Chicanas para crecer El mérito más destacable de Línea de 4 está puesto en sostener todo el film entre 4 paredes y con 4 personajes. Por cuestiones obvias, se trata de un film que no aprueba el famoso test de beschdel, pero es de esas películas que no deberían tener la necesidad de pasar por ese examen. ¿Por qué? La película tiene la base puesta en la historia de 4 amigos que se vuelven a encontrar después de un tiempo para ver la final del mundial 2014. Es eso y solamente eso. Quizás haya otro tema a discutir sobre el rol de la mujer en la vida de cada uno, pero lo central es la deuda de 4 amigos por algo que los atañe. Por eso, ¿Qué fue lo que los separó y qué fue lo que los hace unirse en un hito tan trascendental para toda la nación? Se unen por la tradición, la cábala y el cariño. Esas cosas que hacen que cualquier juntada se produzca más allá del presente. La distancia, por otro lado, no está marcada solamente por los hechos fundamentales que se narran durante la película, sino la evidente relación de muchos años desgastada. Los actores logran retratar y exhibir muy bien esa tensión. Desde el principio, la incomodidad y la química del pasado se notan. Eso sí, las diferencias surgen por algo. La ausencia del quinto del grupo es el fantasma que los persigue. Porque no se trata de la separación típica por la elección de una vida diferente, claramente la película va contando de a poco y entrega suspenso. Línea de 4 es una película sencilla al mostrar una charla de amigos que crece en tensión. Una tensión entre amigos muy familiar, muy argentina o, más bien, porteña. Los reproches, las directas, indirectas, la ironía y el sarcasmo al límite del maltrato hace que se pase del chiste y el boludeo a hablar en serio. El drama de la película sabe hacer crecer ese salto y quizás comete un error muy fundamental, el hecho que se está viendo el partido más importante de los últimos 24 años. No es un tema menor. El partido es protagonista hasta el gol errado de Higuaín, después queda en un segundísimo plano. Queda bien justificado y la revelación es fundamental para entender el ninguneo que sufre. Aún así es chocante la charla que se genera en ese contexto. En definitiva, más allá que el film es un drama fuerte, muestra y exhibe esa violencia gratuita que entre amigos se puede encontrar frecuentemente. En eso es exitosa, graciosa y hasta dolorosa. El tema pasa en la identificación con cada personaje. Cada uno de los cuatro se pone en una posición de superioridad sobre el resto que se hace molesta. Como si el debate a lo “Estudio Fútbol” se llevará al nivel de juzgar las posiciones y las elecciones del resto de la vida. Algo que claramente sucede en nuestra sociedad, sino no existirían programas como Intratables o El Show del Fútbol. Por eso no se le puede poner la etiqueta de culto a la amistad que podría haber reclamado. Porque no se trata de una historia feliz y es una mirada crítica a lo que evoca, pero también es una visión humana de las reacciones ante los hechos difíciles. Algo valorable es que la relación del espectador con los personajes cambia a medida que avanza el film. No hay santos. En definitiva, Línea de 4 es una linda pelea entre amigos, con mucha chicana. Graciosa por momentos, logra una identificación con los diálogos que alguna vez escuchamos en alguna previa.
La amistad define en el alargue En sintonía con la dinámica y el dramatismo de una final de fútbol como lo fuera la del 2014 entre Argentina y Alemania, Línea de cuatro (2015) es una interesante propuesta desde dos puntos de vista: la inteligencia para desarrollar un proyecto con un presupuesto acotadísimo (ver entrevista) y por otro lado la utilización cinematográfica de un único espacio en una puesta en escena sencilla, pero eficaz. Todo se desarrolla entre la previa del partido, excusa para que cuatro amigos se reencuentren. Un secreto compartido, la ausencia de un integrante de ese grupo en un fuera de campo constante y las marcas del paso del tiempo en cada historia personal. Basta con las primeras discusiones, basta con expresar la falta de interés en la reunión para que todo desencadene en conflictos internos, confesiones y mucha tela para cortar.De fondo al intercambio de ideas y formas de encarar la vida se escuchan las instancias de la final con Alemania, los reclamos entre los amigos a veces encuentran el chivo expiatorio en el desempeño de la selección Argentina en la pantalla. Esa sensación de que faltaba fútbol, sobraban buenas intenciones y que, en definitiva, el fracaso de volver a quedar afuera del primer lugar estaba a la vuelta de la esquina. Esa es la atmósfera que invade a estos amigos, de suertes dispares desde que se conocen hasta el día de la fecha, y ese es el clima que ordena cada acto de esta obra. Lo de obra no es antojadizo, dado que por momentos las reminiscencias a lo teatral quedan a la vista, por tratarse de un sólo espacio: el sillón en el living del departamento de uno de ellos. Con una puesta de tres cámaras, las distancias se ensanchan y acortan en el increscendo dramático, la cámara nunca invade ese territorio de la amistad resquebrajada pero logra captar las grietas entre cada uno de los involucrados. Una película argentina que vale la pena, primero por estar ligada a un momento que seguramente será bisagra en nuestra propia historia, como lo fuera el mundial del 86 y su festejo; las decepciones recurrentes con los mundiales subsiguientes y la frustración de haber llegado tres veces a la final y ganar solo una.
Con una puesta en escena casi teatral, el debut de Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich en el largometraje posee una fresca idea sobre la narración y la progresión de los conflictos a partir del encuentro de cuatro amigos en medio de una final de Mundial de Fútbol. El resentimiento, la bronca contenida, los celos, la envidia, todo va surgiendo mientras en la pantalla el partido continua, y la amistad es puesta a prueba en cada palabra que los personajes dicen. Dos directores con ideas claras que se plasman en un óptimo resultado más allá de las limitaciones de algunos de los intérpretes.
Amigos: Ayer, hoy...¿siempre? La temática del fútbol vuelve al cine nacional en este 2017 de la mano de Línea de cuatro (2016), pero de manera diferente a otros films argentinos que trataron contenidos futbolísticos el año pasado como Hijos nuestros (2015) de Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez o El hijo de Dios, un western bíblico futbolero (2016) de Mariano Fernández y Gastón Girod. En este caso también hay una dupla a cargo de la dirección del film, integrada por Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich, que plantean una historia centrada en una reunión entre los cuatro protagonistas, quienes se juntan para mirar la final del mundial de fútbol entre Argentina y Alemania, pero este acontecimiento funciona como marco del relato ya que la película se centra en las conversaciones entre este grupo de amigos, muchas de las cuales los espectadores sentirán de cerca por haberlas tenido en algún momento con sus grupos de pares. “La final del mundial. Una tele. Cuatro amigos. Nada puede salir mal. O sí…” es la premisa inicial que plantea Línea de cuatro. Mientras las principales calles de la ciudad de Buenos Aires están totalmente vacías por la final del mundial de fútbol 2014 disputada entre Argentina y Alemania, cuatro amigos treintañeros se reúnen en el departamento de uno de ellos, Germán (Carlos Eisler), quien está en una relación amorosa oculta. Con el correr de los minutos van apareciendo en el encuentro el resto de los integrantes del grupo, Martín (Diego Echegoyen), que regresa al país ya que desde hace un par de años vive en Alemania; Javier (Alejandro Lifschitz), que se está por casar; y Pedro (Alejandro Hener), que es padre separado con un hijo a cargo suyo. El living funciona como el escenario principal para que se conforme “la línea de cuatro” y los protagonistas interactúen mientras en simultáneo miran el importante evento futbolístico. Como en todo partido, ya sea desde el lugar de participante u espectador, las apuestas no tardan en aparecer y es cuando estos amigos juegan que si Argentina pierde, dos de ellos contarán una verdad que los otros no sepan, y si el seleccionado gana los otros dos relatarán sus sinceridades. Sin embargo, las veracidades no resisten hasta la conclusión del partido y comienzan a exponerse durante la juntada, dejando en evidencia los verdaderos conflictos que hay entre ellos, donde los secretos priman sobre las complicidades y donde la muerte del quinto amigo del grupo, acontecida años atrás, vuelve al eje del debate y aumenta la tensión de los hechos. “El resultado del partido ya se sabe, el de la apuesta que hacen no. Todo pasa en esos 90 minutos”, postula la publicidad del film y esto realmente sucede ya que todos conocemos acerca de la derrota de Argentina frente a Alemania en la final del mundial de fútbol Brasil 2014. Sin embargo, los directores, Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich, hicieron un muy buen trabajo de articulación entre la reunión de los protagonistas y el acontecimiento deportivo que los agrupa, ya que la película dura prácticamente noventa minutos como un partido. Los directores logran su objetivo debido a que hacen que el espectador quiera ver el film segundo a segundo tal como querer seguir jugada a jugada de un partido de fútbol. El hecho de contar con una sola locación podría haber sido una desventaja a priori pero la variedad de planos y la detallada escritura de los diálogos, hacen que la historia fluya sin inconvenientes y no caiga en estados monótonos. En las conversaciones entre los amigos están presentes todos los temas de debate que surgen en un grupo de pares adulto convencional: fútbol, política, economía, estilo de vida, amor, sexualidad, formación académica, éxitos, fracasos, anécdotas pasadas, entre tantos otros asuntos que aparecen correctamente hilados a lo largo de la historia y muy bien estructurados con los conflictos que surgen en cada uno de ellos. Las actuaciones son notables y aportan gran parte del fluido ritmo de la película, donde los actores componen personajes con los que es imposible no sentir identificación con al menos una característica de alguno de ellos. Si bien todos están en un nivel actoral semejante y por dicho motivo la amistad entre los personajes resulta verosímil, se destacan los trabajos de Alejandro Lifschitz, en el rol de Javier, y Alejandro Hener, en el papel de Pedro. La única falla de la película se manifiesta con ciertos detalles de las historias individuales de cada uno de los personajes que quedan inconclusos. No obstante, Línea de cuatro cuenta con un final muy destacable por su originalidad e ingenio, algo así como definir una excelente jugada con un gol que marca la diferencia. “La verdadera amistad no se trata de ser inseparables, sino de poder estar separados y que nada cambie”, afirma una frase acerca de la amistad y esto se analiza en la película, donde un grupo de amigos treintañeros reunidos por la final de un mundial de fútbol demostrarán si, a pesar de no verse seguido como en su juventud y guardar consigo mismos distintos tipos de secretos, son capaces de mantener la amistad que los unió décadas atrás. Línea de cuatro es una película en la que el partido entre Argentina y Alemania funciona como contexto para que los conflictos y las verdades salgan a la luz, y descubrir si a pesar de esto la amistad de la juventud puede seguir vigente como desde un principio. Una historia innovadora en nuestro cine, con actuaciones destacables y diálogos para reflexionar sobre el valor de la amistad adulta.
Amigos son los amigos Cuatro amigos de alrededor de treinta años se reúnen en la casa de uno de ellos, luego de un largo tiempo sin verse, para ver la final del mundial Brasil 2014 entre Argentina y Alemania. En medio de los 90 minutos del partido, el entretiempo y el alargue, se vive un marco de tensión donde las verdades que cada uno tiene para decirle al otro no pueden contenerse y es allí donde se desencadenan los conflictos. El partido de fútbol, uno de los más importantes de los últimos 24 años para nuestro país, no es un detalle menor ni un capricho de los guionistas (Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich) en Línea de cuatro. Muchas situaciones que desprende el show deportivo hacen que surjan temas de debate, reproches e ironías sobre las vidas de los protagonistas. Y al mismo tiempo la intriga acerca de cuál fue el motivo por el cual los cuatro amigos se separaron comienza a hacerse cada vez más fuerte. Como esa tensión vivida por todos en el momento del gol errado de Higuaín. Todo es objeto para exhibir esa violencia gratuita que entre amigos podemos encontrar con frecuencia. Germán (Carlos Eisler), mantiene una relación amorosa oculta; Martín (Diego Echegoyen) es quien retoma al país luego de vivir hace algunos años en Alemania; Javier (Alejandro Lifschitz) se está por casar con una novia insoportable; y Pedro (Alejandro Hener) es padre separado y con un hijo a su cargo. Ellos son los cuatro que dan vida a estos personajes, quienes cada uno a su modo logra destacarse y ninguno resulta innecesario. Todos tienen algo que aportarle a esta historia y coinciden en el punto de la distancia, la cual no solo logra su marca por los hechos que nos van narrando, sino en lo que saben o no cada uno del otro a partir de una relación que sufrió su desgaste. Los actores logran exhibir las miserias que tienen estos amigos, donde cada uno juega a pisar al otro y ver quién es el mejor (o cuenta con menos miserias). El desarrollo de la película es interesante a partir de la utilización de un solo espacio como puesta. Está rodada casi en totalidad en un decorado que finge ser el departamento de Germán y solo se da respiro de un exterior al presentarse cada tiempo del partido (las calles de Buenos Aires se presentan vacías por la final del mundial) y durante una de las escenas en conflicto. El resto del film transcurre a tres cámaras, las cuales nunca resultan invasivas. Resulta una atractiva resolución a lo que en un principio uno llegaría a pensar que se debe a un acotado presupuesto, pero que en definitiva no debería por qué ser de otra forma para la trama. La final del mundial funciona para que las crudezas salgan a la luz y el final nos tome por sorpresa, en una película donde la originalidad prima durante 90 minutos, como cuando una jugada maestra finaliza en gol.
FÚTBOL Y CONFESIONES Es un ejercicio cinematográfico que les permitió a sus creadores, responsables del guión y la dirección, Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich hacer este proyecto con total libertad. Cuatro amigos, que hace mucho tiempo no se reunían, están juntos otra vez, para ver el partido Argentina vs. Alemania en la final del mundial de Brasil. Como telón de fondo el relato del partido y las reacciones que provoca, y en los resquicios toda la gama de reacciones reproches, rencores recargados, dudas sobre la amistad, cargadas, crueldades y el verdadero motivo desgraciado que los une., con una resolución inesperada. Despareja en las actuaciones, se sostiene con interés.
Final del Mundial y de una vieja amistad. Ambientada y –según avisa la película en su primer fotograma– rodada durante la final del mundial de fútbol Brasil 2014, Línea de cuatro es una producción típica de lo más independiente del cine argentino. Rodada con recursos técnicos mínimos y una única locación, pero con el ingenio puesto en el desarrollo de una historia que le saca el jugo a sus limitaciones, el film de Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich resulta un caso arquetípico del cine construido a partir del deseo de hacerlo y en contra de la lógica industrial. De factura absolutamente artesanal, Línea de cuatro genera y sostiene largos momentos de tensión e interés a partir de una premisa muy básica: un grupo de cuatro amigos que no ha conseguido reunirse completo desde hace cuatro años, se junta para compartir la final del mundial. Los directores aprovechan la doble tensión generada por el reencuentro y por lo que representó para el hombre argentino promedio que la selección de fútbol volviera a jugar la instancia definitoria de un mundial. Desde ahí, tejen y destejen una compleja trama de vínculos en la que el mero presente es apenas una delgada superficie de hielo que no tarda en quebrarse, para descubrir una profunda crisis de amistad que tiene su origen en el suicidio de otro amigo, quinto integrante del grupo, también ocurrida hace cuatro años. Narrada en tiempo real durante los 90 minutos de aquel partido –que la Argentina perdió en tiempo suplementario–, Línea de cuatro retrata el dialogo desnudo de esos amigos para quienes la final acaba siendo apenas una excusa para poner sobre la mesa una serie verdades silenciadas, ahora sepultadas por el alud del tiempo. Aunque por momentos su puesta en escena resulta más propia de lo teatral que de lo cinematográfico y algún altibajo, el gran mérito de Línea de cuatro es que lo mejor de sus acciones transcurre durante su entretenido segundo acto. Luego de una introducción en la que la cosa se limita a reconstruir las charlas típicas (y vacuas) que se dan entre hombres cuando se juntan a ver un partido como éste, de a poco el guión ilumina ciertos aspectos oscuros no sólo de cada uno de estos cuatro amigos, sino de sus vínculos particulares. Con inteligencia, el fútbol se va esfumando, ahogado por la necesidad de estos amigos de encontrar algunas explicaciones, en particular la del deterioro que la relación ha sufrido en los años que separan una adolescencia idealizada de una madurez alcanzada a medias y muchas cuentas aún pendientes. El final tal vez no resulte del todo satisfactorio para quienes, al igual que los personajes, necesiten cerrar la historia para tener un panorama completo de lo que ocurrió entre ellos. Pero aunque se le pueda criticar la brusquedad y el artificio, también se debe el atrevimiento de terminar su película sin responder todas las preguntas, permitiendo que el espectador se lleve algunas de ellas para seguir peleando con los personajes mientras se vuelve a casa tras la proyección.
LA ALEGRÍA (NO) SOLO ES ALEMANA El puntapié inicial es reencontrarse después de mucho tiempo y ver la final del mundial de fútbol de 2014 entre Argentina y Alemania. Y en el departamento de uno de los cuatro amigos se producirá ese momento fervoroso mientras se espera y luego se ve cómo Higuaín y Messi dejarán la cancha con la cabeza gacha. Sin necesidad de llegar a exhibir la derrota en tierra brasileña, los vencidos por amplio margen serán esos cuatro amigos, al vociferar y hacer catarsis sobre el pasado y el presente, las cuentas pendientes, el destino que le correspondió a cada uno, las profesiones del grupo, sus goces e inestabilidades afectivas y alguna puteada al televisor por tanta mala leche en esa final a la que se llegó jugando mal (estoy opinando, claro). Pero Línea de 4, realizada a cuatro manos por un director debutante y otro que concibiera Violetta en concierto, es una película acotada a un espacio único y asfixiante, un televisor pocas veces registrado por la cámara y una búsqueda formal que se circunscribe al modelo añejo de “caja cerrada” debido a su impronta teatral. Por supuesto que el teléfono sonará más de una vez y las conversaciones oscilarán entre aquello que- supuestamente- ya pertenece al pasado y el reflote verborrágico por un recuerdo, una invocación, un remedo que vendrá a incomodar al cuarteto apasionado (o no) por la selección de Sabella. Ese recuerdo remite a un personaje que no está, del que se hablará más de una vez y se discutirá sobre él y la decisión que tomó con su vida. Ese personaje, auscultado por el falso fuera de campo, de acuerdo a la puesta teatral de elige el film, se convertirá en el detonante final de la trama. En ese punto la película tropieza aun desde sus declaradas intenciones formales: el ausente reemplaza al partido de fútbol, el sonido procedente del televisor se escucha de manera tenue, reemplazado por las voces altisonantes de los protagonistas y la “caja cerrada” se materializa pura y exclusivamente a la espera de la próxima catarsis, de la siguiente chicana, del inmediato reproche por aquella falsa puesta en escena montada alrededor de una supuesta amistad entre cuatro tipos. Desde esos instantes, faltando media hora, solo queda esperar al final, en donde una nueva apuesta entre los personajes volverá a manifestarse para arribar a un clásico desenlace abierto en donde el triunfo no le pertenecerá a ninguna de las dos selecciones sino a la fagocitada y protagónica “caja cerrada” cómodamente ubicada en un (supuesto) amplio departamento. LÍNEA DE 4 Línea de 4. Argentina, 2015. Dirección: Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich. Guión: D. Bliffeld y N. Diodovich. Con: Diego Echegoyen, Carlos Eisler, Alejandro Hener, Alejandro Lifschitz. Duración: 92 minutos.
ERA POR ABAJO En un país futbolero como el nuestro, este deporte deriva en miles de historias que suceden a su alrededor, algunas como protagonista, otras como un contexto perfecto para una determinada situación. En este caso, Línea de cuatro cuenta la historia de cuatro amigos de treinta años que se reúnen después de haber pasado un largo tiempo sin verse para mirar la final del mundial Brasil 2014 entre Argentina y Alemania. Luego de debatirlo deciden hacer una apuesta, si la Selección pierde, dos de ellos contarán una verdad que los otros no sepan; y si gana, los otros dos contarán sus verdades. Todo está envuelto en un marco de tensión y las verdades no pueden contenerse hasta el final del partido, generando que los auténticos conflictos que hay entre ellos salgan a la luz. Una sesión maratónica de diálogos filosos y bien construidos son la base de este film, que se podría encasillar como de estructura teatral pero la hábil dirección logra que en ningún momento se caiga en ese marco, imprimiéndole cierto vértigo al relato con el uso de la cámara en mano y la constante variación de planos, haciendo que el film no pierda narrativamente la intensidad que poseen los diálogos. Los cuatros protagonistas realizan destacadas labores interpretando perfectamente las personalidades de estos amigos, los cuales se dan a conocer en forma progresiva pero contundente. Se encuentran bien marcadas sus miserias, sus aciertos y sus puntos de vista frente a la vida, en forma muy real, concreta e irónica, sin tapujos ni miramientos. Uno de los puntos altos de Línea de cuatro se encuentra en la brillante dinámica que posee el intercambio de opiniones que van teniendo los personajes, bien ensamblados y coherentes entre sí. La construcción dramática es sobresaliente al exhibir el vínculo entre estos amigos en forma lenta pero potente, en cómo se presentan ante la vida luego de haber pasado varias historias juntos como adolescentes y ahora ser hombres adultos con responsabilidades. Tomando estos dos elementos principales -diálogos y actuaciones-, el film construye un destacado relato que junto con el clima nervioso y apasionante que transmite una final del mundo disputada por la Selección Argentina (por lo menos a los futboleros), hacen un combo explosivo pero encantador para llevar adelante las vivencias de amigos de mucho tiempo, con más de treinta años, que reflexionan sobre sus vidas, sobre la vida; sobre nuestras vidas.
La pelota no se mancha. Domingo 13 de julio de 2014. Cuatro amigos treintañeros se reúnen en el departamento de uno de ellos para mirar la final del Mundial de Brasil. Aunque otrora eran inseparables, llevan mucho tiempo sin verse, y cada uno tiene una vida por su lado, diferente de la de los otros. Incluso difieren sobre el resultado del partido: dos de ellos están seguros que ganará la Selección, y los otros dos creen que Alemania vencerá. Entonces deciden apostar a que, dependiendo de cómo termine el partido, los dos que se equivocaron deberán contar una verdad que los otros dos no sepan. Sin embargo, entre la tensión del partido, el consumo de vino y la memoria de un amigo fallecido, estas verdades saldrán a la luz antes del entretiempo... Antes de continuar hablando sobre Línea de 4, ópera prima de Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich, quiero hacer una confesión. No soy muy futbolero. Listo, lo dije. Pero por supuesto que sufrí esa final como la sufrió todo el país, como la sufrió el más enfermizo de los hinchas. Y no es agradable regresar a esa fecha, en especial cuando la historia ocurre en tiempo real, y encima con la narración de **** de fondo durante toda la película. Al principio cabe preguntarse: ¿Cómo van a hacer Bliffeld y Diodovich para meternos en la historia con ese partido ocurriendo al mismo tiempo? Sin embargo, triunfan por goleada, y no sólo porque ya sabemos cómo termina el encuentro. Línea de 4 construye un drama de intrigas que se vuelven más y más atrapantes hasta el final mismo del filme, a medida que las revelaciones se apilan unas sobre otras. Hasta el punto de que de a ratos uno se olvida de que Argentina está jugando la final del Mundial. Esto no es gracias a la dirección de Bliffeld y Diodovich (que no es dinámica y tiene una fotografía sin destellos), ni tampoco gracias al guión, también escrito por ellos, que al principio consideré más apto para el teatro hasta que me di cuenta que los diálogos no son lo suficientemente buenos para las tablas. La victoria del filme recae en sus actores, las únicas personas que aparecen en pantalla, y los personajes y relaciones que construyen de forma (in)creíble. Merecen ser mencionados por nombre. Diego Echegoyen es Martín, quien vive y trabaja nada menos que en Alemania. Carlos Eisler es Germán, el que puso casa, director de publicidades acomodado y cineasta frustrado. Alejandro Hener es Pedro, profesor de la UBA que despotrica constantemente contra el sistema, y el único de los cuatro que es padre. Finalmente pero no menos importantes está Alejandro Lifschitz como Javi, el más exitoso del grupo, estudia un "Master en Business", a punto de casarse y quedándose pelado. Los actores se ponen la película al hombro y la llevan hasta la línea de meta (ok, esa metáfora es poco futbolística pero ya dije que no soy tan hincha). Sin su talento, la película sería a lo sumo un experimento interesante pero no tanto como quejarse sobre el penal a Higuaín o contemplar la foto de Messi mirando la copa. VEREDICTO: 8.5 - QUÉ BAILE, QUÉ BAILE Línea de 4 logra superar los muchos límites que se impone para crear una experiencia casi (casi) tan embriagadora como el partido de fútbol que tiene de fondo. Recomendada para hinchas de fútbol y para fans del cine de actores (dos grupos que se superponen más de lo que uno piensa). Quizás la primera gran película nacional del año.
El fútbol nunca importó menos En el 2014, un grupo de amigos se reúne a ver la final Argentina-Alemania y termina discutiendo sobre su relación. Ir a la cancha o juntarse a ver un partido es más que mirar fútbol: es un acontecimiento social. Es más: hay gente, hinchas light, que priorizan el aspecto social de la ceremonia por sobre el futbolístico. Y entonces, con la pelota rodando, se dedican a ponerse al día sobre asuntos personales, hablar sobre la coyuntura política, dinosaurios o cualquier asunto antes que sobre lo que está pasando en el campo de juego. Estar cerca de esa clase de gente es un problema. Y más cuando el partido dejado de lado es la final de un Mundial, sobre todo si Argentina está jugando esa final por primera vez en 24 años. Eso es lo que pasa en Línea de cuatro: un cuarteto de amigos se junta en la casa de uno de ellos para ver el Argentina-Alemania que definió Brasil 2014. Treintañeros, se conocen desde el secundario pero en los últimos tiempos no se frecuentan tanto. Y entonces priorizan sacar a la luz viejos reproches, cuentas pendientes, verdades de lo que cada uno piensa de los demás, antes que seguir la final. Uno solo de ellos intenta, cada tanto, hacerlos volver a lo esencial, sin suerte. Línea de cuatro podría ser una obra de teatro: todo sucede en un living, con pocos movimientos de cámara y el cuarteto sentado frente al televisor, hablando, comiendo una picadita de una mesa ratona y, muy cada tanto, exaltándose por una pifia de Higuaín o una atajada de Romero. Los diálogos, entonces, son lo principal. Distan de ser brillantes, pero tienen buenos pasajes, con los que todos nos podemos identificar, sobre temas universales como el sexo, el matrimonio, el trabajo o las aspiraciones sociales. Algunas de las actuaciones son mejores que otras, pero en líneas generales funcionan lo suficientemente bien como para sostener la tensión y la credibilidad de la situación. Siempre y cuando aceptemos que a cuatro hombres puede llegar a importarles más una charla que la final de una Copa del Mundo: en cualquier caso, mejor ver a estos muchachos en la pantalla del cine que tenerlos de amigos.
Esta historia podría adaptarse muy bien al teatro. Los protagonistas son cuatro amigos treintañeros que se reúnen en el departamento de uno de ellos, para vivir la pasión de multitudes como lo es el fútbol en este caso por la selección argentina. Pero a través de los diálogos vamos descubriendo una serie de conflictos personales, temas no resueltos de sus vidas y de su amistad, como así también ese quinto amigo que ya no está.
Fuera de campo. Cuatro amigos se reúnen para ver la final del Mundial de fútbol Brasil 2014, disputada por Alemania y Argentina. Más que un encuentro es un reencuentro, ya que por circunstancias que se irán conociendo poco a poco, los cuatro amigos no se habían visto por un buen tiempo. El partido que deja a una ciudad desierta es el marco en el cual los cuatro personajes comenzarán a charlar y enfrentarse con cuentas pendientes propias y ajenas. La duración del partido, entretiempo incluido es lo que dura la historia. A medida que pasan los minutos y mientras fuera de cuadro ocurren los momentos más importantes de la final, surgen conflictos cada vez más fuertes, dejando atrás la charla relajada del comienzo. Los guionistas y directores Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich hicieron esta película donde todas las acciones principales ocurren en un solo escenario y donde la tensión no decae en ningún momento. Lejos de la perezosa lectura de teatralidad que suelen atribuirle a estos films los espectadores y críticos, Línea de cuatro aprovecha al máximo las posibilidades cinematográficas. El guión podría transformarse eventualmente en una obra de teatro, pero la película no. El trabajo de cámara y el montaje muestran habilidad para contar con cine, para que las expresiones se vean a través del lenguaje del cine. No hay primeros planos en el teatro ni la fragmentación de que da el montaje cinematográfico, esto es cine. El fuera de campo es clave no solo por el partido, sino también por los llamados telefónicos que reciben y hacen y un quinto amigo que no está pero su presencia es en definitiva lo que hace que toda la tensión estalle. Línea de cuatro no se desvía de su objetivo ni contradice su planteo, no traiciona tampoco el lenguaje del cine y finalmente consigue que nos interese lo que le ocurre a sus personajes y las consecuencias de cada una de las palabras que dicen.
“Línea de cuatro”: el Tano Pasman era más divertido Tal vez la inspiración para esta película haya sido los videos virales del "Tano" Pasman. En todo caso, por más deprimente que parezcan, esos videos eran más entretenidos que este largometraje dedicado a armar un melodrama sobre cuatro amigos que descubren amargas verdades de su pasado mientras miran por TV la no menos amarga final del último Mundial de fútbol. La película empieza con los casi únicos exteriores, los balcones con las típicas banderas argentinas del Mundial, y luego los amigos se preparan silbando la ya olvidada canción de Credence Clearwater Revival con la letra cambiada y dedicada a los brasileños. Pronto hay tres de los amigos ya reunidos mientras empieza el partido, y la tensión (que no iguala a la de un poster de una película de Hitchcock que cuelga en la pared del departamento), se relaciona con las empanadas que aún no llegan y el cuarto amigo, aparentemente el más conflictivo del grupo, que tampoco llega. Una película que transcurre encerrada en un interior, con cuatro personajes muy poco carismáticos -al lado de Pasman, son unos auténticos pecho fríos del insulto futbolístico- necesita, como mínimo, un guión con muchas ideas y una puesta con un montaje imaginativo. Nada de eso hay aquí. Por supuesto, el drama evoluciona, y hasta hay un sobre con una especie de testamento de un quinto amigo que se suicidó en el último encuentro de la banda (en realidad no tan amistosa, empezando por el detalle de que no se reúnen desde el Mundial anterior). Esto podría pasar como un mediano entretenimiento televisivo, pero no da como cine.
Cuatro amigos se juntan para ver la final del mundial, el partido de Argentina contra Alemania. Una picada, algo de vino y fernet y una mesa puesta para alentar al equipo frente al televisor. Afuera, la ciudad está vacía. Dividida según el partido que todos sabemos cómo termina, en primer tiempo, intervalo y segundo tiempo, la película transcurre entera en ese único ambiente, casi en el sofá en que los amigos de toda la vida putean a los jugadores y van perdiendo paulatinamente interés para meterse en sus propios asuntos. El clima de camaradería inicial se irá desdibujando a medida que aparezcan viejos rencores y envidias y se cuele un asunto trágico que los tocó a todos. Línea de cuatro parte de una buena idea y remite a cierto cine francés e italiano pariente del teatro, con actores hablando, comiéndose y peleándose en una casa. La falta de pretensión que transmite es también una virtud. El problema es que no es tan interesante lo que dicen y hacen estos cuatro chicos como para seguirlos en acciones tan repetitivas -reacciones al fútbol- intercaladas con diálogos que suenan bastante forzados, como si cada uno esperara su turno para soltar cosas que darán pie a otras, mientras el ritmo brilla por su ausencia. De todas formas, y sobre todo gracias a su última parte, deja la sensación de que hay aquí un grupo de realizadores con ideas y ganas de llevarlas a cabo.
La película dura 90 minutos. Como el fútbol. Como los juegos de equipo a los que estamos acostumbrados a ver (y dirigir) desde el sillón. Dirigida por Diego Bliffeld y Nicolás Diodovich nos muestra que el cine también puede hacerse porque tenés algo que contar y no por lo que diga un focus group sobre lo que ahora se quiere escuchar. Esta es la historia de cuatro amigos, que luego de cuatro años se vuelven a ver para sufrir el partido del final de Brasil 2014 Argentina – Alemania. Como siempre, es lo que nos une y la excusa: quien se casa, quien se separa, quien está bien y quién está mal. Esos amigos que no te cuestionás por qué seguís llamando amigos si la última vez que se juntaron todos seguido, el 90% vivía con sus padres aún. Pero eso no es lo que los une: ni los años pasados, ni la final. Lo que los une es un amigo ausente, es la pérdida de esa persona en una situación traumática, que los obliga a rever su vida actual. El film tiene un inicio un poco forzado y que cuesta entrar en ritmo, cosa que justificás cuando los personajes empiezan a dar sus puntos de vista y a desarrollarse. El espacio es inteligente en cuanto a la definición del dueño de casa, a los guiños cinéfilos como el poster constante de “Stand by me” y los planos cortos y los juegos de foco. Esto muestra una buena dirección ahí donde al guion le falta o donde los actores no siempre defienden. Aún así, como se desarrolla en un solo espacio y recae mucho en lo actoral, en situaciones dejan a los actores defender con uñas y dientes una historia densa, de la que salen mucho mejor parados en el “segundo tiempo” que en el primero. Los personajes son verborrágicos como somos nosotros y el espectador rápidamente puede encontrarse reflejado o reflejar discursos de amigos en ellos. Lo que más destaco es ese sentimiento de nostalgia que está impreso en todo el relato. Como si estuvieran velando a una amistad. “Línea de 4” es una táctica de defensa. Y son cuatro personajes a la defensiva. Por momentos vos querés atacarlos, por otros te sentís identificado y te da un poco de impresión verte en ese espejo.