Ensayo sobre la locura Este film reconstruye la tortuosa vida de Miguel Ángel Danna, un cuarentón que pasó buena parte de su vida en el seno de una secta liderada en Córdoba por un gurú misógino que combinaba para sus “guerreros” filosofía oriental y de las otras, un riguroso entrenamiento en artes marciales y neo-hippismo (con mucho sexo, por supuesto). Su historia personal (padre divorciado y sin trabajo), la de su multitudinaria y caótica familia (que incluyó la muerte en una piscina de una de sus hermanas siendo una niña) y la de esa comunidad espiritual plagada de excesos, abusos y manipulaciones le permiten al director de Tiempo muerto y Planetario trabajar el tema de la despersonalización y la locura. Con testimonios conmovedores, una puesta en escena con varios momentos "lisérgicos" y materiales reveladores (sobre todos las imágenes en VHS tomados dentro de la secta), se trata de una incursión en los aspectos más profundos y oscuros del alma humana. Todo terminó en un sonado caso mediático con el profeta Mehir y la madre de Danna prófugos de la Justicia. Inquietante, perturbadora, por momentos aterradora, y siempre fascinante.
Ensayo sobre la locura Baltazar Tokman (Planetario) presenta una original película basada en la vida de Miguel Ángel Danna, su estilo de vida y su relación con un grupo espiritual. I Am Mad (2013) brinda un retrato desde diferentes puntos de vista sobre su protagonista, con una estética plástica plagada de sobreimpresiones y material de archivo en diferentes formatos. ¿Cómo retratar la vida de este personaje? Su manera de pensar y sentir corresponde a otra lógica que no es la cotidiana. “Me encontré con un cineasta que también es un poeta” comenta Miguel Ángel Danna que también es productor del film acerca del director. Divagaciones sobre la locura y la sanidad mental nos introducen en la forma de pensar del personaje. ¿Pero qué recursos utiliza el director Baltazar Tokman para adentrarnos en su filosofía? Por un lado tenemos la estética, con los recursos visuales ya mencionados, y por el otro tenemos el discurso de su entorno –padre, ex esposa, compañero de la secta- que junto con el material de archivo aproximan una mirada reflexiva sobre el personaje y sus actitudes. “Mi padre siempre fue hippie” comenta con orgullo para explicar su visión poco convencional de la vida. Su relación con él marcó su forma de pensar junto con su temprana incorporación a la secta comandada por el gurú espiritual Mehir, hoy prófugo de la justicia junto a la madre de Miguel. El grupo profetizaba un contacto espiritual con el mundo, la tierra y las artes marciales. Una especie de filosofía oriental mezclada con la serie Kung Fu. A su vez, el material de archivo acusa en una noticia de televisión el odio del grupo hacia las mujeres y los 17 hijos del misógino gurú. Pero el trasfondo que vuelve sobre la hipótesis inicial de la locura, encuentra su quiebre en la accidental muerte de Lucía, hermana menor de Miguel, que marca dolorosamente su relación con el mundo. El discurso del film es circular y termina desentramando las distintas aristas de Miguel, sin buscar explicaciones sino abriendo interrogantes sobre su pasado, que lo definen como ser humano. I Am Mad, título del film, significa "Yo soy Miguel Ángel Danna" y al mismo tiempo "Yo estoy loco". En este juego de exploración se plantea la película de Baltazar Tokman, un gran trabajo de búsqueda y reconstrucción de sentidos que aporta nuevos significados. Ya sean racionales o no.
Miguel Angel Danna es un hombre común en la piel de un personaje extraordinario, nacido en Mar del Plata hace 39 años, con sus padres separados desde muy pequeño vivió buena parte de su infancia con un padre mezcla de hippie y empresario en una casa rodante. A sus 8 años un hecho crucial marca a esa familia para siempre: la muerte de una pequeña hermana ahogada en la pileta. Y una herida que no cierra. Una pileta es, precisamente, de los elementos que recurrentemente aparece en la idea visual de la película. Luego, cuestiones del Santo Grial, el teatro mágico de la existencia, la Escuela de los misterios liderada por un tal Mehir, que lo involucra a Miguel durante 20 años en una de las tantas sectas que prometen la búsqueda de la felicidad. Mehir, hoy prófugo de la justicia, aparece como un Jesús contemporáneo al que se adscribe con un convencimiento que es el mismo con el que se sale. Detrás de eso Miguel quiere llegar al numero de 100 amantes, no trabaja, se separa de su mujer, construye un universo entre espiritual, poético y atorrante intensamente respetado en la version cinematográfica de Tokman. Un aire de libertad y alegría por vivir ronda toda la película. La búsqueda de la felicidad tendrá como resultado un desgrane inicial en imágenes superpuestas, con fotografías familiares, búsquedas plásticas y un puntapie inicial con el tema de la locura que dispara la pregunta sobre cual es el tipo de locura al fin y al cabo.
Es curioso el caso de películas que profundizan sobre la particularidad de una persona y desde allí intentan armar un discurso sobre temas universales, como por ejemplo la locura. En “I Am Mad” (Argentina, 2014), de Baltazar Tokman, la vida de Miguel, un ex miembro de la secta Mehir, es tan solo la excusa para exponer otros aspectos de este hombre que estuvo más de 20 años recluido. En ese encierro no sólo aprendió a relacionarse con los demás, sino que absorbió algunas máximas que siguen con gran pregnancia sobre su diario accionar, más allá que para el común de la gente éstas pueden ser erróneas o desviadas. La película deambula entre el registro documental, la utilización de imágenes de archivo de la secta y algunas tomas de cámara en mano, que funcionan como diario personal para catarsis del protagonista, que para reflejar en parte la personalidad de Miguel, y por otro lado la documentación de hechos del pasado a través de la utilización de fotografías filmadas que intentan dar cuenta de su pasado sin la secta. “I Am Mad” es la historia de Miguel, en la actualidad, con sus aprendizajes de la escuela bien dentro suyo, internalizados, hechos carne, hasta el punto de la imposibilidad de escapar de algunos mandamientos como los que se relacionan con la mujer y la “utilización” de las mismas. Miguel es un personaje muy rico, pero lamentablemente el director no logra generar empatía con él, porque por momentos justamente sólo asistimos a una exacerbación de algunas características negativas, como la misoginia, que en vez de sumar al relato, restan y hasta confrontan con los espectadores. Hay algo muy interesante sí, que quizás habiéndose enfocado o reposado en esa historia el producto sería diferente, y es la historia del padre de Miguel, un nómade por excelencia, que tras sufrir la peor pérdida que puede sufrir una persona, la muerte de un hijo, siguió en la búsqueda de su futuro y sus ideales. En los planos detalles de las manos armando un cigarrillo, o en el posarse a lo lejos para reparar en una mirada nostálgica hay una verdad que duele y que por momentos Tokman no refleja, y que si bien no está porque fue un expreso pedido del padre de Miguel, se la podría haber evocado de otra manera para lograr sensibilizar y acercarnos a él. Los encuentros con amigos, la recreación de alguna situación planteada por el maestro Mehir para enseñar, y también las discusiones con su pareja, siguen sin fortalecer un relato que también podría haberse orientado hacia lo episódico (por momentos hay una necesidad de contar nuevamente que Miguel no esta más en la secta a través de la mediatización de imágenes de fuentes poco duchas en el tema, como por ejemplo Alejandro Fantino) para no confundir. “I am mad” pudo haber sido un interesante fresco acerca de la vuelta a la vida social de una persona que intenta adaptarse pero que sigue manteniendo rutinas y pensamientos que no le hacen bien, pero el resultado es una mera enumeración de anécdotas sin alma ni empatía, que producen más rechazo que acercamiento.
Dos seres llamativos se cruzan en este atrayente documental, uno es el “protagonista”, Miguel, a quien iremos descubriendo a través de diferentes tramos, una personalidad tan extravagante como interesante aunque se compartan o no sus opiniones; el otro es quien se ubica detrás de cámara, Baltazar Tokman, un documentalista al que habrá que ponerle un ojo a sus pasos a seguir. Tokman ya había “pateado el tablero” con su anterior documental, Planetario, a través de una forma de promoción diferente, y una estética y trabajo único. Si en Planetario se acercaba a un tema transitado como la paternidad pero de un modo original y en extremo naturalista como el seguir durante años diferentes historias; en I am MAD, vuelve sobre sus pasos, hay naturalismo (o más bien frescura), y si bien acá ya no hay pluralidad de historias sino una sola, en la figura de Miguel, se abre un abanico divergente. Miguel es Miguel Ángel Danna, de ahí las siglas MAD del título, la misma frase que tiene tatuada en la espalda y que juega con el inglés “Yo estoy loco” o Yo soy MAD”. Su historia es bastante particular y se comprenderá el porqué de las siglas, Miguel fue llevado a una secta a una secta junto a su familia en la que pasaría veinte años hasta “escapar” de ella. Un hecho trágico en su niñéz lo marcaría a él y a su familia para siempre, y de ahí todo se derrumbaría. Con su padre (al que define como eterno hippie) siempre mantuvo una relación extraña, y su madre se encuentra prófuga de la justicia junto al gurú de la secta, Mehir, un hombre del que también descubriremos sus oscuros secretos. Es inevitable que con esos antecedentes Miguel no esté loco, no es fácil pasar por lo que pasó, y sin embargo, aquí hay un cuestionamiento sobre el qué es ser loco; un debate abierto. Tokman hace uso de recursos varios, todos empleados de manera ágil, hay testimonios y mucho archivo, pero utilizados en diferentes formatos, lo que da una idea de collage creativo, similar a lo que vimos en Planetario. Esta urgencia creadora hace que el ritmo no decaiga y que siempre se mantenga un altísimo interés por lo que sucede, como si estuviésemos frente a la mejor de las ficciones. Un dato relevante es que el propio Danna es productor del documental, lo que nos asegura tener su mirada, pero también de quienes lo rodean o rodearon, como su ex esposa, su controvertido padre, o miembros de la secta. Así iremos armando un todo para armar una personalidad, como si fuese un rompecabezas humano. No estamos frente a un documental tradicional, porque Miguel Ángel Danna no es convencional, y porque Tokman no es un documentalista más. El primero maneja sus propios hilos, sus formas, y el segundo también. Si I am MAD sirve para descubrir a un ser tan peculiar como el retratado, también sirve para descubrir el trabajo de un director que promete tener mucho para entregar, no quedarse en la comodidad de lo tradicional. Definitivamente, estamos frente a un documental sobre la locura creativa.
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Una historia alucinante Existe toda una vertiente de documentales sobre familias disfuncionales, como los inolvidables Tarnation o Capturing the Friedmans. Muchos de ellos, en primera persona, funcionan a modo de exorcismos: por caso, los nacionales -y menos revulsivos- Huellas, Papirosen o Familia tipo. I am Mad, a diferencia de estos tres, no indaga en la historia de su realizador, Baltazar Tokman (Tiempo muerto, Planetario), pero funciona en la misma línea, provoca la misma atracción, tiene la misma potencia. El protagonista, Miguel Angel Danna, tiene casi 40 años. En la espalda se tatuó la inscripción I am MAD : sus iniciales y, también, su declamación de locura. Danna es simpático, mujeriego -y, como todo mujeriego, algo misógino-, indiferente al trabajo (“¿Es loco aquel que persigue un sueño de guerrero o es loco el que va a trabajar ocho horas por día encerrado en una oficina?”), escuchamos en off. Cuando Miguel tenía 8 años, el padre abandonó a su familia, por una mujer; cuando tenía 12, su media hermana murió ahogada; un tiempo después él entró en una secta que funcionaba en Córdoba, liderada por un “gurú” con el que luego se iría su madre. Sobre todo en la primera parte, Tokman trabaja al mundo de Danna al modo en que Jonathan Caouette lo hizo con el propio en Tarnation: un trabajo de post-producción entre psicodélico, onírico y psicótico. Miguel, a diferencia de Caouette, no se muestra atormentado. Parece un freak simpático, algo ingenuo, algo infantil, que habita un mundo en el que se cruzan conceptos budistas, artes marciales, neohippismo y espíritu samurái: un mundo ambiguo. En la segunda parte, Tokman -que evita los juicios morales- pone a funcionar a Miguel en duetos: en diálogos a cámara junto con la madre de su hijo (que repite que él ya no le importa pero sigue acusándolo de acostarse con todas); junto con su padre (un personaje que parece salido, 45 años después, de Woodstock); o con un ex compañero de secta, sobre imágenes de archivo, en VHS, de lo que ellos llaman “La escuela”. Sobre el final, Miguel, que puede saltar de la lectura de Camus a un puticlub y viceversa, busca la verdad sobre su hermana muerta y comunicarse con su madre, prófuga con el llamado “profeta Mehir” de la Justicia. Entonces, I am Mad muestra su dimensión densa, perturbadora, alucinante.
Como Planetario o cualquier otro film de Baltazar Tokman, también I Am Mad, concebido como una suerte de ensayo sobre la locura, es un film atípico, original, en cierta medida desconcertante y al mismo tiempo atrapante en cuanto parece girar siempre en torno de los cuestionamientos que plantea la propia identidad, la porción de locura que nos acosa e inquieta a todos. "I Am Mad dice la leyenda que el protagonista de este film lleva tatuada en la espalda, y que responde a una doble declaración: «Yo soy loco» y «Yo soy Miguel Ángel Danna», primera conciencia de un mundo dividido en dos, pero que se prolonga en otro interrogante de mayor alcance: ¿quién está más loco? ¿El que sale tras un sueño o el oficinista que se ahoga en sus asfixiantes rutinas diarias? Tokman ha contado cómo fue el origen de esta audaz y riesgosa aventura cinematográfica: "Conocí a Miguel en forma fortuita. Estaba en la búsqueda de algo que contar. Luego de Planetario pensaba: «¿Y ahora qué?». Estaba atento y abierto a que alguna historia apareciera. Alguien me comentó que había un grupo de personas que vivía su vida como una leyenda, en medio de la montaña. Que se llamaban a sí mismos guerreros y que pretendían intuir adónde iba la humanidad para salvarla. Fue así que, investigando, conocí a Miguel. Nuestro primer encuentro fue química pura, y eso no paró de crecer. Le dije que no todo el mundo merece que su vida se convierta en película, pero que la suya sí. Entonces hablamos y encontramos puntos de encuentro: él podía hacer una catarsis a través de la película, ya que hacía sólo un año que había vuelto al «mundo real» y se le estaba haciendo difícil. Yo me proponía hacer una buena película con su historia. Luego, las cosas se fueron mezclando un poco y a mí me empezó a interesar más su vida personal. Se transformó en un amigo entrañable y tomó el toro por las astas, llegando a ser el productor del film. Miguel me sumergió en este mundo oculto y misterioso". Conviene prestar atención a esta última afirmación porque es clave para acceder a la obra: la voz de Miguel es la voz de Baltazar. Baltazar se propuso encontrar el lenguaje que captara y transmitiera la "locura" de su protagonista. Y lo hizo recogiendo sus propios relatos, sus confesiones y sus reflexiones, mostrándolo en relación con la gente que se ha cruzado con él, desde su padre, que lo inició en su vida errante y bohemia de hippie empresario y lo introdujo en la secta de los guerreros de Mehir, una suerte de guía espiritual, abusivo y misógino y que hoy -como la madre, que se apartó de la familia cuando Miguel era chico y él todavía busca- siguen en condición de fugitivos de la Justicia. Y también su ex esposa y sus hermanos, y por encima de todo el viejo dolor nunca superado de la pérdida de la hermanita menor, muerta trágicamente cuando todavía era una nena. Ya apartado de la comunidad secreta con la que vivió veinte años en la montaña y alejado de la familia, MAD reflexiona sobre su pasado y quizá también sobre las experiencias que lo han conducido a este punto en el que hoy se encuentra. El recorrido que ha hecho -el film mismo, aun en su anárquico devenir- propone una suma de interrogantes y se atreve a indagar en ellos en busca de los cuestionamientos que son los del personaje y reflejan otros a los que quizás el espectador que no sea tan ajeno.
Hombre complejo y contrariado La traducción literal de I am mad es “yo estoy loco”. O “yo soy loco”, tal como afirma Miguel Angel Danna, portador del tatuaje con esa inscripción en la espalda, pecho siempre inflado con el orgullo de la doble significación generada por la coincidencia entre el último término y el acrónimo de su nombre. Podría pensarse, entonces, que la elección de esa frase como título del film es un visto bueno de Baltazar Tokman al protagonista absoluto de su opus tres, aunque con el correr de los minutos se verá que el jugueteo lingüístico es casi anecdótico y que las motivaciones del realizador de la interesante Planetario están más cerca de la deconstrucción de la personalidad de un hombre complejo, frágil y emocionalmente contrariado que de la palmadita en la cabeza paternalista o el festejo de su apariencia. Lo primero que se ve a es a Danna vanagloriándose en su locura y en su carácter border. Tokman parece cederle el mando del film, como si él mismo se cautivara con esa locuacidad irreverente, su bonhomía magnética y sobre todo con las particularidades de su historia. Al fin y al cabo, la locura no es un diagnóstico psicológico, sino social: desde chico acompañó a su padre en la aventura de la marginalidad autosustentada, viviendo en una casa rodante destartalada, casi sin educación formal, siempre en los límites del sistema y con poco más que lo puesto. Parece, entonces, que todo irá hacia la autocelebración (Danna es coproductor del film). Pero el recuerdo de la muerte de su hermana menor, ahogada accidentalmente en una pileta hace 25 años, muestra que tal vez no todo sea como parece. O como a Danna le gustaría que parezca. Quizá por el dolor irreparable de esa pérdida, la familia, motorizada por su madre hoy prófuga de la Justicia, cayó en una organización espiritual radicada en Córdoba y liderada por el “profeta” Nahir, quien un par de años atrás tuvo su linchamiento mediático debido a la profunda misoginia de sus predicamentos para muchos sectarios. Misoginia que, aun años después de haber dejado atrás la aventura serrana, todavía atraviesa los procederes y pensamientos de Danna. Ver sino la frialdad con la que su ex mujer narra su relación plena de infidelidades y traiciones ante la aceptación silenciosa y cabizbaja de él, como si se reconociera en aquel que ella dice que fue, más allá su voluntarismo por torcer su rumbo presente. Es que Danna tiene, quizás incluso a su pesar, una mirada crítica hacia ese pasado del cual está distanciado temporal pero no emocionalmente y cuyas consecuencias se entrevén en los silencios compartidos con su padre, síntoma inequívoco de que los dolores y ausencias están todavía embalsados en algún lugar de la memoria conjunta. Ilustrada con materiales de archivo que van desde VHS caseros filmados durante la participación de la familia en la agrupación cordobesa hasta videos digitales con confesiones del propio Danna, Tokman ausculta entre las capas de su personaje, convirtiendo a I am mad no tanto “el ensayo de la locura” propuesto desde su afiche, sino más bien en el retrato de un hombre tironeado por el pasado y el presente, lo representado y lo latente, lo interno y externo.
La mirada de un hijo Baltazar Tokman es el autor de "Planetario", donde padres de diversas partes del mundo siguen el crecimiento de sus hijos con una mirada tierna y a veces obsesiva. La película también es tierna, y atenta a todo lo que pasa. "I am MAD", en cambio, sigue el pensamiento de un hijo acerca de lo que hicieron sus padres, lo que hicieron de él sus padres, y lo que él puede hacer por sí mismo. Su mirada no es exactamente tierna, sino perturbadora, extraña, a veces lírica, o dramática, y a veces también un poquito risueña. "I am MAD", dice el tatuaje que muestra Miguel Angel Danna en la espalda. Es la sigla de su nombre, y también es una verdad. ¿Pero qué se entiende por loco? El creció en una familia, digamos, algo desordenada. Era niño cuando la torpeza causó una muerte espantosa de tan fácil y tan cercana, de esas que se graban en la memoria para siempre. Y era preadolescente, cuando lo integraron a una secta rarísima de guerreros en pos del bien universal, que acaso en algún momento le habrá aliviado el alma. Veinte años largos creció apartado con ese grupo. Ya pasaba los 34 cuando empezó una vida cercana al común de los mortales, sin renegar demasiado de la otra. Su mente sigue razonando dentro de un mundo fantástico, seguramente protector, donde también caben el pensamiento lógico y la reflexión sobre un padre hippie medio incomprensible para los demás, y una madre prófuga de la justicia junto al gurú de la secta. "I am Mad. Ensayo sobre la locura", es el título completo de la obra. Un acercamiento a los modos de destrucción de la familia y los modos de defensa del individuo. Su mundo, sus misterios, la conveniencia de hacer catarsis con un extraño que lo escucha y lo graba con todo respeto. Y que intenta representar ese mundo con recursos sencillos, totalmente adecuados, de estética medio psicodélica, como, por ejemplo, proyectar fotos familiares sobre el cuerpo del personaje. "Me encontré con un cineasta que además es un poeta", ha dicho Danna. Alguna gente cercana contribuye a dar otras perspectivas, y completa de diversos modos su retrato.
Balada para un loco. I Am Mad es un documental particular dentro de lo particular que se puede encontrar en términos temáticos, en un formato que no detiene su expendio de ejemplares locales, jueves tras jueves. El “mad” del título refiere a las iniciales del protagonista (y productor del film): Miguel Ángel Danna. Un hombre que vivió dos décadas bajo la tutela de Mehir, un gurú que tenía una secta emplazada en una montaña y que estaba dedicado a “adoctrinar” espiritualmente con la idea de un mundo alejado del espacio-tiempo tecnológico, hoy prófugo de la justicia. Ya lejos de ese mundo, Miguel vive en un estado permanente de recuperación por las secuelas de lo vivido. Sin hincar en el amarillismo del noticiero, Tokman nunca baja línea sobre el pasado del protagonista, tan sólo aborda ese período desde algunos fragmentos de videos filmados por la propia gente de Mehir. La vida de Miguel, junto a su hermano Ismael y su padre, sin embargo no parece tener un asomo de futuro, como se desprende de los relatos abocados a desentrañar los por qué de las acciones de un hombre roto. Ese quiebre interno se halla en una herida sangrante que nunca se ha suturado: la muerte accidental de su media hermana, cuando él era pre adolescente. Hay en ese hecho un cóctel de culpas recargadas en su reconstrucción oral, el padre (también llamado Miguel, un hippie de la “vieja escuela”) de ambos hermanos recuerda esa trágica muerte como si se tratara de un hecho más, en un tono casi neutro pero al final esa suerte de indiferencia se destartala para dar paso al llanto más conmovedor, que de alguna manera resulta liberador.
La vidriera de Hollywood vuelve a exhibir a Tom Cruise, uno de sus productos más taquilleros, y lo hace mediante un filme caprichoso, mediocre e irrespetuoso de su propia lógica. Esta vez Cruise es William Cage, un pedante publicista al servicio del ejército estadounidense quien -con el cargo de Mayor- se encarga de armar las operaciones mediáticas tendientes a dejar a las fuerzas armadas bien paradas ante la sociedad. Es tiempo de una invasión alienígena que ya tiene tomada toda Europa y amenaza con tomar el planeta completo. Con la velocidad que exige el relato de esta era, Cage es enviado al frente para luchar contra la amenaza extraterrestre. Por motivos que el espectador descubrirá al ver el filme, si decide hacerlo, el Mayor Cage comienza a reiniciar su día de reclutamiento, una y otra vez, como Bill Murray en "Groundhog Day" cada vez que sonaba su despertador y se escuchaba a Sonny & Cher en la radio. Obviamente, hay que exterminar a los malvados y escurridizos alienígenas que atacan a la Tierra y, más obviamente aún, para eso está el Mayor que dará su vida una y otra vez para intentarlo. En la misión no está solo, le acompaña la delgadísima y esta vez nada sensual Emily Blunt; en un rol absolutamente olvidable dentro de su carrera. Los efectos especiales están a la altura de lo que hoy ya es moneda corriente dentro de la industria, nada del otro mundo. Con buen ritmo, el director entretiene y distrae, pero no lo suficiente como para impedir que se note lo poco original de la propuesta. Sin dudas, el hecho que sea Cruise el protagonista de este filme, con todo lo que eso conlleva en términos contractuales, hace que el guión no tenga un final más interesante y coherente con la trama. Al fin y al cabo, esta películas no son más que trajes a medida para la estrella de turno. Que les queden bien es lo que importa, el resto no.
Una vida y sus misterios Más que interesante es el nuevo documental de Baltazar Tokman, I am Mad, acercamiento a la historia de Miguel Angel Danna, un hombre que ha vivido diversas tipos de experiencias, todas fundantes: su vida desde chico con padres separados; sus recorridos por el país con un ómnibus/casa rodante; un hecho trágico de la niñez que marcó su entorno familiar; su posterior ingreso a una secta, y su relación con el gurú que la lideraba; los vínculos con su mujer e hijos, y su padre. El director logra transportarnos a un estado onírico a partir de algunos pasajes que se salen del documental, y donde trabaja con algunos elementos visuales como imágenes de Miguel nadando con fondos que parecen proyecciones de un happening de los 60’s o el material promocional de la secta en la que el protagonista se involucró. El carismático personaje central y su entorno familiar (padre, novia) van aportando datos e interactuando, con lo que a medida que I am Mad avanza conocemos puntos de vista distintos sobre algunos temas que se van presentando. Sin dudas, un atractivo film que no es pretensioso y nos acerca a diversos temas poco frecuentes en el panorama actual de los documentales argentinos.
Un tajo a la realidad Loco o enajenado social, para la existencia de Miguel Ángel Danna parecen atajos para sobrellevar la carga pesada del dolor acarreado desde la infancia por la muerte de una hermana, quien se ahogó en una piscina por descuido de sus padres. Esa situación, además de la educación informal al no asistir a un colegio y vivir deambulando junto a su familia y hermanos en una casa rodante, llevó al protagonista de este documental de Baltazar Tokman a las puertas de una secta, cuyo gurú bajo esa prédica sugestiva lo convenció en muy breve tiempo de que era el elegido, un guerrero, entre tantos otros que también transitaron por esa Escuela, donde además de hacer trabajos de diferente tipo fueron adoctrinados en una mezcla de filosofía oriental, magia, artes marciales y un fuerte trabajo de despersonalización. La secta originada en Córdoba, que también absorbió a parte de la familia de Miguel Ángel, incluida su madre –prófuga de la justicia- y hermanos, tomó estado mediático hace un tiempo y fue blanco de debates televisivos por el fuerte mensaje misógino de su líder. Sin embargo, I am Mad se propone desde lo conceptual la deconstrucción de la personalidad y psicología de su protagonista y en un segundo plano le otorga las riendas para que el relato se sumerja muy a conciencia en la propia percepción de su locura. Locura que para Miguel Ángel no es pasible solamente de trauma o escisión del plano de la realidad sino una poderosa chance para evadir los convencionalismos de la vida tradicional, ordinaria, fútil, vacua aunque parte de su tropiezo con el mundo que transita implican el sometimiento a las cosas más mundanas y desde una mirada no complaciente lo ubicarían dentro del grupo de esas personas que hacen de la bohemia o la marginalidad un culto cuando en verdad el golpe de la realidad es tan fuerte y duro que el único antídoto es creerse distinto. Según la mirada de quien se enfrente al derrotero de Danna; según el ojo que lo observe se puede sacar alguna conclusión en base a su supuesta locura pero nada escapa de ese dolor que significa la pérdida irreparable y mucho más la angustia ante lo que no se puede cambiar. En la puesta en escena planteada por Tokman se aprecia una sensibilidad particular que ya fuera demostrada en su anterior opus Planetario; en su aproximación a la médula y al alma del conflicto interno -no sólo en primera persona- de su protagonista sino por la elección de material de archivo (alguno realmente impactante) para completar esa compleja subjetividad de la que en un principio conocemos solamente un aspecto y a lo largo del metraje somos testigos de la progresiva metamorfosis, dolorosa pero trascendente igual que una palabra dicha en un momento adecuado.
Miguel Ángel Danna no es una persona normal. Difícil serlo cuando uno formó parte de una secta durante años y ahora trata de hacer una vida a la par de los demás. Y ni hablar si tu madre y el gurú de la secta siguen prófugos de la justicia. La locura tiene que ver con la manera de ver el mundo de Miguel, de sus desencantos con la comunidad secreta y de cómo comenzó él a ser dueño de su propio destino. Este documental de Baltasar Tokman está compuesto por testimonios de Miguel, su padre, su familia. Habla de su vida, de cómo la muerte de su hermana lo cambió para siempre. Incluye filmaciones actuales y videotapes de la juventud y de la secta, al punto de que podemos conocer el funcionamiento de una movida de esas características. Hecha a lo largo de tres años, I Am Mad es dura, perturbadora, pero siempre honesta, y permite adentrarse en la vida de alguien que, pese a todo, está dispuesto a luchar por tener una vida normal, no sin enfrentar a sus propios demonios.
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