Todavía somos jóvenes, pero eso se pierde enseguida Allá por los tempranos ’90 reinaba la mediocridad del discurso Menemista de la pizza con champán. Sin embargo, había poetas desperdigados como sus libros, ediciones a mano que podían repartirse a fuerza de fotocopias y del ímpetu de la juventud. Muchos de ellos encontraron un modo de expresarse libremente y a la vez caótico en un colectivo que trajo como consecuencia una revista de muy corta duración llamada 18 whiskys, donde la diversidad de voces, y prosas se entremezclaba con experiencias de vida también de corta duración. De ese experimento no se afincaron sin embargo lazos o vínculos fuertes más allá de la idea de escribir y manifestar las emociones en una catarsis que no sólo exponía a cada poeta sino que buscaba -como suele ocurrir en talleres literarios- la mirada del otro y la crítica a la obra para reducir o ampliar esa guerra no declarada de vanidades, en la hoguera de las palabras. Entonces fue la poesía un pretexto de unión y también desunión allá por los ’90 entre la confusión de ese slogan hueco del “Síganme” y los bailes con odaliscas en el programa de Mirtha Legrand. Mario Varela, fundador de 18 whiskys, poeta y autor de libros infantiles, tomó la decisión de registrar 25 años después un encuentro de amigos que compartieron el proyecto de la revista pero que cambiaron con el correr de los años, algunos cada vez más lejos de aquellas épocas de libertad y otros con la añoranza que las agujas del reloj no fueran tan implacables con la vida. Fabián Casas, Jorge Aulicino, Laura Wittner, Rodolfo Edwards, Daniel Durand, Darío Rojo, Juan Desiderio y Teresa Arijón brindan sus testimonios para completar la misión de Mario Varela, tejen alguna urdimbre de anécdotas en el medio aunque reconocen el final antes que un “continuará” en sus historias personales. En los fragmentos leídos se reconoce cierta urgencia urbana y algunas influencias literarias porque todos ellos además de escribir o traducir por ejemplo a Paterson eran grandes lectores. La pregunta por hacerse es si algo queda de aquellos años de juventud etílica reflejada en un cortometraje de 1993 que el propio Mario Varela, un rosarino que estudió cine en la Escuela de Avellaneda, entre otras cosas, intituló Rally París-Dakar, donde la premisa era recorrer bares de San Telmo y Buenos Aires, consumir todo tipo de bebida alcohólica y ver quién resistía antes del desastre y del amanecer. Ese es el puntapié nostálgico que deviene en búsqueda de afectos hasta el desencanto de saber que las cosas no duran demasiado y comprobar que a las palabras se las lleva el viento, a veces con los poetas incluidos, aquellos que se niegan a la fuerza a desprenderse de la juventud o a convertirla en palabra y transformarla en una energía que muta y no se pierde como dice Fabián Casas: Todavía somos jóvenes, pero eso se pierde enseguida.
La vida que te agenciaste: Unidos y separados por la poesía. Hace 25 años, un grupo de poetas argentinos, conocidos hoy como los poetas de los 90s, o los poetas de la “18 Whiskys” hicieron historia. Esto es una parte de ella. Lo malo y lo bueno. No soy asiduo a los documentales. Lo admito. Pero el mercado cinematográfico está repleto de ellos. Los hay quizás más entretenidos, más dinámicos, unos que otros; pero lo que los directores quieren relatar, creo, es lo más cercano a la realidad que se puede ver con la visión de una cámara que, muchas veces, se utiliza solo para la ficción. Enmarcar, si se quiere, momentos que alguna vez quedaron en el recuerdo, hoy traídos por viejos fotogramas que acompañan los recuerdos de un pasado y una juventud que perdura en el pasado. Viejas heridas que, quizás, deberían haberse dejado atrás, también vuelven a abrirse, y son el resabio de una época mejor, o tal vez, peor. Me encuentro entonces con “La vida que te agenciaste (2018)” de Mario Varela, director y guionista, pero también poeta alguna vez. Y, justamente, este documental trata sobre ese grupo de poetas, amigos de Mario, más de 20 años después. Lo que pasó, lo que les pasa, esa vida que eligieron luego de “hacer historia” en el colectivo de poetas argentinos ( y que traspasó fronteras, ya lo verán). Una historia poco conocida por personas como este servidor, pero que quizás alguno que esté leyendo esta crónica sí reconozca nombres como Fabián Casas (quizás el más famoso por haber sido el guionista del film “Jauja-2014-“, protagonizado por Viggo Mortensen), Laura Wittner, Washington Cucurto, Daniel Durand, Darío Rojo, Rodolfo Edwards, Juan Desiderio, Sebastián Bianchi, Sergio Raimondi, Teresa Arijón o Ricardo “Circo” Cerqueiro. “La vida que te agenciaste” toma como base a otro documental realizado en 1993, Rally París Dakar, una competencia etílica por bares de Buenos Aires, en la que el grupo de jóvenes la bardea. Veinticinco años después, Varela retoma la cámara para saber qué pasó con cada uno de sus amigos escritores y qué vida, precisamente, se agenciaron. Esta búsqueda, que se puede ver como una reescritura de On the road de Jack Kerouac en clave local, nos lleva desde las montañas de la Patagonia hasta una playa alejada en Filipinas, pasando por Tokio, Buenos Aires y Rosario. Las imágenes actuales se entrecruzan con poemas de los autores y con los fotogramas del pasado de este grupo de jóvenes poetas que se agruparon para perpetrar la revista literaria “18 whiskys”. Estos bardos entrelazaron fuertes vínculos de amistad y crearon un paradigma distintivo dentro del marco literario de la época. Pasaron unos 25 años y… hay un imaginario que sostiene que en la década de los noventa en la Argentina dominaba la chatura cultural, la frivolidad menemista del cruce de la pizza con el champán. Poco se sabe que en ese contexto, en el campo de la literatura, surgía un grupo de vanguardia cuyas influencias alcanzan a nuestros días. Un aire de nostalgia y un poco de melancolía recorre la película de Varela. Sin embargo su optimismo, puesto en primera persona, gana la pantalla junto a esos amigos que quisieron aparecer en su registro, colegas del pasado con el que hubo rencillas y hoy solo buenos recuerdos, pero también con los que no se pudo obtener un contacto cara a cara, con los que todavía parece que hay alguna clase de resabio, justamente, de esos recuerdos que los marcaron y quedaron como heridas abiertas para nunca sanar. Así, cada uno de ellos (algunos aquí en el país y otros fuera de él) siguieron con sus vidas. Todos con una profesión, un trabajo, arraigados en ese sistema con el que alguna vez supieron pelear de manera contra cultural. Pero los años pasan para todos, y “La vida que te agenciaste” es un buen prospecto de ello, aunque también, de un legado cultural que no debe pasar desapercibido por ninguna generación.
Se estrena este jueves “La vida que te agenciaste”, ópera prima de Mario Varela, escritor y camarógrafo profesional. Este sueño viene de la mano de una heterogénea obra que va desde el cortometraje hasta los libros de poemas y libros infantiles, pasando por la creación de una editorial independiente y la fundación de una emblemática revista literaria: 18 whiskys, que duró dos números nada más pero que marcó poéticamente a sus integrantes. Como el director es también protagonista del film, es como estar viendo un vaivén desde lo autobiográfico a lo biográfico. El reflejo de la amistad que lo unía con sus amigos de juventud, poetas rebeldes y del reencuentro veinticinco años después. Una excusa para dar a conocer la poesía que se escribía en ese momento, los 90, poesía que influye en la literatura argentina actual. Con preguntas que sobrevuelan tácitamente, el film parece una conversación entre amigos y, a veces también, un reportaje formal que ordena la secuencia informativa de la que se nutre el documental. La pregunta central o el motor de “La vida que teagenciaste” es ¿en quiénes sobrevivió la vieja llama, la pasión por escribir o cómo les fue cambiando la vida a lo largo de los años? Con la poesía, siempre la poesía, en voz baja, en voz alta pero siempre presente. Esta película, que está rodada entre la Patagonia y Filipinas, pasando por Tokio, es una verdadera road movie de poetas. Todo empezó cuando su director y protagonista Mario Varela retoma un proyecto rodado en 1993, cuando él estudiaba la carrera de Cine, en la Escuela de Cine de Avellaneda, llamado “París-Dakar”. Un rally alcohólico de un grupo de poetas amigos, por 18 bares tomando y el que resistía, sin vomitar, era el ganador. La película también refleja que en la juventud y sobre todo la de los 90 y en los poetas en particular, todo es intenso. La amistad, el amor, hasta las peleas que los fueron separando. El propósito de su director fue bien logrado, porque consiguió retratar aquello que se les escapa a los libros, la vida de sus autores y su cotidianeidad. Todo fluye como en una charla entre amigos, como si no hubiera pasado el tiempo que pasó. Los planos de paisajes, la luz de la fotografía todo fluye de manera armoniosa como dándole forma a una poética visual. La cinta de jóvenes poetas rebeldes contó con la participación, recuerdos y poemas de Fabian Casas, Laura Wittner, Juan Desiderio, Rodolfo Edwards, Jorge Aulicino y más… Retomando el recuerdo de las revistas La trompa de falopo y 18 whiskys. Esta última publicación que solo duró apenas dos números mientras la poesía les duró toda la vida.
Cuenta una leyenda, que durante los años noventa, un grupo de poetas, y de locos, que recién asomaban su juventud a la noche, la ciudad, el alcohol y la poesía, crearon una de las míticas revistas literarias, la “18 whiskys”, revista que proponía un nuevo posicionamiento de la escritura. Pero esos volúmenes, de los cuales sólo se editaron dos números, lo que alimenta aún más el mito, pudieron generar una serie de situaciones extra revista, en la que la periferia de ésta, incluía maratones de tomar hasta quedarse ciegos, recorridas hacia los bares más celebrados del momento y una explosión de letras y poesía como hasta ese momento no había sucedido. “La vida que te agenciaste” (2018) va detrás de ese grupo, de la mano de Mario Varela, quien participó de la cofradía, se desandan los pasos actuales de cada uno de los miembros, su universo, su relación con la literatura en el presente, y, desde el archivo, se pone en imágenes aquello que la palabra actual enuncia. Con una estructura diferente, en la que la entrevista tradicional deja el lugar a la charla de amigos, desordenada, verborrágica, explosiva, tal como vemos en archivo, y la reinterpretación de poemas claves de los autores, en recreaciones con ellos mismos, la película avanza y entretiene. Con un potente arranque, con escenas en las que se ve a Varela y algunos de los participantes en montañas, luego el blanco y negro del archivo, más una extensa caminata dialogada entre Fabián Casas y Varela, comienzan a plantear el micro cosmos que la “18 whiskys” evidenció en papel, pero que sólo fue un jirón, un pequeño retazo, una muestra de algo mucho mayor. En tiempos en los que las utopías son pisoteadas por la derecha, que descree de la cultura, y mucho más de la poesía, esa hermana menor de la literatura, Casas, Daniel Durand, Laura Wittner, Juan Desiderio, Darío Rojo, Teresa Arijón, y Rodolfo Edwards, entre otros, vuelven sobre sus pasos para reconstruir una historia oral sobre el Buenos Aires de la literatura, de los eventos y happenings improvisados, en los que todo era posible. Película de nicho, que busca abrirse a todos para potenciar su mensaje, la pesquisa sobre uno de ellos, Durand, que vive actualmente en Filipinas, termina por convertir a Varela en un rastreador del universo lingüístico, en un antropólogo del pasado, que en el presente, resignifica palabras y musicalidades. “La vida que te agenciaste”, aún con sus fallos, se permite construir algo diferente en el panorama del cine nacional, tal vez como espejo de aquello que configuraron en los noventa, poetas explosivos, únicos, que en el rally de whiskys, encontraron su manera de pararse frente a un sistema que les exigía su inmediata incorporación, pero que con habilidad, y trabajo en conjunto, pudieron escapar, al menos por un tiempo, de obligaciones y rutinas.
Poesía en movimiento La vida que te agenciaste (2018) es una propuesta que surge de manera anárquica al igual que el grupo que representa: los poetas de los 90s. Todo el imaginario social asociado al poeta es desmitificado por esta generación, no son intelectuales ni eruditos, tampoco señores que hacen un culto de las letras. La palabra es una forma de expresión e implosión de la realidad, rebeldía y catarsis pura, viva y en constante cambio. ¿Cómo contar todo esto y no caer en la trampa del documental convencional con un estricto valor de verdad? La respuesta la tiene Mario Varela, quien recluta a los compañeros de vieja escuela (que ya rondan los cuarenta y largos) que andan desperdigados por el mundo en ocupaciones impensadas. Ellos son Daniel Durand, Fabián Casas, Laura Wittner, Darío Rojo, Teresa Arijón y algunos más. Los busca sin saber la reacción de ellos con la excusa de revivir la revista 18 Whiskys de sólo 2 números publicada hace 25 años cuando todos rondaban los 20 años de edad. Para hacerlo Varela retoma un proyecto rodado en 1993 para la escuela de cine de Avellaneda donde estudiaba. El trabajo práctico se llamó Rally París-Dakar y era la filmación de ese grupo de poetas en un encuentro etílico, debían hacer una ronda nocturna que incluyera la ingesta de varias dosis de alcohol. Las imágenes en blanco y negro y de dudosa calidad, registran un encuentro de amigos alcoholizados. Aparecen en el video los jóvenes de mayor influencia en la poesía de los años noventa, que son los antes mencionados más Juan Desiderio, Ezequiel Alemian, Sebastián Bianchi, Jorge Aulicino, Circo y una serie de chicas no identificadas. Su estilo descontracturado, under y anti sistema los asocia a la juventud rebelde del teatro, la televisión o el rock and roll mucho más que al preconcepto que se pueda tener de cualquier poeta. Varela de este modo modifica la ecuación, ya no buscamos al panteón sino a uno tipos muy atractivos por ser excéntricos y extravagantes por igual. Esos locos lindos con quiénes se disfruta pasar un buen rato y reflexionar sobre la existencia. Varela viaja en la búsqueda geográfica y visual de los diferentes poetas (con las imágenes de archivo que no son otras que las del encuentro etílico de hace 20 años), y la realidad lo sorprende por dos motivos: porque no puede terminar de reconstruir ese pasado idílico, y porque no puede establecer un presente consensuado por los entrevistados. ¿Fueron un movimiento revolucionario en cuanto a la poesía? ¿Hay influencias de aquella banda en la poesía contemporánea? ¿Cuál es el estado de la poesía hoy? Ante estos interrogantes queda una simpática idea flotando en el ambiente: La poesía fluye como el tiempo, como el agua, como las experiencias de vida de estos poetas/personajes. Un camino que lejos de estar cerrado, aún continúa escribiéndose.
LOS POETAS DE LOS 90, PASADO, PRESENTE Y UN ENTRAÑABLE TRABAJO Un trabajo vital, gracioso, profundo de Mario Varela. El se propuso traer otra vez a la luz a una mítica generación de poetas de los años 90, la época de la pizza y el champagne en el poder, el tiempo de creadores jóvenes, barriales, de impronta rockera, que vivían intensamente la poesía y se reunían entre otras agrupaciones, en torno a una revista “18 whiskys” de pocas ediciones. Esa que tenía el nombre de los “famosos” tragos que tomo Dylan Thomas antes de morirse. Y para realizar este documental, Varela volvió a contactar con sus amigos, viajo de Tokio a Filipinas, gozo de reencuentros, tuvo rechazos (como Agnes Varda con Godard) y utilizó un invalorable material de la época. Se trata de un documental que hizo para la escuela de cine de Avellaneda, que nunca le aprobaron, donde se proponía una competencia etílica por los bares de San Telmo, con una frescura única. En la película participan poetas como Fabián Casas, Juan Desiderio, Laura Wittner, Rodolfo Edwars entre otros. Pero también recurre a la mirada externa, la del poeta y critico Jorge Aulicino que pone en perspectiva el valor y la influencia de ese colectivo de poetas. Una mirada imprescindible de esa época, un movimiento desconocido por muchos, pero profundo y trasgresor.
Un film que exuda poesía Con apenas dos números, la revista 18 Whiskys se convirtió en un mito. La publicación fue apadrinada por el editor José Luis Mangieri e impulsada por un grupo de poetas (Fabián Casas, Daniel Durand, Rodolfo Edwards, Darío Rojo, Juan Desiderio, Laura Wittner...) muy decididos a edificar su propio canon literario a partir de la relectura y la crítica mordaz al establecido. Mario Varela, integrante de ese colectivo anárquico e irreverente, ha filmado una película a la altura de las circunstancias: elude la solemnidad y la nostalgia boba, tiene mucho humor, recupera valioso material de archivo y despliega un análisis restrospectivo que resignifica aquella aventura de los 90 con un tono entrañable, vital y que exuda poesía.
Luego de su paso por el 20 BAFICI, llega al Cine Cosmos UBA La vida que te agenciaste: una road movie dirigida por Mario Varela. En su ópera prima repasa una parte del mundo de la poesía argentina en los años ’90. En la década de los ’90, un grupo de poetas, entre ellos el director Mario Varela, realizaron 18 whiskys: un proyecto literario que sólo tuvo dos ediciones. Durante ese periodo, el cineasta, que estudiaba en la Escuela de Cine de Avellaneda, filmó Rally París-Dakar: un documental que seguía a este grupo de poetas en una competencia alcohólica por bares de San Telmo y que consistía en tomar 18 tragos de alcohol (como una especie de homenaje a Dylan Thomas). Casi dos décadas después, Varela inicia un viaje en busca de aquellos poetas. El cineasta viajará junto a su cámara por diferentes partes del mundo (diversos puntos de Argentina, Tokio, Filipinas) para saber qué fue de la vida de cada uno de ellos. Varela indagará en los recuerdos que conservan de aquella época, en las rivalidades que había, en los lazos afectivos. La vida que te agenciaste es un recorrido por el antes y el después de estos personajes de la literatura argentina. Si bien el documental está enfocado, principalmente, en la poesía desde la mirada de aquellos que integraron la revista 18 whiskys, cuenta además con la participación de Jorge Aulicino. El poeta y periodista le da un punto de vista más académico respecto a qué fue realmente este movimiento literario en los años ’90. Sus declaraciones se entrecruzan con las imágenes de Rally París-Dakar y con la actualidad de sus protagonistas. Esto genera que la historia sea más dinámica y entretenida para el espectador. A pesar de que La vida que te agenciaste puede ser de interés general, está más bien dirigido a aquellos amantes de la literatura que podrán disfrutar por casi hora y media de anécdotas que involucran a figuras de la poesía como Fabián Casas, Daniel Durand, Laura Wittner, Juan Desiderio y Rodolfo Edwards, quienes hace 20 años atrás supieron darle vida a esas dos números de una revista que marcó la poesía de los ’90 en el país.
LA CULTURA POÉTICA DE LOS 90’S Todos los que nos dedicamos a una rama de lo artístico, nos especializamos en todo el circuito que rodea a tal o cual disciplina: el músico conoce los lugares donde emergen los nuevos sonidos, las bandas incipientes que vale la pena escuchar, qué géneros son los que arman las movidas; el teatrero conoce los directores que se diferencian del teatro anterior, los nuevos actores que la romperán más adelante, las imbricaciones de géneros que hoy en día son tendencia; el cinéfilo conoce películas que se volverán de culto más adelante, los directores que son vanguardia y que mañana corromperán el mercado, o no. ¿Pero qué pasa con un género tan elitista como la poesía? De eso nos viene a hablar Mario Varela en su documental La vida que te agenciaste, donde retoma una filmación anterior, de la década de los 90’s, con su grupo de amigos poetas y un experimento etílico que se propusieron llevar a cabo en ese momento. El documental ofrece una rica e interesante historización del movimiento poético argentino en la década de 1990, que al parecer marcó un antes y un después en el campo intelectual literario de nuestro país. Recapitulando varias publicaciones, entrevistando a varios de los protagonistas de esa época y mostrando el devenir de esas figuras hasta nuestros días, el documental reconstruye la importancia de una breve publicación que marcó una gran influencia, 18 Whiskys. Varela, siendo uno de los integrantes de este colectivo de poetas, se propone en el film buscar y entrevistar a los otros fundadores de ese movimiento y algunas personas aledañas al mismo: Fabián Casas, Daniel Durand, Rodolfo Edwards, Darío Rojo, Juan Desiderio, Laura Wittner, Teresa Panchillo, entre otros. Estas entrevistas, entrecortadas tanto con fragmentos de aquel primer documental de Varela filmado en blanco y negro, donde se muestra una maratón por ocho bares de la ciudad, en una competencia etílica a ver quién toleraba la ronda, como por lecturas en voz de off de poemas de los autores citados, nos permiten además de conocer anécdotas desopilantes de época, delimitar tanto el valor estético e histórico que tuvo este grupo dentro del campo poético de esa época y posterior también, así como dilucidar cómo era el ambiente cultural de ese momento en Argentina, en los años noventa: globalización arrasadora, pizza con champagne, la espectacularización de la política, a lo que la poesía cruda que este grupo propuso se erige como un oasis en medio de un desierto capitalista instalado por un gobierno de corte neoliberal. Varela presenta por momentos una ficcionalización del género documental, con escenas dramatizadas protagonizadas por los propios poetas y con música diegética que acompaña algunas escenas de la búsqueda de los poetas perdidos. El film atrapa y llena de curiosidad a quienes a lo ven, ya sean conocedores o no de poesía, porque muestra una vida bohemia y artística posible de llevar a cabo a lo largo de los años. Más allá que algunos de esos poetas colectivos de 18 Whiskys se hayan dedicado a otra cosa, siempre continuaron ligados con el mundo cultural y artístico que los formó y fecundó. Una frase le queda, a quien humildemente escribe esta pequeña opinión sobre este documental, marcada a fuego en el cerebro: “tratar de convertir el dolor, en aventura”. Y así debe ser, y sobre todo para quienes decidimos seguir la tan complicada veta del arte como forma de vida, llena de obstáculos, enormes placeres, frustraciones, dolores insoportables y malasangre, pero… ¿Quién no te dice que eso es la aventura del arte? Yo creo que si fuera más fácil no sería igual de divertido.
“La vida que te agenciaste”, de Mario Videla, sigue al autor en el reencuentro con otros bohemios de los ’90, entonces unidos por una mitificada revista de poesía y ahora desperdigados hasta por Japón y Filipinas, todavía poetas, pero ya asentados en labores diversas, desde la de traductores y editores hasta la de profesor de tango, gigoló y repositor de mercado.
Huellas de una cofradía poética La película intenta retratar al grupo de poetas que participaron de la creación y casi inmediata desaparición de la revista 18 Whiskys, un hito dentro de la producción poética de la Argentina en los 90, y hoy objeto de culto. “Tener gente que te dice la verdad es central cuando estás escribiendo”, afirma Fabián Casas. “En la vida también”, amplía y completa Mario Varela, dándole a la escena el aire de cadáver exquisito que tienen las buenas charlas y que de algún modo hereda el documental La vida que te agenciaste, dirigido por el propio Varela. En él intenta retratar al grupo de poetas que de manera central o lateral participaron de la creación y casi inmediata desaparición de la revista 18 Whiskys, un hito dentro de la producción poética de la Argentina en la década de 1990, a la que el tiempo convirtió en objeto de culto. “El pasado es un lugar atractivo”, dice Laura Witner. “Da la sensación de estar cerrado y empaquetado, pero apenas lo mirás se desempaqueta”. Como un explorador, quizá influido por el oficio de guía de montaña que desempeña en Bariloche, Varela va en busca de las huellas de ese pasado con la intención de hacerlas confluir en el presente, un cuarto de siglo después. Y fracasa. Aquella cofradía que intenta reunir se encuentra dispersa y muchos de sus fragmentos se repelen como imanes invertidos. Lejos de arruinarla, esa imposibilidad convierte al film en una criatura viva, estimulante, casi un tratado acerca del carácter ilusorio y hasta ficcional del pasado. Como contraparte, La vida que te agenciaste incluye imágenes de un documental que el propio Varela realizó por entonces. Ahí registra una suerte de rally etílico en el que los mismos poetas, pero jóvenes, influidos por Bukowski (un boom en la Argentina de los ‘90), recorren una serie de bares tomando en cada uno una bebida alcohólica distinta. El contraste entre el realismo sucio del VHS en blanco y negro del pasado y la prolijidad ultra HD del presente subraya la sensación de tristeza por el divino tesoro perdido. El contrapunto convierte a la película en un coming of age que pone en escena el furor de un carpe diem con todo el futuro por delante, para enseguida demoler esa alegría con la sospecha nunca expresada de que lo mejor tal vez ya pasó. “Algo que la literatura de los ‘90 no tiene es materialismo”, sostiene Julia Sarachu, asumiendo la misión imposible de definir un universo inabarcable. “Era el pedo galáctico de cada uno, un culto de la individualidad, del goce y de la imagen”. Sus conceptos parecen dar en el clavo, en tanto algunos retazos también sirven para definir lo que fueron los ‘90 vistos de manera general. Pero al mismo tiempo se queda corta: otros protagonistas recuerdan esa época, y sobre todo al proyecto de 18 Whiskys, como una experiencia colectiva. Y a ninguno se le ocurre pensarse a sí mismo fuera de la burbuja de ese grupo ecléctico y desafiante que marcó su crecimiento como escritores. “Hubo una diáspora”, sintetiza Juan Desiderio y más adelante Jorge Aulicino utiliza la misma palabra para hablar de la atomización de aquel grupo. Una diáspora que en primer lugar tiene que ver con el devenir de las cosas: Casas y Wáshington Cucurto quedan en el centro gracias a la exposición que consiguen a través de los medios, mientras el resto continúa produciendo en el universo paralelo de la escena poética. Pero en algunos casos esa diáspora también se volvió geográfica: Varela vive en Bariloche; Sergio Raimondi fue Secretario de Cultura en Bahía Blanca; Damián Rojo vive en Duggan; Circo en Japón, dando clases de tango, y Daniel Durand se extravió en Filipinas. La forma en que Varela entrecruza testimonios del presente con las imágenes de “un pasado empaquetado que empieza a desempaquetarse”, deja en claro que en algunos casos ambas dimensiones de esa diáspora están íntimamente ligadas. El director utiliza “el exilio” de Durand como paradigma de ello. “Casas y Durand son dos caras de lo mismo, por eso tenían que terminar en una rivalidad que tiene más que ver con el reconocimiento o la influencia que podría tener cada uno, que con cuestiones estéticas”, comenta Aulicino para ilustrar el choque de egos de quienes fueron los dos referentes de los 18 Whiskys. No es casual que la película empiece y termine ocupándose de ambos: Casas se queda con la media hora inicial y a Durand le tocan los últimos 15 minutos. Más allá de la desproporción temporal, cada segmento define el modo en que cada uno transita su lugar de referente. Mientras Casas se expone y cautiva con su conversación, Durand está ausente con aviso, pero su fantasma atraviesa todo el documental. El tercer acto es en realidad un acto de desaparición. Ahí Varela intenta hallar a Durand pero fracasa de nuevo y termina embarcado en otro rally, esta vez por los bares filipinos.
Algún estudioso o descreído puede lanzarse a preguntar si existió una poesía de los "90, así como alguien en algún momento agrupó a un tipo de escritores en lo que se llamó el Grupo Florida y otro, el Grupo Boedo. Es que el espíritu de una época siempre tiene sus representantes y no siempre es fácil encontrarlos, como a éstos que presenta la película, con publicaciones propias, mínimos circuitos en los que circularon y bien concretos, y materiales en la mirada del mundo. El caso es que el director busca qué pasó con ellos (y con él mismo, que integró el grupo) y recuerda también cómo se unieron, cómo se separaron o cómo fue la fundación de la revista de nombre 18 Whiskys (que duró dos números) e incluyó un raid de nueve bares, nueve vueltas de todo tipo de bebidas y la posibilidad de ganar con el más aguantador, el que no vomitaba en el intento. Con espíritu abierto y divertido, libertad en las búsqueda de los personajes y películas caseras, incluso una del director, que se llamaba "París. Dakar", elaborada cuando era estudiante en la Escuela de Cine de Avellaneda, Mario Varela inicia un viaje hacia aquellos que formaron parte de esa bohemia de Buenos Aires, que sobrevivió a pesar de todo mientras las concentraciones populares y la furia de las cacerolas interrumpían el orden público. CAMINOS DIFERENTES Un reencuentro de personajes que vivieron su juego en los "90, como todos a los veinte, y ahora -a los más de cuarenta- pueden tener emprendimientos en la Patagonia, trabajar de traductores, atender una biblioteca: esa es la gran apuesta de Varela. En el filme se puede disfrutar de la humorada fácil de chicos que gozaban la no responsabilidad mientras apostaban a escribir lo que veían criticando a viejos poetas o utilizando con su propia creatividad el contenido de sus vivencias. El gran aporte de esta producción es rescatar la solidez de sueños que empezaron en los "90, que mantuvieron de alguna manera toda la vida, y se plasmaron en páginas que aún hoy viven en antologías más o menos compradas por aficionados ("La tendencia materialista", aparecida hace no tanto tiempo). Viaje que une a viejos conocidos, ahora separados, con hijos unos, con muchos amigos otros, bohemios en Oriente otros, pero todos de alguna manera inmortales por vivir en una película que habla de un sueño de poesía solidificado en papeles que una y otra vez reaparecen de alguna plataforma que permite recordarlos.
Durante los primeros años de la década del ´90 un grupo de jóvenes veinteañeros, estudiantes vinculados al mundo de las letras, sienten la necesidad de escribir poesía, aunque no tengan un referente, un guía a quién seguir. Y, como toda persona de esa edad, precisa naturalmente rebelarse, discutir lo establecido. Entonces para llevarlos a los hechos y que no queden en sólo palabras crearon una revista literaria, con un nombre sugestivo, “18 whiskys”. A través de ese medio podían expresarse, escribir lo que querían, sin censura, pero, por una lucha de egos y desavenencias personales, únicamente se editaron dos números dobles. Para reflotar esos recuerdos Mario Varela, integrante de aquel grupo, filmó este documental. No se escuchan arrepentimientos por no haber continuado con el proyecto, sólo anécdotas y añoranzas de esos tiempos. Hay un narrador principal, Jorge Aulicino, quien relata la historia de la revista y de los integrantes del grupo sentado en un confortable sillón del living de su casa mientras fuma en pipa. El director también está frente a cámara en todo el documental, donde se va encontrando, uno a uno, con sus ex compañeros y charlan sobre el protagonismo que tuvieron en ese entonces, y en la actualidad, dentro del mundo literario. A ellos les gustaba, y les sigue gustando, beber vino, especialmente, y lo hacen notorio en pantalla porque el director exhuma una filmación casera, en la que están todos juntos y en ciertos casos, por separado. Charlan entre ellos, o hacen declaraciones a cámara, todos bajo las influencias de un alto contenido etílico. De jóvenes se los ve diciendo varias cosas inconexas, de adultos, ven esos momentos de otro modo, filosofan lo que ocurrió con la poesía en los últimos 25 años. Algunos de ellos también recitan poemas. El director, aprovecha el tiempo al máximo, se mueve constantemente para reunirse con ellos nuevamente, aunque los visita a uno por uno. También viaja a otras provincias y, como si fuese poco, a Japón y Filipinas. Todo dentro de un concepto estético y narrativo uniforme que le da sentido a lo que quiere transmitir al espectador. Los poetas recuerdan sin melancolía. Añoran, pero no entristecen. Saben muy bien que su vida es el ahora y que aquello fue una linda locura juvenil.
LOS DETECTIVES SALVAJES Roberto Bolaño ha dedicado gran parte de su literatura a relatar las peripecias de grupos de poetas jóvenes, fundamentalistas, rebeldes y diletantes embarcándose en aventuras disparatadas y destinadas al fracaso antes de comenzar. Esos poetas no tienen más propósito que escribir, ni siquiera por dinero para agenciarse una vida con dicha profesión. La poesía es, en ese universo, una actitud ante la vida más que un oficio o una profesión. A comienzos de la década del 90, y casi como un cuento del autor chileno, un grupo de jóvenes poetas se unieron a través de lazos de amistad y lanzaron una revista (una de esas que podrían haber formado parte de “El espíritu de la ciencia ficción”) llamada “18 Whikys”. Uno de sus integrantes, Mario Varela, como un detective salvaje bolañesco se lanza a la búsqueda de un pasado sin gloria aunque sí con elementos míticos para cierto círculo social. A través de imágenes documentales de sus viejos integrantes, con esa estética tan propia de nuestros años 90 (el VHS, los pelos largos, las ropas holgadas) nos acercamos a sus integrantes en su juventud, su momento de ebullición. Aunque una pregunta nos asalta: ¿Cómo filmar una profesión con tan poca acción corporal como la escritura? Más aún: ¿Cómo hacerlo sin recurrir a la dramatización? Lo más cercano es poder ver a los poetas hablando de la realidad, su realidad y su mundo. Hoy día, en que los 90 se asemejan tanto a nuestra realidad, no parece inocente volver sobre esta experiencia de jóvenes que estaban en contra de fundir escritura con política. Entonces el grupo se transforma en arquetipo de la apatía política juvenil de la década menemista que quedó como una marca indeleble de esa generación. ¿De qué sirvió esa actitud? ¿Tenía que servir para algo? Y esta película ¿tiene un propósito fuera de la nostalgia? La realidad de los diferentes poetas en el presente es bien variada y no nos permite trazar puntos en común ni delinear constantes de ningún tipo, salvo la etárea. Aunque bien variopintos, el relato no logra conformar personajes ni problematizar la experiencia. En un momento se habla de la misoginia y las cuestiones de género pero la ausencia de declaraciones jugosas o interesantes sobre el tema no permiten ahondar en la cuestión y su introducción parece más una prerrogativa del estado de ideas del momento que un interés legítimo por la temática. El otro punto fallido es la no-aparición de uno de los poetas. Un viaje a Tailandia en su búsqueda nos vuelve a remitir a Arturo Belano y Ulises Lima vagando por los desiertos de Sonora en busca de Cesárea Tinajero. Sin embargo, no sólo la búsqueda es infructuosa sino que no genera material para repensar ninguna cuestión y la presencia/ausencia del perseguido no se impone por el peso de su figura ni por haber sido el hecho maldito del grupo por lo cual tampoco queda claro su presencia como material en el metraje final, salvo quizás por no desperdiciar la inversión que supuso tal viaje. El relato no logra transformar a ese poeta perdido en el Leopoldo María Panero de El Desencanto (Jaime Chávarri, 1976) y su ausencia tampoco se siente. ¿Qué se busca recuperar con esta historia? ¿Por qué hoy día? La ecléctica vida que siguió cada uno de sus integrantes tampoco nos parece hablar de un destino común ni siquiera por lo trágico (como sí ocurriría en las novelas de Bolaño). Sin embargo, lo que en el autor chileno era la recuperación de un pasado en donde la poesía si bien no era un arma de política partidaria si estaba cargada de un enorme y visceral gesto político, a secas, cosa que no parece ocurrir en este filme, quizás en forma especular con su propio pasado, quizás en forma especular con el pasado del país. Por Martín Miguel Pereira
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