El 28 de septiembre de 2004, la ciudad de Carmen de Patagones fue escenario de una masacre escolar. Rafael Solich (apodado Junior), de 15 años, irrumpió en el aula del colegio, sacó un arma y abrió fuego. El resultado: tres muertos, cinco heridos y, sobre todo, una mancha oscura, profunda, en una comunidad no habituada a episodios terribles, más propios de países desarrollados. Implosión nos lleva a Carmen de Patagones en la actualidad. Al principio parece que estaremos ante un documental de observación: luego de una secuencia de créditos compuesta por imágenes de archivo, un grupo de sobrevivientes hablan ante los alumnos de un curso, para invitarlos a una jornada de concientización. Los ahora adultos parecen maduros y estoicos frente a adolescentes que hasta se atreven a cuestionarlos (“¿Ustedes lo bardeaban?”, pregunta uno de ellos). De ahí en más, la cámara se centra en Pablo y Rodrigo, dos de los que padecieron aquella jornada de horror y vivieron para contarlo. Ambos están lejos de haber superado el trauma. Saben que Junior está libre, está en una ciudad cercana y se proponen buscarlo para hacer justicia. A partir de este giro, el director Javier Van de Couter, junto a la co-guionista Anahí Berneri, toma un camino arriesgado. Pablo y Javier siguen siendo Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres, los verdaderos sobrevivientes de la masacre, pero se mueven en un formato de ficción, mezcla de road movie y thriller de búsqueda y venganza. Un caso cercano es el de 15:17 Tren a París, de Clint Eastwood, quien contó con los mismos jóvenes que protagonizaron el hecho verídico en el que se basa la película. Pero Van de Couter va aún más allá: a partir de la historia verdadera, y con dos de las personas reales, construyó una ficción que no olvida su fuente ni le falta el respeto. Otro mérito de Van de Couter y Berneri es la manera de retratar a los protagonistas. Lejos de ser unos entes deshumanizados que reclaman la sangre del verdugo, conservan su humanidad. Aquí la clave son dos chicas y su grupo de amigos. Ellos sacan lo mejor de Pablo y de Rodrigo, además de que permiten comprobar el impacto de la matanza en las nuevas generaciones. Implosión presenta la otra cara de la hoy denominada Masacre de Carmen de Patagones, y lo hace con una audaz mezcla de registros. Al mismo tiempo, funciona como un testimonio de los alcances de la violencia y la perdurabilidad del dolor.
Una entrevista de tv nos transporta al año 2004. Movimiento, policías y dos jóvenes que son entrevistados. Dos adolescentes que narran con dolor y shock lo sucedido en su escuela. Implosión, de Javier Van De Couter, nos pone en contexto: la masacre escolar sucedida en Carmen de Patagones. Donde un alumno de 15 años disparó a mansalva con la pistola de su padre a sus compañeros de aula, provocando la muerte de tres de ellos, e hiriendo a otros cinco. Pablo y Rodrigo son dos de los sobrevivientes de esta tragedia, quince años después siguen siendo amigos. Ellos se juntan, toman cerveza, también cazan… De pronto se enteran que su agresor, el responsable del tiroteo, salió en libertad, por lo que deciden emprender un viaje para ir a buscarlo. Un viaje rumbo al norte, entre La Plata y Ensenada. Una verdadera road movie emocional, donde una cámara íntima (hay mucho primer plano), va registrando los estados de ánimo de ambos. Un viaje hacia la liberación, hacía la elaboración de un duelo tardío, tal vez de sentimientos negados, que se abre paso en esa búsqueda del culpable. O en el encuentro fortuito de con un grupo de adolescentes, que con una mirada desprejuiciada y solo acompañando, logran que Pablo y Rodrigo implosionen. Cabe señalar que los protagonistas son los verdaderos sobrevivientes de esta masacre, lo que hace que ese dolor impalpable traspase la pantalla. Un dolor con huellas físicas, también reflexivo, en donde se pone en juego una reconstrucción alternativa, ficcional del duelo. A veces la revancha no es un buen camino, pero su impulso sirve para cerrar viejas heridas, para regresar a casa con algo de paz.
Tras los pasos de una venganza La nueva propuesta del realizador de “Mía” deposita su fuerza en la presentación de un híbrido entre documental y ficción que, además, ubica a los propios protagonistas de una tragedia en un contexto narrativo ficcional para acompañarlos en su dolor y liberar fantasmas. En septiembre de 2004 el Instituto 202 Islas Malvinas, de Carmen de Patagones, se vio conmocionado por el equívoco e inesperado accionar de uno de sus alumnos. Tres muertos y cinco heridos, es sólo el saldo numérico de una tragedia que permanece en las retinas y la memoria de los lugareños. En Implosión (2021) Van de Couter hace una puesta en escena de los sucesos, reflejando cómo la comunidad educativa intentó dar explicación a lo inevitable. En una escena somos voyeurs de una reunión entre autoridades de la institución y alumnos, la crítica principal radica en la inercia ante la irreparable pérdida. Una joven grita acerca de cómo una vez más una tragedia puede golpear las puertas del aula, de esa o de otra, y los adultos sólo bajan la mirada. El director revisita ese hecho que sacudió la crónica policial y que evidenció una problemática que hasta ese momento se pensaba ajena para estas latitudes, la de jóvenes en apariencia “normales” que deciden arremeter con su entorno. ¿Qué explicación puede haber que satisfaga las inquietudes y preguntas que poseen todos? Ninguna, pero él no se queda con la negativa, y decide imaginar una propuesta distinta. Javier Van de Couter, experimentado en la construcción de guiones con base en hechos policiales que sacudieron al país, redobla la apuesta de narrar la crónica de los sucesos desde otro lugar, desarrollando, junto a Anahí Berneri, un relato que escapa a lugares comunes. Porque tal vez a este realizador, oriundo del lugar, no le bastaba con contar el “cuentito” de lo acontecido, y necesitaba ir más allá plasmando en un relato las vivencias de los jóvenes a los que aún hoy le resuenan los disparos. Así, en Implosión el director suma a dos de los sobrevivientes a su historia, Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres, los mezcla con actores profesionales y avanza en una historia que indaga en la raíz del suceso, pero también imagina una posible historia de pesquisa y venganza, en donde la única posibilidad de final pareciera ser la de aplicar la ley del talión. La cámara acompaña a Saldías Kloster y Torres en su derrotero, en una búsqueda inagotable de explicaciones y, principalmente, en dar con el paradero del asesino. La road movie al uso nostro se cruza con encuentros en donde la masculinidad a flor de piel exige disparar a animales, o bañarse desnudos en un río, soportar la mirada demonizante de los demás, y en un punto comenzar un proceso de transformación que terminará sanando a todos. En vez de estructurar de manera inequívoca la progresión dramática, Implosión se la juega por algunos pasajes bisagra, y expone a Pablo y Rodrigo a situaciones extremas, donde los recuerdos de la jornada sangrienta amenazan con persuadirlos a seguir en una línea que tal vez los lleve a seguir perdiendo, pero que en la línea dramática de la propuesta no hacen otra cosa que potenciar un relato diferente sobre víctimas y victimarios en donde la verdad puede cambiar el destino de todos, para siempre.
Repensando la masacre El 28 de septiembre de 2004 un adolescente de 15 años mató a tres compañeros del colegio y baleó a cinco. Fue declarado inimputable y su paradero hasta hoy en día es un misterio. Este hecho atroz no sucedió en un colegio de Estados Unidos (como estamos acostumbrados a escuchar) sino en la Escuela Media N° 2 Islas Malvinas, en Carmen de Patagones. El director Javier Van De Couter es oriundo del lugar y vivió allí hasta que fue a estudiar a Buenos Aires. Desde que sucedió la tragedia pensó que tenía que hacer un documental con esa historia, pero en ese tiempo aún no era el momento. Ya pasados más de 15 años, escribió junto a Anahí Berneri el guion de Implosión. En el año 2004 Pablo Saldías y Rodrigo Torres tenían 15 años, cuando “Juniors” les disparó con el arma que le robó a su padre militar. Hoy esos alumnos tienen más de 30 años y se interpretan a ellos mismos en esta ficción construida como una especie de road-movie que nos lleva a la provincia profunda donde intentarán “reencontrarse” con aquel compañero de clase al que los une un pasado doloroso. Lo más interesante de esta película es la forma en que se juega con los espacios y cómo para contar esta historia se alejaron de la ciudad. Cómo viajaron miles de kilómetros hasta Gran La Plata buscando la oportunidad de estar más cerca esos años robados pero desde un lugar diferente: no el de la venganza, sino el de la memoria y el relato de esas cuentas mal saldadas. Implosión no intenta reconstruir la tragedia sino de hacernos ver cómo estos sobrevivientes se enfrentan al recuerdo de esa adolescencia interrumpida. De qué forma es posible perdonar y seguir adelante con sus vidas.
Implosión de Javier Van Der Couter. Crítica. Pasajeros de una pesadilla Bruno Calabrese Hace 1 semana 0 39 Dentro de la Competencia Argentina se estrena el film sobre dos sobrevivientes reales de la Masacre de Patagones. Por Bruno Calabrese. Septiembre del año 2004, todo un país convulsionado, desde una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires llega la noticia de que un joven estudiante de secundaria ingresó con un arma a la escuela, ingresó al aula y vació el cargador hacia sus compañeros de cursos. El hecho cobró notoriedad no solo por el acto de violencia que se llevó la vida de tres estudiantes e hirió a otros cinco, sino por ser la primera masacre escolar (realizada por un solo individuo con un arma de fuego) en América Latina. Según el victimario, Rafael Solich, las razones que condujeron a cometer semejante acto de violencia fueron que estaba cansado de las burlas de sus compañeros, quienes lo apodaban “Pantriste”. Por el hecho fue confinado a un centro de internación para jóvenes delincuentes en el partido de Ensenada mientras esperaba el juicio. Luego de ser declarado inimputable, la jueza que llevó el caso, se hizo cargo de su tutela y lo internó en un centro psiquiátrico juvenil en la localidad de San Miguel. A dieciséis años del trágico suceso, dos sobrevivientes reales de la masacre escolar viajan en busca de Rafael, por aquel entonces un adolescente como ellos. Pablo Saldías Kloster fue uno de los heridos y, al igual que su amigo Rodrigo Torres, sobrevivió de milagro a la masacre. Ambos se dedican a dar Jornadas de Reflexión en las escuelas. Pero la herida parece no poder cerrarse, por eso deciden viajar a la Ciudad de La Plata en busca del responsable. Una vez en el lugar y luego de recorrer hospitales psiquiátricos donde habría estado internado Rafael, conocerán a dos chicas de Ensenada, que no solo ayudarán en la búsqueda aportando datos, sino que, entre fiestas de alcohol y drogas, los indagarán sobre su pasado y los obligarán a hacer a rememorar el momento. Apoyado en un seguimiento de Pablo y Rodrigo por su pueblo y por las calles de la ciudad, film nos introduce en un ejercicio de reflexión sobre un hecho impactante. Pero no solo para recordar el trágico suceso, sino como una demostración de como impactó en la comunidad. Un estudiantado desinteresado por las jornadas de reflexión, prácticas rituales donde la cargada y la burla hacia el otro es moneda corriente, la presencia de las armas; nada parece haber cambiado y todo converge para que las heridas de Pablo y Rodrigo no cierren. Pero, como en una especie de road movie provinciana, la pareja protagonista tomará distancia del pueblo y encontrarán un contexto diferente, donde conocerán a dos jóvenes amigas que funcionarán como espacio de contención que ayudará a los jóvenes a salir adelante. Implosión no es solo una herramienta catártica, es un austero filme con una visión narrativa analítica sobre la terrible masacre en la escuela de Carmen de Patagones. El director toma distancia del morbo alrededor del suceso, por eso elige explicarlo en pocos testimonios en el inicio y nada más. No quiere mostrar lo que pasó, por eso opta alejarse de emociones y las preguntas para abocarse en las consecuencias que dejaron en Pablo y Rodrigo, porque entre su cámara y los personajes de esta obra sólo hay aire, pura realidad que escupe a la conciencia del espectador que piensa. Puntaje: 80/100. Función 1: Martes 23 de marzo | 18 h. | Espacio INCAA Cine Gaumont | Reservá tu entrada Función 2: Jueves 25 de marzo | 18 h. | Espacio Cultural Carlos Gardel | Reservá tu entrada Función online: Martes 23 de marzo | 18 h. | Disponible por 72 hs. | Regístrate por única vez y accedé a las películas online para verlas a partir de su fecha de estreno. * Actuación
Luego de Mía (2011), su interesante ópera prima, Javier Van de Couter presentó diez años después Implosión (2021) en la Competencia Argentina del 22° BAFICI. Su film aborda la vida de dos de los sobrevivientes de la “Masacre de Carmen Patagones”, quienes ponen el cuerpo en este relato ficcional que toma como premisa sus propias historias. El 28 de septiembre de 2004 las vidas de Rodrigo Torres y Pablo Saldías cambiaron para siempre. Rafael “Junior” Solich, un compañero de 15 años de la escuela donde estudiaban, ingresó al colegio armado y con una pistola que pertenecía a su padre, un suboficial de la prefectura, mató a tres alumnos e hirió a otros cinco. Pasaron 17 años de aquel trágico episodio, conocido desde entonces como la “Masacre de Carmen Patagones”. Javier Van de Couter, oriundo de aquella ciudad ubicada al extremo sur de la Provincia de Buenos Aires, regresó y tomó contacto con los dos jóvenes que hoy tienen más de treinta años y que se convirtieron en los protagonistas de su nueva película. La pregunta que orbita en ella es: ¿qué ocurriría si se encontraran con el asesino? Sin ningún tipo de atisbo moralista, el guión se concentra en el ficticio viaje que emprenden una vez que escuchan que Junior vive en un lugar de La Plata. En ese viaje se irá develando el presente de Rodrigo y Pablo, pero también sus diferencias respecto al acontecimiento que les cambió la vida y, claro, el deseo de enfrentar a quien efectuó los disparos. La idea de ajusticiarlo ronda, con diferente profundidad, en la mente de ambos, quienes en el camino se encontrarán con un grupo de chicos más jóvenes que ellos que, de alguna manera, harán que sus deseos y sus contradicciones salgan a la luz. Van de Couter propone con Implosión no solo una revisión de los hechos y una indagación en la mente de los protagonistas de su historia. Busca, además, trazar un mapa afectivo y generacional, en el que los jóvenes de hoy son interpelados por una tragedia que ocurrió hace muchos años pero que bien podría repetirse. Para contar este momento, el realizador privilegia las escenas de enfrentamiento (verbal y físico) más que la consecutividad de las secuencias propias de una “trama tradicional”. Su película, en ese sentido, cumple con la construcción de una atinada sordidez que se instala en ambientes nocturnos, urbanos, llenos de jóvenes que, sin revelarlo explícitamente, parecen tener cierta reticencia a ingresar a lo que conocemos como “vida adulta”, con todas las ambigüedades que ese término tiene. El resultado de este trazado generacional es un relato conciso pero de aristas complejas, en donde late la pregunta de qué hace una comunidad cuando un hecho de tamaña magnitud la golpea y cómo opera la memoria para sobrellevar el peso de ese acontecimiento.
“Implosión” de Javier Van de Couter. Crítica. Heridas, que no cicatrizan fácilmente. Ricardo De Luca Hace 2 semanas 0 333 El 23 de marzo tendrá lugar en la Competencia Argentina del Bafici la presentación del segundo largometraje de Javier Van de Couter (“Mía”). Guión que escribió junto a la cineasta Anahí Berneri (“Por tu culpa” “Aire libre” “Alanís”). A partir de la masacre escolar de Carmen de Patagones, hecho ocurrido en el año 2004, en donde un alumno de 15 años disparó con un revolver perteneciente a su padre, contra sus compañeros de aula provocando la muerte de tres de ellos e hiriendo a otros cinco, el director realiza una ficción en la que se vale de interpretes a Pablo y Rodrigo (Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres) protagonistas del hecho real del cual salieron gravemente heridos. De esta manera, Van de Couter narra un hecho ficcional en donde los dos personajes principales toman la decisión de investigar sobre el paradero del estudiante, autor del atentado quién transformó la vida de los protagonistas. En este sentido, Pablo y Rodrigo, hoy personas adultas, mayores de 30 años, inician un viaje de más de 1000 kilómetros, desde Carmen de Patagones a La Plata, en busca de aquel compañero de clase, al cual los ata un pasado trágico que dejó heridas físicas y psicológicas que aún persisten. Por lo tanto, se da inicio a una road movie en donde los amigos atraviesan distintas situaciones entre peleas, fiestas con mucho alcohol y encuentros con nuevos personajes, que van abriendo camino a diferentes aventuras. En consecuencia, el realizador decide contar las andanzas de los dos protagonistas, con una cámara en constante movimiento y a la altura de los hombros, por momentos con apariencia de persecución. Con planos cortos, que son conducidos con gran habilidad y dinamismo trasmitiendo al espectador una tensión en aumento, en donde emotivas sensaciones se van desprendiendo durante la realidad que reflejan las escenas. Un camino de búsqueda, que parece tener un deseo de venganza, pero también un anhelo que lleva la necesidad de sanar las heridas del pasado. Una obra, que sin dudas será de las más relevantes del festival, en donde el director toma una decisión arriesgada y pocas veces vista en la forma de concebir el relato. Por la cual sus intérpretes protagonistas, en un excelente trabajo, le ponen el cuerpo a sus propias historias obteniendo así, una ficción tan auténtica como conmovedora. ¡Agendalo! COMPETENCIA OFICIAL ARGENTINA Función 1: Martes 23 de marzo | 18 h. | Espacio INCAA Cine Gaumont | Función 2: Jueves 25 de marzo | 18 h. | Espacio Cultural Carlos Gardel | Función online: Martes 23 de marzo | 18 h. | Disponible por 72 hs. |
22º BAFICI: cine argentino, a pesar de todo. El Gran Premio de la Competencia Argentina fue para Implosión, tercer largometraje como director de Javier Van De Couter (de importante experiencia como actor). Situada en la actualidad, la película acompaña a dos jóvenes en viaje de Carmen de Patagones a La Plata, impulsados por el deseo de hallar al autor de la masacre ocurrida en una escuela secundaria de la ciudad del sur bonaerense en 2004. El propósito del realizador (y autor del guión junto a Anahí Berneri) fue generar una ficción a partir de elementos reales, comenzando por los protagonistas, partícipes directos de aquel trágico episodio, pero su juego se dispersa llevado por cierta improvisación. Cobra interés cuando afloran destellos de verdad: imágenes reales del hecho (enrarecidas, enrojecidas), un accidentado debate en una escuela secundaria actual, el dramático estallido de los recuerdos en determinado momento. El resto se acerca demasiado a las fórmulas de cierto cine celebrado en festivales como el BAFICI, asomando –en medio de puteadas, skates, birra y faso– arrebatos de violencia indicadores de turbias conductas internalizadas, incluyendo la caza de animales. Entre los méritos vale señalar la música de Nahuel Berneri.
COLAPSO INTERIOR "Film que rescata una historia trágica, la masacre de Carmen de Patagones interpretada por dos de los sobrevivientes, quiénes batallan con el efecto traumático, buscando al agresor, veinte años después." Implosión, 2021. En 2004, Rodrigo Torres y Pablo Saldias tenían quince años. Eran alumnos y compañeros en una escuela de Carmen de Patagones (una ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires). Un día como cualquier otro un compañero de clase les disparó con el arma que le robó a su padre militar. Hoy, Rodrigo y Pablo tienen más de treinta años. En esta película se interpretan a ellos mismos en una ficción construida a partir de una hipótesis: viajar más 1000 kilómetros para intentar reencontrarse con aquel compañero de clase al que los une un pasado doloroso. Narra un viaje incierto que devela cómo los dos protagonistas lidian con ese pasado a través de la ficción. Javier Van de Couter Director y Guionista, se quedó con el premio del Bafici en la sección de cine nacional. Al Director también oriundo de Carmen de Patagones, filmar Implosión le llevó cuatro años. Meterse con esta historia acontecida en su pueblo natal requiere una implicancia difícil de sobrellevar. Bien merecido, por cierto, porque la película logra una intensidad emocional digna de ser apreciada. Las imágenes de archivo teñidas de rojo transmiten la tensión asociada a la tragedia. El guion está bien estructurado y logra captar la complejidad de los personajes, sin caer en lugares comunes. Que los intérpretes hayan sido los protagonistas, le da mucha potencia y realismo al film. La escenografía y las locaciones son atinadas y oscilan entre parajes del sur con su paisaje hostil y desamparado y algunas locaciones de la provincia de Buenos Aires, como la Plata y Ensenada. Las actuaciones de los protagonistas son destacables porque han sabido expresar los conflictos emocionales con los que lidian después de lo que padecieron. Se revela la lucha constante entre la construcción y la destrucción asociada a la venganza apática. Abundan los planos panorámicos y los primerísimos primeros planos de los protagonistas. Se utiliza el recurso de road movie atravesado por caminos áridos e inhóspitos de la pampa. Esto le da un impulso y un movimiento que acompaña a Rodrigo y Pablo en su búsqueda. Elaborar para no repetir el trauma, reescribir su historia. "Van de Couter admite que la intimidad con su pueblo le generó resistencias y además facilitaciones. Que fue un proceso arduo y sinuoso. Por eso recomiendo este film que intenta retratar un pueblo de manera original, además de este viaje doloroso que transitan los protagonistas. No solo es una tragedia, sino también una historia de reparación." Clasificación: 8/ Ficha Técnica DIRECCIÓN: Javier Van de Couter GUIÓN: Javier Van de Couter / Anahí Berneri PRODUCCIÓN: Rosaura Films / Laura Huberman PRODUCCIÓN EJECUTIVA: Laura Huberman PRODUCTORES ASOCIADOS: Diego Rougier (Picardía Films – Chile) / Carolina Fernández DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Federico Lastra / Luis Sens MONTAJE: Andrea Kleinman MONTAJE COMPLEMENTARIO: Valeria Racioppi DIRECCIÓN DE SONIDO: German Suracce DIRECCIÓN DE ARTE: Camila Peréz / Manuel Franco MÚSICA ORIGINAL: Nahuel Berneri ELENCO: Pablo Saldias Kloster – Rodrigo Torres – Julieta Zapiola – Nina Vera Suárez Bléfari.
“Implosión” de Javier Van de Couter. Crítica La vida dañada. Marío Betteo Hace 2 semanas 0 78 “Implosión” es un ejercicio de memoria y un doblez de la historia. Javier Van de Couter se ocupó de realizar este film presentado en la Competencia Oficial Argentina del Bafici. En esta nota, una mirada diferente a cargo del psicoanalista cinéfico, Mario Betteo. photoRafael Junior Solich, en 2004, protagonizó un espantoso hecho que sacudió a la sociedad argentina. Con quince años de edad había asesinado a tres de sus compañeros de grado y herido a otros. Apenas había entrado al aula del secundario que concurría en Carmen de Patagones cuando abrió fuego con un revólver extraído de su propia casa. Reducido por otro compañero, su acto dañó la vida de Rafael, de sus víctimas, de su familia y de la familia de los asesinados y heridos. A partir de ese instante, sus vidas quedarían irremediablemente dañadas. Javier Van de Couter se ocupó de realizar un film, “Implosión”, de reciente estreno en la edición 22 del Bafici 2021, en un formato de ficción pero protagonizado a la vez por dos de los sobrevivientes de aquel hecho. La cámara los acompaña durante todo el rodaje, en una especie de road movie, en búsqueda, 14 años después, de su amigo asesino. Este ha desaparecido, junto con su familia, de todos los lugares conocidos. Escasos medios de prensa se han logrado acercar a Rafael, quien como un fantasma, puebla la zona como un rumor, como un relato sin cuerpo. El film, se encarga de hacer que Pablo y Rodrigo, entreverados con otros amigos, enlazados por esa peculiar rivalidad y erotismo que envuelve a algunos grupos de hombres juguetones, algo matones, alegres y embriagados, decidan salir a la cacería, a la búsqueda de su antiguo compañero de clases que de casualidad no los asesinó en aquel fatídico día. Cada uno de los dos ha quedado marcado para siempre, con cicatrices de los impactos de bala que literalmente los atravesaron. La película fluye en esa zona gris del relato ficción y la “realidad”, donde el espectador forma parte de esa partida de caza, que involucra a dos seres muy iguales y muy disímiles, plagados de contradicciones e irregularidades, impulsados más por un oscuro recuerdo que por una planificada venganza. Este film no está emparentado con las películas de Chang Yoo Park, cuya trilogía de venganza deslumbró con su estética y su calculada estrategia de justicia, del ojo por ojo. Van de Couter, debido a que es un realizador de estas comarcas, habitadas por sujetos de otra idiosincrasia, de otro lenguaje e historia, la convierte rápidamente en una suerte de “tragedia criolla”, más cerca de personajes de Martín Fierro que no saben muy bien para qué quieren encontrar a su casi asesino, si es para acabar con él o para hacer un acto de ajuste de cuentas de palabra o para sacarse de encima el dolor que parece imborrable de aquel trágico hecho. photo Una implosión es algo que sucede cuando un cuerpo, su envoltorio digamos, no resiste la presión de afuera y estalla hacia adentro. Un ejemplo fue el del submarino San Juan, cuando la presión del agua superó la residencia de la estructura y se vio convertido de golpe en una chatarra. Esta es la tesis que maneja el director y guionista. La explosión del revolver muestra el adentro/afuera, presiones del entorno de Rafael, presiones que nunca quedan verificadas ni alcanza para saber cómo es que Junior (otro renglón le cabe esa nominación de un fanatismo extremo) fue afectado por lo que decían acerca de él. Tampoco si hubo o no verdaderos juegos violentos sobre él, ni si cuando le dijo a la jueza que todos lo cargaban por un grano que le había salido en la nariz, alcanzaba para explicar lo inexplicable. El silencio ha sido la marca de esa familia. El padre habiendo sido sub-oficial de la Prefectura Naval Argentina, fanático de Boca Juniors (de allí el segundo nombre de Rafael), poseía el arma que luego fue gatillada por su hijo, y por eso sufrió una condena de 50 días de arresto por haber dejado desatendida el arma en su domicilio. Poco y nada se sabe de ellos. Un curioso trato de familiaridad es el que se estableció entre la jueza que llevó la causa y Rafael. Se sabe lo que hablaron en el primer interrogatorio y se deduce de él que se desprendió una especie de piedad hacia el joven asesino, debido a la incomprensión y lo inimaginable. Fue declarado inimputable y alojado, más adelante, en un reclusorio psiquiátrico hasta que salió en libertad. La película es un ejercicio de memoria y un doblez de la historia. El enemigo íntimo ha poblado la memoria de los dos chicos (ahora hombres) que no pueden olvidar, que están permanentemente siendo acosados, como los conejos en el campo, por el arma de un cazador. Toda vida es una vida dañada. Lo absolutamente particular y único es el modo en el que cada quien vive con esa marca imborrable, por más que se la quiera eliminar. Porque la memoria también es un aliado del amor. También se sufre debido al recuerdo de alguien que ha sido amado y no correspondido. La venganza tiene su doble filo. Hay que atreverse a realizar una venganza, sin vacilar ni huir de la escena. Hay que estar convencido que un nuevo crimen borrará el daño anterior, pasando de ser víctima a victimario. Generalmente es a la justicia a la que se pide que intervenga para desviar la intención de la venganza, que se ocupe de educar/disciplinar/castigar. El film muestra cómo Pablo y Rodrigo se pierden finalmente en el laberinto del Minotauro. ¿Habrán podido salir siguiendo el hilo de Van de Couter? Crítica: Mario Betteo Edición periodística: Andrea Reyes ¡
El 28 de septiembre de 2004 ocurrió la masacre escolar de Carmen de Patagones, en el cual un alumno de 15 años disparó con la pistola de su padre, que trabajaba en Prefectura, a sus compañeros de clase, provocando la muerte de tres de ellos e hiriendo a otros cinco. Años después de ese acontecimiento, Pablo y Rodrigo, dos de los sobrevivientes, se ponen al frente de «Implosión», film de Javier Van de Couter, en el cual viajan en busca de su agresor. A pesar del paso del tiempo, siguen lidiando con el pasado que todavía se encuentra presente y los marca día a día. Si bien «Implosión» es una ficción y se nota el trabajo de guion que hay detrás de cada escena, la misma se beneficia de este aire documental, al estar basada en hechos reales e incluir como protagonistas a los sobrevivientes de aquel hecho. Esto no solo resulta original y arriesgado sino que además nos permite entrar a un universo más intimista y conectar con los personajes desde otro lugar. No son actores, sino personas reales que se están interpretando a sí mismos y que hacen el mismo viaje introspectivo que sus papeles. Ellos también tienen que lidiar con ese pasado latente que vuelve en forma de recuerdos, de conversaciones o de relación con su lugar de origen. Por otro lado, debemos destacar que ambos protagonistas son muy naturales y creíbles. La película no se centra en la matanza en sí, sino que la usa como excusa o punto de partida para contar la transformación de estos jóvenes, el manejo de una tragedia, la postura frente a la vida, como también observar su relación de amistad. Una historia que por momentos muestra a dos hombres que parecen haber seguido adelante, mientras al segundo este hecho vuelve a surgir porque es un suceso transversal a su vida. Los aspectos técnicos acompañan bien a la trama, con una cámara que por momentos los sigue muy de cerca, algo que le da dinamismo y movimiento a la historia y que apoya a esta idea de seguir adelante. Lo mismo ocurre con los paisajes, por momentos bastante solitarios, resaltando la figura de los protagonistas y otorgándole un dejo reflexivo, y por otros llenos de gente. En síntesis, «Implosión» es una película distinta, una ficción que se beneficia de ese aire documental, gracias a que se centra en un hecho real y pone al frente de la historia a los verdaderos sobrevivientes. Un film sobre el seguir adelante, el paso del tiempo, el pasado que se vuelve presente y el convivir constantemente con una tragedia. Con aspectos técnicos acertados y buenas interpretaciones, tenemos un acercamiento al mundo íntimo y sensible de sus protagonistas.
Algunas películas cobran mayor sentido a partir de tener en cuenta determinada información que es fundamental para disfrutar mucho mejor de la propuesta. Es relevante entonces saber los acontecimientos que dan origen a “IMPLOSION”, el nuevo trabajo de Javier Van De Couter. En Septiembre de 2004, un hecho sacude completamente a Carmen de Patagones, una cuidad al sur de la provincia de Buenos Aires, al límite con Río Negro. Un adolescente de 15 años ingresa a su colegio secundario, como parte de la rutina cotidiana, saca una pistola y mata a tres de sus compañeros además de herir a otros cinco. Otros trabajos abordaron este tipo de problemáticas entre los que podemos mencionar a “Elephant” de Gus Van Sant (2003), “Tenemos que hablar de Kevin” (Lynne Ramsay, 2011) o el documental de Dennis Villeneuve, “Polytechnique” (2009) pero lo interesante de la propuesta de Van De Couter es que los protagonistas de “IMPLOSION” son dos de los sobrevivientes de la catástrofe: Rodrigo Torres y Pablo Saldías Kloster. Uno de los puntos más interesantes es la facilidad con la que quedan borrados, a priori, los límites de la ficción y los hechos realmente acontecidos de los que los protagonistas no pueden escindirse, víctimas reales de lo sucedido que cargan en sus espaldas –hoy ya con más de 30 años- el stress post traumático provocado por tan impactante acontecimiento que hoy en día sigue generando sentimientos contradictorios y que denotan que aún hay varios cabos sueltos por resolver para cerrar estas heridas. ¿Qué fue de Rafael Solich, quien asesinó a sus compañeros? ¿Dónde vive? ¿En dónde construyó una nueva vida? Estas preguntas disparan el viaje que emprenden Rodrigo y Pablo para dar con su paradero. Rafael ha sido puesto en libertad –dato que es de público conocimiento- y vive con su familia, intentando ocultar su identidad y su historia. Narrada con un formato similar a una road-movie, los protagonistas irán entrecruzándose en el camino, con otros personajes y en forma casi fortuita, en algunos bares, hoteles o fiestas podrán ir sumando datos que les sirvan para trazar el recorrido que los acerque a su objetivo. Un viaje que será una reflexión permanente sobre el pasado, de lidiar con todo lo acontecido y sus marcas y consecuencias, un recorrido que remueve todas las emociones de los personajes Javier Van de Couter (director de “Mia”) cambia completamente de registro y se sumerge en esta historia que borra expresamente los límites ficción / realidad y que además traza las diferencias entre ambos protagonistas, uno de ellos con una necesidad de contar lo ocurrido para ir exorcizando el pasado y otro, más introvertido, al que parece que le cuesta poner en palabras esos sucesos que siguen sobrevolando el presente. El guion, escrito por el propio Van De Couter junto a Anahí Berneri, se torna algo sinuoso y disperso en el centro de la narración. Abre presentando esta propuesta sumamente interesante, pero durante el segundo acto, no logra la cohesión y la fuerza del inicio y comienza un camino más errático, quizás reflejando los propios avances y retrocesos que aparecen en cualquier investigación tanto como las profundas contradicciones que habitan en los personajes / víctimas frente al supuesto encuentro de su victimario, aun partiendo de una información sumamente escasa y comenzando a construir su propio derrotero. Después de este segundo acto impreciso que parece perder el rumbo de la historia, deambulando y con algunos momentos narrativos demasiado episódicos, en el tercer acto retoma con más potencia todavía el eje de la propuesta, en donde superada la reflexión sobrevuelan palabras como “venganza” “destino” o “duelo” y nuevamente atrapa en su reflexión alrededor del trauma. De esta forma “IMPLOSION” después de haber borrado los imprecisos límites de realidad y ficción que la hacen más interesante y de haber acompañado a Pablo y Rodrigo en este camino de atravesamiento de su propia historia, construye un alegato alejado del dolor y mucho más cercano a la renovación, al mudar de piel y reconstruirse desde esas dolorosas cenizas. POR QUE SI: “Historia que borra expresamente los límites ficción / realidad y que además traza las diferencias entre ambos protagonistas”
El director de Mía nació en 1975 en Carmen de Patagones, ciudad que todavía sufre las secuelas emocionales de aquel 28 de septiembre de 2004 en el que un quinceañero ingresó al aula de su división y disparó a quemarropa contra sus compañeros, matando a tres e hiriendo a otros cinco. Entre los sobrevivientes de aquella tragedia figuraron Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres, quienes se convierten ahora en protagonistas de esta película que acaba de ganar el Gran Premio de la Competencia Argentina del Bafici. Hoy ya treintañeros, Pablo y Rodrigo -que acarrean las marcas de las balas y las operaciones en sus cuerpos- deciden en la ficción de Implosión ir en busca de aquel victimario, quien ha salido de la cárcel y vive en la zona de Ensenada. Comienza así una road-movie con la venganza como alimento y motor, pero que -a medida que avance- irá modificando su rumbo y hasta su tono. Este híbrido entre personajes reales, actores profesionales y otros sin experiencia previa, elementos documentales y situaciones ficcionales (el guion es del propio Van de Couter y la aquí también coproductora Anahí Berneri) remite por momentos a la apuesta de Clint Eastwood en 15:17 Tren a París, pero con connotaciones, alcances y dimensiones muy locales y reconocibles. Un experimento con mucho riesgo y no pocos méritos artísticos.
El 28 de septiembre de 2004 fue la jornada más luctuosa para la ciudad bonaerense de Carmen de Patagones. Aquel día un estudiante de 15 años ingresó al aula de su comisión en el Instituto 202 Islas Malvinas con un arma y disparó a quemarropa contra sus compañeros y docentes, dejando como saldo tres muertos, cinco heridos y una huella en la comunidad que todavía perdura. Más de 15 años después del suceso conocido como la Masacre de Carmen de Patagones, el realizador y guionista Javier Van de Couter –nacido allí en 1975– viaja hasta el lugar para un particular experimento. Hay muchas películas híbridas que mezclan documental y ficción hasta volverlos indisociables. Implosión procede de manera distinta, muy similar a Clint Eastwood en 15:17 Tren a París. Si allí había tres soldados recreando en clave ficcional las vivencias personales que los llevaron a evitar un atentado en el tren del título, aquí hay dos sobrevivientes de la balacera haciendo de sí mismos mezclados con actores profesionales. Pero no se trata de apegarse a la verdad, sino de partir de ella para utilizar al cine como mecanismo de expiación y liberación. Pablo y Rodrigo (Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres) siguen siendo amigos y llevan las marcas de la masacre en la piel. Ambos fueron baleados por su compañero, y ahora se proponen investigar su destino para saldar viejas cuentas. Poco importa si efectivamente pensaron esa posibilidad. Lo que interesa aquí es el desarrollo de un viaje que los llevará hasta la zona del Gran La Plata, aunque con varios desvíos por bares y boliches en los que la misión puede cambiar su sentido. Coguionada por Van de Couter y Anahí Berberi, Implosión está más interesada en el potencial alcance de esos desvíos no exentos de diversión, como por ejemplo los generados a raíz de la aparición de dos chicas platenses, que en la recreación o fidelidad verídica. Lo que inicia como una historia de venganza seca y cargada de violencia contenida va convirtiéndose lentamente en una road movie matizada por el duelo y en la que el viaje en sí importa más que el destino. Y, como en toda road movie, difícilmente ellos vuelvan a ser los mismos a su regreso. Una historia de venganza, pero sobre todo de renacimiento.
Dos de los sobrevivientes de la llamada “Masacre de Carmen de Patagones“, cuando un alumno de 15 años disparó con una pistola y mató a tres compañeros de escuela, se interpretan a sí mismos en la ficción. Lejos de las miradas grandilocuentes que -en su momento- la bautizaron como “La Columbine argentina” refiriendo al famoso episodio de similares características en Colorado, Estados Unidos, la ficción argentino-chilena se propone intimista, personal, vivencial y catártica. Los protagonistas emprenden un viaje en búsqueda del perpetrador y ex compañero Junior a su actual residencia en las afueras de La Plata. Lejos de lo que podría haberse descrito en clave película de viaje, la fauna nocturna de la ciudad devuelve personajes igual de errantes que Diego y Rodrigo. Las sucesiones de escenas nos sumergen en lo intestinal de un duelo y sus vicisitudes: miedo, enojo, evasión, culpabilidad y -por sobre todo- compañía. Con guiños al registro documental, la ficción se desdobla y plantea momentos emotivos que funcionan como real catarsis para los protagonistas. Este movimiento pendular de “lo ficcionado” y “lo real” –punto fuerte de la propuesta- se encuentra reforzado y ambivalente en una posible resolución de un duelo en forma de venganza. Reseña publicada en oportunidad de la cobertura de la 22° edición del Bafici (2021). IMPLOSIÓN Implosión. Argentina / Chile, 2020. Dirección: Javier Van de Couter. Guion: Javier Van de Couter y Anahí Berneri. Elenco: Pablo Saldías Kloster, Rodrigo Torres, Nina Vera Suárez Bléfari y Julieta Zapiola. Fotografía: Federico Lastra y Luis Sens. Edición: Andrea Kleinman. Dirección de arte: Camila Pérez y Manuel Franco. Sonido: Germán Suracce. Música: Nahuel Berneri. Producción: Laura Huberman, Anahí Berneri, Javier Van de Couter y Diego Rougier. Productoras: Rosaura Films, Laura Cine, Picardía Films Duración: 84 minutos.
Es la película ganadora del gran premio del reciente Bafici22. Javier Van de Couter dirigió con una intensidad única, el guión que coescribió con Anahi Berneri. El realizador es oriundo de Carmen de Patagones, el lugar al que hace referencia el film, ocurrido en el 2004, cuando un chico de 15 años llevo el arma de su padre, un gendarme, a la escuela y mató a varios compañeros e hirió a otros. Este es un proyecto de muchos años, donde Van de Couter primero convence y luego filma con dos protagonistas sobrevivientes de esa masacre: Rodrigo Torres y Pablo Saldías. Y en ese límite fino del documental y la ficción les propone un viaje ficcional motorizado por lo que pasó. Pero no solo se analizan los sentimientos guardados por años, la mirada a una sociedad que naturaliza las armas y el machismo, sino que el trayecto desde Carmen de Patagones a La Plata es lo que importa. Lo que al fin de cuentas reparador o transformador. Co un estilo propio y definido de seguimiento cercano y mucha paciencia, Van de Couter logra lo que no le resulto a Clint Eastwood en 15:17 a Paris, donde actuaban los verdaderos protagonistas: una expresividad, una entrega de los dos sobrevivientes que resulta sorprendente y conmovedora. No deje de verla.
"Implosión": visceralidad y extrañamiento. La película dirigida por Van der Couter, sobre guion propio y de Anahí Berneri, se basa en un shockeante caso real y a partir de él ficcionaliza una posible secuela del episodio. Pocos premios más justos que el que recibió Implosión, a la Mejor Película de la Competencia Argentina, en la edición del Bafici celebrada un par de semanas atrás. La película dirigida por Javier Van der Couter, sobre guion propio y de Anahí Berneri, se basa en un shockeante caso real y a partir de él ficcionaliza una posible secuela del episodio. En 2004, en la localidad sureña de Carmen de Patagones un alumno de secundaria disparó al montón sobre un grupo de compañeros, hiriendo a cinco de ellos y matando a tres. El muchacho fue arrestado e internado en un centro de salud mental, y los heridos se recuperaron con el tiempo de lesiones graves. Implosión parece surgir de una pregunta: ¿qué pasaría si dos de los sobrevivientes fueran en busca de su agresor años más tarde? Como si la cuestión no fuera de por sí espesa, Van der Couter la espesa más gracias a una inspirada decisión de casting: quienes interpretan a los protagonistas son dos de los chicos víctimas del ataque, quince años después. Lo cual da a Implosión, más que una simple impronta documental, una visceralidad que parece brotar como un geiser de los propios personajes. O que surge de los actores. Para el caso es lo mismo. No se trata de una invención: Abbas Kiarostami y su compatriota Jafar Panahi basaron buena parte de su filmografía en esa clase de fusiones entre protagonistas “reales” y personajes de ficción. Lo que distingue a la película de Van der Couter -que también es de Carmen de Patagones, otro dato no menor- no es su planteo sino el modo en que lo plasma. De hecho, dos actores podrían haber interpretado a Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres, e Implosión hubiera sido igual de intensa. ¿O no? Segundo film dirigido por Van der Couter después de Mía (2011), ya en el prólogo Implosión muestra su voluntad de ir más allá del mero registro documental, dando a conocer los datos básicos del suceso a través de fragmentos de noticieros de la época. Pero éstos aparecen virados al rojo, y lo que importa aquí es la idea de viraje, en el sentido de extrañamiento y desrealización. La segunda escena después de los títulos es tal vez la única que luce como documental. En ella un grupo de sobrevivientes intenta que los alumnos que cursan actualmente en el colegio donde sucedieron los hechos reflexionen sobre el episodio. Son recibidos con una mezcla de indiferencia, desprecio, hostilidad y hasta algún cantito que glorifica el uso de armas. Esa parece una de las ideas-guía del guion de Van der Couter y Berneri: es como si aquel episodio hubiera parido un linaje de testosterona, agresividad, paranoia y desafío físico, que parece estar siempre al borde del estallido. Trátese de la reacción de los pibes en el colegio, las bromas pesadas entre los de la generación anterior, el permanente ping pong cortante de los protagonistas, el consumo compulsivo de sustancias, la crudeza de dos chicas a las que conocen en la ruta o el cargo de ex oficial de Prefectura del padre del culpable. Todo es ríspido, acelerado, tenso y de puños apretados en Implosión. En una escena de infrecuente sensorialidad, en un baño público algunos aprietan, otros esnifan, la de más allá se tira un lance, mientras intercambian comentarios ácidos sobre los soretes que los rodean y con los que parecen familiarizados. La primera escena “de ficción” (aunque no lo es tanto) es una trepidante subjetiva de uno de los protagonistas, corriendo en karting por el desolado ripio de Patagones, zona de frontera, con el acelerador a fondo. La puesta en escena de Van der Couter corre como ese karting: a todo lo que da y algo desestabilizada por el ripio, pero con el control necesario como para regular la velocidad cuando es necesario, y poner el pie en el freno también. La cámara es el karting. Sigue a los actores a donde vayan, los observa desde cierta distancia o se pega a ellos, yendo de une a otre mediante travellings cortos y entrecortados: no se trata de una agitación de vestuario, sino de las esquirlas de una implosión que ahora brota.
Implosión es una de esas películas-máquina, aparatos que los directores calibran de una vez al comienzo y que después funcionan más o menos solos, y cuya suerte depende en buena medida de la orfebrería previa. La premisa de Implosión es simple: Javier Van de Couter consigue que dos sobrevivientes de la masacre de Carmen de Patagones de 2004 se interpreten a sí mismos en el presente y que el motor narrativo sea el presunto regreso del chico que los hirió en el pasado y que mató a tres compañeros. Una vez que el dispositivo está ajustado, que el director logró entenderse con los protagonistas, que hay un acuerdo estético, todo lo demás es simple anécdota: la película opera como un artefacto capaz tanto de producir como de capturar gestos, temblores, miradas cruzadas, indicios de una tristeza honda que a veces se disimula con rabia y con promesas de venganza. Rodrigo y Pablo actúan y siguen algo parecido, suponemos, a un guion blando, abierto, que el director escribe junto con Anahi Berneri: más allá de la presencia de los chicos, los códigos que estructuran las imágenes son los de la ficción. Pero acá aparece una de las capas que sostienen el aparato de Implosión: el director no se sirve del carácter documental del conjunto contar una historia, sino que, más bien al revés, dispone un relato más o menos fuerte que se propone alcanzar a alguna especie de verdad o de testimonio. No se trata, entonces, de buscar lo verdadero de la ficción, sino de lograr que la historia funcione como túnel que conduce a un lugar que otra manera resultaría inaccesible. De la misma forma, Pablo y Rodrigo están actuando, no son ellos mismos, pero es justamente ese trabajo, la argamasa de la ficción, lo que le permite a los sobrevivientes ir desparramando en cada escena preparada pequeños indicios de ellos mismos que se desprenden de manera imprevista, más allá de los designios de los realizadores y los intérpretes. El drama tenue, entonces, es una red de contención que habilita momentos fugaces de libertad en los que los protagonistas parecieran horadar sus personajes y mostrarse tal cual son, mucho más de lo que podrían llegar a hacerlo en cualquier documental. Por ejemplo, la relación de los dos, de la que no sabemos qué tanto fue creado, apropiado o transformado: nada de esto importa, de todas maneras, porque lo que se ve es claro y habla por sí solo solo; Rodrigo y Pablo funcionan como otras miles de parejas construidas por el cine: el gordo y el flaco, uno intempestivo y el otro más frío, uno moviéndose hacia adelante y el otro capturado por el pasado, uno que esconde las heridas y otro que no hace más que sacarlas a relucir todo el tiempo. Qué tanto hay de los dos sobrevivientes en ese reparto es irrelevante, lo que sabemos, porque la película lo comunica, es que en esa relación está el cine, hay una historia de la representación, y que no debemos ser crédulos. Y es justamente a partir de esa construcción narrativa de la que surgen los instantes de mayor potencia de la película, cuando el dispositivo de Van de Couter tiene su mejor performance: no son, previsiblemente, las escenas dramáticas, donde las descargas afectivas parecen más protocolizadas por los códigos del drama, sino las pausas, los silencios, las dudas; o sea, cuando Pablo mira hacia afuera del plano con los ojos hechos un rayo, preparado para quién sabe qué confrontación imaginaria, o cuando Rodrigo se cambia de ropa o se mueve, siempre despacio y con el cuerpo lánguido, como si estuviera enlentecido por una pena que excede la ficción y la película toda. En esto se siente también la mano de Anahí Berneri y de su cine físico, que se adhiere a las superficies y a los cuerpos para extraer de ellos los signos discretos que el guion rehusa decir en voz alta.
Reseña emitida al aire
LA MEMORIA DEL DOLOR La ganadora de la competencia de largometrajes argentina en la más reciente edición del BAFICI es un particular -y por momentos estremecedor- ejercicio por parte del realizador. Uno donde la realidad y la ficción se entremezclan de formas inesperadas, con la materialidad de los recuerdos como un factor que impulsa las acciones de manera heterogénea y movilizadora. En Implosión tenemos a Pablo y Rodrigo, dos sobrevivientes reales de la masacre escolar en Carmen de Patagones, ocurrida en el 2004 y que fue la primera de su clase en la Argentina. Ya en los treinta, pero con ese evento traumático de sus adolescencias aún presente, deciden emprender un viaje en busca del que fue su victimario, sin tener en claro un objetivo específico, solo con la certeza del deseo. Esa especie de odisea en la que se embarcan los conducirá hasta la zona de Ensenada, cruzándose en el camino con dos chicas que, desde su acompañamiento, pero también curiosidad, los obligarán a hacerse cargo -como pueden- de ese pasado que les dejó una huella imborrable. El viaje entonces será de intriga, casi enlazado con el policial de intriga, pero también de puesta en forma de los recuerdos. El gran mérito de Javier Van de Couter es jugar con los límites entre lo real y ficcional sin caer en sensacionalismos o conclusiones fáciles, apostando a un seguimiento constante del devenir de los protagonistas, a los que nunca abandona ni juzga. Y a la vez, con una capacidad llamativa para delinear un tejido social que ronda sombríamente cada acción de los personajes, mientras no deja de apelar a fibras íntimas que conectan con las experiencias de pérdida o dolor que todos cargamos. No hemos vivido lo que les pasó a los protagonistas de Implosión, pero aun así los entendemos, no desde la distancia, sino desde esa empatía que incluye la memoria fragmentada del evento traumático, en cómo elegimos recordar u olvidar consciente e inconscientemente. Con una escena confesional notable desde su concepción y un final tan abierto como cerrado -y perfectamente ajustado de acuerdo a lo que necesitaba la narración-, se puede ver un diálogo entre Implosión y otro también muy reciente, el documental Esquirlas, que abordaba los eventos alrededor de la explosión de la fábrica militar de Río Tercero. Entre ambos forman un involuntario -pero estupendo- díptico del cine nacional sobre la memoria de los traumas y las formas que adoptan.
El 28 de septiembre del 2004, el nombre de Carmen de Patagones –una tranquila ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires, a orillas del Río Negro– llega a las primeras planas debido a un desagradable episodio que se grabaría como un estigma lacerante en la memoria de la comunidad. Un estudiante de 15 años identificado como Rafael “Juniors” Solich ingresaba como cada mañana al establecimiento educativo pero esta vez, con una pistola bajo el abrigo, con la que termina matando a tres compañeros e hiriendo a otros cinco. Una manera efectiva para sacudirle el nervio al espectador hubiese sido lo que el cine acostumbra a hacer con las películas basadas en hechos reales. Es decir, graficar la tragedia desde el minuto cero para intentar acercarse a los hechos tal como ocurrieron con alguna que otra licencia que suba el voltaje dramático. Elephant (Gus Van Sant, 2003) llevó al extremo esta idea al contemplar el horror provocado por los dos school shooters de la Masacre de Columbine con absoluta calma, baziniamente, alzando la cámara como el ojo insomne de una deidad gélida y deshumanizada. En este sentido, la distancia que separa a Implosión de la obra de Van Sant es enorme desde el momento en que el suceso está desplazado de la pantalla, es parte del pasado y con lo que se trabaja es justamente con su rezago, con el estrés postraumático. Rodrigo Torres y Pablo Saldías Kloster, víctimas reales del acontecimiento, son quienes ponen el cuerpo para llevar adelante un relato que los tiene interpretándose a sí mismos como lo que son hoy en día: dos adultos de treinta años que sobrevivieron a la masacre escolar más espeluznante del país y que deben convivir con el recuerdo, la bronca y la confusión que eso les genera. Esas emociones son volcadas a una ficción en donde los protagonistas trazan un viaje de Patagones a La Plata, más precisamente a la ciudad de Ensenada, con el objetivo de dar con el paradero de su victimario, quien se comenta, vive en el anonimato junto a su familia luego de ser puesto en libertad. Tal como lo expresa el título, el movimiento físico presente en el largometraje –un recorrido a bordo de un vehículo que la hace encastrar en el género road movie– revela en su desarrollo efectos catalizadores. Más que una película de carreteras, Implosión abraza las derivas y los enrosques como espacios aptos para destapar las reacciones internas de los personajes a medida que se acercan o se alejan de su antiguo agresor. Entre fiestas, discusiones, bares y hoteles, lo que parecía innombrable comienza a descascarar los sentimientos brumosos con los que en realidad conviven. Mientras uno no tiene problema en contar lo acontecido a quienquiera que se les cruce, el otro se rehúsa a revelar su herida. El director Javier Van de Couter, por su parte, decide situarse entre la escasa distancia que los separa, bien cerquita de uno y del otro, en un estilo claramente documental. No es casual entonces que en este tire y afloje que va teniendo la relación entre Rodrigo y Pablo, acrecentado por el estado agotador que supone un trayecto de 1000km, la película se imponga como un buddy film, dejando la masacre en un segundo plano, incluso haciendo que se replanteen el por qué de su viaje. Hacia el final del periplo, la pulsión de venganza perderá su puntería; no su fuerza y como una bola de acero, la sangrienta mañana ocurrida quince años antes seguirá ejerciendo peso adentro de la mochila que el destino les ha hecho cargar.
El 28 de septiembre de 2004, en Carmen de Patagones, un chico de 15 años entró a la escuela con el arma de su padre y mató a tres compañeros, dejando a otros cinco heridos. El director y actor Javier van der Couter, en base a un guion escrito junto a Anahí Berneri, construye una ficción protagonizada por dos protagonistas reales de aquella masacre, los sobrevivientes Pablo (Pablo Saldías Kloster) y Rodrigo (Rodrigo Torres). Dos amigos, que ya son hombres, y que están en busca del victimario. Lo buscan con una escopeta, cruzando la provincia de Buenos Aires en una camioneta, en aparente busca de venganza. Y aunque ficción, cuando llegue el momento de enfrentar ese trauma frente a otros, no hay forma de no conmoverse con un dolor que se siente muy real. Si bien parecen tener las cosas claras, los muchachos no saben muy bien para qué buscan a aquel que fue su compañero y hoy ignoran qué aspecto tiene. Sobre esa mezcla de decisión y confusión se dibuja su vínculo de confianza, su amistad, como una road movie de de compinches. Una travesía en la que parecerán extraviarse para volver a encontrarse, cruzándose con nuevas amistades por el camino. Unas chicas, una fiesta, un nuevo grupo de gente en los suburbios de una ciudad desconocida (La Plata, Ensenada). Largo paréntesis que adquiere peso especial, como retrato climático generacional, que puede recordar a ciertos films de Gus van Sant (un director que, por cierto, con Elephant, se metió de manera más directa con otra masacre escolar, de esas que en los Estados Unidos de la venta libre de armas son triste noticia común). Implosión tiene la virtud de tomar ese tema pero a la vez despegarse, con el interés puesto en el presente de sus personajes. Una decisión inteligente para reivindicarlos, parados en el valor de su aquí y ahora, tanto más rico para espiar, y licuar, el pasado.
Protagonizada por dos sobrevivientes de la masacre escolar de Carmen de Patagones en 2004, este film de ficción imagina un viaje de ambos en busca del culpable de aquel atentado. Ganadora del premio a la mejor película de la competencia argentina del BAFICI 2021. Adiferencia de los films «híbridos» en los que se mezcla documental y ficción para centrarse en un hecho real, lo que hace en su segundo film –que acaba de ganar el Gran Premio a Mejor Película de la Competencia Argentina del BAFICI– el reconocido guionista, actor y director Van de Couter (dirigió MIA, es co-guionista de ALANIS, AIRE LIBRE y varias series de TV, incluyendo HISTORIA DE UN CLAN) es similar a lo que propuso Clint Eastwood en su film 15:17 TREN A PARIS. Esto es: que los protagonistas del hecho real participen de una versión ficcionalizada, reconstruida si se quiere, de su propia historia. Paul y Rodrigo (Pablo Saldías Kloster y Rodrigo Torres) son dos ahora adultos de Carmen de Patagones que estuvieron entre los heridos de una terrible masacre escolar que tuvo lugar en ese lugar en 2004, atentado que dejó tres muertos. Y lo que hacen ambos actores/personajes en el film es investigar el paradero del victimario –también un estudiante de ese colegio– y viajar hacia él en busca de venganza. A diferencia de los personajes del film de Eastwood, esto es algo que no hicieron en la vida real pero que «ponen en práctica» a través de la ficción. En ese recorrido, ambos irán buscando ya más cerca de la ciudad de Buenos Aires al estudiante cuyo atentado les alteró por completo sus vidas, investigando dónde puede estar viviendo. Pero la película se centrará más que nada en los desvíos que se van sucediendo dentro de ese viaje, desvíos que los pueden llevar tanto a replantearse el sentido de su misión como a tratar de lidiar con su dolor de una manera en la que no lo habían podido hacer previamente. Los dos irán atravesando situaciones raras e inesperadas –encuentros nocturnos, nuevas amistades, peleas, fiestas– y vivirán distintas aventuras que se convertirán en sí mismas en el cuerpo central del relato. Finalmente, la película contará de forma muy sentida y efectiva una historia acerca de dos personas/personajes que descubren que el recorrido de sus vidas quizás deba ir más allá de la revancha. Y que lo importante, muchas veces, es eso que está a los lados del camino.
El 28 de septiembre de 2004, en la ciudad bonaerense de Carmen de Patagones, un estudiante de quince años ingresó a su aula y disparó a quemarropa contra sus compañeros y docentes, dejando tres muertos, cinco heridos y marcando para siempre a toda la comunidad. A más de quince años del evento llamado la Masacre de Carmen de Patagones, esta película vuelve sobre aquellos eventos, pero no lo hace a la manera de un documental tradicional. Los protagonistas de esta película son Pablo Saldías Kloster, Rodrigo Torres, dos de los compañeros heridos en el evento. Ellos vuelven al lugar de los hechos pero la película los sumerge en otra trama, tratando de explicar como son sus vidas ahora, mezclando de forma imperceptible el documental con la ficción. Son herramientas válidas que le dan a la película un interés extra. Podrá parecer errática por momentos, pero la intención del guión parece ser más la de resaltar los aspectos azarosos y no lineales de la vida.