Mi soledad y yo ¿Qué es el cine? Para el teórico André Bazin el cine es el arte de lo real. El cine puede mostrar formas de la realidad incluso sin recursos técnicos ni artísticos. La realidad no es igual a lo visible. Para él, el cine expone la verdad de lo real, mientras que para Kracauer sólo es la realidad de los hechos. Y eso es Las cinéphilas (2017), documental de María Álvarez, que toma como excusa la cinefilia para desarrollar tópicos más complejos como la decadencia en la vejez. De Buenos Aires, Montevideo y Madríd son las cinefilas elegidas para seguir mediante el recurso observacional. “No somos espectadoras” dice una de ellas renegando de esa definición. “Espectador es el que compra una entrada para ver una película cualquiera. Nosotras recorremos la ciudad de una punta a la otra para poder ver una película”. Y es así. “Las cinéfilas” van al cine todos los días de su vida, asisten al Arte Cinema en Constitución y de ahí se van al Bama en Microcentro o al ArteMultiplex de Belgrano, estudian la grilla de un festival como si se tratara de la tesis de un doctorado y corren de función en función. Viven el cine, por el cine y en el cine. Pero, ¿qué esconden detrás de ese amor incondicional y en algún punto hasta patológico? La ópera prima documental de María Álvarez no es como su título lo indica una película cinéfila, sino más bien sobre la vejez, la soledad y las secuelas del paso del tiempo. Su mayor acierto está en el casting de personajes elegidos para retratar, aunque algunos más atractivos que otros. Un grupo de sexagenarias, septuagenarias y octogenarias cuyo anecdotario vira entre lo simpático y lo patético. Un límite que la realizadora supo equilibrar para que los personajes no sean mostrados como caricaturas de las que reirse.Tampoco los juzga. Solo los observa y por momentos interfiere en sus vidas. En Las cinéphilas no vamos a encontrarnos con grandes teorías sobre el cine, ni planteos teóricos, ni siquiera con el análisis atractivo de algún clásico. Pero si nos encontraremos con un grupo de señoras mayores que nos contarán lo que para ellas es el cine, aunque en realidad será la excusa para hablar de una vida que se acerca al final.
Amable y cariñoso documental centrado en varias mujeres que, en distintas ciudades del mundo, se dedican obsesivamente a ver películas, especialmente las que se dan en cinematecas y festivales. Este filme que participó en el BAFICI y en el Festival de Locarno de 2017 es un homenaje a estas damas que han convertido a la cinefilia en un rito y una forma de lidiar con la soledad. En Buenos Aires, Mar del Plata, Montevideo o Madrid. La locación no importa. Las mujeres que protagonizan la opera prima de Alvarez han tenido vidas muy distintas pero hoy tienen rutinas parecidas: van al cine. Todos o casi todos los días. A ver “lo que pongan”, a cumplir con la necesidad de “salir de casa”, por amor al cine, para combatir la soledad o sentirse acompañadas. Las historias que cuenta este generoso y amable documental es la de varias mujeres (cuatro tienen roles importantes, otras un tanto menores) de más de 60 o 70 años que siempre han sido, o que el tiempo las ha convertido, en “cinéphilas”. Y hoy, como una de ellas dice, pasan a la “inmortalidad” al ser retratadas en una película que las homenajea pero que, más que nada, las respeta y las quiere. A una de ellas la encontramos en Mar del Plata, preparando obsesivamente la grilla del festival (ella explica en detalle cómo lo hace) y yendo con los minutos contados de sala en sala. “No contesto los llamados durante los festivales”, dice y hasta no entiende cómo es que la llaman cuando saben que está ocupada. También visita ciudades y recorre locaciones de rodajes. Y siempre un poco se decepciona ya que en la realidad nunca tienen el aura que transmiten desde la pantalla. Otra mujer, en Buenos Aires, va a la Lugones (donde se estrena ahora la película), se reúne con amigas a hablar de Proust y analiza su relación con el cine como pocas. Otra vive en Uruguay y es bastante pícara, charlatana y un tanto fantasiosa. Ama a Kurosawa y no entiende cómo alguien puede casarse para toda la vida. En España hay otra(s) mujer(es) que visitan a diario la Cinemateca de Madrid, repasan el programa, tienen sus preferencias, rutinas (una va a un coro) y obsesiones varias. Todas ellas –y otras a las que vemos menos– son las protagonistas de este filme noble, humano, querible, acaso un tanto confuso en cuanto a las idas y vueltas entre los personajes, pero siempre siguiéndolas de cerca, con cariño y respeto. En otras manos, estas mujeres podrían haber sido objeto de condescendencia y estúpidas ironías de cineastas que se creen mejores que el mundo. En las de Alvarez, son lo contrario, un ejemplo de amor al cine (van al cine-cine, no se habla de DVD o consumos caseros aquí) y a la posibilidad que les da de seguir conectadas, con el mundo y con los otros.
Dirección: María Alvarez Sección: Competencia Argentina Las Cinéphilas, ópera prima de María Alvarez, nos presenta a seis mujeres -dos argentinas, dos uruguayas y dos madrileñas- que aunque se muestran de forma distinta, comparten algo: la pasión por el cine. En forma de documental testimonial -un poco espontáneo, un poco desordenado- el film relata como cada una concibe al séptimo arte y que lugar ocupa éste en sus vidas. Así, vemos como una comenta que desde que enviudó, asiste todas las tardes a una cinemateca y ve "lo que den", pero aclara que ciertos directores ya la cansaron. Otra va al festival de Mar del Plata, y explica como es su ritual organizativo a la hora de seleccionar a que funciones irá; mientras que una tercera rememora sus escenas y diálogos favoritos del cine, a la vez que comenta que no cree en el amor para toda la vida. Las Cinéphilas son adultas mayores, quienes desde su joventud o bien ya en su adultez, se han sentido atraídas por el cine y sus múltiples encantos. Ya sea porque lo piensan como una compañía, como único recurso ante la soledad, o porque les encanta perderse en otros mundos y olvidar los suyos, todas abordan el tema con naturalidad, generando un relato ameno, que si bien por momentos se torna excesivamente melancólico, cumple su cometido. "No somos espectadoras", aclara una de las entrevistadas mientras refiere que el espectador es un ser pasivo, que todos somos espectadores, pero que un verdedero cinéfilo o cinéfila es quien se apasiona, se conecta, y se siente parte de ese universo cinematográfico. Imperdible, maravillosa e inspirada.
El cine como forma de vida. La sala de proyección como continuidad vital de los cuerpos que en la oscuridad encuentran compañía en alguna tarde, o en todas las tardes de cada una de las protagonistas. María Álvarez debuta en la realización con un film potente, con ideas que superan las anécdotas que cada una de las pintorescas cinéfilas cuentan, y que tienen al cine como eje temático, pero también como excusa para hablar de la vejez, la familia, la soledad y el vacío.
Las “cinéphilas” del título son seis: dos argentinas, dos uruguayas, dos españolas. En Buenos Aires y en Mar del Plata (una de ellas viaja a participar del festival de esa ciudad), en Montevideo o en Madrid estas sexagenarias, septuagenarias y hasta octogenarias concurren casi todos los días -incluso con bastón o con andador- a las funciones vespertinas de cinematecas y salas de arte y ensayo. Alvarez sigue de cerca (y hasta se involucra directamente con ellas) a estas seis viejitas, que por momentos resultan queribles; en otros, irritantes; en ciertos pasajes son hilarantes; en otros, bastante patéticas. La directora apuesta a la espontaneidad, a la naturalidad y no le molesta cierta desprolijidad en el registro (la cámara se ve en sombras y espejos, por ejemplo) porque lo que quiere transmitir es la esencia de estas damas cinéfilas. El film no es tanto sobre la cinefilia de la tercera y cuarta edad (aunque las jubiladas hablan de sus títulos e intérpretes favoritos) sino más bien sobre la soledad y el paso del tiempo. En ese sentido, aunque la película funciona como crowd-pleaser (hubo aplausos hasta en la función de prensa del BAFICI que fue su primera exhibición pública), en realidad es un relato melancólico y por momentos incluso bastante triste: lidiar con la vejez, la degradación, la ausencia y la inminencia de la muerte no es tarea fácil y ellas lo hacen como pueden: a veces con humor negro y en otras con torpeza. Más allá de que el interés por las distintas historias es dispar (algo inevitable en una apuesta coral como esta), la narración se resiente por momentos por una musicalización que tapa los silencios y acentúa el tono crepuscular y nostálgico de la propuesta. Una decisión que, de todas maneras, no invalida ni minimiza los hallazgos que Las cinéphilas evidentemente tiene.
Todo gira alrededor de los testimonios y las vivencias de un grupo de mujeres jubiladas, dentro de lo cotidiano esta el amor al cine, junto a ellas viajamos a su universo y descubrimos que no son simples espectadoras. Ellas suelen concurrir a festivales, van a filmaciones, conocen la filmografía de los actores y junto al cine ellas se sienten vivas y felices. Este es un documental posee gracia y emoción, los espectadores llegan a admirarlas, a quererlas, ellas son autenticas y la cámara sabe capturar todo lo que se desea resaltar. La cineasta Álvarez es egresada de la ENERC, este film es su ópera prima y se llevó el Premio del público BAFICI 2017. Además participó del Festival de cine de Locarno.
“Las cinephilas”, de María Alvarez Por Marcela Barbaro Se deja de ser cinéfila con el paso de los años? No, al contrario. Las cinéphilas demuestra que el cine mantiene el espíritu vivo de seis mujeres jubiladas procedentes de distintas partes del mundo: España, Uruguay y Argentina. Cada una de ellas, a la manera de un ritual que cada tarde van al cine local o participan en el Festival de cine que se presente. La ópera prima de María Alvarez es un documental donde el cine es otro de sus protagonistas, porque a partir de él se destaca al encanto y la simpatía de mujeres muy particulares. Sin caer en una inevitable, proyección personal, el documental mantiene un relato dinámico, donde las historias se van intercalando con diálogos a cámara y desde un registro cercano sobre su cotidianidad. La mirada de Álvarez se muestra respetuosa de sus cinéfilas y se divierte junto a ellas, al mismo tiempo. Todas comparten la pasión por el cine, otorgándole un plus de frescura, y eso se nota. Estela, Paloma, Norma, Chelo, Lucía y Leopoldina participan del proceso de filmación, casi como ensamblando la ficción que tanto consumen con la realidad de verse ellas mismas en una pantalla. Eternizándose, como dice Lucía. A través de primeros planos y de una iluminación que emula la luz proyectada de una película sobre sus rostros, Las cinephilas reflexiona sobre la importancia del cine no sólo como arte sino, a partir de lo que miramos, como formador de quienes somos. Esta reseña fue publicada en ocasión del estreno de la película en el Bafici 2017, en donde ganó el Gran Premio del Público. LAS CINÉPHILAS Las cinéphilas. Argentina, 2017. Guión, edición y dirección: María Alvarez. Intérpretes: Paloma Diez-Picasso, Chelo Plaza Domínguez, Estela Clavería, Norma Bárbaro, Lucía Aguirre y Leopoldina Novoa. Fotografía: Tirso Díaz-Jares Rueda. Sonido: Gaspar Scheuer (Estudios Ñandú) y Gabriel Gutierrez (Menos Doce DB). Duración: 70 minutos. Estreno en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530).
El ritual de las amantes del cine La cámara de la directora acompaña a seis mujeres en su pasión por las películas. El film encuentra su principal mérito en ir más allá del carisma de sus protagonistas, para terminar indagando en cuestiones más profundas como la vejez y el paso del tiempo. Google devuelve que la pasión es un “sentimiento vehemente, capaz de dominar la voluntad y perturbar la razón”. Si el apasionado aplica todo ese fragor interno al cine -a las películas, pero sobre todo a su consumo en una sala oscura-, habrá de convertirse en miembro de la numerosa aunque languideciente cinefilia. Las seis mujeres que acompaña la cámara de la debutante María Alvarez son exponentes perfectos de esta comunidad: personas que viven para, por y desde el cine, y para las que sentarse junto a ilustres desconocidos a mirar cómo en una pantalla se construye una historia tiene el peso de un rito sagrado. En común tienen la pulsión por los datos enciclopédicos y las fichas técnicas. También algunos rasgos relacionados con un profundo temor a los fantasmas de la soledad y la añoranza de los mejores tiempos del pasado. Ese espíritu entre naif y melancólico abraza el documental Las cinéphilas. De Buenos Aires a Mar del Plata, y de ahí a Madrid con escala en Montevideo. Alvarez elige a seis mujeres de más de 60 años para acompañarlas mientras desarrollan sus cinefilias. A una de ellas la muestra armando la grilla del Festival de Mar del Plata con un método que explica con lujo de detalles. A otra, esperando ansiosa una función en la cinemateca uruguaya mientras dice, casi como al pasar, que no entiende como alguien puede casarse para toda la vida. Para ellas el cine significa un refugio a los avatares diarios. Ganadora del Premio del Público del Bafici del año pasado, la película va y viene de un lugar a otro, de una mujer a otra, con un respeto que coquetea el homenaje tanto a ellas como a una forma de consumo. Aquí no se habla de DVD ni Netflix, sino que el centro es el ritual y cómo éste se convierte en articulador de agendas. Pero, ¿qué hay detrás de todo eso? Simpática y arremolinada como sus protagonistas, Las cinéphilas encuentra su principal mérito en ir más allá del carisma de las mujeres, evitando caer en el subgénero de “documentales sobre viejitxs simpáticxs”. Álvarez es respetuosa en su aproximación y se mimetiza con ellas anulando la distancia entre observadora y observadas, develando progresivamente una faceta intimista. La cinefilia, entonces, funciona como plataforma de despegue para indagar en cuestiones más profundas como la vejez y las consecuencias del paso del tiempo. Ese mismo tiempo que, dentro de una sala, queda en un estado de suspensión.
"Las cinephilas", con el título así, afrancesado, de María Álvarez, es el divertido y un poquito melancólico retrato de seis señoras fanáticas del cine y bastante activas también en sus vidas cotidianas, habitués de la sala Lugones, la Doré de Madrid, el Chaplin de Montevideo y el Festival de Mar del Plata. Señoras mayores, digamos, usando un eufemismo, pero bien actualizadas, que opinan con largo conocimiento, experiencia y desparpajo. Y mucho más despabiladas que las viejitas del "Bellaria" de Douglas Wolfsperger, que sólo iban a una sala especializada en películas de su lejana lozanía.
Después de su paso por el Bafici 2017 en la Competencia Argentina, donde obtuvo el Premio del Público, llega a las salas comerciales el documental Las cinéphilas de María Alvarez. Las cinéphilas del título son seis mujeres adultas mayores solas, divorciadas y/o viudas con todo el tiempo libre y una pasión que las convoca por igual: el cine. Dos viven en Buenos Aires, dos en Montevideo y dos en Madrid. Este documental de personas-personajes se nutre de ellas para contar y contarse. Y gana o pierde, crece o disminuye en su fuerza por el poder encantatorio que el discurso de estas damas evidencia ante la cámara y que lo construyen como si ésta no existiera. Todas de personalidades fuertes pero algunas más extrovertidas, es esta especie de exhibicionismo o de necesidad de vincularse para salir de la soledad lo que acrecienta el protagonismo de algunas en desmedro de otras. Mientras un dejo de melancolía y tristeza lo tiñe todo. Anécdotas, situaciones vividas en cinematecas o salas de cine arte o en festivales, relatos de escenas de películas que las han marcado (con homenajes que se efectúan con ellas desde la misma puesta) y entrevistas en sus propias casas, se amalgaman y entretejen una trama que el montaje agiliza y aprovecha sus mejores momentos siempre con una cámara que las mira de igual a igual. Y no sólo de cine se nutren estas mujeres con una avidez que personas más jóvenes no tienen (por no decir que debería ser de visionado obligatorio para los críticos que han olvidado por qué eligieron su profesión y escriben y ven en piloto automático) sino del arte en general: la literatura, la música, el canto. La nouvelle vague, el neorrealismo, Buñuel, Bergman, Kurosawa son citados con ingenio y sin pedantería, con humor y emoción, con raciocinio y con afectividad, desde el gusto y desde la argumentación. Si a veces parece una actuación lo que se ve en pantalla y hasta el registro no evita ser desprolijo o evidenciar la presencia de la directora, los “instantes de verdad” que afloran (la risa franca de Leopoldina, el guiño de Paloma, la posibilidad de perdurar de Lucía frente a la cercana muerte por ser parte de este documental) son de esos que no tienen precio.
La soledad es la primera acompañante del cinéfilo. María Álvarez seguro sabe de eso y en esta película habla de la soledad y de la cinefilia en términos enormes, si hasta reinventa topográficamente a esta última reemplazando dos de sus grafemas (y lo mejor es que deja el tilde en la e, toda una declaración de principios).Con la soledad, aunque ya no se mete en la morfología de la palabra, Álvarez hace algo similar: en esta película convierte el compasivo preconcepto de la “solitaria viejita” en el de una aventurera que sale todos los días a recorrer historias en oscuridades donde elige estar sola. Es que en Las Cinéphilas nos presentan a seis ancianas: las españolas Paloma y Chelo, las uruguayas Lucía y Leopoldina (española-uruguaya, en realidad), y las argentinas Estela y Norma. Las seis amantes, del cine.Las seis, perseguidoras de películas. Las seis, ávidas asistentes a centros culturales, filmotecas, cinematecas y lugares donde –según Chelo- están las “descuajeringadas: solteras, viudas, solas, divorciadas, separadas… y todas muy mal humoradas”. Sí, estas seis mujeres viven solas y varias de ellas admiten “no tener a nadie”, pero aunque esta película aborda esa soledad, también la excede. Porque la única que importa aquí es la soledad cinéfila, esa hermosa soledad que sentimos –y buscamos- en la sala de cine. Allí, a oscuras y rodeados de personas, hay algo que nos hace sentir especialmente solos. Y nos encanta. Y nos aterra. Entonces llega esa suerte de escalofrío que nos invade el segundo antes de que empiece una película y quedemos obnubilados frente a una pantalla de luces y sombras que siempre nos recuerda lo glorioso que es estar solos aun rodeados de gente. Es que hay algo en el ambiente de esas oscuras salas que nos hace sentir también únicos. En Las Cinéphilas Álvarez retrata ese momento en una hermosa escena donde el silencio y la oscuridad (que en una sala de cine son siempre sonido y luces) iluminan la unicidad del rostro de quien mira como si estuviera solo: allí están, iluminadas por la pantalla, cada una de estas seis mujeres convirtiéndose en la encarnación de aquella ansiada soledad cinéfila que nace para morir, pero que es constitutiva de cualquier cinefilia. Aquí, la cámara de Álvarez es respetuosa pero, a la vez, muy curiosa (la escena en que Leopoldina espera a su cuidadora en la puerta del cine es un claro ejemplo de ello). La directora consigue que estas mujeres nos muestren, y que sus entornos nos muestren, una historia. Todo este documental funciona así: bajo la firme huella de una cineasta que -como en el título de este, su primer largometraje-simultáneamente esconde y destapa su presencia. Álvarez nos presenta a estas mujeres y nos presenta su cinefilia, pero además nos presenta sus vidas, sus casas, sus formas. Y nos presenta, claro, sus citas con el cine. Porque para ninguna de ellas ir al cine es menos que un evento: lo planifican, lo piensan, lo mapean, lo celebran. Algunas (Lucía y Chelo) se emperifollan como para encontrarse con un amor: su forma de arreglarse para ir al cine tiene que ver con la edad de estas mujeres y con la época en que fueron jóvenes, pero también con esa soledad a la que uno engalana (porque la combate y la festeja a la vez) cuando va al cine. De hecho, todas ellas van solas al cine (incluso Leopoldina, la más anciana de ellas y quien tiene cuidadora, va sola). Y tanto importa esa soledad que la directora nos muestra cómo Paloma y Chelo están juntas en la cafetería esperando que empiece la película, pero después se separan al entrar a la sala. Ellas eligen sentarse aparte. Y Álvarez, luego de mostrarlas tomando café y charlando a las risas, se encarga de mostrarlas así: sentadas no al lado, sino una en la butaca de adelante de la otra. Ahí está, la soledad y el cinéfilo abrazándose en la experiencia colectiva que nos regala respetuosamente (cuando no hay pochoclos) la sala de cine. Pero Las cinéphilas también traza una línea más baziniana, esa que tiene que ver con el cine como tesorero del tiempo y, entonces, del recuerdo. Hay una escena en que Lucía (el más grandioso de los seis personajes de este relato), la esposa de Jeremy Irons, aquella que charló con Woody Allen acerca de un cuadro de Klimt, dice que, gracias a la película, ahora está en paz con la muerte. “Gracias a ustedes (…) quedo viva”, le dice Lucía a la directora, como exaltada por la idea de trascender el tiempo. Y todas ellas, las seis mujeres de esta película, van al cine no a pasar el tiempo sino, por el contrario, para apropiarse de él y detenerlo. Y entonces yo pienso en Coco, esa maravilla de Lee Unkrich y de Pixar que nos habla del folclore mexicano, ese que endiosa al recuerdo y lo propone como motor del tiempo de los muertos. En Coco, la música sostiene el recuerdo. En Las Cinéphilas, el cine sostiene el recuerdo. En ambas la soledad (la de morir, la de ir al cine) es la piedra sobre la que se construye toda una sobrevida.
El objeto algo disperso que presenta Las Cinéphilas es una especie de ocasional cofradía de señoras que van al cine: mujeres mayores, solas, sin obligaciones, con tiempo libre. Este clan secreto de viejas se extiende por todo el mundo, la directora María Álvarez encuentra integrantes en Buenos Aires, Mar del Plata, Uruguay y España. Se arraciman en torno del cine con programas diferentes: una elige qué ver guiándose por el gusto (ya no le interesan Rossellini y Bergman), otra pasa el tiempo diseñando complicadas estrategias para aprovechar el Festival de Mar del Plata que harían pasar vergüenza a cualquier crítico profesional. La película demuestra un talento notable para extraer la gracia de sus entrevistadas, pero a pesar de todo en las imágenes se cuela un tenue aire lúgubre. Una escena muestra una sala superpoblada de ancianas: ¿es la vejez la que las empujar en masa a participar de ese ritual espectral? Tal vez sea que el cine nunca perdió su dosis de artefacto mortuorio, de fantasma que convoca insistentemente a los vivos.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Las cinephilas es el primer largometraje de la escritora, guionista y directora María Alvarez. Esta es la historia de mujeres jubiladas que van al cine y son de Argentina, España y Uruguay. El relato transcurre a través, de los testimonios que ellas prestan describiendo, lo que hacen durante la cotidianidad y nos sumergen en la mayor pasión que tienen: el cine. Pronto nos damos cuenta que no son simples espectadoras, sino que también pasan horas en las salas de cine, investigan la vida de los actores y de los personajes, viajan a festivales o a los lugares de filmación. No rechazan géneros o nacionalidades. Las películas son una parte importante de sus vidas: mantienen la memoria y motorizan el presente en el que viven. Para algunas esta opción es un refugio, un anclaje en el mundo y para otras, es un transporte a otros mundos, un escape de la realidad. Las cinephilas retrata a mujeres que han sufrido y sobrellevado la vida de la mejor manera posible. Ellas, en soledad, en su inmensidad y también con mucha seguridad han elegido al cine para sentirse más vivas. Planos detalle, primer plano a los rostros de estas señoras, sonidos ambientes que sirven de melodía para acompañar el relato y las fotografías hacen de esta película una verdadera historia de pasión a la actividad que tienen: ir al cine. La directora supo contar de una manera cálida la vida de estas mujeres y llega a la conclusión de que no importa el tiempo, la edad, ni el país; la imagen en movimiento es el idioma universal, eterno, infinito. La historia lleva un hilo conductor en su justa medida, todo está en los detalles. El espectador sabrá distinguir de que país es cada mujer, no hay trucos ni saltos de tiempo bruscos. Todo se desarrolla de acuerdo a lo presentado en el principio: son mujeres ancianas que van al cine y eso es lo que se cuenta. Anécdotas graciosas a veces fantasiosas, hacen que este documental sobrepase la pantalla. Y como dice Lucia, una de las protagonistas: ustedes me van hacer perdurar, me van a ver porque siempre estás en el recuerdo de los otros, pero yo voy a quedar en el documental y van a preguntar ¿Quién es esta vieja? Y ahí voy a estar. La cámara las capturo, las traslado a la pantalla gigante y las dejó para siempre en la memoria de los mortales: nosotros los espectadores. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz