Expandir el universo de La gallina Turuleca era, a priori, un ejercicio de imaginación muy interesante ya que la canción que le dio origen -popularizada por Gaby, Fofó y Miliki a comienzos de los 70- no iba mucho más allá de una somera descripción de su aspecto y de su mala costumbre de poner huevos en lugares inconvenientes. Sin embargo, con los resultados a la vista, el debut cinematográfico del ave cacarea por caminos tan transitados como previsibles. Si se tiene en cuenta que el público al que apunta este film es el de los (muy) chiquitos, lo del lugar común no sería tanto inconveniente; más preocupante sí, es el problema estructural de la narración, reducida a una sucesión de situaciones de vuelo corto: Turuleca es discriminada por su aspecto, encuentra a una dueña que la acepta y valora, aprende a hablar, un accidente la lleva a unirse al circo donde en un parpadeo se convierte en atracción, hay un villano, llega a la gran ciudad… y así. No hay mucho tiempo ni voluntad para profundizar en situaciones o personajes, el objetivo parece ser apresurar una serie de imágenes coloridas, intercaladas con un puñado de eclécticas canciones (desde Macarena hasta Será que no me amas, pasando por La vie en rose) colocadas con precisión quirúrgica y sin demasiada justificación. Se extraña alguna alusión manifiesta a los payasos televisivos más allá de una forzada referencia a Don Pepito y a Don José, aunque sí las hay a Volver al futuro, E.T. o Coco, entre otras. Si bien se le notan las buenas intenciones, a esta gallina Turuleca el cine le queda grande.
La gallina Turuleca, el personaje de la canción de Gaby, Fofó y Miliki que hemos cantado y han cantado generaciones enteras, se corporiza en esta película de animación, coproducción con España, que se estrena para las vacaciones de invierno locales, con las voces de Guillermo Francella, Flavia Palmiero y Sofi Morandi. Turuleca no es aquí una gallina ponedora de huevos como era en la letra de la canción. Bueno, cuando arranca la película “Turu” no puede poner huevos, y es vendida por un inescrupuloso a Isabel, una ex profesora de música, que está jubilada y tiene una granja. Pero, para sorpresa de su nueva dueña, Turu no solo hablará, sino que también cantará. Todo marcha bien hasta que Isabel sufre un accidente y pierde la memoria. La ambulancia se la lleva a la “gran ciudad”, y Turu termina en un circo, cuyo dueño está a punto de perderlo si no le paga lo que le debe a Armando Tramas (!). El hijo del dueño del circo descubre a la gallina de los huevos de oro: Turu se transforma en un fenómeno, y Armando, por más que empiece a recuperar el dinero, la querrá para sí. Más canciones Antes de que alguien diga Dumbo -a Turuleca le hacían bullying en el carromato antes de que la vendieran, y como el elefantito de Disney se transforma en el número principal de un circo- se sumarán más canciones , alguna de los famosos payasos españoles, como la de Hola don Pepito, Hola don José, una versión aggiornada de Macarena, y más. La animación está bien, la película ganó el Goya al mejor filme de animación en 2021 y la estructura es ordenada, porque el filme está orientado al público infantil-nada de multiversos-, y si están en la granja, están en la granja, luego pasan al circo, de allí a “la gran ciudad” y así, sin saltos temporales ni de lugar que compliquen nada.
La ganadora del premio Goya y del Platino Ganadora del Premio Goya en el rubro de Mejor película de Animación y del Premio Platino del Cine Iberoamericano a Mejor Película de Animación, La gallina turuleca cuenta con un elenco excelente de cara a lo que se relaciona con uno de los puntos más importantes, sobre todo en lo que tiene que ver con la construcción de la voz y expresividad de los personajes; en paralelo, suma para difusión y llegada al público la incorporación de nombres reconocidos popularmente. En este caso son de la partida Flavia Palmiero (con toda la experiencia que la actriz posee en su vínculo con los espectadores infantiles) interpretando a Isabel, una mujer vivaz y risueña, dueña de la gallina que da origen a la aventura posterior que la película cuenta. El vínculo con Turuleca es afectuoso y cercano y la pinta de cuerpo entero frente a su visión de la vida y la felicidad. El villano es interpretado correctamente por Guillermo Francella: Armando Tramas es un brutal manipulador que busca adueñarse de todo lo que es posible, en un camino de ambición más que desmedida, y en su camino se obsesiona con obtener también a Turuleca. También participan Sofía Morandi en el rol de Lucía, una alegre niña trapecista; Rolo Villar; y la actriz de doblaje Agustina Cirulnik. Como espectáculo para los niños más pequeños (considero que no más de 6 años), es recomendable La gallina turuleca por un trabajo general que sugiere ejemplos humanos para los espectadores que aún se encuentran en construcción de la mirada del mundo y el contexto que los rodea.
Huevos de oro en el cine infantil argentino Producción que recupera algunas canciones emblemáticas de antaño para construir un relato sobre la búsqueda de sueños y que aspira a grandes audiencias con la universalidad de su desarrollo visual. Es curioso el caso de las coproducciones, películas locales, ideas autóctonas, que comienzan a traspasar fronteras en la búsqueda de inversores que apuesten a la difícil tarea de producir animación por estos lugares. Monigote y Gondell desarrollan la propuesta estética de La Gallina Turuleca a partir del dejo nostálgico que atraviesa la historia por la reconocida canción que unos payasos hicieron famosa allá por los años sesenta, movilizando a niñes y adultes a conectarse con el mundo del circo. Acá Turuleca, la protagonista de la propuesta, es una gallina que sufre el acoso verbal de sus compañeros en la granja donde vive. Su fisonomía, y algunas características físicas la convierten en objeto de burla de todos. Cuando Isabel, una amable anciana ex profesora de música decide adoptarla, Turuleca siente que no sólo su vida cambia por el entorno, sino que descubrirá su pasión por el canto y el mundo del arte. Pero cuando a la señora la internan en un hospital, la pequeña ave decidirá buscarla, perdiéndose por el mundo, el que le deparará un sinfín de aventuras. Paralelamente un circo intenta resistir a un siniestro villano que desea cobrar una deuda de la que le es imposible zafar, perdiendo, de no concretar el pago, no sólo su fuente de trabajo, sino principalmente la comunidad y el espacio de cooperación y buen clima en el que viven. Así, entre aquello que no está y que se quiere recuperar, más la incorporación de todo lo que se debe imaginar para salir adelante, La Gallina Turuleca bucea en fórmulas y esquemas tradicionales de relato para potenciar el camino del héroe, en este caso de la heroína, y reforzar ideas asociadas a valores, simpleza e identidad, pero también sobre respeto y revalorización del diferente, sumando además, algunos hits populares que funcionan como separadores dentro de la estructura narrativa. La animación se presenta con transiciones que no resuelven correctamente los movimientos de los personajes, transitando entre un horizonte de productos que buscan una proyección universal por su relato, pero que lamentablemente no puede resolver algunas falencias iconográficas y estéticas básicas. Aún así, en su simpleza narrativa, en su refuerzo de lugares comunes y estereotipos, La Gallina Turuleca amplía desde el humor su propuesta, sumada a la participación, por ejemplo, de Guillermo Francella como el villano del turno, un malo que se las trae en tiempos de crisis.
Un tema musical que pasó a ser parte del paisaje sonoro de los argentinos por la versión tan exitosa de esos payasos inolvidables. Aquí es una agradable excusa para la historia de una gallina particular, que a pesar del estribillo tiene un drama y una virtud únicas. No sabe poner huevos pero habla y canta. En esta animación premiada por un premio Goya y con producción española-argentina. Está todo servido para que sea un éxito de estas vacaciones. Con guion de Pablo Bossi, Juan Pablo Buscarini y Eduardo Gondell – este último es uno de los directores con Víctor Monigote, la historia tiene los ingredientes de aventura, peligro, valoración de la amistad y un villano que se las trae para hacerla muy entretenida para los más chicos. La gallinita primero es adoptada por una profesora jubilada, luego pasa a un circo donde se transforma en estrella y es víctima de un ser oscuro que quiere apropiarse de su talento para explotarla. Es ágil y fluida. En la voz de los personajes Flavia Palmiero hace de una señora mayor pero vuelve a cantar (nostalgia de la Ola verde) y para el más malo Guillermo Francella se luce en una labor que aborda por primera vez.
UN CUENTO PEQUEÑO Y NO MUCHO MÁS Por más de cuarenta años, la canción llamada La gallina Turuleca -popularizada y hasta inmortalizada por Gaby, Fofó y Miliki en la década del setenta- ha atravesado y conectado con varias generaciones, a través de una letra pegadiza y que al mismo tiempo insinuaba una historia más grande. Sin embargo, la expansión del universo musical a partir de un vehículo cinematográfico no dejaba de ser desafiante y lo cierto es que esta película animada, coproducción hispano-argentina, solo cumple sus objetivos a medias. El film dirigido por Eduardo Gondell y Víctor Sevilla, hay que admitirlo, se da cuenta que, si solo sigue lo que pauta la canción, va a encontrarse con límites narrativos y estéticos rápidamente. En cierto modo, pareciera tomar en consideración las lecciones dejadas por ese bodrio absoluto que fue Manuelita. Por eso el guión, escrito por Pablo Bossi y Juan Pablo Buscarini, trata de explorar otras vertientes y construir un relato que sacuda, aunque sea mínimamente, las expectativas. De ahí que presenta a Turuleca como una gallina singular, con un aspecto flacucho e imposibilitada de poner huevos, que la convierte en el hazmerreír del gallinero donde nació. Ese destino de intrascendencia es interrumpido cuando Isabel, una ex profesora de música, la lleva a vivir a su granja, donde terminará descubriendo un talento oculto: no solo es capaz de hablar, sino también de cantar como ninguna otra gallina. Ese don inesperado la llevará a formar parte del Circo Daedalus, en un recorrido no exento de dificultades. Otra cuestión de la que se hace cargo el film -y con adecuado orgullo, sin culpa alguna- es que su diseño apunta al público más infantil. Esa consciencia le sirve para impulsar su narración sin timidez, confiando incluso en unos cuantos pasajes en lo que insinúan los cuerpos y las acciones, dejando de lado los diálogos redundantes. Por eso quizás la primera mitad es la más sólida, a partir de cómo va delineando un proceso de amistad, aprendizaje y autodescubrimiento bastante honesto y alejado de lo aleccionador. Aún así, hay varios momentos que pretenden incorporar lo bailable y lo musical que lucen forzados, casi de compromiso para conectar con una audiencia actual. Ya en la segunda mitad, a partir de la irrupción de un villano llamado Armando Tramas, que amenaza al circo y busca apropiarse de Turuleca, es donde la película empieza a caer en el territorio tan temido de las lecciones de vida, además de la acumulación de estereotipos un tanto gastados. Eso lleva a un agotamiento de la propuesta, que aún así se las arregla para desplegar algunos elementos conceptuales interesantes. De ahí que La gallina Turuleca sea una película correcta pero mínima, con una construcción narrativa noble, aunque limitada en el armado de sus conflictos.
La Gallina Turuleca es un filme prohibido para adultos, qué toma un poco la idea de Manuelita de rescatar a un personaje popular de una canción, para así hacer un filme de él. El problema es que al igual que en manuelita. Eso se siente como una forma de querer a hacer dinero, más que de ser un homenaje artístico a ese personaje. La película está más o menos bien en normas generales, a nivel técnico, a nivel de voces, a nivel de argumento; pero no entusiasma al espectador, o al menos a este espectador, y si bien es cierto puede funcionar para los más chicos, para los adultos puede resultar verdaderamente insoportable; es una película que para los más grandes no tiene absolutamente nada para ofrecerles, ningún guiño a nada, ninguna apelación a la nostalgia siquiera, ni hablar de algún tipo de profundidad, o de algún tipo de cuestión a dilucidar por la inteligencia; ver un maratón de Winnie Pooh podría ser más divertido para un adulto que ver la gallina Turuleca. Además, tiene el problema de que la animación se siente como atrasada en el tiempo, 2 décadas probablemente, no está ni cerca de lo que se logró a nivel nacional con metegol, que era una gran producción a nivel de Hollywood, y los rostros de los personajes se los ve muy duros las texturas muy plásticas, y sobre todo el color, muy plano, no dando la impresión de que sean personajes vivos, sino muñecos en la pantalla, y ya habiendo visto cientos de películas de una calidad muchísimo mejor, se siente como quedada en el tiempo. La película quizás pueda funcionar como para ponerla en un jardín de infantes y que los niños la vean y la disfruten, o como para hacer una salida con el jardín de infantes al cine, y luego en la fiestita del fin de año del jardín de infantes, al igual que como hace 20 años, ponían el casete entero de manuelita, pero ahora poner el playlist de la banda de sonido de esta película en Spotify, desde que comienza hasta que termina. Lo curioso de todo esto, es que la gallina Turuleca es un personaje qué tiene relevancia en público de 40 o 50 años para arriba quizás, no es un personaje moderno y el efecto de darle la nostalgia y el revivir las cuestiones de la infancia del público adulto no está para nada desarrollado en este filme, no tiene absolutamente nada para los adultos, y en ese sentido falla miserablemente, o quizás no falla, porque ni siquiera da la impresión de que hayan tenido esa intención en algún momento, y en todo caso podríamos decir qué es una oportunidad perdida para agradar al público que ya no va a la escuela. Entonces quizás no es un fallo, sino más bien, un abandono de persona hacia los adultos que se criaron con esas canciones. Otro apartado merece las voces, que en normas generales están bien y se destaca la voz de Guillermo Francella como el villano, qué está muy bien, pero las voces solas no alcanzan para entusiasmar; así que, si no tienen un niño en edad preescolar, no tienen nada que hacer en un cine con esa película. Calificación: "Prohibida para mayores de 10 años, ;)".
La gallina turuleca es una coproducción entre España y Argentina ganadora del premio a mejor largometraje de animación en los premios Goya. Está basada, claro, en la famosa canción popularizada por Gaby, Fofó y Miliki, los populares payasos españoles. Claro que la protagonista de la historia es una gallina, Turu, cuyo talento para cantar (y claro, hablar) la convierte en una mina de oro. Quedará en su poder el salvar a un circo al borde de la quiebra, pero al mismo tiempo encontrar su vocación de estrella. La canción del título por supuesto que aparece, así como algún otro tema de los conocidos payasos. Pero si hay algo a destacar es que la película presta mucha atención a realizar un repertorio de temas modernos, no para chicos, sino populares en sí mismos. Es bastante prolija la manera en la cual la película combina lo clásico con lo moderno y se da también el lujo de tener varias voces bien logradas, como Guillermo Francella, Flavia Palmiero y Rolo Villar, en la versión para Argentina, que difiere de las voces usadas en España. Animación lograda sin tampoco nada memorable, pero con dos o tres momentos muy bien conseguidos y una graciosa actualización de conceptos e ideas, incluyendo el derecho a poner huevos o no. Los más veteranos saldrán cantando del cine la canción más pegadiza que tuvo su infancia.
Hay una gallina que no puede poner huevos pero tiene un gran talento musical, separada de una dueña que la adora y ha perdido la memoria, y el cuento del reencuentro a través de un circo. No hay nada más que eso y, en muchas variaciones, la tradicional canción que hicieron famosa Gaby, Fofó y Miliki. “Pero jefe, ¿vale la pena pagar la entrada?”. Y, vea... no es indecorosa, tiene buenos momentos, no se aleja de fórmulas recontra establecidas y tiene un villano que no está en los anales de los más grandes de la historia. Pero aún así, incluso si pretende ser un cuento aleccionador desde que se entra a la sala hasta que se sale de ella, uno no siente nunca vergüenza ajena: la realización tiene un estándar de calidad que nos permite mantenernos (moderadamente) interesados en la anécdota durante todo el rodaje. Se llevó premios en todas partes (los Platino, los Goya) y es probable que no estén del todo injustificados.