Las cicatrices del canal. El director Abner Benaim emprende en Invasión un intento de reconstrucción de la memoria de la incursión militar de Estados Unidos a Panamá en diciembre de 1989, a partir de entrevistas y representaciones de escenas trágicas de la invasión que según las Fuerzas Armadas norteamericanas costaron la vida de 250 personas y según organismos de Derechos Humanos tuvo como víctimas fatales a 7000 almas. Tras la dudosa muerte en un accidente aéreo del líder máximo de la Revolución Panameña Omar Torrijos en 1981, dos años después de la firma del tratado con el presidente norteamericano Jimmy Carter para transferir el control del Canal de Panamá en el año 2000 al gobierno panameño, el General Manuel Noriega se hizo con el poder civil y militar en el país. La inicial complicidad del gobierno de Ronald Reagan se tornó en oposición que finalmente concluyó en sanciones y en el congelamiento de la asistencia económica y militar tras las violaciones a los Derechos Humanos más básicos ocurridas durante la Marcha Civilista en junio de 1987 contra Noriega. La operación Causa Justa que derrocó a Noriega fue una incursión militar del ejército norteamericano ordenada por el presidente George Bush para eliminar a su ex informante y aliado, quien había contribuido activamente durante décadas en el combate a las guerrillas en América Central. El documental de Benaim recurre a entrevistas a personajes célebres como el músico y actor Rubén Blades y el ex boxeador Roberto Durán, y a distintos ciudadanos y allegados a Noriega que relatan sus experiencias en medio de las batallas callejeras. De esta forma, Invasión reabre una herida que nunca había sanado y que sigue dividiendo a la sociedad panameña, poniendo el debate entre el nacionalismo, el imperialismo y la memoria, y colocando en el centro de la escena a la discusión sobre el futuro del país. Al enfrentarse al dolor de las víctimas y los familiares, Invasión lleva la cámara hasta la identidad misma de Panamá a través de los testimonios de sus ciudadanos, pero además intenta encontrar una respuesta en torno a la imposibilidad de una reconstrucción de los acontecimientos, mirando por el ojo de la cámara hacia el propio intento de buscar respuestas. Mediante la mirada de la calle, el film construye una hermenéutica de la introspección histórica y política de la actualidad y del pasado panameño que no solo da como resultado la perspectiva de las disputas actuales del país, sino que abre la pregunta sobre las formas documentales de abordaje y construcción de la memoria micropolítica de sus ciudadanos.
La historia negada En diciembre de 1989 George Bush ordenó una invasión a Panamá para derrocar al general Manuel Noriega, el mismo que había llegado al poder en 1983 a través de un golpe de estado apoyado por la propia administración estadounidense. Ese hecho marcó a fuego la historia de ese país y de América Latina, pero hoy a casi nadie parece importarle. Incluso muchos niños panameños ni siquiera conocen los hechos. La historia olvidada, negada. Abner Benaim, reconocido documentalista formado en Israel y autor de varios trabajos como Empleadas y patrones, decidió reconstruir aquellos eventos y, sobre todo, reflexionar sobre cómo reaccionó la sociedad panameña. Sin apelar a los recursos habituales (imágenes de archivo, narración en off), se limita a entrevistar a aquellos que fueron testigos e incluso protagonistas de los hechos, a famosos como el boxeador Roberto “Mano de Piedra” Durán o el cantante Rubén Blades, y a simples vecinos de barrios como El Chorrillo, que fueran bombardeados con un saldo de centenares de muertos. También hay algunas ficcionalizaciones a-la-The Act of Killing que no agregan demasiado. Invasión resulta en muchos de sus pasajes apasionante por la minuciosidad de los testimonios, pero también por la forma en que Benaim los presenta. No hay meras “cabezas parlantes” sino recorridos (a pie, en auto) por los distintos lugares donde transcurrieron los hechos reales. En su cruzada contra el olvido, el director consiguió un sorprendente éxito de taquilla y ser el primer representante de su país en la carrera por el Oscar extranjero. Una buena oportunidad para encontrarse con un documental distinto de un país infrecuente en la cartelera comercial argentina.
La única verdad es la subjetividad Por abusado y mal usado, suele creerse que el formato de cabezas parlantes es malo de por sí. Invasión demuestra que, cuando los testimonios son buenos y quienes los prestan lo hacen con elocuencia, lo mejor que se puede hacer es escucharlos. Una de las funciones más nobles de la crónica periodística y literaria, así como de ciertas variantes del documental, es la de registrar las marcas que la historia deja en quienes la viven o padecen. En cine, y para citar sólo un puñado de ejemplos al azar, es el caso de Harlan County U.S.A. (Barbara Kopple, 1976), que testimonia en vivo una huelga minera violentamente reprimida, Shoah (Claude Lanzmann, 1985), que reconstruye el entero genocidio nazi en la voz de los sobrevivientes, y la reciente ganadora del Oscar, Citizenfour (Laura Poitras, 2014), que filma el momento mismo en que Edward Snowden filtra documentos del más alto secreto. Candidateada por Panamá al Oscar al Mejor Film Extranjero, Invasión se propone documentar no la invasión estadounidense de 1989, sino lo que sus compatriotas recuerdan de ella. Lo hace del modo en que un estudioso analizaría las esquirlas de un misil: sabiendo que el análisis de los fragmentos permitirá dar una idea sobre los destrozos.Por abusado y mal usado, suele creerse que el formato de cabezas parlantes está mal. Invasión demuestra que, cuando los testimonios son buenos y quienes los prestan lo hacen con la máxima precisión y elocuencia, lo mejor que se puede hacer es escucharlos. Y verlos. Lo que no hace el realizador Abner Benaim –y lo bien que hace– es echar mano del otro recurso trillado, que en los documentales-grado cero suele completar la operación: el material de archivo. Realizador de Empleadas y patrones (estrenada aquí unos años atrás), Benaim trabaja sólo con los testimonios, ubicándolos las más de las veces (como Lanzmann en Shoah) en los sitios en los que los hechos tuvieron lugar. “Trabajo con la verdad de quienes hablan. Si su verdad es una mentira, para mí es verdad igual”, asegura Benaim. “La única verdad es la subjetividad”, parecería sugerir Invasión, parafraseando cierta famosa frase de alguien que alguna vez pasó por Panamá.Subjetividad y fragmento: nadie pretenda salir “sabiendo todo” sobre el derrocamiento del general Noriega a manos del gobierno de George Bush (padre). Invasión no es un libro de historia sino una crónica fragmentaria, a escala humana. “Era sabido que Noriega fue hombre de la CIA y narcotraficante, ante el que los Estados Unidos hacían la vista gorda”, dice un señor. “Noriega fue para los yanquis un inminente Saddam latinoamericano”, completa otro. “No es concebible haber bombardeado a la población civil sólo para detener a un dictador; acá había otra intención.” “Había unas seis cuadras cubiertas de cadáveres”, estima un hombre que vive en la calle. “Tiramos abajo varios helicópteros”, afirma un ex combatiente frente a la playa. “La esquirla del disparo de un tanque me rozó la frente y le dio de frente a mi amiga”, acota una mujer, con asombrosa calma y sin ahorrar detalles de lo más gráficos.“El misil entró por esa pared, atravesó la sala, se incrustó sobre esa otra y el techo cayó sobre nosotros”, recuerda una señora con muchos hijos, alguno de los cuales no sobrevivió. “Había gente que agradecía a los soldados yanquis.” “Los americanos nos salvaron.” “¿Para qué quiere recordar eso? Es como remover el dolor.” “¿Qué invasión?”, preguntan dos jóvenes y un señor que por la edad tiene que haberla vivido. “Nuestros guerrilleros urbanos eran de juguete”, se lamenta un ex militante comunista. “Mientras los aviones bombardeaban, en el centro la gente festejaba la Navidad con el producto de los saqueos.” “No puedo arrepentirme de haber participado de un proceso nacionalista y antiimperialista”, se planta el ex jefe de los Batallones Dignidad.Invasión crece en dramatismo, intensidad y precisión a partir del relato de un cantante de boleros llamado Ulises Rodríguez, casado con la secretaria privada del general –que lo “guardó” en una casa hasta que la Nunciatura aceptó darle refugio– y la narración de quienes estuvieron allí entre la Navidad y el Año Nuevo de 1989.Entre los testimoniantes, Roberto “Mano de Piedra” Durán recuerda que cuando se enteró del operativo salió, borracho y fusil en mano, a defender al general. Rubén Blades evoca el dolor de los que cayeron. Tal vez inspirado en las reconstrucciones ficcionales de la nominada The Act of Killing (2012) o quizá por simple casualidad, Benaim recrea con los propios vecinos paisajes de cadáveres, bolsas para arrastrar a los muertos e incendios que los bombardeos produjeron en los barrios pobres. Esas puestas en escena se ensayan en el curso de la película y sus resultados se alinean sobre el final, como si antes no se les hubiera hallado lugar. No da la impresión de que la película necesite de esos fragmentos. 7-INVASION Panamá/Argentina,2014Dirección: Abner Benaim.Fotografía: Mauro Colombo.Edición: Andrés Tambornino.Duración: 94 minutos.Estreno en cines Gaumont y Malba (sábados a las 20).
Lo que dejó en Panamá la invasión estadounidense. El trailer de este film hace suponer un docudrama. De hecho, a poco de iniciado ya vemos gente preparándose para representar algunas escenas evocativas de la invasión norteamericana a Panamá, la noche del 20 de diciembre de 1989. Parece el making de una representación colectiva. Y el propio director dice a cámara que no veremos imágenes de archivo, porque no piensa hacer un film sobre la invasión, sino sobre la memoria de la invasión. Qué recuerdos conserva hoy la gente. Más adelante agrega: "si su verdad es decir una mentira, yo lo acepto así. Por suerte, lo que apareció en el prólogo, y lo que sigue a esa declaración, no es ningún docudrama, sino una variada e impresionante sucesión de testimonios, que van hilvanando cronológicamente los hechos, desde aquella noche hasta el 3 de enero de 1990, cuando Manuel Antonio Noriega se entregó a las fuerzas ocupantes. Hablan así, con miradas contrapuestas, el hombre cuya mujer estaba a punto de dar a luz (y las contracciones iban al ritmo de las bombas), dos mujeres que vieron el hogar y la familia perdidos por los bombardeos a la población civil (blancos erróneos donde se suponía que había cuarteles), un médico de hospital (ya en la primera noche contaron unos 800 muertos), el fotógrafo llevado en helicóptero por los ocupantes ("ellos mismos estaban sorprendidos de lo chambones que fueron, porque erraron por kilómetros"), dos rateritos que pudieron saquear una joyería sólo después de que los de la pesada vaciaron lo más valioso (son dos flacos medio raperos dignos de una película exclusiva para ellos), gente que agradece la democracia que sobrevino aunque el precio fuera alto, y otra que insiste en que "el pueblo estaba en el poder", o se muestra decepcionada por la rendición de su líder, el periodista radial que recuerda un mal consejo de Fidel Castro al dictador Noriega (preparar guerrillas civiles por las dudas), un militar que combatió bravamente y una militante del Batallón Dignidad que tarde comprendió lo inútil de tanta bravata, el cantante que ocultó al dictador durante cuatro días, los empleados de la Nunciatura donde estuvo asilado, la alemana que nos lleva en visita guiada por la tapera que antes fue palacio presidencial, etcétera. Y ahí sí, en dos minutos, aparecen las representaciones. Tocante, la silenciosa escena de dos hombres cargando bolsas de cadáveres en una camioneta. Las pérdidas humanas se calculan por miles. Todo, para capturar a un solo hombre, socio de los Estados Unidos hasta que los mejicaneó demasiado, "Sadam Hussein tropical", como lo llama un investigador. Años después, en Irak, la historia iba a repetirse. Vale la pena ver esta película. Autor, Abner Benaim, el de "Empleadas y patrones". Productora, la argentina Gema Juárez Allen. Montaje, otro argentino, Andrés Tambornino. Entre los testimoniantes, Rubén Blades y Roberto "Mano de Piedra" Durán.
Un documental valioso que pretende y logra activar la memoria colectiva de un pueblo 25 años después de la invasión de parte de EEUU a Panamá. Anécdotas del dolor, los muertos -aun no se sabe cuántos- los sobrevivientes, los saqueadores.
La polifonía domina el centro de Invasión, documental del panameño Abner Benaim, que se concentra en la reconstrucción a partir de muchas voces de los acontecimientos acaecidos en diciembre de 1989, año en que Panamá fuera repentinamente invadido por Estados Unidos, so pretexto de capturar con vida al dictador Noriega. Esa invasión a la que hace referencia el título de este opus, palabra que ha quedado grabada desde el pueblo panameño cuando el recuerdo de esa noche fatídica en la que el cielo de la ciudad se iluminó por las bombas y las calles se tiñeron de sangre y vísceras, para el documental implica un punto de partida no con un rigor histórico sino más bien, guiado por la propia intuición y anhelo de búsqueda de Benaim y equipo, para conocer en primera persona historias y experiencias de vida de aquellos sobrevivientes a quienes el olvido de gran parte de la sociedad panameña ha dado la espalda. Memoria y olvido son las tensiones que manejan y dividen a la sociedad panameña aún hoy y de la que este singular documental se hace eco sin perder de vista el manto de silencio detrás del genocidio perpetrado por el ejército norteamericano en suelo panameño y las sucesivas operaciones por encubrir el ataque y los muertos, cifra que al día de hoy se desconoce al haberse eliminado todo tipo de prueba, lista e incluso robado cadáveres desde la misma morgue. En relación a la figura del dictador Noriega, sumado al fracaso de entrevistarlo desde la cárcel para que aparezca su testimonio en el documental (solamente extractos de audio), Invasión, se queda con lo anecdótico e incluso muestra la aceptación desde ciertos sectores y los apoyos para refugiarlo hasta que finalmente se entregó. También queda marcada la diferencia entre las clases sociales y su mirada del conflicto con un fuerte enfrentamiento entre aquellos que vieron como una salvación el intervencionismo a pesar de los daños colaterlaes y quienes sintieron en carne propia la necesidad de defender la soberanía de un país invadido. Invasión es un documental que siembra preguntas, porque su director no tiene respuestas más allá de las que puede otorgarle este viaje por la historia de su país y su gente.
Guardado en la memoria Hay documentales clásicos, herederos de un criterio cinematográfico (como los del gran Frederick Wiseman); los televisivos, de corte History Channel, docudramas, y los de gente que adora a los Monty Python y no ignora a la inmensa The Act of Killing. En este documental, que recrea la invasión de Estados Unidos a Panamá y el derrocamiento del gobierno de Noriega (y huelga decir, pertenece al tercer grupo), el director Abner Benaim recorre las calles del barrio El Chorrillo como buscando locaciones, convence a transeúntes y homeless para representar a saqueadores que cargan una heladera, cuerpos en una camioneta, muertos en la calle y, cuando todo ha pasado, compagina las imágenes parodiando un documental ad hoc. A esta altura, el método puede parecer trillado, pero partiendo de un tema político Benaim trabaja en los bordes de la memoria. El tema de Invasión, entonces, deviene en el día después: recuperar el nombre de tantas muertes anónimas, el sentido de la injusticia y la atrocidad, las opiniones enfrentadas. Tangencial, como todo, pero no azarosa, es la referencia a nuestro país. La leyenda del boxeo Martillo Roldán estaba en el club Las Malvinas cuando empezó la invasión; salió con un rifle, borracho, y al día siguiente se encontró atado por sus hijos a una cama. Un simpático funcionario del nuncio apostólico recuerda que un mensaje de Juan Pablo II en Buenos Aires lo acercó al catolicismo. A resguardo en la sede vaticana, Noriega miraba un concurso televisado de patinaje en el Rockefeller Center cuando el muchacho le señaló la incongruencia de ambos mundos. “Somos moléculas”, le respondió el depuesto mandatario y el muchacho lo anotó en un papel. Esa bizarra ocurrencia que le llamó la atención hoy recorre el mundo.
Sobre el olvido y el recuerdo El documental trata sobre la invasión de los marines estadounidenses a Panamá, en 1989. Con premeditado desconcierto Invasión, el documental del panameño Abner Benaim, invita a un buen número de entrevistados casuales y otros partícipes directos, a recordar la trágica irrupción de los marines estadounidenses en su país en diciembre de 1989. Testimonios, memoria distante en algunos casos, del bombardeo e invasión que derrocó al gobierno de facto del General Noriega y que provocó, como se ve, reacciones diversas. Resistencia, saqueos, fiesta y muerte. Decenas de panameños desfilan frente a un micrófono, contando su recuerdo de esa Navidad confusa que acabó con la rendición de Noriega. Pocos tienen claro por qué se hizo la invasión, y mucho menos por qué el operativo se llamó Causa Justa. Se preguntan si para tumbar a Noriega era necesario destruir un país, claro. “Sentía náuseas por la dictadura, y náuseas por el gobierno estadounidense que hizo posible esa dictadura”, dice un entrevistado. En lugar de recurrir al archivo, Benaim apuestas por representaciones actuales de aquellos hechos, suerte de intervenciones callejeras en las que pobladores espontáneos pueden tirarse en la calle para simular aquellas muertes. Benaim recorre los lugares clave y pregunta. Pero también busca testimonios de peso. Como el de Roberto Mano de piedra Durán, que, borracho, tomó una ametralladora para defender a Noriega. Es tal el desconcierto y la desmemoria de lo que ocurrió que ni siquiera existe un cálculo de los muertos. Las cifras van desde la centena a los 7.000. La mayoría, víctimas colaterales, según la jerga estadounidense. Definen a Noriega como el Saddam Hussein tropical. Y hay realidad y ficción en el relato, que es puro recuerdo, voces contando su parte de la historia, remoción necesaria de una mancha silenciada, con indiferencia, oportunismo, excepción y muerte. ¿Quién se acuerda de la invasión? ¿Quién promueve el olvido?
La Historia convertida en historias La Historia -con mayúsculas, la que queda en los libros y escritos oficiales- de la invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989 con el objetivo primario de capturar a Noriega, se ha ido convirtiendo en una forma de olvido, construida a partir de silencios, enajenaciones y coacciones, que afectan principalmente a los ciudadanos panameños, cuyas voces han ido quedando acalladas. Esto es uno de los aspectos principales de Invasión, documental que se hace cargo de este vacío y hace bastante por subsanarlo. Una decisión capital, sumamente importante que toma el director Abner Benaim es dejar toda imagen o grabación de archivo de lado, para usar solamente testimonios de la gente panameña que vivió la invasión. Esto le permite ir construyendo un punto de vista que no es un punto de vista, sino muchos, toda una suma de heterogeneidades sumamente interesantes, donde aparecen ciudadanos de a pie, meros testigos de un hecho que los abarcaba y sobrepasaba a la vez, individuos con participaciones decisivas y hasta personalidades famosas, como Roberto “Mano de Piedra” Durán -cuyo testimonio es desopilante- y Rubén Blades. Es este último quien probablemente termine explicitando uno de los objetivos de fondo de la película: el poder afrontar el suceso, sacar a la luz el dolor e incluso la vergüenza que tienen los panameños respecto a todo el hecho y la incapacidad para hablar de él. Invasión es entonces un film que habla de dos horrores: el del acontecimiento en sí, y el del olvido ejercido. Benaim se hace cargo de este olvido, pero con sutileza, sin bajadas de línea bruscas, dejando que todo vaya surgiendo de los entrevistados, convertidos en protagonistas de una narración coral, y eso hasta le permite explorar cómo la invasión estadounidense ha quedado condenada al olvido para las jóvenes generaciones que no la vivieron. Invasión es de esta forma un film que se va haciendo cargo de su condición de relato sostenido en un espacio en off que es el pasado, un pasado repleto de pequeños historias que podrían ser otra Historia, pero que han quedado acalladas, relegadas a la condición de anécdotas sobre algo muy lejano, cuando en verdad sus huellas están presentes en los cuerpos y las estructuras de toda Panamá. Film de construcciones, de revelaciones, de elipsis e imaginarios, Invasión se hace cargo de que la Historia también puede ser una forma de ficción, otro lugar de combate entre perspectivas. Por eso las reconstrucciones a las que apela su realizador sobre el final, que también implican su punto de vista, su forma de recordar la invasión estadounidense, cobran un sentido plenamente ligado a la memoria. Se le podrá reprochar a la película cierto estiramiento de su recurso principal, pero es innegable su capacidad para generar imágenes que respiran cine, incluso aunque no estén a la vista del espectador. Tanto lo que se ve como lo que no se ve posee un valor relevante en una película triste y melancólica, pero que da pelea desde la voluntad que otorga el recuerdo.
RECUERDOS QUE SE VUELVEN VOCES Hace 77 años, Orson Welles y varios colegas de su compañía Mercury Theatre revolucionaron la radio a través de la representación por la cadena CBS de La guerra de los mundos, una adaptación de la obra de H.G. Wells. A pesar del tiempo y del avance de la tecnología, el encanto de un estudio de grabación permanece intacto: la fuerza de una voz o varias y su capacidad para convencer; para persuadir a su audiencia tanto de una invasión de alienígenas como de un ataque de tropas militares. O, por lo menos, así lo demuestra el inicio de Invasión, donde varios testigos detallan sus sensaciones y pensamientos sobre la operación militar perpetuada por Estados Unidos a Panamá el 20 de diciembre de 1989. La invasión fue denominada por los comandos norteamericanos como “Operación Causa Justa” y tenía como propósito capturar al gobernante de facto panameño, general Manuel Noriega, acusado por el gobierno de George Bush padre, de estar relacionado con el cártel de Medellín. Finalmente, el 3 de enero de 1990, Noriega se entregó de forma voluntaria y viajó a Estados Unidos para ser juzgado. Si bien el documental del panameño Abner Benaim refleja un acontecimiento histórico que genera ciertas polaridades dentro de la población, está lejos de establecer un pensamiento unilateral o revisionista. Por el contrario, se percibe un gran trabajo de investigación a partir de la recopilación de gran cantidad de material y el uso múltiples recursos que permiten una mirada fresca y abarcativa. Por ejemplo, un pequeño intercambio de opiniones entre una joven que trabaja en un hotel y un hombre que pasa por la calle mientras graban. Él dice que gracias a Estados Unidos, Panamá tiene un gobierno democrático, mientras que la chica le cuestiona que prefiera responder a los “gringos”. Porque de eso mismo se trata la película: no sólo recoger declaraciones de quienes vivieron o, mejor dicho, sobrevivieron la invasión, sino también crear una memoria colectiva. Entonces, allí conviven evocaciones como “recuerdo el sonido que, supongo, ningún panameño va a olvidar: las bombas” como también el pedido de no reflotar el tema porque el pueblo ya sufrió por ello. En efecto, a través del descarte del material de archivo como audios o fotografías y, en su lugar, el uso de múltiples declaraciones de personas de distinta edad, rango social o profesión, el director genera un grado de cercanía mayor y habilita otras lecturas. Lo mismo sucede con la presentación de sitios claves, como las ruinas de la casa de Noriega o del sitio donde estuvo resguardado antes de entregarse. Uno de los recursos que más utiliza Benaim es la exhibición del detrás de cámara: los preparativos para simular el incendio de una casa, el traslado o disposición de los cuerpos o cómo alguien se arrastraba por la tierra. Y esas escenas se resignifican a través del desdoblamiento. Esto quiere decir que, por un lado, agrupa el trabajo de pre producción y, por otro, el de postproducción y los coloca en momentos muy diferentes generando un efecto mucho más enfatizado. La invasión, entonces, se presenta como el fin de una dictadura o un acto de asesinato premeditado pero dentro de esa brecha se posiciona como algo mayor; no sólo como un parámetro para éstas y las próximas generaciones que confunden la historia, sino como una manera distinta de mostrar esos cuerpos a partir del zigzag de quien pasa sin verlos y que, aunque se desconozca la cifra oficial de fallecidos, alguien se detenga un instante para volver a reparar en ellos. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
“I've always been surprised by the small number of works in the last 25 years about the US invasion of Panama, be it in literature, cinema and any other art form. It feels as though collective memory has been filed away and long forgotten.} “This documentary, perhaps the first one made by a Panamanian, is a good opportunity to address an almost untouched collective trauma, and to analyze why so little has been said about it,” says Panamanian filmmaker Abner Benaim about his documentary Invasión. Rather than a cold research including facts, numbers, archive footage and so-called objective information, Invasión goes for the memories of all kinds of Panamanian citizens, from the indigent residents of the El Chorrillo neighbourhood, more privileged ordinary people to famous personalities like boxer Roberto “Mano de piedra” Durán and singer Rubén Blades. So expect a long string of brief and candid testimonies, filmed mostly in the places where the interviewees were at the time of the invasion back in 1989, which do make up a collective canvas of how folks with different viewpoints. Think of the tragedy and farce of the US operation to remove General Manuel Noriega from rule. Some people regard themselves as pro-Noriega, without acknowledging his being a dictator, as they were and are opposed to the participation and manipulation by the US in the fate of Panama — prior to the invasion. Others were and are against Noriega's corrupt dictatorship, but also were and are against the US invasion that left some many innocent people injured and dead, a catastrophe for which no exact number of victims has been established so far (of course, there's an explanation for this, which the film exposes). Invasión is not a naive picture at all, it unveils the many layers of a complex state of things that differed from the official story. An event that many would like to forget, even if they can't and won't be able to. So as the interviewees talk about, and also represent, the way things were when the US landed in Panama, you get to see individuals for whom deep emotions surface when the event is evoked. This is what matters most in a documentary that aims at apprehending the human factor. On the other hand, it's a bit too long for what it has to say, and even for how it says it. Ten or fifteen minutes less as well as fewer testimonies would have made a difference in its rythm and narrative progression. As it is, it sometimes stalls and becomes a bit repetitive. Other than that, Invasión is a fine piece that sheds light on an event that needs to be revised time and again.
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Invasión de Abner Benaim, de Panamá al mundo. Abner Benaim es un director panameño que no entiende por que no se han hecho documentales sobre la invasión de Panamá por parte de los Estados Unidos en el año 1989. cuando comienza a investigar, se da cuenta que no es solamente eso lo que falta, la invasión no se enseña en las escuelas, no se difunde en el mundo, no se explico a la población las razones detrás de ella… y ahí decide hacer un documental que cuente el echo. Lo interesante de este documental, o una de las cosas interesantes, es que en lugar de tratar de retratar la documental histórica de ese momento, busca reconstruir la memoria colectiva del pueblo que la vivió, así como también, las diferentes formas en que la gente recibió la presencia “gringa” en el territorio. Entonces el director hace que las personas revivan sus emociones, muestren los lugares y cuenten sobre los protagonistas y así va refirmando una especie de serie de fotografías en movimiento que retratan las diferentes versiones con las que se va encontrando. En el camino, como siempre pasa y como sobre todo los argentinos entendemos, se cruzaran los que apoyan y los detractores, cada uno sosteniendo su bandera incapaz de oír al otro, y en el medio, aquellos que solo quieren seguir viviendo en paz y que las cosas mejoren. Invasión es muy dinámico, horroriza por momentos y conmueve por otros, y por sobre todo, cuenta una historia muy profunda, de la cual por estos lares, solo conocemos que “USA invadió Panamá para obtener control sobre el canal” hecho al cual le dedica el único momento 100% educativo de la película, casi como banalizar la poca importancia de los motivos de semejante atrocidad. Como anécdota queda, que el director logro su objetivo, y llevo el debate al pueblo Panameño, siendo un éxito de taquilla y transformándose en la primer película de Panamá enviada a competir por la candidatura en los Oscars. Estrena en el GAUMONT y el MALBA , así que siendo una película tan interesante para ver, les sugiero a todos que se la agenden y vean Invasión.