hallazgos al espíritu del giallo italiano. El cine de terror argentino no sólo se nutre del gore, el slasher o el thriller psicológico-metafísico. Estrenada en la edición 2015 del reputado Festival de Sitges, Francesca replica a los giallos italianos de los ’60 y ’70 para, a partir de eso, homenajear a un cine que ya prácticamente no se hace. El film de Luciano Onetti –coescrito junto a su hermano Nicolás– arranca después de un misterioso ataque en la casa del recitador, poeta y dramaturgo Vittorio Visconti que deja como saldo una silla de ruedas de por vida para él y la desaparición sin dejar rastro de su pequeña hija Francesca. Quince años después, una nueva ola de crímenes vuelve a encender la alarma en la comunidad. Sucede que el asesino “firma” sus obras dejando dos monedas muy particulares sobre los ojos de las víctimas, obligando a dos detectives en busca de redención a investigar la conexión aparente con la desaparición de Francesca. Los hermanos Onetti han visto y deglutido toda la obra de Darío Argento, Mario Bava y Lucio Fulci. No por nada su película anterior llevaba como título un “argentiano” Sonno profondo. Aquí estará, entonces, la iconografía, la estética, y el tempo de aquellos films de antaño, desde la tipografía de los créditos hasta los teléfonos rojos, los primeros planos a los ojos abiertos y una imagen granulada y saturada. El resultado es un film que relee –no le hubiera venido mal ensayar una reescritura desde el presente antes que apostar sólo a replicar– todo un subgénero y, con eso, una época. Tiempos en los que mandaba la sugestión por sobre lo explícito, donde había más clima que golpes de efecto. Un tiempo que se ha ido, pero que cada tanto puede volver.
El regreso del giallo. Se está viviendo un año muy prolífico en cuanto a la recuperación de ciertos subgéneros cinematográficos de los años 60 y 70. Entre ellos se encuentra el giallo, un derivado del thriller y el terror que fue muy cultivado en Italia, disfrutó de gran éxito comercial, y hasta se dio el lujo de ser precursor del cine slasher (como contamos en esta nota). El nombre de “giallo” (amarillo en italiano) hace referencia al color de las tapas de novelas policíacas baratas editadas en la década del ´30 en el país tano, obras que son la fuente de los argumentos y los elementos formales de las películas del género. Sin embargo, el giallo es distinto del thriller policiaco convencional ya que coloca la forma por sobre el contenido, hasta el punto de que la trama no necesita ser coherente o cohesiva. Los cineastas se preocupaban puramente por lo estilístico, mientras que el argumento era apenas una excusa. Una ciudad de almas impuras: La historia –aunque considerando el tipo de película es lo que menos importa– nos guía a través de un psicópata que utiliza La Divina Comedia como referente para limpiar la ciudad de almas impuras. Adicionalmente, los asesinatos parecen estar relacionados con la misteriosa desaparición de Francesca, la hija del celebrado poeta Vittorio Visconti. Un caso que quedó inconcluso quince años atrás. Los hermanos Onetti (Luciano en la silla de director, Nicolás como productor) son dos de los más representativos cultivadores de esta nueva corriente del thriller italiano que comenzó a llamarse “neogiallo”. Ambos habían debutado en el 2013 con su obra Sonno Profondo, película muy experimental e innegablemente inspirada en la que es considerada la obra maestra de Dario Argento: Rojo profundo. Ahora: si uno no es un fan del género, Francesca no va a generar absolutamente nada. No cubre nuevos terrenos, no rompe moldes ni presenta un rompecabezas astuto para descubrir. Sin embargo, juzgándola desde lo visual merece todo el reconocimiento. Francesca: un neogiallo argentino: Todas las marcas registradas del giallo están presentes en esta extraña producción: las largas secuencias de asesinatos, las actuaciones mediocres (rozando lo patético), los intencionales baches argumentales, el punto de vista de los crímenes bajo la mirada del asesino, ¡hasta el whisky J&B! (clásica bebida que se tomaba en la época). Todo es a propósito y muy cuidado en esta obra que se destaca por ser una representación muy fiel de aquellas películas setentosas. De hecho, si nadie te cuenta que se trata de una película estrenada en el Festival de Cine de Sitges 2015, no te das cuenta ni por casualidad que se trata de una producción contemporánea. El resultado final está muy bien reproducido, desde la cinematografía antigua y el sonido opaco, hasta las actuaciones, la saturación del color y los lentes de la cámara. Todo remite a aquella época gloriosa del giallo. Lo que es más sorprendente es que la película fue filmada en Argentina (con actores no profesionales) pero todos los diálogos y textos que aparecen en pantalla están en italiano. Conclusión: Francesca es un impecable ejercicio de estilo donde la belleza no reside en el argumento sino en lo estético, un festín para los ojos que duplica a la perfección a una película de los años ´70. Todos los elementos visuales están al servicio de la historia, de forma que la película se puede considerar exitosamente como una revitalización del giallo.
El cine giallo es un subgénero cinematográfico de origen italiano que tuvo mucha presencia durante los años 70. Fue un derivado del thriller y del cine de terror y uno de los principales precursores del slasher. Dentro de este género se enmarca “Francesca”, la nueva película de Luciano Onetti, cuya ópera prima también fue un giallo titulado “Sonno profundo”, por lo que trae consigo una vasta experiencia en el tema. La película se sitúa quince años después de la desaparición de Francesca, la hija del reconocido artista Vittorio Visconti, cuando un asesino serial está empeñado en limpiar almas impuras y condenadas. Moretti y Succo son los detectives encargados de investigar estos crímenes que tienen un sello especial: monedas en los ojos del cuerpo y cartas con frases de Dante Alighieri. “Francesca” plasma a la perfección todas las características del giallo. Es un film íntegramente hablado (doblado) en italiano, el cual se rodó como lo hacían en dicha época (sin audio para luego grabar el sonido y las voces en un cuarto cerrado). Los aspectos técnicos son impecables. La fotografía se destaca por sus colores saturados con una mezcla de sepia para acentuarse en los años ’70, acompañados de algunos momentos en blanco y negro con un fin narrativo particular. También la utilización de planos cerrados para centrarse en los detalles y los movimientos de cámara son propios de esta época; al igual que la ambientación. No cabe duda que la película se desarrolla en ese período temporal. En cuanto a la música, si bien no está presente en todo momento, comparte esa peculiaridad del género, de tener un tratamiento especial, con sonidos fuertes y chillones. De todas maneras, se usa simplemente para generar un estado de tensión e impacto. El film presenta un alto grado de violencia explícita que roza lo morboso, algo que podrá alejar a los sensibles e impresionables. En síntesis, Luciano Onetti plasma en “Francesca” un giallo italiano con todos los recursos necesarios para que el espectador amante de este género se transporte a dicha época y se interiorice en un caso de asesinato con un clima tenso y de suspenso.
Ejecución aplicada del ejercicio de estilo. Hacer un giallo en la Argentina hoy. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, los italianos se pasaron más de una década fabricando westerns. En todo caso, la apuesta de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti es tan caprichosa como la del dúo de realizadores franco-belgas Hélène Cattet y Bruno Forzani en sus dos primeros largometrajes, Amer y L’étrange couleur des larmes de ton corps: imitar con pelos y señales ese género fatto in Italia, gestado gracias a la cruza de embriones del policial de investigación y el terror en su vertiente más psicótica. Pero a diferencia del caso testigo de un Quentin Tarantino –amo y maestro del reciclaje como arma de invención–, tanto Francesca como los films antes mencionados no buscan nuevos caminos por vía de la apropiación y la reelaboración sino que, en gran medida, intentan emular hasta los más mínimos detalles fondo y forma, confortablemente acomodados en la ejecución aplicada del ejercicio de estilo. A tal punto esto es así en la película de los argentinos –presentada hace dos años en el Festival especializado de Sitges– que la elección del italiano como lenguaje, ya desde la secuencia de títulos, y de tonalidades desteñidas en la paleta de colores (sin dudas, los espectadores más jóvenes vieron por primera vez aquellas películas de los 70 en copias desgastadas, transferidas luego a VHS) terminan generando dos paradojas. Por un lado, la mayoría de los giallos se producían pensando en el mercado internacional, con uno o dos actores de habla inglesa y este último idioma como pista de sonido internacional. En segundo lugar, uno de los aspectos formales más fácilmente reconocibles en los films de Mario Bava y Dario Argento (los realizadores más imitados aquí, en particular el segundo) está relacionado con su particular estilo fotográfico, en muchos casos saturado de colores primarios. Todo eso termina generando en Francesca un extrañamiento que rápidamente le cede el lugar al desconcierto y el cansancio: el doblaje italiano deja por momentos de ser irónico para transformarse en una simple molestia y los procesos de posproducción diseñados para darle a la imagen la sensación de añejamiento no logran ocultar del todo el formato digital de base. A pesar de esos problemas, que para muchos pueden resultan insalvables, Francesca posee varios momentos que logran dar visualmente en la tecla y el espectador avezado en el territorio disfrutará sin dudas de los homenajes menos evidentes: el uso puntual del foco diferenciado, algún plano encuadrado a través de un vaso de whisky, la cámara inclinada como antesala de la violencia y el homicidio. El resto es homenaje, cita y copia, en algunos casos oscura, en su mayoría fácilmente reconocible: el trauma infantil y familiar, el asesino serial amante de Dante, el investigador obsesionado, el sexo como disparador del frenesí sangriento. Y Rojo profundo, desde el travelling con chiches de la infancia hasta el ubicuo muñeco que anticipa las muertes, pasando por la niña que tortura y mata animales, entre muchas otras cosas. Sólo falta una banda de sonido que remede a Globlin... Ah, no, eso también está.
El film es de Luciano Onetti y coescrito junto a su hermano Nicolás, que además es productor de la misma, va generando distintos climas, hay misterio y situaciones que apuntan al thriller psicológico. Además cuenta con una buena estética, hay terror gore, colores y música estridentes, momentos bizarros, resultando una historia perturbadora, violenta y con toques de Darío Argento. Se encuentra rodada en italiano, un homenaje al giallo italiano, que además evoca los 60 y los 70. Ideal para los fanáticos del género.
El giallo es uno de los subgéneros más famosas dentro del cine de terror. Nacido en Italia de la mano del director Mario Bava con La chica que sabía demasiado (1962). El nombre viene de unas novelas policiales con tapa amarilla, y se volvió famoso a principios de los ’70 de la mano de su máximo cultor: Dario Argento, con películas como El pájaro de las plumas de cristal (1970) y Rojo profundo (1975). No fue el único, también suenan los nombres de Lucio Fulci, Sergio Martino y Umberto Lenzi, quienes aportaron su granito de arena para que cada vez que se hable del cine italiano más oscuro se nombre a este querido subgénero. ¿Qué hace a un giallo?, ¿Cuáles son sus reglas?. Los asesinos que puelan sus historias usan guantes negros, los títulos son llamativos (Una lagartija con piel de mujer, El caso de la cola del escorpión, etc), las vueltas de tuerca muchas veces son incoherentes, los asesinatos en sí son retratados como un arte y son precedidos por largas y muchas veces muy conseguidas escenas de suspenso; los directores no tiene drama en filmar a mujeres desnudas y los hombres son retratados como una basura. El giallo fue perdiendo fuerza con el correr de las décadas y a la vez se fue fusionando con otros subgéneros emergentes como el slasher. Dario Argento sigue filmando, pero aun así en la actualidad hay pocas películas de este tipo. Argentina tiene una gran tradición con el cine fantástico, pero muy pocas veces se ha metido con el giallo, es por eso que Francesca es una grata sorpresa que invita a los fans del género a verla y también es una puerta para todos aquellas que sientan curiosidad. La película está dirigida por Luciano Onetti, quien ya había hecho otro giallo: Sonno profondo, 2013. En Francesca está casi todo lo que hace al giallo, y más que un homenaje termina teniendo su propia identidad. El gran acierto también es que su estética recuerda a una de esas películas, parece filmada en la década del setenta y también parece una de esas copias con una calidad que demostraba que era de la época. Los homenajes que sólo fans del género entenderán no opacan a una narración que sólo al final se vuelve un poco confusa pero que no empaña al resultado global. Otro de los detalles que suman es que aunque los actores son todos argentinos, la película está completamente hablada en italiano, lo cual es una proeza lograr hoy en día y demuestra hasta qué punto se juega un director por su obra para lograr la mejor imitación posible. Francesca es una gran película dentro del creciente cine fantástico nacional, una obra arriesgada que además demuestra el talento de todos los involucrados y que no se cierra en un chistecito sólo para entendidos del género, sino que posee una historia lo suficientemente atractiva como para que el público se acerque a ella y disfrute de una subgénero que no va a morir nunca.
El origen y sentido de una propuesta como “Francesca” (2015), de Luciano Onetti, hay que buscarlo en la cinefilia, porque la pasión y el homenaje con el que el director intenta emular al cine de género sólo es superado por el detalle con el que la película es narrada. Más allá que la trama principal cae en algunas cuestiones que no terminan por resolverse, y hasta se prolongan en demasía, el espíritu que se impregna en cada uno de los fotogramas construye una obra diferente. La historia de “Francesca” es simple, dos investigadores intentarán resolver los misteriosos asesinatos que hace años suceden en una pequeña ciudad y que aparentemente tienen conexión con la desaparición de una niña. El director reposa la cámara en los asesinatos, en la crueldad de las imágenes, en la plasticidad y configuración de los espacios en los que el asesino comete sus sangrientas masacres. Allí, en esos momentos, como también en los previos en los que se muestra cómo se regodea, con sadismo, en la preparación de la muerte, Onetti, despliega un sinfín de artificios, que remiten a clásicos de giallo, un género que a pesar de que se lo tilda como ya inexistente, puede seguir sorprendiendo en propuestas retro como estas. El principal problema de “Francesca” no radica en esta evocación, al contrario, allí redobla su apuesta, la falla más grande que tiene es que se preocupa mucho más por el arte y la puesta que por su historia. El año pasado llegó a las salas “Amateur”, de Sebastián Perillo, un logrado homenaje también al cine de género, y la diferencia de ésta era que tenía, además, la posibilidad de conectarse con los personajes, quienes se diferenciaban, más allá de ser víctima o victimario, en héroes, antihéroes y villanos. “Francesca” tiene a su villano, lo enviste de poder y fuerza, le coloca elementos identificatorios, como esos siniestros guantes de cuero marrón, pero no suma elementos de contrafuerza. Los dos detectives son apenas esbozos, por lo que todo el esfuerzo queda en la nada. Una película debe ser mucho más que el arte, que el homenaje, una película debe lograr traspasar la pantalla, inundar de emociones al espectador, pero cuando se trunca el camino y las posibilidades narrativas hay algo que habla de otra cosa. Esa otra cosa no tiene que ver con la inexperiencia, tiene que ver con poder vislumbrar las mejores opciones para que una idea se resuelva de la mejor manera y sea entendible por todos aquellos que la asistan o vean. “Francesca” podría haber sido un gran homenaje, pero además una gran película, porque los elementos estaban dados, como así también la lúdica idea de doblar al italiano las actuaciones y tener una secuencia inicial de títulos que además narra sucesos, pero en el camino de la evocación pierde su sentido de película que podría ser disfrutada y consumida por todos.
COPIA CERTIFICADA Queremos tanto al Giallo que, en principio, la propuesta de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti cae como un saludable respiro, una especie de aerolito en el cine argentino actual. Francesca es claramente un homenaje a una estética que nos enseñó con devoción y libertad que el crimen podía ser un arte capaz de cuestionar los buenos modales y las conciencias tranquilizadoras. Y así lo entiende el realizador a partir de un ejercicio de estilo que nunca reniega de su condición de copia y que asume las consecuencias del caso, sobre todo porque repite anacrónicamente cada uno de los postulados del género sin correrse un centímetro. Desde ese fundido en negro que se diluye lentamente mientras se escucha al viento, se advierte la voluntad mimética: la tipografía, la música y un montaje fragmentado que sostiene caóticamente la secuencia inicial donde se narra el prólogo de la historia. El asesinato como herencia, el artificio puesto en un primer plano con la paleta de colores reconocible en la modalidad homenajeada, los mitos de la maternidad subvertidos y la pesadilla de una niña que ha desaparecido durante quince años y parece ser quien perturba la realidad del lugar con sus crímenes. Todos los ingredientes están puestos de modo calculado, sumados al gusto por el detalle fetichista hacia las armas blancas y los objetos inertes (los muñecos en el podio). Pese a que la película nunca logra despegar de su intencionalidad -la copia certificada- sin ruborizarse, recurso que aparece enfatizado por la graciosa manera en que se dobló al italiano cada diálogo que sostienen los personajes (disimulados muchas veces por el montaje), cabe destacar ciertos aspectos de la puesta en escena cuyo resultado da alguna magistral secuencia como la que muestra desde un ángulo subjetivo, la excitación del asesino ante unas fotos de carácter sexual. Como en los Giallos de Bava, Argento o Martino, por citar referentes, Onetti nos regalará cuadros psicotrónicos donde el horror y la belleza, con las visibles manipulaciones del digital, conviven sin problema. De allí esos parajes otoñales desolados con personajes que caminan y que son observados como parte de un juego de focalizaciones que parten de la premisa de que nadie está a salvo en esta sociedad de locos en la que La Divina Comedia de Dante, además de un clásico, es una inspiración para matar. Y si el azar es un elemento clave, el nervio que determina que no es el argumento lo más importante, entonces quedan esos retazos donde el placer se conjuga con la muerte, y los cuchillazos, planchazos o navajazos son estocadas que ingresan al cuerpo como si fueran eyaculaciones, para dejarlos con los ojos abiertos, ya en su condición de muñecos. Leemos allí el rostro del miedo. El hecho de cortar se enmarca en la misma lógica del film, es decir, una forma de fragmentar que revitaliza los mejores momentos de los clásicos aludidos. Pero hay un espíritu festivo en todo este ejercicio, no exento de ribetes paródicos, fundamentalmente en la elección de los detectives y policías. Se sabe: son figuras que aparecen ridiculizadas por naturaleza. Siempre llegan tarde y pocas veces se enteran de la verdad. Aquí no es la excepción, sin embargo, hay un par de situaciones que los enaltecen y que provocan una mueca risueña. Ver al detective fumando porro reflexivamente y tomarse un J&B ya suma; escucharlo decir “me parece que el caso se nos está yendo de las manos” mientras juegan al billar es un atisbo de locura que incita al aplauso en el cine. Lo anterior es parte de una libertad celebratoria que recorre a Francesca y que, pese a su marcado ejercicio de estilo, es impecable en lo que se propone. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
La nueva película de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, Francesca, es un ejercicio de estilo y una carta de amor al giallo. Dirigida por Luciano Onetti y escrita junto a su hermano Nicolás, Francesca es una oda al giallo, aquel subgénero que creó Mario Bava y popularizó junto a Dario Argento. Como el giallo es muy propio de Italia -allí nació y vivió-, los Onetti sitúan su historia a contar en Roma. Situada, mas no rodada, ya que nosotros podremos identificar fácilmente escenarios como el cementerio de Azul en la provincia de Buenos Aires. La trama es simple. Un par de detectives investigan a un asesino serial al mismo tiempo que encuentran una relación con una niña desaparecida hace varios años, hija de un famoso poeta experto en La Divina Comedia de Alighieri, a la que las notas del asesino hacen siempre referencia. No obstante, lo relevante en el film es el estilo. Además de una saturada paleta de color, en la que siempre se destaca el rojo, Francesca demuestra mucho conocimiento y amor hacia el género. Así se producen también incontable cantidad de tomas desde la perspectiva del asesino, que ayudan a ocultarnos su rostro, o se permite ser más sangrienta en algunas de las escenas de muerte. Todas estas decisiones estéticas, lo artesanal en la puesta de escena pero, también, por ejemplo, el hecho de que la película esté en italiano pero doblada, refuerzan esa sensación de artificialidad que a la larga le es propia al giallo también. No estamos ante una propuesta realista en lo absoluto pero dentro de ese mundo, de ese subgénero, la película funciona. A la larga, el giallo no tiene por qué tener lógica en muchas de sus cuestiones. El guion es entonces más bien simple, de desarrollo lento aunque redondito, mientras en lo estético, en la fotografía, principalmente, el film desprende su mejor faceta. La resolución se siente apresurada, quizás como casi todas las películas de Dario Argento y en ese apresurarse se pueden perder algunos detalles.
TODO GIALLO PASADO FUE MEJOR No quisiera que se malinterprete el título de la nota, que puede llegar a dar a entender que Francesca de Luciano Onetti queda lejos de la calidad de los films fundacionales del género, desde Suspiria hasta Rojo profundo, por citar dos de los más conocidos de directores como Dario Argento, Mario Bava o Lucio Fulci. El giallo es un subgénero que se caracteriza por plasmar historias de crímenes sangrientos cuya naturaleza (cruda, morbosa, retorcida, exagerada) es más importante que la investigación en sí misma. Los asesinos son dementes criminales enguantados o disfrazados de una manera extravagante y provistos de armas muy filosas, capaces de escurrirse sin mucho esfuerzo de la pesquisa de detectives que a veces no parecen tener la pericia requerida, como en el caso de la película que nos ocupa, sin ir más lejos. Pero no sólo los argumentos similares caracterizaban a estas producciones, sino también los colores estridentes y saturados -sobre todo el de la sangre-, el arte cuidado al detalle y la música, que por lo general era más inquietante que las mismas imágenes, a veces al borde de la insoportabilidad. Sus directores más representativos han dejado suficiente material para que sus seguidores y realizadores afines exploren variables hasta agotarlo porque, para ser sinceros, tampoco es que las historias de este tipo ostenten tanta profundidad como para que haya sobrevivido con todas sus características, sobre todo cuando es un emergente cultural de toda una época. Pero años después de que hasta el mismo Argento nos decepcionara con su último giallo -del mismo nombre-, y el género parezca muy difícil de reflotar, Francesca es algo que nos despierta curiosidad. Los planos tan cuidados, el arte, la textura del film, los movimientos de cámara -zoom incluido- y la banda de sonido, son de otra época. Los actores, desconocidos y debutantes en su mayoría, lucen rostros anacrónicos, como si hubiesen sido extractados de los años setenta y puestos en el set con una máquina del tiempo. Nada en la película parece actual, hasta la edición deja los tiempos que molestan al espectador de hoy pero que eran normales hace cuarenta años, con total precisión. Quizás pueda creerse que se trata de un ejercicio que intenta representar, recrear u homenajear un estilo, pero sería una mezquindad hablar de ejercitación cuando se ha cuidado tanto cada aspecto de esta realización para que ocupe un lugar en el mundo del giallo italiano. Y sin dudas lo merece. La historia es simple en su estructura y evolución, una serie de crímenes se conecta con la desaparición tiempo atrás, de una niña a la que se ha llevado secuestrada un delincuente del hogar del matrimonio Visconti. Vittorio, su padre, ha quedado recluido en una silla de ruedas tras el ataque del maleante y su esposa, alterada psicológicamente, por lo que se medica para mantener la cordura. La policía intenta reconstruir la desaparición de la joven y ver si existe la posibilidad de que la pequeña Francesca esté de regreso y sea la asesina. El desenlace tendrá un par de vueltas de tuerca y un final que intenta ser sorpresivo y que, para ser justos, tampoco es tan evidente como puede creerse. Pero insisto en que la película exige cierta condescendencia, porque hasta en el ritmo cinematográfico se respeta la manera de filmar de hace cuatro décadas. Si nadie mencionara que se trata de un estreno debiera apreciarse como una reposición. Y si esto sirve para evaluar la minuciosidad del director para engañarnos a ese nivel, le podemos augurar un brillante futuro, siempre y cuando Francesca sea el siguiente paso evolutivo en su filmografía y no un lugar en el que llegó para quedarse a repetir cine de época.
Es un homenaje al cine italiano y el subgénero de terror llamado “giallo” (amarillo, porque las novelas de los años 30 de asesinatos tenían una cubierta de ese color) Aquellas películas que triunfaban en el mundo es especial las de Darío Argento, junto a Mario Bava y Lucio Fulci. Toda la película esta ambientada en aquellos años setenta con primoroso cuidado de la reconstrucción de época, como un homenaje a aquellos films de tanto éxito comercial que derivaban del thriller y del cine del terror, con sus característicos planos, la sangre, los ojos de las víctimas aterrorizadas y un suspenso sostenido con alguna trampita que terminaba mas o menos redondo en el argumento. Aquí es el drama de un recitador, poeta y dramaturgo, y un misterioso ataque en su casa que lo deja postrado en una silla de ruedas, y con su hija desaparecida. Quince años después una serie de crímenes conducen la investigación a este caso particular. El director Luciano Onetti, con libro que el escribió con su hermano Nicolás, revive como se hacia ese cine en ese tiempo, con sus efectos, sugestiones, planos y suspenso. En este caso todo cierra y tiene hasta un velado homenaje a una famosa película de Alfred Hichtcock. Entretenida, muy bien realizada, para recordar, homenajear y saber como después evolucionaron las cosas de un cine precursor.
Hipnótico giallo argentino Los hermanos Onetti (Luciano director y Nicolás co escritor y productor) vuelven a la carga con un camino que ya transitaron: el giallo; aquel subgénero originario de los años 60 en Italia, que tuvo especial vigencia una década después. Luego de Sonno Profondo (2013), presentan Francesca (2015), una producción que coquetea con el thriller psicológico y el terror, y que rinde homenaje a los inicios de lo que se conoce como slasher. Francesca es el nombre de una pequeña desaparecida hace 15 años. Mientras la investigación sobre su paradero fue quedando trunca a lo largo del tiempo, una serie de asesinatos son perpetrados en el presente por un criminal que se basa en la Divina Comedia para efectuarlos. Dejando notas en papel sobre los cuerpos de sus víctimas, el asesino tiene un objetivo claro: limpiar la ciudad de las almas impuras y malditas. Dos detectives comienzan a investigar los hechos y con el correr de los días se van adentrando cada vez más en una historia que podría estar relacionada con la niña ausente. El film tiene muchas particularidades que lo hacen por demás pintoresco: en primer lugar, es argentino aunque parezca italiano (está doblado a dicho idioma y contiene subtítulos en español); en segundo lugar, tiene un detallado tratamiento de la imagen (estamos ante un verdadero homenaje a las películas de los ‘70, con el recurso del falso fílmico granulado), y en tercer lugar, cada plano está cuidadosamente elegido y realizado para causar un efecto concreto, como en el giallo de Darío Argento, por ejemplo: inserts de pies, manos, elementos varios relacionados con la figura del homicida, primeros y primerísimos primeros planos para los demás personajes, además de los colores saturados. La película reúne aun más elementos interesantes: los sonidos en post producción también fueron llevados al extremo y la banda sonora está presente casi todo el tiempo, lo que puede provocar cierto aturdimiento. Sin embargo, no hay que olvidar que estamos ante un subgénero con sus características específicas y que los films de este tipo no son para todo el mundo. Ahí es cuando, como cinéfilos, le podemos perdonar ciertas pretensiones. Con poco diálogo (el necesario, en torno a la trama policial) y escenas de muertes teatralizadas, la película vendida como “la de más suspenso del año” tiene lo suyo para sobresalir. Una opción atípica dentro de la cartelera nacional ideal para los amantes del buen cine de aquellos años, incluso para aquellos fanáticos de los primeros slasher.