Muchas ideas subyacen en este documental que no hace otra cosa que exponer las miserias humanas frente al daño que se ha hecho a la naturaleza. El director dispara varias puntas narrativas y en el camino se queda con poco y nada. A destacar, poderosa fotografía.
La conquista de las ruinas es una película coral, filmada en blanco y negro, que transcurre en distintos lugares de la región, desde el delta del Paraná hasta la Patagonia andina, pasando por Bolivia y la Ciudad de Buenos Aires. Allí el director boliviano Eduardo Gómez encuentra varios personajes a través de los cuales tematiza la relación entre el ser humano y su entorno. Una relación no precisamente armoniosa, más bien lo contrario. Así lo demuestra, por ejemplo, el minero que trabaja en una cantera y el obrero boliviano que se desloma en obras en construcción de la Ciudad, así como también un arqueólogo que ve cómo gran parte de los tesoros naturales patagónicos caen en las manos incorrectas y dos hombres de una comunidad aborigen que observan con tristeza como la urbanización desmesurada avanza en la zona de Tigre. Sus historias personales se entrelazan con las distintas maneras de pensar el mundo. Todos coinciden en señalar la tensión entre naturaleza y urbanidad, punteando así un estado de situación por el cual los recursos de la tierra terminan abocados al lucro. Si bien es un tema abordado por varios documentales en los últimos años, Gómez logra darle a su film un vuelo propio gracias a una mirada personal y una capacidad para vincular lo abstracto con lo material.
Se estrena comercialmente en Cine.Ar TV (el jueves 13 de agosto a las 20 y repite el sábado 15 de agosto en el mismo horario). A partir del 14 de agosto estará disponible en la plataforma Cine.Ar La Tierra es originariamente inhabitable para el hombre, nos dice Ortega y Gasset; habitar es un deseo humano. La relación entre el habitar y el construir es una antigua, e intrínseca, empresa del pensamiento humano. Sin resquemores el documental de Gómez aborda el tema con extraordinaria soltura. El habitar originario, de estar en la tierra, entre a los mortales, frente a los cielos y ante los dioses es un acto de resistencia. El relato de los entrevistados es diverso, pero en todos encontramos la profundidad del filosofar más originario. El habitar que antecede al construir es el punto de partida, intentando recuperar el misterio de lo ordinario y poniendo de manifiesto la elocuente heterogeneidad de lo profundo. El habitar es la manera como los mortales son en la tierra. Testimonios que actualizan modos de ser del pasado, del presente y vaticinan nuestra relación en un futuro cercano (la tensión entre el campo-pasado y la ciudad-futuro). En la expectación se percibe la interacción mutua de mente, cuerpo y lugar (disertaciones de campesinos sobre su labor); el reconocimiento de un espacio medido emocionalmente frente al medido matemáticamente (disertación de los mineros frente a la sublime montaña); una visión mítica del construir y del habitar del pasado (razonamientos de un arqueólogo y la tensión con el relato de los pueblos originarios), todos procedimientos del construir que implican el pensar, sentir y habitar el espacio. La cámara ojo registra con asombrosa certeza momentos significativos, en una cierta visión ligada al mundo cotidiano, aunque con atisbos míticos, religiosos y naturalistas. El blanco y negro de la imagen, sumado a la ambientación musical de Nico Deluca, generan atmosferas por demás expresivas. Este documental es un lugar, que esfuerza los relatos hasta construirlos en entes plausibles de ser medida, conformando en el juego que se estable entre ellos los puentes necesarios para instituir un espacio-lugar. Los puentes son solo para el espectador, ningún relato se solapa, la experiencia de ver este documental es el de recorrer el espacio oculto y cotidiano que se da entre las cosas. LA CONQUISTA DE LAS RUINAS La conquista de las ruinas. Argentina/Bolivia/España, 2020. Dirección, guion y fotografía: Eduardo Gómez. Con los testimonios de Juan Cuevas Brañez, Mayko Crispin Méndez, Reinaldo Roa, Santiago Chara y Sebastián Apesteguía. Sonido: Joaquín Rajadel. Edición: Damián Tetelbaum. Música: Nicolás Deluca. Distribución: Rodeo Distribución. Duración: 88 minutos.
Memorias ocultas tras el concreto. Crítica de “La conquista de las ruinas” Un filme registra cómo crecen los negociados que diluyen los vestigios de pueblos originarios bajo rascacielos utópicos El documental reflexivo de Eduardo Gómez profundiza en las conductas de los emporios inmobiliarios que tapan comunidades nativas y seres antiguos con sus edificaciones. Exhibe la explotación a sus empleados y borran toda huella histórica. Asimismo las dualidades de los actores sociales que participan de estos proyectos y se hallan en la disyuntiva: recordar a sus antepasados o continuar en la era moderna que los conduce a una vida sellada por el cemento y el olvido de sus herencias indígenas. Por. Florencia Fico. LA CONQUISTA DE LAS RUINAS - Dir. EDUARDO GÓMEZ - YouTube El argumento del documental “La conquista de las ruinas” aborda el testimonio de trabajadores de canteras y obreros de construcción. Countries. Los restos arqueológicos. La tierra que se junta y divide a todos. Los empleados cuentan sobre qué es y cómo se vive en ese mundo. El registro persigue los intereses para desarrollar una narración acerca de la ampliación de la urbanidad y sus efectos. Llegan otras ficciones y documentales - LA GACETA Tucumán El documental escrito y dirigido por el realizador boliviano Eduardo Gómez elabora una visión reflexiva e interpelante sobre los escenarios dicotómicos y preocupantes que aparejan: el avance inmobiliario sobre cementerios de pueblos originarios. El progreso de grandes edificaciones donde sus mismos trabajadores no cuentan con una vivienda digna. El usufructo de la tierra en zonas rurales sin tener en cuenta la historia que hay bajo ella. La migración a las grandes ciudades que reducen sus horizontes profesionales, frente, a sus lugares nativos que también los restringen a una actividad en la extracción en canteras; que pone en riesgo sus vidas. La ruptura de su vínculo ancestral versus sus propios deseos inconformistas. La conquista de las ruinas» (Estreno en línea: jueves 13 de agosto ... El guión presenta una cuestión social haciendo hincapié en cómo las personas pueden verse envueltas en contradicción con sus valores y a la vez denunciar las diversas problemáticas. Las voces autorizadas como: investigadores, paleontólogos, referentes de la comunidad originaria, los obreros de construcción y los empleados en canteras; todos ellos hacen de hilos conductores de un relato que intensifica la conciencia y la actitud del espectador. El registro exploratorio expone el significado que los une “la tierra”, por qué escogen sus estilos de vida destructivos, ahonda sus perspectivas ecológicas y demoledoras. Entre el entendimiento antropológico o la residencia por supervivencia. La conquista de las ruinas": una misma cosmovisión... | Página12 La fotografía de Eduardo Gómez obtuvo panorámicas de los territorios donde se trabaja como Villa El Chocón, dentro de las provincias de Río Negro y Neuquén, en Argentina y a su vez en Orcoma, en la localidad de Capinota, Cochabamba, en Bolivia. Asimismo planos cenitales para mostrar las profundidades de los cañones, travelling aéreo y plano flip over que da la sensación de un mundo al revés. Como su tratamiento de color en blanco y negro que da ese pensamiento de capturar el pasado y un futuro incierto. Críticas: Crítica de “La conquista de las ruinas”, de Eduardo ... “Nosotros pedimos que nos devuelvan los cientos de cuerpos de nuestros ancestros que quedaron debajo de los countries. Las inmobiliarias no sólo nos dejaron sin tierra, si no también sin memoria”, manifiestan los indígenas sobre la apropiación de sus espacios en los que vivieron sus ancestros. Este jueves se estrenarán un documental y una ficción en Cine.Ar ... Por un lado, el paleontólogo Sebastián Apestegía comenta: “Cada momento en la tierra tuvo su flora y fauna característicos, con sus propias reglas, y las mismas dan paso a otro momento también sus propias reglas. Nuestro momento en el planeta está siendo signado por todo lo que le estamos haciendo a la tierra”, quien advierte del impulso y crecimiento de las grandes urbes que ponen en riesgo la evidencia histórica. Significa la eliminación y modificación de los restos de biodiversidad y ecosistemas que estuvieron antes de la presencia de la humanidad. LatAm cinema » Bolivia apuesta por su documental: tres nuevas ... Por otro lado, un trabajador de obras que viajó de su Bolivia natal a Argentina expresa: “Los obreros construimos las casa y los edificios con todo nuestro esfuerzo sabiendo que nunca vamos a poder habitar esos lugares”. Este jueves se conoce el documental “La conquista de las ruinas ... La músicalización de Nico Deluca está marcada por arreglos electrónicos para dar el efecto de contraste entre lo antiguo y lo moderno. Los instrumentos de cuerdas como el violín o el acordeón provocan un sentimiento de tensión y al mismo tiempo de melancolía. La conquista de las ruinas": un viaje con foco en la tierra y su ... La ópera prima del realizador Eduardo Gómez reaviva el debate con un documental reflexivo sobre el tratamiento a la tierra con un enfoque filosófico, científico y espiritual. Alimenta distintas formas para describir cómo se idea, sostiene, lucha o se lucra, negocia y se perjudica al medio ambiente; mediante la extracción o la proliferación de edificaciones por presiones inmobiliarias. PUNTAJE:80 Dirección Guion Fotografía Arte
¿Qué tienen en común las superpobladas ciudades de la Argentina y sus habitantes con los desérticos páramos en donde los pobladores viven a enormes distancias los unos de los otros? La conquista de las ruinas es un documental que se propone unir estas y otras dicotomías, observando la vida de varios trabajadores de ambos lugares, al mismo tiempo que reflexiona sobre la transformación de las cosas y el devenir de los tiempos. Se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. Partiendo desde las canteras donde se originan los materiales para la construcción, La conquista de las ruinas nos propone un recorrido casi esotérico por los procesos de destrucción y reconstrucción que implican el avance de la civilización. En el trayecto, de forma caótica, el film recorre diferentes aspectos que circundan las excavaciones y los sitios de construcción, relacionados con la vida de sus trabajadores, los sitios arqueológicos donde las huellas del pasado esperan a ser descubiertas y los asentamientos profanos que la sociedad que se autodenomina civilizada llama “barrios privados”. El recorrido es errático, pero el hilo conductor se va armando, tiene un sentido intrínseco que se va develando a medida que transcurren los distintos testimonios. Desde los trabajadores de las canteras que arriesgan sus vidas diariamente, hasta los orgullosos albañiles que trabajan en Buenos Aires en la construcción de los gigantescos edificios que la pueblan, la transformación de los materiales sirve como espacio de unión entre el más desértico de los paisajes hasta la superpoblada urbe y, en ambos casos, los trabajadores que las habitan y que tienen un solo objetivo, subsistir. El relato lo complementa la faceta antropológica de ambos procesos. Por un lado, la paleontología sumergida en esos paisajes inhóspitos y despoblados, desenterrando los restos fósiles de animales que nos preexistieron hace millones de años, y por otro lado el desamparo de los últimos habitantes autóctonos de la zona del delta del Tigre que, sin ayuda ni apoyo de las instituciones, ven sus cementerios tapados por barrios privados, sus lugares de adoración profanados y destruidos por quienes los quieren correr de la zona en pos del progreso y la evolución y sus ocupaciones de antaño eliminadas, no dejándoles más opciones que una semiasimilación a la sociedad, para no morir de hambre. La tierra se vuelve entonces en el vínculo entre estos seres humanos alejados en su etnia, formación, religiosidad y hasta nacionalidad, y el director Eduardo Gómez está consciente de eso. El gran protagonista de este film son sus paisajes encuadrados con una dedicación asombrosa, convirtiendo muchos de sus planos en una fotografía digna de conservar pero, al mismo tiempo, despojándolos de los colores característicos de las zonas de las sierras y los cañones que tantas postales han generado a lo largo del tiempo. Porque no es su belleza lo que prevalece, es su impronta, esa misma que la civilización va destruyendo para así poder continuar con la creación del paisaje monótono y repetitivo que en las grandes urbes se multiplica hasta el infinito. La conquista de las ruinas es un potente documental que se nutre de la contemplación tanto como de los testimonios y que, con una belleza muy particular, logra articular la literalidad de la destrucción de la materia prima para la construcción del producto final, con lo metafórico de los ciclos de la vida. Es una gran pena que el film, por las circunstancias actuales, pierda gran parte de su potencial al no poder ser proyectado en las inmensas pantallas cinematográficas. Aun así, no deja de ser un bello relato que todos podrán disfrutar.
La cita de un fragmento de El entierro de los muertos de T.S. Eliot y el plano general de un hombrecito trepado a una cantera de piedra caliza en Orcoma, Cochabamba, bastan para capturar toda la atención del espectador dispuesto a averiguar en qué consiste la «conquista de las ruinas» según Eduardo Gómez. Así se titula la hipnótica opera prima que el realizador boliviano filmó en su país y en el nuestro, y que aborda la relación de los seres humanos con la tierra en sus distintas acepciones: hogar; última morada para nuestros cuerpos; suelo generoso en alimentos, hierbas medicinales, minerales, evidencias (pre)históricas; ecosistema violentado. En sintonía con los versos del escritor británico-estadounidense, Gómez reconoce la elocuencia de las imágenes en principio segmentadas («rotas» califica Eliot); por lo pronto las captura en lugares tan disímiles como las mencionadas canteras, edificios erigidos en el centro porteño, el interior de una villa miseria, humedales y cementerios indígenas en el Delta del Tigre, la localidad fosilífera de La Buitrera en la Provincia de Río Negro. La fotografía en blanco y negro alimenta la evociación de recuerdos, anhelos, miedos –otras palabras de Eliot– y de sueños por parte de los cinco protagonistas del largometraje: el obrero y agricultor Juan Cuevas Brañes, el albañil Mayko Crispin Méndez, el paleontólogo Sebastián Apesteguía y los descendientes de pueblos originarios Reinaldo Roa y Santiago Chara. Gómez encuentra en esos escenarios y en esos personajes el marco y la capacidad de reflexión necesarios para abordar cuestiones existenciales y sociales profundas. Entre las primeras, figuran nuestra doble naturaleza constructiva y destructiva, y las implicancias de nuestra condición mortal. Entre las segundas, el reconocimiento de una brecha –cada vez más grande- entre privilegiados y condenados, las distintas maneras de lidiar con esta desigualdad, las consecuencias perniciosas del desarrollo urbano, las marcas históricas que les dejaremos a los estudiosos de nuestro presente. Se trata de temas que al cine (o a una buena porción de sus espectadores) le(s) cuesta digerir, y sin embargo este realizador novel consigue tratarlos con criterios estéticos y poéticos absolutamente magnéticos y conmovedores. Desde esta perspectiva, La conquista de las ruinas constituye una opera prima muy prometedora, y de paso un exponente auspicioso del cine que Bolivia produce sola y, a veces, como en este caso, con la colaboración de la Argentina. Cuando el aislamiento anti-coronavirus llegue a su fin y las salas de cine estén en condiciones de reabrir sus puertas, convendría que este largometraje se proyecte en pantalla grande. En estas circunstancias el público apreciará todavía más la fotografía de Gómez, la banda original de Nicolás Deluca y las palabras lúcidas de Cuevas Brañes, Crispin Méndez, Roa, Chara y Apesteguía.
La sabia naturaleza tiene nobleza y memoria La Conquista de las Ruinas (2020) es una coproducción de Argentina, Bolivia y España. Ópera prima, escrita y dirigida por Eduardo Gómez, y cuenta con música original de Nico Deluca. Si escucháramos el ritmo de nuestro corazón, y retomáramos el camino natural que trazaron nuestros sabios indígenas, recuperaríamos el sentido de nuestras aisladas vidas hacia una constructiva y simple felicidad. Este sensible largometraje documental relata las paradojas del poder de destrucción y construcción del ser humano. Trabajadores de canteras, paleontólogos, obras de construcción y barrios privados. Sus historias de vida. Excavaciones paleontológicas. La tierra los une y los separa, y cada uno tiene una interpretación de cómo debería ser este mundo … La película de Gómez fue filmada en blanco y negro por un equipo de realizadores argentinos y bolivianos en locaciones de Villa El Chocón, entre Río Negro y Neuquén, en Argentina, y en Orcoma, en la provincia de Capinota, Cochabamba, Bolivia. La elección del blanco y negro resulta muy atinada, dado que aporta realismo al drama que la sociedad tapa quitando el color de una vida real, que bien podría ser feliz. De todas maneras, el realizador exhibe sus contrastes y matices. Las locaciones, sonido ambiente, música y testimonios del Paleontólogo Sebastián Apesteguía, de los obreros Juan Cuevas Brañes y Mayko Crispin Mendez y los indígenas Reinaldo Roa – Santiago Chara complementan. La premisa está bien planteada desde el inicio y cada palabra, cada mirada, cada objeto, parecen sinceros al utilizar primeros planos, transmitiendo simpleza y tristeza, que duelen al conocer cómo fue trazado el camino desde sus comienzos, de lo que es capaz la codicia del ser humano que no respeta ni valora a los demás ni a la naturaleza y a su historia, borrando huellas, eliminando parte de nuestra existencia para siempre. Así de crueles somos capaces de ser. La ironía es que solo nosotros mismos somos los responsables de reconstruir lo destruido y cuanto antes comencemos, mejor. Muchos mensajes deja este impecable trabajo para que reflexionemos, sin embargo comparto un momento que me emocionó y dejó un nudo en la garganta hasta ahora. Luego del duro trabajo de un obrero -vale remarcar que se nota su amor al trabajar y no odio – comparte un pensamiento con un compañero al observar su creación: una lujosa y enorme casa de un barrio privado que tiene un enorme patio y un lago… “ojalá los dueños disfruten sus momentos en ese lugar que tanto nos costó construir… ojalá sean muy felices y solo se escuchen risas, no peleas…” Pero luego al ver a los dueños encerrados y preocupados por lo que tienen que pagar para sentirse seguros (cuando la seguridad no existe) dentro de esa aislada casa, sin utilizar el jardín, notan que no son libres, porque no pueden disfrutar ni apreciar el vuelo de un pájaro. ESTÁN PRESOS EN UNA CÁRCEL QUE SE GENERARON ELLOS MISMOS. Entonces, viene el listado de preguntas que nos increpan y golpean para que reaccionemos y demos valor a lo que nos rodea…
Cimientos sobre la memoria Lugares que resguardan una historia; cimientos que se construyen como la vida de los trabajadores. ¿Quiénes son los que están detrás de lo que se destruye y construye? Paleontólogos. Trabajadores de canteras. Obras en construcción y barrios privados. La tierra los une y los separa, cada uno tiene una interpretación sobre qué es este mundo y cómo debe ser habitado. Eduardo Gómez, escritor y director de su ópera prima, nos invita a reflexionar con este esclarecedor documental. La Conquista de las Ruinas (2020), coproducción entre Bolivia, Argentina y España, nos regala hermosas imágenes que recorren la Ciudad de Buenos Aires, pasando por la Patagonia Argentina hasta los paisajes rocosos de Orcoma en Bolivia. Todas ellas están concatenadas a través de sus personajes, quienes por medio de sus reflexiones, convicciones y creencias, nos cuentan cómo son sus vidas y las de quienes habitaron las mismas tierras. Lo interesante del filme no es solo su contenido sino también la bella forma en que la música, compuesta por Nico Decano, nos invita a contemplar dichos lugares, como si fuera la última vez. "Varios se sentirán identificados con este film ensayo; pues muchos de nosotros ponderamos más la memoria por sobre el negocio inmobiliario."
La conquista de las ruinas es una película documental con varios personajes que no interactúan entre sí pero que se vinculan de diferente manera con la tierra. Filmada en blanco y negro en escenarios de Villa Chocón, entre las provincias de Río Negro y Neuquén y también el territorio boliviano de Cochabamba y el delta del río Paraná. Sus protagonistas son un minero que trabaja en una cantera, un obrero de origen boliviano que desde hace años se desempeña en la industria de la construcción en Buenos Aires, un paleontólogo y dos miembros de una comunidad aborigen que luchan contra el avance de los barrios privados. De forma fluida la película los conecta y escucha sus historias. Desde ideas complejas sobre la sociedad a bajadas de línea un poco obvias, pasando por historias de espíritus, la película es bastante sobria aunque claramente toma partido y marca postura ideológica. Pero los mismos obreros de la construcción de ríen con los relatos de fantasmas que son tomados con profundidad por otros personajes. Pero lo que le da un balance positivo al film es la capacidad del director de encuadrar y fotografiar en impactantes planos generales, de la naturaleza o urbanos, marcando desde lo cinematográfico lo que las personas buscan decir con palabras. Por momentos la película logra ser misteriosa y bella, mostrando casi siempre un cuidado estético que es su discurso más contundente.
MAGNETISMO NATURAL Una primera lectura, más bien desprevenida y poco justa, podría relegar la película de Eduardo Gómez, La conquista de las ruinas, a un conjunto bastante frecuente y bien definido de títulos que pertenecen más a un trabajo de semiosis estética que al mundo del cine. Se sabe: hay una tendencia a sobreactuar en pantalla con estudios culturales que gana adeptos en ámbitos académicos. Pero, afortunadamente, este no es el caso. Detrás del gesto discursivo se abre una dimensión poética que le debe más al corazón que a la razón. Un epígrafe de T.S. Eliot no debe asustar ni temer a la solemnidad, porque el plano general que abre la película ya nos sumerge en una imagen al mejor estilo Herzog cuando nos susurra que somos hormigas perdidas en la naturaleza. Más allá de la ligazón referencial de lo que vemos (o creemos ver), lo que prima es la hipnosis hasta que enganchamos que se trata de un hombre perdido entre las piedras calizas en Orcoma, Cochabamba. La fuerza de esa imagen ya es un motivo para quedarse. Una nube de polvo inundará la pantalla a medida que el sonido nos envuelva por completo. Ver y oír crean entonces una sana perplejidad. Se trata de trabajadores y uno de ellos dice que la muerte está a un paso. El lo dice y lo sentimos. Y de este juego de voces que refieren una problemática acompañada de un registro exploratorio/poético se nutre la propuesta de Gómez, con dos aciertos destacables. El primero es la elección del blanco y negro, una forma de igualar los diferentes planteos argumentativos más allá del ida y vuelta por Bolivia y Argentina. El otro, no irrumpir desde una posición enunciativa omnipresente, un vicio que, en los tiempos del regodeo del Yo, es recurrente en los documentales. De modo tal que el dilema de los obreros en Bolivia puede dar paso a la forma en que las corporaciones se apropiaron de las tierras indígenas para construir barrios privados o montar negocios, con las consecuencias morales y ambientales que han provocado, o al testimonio de un paleontólogo que advierte el peligro de los avances indiscriminados ante la naturaleza, sobre todo porque afecta a la memoria de los pueblos. Es decir, hay una tesis en la película, pero nunca una única voluntad. Son las palabras, pero también las cosas. Y las cosas forman parte del mundo del cine. Para ello existe un director que logra trascender el plano verbal y trabaja su mirada con cautela, con un diletantismo que ejerce fascinación y le devuelve a la naturaleza lo que los medios y los abusos humanos le sacan. Y en esa labor estilizada los espacios pueden ser disímiles (las mencionadas canteras, edificios del centro porteño, una villa, cementerios indígenas en el Delta del Tigre, la localidad fosilífera de La Buitrera en la Provincia de Río Negro), pero la desigualdad y la injusticia son lo mismo. No obstante, no es otra película de denuncia; tampoco de esteticismo vacuo. Es una película justa, con el equilibrio necesario para abordar cuestiones sociales concretas y problemas existenciales sin caer en la solemnidad, que merece verse en una sala.
Es un documental, opera prima del boliviano Eduardo Gómez, en una co-producción entre Bolivia, España y Argentina, que hurga en la función del hombre como depredador de la naturaleza, como destructor de culturas y también como constructor de ciudades y casas, que alguna vez volverán a ser ruinas. Un proyecto ambicioso que recoge testimonios en zonas bolivianas y del sur argentino que tiene altibajos. A valiosas reflexiones y algunas imágenes muy potentes, le da el mismo valor que a la cotidianeidad e ingenuidad de los obreros que participan, sin decisión propia y por necesidad, de lo que ocurre. Entonces se mezclan trabajos científicos con tradiciones valiosas y creencias populares orales , solo enumeradas. Desniveles que no invalidan la ambición un tanto desmesurada de esta producción.
Construcción y destrucción La ópera prima de Eduardo Gómez desarrolla con una estética expresionista la problemática de la explotación de la tierra por parte del hombre en Villa El Chocón, entre Río Negro y Neuquén, en Argentina, y en Orcoma, en la provincia de Capinota, Cochabamba, Bolivia. A través de varios personajes vemos la historia de la apropiación del espacio, y con ella, la pérdida de la memoria colectiva mediante la destrucción de los restos fósiles existentes en el lugar. Por una lado, Juan Cuevas cuenta sus experiencias como obrero en la extracción de piedras y en la construcción de edificios en la ciudad. Por otra parte, los pueblos originarios cuyos cementerios fueron sepultados por el negocio inmobiliario de Barrios Privados, hablan de siglos de despojos. A su vez, un investigador de CONICET reflexiona sobre el tema mientras, por otra parte, un paleontólogo encuentra pequeños fósiles de animales que existieron junto a los dinosaurios. La conquista de las ruinas (2020) está filmada en un estético blanco y negro y con una composición visual precisa, que da textura y expresividad a los territorios. De este modo, junto con el trabajo del enrarecido sonido, la película le otorga personalidad a los espacios, convirtiendo a los humanos en meros personajes secundarios. El trabajo sobre el ambiente excede a esta coproducción entre Bolivia y Argentina, los despojados y damnificados por la extradición fueron retratados en varios documentales. De igual modo sucede con el (mal)cuidado del medio ambiente, el otro gran problema de nuestro tiempo. Pero el trabajo de Eduardo Gómez tiene la capacidad de recuperar todos esos temas y atravesarlos por la destrucción de las ruinas que, como el paleontólogo menciona, son indicios sobre nuestro pasado que la tierra nos entrega.
Las imágenes son impactantes. La manera en que se entrelazan las historias llama la atención por su elegancia y fluidez.