Vida y obra Construida a partir de una artificialidad poco frecuentada por el cine nacional, La vida anterior (2013) transcurre en el ambiente del canto lírico y narra el encuentro entre Ana (Elena Roger) y Federico (Sergio Surraco) con Úrsula (Esmeralda Mitre). Ana conoce en una fiesta a Federico; allí los rodean el ambiente nocturno, la música de fondo, la seducción. Tres componentes que recorren esta película de Ariel Broitman pero que, poco a poco, irán dejando su matiz festivo para vincularse a un drama de espesor mayúsculo. Ana y Úrsula son estudiantes de canto lírico, rama del arte que se destaca por su exigencia interpretativa y destreza vocal. Un día, Ana llega antes del comienzo de su clase y escucha la voz prodigiosa de su compañera, solamente precedida e interrumpida por la maestra de canto (delicada composición de Adriana Aizemberg). Y el resultado no podría ser otro que la admiración (¿la envidia?). Hay algo de esa forma musical que transmuta en las pasiones de los personajes, a las que el realizador retrata –de forma pertinente- a través de una puesta en donde se destaca el artificio y una paleta de colores saturados. La voz en off también es otro de los elementos a los que recurre para narrar esta historia que le exige al espectador una mirada menos vinculada a la verosimilitud del cine de género. Esta apuesta por escapar al naturalismo se condensa también en las actuaciones, que encuentra a los integrantes del triángulo en plena forma. Elena Roger demuestra no sólo que es una gran cantante, sino además una muy buena intérprete para el cine. Surraco compone al personaje más oscuro, más hermético, y lo hace con una economía gestual que no desentona con la propuesta integral. En este caso, la mayor sorpresa es la de Mitre, cuya figura remite a una belleza pictórica, renacentista, que le sienta muy bien a una película que trabaja a partir del desencanto de lo real en comparación con lo ideal. El momento de mayor equilibrio llega con la amistad entre la pareja y Úrsula, cual fábula pastoril, intercambiando anécdotas en un espacio plácido. El punto de inflexión no tardará en llegar. La altisonancia de la banda sonora provocará sus rechazos y adhesiones. También, el ambiente entre bohemio y elitista en donde estas pasiones son engendradas. Como reverso inevitable, La vida anterior será ampliamente aprobada por los espectadores ávidos de ver modalidades narrativas en la pantalla grande que se alejen del realismo naturalista y se animen a explorar el drama interno desde un lugar operístico.
En clave de traición Dos cantantes de lírica enamoradas del mismo hombre son las que componen Elena Roger y Esmeralda Mitre en este drama. Basado en el libro La maestra de canto, de la escritora y cantante Silvia Arazi, La vida anterior se mete en la vida de Ana (Elena Roger), una aspirante a voz lírica que desde hace siete años está en pareja con Federico (Sergio Surracco), quien toca el violoncello en una Sinfónica. Pero su vigor y talento queda plasmado en la pintura. Desde un comienzo, la opera prima de Broitman (dividida en tres capítulos) aparece encorsetada en lo teatral, dándole un carácter señorial a ciertas escenografías como el caserón donde vive Mara (Adriana Aizenberg), la glamorosa maestra de canto de la protagonista. La exageración parece ser una constante en este filme novelado: pasos que retumban, una dramática voz en off, los sonidos tangueros de fondo (“la dulce voz de la tragedia”), un óleo en llamas o el demacrado semblante final de Federico. La llegada de Ursula, una alumna de canto lírico encarnada por Esmeralda Mitre, es crucial para la hasta entonces feliz pareja. La admiración que Ana siente por ella, la lleva a presentársela a su marido: comienzan los problemas. Por más que Mitre cargue en su personaje con un gran vacío y misterio (con riesgo de llevar a la película hacia un cono de sombras y depresiones sin salida), su impactante figura y dramática voz acomoda los roles de este reciente triángulo amoroso: Ana pasará a un segundo plano, la envidia y celos (inseguridad) la dominarán y Ursula deseará secretamente a Federico. El, entre dos mundos, pagará el precio de la pasión. Un viaje a Uruguay que alimenta sospechas, los enigmáticos regalos de la rubia (¿quién ofrenda un gato negro?), la música -entre otros- de los compositores Franz Schubert y Henri Duparc (engarzado con Charles Baudelaire en un libro) sumado a la semilla de la traición amorosa, condimentan a La vida anterior, una obra demasiado prolija que resalta el papel de León (Juan José Camero), que despierta admiración por el fracaso rotundo” que carga sobre sus espaldas. Los mejores momentos de la película se dan durante las escenas de concierto. Allí se puede disfrutar la brillante voz de Roger y Mitre. La primera muta, su rostro aparece pétreo, con la mirada ausente, lejos de la fragilidad de la actriz. Ursula mantendrá siempre una fuerte estampa en sus dos facetas.
Con gravedad manifiesta En la edad en que las personas ya definieron su rumbo, Ana (Elena Roger) sigue soñando con convertirse en una cantante lírica y para eso trabaja con Mara, su maestra de canto (Adriana Aizenberg). Pero un día, Mara le dice que si bien tiene condiciones, la suya es una voz menor y nunca va a ser protagonista. Esa debilidad de su instrumento, de su herramienta de expresión, que aparentemente tiene que ver con su propia existencia casi anónima, en el relato se verá que esconde una fortaleza interior desconocida hasta para la propia Ana. La opera prima de Ariel Broitman tiene como telón de fondo el mundillo de la música lírica para contar un triángulo amoroso entre Ana, su esposo Federico (Surraco) cellista de profesión aunque apasionado por la pintura, y Ursula (Esmeralda Mitre), dueña de una magnífica voz y destinada a lograr lo que se proponga como cantante de ópera. La película, de una gravedad manifiesta, tiene la virtud de explorar un mundo desconocido para la mayoría de la gente, pero en su ambición intenta que la música paute las emociones de los personajes y viceversa, es decir, para cada muestra de la pasión de sus criaturas, el director tiene una melodía, un punteo de sonido agobiante y sobrecargado. Otro tanto pasa con las líneas que cargan, porque ése es el término, como un peso del que se deshacen casi con alivio, que sumado al transitadísimo apotegma "primero hay que saber sufrir", como para que el arte entre y salga con forma de canto magnífico y por supuesto desgarrado, hacen de La vida anterior un cúmulo de clisés más allá de las buenas interpretaciones de Roger, Aizemberg y Camero, un actor casi olvidado cuya breve intervención ofrece más verdad y verosimilitud que toda la película.
Cantantes con sesgos amorosos El filme profundiza sobre los sentimientos y las relaciones entre el arte y la vida real, las dificultades entre el deseo y la concreción de una carrera artística. Y ese enfoque es lo más interesante de la película, aunque no esté totalmente plasmado formalmente. El arte une a Federico (Sergio Surraco) y Ana (Elena Roger). Ella estudia y quiere dedicarse a la ópera, Federico busca su camino en la pintura y la música. Un día cualquiera en la casa de Mara Bertollini (Adriana Aizenberg), la maestra de canto, aparece Ursula (Esmeralda Mitre), una joven tan bella como sugestiva con una voz llamativa. Los tres personajes se conocen, se frecuentan, se hacen amigos y se engañan unos a otros. El tiempo va a ser el marco de su evolución y la realidad de su destino. La "opera prima" de Ariel Broitman, basada en la novela "La maestra de canto" de Silvia Arazi, ingresa en el universo del arte, tema no demasiado transitado en el cine argentino. En este caso, el canto lírico. Algunos filmes recientes como "Gricel" de Jorge Leandro Colás, se refiere tangencialmente a la elaboración de una ópera, inspirada en el romance de un conocido compositor y su musa inspiradora y otros lejanos como "Pájaros de cristal" (1951), de Ernesto Arancibia, con Mecha Ortiz, que vincula el mundo del ballet con un triángulo entre un coreógrafo y dos bailarines. LOS SENTIMIENTOS "La vida anterior" profundiza sobre los sentimientos y las relaciones entre el arte y la vida real, las dificultades entre el deseo y la concreción de una carrera artística. Y ese enfoque es lo más interesante de la película, aunque no esté totalmente plasmado formalmente. Elena Roger, confirma sus cualidades de actriz, sumadas a su condición de excelente cantante. Ya lo había demostrado en la recordada "Un amor" de Paula Hernández. Completan el sólido equipo actoral de la película: Sergio Surraco como Federico, Juan José Camero (León), como un músico veterano, la siempre eficiente Adriana Aizemberg (Mara Bertollini) y Esmeralda Mitre, la llamativa Ursula, desencadenante en una relación que se complica. Bellos los fragmentos líricos a cargo de Elena Roger y la voz de Mirta Arrúa Licchi.
Amistades peligrosas En un filme cuya narración es un largo flashback, Ariel Broitman cuenta la historia del matrimonio de Ana (Elena Roger) y Federico (Sergio Surraco). A partir de un diario que él llevaba, la acción vuelve al comienzo, cuando ella estudiaba canto lírico, y él, chelista y pintor, se sentía algo frustrado porque su trabajo no era lo suficientemente reconocido. La vida de Ana era bastante rutinaria hasta que en una de las clases de su profesora de canto (Adriana Aizemberg), escuchó la hipnótica voz de Úrsula (Esmeralda Mitre), y las dos se hicieron amigas. La película sigue la relación entre los tres, ya que la presencia de Úrsula será cada vez más invasiva. Y si bien para el espectador muchas de las cosas que ocurren pueden resultar previsibles, sorprende la reacción (o no-reacción en algunas oportunidades) de los personajes frente a lo que les sucede, complicando la empatía del espectador con ellos. Por otra parte el desenlace, ya anunciado en el comienzo de la película, es tan caprichoso, con recuerdos salidos literalmente de la nada (no hay ningún indicio previo), que no se comprende del todo y por ello no llega a conmover. Ariel Broitman debuta como director adaptando él mismo la novela “La Maestra de Canto” de Silvia Arazi. La película cuenta con una cuidada banda sonora, en parte original, creación de Pablo Sala, y en parte con piezas líricas de conocidos autores. Si bien la música ocupa un lugar primordial en el filme, desde el comienzo se percibe un leve desfasaje en la edición de sonido. Lo suficiente como para que resulte molesto, y si bien se sabe que la voz de Úrsula no es la de Esmeralda Mitre, la misma sensación queda para las partes de Elena Roger, que por supuesto sí canta las suyas. Las actuaciones de Roger y Surraco, e incluso la profesora que compone Aizemberg, están muy bien logradas, mientras que Esmeralda Mitre no alcanza tanto el efecto desde su actuación como desde la teatralidad con la que está armado su personaje: la voz de soprano trágica, la construcción estética en general da la oscuridad que Úrsula necesita. Enmarcada en el ambiente de la música clásica, de todos modos cuesta conectar con una película que, entre los problemas de edición, y la falta de solvencia del guión, termina resultando demasiado larga y lejana.
Esta ópera prima del realizador Ariel Broitman adapta la novela “La maestra de canto”, de Silvia Arazi, en un film que pareciera haberse concebido a la medida justa de la cantante y actriz argentina Elena Roger, tras su exitoso paso por Broadway con el musical "Evita", de Andrew Lloyd Webber, junto a Ricky Martin. La película aborda la relación de Ana (Roger), aspirante a cantante de ópera y Federico (Sergio Surraco), músico y pintor frustrado con deseos de consagrarse y trascender, cuyas vidas se verán alteradas con la llegada de Úrsula (Esmeralda Mitre), una joven bella, dueña de una voz extraordinaria y enigmática personalidad. Un triángulo donde surgirán juegos de seducción, misterio, celos y admiración. Broitman recurre a un cuaderno de pinturas y notas de oscuras reflexiones junto a la voz en off como elementos primordiales para narrar esta historia que va y viene en el tiempo e intenta alejarse de la narrativa clásica, para darle preponderancia a la creación de climas y explorar el drama interno de sus personajes, cobrando vital importancia la música. Pero la intención de abordar temáticamente al arte en muchos aspectos, con una narrativa arriesgada para relatarlo, hacen que la historia pierda fuerza e incluso se vuelva confusa e inverosímil en varios de sus pasajes. Lo más logrado del film radica entonces en ciertas escenas y planos, muy bien logradas desde la puesta y fotografía pero fundamentalmente por el valor añadido que le da la excelente banda sonora (compuesta por Pablo Sala) que se transforma en el principal recurso narrativo que potencia y enriquece el relato. Ya sea como contrapunto didáctico o expresando directamente su participación en la emoción de la escena, es a través de la música y los sonidos que ciertos fragmentos cobran significación. Elena Roger vuelve a demostrar sus dotes actorales, acompañada de un Sergio Surracco que no logra transmitir sus emociones y una Esmeralda Mitre impávida con la que cuesta identificarse. La participación de Juan José Camero, en un papel para el olvido, y la siempre correcta y entrañable Adriana Aizemberg, completan el reparto de un film que por momentos cautiva visual y musicalmente, pero cuya historia y personajes no logran identificarse con el espectador ni dar lugar a la reflexión.
Gracias por la música Ana conoce a Federico en un a fiesta y a partir de ahí vivirán una maravillosa historia de amor. Ella es cantante lírica que no para de perfeccionarse. El es un artista desconforme con todos sus artes (la música, la pintura, la poesía) y que siempre esta buscando desde la enorme sensibilidad que posee, algo que llene su alma. Todo cambiara con la aparición de Ursula. Ana la conoce en sus clases de canto y comienza a tener una sana envidia de su voz. Por eso la invitara a su casa 7y a partir de allí Ana, Federico y Ursula se volvieran inseparables, felices y angustiados a la vez. Esta historia que, según aclaro el director en conferencia de prensa en la pasada Pantalla Pinamar, la historia esta contada desde el punto de vista de Elena Roger pero que si uno no escucha las explicaciones del mismo, le va a costar poder descifrar hacia donde quiere ir. “La vida anterior”, opera prima de Broitman, es un film pretencioso, que quier ser poético e intelectual y que se queda en un medio. El film se vuelve por momentos muy largos e incluso pareciera que los actores quedaron, en lo que a interpretación se refiere, a que desplegaran su talento sin ninguna explicación ni dirección. Es por esto que sobresalen netamente Elena Roger y Sergio Surraco y queda muy desguarnecida Esmeralda Mitre a quien todavía le falta mucho y que ni la excelente voz de Mirta Arrua Lichi que es quien dobla en los cantos, logra levantar. Obviamente habría que verla en una película que la comprometa en lo actoral y en la que este bien dirigida. Pero el film tiene un punto sobresaliente, y por el cual valdría la pena tener este film, y es su música. Pablo Sala, el creador de esta joya musical, logra combinar lo clásico hasta con el tango para que sus sonidos y sus acordes, algunos acompañados por las maravillosas voces de Roger y Arrua Lichi, conforman un guión aparte, quienes cuentan la verdadera historia de estos personajes melancólicos y desprotegidos. “La vida anterior” es un film más al que se le agradecerá por siempre su música.
"Adagios" con instrumentos preciosos Irregular, imperfecta, pero sensible, con criaturas que viven intensamente, "La vida anterior" se inspira en la novela de Silvia Arazi "La maestra de canto", sobre tres jóvenes envueltos por el arte, aunque no todos tengan talento ni sepan usar con felicidad sus condiciones. Ahí está Ana, una chica tímida que quisiera ser soprano lírica pero cuanto mucho llegará a "soubrette", según le dice despectivamente su maestra. Un día la chica se siente deslumbrada por Ursula, rubia medio wagneriana con futuro de soprano dramática. Tanto la deslumbra, que quiere contactarla con un prestigioso maestro del Colón y hacerse su amiga. La invita a su departamento, le presenta a su pareja, un músico y pintor melancólico, y la otra se hace amiga de ambos, acude a ese hogar cuando se siente mal, comparte también sus curiosos entusiasmos. No corresponde contar más. Sólo advertir que el conjunto tiene un estilo singular, deliberadamente demodé, cercano precisamente a esas criaturas de romanticismo arcaico. Hay que aceptar esto, lo cual sería sencillo si esto fuera, por ejemplo, de 1957, como "Mompti", la comedia triste de dos jóvenes ilusos que el entonces ya experto Helmut Kautner desarrolló con recursos de estilo novedosos para la época, que la Nouvelle Vague divulgaría mucho tiempo después arrogándoselos como propios. Pero "La vida anterior" se hizo ahora con recursos similares (y menos experiencia), por eso desconcierta. En verdad, su mayor "defecto" es otro: las tres partes en que se divide, a la manera de un concierto, son tres adagios. Eso si, tiene tres instrumentos preciosos: Elena Roger, cantando a veces en una tesitura distinta a la habitual, y desarrollando su capacidad de actriz, Esmeralda Mitre, actriz que supo cumplir el desafío de cantar (aunque fuera doblada por Mirta Arrúa Lichi, igual debía cantar, para que pudiera notarse el esfuerzo en el rostro), y Adriana Aizemberg en el personaje deliciosamente histriónico de la maestra de canto. Las acompañan Sergio Surraco, Juanjo Camero, y, en muy breve aparición, Omar Calicchio y Paula Kohan haciendo los pintorescos Valerio y Mariucha, dos "internos del Colón" que se lo pasan hablando con frases de operas. Ojalá hubieran aparecido más veces. Una rareza, el cameo del crítico Angel Faretta en el papel de profesor. Una delicia, la música especialmente compuesta por Pablo Sala, incluyendo un lieder alemán supuestamente clásico. Y otra, el final a pleno de Elena Roger, que nos hace disculpar casi todos los problemas de la película.
Una interesante película de Ariel Broitman, donde inmersos en sus inquietudes artistícas un triangulo amoroso se construye y se rompe. Dos cantantes liricas, intensa e impecable Elena Roger, que también canta; misteriosa pero extraña en el doblaje del canto lírico Esmeralda Mitre; un Jorge Surraco indicado para su torturado personaje. Distinta y arriesgada.
For Esme & Elena with love and squalor Ariel Broitman’s feature début La vida anterior, starring Argentina’s West End and Broadway sensation Elena Roger in a role that allows her to showcase her thespian and vocal talent, is a deeply melancholy piece about the pains of growing up and refusing to let go of certain mutually destructive emotional bonds. important as training a voice properly. Married to the winsome Federico, Ana studies, rehearses and auditions for the roles she dreams of playing, encouraged by the ageing former diva Bertolini, who sees in her the possibility of realizing dreams that never came true. Not that Bertolini’s career has been without accomplishments — in her day, she was the undisputed top soprano, but an opera singer’s professional life is short, perhaps longer than a classical ballet dancer’s, but only by a short stretch. While Ana embodies all of Bertolini’s subliminal hopes, the German soprano Ursula (Mitre), equally gifted as Ana but much more unstable and insecure of her own talent, is given the cold shoulder by Bertolini. “She’s not up to it,” is the way Bertolini dismisses Ursula. “She needs a lot of hard work yet.” Ana does not quite agree. Although Ursula, in spite of the teacher’s misgivings, may prove a potential threat to her professional aspirations, Ana decides that the German soprano has an angelic voice and that Bertolini should give her a chance. Ana is selfless and goes out of her way to befriend Ursula, talk Bertolini into taking Ursula for private voice lessons, and introduce her to her husband, Federico, perennially lost in reverie, who has the kind of languor sentimental souls find hard to resist. Federico, a gifted cello performer, is not happy with his professional achievements, and would sooner give up the cello in exchange for greater proficiency in drawing and painting, an art form he feels particularly attracted to and secretly engaged in. This is what Ursula — who has come all the way from Germany to Buenos Aires to train with Bertolini — has in common with Federico. They are both unsure of their true calling, afraid to let their talent emerge and shine. Ana is their complementary opposite, the one strong soul they both need to propel them ahead. Ursula is at first dismissed by Bertolini as lacking in technique and poise. But Ana, perhaps more sensitive than the stern teacher, falls under the spell of Ursula’s voice and fetching personality. Ana has made a professional and personal discovery, and it will not be without consequence for herself and for her relationship with Federico, who sways with achingly sweet ease from one woman to the other. Although Ursula’s appearance in their lives meant trouble, the threesome eventually become inseparable, inextricably so. In the same manner that Ana is innocent, naïve and generous, Ursula, although perfectly convivial, has something to hide, or at least this is the feeling you get from her piercing eyes, and the clichéd, trite way she wins the young couple’s trust. Set in Buenos Aires and Colonia del Sacramento, Uruguay, La vida anterior, with a sterling performance by Ms. Roger and a suitably suave attitude from Surraco, is visually gorgeous and an aural delight, courtesy of Ms Roger’s singing and soundtrack composer-sound designer Pablo Sala, who turn the movie into an exquisite musical journey. But things do not work quite as smoothly in regard to plotline and story development — the narrative is rather disjointed and the characters' motives are not correctly explained. It’s not that absolutely everything should be spelled out in full, but La vida anterior’s weak point is the superficial character development, and the fact that all the performers are left to fend for themselves. Which they do, fortunately, mainly in the case of Rogers and the stage and screen veteran Aizenberg. Mitre, less experienced than these two towering personalities, struggles hard to turn Ursula into something more substantial than a sketched-out profile. A fourth character, León (Juan José Camero, playing an on-screen evocation of real-life tango bandoneonist Rodolfo Mederos) is rather intrusive as the ghostly reincarnation of Federico’s older brother, an exceptionally gifted tango bandoneon player Federico always looked up to and under whose shadow he seems to be condemned to live. Director Broitman agrees, in a way, when he says that “this project was a challenge in several ways, mainly on account of the musical counterpoint between tango and opera.” All things considered, La vida anterior is the kind of movie that divides audiences: if you expect the traditional values of a good narrative, a conflict treated with expertise to carry the action ahead, you’re in for a tedious, disappointing experience. La vida anterior’s storyline is not linear. On the contrary, “linearity is disrupted, sustained and justified by (the fact that) the story is told from the protagonist’s viewpoint,” which, in turn, calls for a more attentive, sensitive reading by viewers, according to director Broitman. The goal, Broitman acknowledges, was to make a personal, sensitive film set in a universe all its own, a film within the framework of cinéma d’auteur, which is not necessarily equated with solemnity and tediousness, but rather the best amalgam (between art) and mass entertainment. My guess is that Broitman’s considerations are right, mostly when you acknowledge that, leaving the wayward narrative aside, you may easily let yourself get carried away by the film’s sumptuous visuals and musical riches. In this sense, and this sense alone, La vida anterior proves nothing short of sublime.
Los triángulos amorosos han servido para contar historias de todo tipo y en todos los ámbitos. Podemos oscilar entre lo meramente erótico, el suspenso, la comedia de enredos, y el drama. También suele ser el eje central de muchas telenovelas, la heroína que ve su romance trunco ante la llegada de una tercera en discordia; este parece ser el rumbo que toma “La vida anterior”, ópera prima de Ariel Broitman, basada en la novela “La maestra de canto”. El triángulo se compone así, Ana (Elena Roger) es una estudiante de canto lírico en pareja con Federico (Sergio Surracco). A su apacible vida llega Ursula (Esmeralda Mitre), otra estudiante de avanzada de la cual Ana queda embelezada por su potente voz y registro. Esta admiración la lleva a hacer lo que ninguna mujer debería hacer, la presenta a su pareja, y ahí las cartas ya están servidas. La otra, con algo de trepadora, se “enamora” extrañamente de Federico, y este no se decide entre las dos puntas, juega también un comportamiento extraño, generando confusión e inquietudes. Si bien no estamos ante un film fallido en sus propósitos, Broitman pareciera enfocarse más en el aspecto estético de su obra que en la historia a desarrollar. “La vida anterior” se ve lujosa, prolija y detallista; todo se desarrolla en el mundo de las altas artes, y eso queda plasmado en la cámara preciosista, repleta de decorados de alta alcurnia y grandes mansiones: En concordancia con esto, una banda sonora cargada de líricos en conjunto con otras escenas de puros “sonidos” secos, también le suman gravedad al asunto; una gravedad que no se condice con lo que se cuenta; propiamente como una historia de amor más bien televisiva. Quienes gusten de este tipo de trama, encontrarán una hecha a medida y condensada en apenas una hora y media, lo cual puede ser toda una ventaja. El asunto es si estamos ante una propuesta puramente cinematográfica o un producto mas emparentado con las novelas simples de bolsillo. Elena Roger vuelve a demostrar talento de sobra, es una excelente actriz que hasta ahora no ha encontrado un rol a medida, que la merezca, en el cine. Sergio Surraco, a quien hace semanas vimos como Galimberti en "Puerta de Hierro", se muestra sólido como el galán escondedor, es digno de que dos mujeres se peleen con él. No se puede decir lo mismo de la blonda Esmeralda Mitre, demasiado encorsetada en un personaje extraño (mezcla de belleza inocente con Glenn Close en Atracción Fatal) el cual parece estar por encima de sus capacidades. Los mejores momentos serán cuando el drama quede de lado, y Roger y Mitre hagan lo que mejor les sale, entonen grandes arias para deleitar al espectador: una pena que no estamos ante un film musical, sus interpretaciones no tienen desperdicio…
¿Quién engañó a Elena Roger? La ópera prima de Ariel Broitman, basada en la novela de la cantante y escritora Silvia Arazi intitulada La maestra de canto, exhibe su mayor defecto desde el comienzo: su ampulosidad. Todo es grandilocuente y trágico al exceso en lo que puede representarse como un sencillo triángulo amoroso, cuyos vértices están conformados por dos cantantes líricas muy distintas; de coloraturas vocales complementarias interpretadas por Elena Roger y Esmeralda Mitre, para debatirse entre envidias, celos y la atención de Federico (Sergio Surraco), pareja de Ana (Roger) que queda obnubilado al conocer a la misteriosa úrsula (Mitre). El otro pivot en el relato lo constituye la fuerte influencia y presencia de la maestra de canto, bajo la piel de una correcta Adriana Aizemberg, sabia consejera que atraviesa durante toda la trama el derrotero sentimental de Ana y es receptáculo de sus propios miedos y de sus inseguridades, elementos que transmite en sus performances líricas. La ampulosidad de la que se habló al comienzo la arrastra en tono y registro toda la película con una omnipresente y molesta voz en off en carácter de personaje torturado que en este caso le toca a Federico y a su desesperanza tanguera, en contraste con la fortaleza de la ópera como parte de este juego que busca cruzar la música y el estilo desde el sello del contraste pero que no se ajusta armoniosamente con el guión. Elena Roger en esta ocasión no descolla ni con su canto y mucho menos desde su actuación contenida y sin matices para un personaje que necesitaba por sus características trágicas mayor intensidad, cuerpo y alma. No ocurre lo mismo con Esmeralda Mitre, aunque su rol es menos interesante desde el punto de vista dramático al ocupar ese espacio de tercero en discordia habitual. Por la propuesta y su origen, da la sensación que La vida anterior se fascina muy rápidamente con sus figuras y no deja que ellas crezcan en escena más allá de la exposición en cuadros prolijos donde se puede apreciar un repertorio clásico acorde a las circunstancias y a las potencialidades de cada una de ellas como cantantes notables.
Enfoque tibio del deseo El deseo puesto en el foco indebido fue tema de infinidades de textos literarios, películas y telenovelas. Y este no es el caso en el que esta temática se manifiesta precisamente de la mejor manera. “La vida anterior”, por intentar ser novedosa en su propuesta termina cayendo en un terreno pretencioso y queda muy lejos de lograr su objetivo. El filme narra el derrotero de tres artistas: la pareja de la cantante de ópera Ana (Elena Roger) y el poeta y pintor Federico (Sergio Surraco), en cuyas vidas aparece Ursula (Esmeralda Mitre), una cantante lírica de una personalidad tan misteriosa como atractiva. Ana y Federico caerán bajo las redes seductoras de Ursula, casi sin darse cuenta. Ana, influida por el magnetismo y la admiración que le provoca su voz. Federico, por un combo de cuestiones, en los que se incluye la belleza y la falta de contención que exige la tercera en discordia. La película promete algo que no cumple. Es que en el comienzo, la poesía de Federico y las letras de las óperas parecen llevar un hilo narrativo que concuerda con la problemática del filme. Pero de a poco todo se va desdibujando y la película se desmorona. Hay cuestiones técnicas que aparecen en el sonido, que a esta altura deberían estar resueltas, y diálogos que son tan lejanos a la realidad que asombran. A menos que alguien recuerde algún caso en el que una persona le diga a su pareja de años la frase “estoy exhausto”. Y esto es sólo un ejemplo. Para destacar, sin embargo, el rol dramático y creíble (ella sí) de Elena Roger, que conmueve en cada interpretación vocal tanto como en su expresividad gestual. Quizá Ariel Broitman intentó darle un vuelo artístico a su película a través del mix poesía-música y pintura, pero lo suyo distó de conmover al espectador y redundó en pasajes soporíferos.
Al son de la música clásica No todas las óperas primas se dan el lujo de contar con un talento de exportación entre sus filas. No obstante a su condición de debutante en la pantalla grande, el director Ariel Broitman se aseguró el sí de Elena Roger para la encarnación de Ana, el personaje protagónico de la cinta basada en el libro La Maestra de canto, de Silvia Arazi. Sin esa acertada decisión de casting, La vida anterior tal vez hubiese sido sólo una película con ambiente operístico de fondo, pero con la sutileza de acción y el virtuosismo vocal de la actriz principal se convierte en un filme íntegramente marcado por la presencia de la música clásica. Esmeralda Mitre y Sergio Surraco son los otros dos vértices de un dramático triángulo amoroso. Ana y Federico llevan varios años de casados. Ella es una estudiante de canto lírico con alguna que otra incursión en los escenarios, él es una especie de artista maldito, marcado por el fracaso. Los maestros y guías de cada uno vienen a completar el reparto: Adriana Aizemberg y Juan José Camero son los otros dos pilares de una historia con elenco reducido pero efectivo. En casa de su profesora de canto, Ana conoce a Úrsula (Mitre) y queda fascinada por su talento vocálico. De a poco la misteriosa soprano hará tambalear las bases de un matrimonio aparentemente consolidado. Con juegos interesantes en cuanto a la temporalidad, la película inicia anticipando el final: Federico ha muerto, Úrsula ya no está. Las poesías del fallecido artista funcionan como una voz en off que atraviesa el relato, a veces terminando de explicarlo; otras, presagiando lo que vendrá. Este recurso sonoro es otro de los tintes de una estructuración fílmica musical particular: con poco espacio para los silencios, música de fondo casi constante, y episodios que rescatan las joyas de Shubert y Dupart. La sonoridad se convierte en pauta para la dirección de arte. La película está situada en la Buenos Aires contemporánea, pero la escenografía, la elección de las locaciones, y algunos signos de vestuario sugieren un anclaje más añejo, pictórico y casi atemporal. En esa atmósfera singular, la traición se instala sin generar el típico estruendo dramático de las relaciones quebradas. Sutil y dosificada, la película se cuida de mostrar reacciones desmesuradas, dejando las secuencias aparentemente más importantes (el engaño, la atracción mutua entre Úrsula y Ana, y la muerte de Federico) apenas insinuadas. Los diálogos plagados de adornos poéticos terminan de alejar a La vida anterior del realismo convencional, situándola más cerca de un drama experimental sin ápices de emocionalidad. Si el "pasado es un prólogo" signado por la aceptación del engaño, el epílogo de la historia muestra a una Ana mejor plantada en el escenario, más cercana a la Roger que habita en todos los escenarios.
Sólo la voz de Elena En el inicio de esta película de Ariel Broitman los personajes representados por Elena Roger y Sergio Suracco mantienen su primer conversación, inverosímil y forzada, un diálogo anodino que prefigura el acervo de la película. Es notorio ya desde el comienzo que no hay intención del autor de que así sea, que no es la búsqueda de un clima –que nunca se logra-, sino la consecuencia de un mal casting, de un personaje (el de Suracco, lo más flojo) débil y estereotipado, cumpliendo los pasos de un guión plagado de sentimentalismos recurrentes y lugares comunes. Juan José Camero no se aparta del plan. La película gira entorno a la música y él representa quizá la parte que le toca al tango, y a modo de ejemplo de lo que intenta hacer Broitman y de lo que sale, claro está, expone a un bandoneonísta derrotado, alcohólico, oscuro y errante, el fresco más obvio y frívolo que se le puede dar al género. Lo mismo pasa con la metáfora de la ópera, buscada acaso en cierta ampulosidad, cierta solemnidad que caracterizan los diálogos y el guión, un guión que por momentos intenta ser poético pero no es más que un mal artificio de la poesía, en tanto cursi y naif. Una solemnidad que sobra y que aburre, que duplica la duración de la película. Recuerdo que en aquél primer diálogo que referíamos, Federico (Suracco), responde a una pregunta acerca de a qué se dedica, y responde, entre otras cosas, “que también escribe poesía cuando está triste o cuando llueve”. Esa poesía, ya anunciada de esa manera ordinaria y poco feliz, será el hilo conductor de la historia, y no pasará de un corpus sencillo y elocuente, que roza la mediocridad y la cursilería. Broitman no esconde nada. Por momentos “La vida anterior” intenta ser pretenciosa y bella, pero está todo expresado de una forma muy explícita, previsible y muy trillada, una forma que no desentona con el guión, ni con la voz en off del personaje de Suracco, que por cierto es insufrible. Rescato a Elena Roger. En el trágico resultado final de una película aburrida y vacía, que no dice nada ni provoca nada más allá del aburrimiento, su representación es auténtica y las escenas en las que canta son bellísimas. Me deja la optimista sensación, que en el marco de una historia mejor contada, y en manos de un director menos fallido, hubiera sido un feliz descubrimiento. Quizá sea un consuelo.
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