Siempre se habla del “hombre gris” de ciudad. Muchas veces nos contaron su historia, pero no así la de la mujer, en las mismas condiciones y que en el anhelo de poseer un vestido de Christian Dior termina por cambiar su vida. Una película luminosa y alegre, a pesar de estar contextualizada en un momento difícil de la humanidad.
Anthony Fabian dirige esta adaptación de la novela de Paul Gallico, protagonizada por Lesley Manville. Una comedia dramática de época que nos habla sobre los sueños, la recuperación del tiempo perdido y la forma de sobreponerse ante la adversidad. «Mrs. Harris Goes to Paris» es una nueva versión de «Mrs. ‘Arris Goes to Paris», una novela de 1958, que fue llevada en más de una oportunidad al medio audiovisual, con dos películas para televisión y un especial que también terminó en la pantalla chica. La versión de Anthony Fabian comprende la producción más importante hasta el momento y tiene como protagonista indiscutida a Lesley Manville («Panthom Thread», donde medio que componía un personaje totalmente opuesto al de esta ocasión), una señora muy alegre y positiva, que se dedica a limpiar casas de gente acaudalada en la Londres de la posguerra. La señora Harris se entera que su marido falleció en combate y decide gastarse sus ahorros para ir a Paris en busca de un vestido de Christian Dior. Probablemente, esta película cuente con varios recursos arquetípicos bastante vistos y basados en fórmulas por demás usadas. No obstante, la luminosidad con la que se desarrollan los hechos, el compromiso de Manville como la señora del título al igual que sus compañeros de elenco: Jason Isaacs, Isabelle Huppert, Alba Baptista, Ellen Thomas, Lucas Bravo y Lambert Wilson (entre otros), y una bella reconstrucción de época hacen que esta auténtica crowd pleaser/feel good movie se eleve por sobre la media y se anteponga a los lugares comunes. El largometraje correcto y modesto presenta a un personaje entrañable y humilde, que lo único que quiere es sentirse especial al menos una vez y decide ir en busca de sus «sueños». En medio de su rutina laboral, descubre que la dueña de casa posee un vestido Dior, y se enamora a primera vista del mismo. Por ello, decide visitar Paris para poder comprar ella misma un vestido, pero antes que nada deberá afrontar prejuicios, y todo tipo de preocupaciones de las personas de la alta sociedad que no pueden aceptar que ella vaya e intente obtener lo suyo por medio del esfuerzo. El relato apela a la emoción del espectador en todo momento, utilizando un personaje querible con deseos personales simples y asequibles, al mismo tiempo que su determinación a afrontar el rechazo y desestimar los preconceptos, sea algo con lo que uno también puede llegar a sentirse identificado. Asimismo, la idea de afrontar la pérdida y buscar sobreponerse a los infortunios por medio de la perseverancia y el amor propio, así como también a la búsqueda de nuevos caminos, ayudan a terminar de concebir un arco dramático funcional y equilibrado. El film comprende una comedia dramática inspirada, que se apoya en la lucha de clases como eje principal para intentar darle un lugar en el mundo a su luminosa protagonista que se la pasó siendo invisible durante toda su vida y que finalmente quiere ser vista. Por momentos, Manvielle, que se encuentra encantadora en su rol, casi que posee un timing perfecto cual comedia de enredos, con su toque inglés, pero también sabe pasar de dichos momentos de humor al drama más profundo de una manera tan sutil como realista. Cabe destacar también la labor de Isabelle Huppert como la principal antagonista de la señora Harris, en un duelo actoral más que interesante. «La señora Harris va a París» es una película sincera y tierna que viene a traer un poco de luz ante la reinante oscuridad de nuestros tiempos.
Película amable, de fácil visionado y disfrute, que va contracorriente de la actualidad cinematográfica donde la grandilocuencia manda, La Señora Harris va a París recoge el testigo de un cine que peina canas, pero cuando vuelve siempre resulta una experiencia regocijante. La historia de Ada Harris (la deliciosa Lesley Manville) se desarrolla en 1957. La dama vive suspendida en el tiempo, a la espera de noticias de un marido que se fue a la guerra, y repitiendo una y otra vez cada día como una letanía. Su trabajo es limpiar casas, su vocación es dar una mano siempre que sea posible; y su cable a tierra, una amiga y vecina llamada Violet (Ellen Thomas). La señora Harris es una persona simple y optimista a toda prueba por eso, cuando se enamora de los diseños exclusivos de Christian Dior y una serie de golpes de suerte le permiten soñar con viajar a Francia a comprarse uno, no duda en que será una tarea sencilla. Y a la vez, por una vez en su vida concretar un deseo que cree inalcanzable para su realidad cotidiana: dejar de ser invisible. Su llegada a París, así como también su interacción con personajes tan disímiles como la antipática señora Colbert (soberbia Isabelle Huppert), el marqués de Chassagne (Lambert Wilson), la modelo con aspiraciones Natasha (Alba Baptista) y el invisible contador André Fauvel (Lucas Bravo, cara conocida para los fans de Emily in Paris), ponen a la señora Harris nuevamente en el dilema de intervenir en cada una de sus vidas, o fracasar en el intento. El director y guionista Anthony Fabian se toma algunas licencias, tanto en relación al libro original de Paul Gallico (conocido en español como Flores para la señora Harris) así como también en relación al telefilm que filmó en la década del 90 Ángela Lansbury, programa habitual en los fines de semana de la televisión local de la época. Aunque el esqueleto argumental es el mismo en todos los casos, esta versión reafirma el concepto de cuento de hadas, tanto en la construcción de la protagonista como en el actuación de algunos secundarios, y especialmente en el suavizado del agridulce final que tiene el texto original. Nada en La Señora Harris va a París funcionaría tan bien de no ser por su protagonista. Lesley Manville le aporta una dulzura al personaje que resulta clave para que el resto de sus pares fluya a su alrededor de manera orgánica. Por momentos decidida, por momentos tímida, tanto en su fragilidad como en su fuerza a la hora de convertirse en una especie de líder. Ada Harris cree en los valores y la decencia, tanto suyos como los del resto. Y no habrá adversidad que la haga pensar lo contrario. Con mirada sensible, y sin estridencias ni golpes de efecto (más allá de los necesarios) en la narración, La señora Harris va a París pinta un mundo sencillo y a la vez poderoso, donde las buenas acciones tienen recompensa y cualquiera puede alcanzar sus sueños si es honesto consigo mismo y con sus pares. Un mensaje que para el cine al que estamos acostumbrados podría considerarse revolucionario. O lo que es peor, subversivo.
La Señora Harris va a París, basada en la novela homónima de Paul Gallico, es un cuento de hadas, protagonizado por una mujer que no cumple con el requisito de la juventud. La actriz británica Leslie Manville compone un personaje que esta en las antípodas del que configuro junto a Daniel Day Lewis en “El Hilo Fantasma” (2017), siendo que a los textos los une el mundo de la moda. El filme Narra la historia de una señora de la limpieza, viuda (Leslie Manville) desde hace 12 años,, que no termina de elaborar el duelo pues la muerte de su marido en acción de guerra nunca fue confirmada, transcurre el año 1957 en Londres. Cuando por fin sucede, decide que es momento de ir en busca de ella misma, el tiempo perdido. Hasta ese momento su sostén era su amiga, Violet Butterfield (Ellen Thomas) y empieza foco en los sutiles galanteos de Archie (Jason Isaacs). Sin embargo, la sensación de una falta sobre ella se hace presente cuando descubre un vestido de Dior. Decide poner todo su esfuerzo en comprar uno, aunque deba viajar a París y el costo del vestido sea de 600 libras, (que no se cuantos euros serían al día de hoy). El viaje a la ciudad luz en términos narrativos representa una ruptura del mismo, pasa de ser una fantasía posible a transformarse en una fantasía casi fantástica con estructura de realidad. Es allí donde el personaje se transforma en una especie de Amelie (2001), pero ayudada
La señora Harris va a París (Mrs. Harris Goes to Paris, 2022) es una de esas películas británicas amablemente tribuneras, hechas para agradar y hacer sentir bien a los espectadores. No se me ocurre tarea más noble salvo, claro, hacer grandes películas. En este caso el saldo es positivo, aun cuando en cada escena respira esa amabilidad demagógica algo prefabricada. En Londres en 1957, la Sra. Ada Harris (Lesley Manville), una señora de la limpieza viuda de guerra, se obsesiona con el vestido Dior de alta costura de un cliente. Un par de vueltas del destino y algo de suerte le permiten tener todo el dinero para pagar el fastuoso vestido, por lo que decide viajar a París a comprarlo. Su inocencia y generosidad no le permiten darse cuenta del mundo en el cual está por entrar. Al llegar a la casa de moda se topa con una exhibición de la colección del décimo aniversario de Dior y se hace amiga de André, el contador de Dior, y Natasha, una de las modelos. Sin embargo, a la directora de Dior, Claudine (Isabelle Huppert, nada menos), le molesta la intrusión de Ada en el exclusivo mundo de la alta costura. También se hará amiga del Marqués de Chassagne (Lambert Wilson), su aliado para poder entrar en ese universo que inicialmente la rechaza. Toda la película transita por lugares conocidos, con mucho sentido del humor, situaciones previsibles y una ligera lucha de clases previsible y conciliadora a la vez. Mientras las viejas formas van encontrando su final, una nueva generación parece iniciar un cambio social que traerá un cambio total de usos y costumbres. En el medio, claro, está la señora Harris, cándida, honesta, generosa y finalmente inteligente, capaz de observar todo esto y ser motor también, de esos cambios mencionados. De hecho, su condición de trabajadora que llega a Dior es el resumen de lo mencionado. Algunos detalles de drama distraen e inquietan, pero sabemos que nada grave nos puede pasar. Y ver a Isabelle Huppert haciendo de villana francesa en una comedia británica es una rareza que vale la pena destacar.
Llega “Mrs. Harris va a París”, una comedia como las de antes, rosa y bastante edulcorada. De qué se trata? Dirigida por Anthony Fabián, el guion nos sitúa en Londres en 1957. Ada Harris (Leslie Manville) es viuda de Eddie, quien murió en la Guerra y trabaja limpiando casas. ha trabajado duro, limpiando casas ajenas desde que su amado esposo Eddie quedó desaparecido durante la guerra. Tiene una amiga Vi (Ellen Thomas) con la que comparte todo y una vida rutinaria hasta que…descubre en la casa de una de sus empleadoras un vestido original Christian Dior, que la obsesiona al punto de ahorrar cada libra que llega a sus manos (más una cuota de suerte gracias a su otro amigo Archie (Jason Isaacs) y la pensión de su marido que finalmente llega) para emprender un viaje a Paris y alzarse con el preciado objeto. Ese es el objetivo del film, que una mujer de bajos recursos pueda tener un vestido de diseñador. Lo logrará? Lo mejor? Las actuaciones son buenas, y es lindo ver el proceso de una casa de alta costura en aquella época cuya recreación está muy lograda. Además la moda tiene su lugar y para las fashionistas es puro placer. Si vamos a la profundidad del guion nos podemos preguntar para qué una simple trabajadora querría un vestido tan ostentoso y en qué momento lo usaría pero también podemos preguntarnos “Por qué no”? Su deseo es tan válido como el de cualquier persona y ese es un buen mensaje. Lo que no me gustó tanto: El relato abre muchos otros, los problemas financieros de la casa Dior a cargo de la fría Gerente Madame Colbert (Isabelle Huppert), su amistad casual con el Marqués de Chassagne (Lambert Wilson), que termina no teniendo mucho sentido y el romance entre el Contador de la Firma, André Fauvel (Lucas Bravo) con la top model Natasha (Alba Baptista), relación en la que la Sra Harris oficia de celestina. Y todo muy azucarado y demasiado perfecto. Conclusión: un cuento de hadas para adultos que recuerda las comedias de otra época. Igual, se deja ver.
"La señora Harris va a París": un cuento de hadas. “Los sueños, sueños son, pero aquí se hacen realidad”, decía Berugo Carámbula en su programa de concursos Atrévase a soñar, el de “Alcoyana-Alcoyana”, marca registrada generacional si las hay. Los cuatro guionistas de La señora Harris va a París, adaptadores de la novela del prolífico escritor estadounidense Paul Gallico (el mismo de La aventura del Poseidón), pueden afirmar orgullosamente lo mismo, aunque aquí la modesta marca de sábanas y cubrecamas debe reemplazarse por la alta costura con diseño de Christian Dior. El film de Anthony Fabian tiene una virtud: la participación de Lesley Manville –eterno rostro del cine de Mike Leigh, de Secretos y mentiras a Mr. Turner, además de la princesa Margaret en The Crown– en el rol titular de Ada Harris, una viuda en la Londres de 1957 que se entera fehacientemente de la muerte de su esposo trece años después de los hechos. Empleada de limpieza en hogares de diversa extracción social, los de arriba y los de un poco más abajo, la señora Harris es una auténtica soñadora a quien la vida siempre trató con respeto pero escasa fortuna. Eso cambia radicalmente cuando la visión de un despampanante vestido de noche diseñado por Dior la empuja a una misión de ejecución harto difícil: juntar el dinero suficiente para viajar a París, visitar la famosa maison y adquirir en libras contantes y sonantes algún trajecito del célebre diseñador. ¿Imposible? Nada es imposible en los cuentos de hadas y La señora Harris va a París lo es, en más de un sentido. El universo de colores vibrantes en pantalla ancha que describe la película va de la mano de una sociedad británica (recordar, 1957) notablemente integrada en términos raciales. Y la racha de buena suerte en general –en el amor, ya se verá– que llueve sobre la protagonista parece pergeñada por un hada madrina bondadosa, de esas que creen en las segundas y hasta las terceras oportunidades en la vida. Poco importa que al llegar a la capital francesa Ada se tope con una huelga de recolectores de residuos que hace que los alrededores de la Torre Eiffel no huelan precisamente a rosas. Lo importante son los vestidos, que la cámara registra con delectación una vez que la heroína logra atravesar un par de desafíos (entre ellos, la ligera villanía del personaje interpretado por Isabelle Huppert, suerte de carcelera del universo Dior). Ligero, ingenuo, no apto para espectadores propensos a revolcarse en la ironía, el film de Fabian describe la travesía de la señora Harris como si se tratara de una sucesión de pruebas donde la simpatía y la honestidad van ganándole la mano a cualquier corriente de agresividad y cinismo que pueda cruzarse en el camino. La virtud de Manville radica precisamente en su capacidad de equilibrar con algo parecido a la humanidad el exceso de azúcar refinado de las imágenes: más allá del candor y la superficialidad de todo lo que ocurre, es ella quien logra suspender la incredulidad al punto de hacer del viaje emocional algo, sino del todo potable, al menos tolerable.
Llega a nuestros cines una remake de una película de 1992, que la vez está inspirada en un libro de nombre homónimo, La Señora Harris va a Paris. Así que veamos como resultó ser esta nueva interpretación de la novela. Luego de la Guerra, Ada Harris es una señora que se dedica a limpiar y ordenar la casa de otras personas de su comunidad en un suburbio de Londres. Tras confirmar que había enviudado en dicho conflicto bélico, tiene como gran meta viajar a Paris para comprar un vestido en Dior. Pero en este viaje no solo se va a descubrir así misma, sino que a tocar la vida de muchas otras personas. Antes de continuar con la reseña, hago las aclaraciones pertinentes. Nunca leí ni la novela en que se basa esta cinta, ni la película del 92; así que esta review va a ser puramente sobre la película que nos compete el día de hoy. Sigamos. La Señora Harris va a Paris podría ser catalogada de dos formas. Una como una historia que aspira a un realismo mágico, donde nuestra protagonista pareciera un hada madrina (nótese el detalle de su nombre de pila), que va a ir tocando a todos los que la rodean, mejorando sus vidas. Y la otra lectura que podríamos hacer, es que estamos ante una descarada propaganda de Dior de casi dos horas de duración. Si la entendemos con el primer puto de vista, la película cumple. En especial por el carisma y el alma que le imprime Lesley Manville a su personaje; que en manos de una actriz mediocre, podríamos haber estado ante una protagonista insoportable, pero no es el caso. Aparte de estar secundada por algunos personajes que también la ayudan a llevar la historia. En especial el interpretado por Isabelle Huppert, quien sin mucho esfuerzo pero a base de oficio y talento, se posiciona como una buena villana y contrapunto de nuestra Señora Harris. Pero, si nos ponemos en malos y vamos por la segunda lectura; vemos como una persona pone toda su fe y esperanza en un producto. En este caso de un vestido de una de las casas de moda más importantes del mundo; y que, a través de ella, notamos como va mejorando su calidad de vida. Aparte de presentarnos a dicha empresa (que es lo que terminan siendo), como personas que esta más allá de lo que quieren representar. FedEx y Naufrago estarían orgulloso de esto. En conclusión, La Señora Harris va a Paris, dista bastante de ser una mala película. Quizás peca muy de naif y recuerda bastante a una clase de cine que casi no se ve en nuestras salas. Después, dependerá de ustedes cual de las dos lecturas deciden darle.
Es un cuento de hadas para adultos, una cenicienta ubicada en los años 50 que sueña no con un príncipe pero si con un vestido de alta costura, hecho por la casa Dior en Paris. Bastante ya tiene la protagonista, viuda de guerra, optimista y bondadosa por naturaleza con sus empleadoras cuyas casas limpia, siempre olvidadizas al momento de pagar. El director Anthony Fabián es también el co-guionista de la novela de Paul Gallico, junto a Carole Cartwright, Olivia Hetreed y Keith Thompson, de esta historia en apariencia ingenua que resulta encantadora. La protagonista no tiene mezquindad ni revancha, es una humilde obrera que se atreve, juntando peso sobre peso, a traspasar las puertas de un mundo lujoso que en principio la desprecia por su origen. Pero además es una mujer “invisible” como la catalogan, que reclama su derecho a ser vista y admirada. Con “magia” y vueltas de tuerca ella no solo viaja a Dior, entra del brazo de un marques, elige su vestido y consigue alojamiento en la casa de un empleado. Así se hace querer por todos en la mansión, organiza una huelga, moderniza el lugar y arma una pareja. No contenta con eso tendrá un último gesto de bondad que será recompensado con creces. La maravillosa Lesley Manville sostiene toda la gracia del relato ingenuo y su contrapunto es otra actriz enorme Isabelle Huppert. Con un vestuario maravilloso donde colaboró la firma francesa, buena dirección de arte y un elenco perfecto, todo se redondea y se acepta con mucho agrado.
Crítica de "La Señora Harris va a París", siempre nos quedará Dior, con Lesley Manville Dirigida por Anthony Fabian, esta película basada en la novela de Paul Gallico plantea el romance entre una mujer y un vestido de alta costura en la década del '50. La señora Ada Harris (interpretada cálidamente por Lesley Manville) vive en Londres, a la espera de alguna respuesta o señal de su marido, quien hace años partió a la guerra y ella jamás recibió noticia de él. Durante todos esos años su vida ha permanecido estática, ha sido fiel a su esposo y mantiene una rutina ordenada como empleada doméstica de distintos personajes de la ciudad. En 1957 recibe un telegrama que pone fin a su quietud y vida monótona, a partir de allí tras haberse enamorado a primera vista de un vestido Christian Dior de una de sus empleadoras, con el apoyo de sus amigos Archie (Jason Isaacs) y Violet (Ellen Thomas) decide ahorrar incansablemente para poder viajar a la Maison Dior con el fin de comprar uno de sus añorados diseños. En La Señora Harris va a París (Mrs. Harris goes to Paris, 2022), atravesada por una Europa de posguerra, la cordial Ada decide emprender su aventura hacia la “ciudad luz” para cumplir su sueño de obtener su propio vestido de alta costura Christian Dior. Al llegar allí, se encontrará con personajes diversos y pintorescos, algunos de ellos la ayudarán y otros serán oponentes, como Claudine (Isabelle Huppert) directora de la Maison Dior, su contador André (Lucas Bravo), el seductor Marqués de Chassagne (Lambert Wilson) y una joven modelo Natasha (Alba Baptista). La Francia que representa la película oscila entre la idealización y, contrariamente, su desmitificación. Por un lado, se esboza la tradicional visión romántica de París donde los sueños se cumplen, y, por otro lado, es una ciudad cubierta en basura, con huelgas y una aristocracia hipócrita, con una clase gobernante corrupta. En consecuencia, el largometraje muestra empatía por la gente humilde ya sea unos borrachos que habitan la estación de tren o cualquiera perteneciente a la clase trabajadora, porque “en Francia el trabajador es rey”. Un aspecto interesante para pensar a La Señora Harris va a París es que sustituye el enamoramiento de la protagonista por un hombre, por la adoración hacia un vestido. Es decir, que, en cierta medida, esta comedia dramática reescribe el tradicional género de la comedia romántica, lo cual no es casual si tenemos en cuenta que dicho género, parece escasear en el actual contexto de producción. Distanciándose de los cuentos de hadas como La Cenicienta o sus versiones posmodernas como Mujer Bonita (Pretty Woman, 1990), el momento del “flechazo”, aquí lo ocupa la obnubilación frente al atuendo Dior. El verdadero romance se da entre Ada, una mujer y un vestido de alta costura. Al parecer, cuando los hombres se ausentan o decepcionan, a las mujeres “siempre les quedará la moda”. Uno de los atractivos del filme, reside en mostrar la cantidad de personas que se requieren y el gran trabajo artesanal que posee un vestido de alta costura de la categoría de Dior. En cierto modo, desde la narrativa la película le rinde un pequeño homenaje al diseñador. No es casual que la obra esté ambientada en 1957, el mismo año en que él falleció realmente. Un dato de color es que Dior fue nominado al Oscar a Mejor diseño de vestuario por Estación Termini (1953). Asimismo, reflexiona sobre los avatares de la guerra y recuerda que Dior con su silueta “New Look” representó la elegancia del contorno femenino y supuso la recuperación del lujo y exceso después de la depresión de la Segunda Guerra Mundial. De igual modo, brevemente esboza la transición de la “mujer moderna” acompañada por el cambio en el modo de producción en la moda, mediante objetos más accesibles, como por ejemplo los perfumes. Pues aquella pasión que siente Ada al ver aquellos magníficos vestidos se transforma en su pulsión de vida. La protagonista, tal como dijo el mismísimo Dior, representa a “las mujeres (que) con su instinto seguro, se dieron cuenta de que mi intención era hacerlas no solo más bellas sino también más felices.” En conclusión, con un positivo mensaje, este agradable y entretenido relato, premia la bondad y generosidad de la protagonista que logra cumplir su sueño, y no es acaso “la moda la mejor herramienta para ayudarnos a soñar”, según afirma Giorgio Armani.
Una historia optimista, emotiva y medianamente atrapante, plagada de personajes exuberantes. Enésima mirada de la condición humana en donde la gentileza es recompensada por el universo. Encantadora fábula donde lo bueno luce bonito, inmaculado y ordenado. Tres definiciones posibles para un film hecho para agradar. El vestuario a la moda cautiva la fascinación de la protagonista, sus sueños de alta costura marchan rumbo a la ciudad de la luz. Christian Dior los tallará a medida. También, podemos entender a “La Señora Harris va a París” como una carta de amor a la urbe gala. Las laureadas divas Leslie Manville e Isabelle Huppert, en menor medida, son nombres propios de peso que otorgan sustento a este largometraje de múltiples subtramas. Paul Gallico (autor de “La aventura del Poseidón”), es el responsable de una obra llevada a la gran pantalla y ambientada en la Inglaterra de la posguerra, en donde la fantasía se reconstruye con trazos snob. Un cuento de hadas para mujeres maduras, que nos entrega suficientes motivos para sonreír, prefiriendo dejar de lado cierta reflexión crítica clasista levemente sugerida. Tenemos aquí un pintoresco retrato de la aristocracia de la época, técnicamente estilizado. Su escenografía elegante traduce los preceptos de un producto edulcorado y suavizado, igualando la versión estrenada en 1992 (dir. Anthony Pullen Shaw), y protagonizada por Diana Rigg, Omar Shariff y la inolvidable Angela Lansbury.
Un cuento de hadas para adultos Londres, 1957. Mientras sus días pasan entre la limpieza de casas a un abanico amplio de clientes, la señora Harris (Lesley Manville) se entera que su esposo es declarado fallecido durante la Segunda Guerra Mundial. Lejos de cambiar su optimista personalidad, los sueños de la protagonista de La señora Harris va a París (Mrs. Harris Goes to Paris, 2022) se enmarcan en uno: comprar un vestido de Christian Dior. Por ello, y debido a la exclusiva política de la empresa, la ama de casa deberá ahorrar tanto por el costoso traje como para el viaje a París. La película dirigida por Anthony Fabian adapta la clásica novela de Paul Gallico Flores para la señora Harris, para llevar adelante lo que es una comedia romántica que podría responder en aspectos argumentales a otra época, apoyándose directamente en el comfort movie pero no por ello menos valorable. Los puntos meritorios se basan en las sólidas actuaciones de sus intérpretes y, principalmente, en que no aspira a ser más de lo que es. Con un relato dinámico durante su primer acto conocemos el ambiente al que se maneja Harris, acompañada por simpáticos clientes bien marcados en su personalidad y gestualidad al igual que la dupla fraternal de la protagonista, compuesta por Vi (Ellen Thomas) y Archie (Jason Isaacs). Ya para el viaje a tierras francesas, la trama –sin complejizarse- se vuelve aún más amplia con la irrupción de personajes que en un primer momento son más acartonados de lo que posteriormente sucede, más allá de lo que uno puede ir intuyendo. En territorio galo tenemos a la incógnita Natasha (Alba Bautista), el menospreciado André (Lucas Bravo), al Marquis de Chassagne (Lambert Wilson) y a la dura Claudine (siempre sólida Isabelle Huppert) que interactúan con la inglesa y logra entrometerse en su día a día a pesar de la acelerada estadía semanal en Francia y en la empresa de alta costura. Varias vertientes parecen insinuarse en la trama, algunas con más fuerzas que otras, incluidos alguno aspectos a la dualidad imaginación/realidad a la historia de hadas que pueden llamar la atención, representado en una París cubierta de suciedad hasta cuestiones de derechos laborales ligadas a las fuerzas de producción que parecen salidas de la galera que uno –quien no leyó la novela- puede llamar la atención, pasando por un Jean-Paul Sartre presente dialécticamente y la visión al empleo doméstico. Alternando entre la ciudad de las luces y suelo inglés, el guion del propio realizador junto a Olivia Hetreed parece ser redundante sobre el clímax, donde la historia no quiere llegar a su fin y encuentra siempre un escollo más. Por su parte, la musicalización de Rael Jones va de la mano con esa historia positivamente pura, con ese tema en el piano que parece sonar a lo largo de las casi dos horas de duración. Más allá de tener ante nosotros una historia lineal o previsible –en el buen sentido de la palabra-, La señora Harris va a París también logra preguntarse por el status quo y los estereotipos del otro hacia ella. Esto sumado a un aire fuertemente arrojado de la idiosincrasia europea de la época, nos deja una de las propuestas en la pantalla grande para el cierre del año. *Review de Ignacio Pedraza
Un gerente de banco y sus dos hijos van en un auto. El auto tiene una bomba debajo. El atacante llama por teléfono: salen del auto y todos vuelan salvo que se cumplan sus exigencias. Notable ejercicio de suspenso (una remake de un film europeo, dicho sea de paso) que mantiene la tensión hasta el final. Y sí, Corea del Sur tiene uno de los mejores cines del mundo, original incluso cuando apuesta a fórmulas conocidas. Vayan y vean.
La pregunta clave al momento de elegir qué película ver es qué buscamos de ella: si queremos cine arte es una cosa, algo de acción es otra y, a veces en la mayoría de los casos, queremos pasar un buen rato con algo simple. En esta categoría entra La señora Harris va a París, film que se estrena el próximo jueves 27 de octubre en cines. Ada Harris (Lesley Manville) es una mujer que trabaja limpiando casas en el Londres de los años 50. Ella sueña con ir a París y comprarse un vestido de alta costura de Cristian Dior. Después de tanta mala suerte le llega un dinero y logra realizar el viaje. Uno de los grandes hallazgos de esta película es el elenco: Lesley Manville es una encantadora señora Harris, una persona ingenua en algunas cosas y muy inteligente en tantas otras. La acompañan Jason Isaacs -irreconocible cuando hace de bueno-, Lucas Bravo -uno de los galanes de la serie Emily in Paris, y dos pesos pesados como Lambert Wilson e Isabelle Huppert. Muy bien elegidos todos y cada uno aporta lo necesario para el disfrute de la cinta. Obviamente que apela a lo mejor que tiene la ciudad de París, el romance y la moda; tiene un hermoso vestuario (no solo la parte de Dior) y la eterna presencia de la Torre Eiffel para hacernos saber dónde estamos, aunque por momentos un poco irreal, no deja de ser maravillosa. La señora Harris va a París es de esas películas que uno ve para sentirse bien, soñar un rato y que muestra, una vez más, que el valor no está en las cosas si no en las personas. Enternecedora.
EL OBJETO DE LOS SUEÑOS ES SOLO UNA EXCUSA PARA CAMINAR Quien no se conmueve con aquellas personas que toman las riendas de su vida y se atreven a soñar no tiene corazón. Sin embargo, Ada, la señora Harris, aunque es conmovedora, por momentos también resulta un poco edulcorada. El film nos presenta a una mujer adulta que ha estado muchos años a disposición de los demás. Por un lado, esto se debe a su oficio como empleada doméstica y, por el otro, porque lleva años esperando que su marido vuelva de la guerra. Aun con una negativa del entorno con respecto a la esperanza de que esté vivo su marido y con una palpable realidad, que ya han pasado varios años desde que se terminó, Ada conserva la ilusión de que esté vivo. Ya desde este primer acercamiento al personaje principal vemos cómo estamos ante una persona que sale de la regla para atreverse a pensar que lo imposible puede suceder. Ante los impedimentos que le suceden, lejos de apaciguar su carácter, Ada lleva sus sueños aún más adelante, redoblando apuestas. En este sentido, la figura de una persona soñadora está dada también por una adulta que ya no tiene tanto que perder. La señora Harris va a París nos invita a vivir un cuento de hadas. Cuando todo parece mostrarle a Ada una cuota de realidad cruel y más bajo caen sus sueños, al punto de ella autodenominarse como al borde de la locura, la vida le presenta un conjunto de golpes de suerte insólitos que afianzan sus fuerzas. Es un vestido el motivo que lleva a Ada a enfrentarse a situaciones que nunca antes hubiera imaginado. A través de este objeto es que se presenta un cambio en la actitud de este personaje. Es en realidad una excusa para revelarse ante tantos años de opresión y un motivo para iniciar toda una aventura. Ambientada en la década del 50´, Ada representa la ilusión de muchos, la mujer humilde que llega a París y tiene el dinero para comprar un vestido de alta costura. En este sentido, es interesante cómo aparece muy representada una época en la que comprar un vestido no era simplemente tener el dinero sino que implicaba contar un status social. La aparición de una mujer humilde dentro de un ámbito de personas adineradas provoca una revuelta por parte de quienes suelen habitar esos ámbitos. De esta manera, el film se corre de un deseo individual para empezar a crear conexiones con el entorno. La actitud de Ada cambia el rumbo de su alrededor, proponiendo desnaturalizar modos y hasta la manera de hacer las cosas. Aunque la propuesta en una primera instancia se desarrolla con más firmeza, a medida que va avanzando pierde el ritmo. El personaje de por sí roza ese límite finito entre caer simpática y resultar densa, finalmente con la dinámica que propone la película termina uno como espectador teniéndole poca paciencia. Sin embargo, por el solo hecho de acercarse a la ilusión de esta mujer puede que valga la pena darle la oportunidad.
Mrs. Harris Goes to Paris es un hermoso filme británico donde la sonrisa del espectador no decea en todo el metraje, un filme lleno de humanidad.. En el link, la crítica escrita más formal; más abajo la crítica radial, más informal, completa en los reproductores de audio solo de Spotify, o de YouTube con video. La Señora Harris Va A París es una feliz película británica que cuenta la historia de una señora que es empleada doméstica en Londres en la década de 1950, viuda de guerra, que trabaja para varias personas de buen poder adquisitivo; una de sus empleadoras se compra un vestido de Christian Dior, que cuesta una pequeña fortuna; ella lo ve y desearía enormemente vestir uno de esos atuendos, pero está fuera de su presupuesto; aun así por una serie de golpes de fortuna que son creativos e ingeniosos, además de morales; se encuentra con el dinero suficiente para comprar un vestido; entonces decide ir a París a comprarlo. Cuando llega a Francia, y al edificio de Christian Dior hay un evento de moda, donde en un principio no es bien recibida, porque se ve claramente que es una mujer pobre, o al menos de una clase media no acomodada, lo que hace que claramente no esté al nivel de lo que se espera de los clientes de la casa Dior; pero cuando una persona de la alta sociedad la acoge para ir a ver un desfile de esa empresa, ella puede entrar a ese mundo y finalmente encargar un vestido. El problema es que estos vestidos son tan exclusivos, y de calce tan perfecto, que ella no puede simpleme/nte comprarlo y volverse, sino que debe esperar dos semanas para que se lo arreglen personalmente, y así quede perfecto a medida. Como ella es una mujer trabajadora que no se puede dar ese lujo, finalmente arregla de que se quede solo una semana en París, eso hará que conozca a determinados empleados en la casa Dior, y que se empape con ciertas de las problemáticas de la empresa; entre ellas, que es tan exclusivo el negocio, que sus pocos clientes no proveen el suficiente dinero para poder mantener el negocio; y ahí la señora Harris interactúa de diversas formas con los empleados, empatiza con varios de ellos, y obviamente generará un impacto en ese lugar. Mrs. Harris Goes to Paris, como reza el título original es una película muy simpática, de muy buen corazón, que nos tiene con una sonrisa durante casi toda la película, no es específicamente una comedia; es más bien un drama, pero tiene un tono tan ligero y tan positivo que es imposible no amar el personaje y no disfrutar la película de punta a punta, con una sonrisa que no cae casi nunca a lo largo del metraje. Una muy buena opción para ver y renovar la fe en la humanidad./