Sebastián Perillo vuelve al género con una mirada feminista Una vez más, con pericia y conocimiento del género, el realizador construye en clave fantástica un nervioso y logrado relato sobre vínculos tóxicos, acosos y violencia. Sebastián Perillo tiene al género como motor para narrar, con las leyes propias del mismo, un intrigante relato en donde Sol (Luciana Grasso), una joven recién llegada a una ciudad balnearia junto a su madre (Jazmín Stuart), deberá lidiar con una serie de acosos y violencias que sólo cuando se conecta con su costado animal comienzan a cesar. Su madre tiene que atender una farmacia todas las noches, y si durante el día Sol sueña con un poco de quietud y paz, pero no lo consigue, menos lo hará en la noche (como lo alude el título), donde ese espacio habilita los deseos de su funesto padrastro (Esteban Lamothe). Hay mucho de coming of age de la recién llegada, que debe sortear los obstáculos en la escuela para poder deambular tranquila por los pasillos, al que se le suma el bullyng físico y verbal que sufre, pero peor será cuando en el silencio de la madrugada, el novio de su madre quiera ingresar a su cuarto a hacer de las suyas. Sol se conecta con alguna fuerza animal en un relato digno de Stephen King, redirigiendo su energía contra aquellos que le hacen daño, pero también, contra aquel que la entiende y quiere cobijar (Agustín Daulte), en un espiral de violencia que al ritmo de sintetizadores enmarcado en escenas de cuidada fotografía, no hacen otra cosa que potenciar su relato. Grasso se luce como Sol, con sus miedos e inseguridades, pero también con sus deseos y pulsiones, al igual que Stuart y Lamothe (recurrentes en el cine de Perillo) que ofrecen actuaciones verosímiles para sus personajes. Mención especial para Gustavo Garzón, que compone a ese comisario de pueblo, que duda de todos, hasta de sí mismo, y que en la caricatura que compone pinta de cuerpo y alma a la policía inoperante de cualquier lugar de Argentina y del mundo. Las noches son de los monstruos (2021) dispara muchas preguntas. ¿Quién es más animal? ¿Ese perro callejero que es confundido con un puma y alerta a los pueblerinos de su posible amenaza? ¿O esas jóvenes a la moda que detestan a la recién llegada mal vestida? ¿O ese hombre fanático del Renaul 12 Alpine, plagado de deudas, que quiere calmar su sexo en la hija de su mujer? Las respuestas en una nueva y atrapante propuesta de Perillo, que se reafirma con este nuevo largo como un faro en el cine de género local, no sólo por su profunda sapiencia del mismo, sino porque respeta al espectador logrando entretener, reflexionar y, además, hablar de temas que la ficción esquiva y que en tiempos de conquistas de géneros son necesarios.
El cine de género como alegoría Aunque hay méritos técnicos y buena labor del elénco, el film muestra inconsistencias. Un hombre que transporta ganado durante la noche se queda sin combustible en medio del campo. Cuando baja, linterna en mano, a revisar el motor, la camioneta comienza a sacudirse y los animales se agitan con desesperación. Solo al regresar la calma el chofer se atreve a ir a ver qué pasó y encuentra el acoplado roto, manchado de sangre, y una res que agoniza tirada en el camino. A su alrededor, solo la noche. Apostando por un tono que nace en la encrucijada entre el fantástico y el terror, y un prolijo trabajo estético, Las noches son de los monstruos, de Sebastián Perillo, usa al cine de género como alegoría. Esta vez, de las dificultades que Sol, una adolescente, enfrenta cuando su madre se muda con su nueva pareja a un pueblo de provincia. La adaptación al nuevo entorno, la incomodidad de convivir con un desconocido, la negativa de su madre a tener en cuenta su punto de vista, las agresiones de algunas de sus nuevas compañeras de escuela y la amenaza latente de un puma rondando el pueblo, le dan forma a un coctel emotivo que vuelve a la chica muy vulnerable. A pesar de los méritos técnicos y de la buena labor del elenco, tanto de sus primeras figuras como Jazmín Stuart, Esteban Lamothe y Gustavo Garzón, como del reparto de secundarios y de su protagonista, Luciana Grasso, la película de a poco comienza a mostrar inconsistencias. Para empezar, la atmósfera de terror sobrenatural que alimentaba la escena inicial arriba descripta se va esfumando de a poco, sin ninguna referencia ni explicación al respecto. En su lugar, comienza a instalarse una tensión surgida de un combo que reúne diversos miedos vinculados a lo social, que irá cercando a Sol a partir de diferentes formas de violencia. De ese modo, la chica será víctima y testigo de una serie de abusos que van de lo privado a lo público y que el cuerpo social asimila con indiferencia, dejándola sola. En ese contexto, el guion introduce un elemento fantástico que, de un modo similar a lo que ocurría en Carrie, clásico de Brian De Palma basado en la novela de Stephen King, se convertirá en la fuerza que Sol necesita para enfrentar y traspasar la violencia que la encierra. Sin embargo, a medida que el relato avanza, aquella tensión que la película construyó en su primera mitad comienza a perder fuerza camino al desenlace, en tanto el origen y la presencia de ese elemento que viene a impartir justicia (real y poética) se va volviendo cada vez más arbitrario. De igual modo, las transformaciones que operan en algunos de los personajes tampoco resultan convincentes y parecen más una operación discursiva que el producto de un desarrollo dramático. Así, la metáfora se va volviendo cada vez más obvia, con todas sus flechas apuntando al manual de lo políticamente correcto. El asunto no sería un problema si Las noches son de los monstruos consiguiera llegar a esas mismas conclusiones a través de la acción y el drama, sin necesidad de mensajes explícitos.
Para disfrutar hay que entender que la intención de La Noche son de los Monstruos no es asustarnos o llamarnos a la reflexión sobre la problemática adolescente. Aunque se vende como una película de terror con un subtexto sobre el tema, apunta hacia el lado de entretener al espectador incorporando momentos de humor, personajes estereotipados y una estética de cine clase B que la transforman en una película ideal para aquellos nostálgicos que disfrutaban los sábados a la tarde mirando este tipo de producciones.
En 2016 el director argentino Sebastián Perillo estrenó su ópera prima «Amateur», un thriller protagonizado por Jazmín Stuart y Esteban Lamothe. En este caso, vuelve a repetir el mismo dúo para ofrecernos «Las noches son de los monstruos», una película de género que utiliza toques fantásticos para ahondar en temas como el bullying o el acoso. Sol y su madre acaban de mudarse a una nueva ciudad, a la casa de Gonzalo, su pareja. Sin embargo, la adaptación no resulta ser demasiado satisfactoria. En la escuela maltratan a Sol, Gonzalo la incomoda y parece que hay un puma suelto que está matando a los animales y amenazando a la población. Todo cambiará cuando se encuentre con una perra blanca atrapada en una trampa. Cuando quiere liberarla recibe una mordida. Ese vínculo entre ambas se volverá cada vez más poderoso hasta límites inimaginados. «Las noches son de los monstruos» es una película interesante que va construyendo un clima de intriga y misterio a medida que avanza. Gracias a la música de suspenso que se acentúa en algunas de las escenas, la fotografía oscura, las locaciones nocturnas y los elementos fantásticos que le aportan cierta sensación inquietante y metafórica, conseguimos sentirnos parte de esta historia. Pero el film no solamente busca generar estos sentimientos de terror y perturbación en el espectador, sino profundizar en temas tan actuales como necesarios, como el acoso escolar y sexual, las primeras experiencias de los jóvenes, la aceptación, el adaptarse a un nuevo entorno, la lucha contra las injusticias, la defensa propia, el instinto animal de supervivencia, entre otras cosas. Es decir, se toma el género como una excusa para contar asuntos más delicados, tratando de reflexionar sobre quiénes son los verdaderos monstruos de la historia. Además de Jazmín Stuart y Esteban Lamothe, que cumplen un rol importante dentro de la trama con logradas actuaciones, siendo detonantes en el comportamiento de la protagonista, Luciana Grasso («Al Morir la Matinée», «Permitidos») es quien se pone al hombro la película, estando en pantalla en todo momento. No solo transmite muy bien la frustración, el enojo y la tristeza que siente con la mudanza y los malos tratos que recibe, sino que también canaliza de buena manera el vínculo con la perra. En síntesis, «Las noches son de los monstruos» es una lograda película de género que, a través del suspenso y los toques fantásticos, consigue profundizar en temas importantes, actuales y necesarios dentro del mundo juvenil. Con buenas actuaciones y un clima más que efectivo, nos encontramos con una grata sorpresa dentro del cine nacional.
“Las noches son de los monstruos” de Sebastián Perillo. Crítica. Terror en el interior del país. Francisco Mendes Moas Hace 9 horas 0 103 Lla segunda película de Sebastián Perillo, “Las noches son de los monstruos” es una pequeña fábula de terror, contando con la participación de Jazmin Stuart y Esteban Lamothe. Llega a la sala de todos los cines este jueves 10 de marzo. Sol y su madre se mudan a la casa de Gonzalo, la pareja de la última. Nueva ciudad, nuevo colegio, nuevos compañeros de vida. Pero nada es tan sencillo, el maltrato escolar es casi inmediato y poco a poco la fachada de buena persona que buscaba mantener Gonzalo se desarma. Salvando a un gran perro blando de una trampa para pumas, Sol consigue una conexión especial con la criatura, que le ayuda a afrontar la difícil situación. Cada vez son más las películas de género que deciden alejarse de las grandes urbes para crear sus terroríficas atmósferas. Emulando así, de manera criolla, aquellos suburbios que decoraban los clásicos de terror de los años 80s. Perillo le brinda una solución fantástica que aplaca la difícil situación de ser adolecente en un pueblo donde nada es lo que parece. Sin conocer a nadie, ni contar con el apoyo de su madre, Sol solo depende de su relación con el perro para poder sobrevivir. El miedo y la risa van de la mano, ya sea por comicidad o por el alivio de no morir o sufrir como los personajes de la pantalla. “Las noches son de los monstruos” de Sebastián Perillo tiene ambas. Un gran recuerdo a las noches de fin de semana tras pasar por el videoclub y posee una cualidad casi nostálgica y en simultáneo moderna.
La adolescencia ya es de por sí una etapa complicada. Y además en el medio pueden pasar cosas que la hagan aún más difícil. A Sol le pasan unas cuantas. Julieta, su madre, decide mudarse con su nuevo novio al pequeño pueblo donde este reside y, por supuesto, se lleva a su hija con ella pese a sus protestas. El recibimiento no puede ser menos auspicioso. Gonzalo resulta ser un cretino agresivo y desubicado, y como Julieta tiene que trabajar en horario nocturno Sol debe compartir las noches con su incómoda presencia. La solución que al tiempo encuentra a este incordio es escaparse con frecuencia a recorrer el pueblo. En el colegio las cosas no van mejor. Sola, sin amigos y víctima del maltrato de un grupo de compañeras, solo uno de los chicos le demuestra empatía y amistad (y también un interés que puede ir más allá) pero como es el novio de su principal acosadora eso también va a traerle problemas. La bomba de la ansiedad y la angustia adolescente está servida y lista para estallar. El vehículo para ello llega en forma animal. En medio de uno de sus paseos por el pueblo Sol se encuentra con una perra herida a la que libera de una trampa. Al verse libre, el animal la muerde y escapa. Pero esta mordida parece jugar a partir de entonces de lazo simbólico y simbiótico entre ambas. Sol responde instintivamente a este llamado de lo salvaje y la perra de un brillante color blanco se le va a aparecer en diferentes ocasiones, sobre todo cuando Sol está en peligro, para equilibrar las cosas en su favor de manera cruenta. El segundo largometraje de Sebastián Perillo es un relato de terror sobrenatural con elementos de Coming of Age que remite en buena medida al universo de las primeras obras de Stephen King, especialmente “Carrie” y “Christine” y sus respectivas adaptaciones cinematográficas, con sus adolescentes desajustados y acosados que encuentran en un elemento fantástico su vía de escape y de venganza. Si en su película anterior, Amateur (2016), Perillo hacía explícitas sus influencias poblando el relato de guiños y citas, en Las noches son de los monstruos prefiere que sus referentes se manifiesten puramente desde la puesta, que en este caso es deudora del cine de terror americano de fines de los 70 y principios de los 80. En ese sentido es que va la banda sonora de Darío Ramos Maldonado en la que suenan omnipresentes los sintetizadores que vuelven a estar en boga en el cine fantástico y tienen a John Carpenter como maestro e inspiración sonora. Como en buena parte de los films de terror con adolescentes, su protagonista es una outsider, aquí también en el sentido literal, y el film aborda la problemática en su variante oscura y amenazante. Tanto Sol como la perra con la que encuentra ese lazo indeleble son animales acorralados. Perseguidos como monstruos, asumen esa identidad como escudo. Su reacción a la hostilidad del entorno será defenderse a dentelladas. Pero hay también un crecimiento que implica que Sol, un personaje al principio silencioso, huidizo y a la defensiva, va a tener que encontrar otra forma de plantarse y hacer oír su voz, por ejemplo al decirle a su madre lo que esta no quiere oír acerca de su pareja. Así también hay una suerte de empoderamiento en tanto Sol, y eventualmente Julieta, tendrán que hacer frente a un tipo violento y a la red de complicidad que le brindan otros hombres, a la cabeza de ellos un oscuro policía interpretado por Gustavo Garzón. La perra no tiene nombre y nunca se aclara su origen. Tampoco se identifica la ubicación del pueblo y sabemos desde el principio que hay una amenaza latente en sus alrededores en la forma de un puma suelto al que no vemos hasta cierto momento y que podría estar vinculado a los otros fenómenos o no. Perillo va introduciendo el elemento sobrenatural al principio con pequeños indicios cuya presencia va creciendo hasta volverse evidente y apuesta de manera sugerente por la ambigüedad y el misterio. LAS NOCHES SON DE LOS MONSTRUOS Las noches son de los monstruos. Argentina. 2012 Dirección: Sebastián Perillo. Elenco: Luciana Grasso, Esteban Lamothe, Jazmín Stuart, Gustavo Garzon, Agustín Daulte, Macarena Suárez. Guión: Paula Marotta. Fotografìa: Cristian Cottet. Música: Darío Ramos Maldonado. Edición: Nicolás Goldbart, Flor Efrón, Francisco D’Eufemia. Dirección de Arte: Juan Valle. Producción: Sebastián Perillo, Fernando Abadi, Rosana Ojeda. Duración: 96 minutos.
“Las noches son de los monstruos”, de Sebastián Perillo. Crítica Caperucita y su loba se unen buscando revancha. Escapando del lobo y de los monstruos que la persiguen, Sol se dedicará a deambular y explorar las calles de su nuevo pueblo. Así, en un baldío, la protagonista se cruzará con una perra blanca que tiene una de sus patas lastimada y metida en una trampa metálica y afilada que es encuentra en el suelo. La trampa que retiene a la canina misteriosa, hará que Sol conecte y empatice con ella. Claramente ninguna de las dos es libre de quienes las persiguen e intentan asediarlas. Luego de que Sol salve a la perra, comenzará un vínculo indestructible entre ellas que, estando atravesado por el terror y la magia, se fundirá en una metáfora feminista que empoderará a Sol para liberarse de todo aquello que la subyuga.
Después de su paso por el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Sebastián Perillo estrena su nueva realización, su segundo filme como realizador, “LAS NOCHES SON DE LOS MONSTRUOS” en donde mezcla varios registros para narrar una historia que suma elementos fantásticos y de terror a un relato con ritmo de thriller enmarcado dentro del mundo adolescente. Perillo demuestra en este nuevo trabajo su amor por el cine de género y luego de su debut en “Amateur” (2016) – se encuentra nuevamente acompañado por Esteban Lamothe y Jazmín Stuart en los protagónicos-, toma ahora mayores riesgos para poder plasmar el guión de Paula Marotta dentro de una realización más contextualizada en el cine independiente, jugando con elementos que pertenecen a diferentes géneros y aumentando el desafío. La protagonista de la historia es Sol (Luciana Grasso, a quien conocemos por “Al morir la matinée” y “El secreto de Julia”) una adolescente que está atravesando un momento difícil en su situación personal. Al complicado mundo propio de su adolescencia, se suma la decisión que toma su madre (Jazmín Stuart) de que ambas se muden a la casa de su actual pareja (Estéban Lamothe), iniciando de esta manera una nueva convivencia. Este cambio de pueblo que implicará todo un particular proceso de adaptación a una dinámica familiar diferente y sobre todo, la manera de vincularse con la pareja de su madre generando momentos de incomodidad y de una sensación de invasión a la privacidad bordeando el intento de abuso, un vínculo fuerte y enrarecido. También juega un rol fundamental el hecho de ser “la nueva” en el colegio y por lo tanto, el centro del bullying y el maltrato al que la someten, particularmente, tres de sus compañeras. Paralelamente a todo esto, se desarrollará la historia del vínculo que se genera entre Sol y una perra blanca, luego de una mordedura, que será quien la proteja de todo este tipo de situaciones donde aparece el peligro. La tensión que se percibe en el ambiente frente a las pulsiones y el instinto animal se subrayan, además, a partir de la noticia de un puma que anda suelto por el pueblo que contribuye al clima enrarecido que enriquece la propuesta. Para amalgamar todo lo que el guion plantea, Perillo maneja prolijamente los vínculos entre las diferentes partes de la historia y los cambios de registro que se proponen: facilita el diálogo entre los toques sobrenaturales (la mordedura y el coqueteo con la licantropía, la fuerte conexión entre Sol y la perra), el tránsito adolescente, la violencia de género y los abusos y el planteo de sororidad que sobrevuela la historia. Incluso, con algunos toques de comedia, “LAS NOCHES SON DE LOS MONSTRUOS” evoca a un cine de fines de los setenta y principios de los ochenta, y leída desde ese punto de vista logra funcionar muy bien, no sólo como un homenaje de un cine de terror alejando de la parafernalia de los efectos especiales sino como una relectura de aquellas historias (hay dejos de Stephen King, Joe Dante, De Palma) sino también en aplicar aquella lectura al contexto actual con personajes bien plantados en el aquí y ahora. POR QUE SI: » Historia que suma elementos fantásticos y de terror a un relato con ritmo de thriller enmarcado dentro del mundo adolescente «
Javier Erlij comenta en su columna en "Aventura para la tierra de uno", Las noches son de los monstruos".
Tanto el título de la película como la secuencia inicial, con un ataque a un ganado durante la noche, llevan a pensar que estamos ante una historia de terror implacable, de la vieja escuela. Justamente la vieja escuela sí se mantiene, pero en un tono de fantasía oscura juvenil. Sol (Luciana Grasso), una adolescente retraída, se muda con su madre (Jazmín Stuart) a un pueblo donde convivirán con Gonzalo (Esteban Lamothe), pareja de la mujer. La adaptación es difícil, e incluye compañeras de colegio maltratadoras. Pero pronto conoce a una perra blanca con la que entabla una relación especial y que la protegerá de los peligros más inmediatos. Pero, ¿qué relación tiene el can con el supuesto puma que mata animales por las noches? La propuesta del director y productor Sebastián Perillo es un coming of age que homenajea al cine estadounidense de los ‘80, con sus pueblitos, los jóvenes conflictuados, los adultos que no los entienden, los paseos nocturnos y los misterios. No recurre a citas directas, pero se siente en la estructura dramática, los tópicos y hasta la elección de casting (los estudiantes parecen salidos de la saga de Pesadilla en lo profundo de la noche). El espectador más atento notará la influencia directa de John Carpenter, Steven Spielberg, John Hughes y hasta Sam Fuller. Al mismo tiempo, lejos de intentar un tono neutro para una fácil comercialización internacional, posee una identidad argentina, desde los modismos de los personajes hasta la manera de hablar. Otro logro del film pasa por el tono: si bien continúa siendo un cuento juvenil, tiene sus detalles adultos, como una masturbación y un intento de abuso sexual. Luciana Grasso tiene la presencia exacta para Sol, capaz de ser tímida y fuerte, y sabe llevar la película sobre los hombros. Por el lado de los secundarios, Lamothe es quien sobresale por la incomodidad que genera su personaje. Las noches son de los monstruos puede despistar a más de uno al principio, pero basta con captar su esencia para adentrarse en una película que admite sus fuentes y lo disfruta.
Una adolescente en problemas y un perro blanco, que la protege y obedece, es una combinación clave en esa larga noche pueblerina que vive la recién llegada a una localidad costera. Una elección de su madre, que acepta ese lugar y una pareja siniestra, que la deja sola para cumplir guardias en un trabajo nuevo. La chica se enfrenta a un ámbito que desconoce y que le muestro lo monstruoso rápidamente: el bullying escolar, un padrastro de violencia contenida en estado de amenaza constante que compone muy bien Esteban Lamothe, que no solo es un estafador sin plata sino un abusador agazapado. Para ese pueblo, que se siente amenazado por un puma y organiza cacerías sin sentido, la mirada de esta niña en su tránsito de adolescente a adulta es la clave para desenmascarar a todos. La acertada idea de unir el despertar de su fuerza con su costado más salvaje le aporta a la película esa mirada femenina a este film de género muy bien logrado. La protagonista, en un buen trabajo de Luciana Grasso enfrenta a ese mundo hostil con violencia, porque nadie entiende otro idioma. Se defiende y ataca, siente que nadie merece piedad salvo su madre en una ceguera sentimental. Jazmín Stuart como siempre perfecta aunque su personaje tiene poco desarrollo. Gustavo Garzón como un jefe de policía que resume toda la corrupción y el machismo en el ejercicio del poder.
Un chica recién llegada a un pueblo con su madre y su tenebrosa pareja, enfrenta acosos, bullying y violencia hasta que aparece un perro blanco. Hay elementos sobrenaturales y psicológicos que refieren a la mejor tradición de cierto cine de terror, y escenas bien resueltas, pero por momentos el cúmulo de problemas que enfrenta la protagonista se nota demasiado escrito, casi saturado. Un buen ensayo para el cine de género local.
COSAS EXTRAÑAS ESTÁN PASANDO Planteada como un ejercicio nostálgico de género (a la manera de Stranger things, que dio lugar a un revival ochentoso, pero que antes tuvo un mucho mejor exponente en Súper 8), Las noches son de los monstruos tiene el desafío de trasladar esos códigos al terreno nacional, con la pericia suficiente para que el resultado no se quede en la simulación. La historia de Sol (Luciana Grasso), una adolescente recién llegada al pueblo, que sufre el maltrato de sus compañeras de colegio, el acoso del novio de su madre (Esteban Lamothe y Jazmín Stuart, respectivamente), y que entabla una relación simbiótica con una perra misteriosa, tiene los elementos necesarios para explotar las posibilidades del género. La adolescencia atravesada de conflictos, los adultos como villanos o cómplices silenciosos, el padre ausente spielbergiano, el pueblo de pocos habitantes, con sus calles vacías y sus luces de neón, y la irrupción de lo fantástico con su habitual desdoble: primero como amenaza y luego como aliado. El primer problema de la película de Sebastián Perillo es que se demora en encontrar su conflicto y, cuando lo hace, no tiene muy en claro qué hacer al respecto. La primera secuencia, que plantea el acercamiento inicial con el “monstruo”, promete cierta creatividad artesanal, pero el poco vuelo de lo que sigue lleva las cosas en otra dirección. Una puesta en escena austera, demasiado confiada en el peso emotivo de la banda sonora, a la que se suma un ritmo aletargado, que pareciera querer fundir el espíritu del cine fantástico norteamericano de los 80, con un tono más intimista, cercano al cine independiente de la década posterior (por ejemplo, el de los primeros Gus Van Sant y Richard Linklater). En esto último, la película se acerca a dos títulos recientes como son Vendrán lluvias suaves y Piedra noche, ambas de Iván Fund. Pero mientras aquellas (sobre todo la segunda) conseguían imbricar ambos registros a partir de una emocionalidad que unificaba y justificaba todo, en Las noches son de los monstruos las emociones aparecen enunciadas, pero nunca consiguen volverse presentes. Incluso cuando las condiciones están servidas, con un espectador promedio educado en el cine que Perillo intenta evocar (confirmado en la existencia y el éxito de, otra vez, Stranger things). Del mismo modo, la mirada sobre la violencia de género se integra a la trama sin sentirse forzada (lo que en esta época de remarcaciones es decir bastante), pero choca con su ejecución. En parte quizás se deba a la actuación de Lamothe en el rol de Gonzalo, al que le imprime una pose canchera y fuera de tono que poco tiene que ver con el resto. Un tipo de interpretación a la que el actor nos tiene acostumbrados y que, con reservas, funcionaba un poco en Amateur, también dirigida por Perillo. Las noches son de los monstruos es, en suma, una película anclada en la medianía de mucho del cine nacional reciente, que no es ni mainstream ni de nicho, que pulula por festivales y llega a las salas, y que casi nunca consigue destacar por sobre el resto. Las razones de este fenómeno son variadas, y lo cierto es que la película de Perillo evidencia una intención por diferenciarse, trabajando con materiales reconocibles a los que busca tanto actualizar como homenajear. La calidez de la escena en la que Sol y Miguel atraviesan la noche en moto es una muestra de lo que podría haber sido, aunque finalmente no fue.
Cine de género con sello nacional Las noches son de los monstruos es una película extraña en su confección por la cantidad de símbolos que abarca y las necesidades de los personajes, que precisan encontrar su espacio dentro de su inconstante realidad. El segundo film del director Sebastián Perillo no puede ser más promisorio; esa extrañeza de la que hablo se acuna en ideas que remiten imágenes y conceptos que bien podrían ser semejanza de la figura del lobo que ilustrara uno de los más conocidos sueños analizados por Sigmund Freud. Las cuestiones de la problemática adolescente del personaje interpretado por Lu Grasso se cruzan con la problemática de los adultos, personajes que no aceptan sus cargas, por un lado, y por el otro no desean manejar asuntos que se imprimen urgentes para la vida de ellos y quienes los rodean. El elenco es lúcido respecto de lo que se narra y ubicado en el marco de concepto planificado en las normas de la historia y su desarrollo. Además de la protagonista mencionada, participan de la película Esteban Lamothe, Jazmìn Stuart, Gustavo Garzòn y Laura Grandinetti.
Presentada como una película que adhiere al genero del terror, actual claro, abre como mandan los manuales, una escena en medio de la noche, el titulo siempre lo anticipa. El personaje va conduciendo una camioneta, hasta que por cuestiones de derivar en accion, el vehiculo se descompone. En ese momento se oye un ruido fuera de cuadro, nuestro personaje se dirige hacia la parte posterior del rodado y vemos que viene enganchado un remolque, un “pequeño” acoplado en el que transporta ganado vacuno. Es cuando percibe la rotura del mismo, sangre y la ausencia de un ejemplar bovino, que aparcera muerto a unos cuantos metros, con claros signos de haber sido atacado por un animal. Corte. Aparece en escena Sol (Luciana Graso) en un auto junto a Julieta (Jazmin Stuart), su madre, mientras nos enteramos que la policia da una alerta por la presencia de un puma rondando por el pueblo. Sol, se muda, contra su voluntad, con su madre a vivir en la casa de Gonzalo (Esteban Lamothe), el novio de su madre. Julieta quiere tenerla cerca, protegerla, esta en una edad conflictiva, 17 años. Pleno desarrollo en camino a la madurez, dicho de otro modo, se instala en la tan mencionada “Coming of Age”, que es lo mismo que edad de maduración pero suena mas lindo. La puerta de la habitación de Sol no cierra, ella no reclama, la madre no lo percibe. Eso servirá para una escena cercana al final del filme. Pero si credibilidad se habla, debería reclamar, la madre solicitar el arreglo, Gonzalo que no lo repara. Hasta sería mas verosímil que la ausencia de lo real. La llegada de la joven a la escuela no es promisorio, es victima de ser instalada en función de chivo expiatorio, o acoso mencionándolo mas coloquialmente, Bullyng. sólo encuentra hostilidad, deberá enfrentarse al “bullying” de sus nuevas compañeras de colegio. El acoso se presenta en cualquier grupo humano, donde encontramos al líder, los secuaces, al antagonista con el que nunca se enfrentan directamente y al chivo expiatorio. En este caso son todos presentados de manera demasiado obvia, clishes de los mas burdos, hasta el joven que tratara de hacer contacto con Sol. (Recuerdan “Carrie”, así pero mal). y A todo esto hay que sumarle que la madre trabaja en horario nocturno lo que hace posible, previsible el acoso de Gonzalo sobre la hija de su pareja. L a desición mas sana y coherente que encuentra, es salir todas las noches, ya sea a encontrarse con el joven galán de la escuela, o solo deambular por el pueblo. Nadie transita rige la alarma por el puma, en una de esas noches se encuentra con un can, ovejero suizo, raros, de color blanco, mas buenos que Lassie. Se presenta agresivo al principio, sin embargo harán contacto y se producirá una simbiosis entre ambos que circula por lo fantástico, adiós al terror. Estamos en otro registro. Desde ese momento la versión blanca de RinTin Tin estara presente para socorrer a Sol. Quien intentará poner orden es el comisario Morazzo Gustavo Garzón, pero siempre aparece tarde donde nunca pasa nada. Sol denuncia los avances de Gonzalo, la madre no le cree. El tema del puma desaparece, no esta, se fue. Así establecido todo, se termina por desarmar como un castillo de naipes, queriendo abarcar muchos temas problemáticos, metáfora sobre los verdaderos monstruos, pero solo los enuncia, sin desarrollo alguno. El aburrimiento por agotamiento esta garantizado. Correctamente filmada, no tanto el montaje, buena dirección de fotografía, pero paupérrimo los efectos especiales, buen diseño sonoro, algunas muy buenas actuaciones, sorprende Luciana Grasso, también y a pesar del personaje esquemático sin desarrollo ni arco interpretativo, se muestra efectiva como siempre Jazmin Stuart, Gustavo Garzon que tiene la particularidad de hacer creíble cualquier personaje que interprete, en las antípodas se encuentra Esteban Lamothe, tiene mucha suerte, no se si por su propio empecinamiento o por insistencia de los productores porque vende. Párrafo aparte para quien adiestro al animal y al perro mismo, insisto es un ovejero suizo, de puma nada. Este detalle no es inocuo, pero no vale contar la película, dicho de otro modo no vale “Spoilear”. Calificación: Regula
Hay muchas promesas en Las noches son de los monstruos, película argentina que juega con el género fantástico y el terror. Con una estética que recuerda a algunos films de terror europeo, en particular la película sueca Dejame entrar (Låt den rätte komma in/Let the Right One In, 2008), la historia sigue los pasos de Sol, una adolescente atormentada por su entorno. Ella y su madre se han mudado junto al novio de esta última, un personaje algo incierto al que con cierta ambigüedad podría referirse el título. Pero además de la situación familiar, Sol sufre el bullying de sus compañeras del colegio. Sin un horizonte luminoso por delante, la suerte de Sol parece cambiar cuando una misteriosa perra blanca se cruce en su camino. La película juega sin sutileza alguna con el concepto de lo monstruoso y se mueve generando mucha expectativa, aunque no alcance a satisfacer con la resolución de la historia. Algunos personajes muy mal trazados quedan sueltos y un par de situaciones parecen quedar incompletas. Está claro que la bajada de la película es narrar la historia de una joven que encuentra el camino hacia su propia fuerza interior y su capacidad de sobreponerse a todo.
Dirigida por Sebastián Perillo, “Las Noches son de los Monstruos” es una película inscripta en el género fantástico cuyo título establece cierta ligazón con la tradición del cine de terror. Sin embargo, dicha visión no se consolida, sino que prefiere evocar un formato de cuento dramático más subliminal. Hay algo lúdico y primal que nos lleva a curiosear acerca de la raíz del miedo, y aquí resulta fundamental el disparador que establece un particular y misterioso vínculo que va adquiriendo un tono simbiótico. Una joven protagonista, en pleno coming of age, se convierte en el centro alrededor del cual orbita el relato. Con guión de Pula Marotta, la construcción narrativa abundará en metáforas acerca de la violencia y cierto instinto básico generador, no obstante, el cruce de géneros esbozado posee un desenvolvimiento poco feliz. Filmada durante 2018, pero estrenada en el Festival Internacional de Mar del Plata de 2021 (en selección fuera de competencia), la película está protagonizada por Jazmín Stuart, Esteban Lamothe, Gustavo Garzón y Luciana Grasso. Una convivencia familiar contaminada se verá plasmada mediante recursos que abrevan en cierta mitología sobrenatural, sustentada mediante un trazo grueso que delinea ciertas coordenadas psicológicas insuficientes a la hora de generar genuina tensión.