La dignidad maltrecha del amor. En el contexto cinematográfico contemporáneo la influencia de Ingmar Bergman bordea el cero, circunstancia que se extiende a todo el espectro del séptimo arte y que hace explícita la uniformidad/ pauperización estilística reinante, más allá de la lectura que cada espectador pueda llevar a cabo de la obra del sueco. Mientras que el entorno (cineastas/ crítica/ público) sigue obsesionado con el fetichismo tecnológico y un formalismo cada vez más inconducente y desabrido, la dimensión del contenido continúa vaciándose a medida que las trivialidades adquieren protagonismo (no sólo hablamos de Hollywood o el circuito festivalero, sino también de las sandeces que suele escribir la prensa gráfica, por ejemplo). Así las cosas, el signo de los tiempos -en términos prácticos- parece condenarnos a la lógica de la excepción, siempre a la espera de ese opus individual que nos rescate por un momento del tedio. Liv & Ingmar (2012) funciona como un ejercicio de memoria sencillo y muy necesario en los días que corren: la ópera prima de Dheeraj Akolkar utiliza el “cerco” del documental expositivo para analizar la relación entre el director y su principal musa, la enorme Liv Ullmann. Fusionando ambas perspectivas, y poniendo el acento en las palabras de la hoy mítica septuagenaria, el convite traza un paneo en primera persona por las idas y vueltas de un vínculo que se extendió por cinco décadas y abarcó una decena de películas. Desde el inicio queda claro que Akolkar se propone tomar prestado el tono existencialista del propio Bergman para combinarlo con una fuerte carga de melancolía, producto tanto de los recuerdos de la pasión (reconvertida luego en amistad) como de los años transcurridos a partir de la muerte del susodicho en 2007 (aquí prevalece el karma de la experiencia irrepetible, con sus pros y sus contras). El guión -a su vez- incluye pasajes de Changing, la autobiografía de Ullmann de 1977, extractos de las cartas de la pareja, y fragmentos de Linterna Mágica, el primer volumen de las memorias del realizador, de 1988. El planteo narrativo de índole claustrofóbica se condice con el aislamiento que caracterizó al enlace. Si bien documentales sobre Bergman hay muchísimos, la mayoría reduce su accionar al esquema del retrato humanizador/ intimista o al “detrás de cámaras”, en consonancia con el material de archivo que se descubrió durante los últimas décadas. El aporte más interesante de Liv & Ingmar radica en la profundización de la dimensión romántica, el doble carácter a nivel amoroso: la aventura extramatrimonial de ambos, esa que se alargó a un lustro y de la que surgió una hija, es vista a través de capítulos que siguen el típico derrotero de casi cualquier relación, con una primera parte idealista (Ingmar era “sabio y estimulante”, a ojos de Liv) y una segunda mitad plagada de conflictos (de golpe muta en “vanidoso y egoísta”). Para fortuna del espectador, Akolkar no se muestra obsecuente con los protagonistas y trae a colación episodios de variada naturaleza, no todos felices. El film establece un constante contrapunto entre la voz y el rostro de Ullmann (la entrevista de turno resulta muy jugosa) y las tomas actuales de la legendaria Isla de Fårö (donde Bergman vivió y rodó muchos de sus clásicos), recortando también escenas específicas de trabajos como Persona (1966), Vergüenza (Skammen, 1968), Gritos y Susurros (Viskningar och Rop, 1972) y Sonata de Otoño (Höstsonaten, 1978). Como cabía esperar, la depresión y las inseguridades en lo que hace a la dignidad maltrecha del amor constituyen el eje de una obra amena e inteligente…
Historia de la soledad. El director de origen indio Dheeraj Akolkar resuelve con solvencia y gran profesionalismo la tarea de conjurar la tempestuosa y paradójica relación entre el director sueco Ingmar Bergman y la actriz noruega Liv Ullmann, con vistas a ofrecer un relato cálido sobre la belleza del encuentro de dos almas afines. Liv & Ingmar (2012) sigue el devenir de la pareja escandinava a través de la narración de la propia Ullmann. Comenzando por su primera colaboración, el extraordinario drama de carácter psicológico y filosófico minimalista Persona (1966), la crónica continúa con la ruptura de los respectivos matrimonios para construir una recluida relación extramatrimonial que les dejó una hija. El vínculo da lugar a una amistad que perdura hasta el final de la vida de Bergman y se prolonga a través de los buenos y malos recuerdos de la actriz. Akolkar recurre a fragmentos de la decena de películas del dúo cinematográfico, a material del paso de Ullmann por Hollywood, a fotografías y a escenas filmadas detrás de cámaras para homenajear esta relación artística que dejó obras maestras como Gritos y Susurros (1972). El realizador combina las imágenes y el relato de Ullmann para lograr efectivamente el tono de homenaje que pretende y que la pareja merece por su aporte al séptimo arte, poniendo énfasis en los acontecimientos y las películas más importantes de sus carreras. Akolkar consigue retratar la melancolía de Ullmann y el melodrama de un amor complejo y celoso, recurriendo además a textos de Changing, la autobiografía de la actriz editada en 1977, y a las memorias del cineasta sueco, pertenecientes al libro Linterna Mágica, editado en 1988. En Liv & Ingmar aparecen tópicos de gran valor conceptual como la soledad como impulso artístico, la necesidad de encontrar un lugar propio desde el cual producir y la importancia de hallar un punto de equilibrio en la convivencia. El hilo dramático amoroso sostiene toda la historia y va marcando la construcción de la carrera cinematográfica de Bergman, sus obsesiones, su predilección por filmar en la Isla de Fårö, la colaboración con el director de fotografía ?Sven Nykvist y la filmación de grandes películas como Vergüenza (1968), La Pasión de Anna (1969) y La Hora del Lobo (1968). El film retrata a dos seres humanos que se idealizaron para después romper el velo que habían creado sobre el otro, así nació finalmente un lazo afectuoso que duró cinco décadas. Nuestra cultura del espectáculo perdió en el magma posmoderno el valor de la creación artística como dispositivo para escapar de la soledad de nuestro tiempo. Nos dejó atrapados de esta manera en este laberinto esperando que algún fuego fatuo nos entretenga, ahora que las quimeras se desvanecieron y solo el hedonismo sobrevivió a tanto nihilismo.
El corazón en Fårö. “Es curioso, siempre que me realizan una entrevista me preguntan por Ingmar.” Liv Ullmann. A la hora de escribir sobre Liv & Ingmar, es inevitable el no cortar a la película en dos, ya que por un lado está el film en sí mismo, un documental sobre una persona que no puede evitar ser ella (Liv) con otro (Ingmar) adosado a su figura, aunque físicamente ya no esté presente (el título mismo de la película marca una dupla). Por el otro lado está su protagonista, la propia Ullmann, la narradora, la portadora del relato, la que se mete en la piel de la que fue la compañera de uno de los más controvertidos genios de toda la historia del cine. Comencemos por la película. Dheeraj Akolkar construye su obra enhebrando pasado y presente, utilizando los filmes de Bergman como comentarios o ejemplos del relato de su protagonista. Así veremos momentos de Escenas de la Vida Conyugal, Persona, Saraband o La Hora del Lobo, que funcionan como ventanas que abren e ilustran los pasajes del relato de Liv. El director también recurre a registros caseros de filmaciones y fotografías de los rodajes, o de momentos íntimos de la pareja. La Isla de Fårö (111 km²), reducto y fortaleza de Ingmar, residencia transitoria de Liv mientras estuvo con él, es el lugar más apropiado para realizar la entrevista. Akolkar es sobrio y emociona cuando Liv rearma frente a su cámara sus cinco décadas de historia con Ingmar. Y la palabra “emoción” es la que nos da lugar para entrar en la otra parte del film, en la que Liv, a sus 73 años, abre su corazón para revelarnos una historia de amor y compañerismo que trasciende el cine. Es ella quien se encarga de armar sus años con Ingmar, recordando un comienzo idílico, soñado y romántico para una joven a quien un director bastante mayor le echa el ojo como actriz y como mujer. A medida que los recuerdos avanzan, Liv nos muestra las espinas del rosal, los celos enfermizos y las torturas psicológicas a la que fue sometida (un ejemplo es cuando cuenta acerca del frío insoportable en un bote junto a Max Von Sydow en un rodaje, como una forma del tirano Ingmar de demostrarle su ira). Conmovedor es también el momento en el que Liv narra cuando Ingmar decide encerrarse en el estudio en la casa que compartían en Fårö y ella no podía verlo. “Ese silencio era mío”, dice, “y nada más que mío”, señalando su breve espacio de autonomía dentro de la pareja. Acceder a este documental es una experiencia enriquecedora. La figura de Liv ilumina con sus palabras, su sabia mirada, su humor y honestidad. Una persona que no puede (ni quiere) dejar de estar atravesada por una relación que signará por siempre su vida. Cuando ella cuenta que un buen día se despertó con la sensación de que tenía que ir a Fårö a visitarlo y que horas después de ese encuentro, Ingmar moría, dejando un hueco en la historia (la de ella, la del cine) imposible de llenar, se estremeció mi cuerpo.
La isla del recuerdo Documentales sobre directores hay muchos, acerca de relaciones entre directores y actores fetiches también pero en contadas ocasiones aparecen propuestas que por un lado mezclan el respeto y admiración por los retratados, seguido del despojo de la idealización, y con una explícita mirada que busca extraer verdades o secretos desde la confesión en primera persona de las partes involucradas. Lograr este cometido, sin artificios ni imposturas, hacerlo atractivo para construir con la materia prima de todo documental, tanto en lo visual como en lo no visual, no siempre supone una empresa exitosa básicamente porque quien toma las riendas no es otro que el objeto enunciativo o el enunciador. Liv and Ingmar intenta reconstruir desde los recuerdos y anécdotas entre la actriz noruega Liv Ullman y el dramaturgo y director sueco Ingmar Bergman casi cinco décadas de una relación única e irrepetible, que tuvo todos los condimentos de una historia intensa de amor, soledad, despecho, admiración, trabajo y convivencia, que logró traspasar la brecha etaria desde el primer día cuando aquella prometedora actriz joven cautivó al director que casi la doblaba en edad convirtiéndose en muchas cosas a la vez: amante, musa, fetiche, esclava, depositaria de aquellas obsesiones y pasiones ligadas al cine (realizaron juntos 12 películas) y al arte como vehículo catártico para purgar los propios demonios internos. Con un riguroso material de archivo que acumula fragmentos de aquellas películas en las que la actriz participó como por ejemplo: Persona – 1966 -o Vergüenza -1968- por citar apenas dos, el documental de Dheeraj Akolkar. toma la voz de Liv Ullman en una extensa entrevista y encuentra en los fragmentos fílmicos el recurso discursivo adecuado para afianzar sus palabras, a veces elogiosas y otras sumamente lapidarias, que reconocen el talento de Bergman pero también su enorme vanidad y egoísmo a lo largo de las décadas de la relación que se viera interrumpida por decisiones mutuas y cambios de rumbos, que hicieron mucho más intensa la amistad desde la distancia de la solitaria isla de Fårö, refugio de los amantes y espacio de creación para el sueco, hasta el Hollywood que abriera las puertas a la actriz en su incursión por los Estados Unidos donde filmó un puñado de películas con éxito dispar que no lograron socavar su prestigio ni tampoco alejar los deseos permanentes del regreso a las fuentes en la que una doncella muy joven quedara obnubilada por la magia y el magnetismo de un rey déspota celoso de su castillo, preso de sus demonios y muy pero muy determinante a la hora de elegir qué aspecto de su turbulenta personalidad deseaba revelar en la intimidad, en el cine y cual se reservaba para estudiar minuciosamente desde su dolor.
Diario de una pasión?? Un documental sin riesgos narrativos, pero que logra reconstruir la relación entre el director y su musa con un grado de intimidad notable. Si todo artista tiene una musa dueña de su inspiración, la de Ingmar Bergman fue -sin duda- Liv Ullmann, con quien no sólo filmó una docena de películas, sino también compartió una relación por momentos fogosa, por otros tortuosa, pero siempre atravesada por vínculo inquebrantable forjado a lo largo de más de cuatro décadas. Suerte de diario sentimental y cinéfilo audiovisual, Liv & Ingmar recorre los pormenores de la relación iniciada cuando la dupla filmó Persona (1966) y culminada con la muerte del realizador en 2007. Entre medio, un sinfín de idas y vueltas, de encuentros y desencuentros, de llamadas y visitas inesperadas, que el film recupera a través de cuantioso material de archivo. ??El indio Dheeraj Akolkar se muestra como un realizador poco dispuesto al riesgo –catalogar al film como “documental televiso” es un lugar tan común como acertado-, pero capaz de lograr un grado de intimidad notable en sus entrevistas con Ullmann, quien luce con los ojos más celestes y vidriosos que nunca.
El fantasma Bergman Liv & Ingmar (2015), dirigido por Dheeraj Akolkar, es un documental sobre la potente relación entre Liv Ullmann y el renombrado y emblemático director sueco Ingmar Bergman. Dividida en fragmentos, es una pieza hecha con la precisión de un diario sentimental que desemboca en un material interesante que va más allá de solo una relación cinematográfica. Con solo la presencia de Liv, profunda y nostálgica en su recuerdo actual de Ingmar, se trata de dibujar y construir de distintas maneras para volver complejo y atractivo la imagen del genio director así como del amor habitado entre ellos. El film es un regreso a la isla de Fårö, donde vivió Ingmar hasta su muerte, y como luce hoy esa casa rodeada por aguas del báltico pintada con un tono onírico y tan bergmaniano, que son el reflejo de lo que siempre hubo en ese lugar desde que el director habitó hasta que se marchó de su hogar solitario. En esa isla también vivió con Liv Ullmann, donde fueron una pareja formada de manera polémica. Todo construído sobre la ausencia de uno de sus protagonistas que crece con las palabras de Liv, quien además fue su amiga por más de 40 años. Desde el comienzo hubo una infinita complicidad marcada por una fulgurante pasión y a la vez una violenta convivencia, que con la misma fuerza que los separo, los unió más que nunca muy a pesar que parecían cada uno orbitar en su propios mundo. Dheeraj Akolkar realiza una buena propuesta al dividir la película en fragmentos titulados por un sentimiento. Por ejemplo: La culpa, la soledad, la amistad, sirven para trazar un diario sentimental donde se va a fondo con el objetivo de mostrar y organizar el monólogo de Ullmann que muestra las diferentes caras del ausente Ingmar Bergman. Desde su manera de comportarse durante y después de las filmaciones, pasando por el “monstruo” en los momentos más violentos de la relación, por el genio que escribía obras maestras en una soledad obligada y, sin duda, el ser más sorprendente que es capaz de todo por amor. Bergman se convierte en una especie de Kurtz en Apocalypse Now (1979), un ser mítico y controversial. Con todos esos conceptos llega hasta el punto de volverse entrañable. Lo mejor del film es ser un relato con identidad propia, con un toque onírico que lo vuelve emocional y aleja del clásico documental sobre la retrospectiva de las películas que hicieron juntos. Además, se intensifica con ese paralelismo que construye entre los films de Bergman como Persona (1966), Pasión de Anna (1969) y el relato de Liv. Tanto como si hubiera una relación paralela entre los que filmaron y lo que realmente vivieron, casi como si el arte se diera como en la vida y viceversa.
El documental habla de la relación de amor, y amistad después, entre un maestro del cine, Ingmar Bergman, y una gran actriz. En la voz emocionada y honesta de Liv Ullman, un trabajo iluminado con escenas de las 12 películas que hicieron juntos, las cartas del director, los detrás de escena. El resultado es complejo y conmovedor.
Escenas de la vida conyugal El documental refleja la relación de Liv Ullmann e Ingmar Bergman, más como pareja que como musa y realizador. Por si cabía alguna duda, el documental Liv & Ingmar provee suficientes pruebas y confirma cuán autobiográfico fue, y es, el cine del maestro sueco Ingmar Bergman. Lo hace mechando fragmentos de escenas de sus películas con testimonios actuales (en realidad, de 2012, fecha del filme de Dheeraj Akolkar) de Liv Ullmann, su musa, su pareja, su amiga. Y demuestra cuánto cambió la vida de Liv la aparición del realizador, a partir de su primer encuentro artístico, cuando ella tenía 25 años y el sueco 46. Rodada en parte en la casa en la isla de Faro, donde vivieron juntos, la película no pontifica sobre el director de El silencio, ya que el creador de Cuando huye el día fallecido en 2007 queda como un obsesivo controlador, con celos violentos y psicológicos, en palabras de Ullmann, con quien tuvo una hija. Al fin de cuentas, ¿para qué hizo construir un muro de piedras rodeando su residencia, si años después Liv iba a contar todo aquello que Ingmar no quería que se supiese? Ya el orden de los personajes en el título habla a las claras de quién es el centro del trabajo, o a quién se escuchará como dueña de la verdad. Dividido en capítulos con títulos más que elocuentes (Amor, Soledad, Furia, Anhelo), se cuenta cómo se conocieron, cómo cada uno rompió su matrimonio para estar juntos, el “hambre de compañía insaciable” de Bergman, etc. Basada en las autobiografías que escribieron por separado, el documental permite escudriñar más en la relación de pareja y posterior amistad entre ambos que en el proceso creativo. Porque sólo se escucha de boca de Ullmann que Bergman se encerraba en su estudio a crear, mientras ella tenía prohibido recibir o hacer visitas. Ingmar le dijo a Liv “Tú no lo sabías, pero eras mi Stradivarius”. Todo está relacionado a Ullmann. Un pena, porque al margen de saber que Ingmar escribía con marcadores un suerte de diario íntimo en una puerta blanca de su casa, hubiera estado bueno saber cómo originaba sus filmes, con o sin su musa. Porque al salir del cine se sabe más sobre la intimidad que sobre el arte. Y Bergman no era como los mediáticos de hoy en día, por lo que Liv & Ingmar, ciertamente, no está a la altura de, al menos, uno de sus protagonistas.
Bergman íntimo a través de los ojos de Liv Ullmann Mucho tuvo que insistir Dheeraj Akolkar, cineasta de origen indio desde hace tiempo residente en el Reino Unido, para convencer a Liv Ullmann de participar en un documental centrado en su apasionada y tumultuosa relación con Ingmar Bergman. Fervoroso admirador del genio sueco y de la gran actriz a quien el creador de Escenas de la vida conyugal, Gritos y susurros y Sarabanda consideraba su Stradivarius, quería que fuera ella quien, a través de una serie de entrevistas filmadas en la isla de Farö, donde vivieron los primeros tiempos de una historia de amor que duró más de cuatro décadas, aportara la materia viva de este documento que es al mismo tiempo retrato íntimo y homenaje, evocación sincera de los años más felices y los más tumultuosos, delicada aproximación, no intelectual sino humana, a un personaje sensible, complejo, creativo y contradictorio. Y también franca y emocionada memoria de un sentimiento profundo que atravesó fases diversas. Tal evocación responde, claro, a un único punto de vista, el de Liv, y comprende varios capítulos: Amor, Soledad, Furia, Dolor, Anhelo y Amistad. Esa estructura narrativa atiende a una disposición temática y también, aunque más tenuemente, a un orden cronológico que a lo largo de las recuerdos va dibujando el retrato del hombre que -confiesa- le cambió la vida para siempre. Es la suya una mirada cargada de afecto, que conserva viva la memoria de aquel comienzo luminoso, un verano de felicidad plena como nunca volvería a vivir, en la isla donde nació la pasión mientras filmaban Persona y donde Ingmar pronto haría construir la casa que iba a ser su refugio. Pero no oculta las asperezas entre ellos que irían a manifestarse con la prolongada convivencia, lo que, sumado al carácter posesivo del hombre (sus celos enfermizos en especial y su voluntad de imponerle el aislamiento que deseaba para sí), contribuiría a un lento y progresivo deterioro del vínculo. A falta de documentos -salvo fotografías personales, recortes periodísticos, tramos de detrás de escena de distintos rodajes, los libros de memorias de Liv y las cartas que Ingmar le enviaba firmando con pequeños corazoncitos rojos-, para ilustrar las variadas fases de esa relación fuera de lo común y a veces dolorosa, Akolkar eligió incorporar largos tramos de diferentes films de Bergman. Y lo hizo sagazmente encontrando cuanto de la vida de la pareja está contenido en sus películas, con lo que se suma a quienes consideran que suele haber una estrecha relación entre la obra de un artista y su vida personal. Asimismo, Liv confiesa que muchos sentimientos que experimentaba en la vida al lado de un hombre egoísta que a veces era violento ("en el plano psicológico", aclara) podía canalizarlos a través de sus personajes. A través de los ojos, las palabras (incluidos los trechos de Senderos, su libro de memorias) y los recuerdos de Liv Ullmann este documental cuenta, sin falso pudor, 50 años de una vida marcada por el amor, los celos y más tarde la pura amistad que la ligó para siempre con uno de los más grandes creadores del cine. Cuando se encontraron, ella tenía 25 años e Ingmar, 46. La tensa pareja de la que en 1966 nació la única hija de los dos, Linn, hoy escritora, sólo duró cinco años. Pero el profundo vínculo entre ellos, incluso el profesional -ahí están, si no, las elocuentes escenas de Sarabanda-, siguió mucho más. Hasta la muerte de Bergman, hace ocho años, en Farö, un día después de la última visita de Liv. Esta Liv de setenta y pico, con más arrugas y el encanto de siempre, a la que es un placer volver a ver en la pantalla.
Escenas de la vida extraconyugal Basado en el libro biográfico de Ullmann, Senderos, y en el intercambio epistolar entre la actriz noruega y el director sueco, el documental, con su énfasis en lo personal, termina eclipsando en gran medida la relación artística. “Has sido mi Stradivarius”, recuerda Liv Ullmann que le dijo Ingmar Bergman cuando la actriz le confesó que estaba algo cansada de que le preguntaran constantemente por la interacción artística con el renombrado realizador. El recuerdo es en primera persona y a cámara, como el resto de Liv & Ingmar, un paseo por la relación personal y profesional (sentimental, amistosa, creativa y varios otros etcéteras) entre el gran cineasta sueco y la actriz de origen noruego. En estricto orden cronológico, el documental de Dheeraj Akolkar –basado en el libro biográfico de Ullmann, Senderos, y en el intercambio epistolar entre ambos– inicia el recorrido con el encuentro durante el rodaje de Persona en 1966, durante el cual el ya consagrado artista y la joven promesa se conocieron y enamoraron perdidamente, a juzgar por la leyenda confirmada aquí por Ullmann. Quien no tiene pelos en la lengua para describir esos primeros meses de encandilamiento y separación de sus respectivas familias (ambos estaban casados) como así tampoco la progresiva transformación de sus vidas en los siguientes años, conviviendo junto a su pequeña hija en la famosa casa/refugio de Bergman, en la isla de Fårö.En el minucioso detalle desplegado en la primera media hora del film, centrado en las diversas etapas de esa relación –desde el apasionamiento inicial a las primeras rencillas, de la fascinación ciega a las crisis de celos, del encuentro amoroso de los cuerpos a la violencia física– resulta imposible no realizar rápidamente una correlación con algunos de los temas que han atravesado la filmografía de Bergman, en particular durante sus últimas décadas de actividad. Liv & Ingmar refuerza esas ideas ilustrando el registro actual de la actriz y directora con imágenes de algunas de las películas que realizaron juntos, de Persona, Vergüenza y La hora del lobo a Sonata otoñal y Saraband. Y, desde luego, con Escenas de la vida conyugal, quintaesencia de las relaciones de pareja –siempre conflictivas– según el realizador. El documental, sin embargo, con su énfasis en lo personal termina eclipsando en gran medida la relación artística, al punto de que poco más se afirma o infiere del intercambio en los ensayos y rodajes. La imagen de las manos de Ullmann recorriendo una suerte de mural naif dibujado por ambos sobre una puerta en la casa de Fårö vuelven a repetirse una y otra vez, pero poco se dice sobre el reflejo de esa vida real en la pantalla, más allá de algunas escenas tomadas de varios making off oficiales. La anécdota de una escena a bordo de un bote, filmada con temperaturas bajo cero, sólo agrega a Ingmar Bergman en la larga lista de cineastas tiranos.Esa interrelación directa entre vida y obra vuelve a encontrarse sobre el final del film, cuando los personajes de Saraband (producida cuatro años antes de la muerte del director) reflejan indirectamente la reconciliación luego de la dura separación: apagado el fuego de la pasión, quedan las cenizas de la más profunda amistad. Ullmann no puede reprimir un par de lágrimas sinceras al recordar la muerte de Bergman. Desafortunadamente, la empalagosa música orquestal de Stefan Nilsson, que acompaña constantemente las imágenes, atentan contra la sencillez de la exposición, como si la vida y la obra conjunta de Ullmann y Bergman fueran un producto emocional que debe ser vendido a toda costa. Resulta evidente que Dheeraj Akolkar se ganó por completo la confianza de la actriz y el suyo es un documental absolutamente autorizado y oficial. Y, si bien no hay aquí datos novedosos o elementos realmente iluminadores sobre la relación profesional de la dupla, se agradece como homenaje a dos grandes artistas de la pantalla grande.
Amor más allá del celuloide Liv Ullmann y sus más de setenta años son registrados por una cámara dedicada a describir el paso del tiempo en su rostro, bello y celestial como siempre, repleto de paz interior y de emoción a flor de piel. Habla sobre Bergman, el detrás de un vidrio oscuro del creador, el de aquellas luces de inviernos concebidas durante dos décadas de amor de una pareja, una hija de por medio, una separación traumática y la reconciliación final que dejaría una amistad eterna, hasta la muerte de Ingmar en 2007. Liv recuerda aquellos días en la isla de Färo y en la seducción de él hacia ella, en ese paisaje frío y desolador donde el director filmaría una docena de películas. El romance que comenzó durante el rodaje de Persona y continuaría hasta la filmación de El huevo de la serpiente, son recordados con minuciosidad por la actriz, quien no oculta más de una anécdota en donde el realizador le gana la partida al hombre y al compañero. Quienes decidan encontrarse con el feliz y otoñal documental Liv & Ingmar, registrado en formato (casi) televisivo, a los pocos minutos, descubrirán que el trabajo del director indio Dheeraj Akolkar no repara en los traumas de Bergman, ni en "el silencio de dios” ni mucho menos en cuestiones estéticas donde confluyen el cine y el teatro. El hechizo de la imagen se transmite desde la calidez del rostro de Ullmann, hablando de su gran amor, su experiencia en Hollywood, su libro Senderos y los fragmentos que pertenecen a Linterna mágica, uno de los dos textos autobiográficos del creador de El séptimo sello. En esos momentos, el documental deja lugar a la emoción que reemplaza al intelecto, al recuerdo placentero o no tanto que sustituye al aporte estético. Akolkar, en ese sentido, no arriesga demasiado desde la forma, sometiendo a las imágenes a un informe televisivo pero sin tintes sensacionalistas en donde el escándalo se vende por sí solo. La operación es bien distinta: buscar un punto de equilibrio entre las imágenes de Liv como actriz dirigida por Ingmar, y en montaje paralelo, bucear (y suponer) cómo fue la intimidad de la pareja durante los más de veinte años de convivencia. Allí, claro está, la potencia del cine de Bergman, hoy un creador casi olvidado, vuelve a renacer en todo su esplendor.
Seguramente si están leyendo esta review, será porque conocen a los protagonistas de este documental. Probablemente sepan que Liv Ullmann e Ingmar Bergman tuvieron un apasionado romance que luego se transformó en una gran amistad con el correr del tiempo. Los don son referencias poderosas de una cinematografía clásica que se impone como la vanguardia nórdica y sueca (especialmente) desde los 60' y hasta principios de los 80´ . Una mujer, un hombre, una historia de amor y el vínculo con el arte y la transmisión de sentimientos. En caso de que no conozcan ese tramo de su vida, este documental de Dheeraj Akolkar los llevará a revivir en boca de uno de sus protagonistas, la relación profesional y personal de dos creadores y amantes del cine durante cinco poderosos años. Se conocieron y comenzaron a frecuentarse durante 1966 en el rodaje de "Persona" (protagonizada por otra gigante de esos tiempos, Bibi Anderson) y cuenta Liv (el gran "lujo" de esta cinta) que sus inquietudes artísticas rápidamente los unieron, de una absorbente forma que culminaría con un amor potente que los marcaría a fuego para toda su vida creativa. La cinta comienza su recorrido en una isla con historia, allí en la poco conocida isla de Fårö, donde el epicentro tendrá su alquimia. Ingmar tenía ya sus entrados 40 y pico y Liv era una veinteañera que se perfilaba como enorme actriz. Esa curiosidad y admiración intelectual es lo que encendió la chispa de un gran amor. Liv entonces procurará traernos su versión de la historia, desde una perspectiva femenina, reflexiva, profunda, en la que ofrecerá abundantes secretos y atajos para cubrir aquello que siempre quisimos saber sobre ellos (dejaron a sus esposos inmediatamente) pero que nunca imaginamos ver en la pantalla grande. Y digo esto porque este doc está basado en biografías y análisis de "Changing" (la bio de nuestra actriz) junto a testimonios de cartas y textos de ámbos protagonistas ("The magic lantern" del director también fue consultada). Hay material de archivo, secuencias de las películas que hicieron juntos y la palabra, al menos, citado, de Ingmar. La verdad, pensaba mientras transcurría el film, que hubiese sido difícil que él se prestase (de ser posible) para un documental de este tipo. Lo cierto es que si son seguidores de esta dupla, este registro es para atesorar. Si no estamos en la misma sintonía, el aprendizaje del marco que propone lleva tiempo de procesar y quita mucho del goce de los testimonios en sí. Por eso recomiendo "Liv y Ingmar" sólo para fans y curiosos predispuestos a abordar la vida íntima de dos creadores en su etapa de máximo alumbramiento. Positiva.
Emoción, no solamente para bergmanianos Liv e Ingmar. Así, por sus nombres, para acercarnos un poquito a las personas, antes que a las personalidades. Lo que se cuenta aquí, lo que cuenta la actriz y directora Liv Ullmann, es su relación con el singularísimo Ingmar Bergman a lo largo de 42 años, una relación que pasó por diversas, a veces torturadas etapas, y se extiende ahora en el recuerdo. Deslumbramiento, romance, placer, decepción, alteraciones, infierno, ruptura, retiro, reconsideración, aprecio, amistad, creciente amistad, cariño inmenso, buenos recuerdos, un balance de vida. Muchas personas han pasado etapas similares. Ella las describe con palabras hermosas y perfectas, de especial agudeza en ciertos casos, palabras sinceras y profundas. A veces cuenta una anécdota y suelta la risa, de modo natural. A veces recita melancólicamente unos párrafos de su primer libro de reflexiones, "Senderos", que en inglés tuvo otro nombre, "Changing", cambiando. Para las espectadoras será fácil identificarse con ella, aunque no tengan demasiado presentes sus peliculas. Por supuesto, los bergmanianos apreciarán mejor el calce preciso de algunos fragmentos de "Vergüenza", "La pasión de Ana", "Escenas de la vida conyugal" y "Saraband", entre otras obras, que cada tanto ilustran lo que ella va contando, y certifican de qué modo Bergman volcaba en la pantalla sus propias angustias. La selección e inserción de esos fragmentos sólo merece elogios, al igual que la música, íntima y dolida. Así como en aquellas películas, uno sale de este documental habiendo aprendido algo más acerca de sí mismo, del amor, de las relaciones con los demás, que suelen ser complejas. Y del tiempo, que nos permite ver en perspectiva, y hasta cambiar de perspectiva. Y sale, también, con la sensación de haber estado con una vieja amiga, que fue hermosa, que envejeció y engordó un poco, pero sigue siendo inteligente, encantadora, sensible. Unica. Autor, Dheeraj Akolkar, un hindú que alterna Londres con Mumbai, y sintonizó con Ullmann porque ambos impulsan asociaciones de ayuda al prójimo. En la voz de Bergman (se leen algunas líneas de sus cartas de amor), Samuel Froler, que casualmente encarnó al padre de Bergman en la biográfica "Con las mejores intenciones", de Billie August. Rodaje en la isla de Faro, Suecia, y en la costa noruega. Vale la pena.
De amor y otros demonios “Esta es una historia de cinco décadas y dos amigos”. Con esta frase comienza Liv & Ingmar, el personal documental que toma como base el libro de Liv Ullman, Senderos. Una casa frente al lago en el presente activa la memoria (y también el olvido) e invoca a los espectros del pasado a partir del recuerdo de esta enorme actriz e incansable compañera de Ingmar Bergman, nada menos. Los materiales serán principalmente los testimonios, las cartas que intercambiaban (una decisión fuerte que abre una puerta a la intimidad no siempre ética) y fragmentos de películas que acompañan el relato. Por la forma en que Akolkar ensambla palabras e imágenes, está claro que subyace la concepción de la obra fílmica de Bergman como un exorcismo de sus demonios interiores. Sin embargo, el punto de vista es el de Liv y el paso de los años le permite plasmar una mirada moderada frente a una relación que tuvo más de tormento que de tranquilidad. Pero, en definitiva, ¿cómo se construye un vínculo de amor en una pareja?, ¿qué determina que dos personas permanezcan juntas, cuáles son los móviles? Las respuestas pueden ser múltiples y Ullman ensaya, hasta poéticamente, diversos veredictos tales como “afrontar el drama de pelear cuando se sabe que uno no es bueno para el otro” o “amarse mundana e imperfectamente”. Y aquí está lo más jugoso del documental: que esta grandiosa mujer haga gala de su tono de voz, de la forma en que escoge sus palabras, de la manera en que mira perdidamente a través de la ventana. En este sentido, se debe reconocer que hablar a cámara es también un arte. Dividida en capítulos cuyos títulos remiten a sentimientos (amor, soledad, dolor, anhelo, amistad), Liv & Ingmar respeta un orden cronológico tanto en el itinerario personal como profesional de la pareja. Se inicia con Persona (1966) y finaliza con Saraband (2003). Más allá de un empalagoso piano y una secuencia final evitable, el relato de la actriz regala hermosas frases donde los límites entre la experiencia de vida y de rodaje parecen difuminarse (“Cuando me miró con la cámara supe que me había reconocido”, “Lo dejé todo en mis películas”). La evocación es una forma de catarsis que no excluye lo poético y por supuesto, menos, la gigantesca sombra de Bergman. ¿Qué se esconde detrás de una imagen de este hombre flaco, con gorra, riendo? ¿Cómo se conectan las expresiones de Liv con esos archivos? El documental parece ponernos a prueba frente a ello. “Me causa molestia que siempre me pregunten por Ingmar” confiesa, pero su enorme testimonio confirma la misma imposibilidad. Los fantasmas son así.
Escuchá el audio (ver link). Los sábados de 16 a 18 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli. Un espacio dedicado al cine nacional e internacional. Comentarios, entrevistas y mucho más.
Dos extraños amantes Este filme podría decirse que es una especie de calido homenaje al director Ingmar Bergman, inmerso en una estructura de documental donde la actriz noruega, nacida en Japón, Liv Ullmann funciona de maravilla como narradora y vehiculo del mismo. El director de origen hindú Dheeraj Akolkar toma como punto de partida narrativo el libro “Senderos”, que Liv escribiera en 1979, material de archivo de sus filmes, entrevistas, sumándole la correspondencia entre ella y maestro sueco Ingmar Bergman. La realización hace una especie de racconto de lo que fue su vida al lado del director, considerado uno de los cineastas más importantes de la historia del cine. Su cooperación cinematográfica se extiende a 12 películas, pero su relación siguió mucho más allá del set de filmación. Durante la proyección de esta obra ella funciona como única narrador, se encuentra prácticamente en un viaje introspectivo de su vida al lado de Bergman. El tono que usa es intimista, reflexivo, profundo, sin embargo es aún más que el relato de una mujer que abre su ser. Lo que va surgiendo a medida que van desplegándose las imágenes, los recuerdos, es su decir como mujer delicada y sensible. Si bien la pantalla se regodea con la presencia casi permanente de la gran actriz, una vedette es el montaje de Tushar Ghogale, con el que Akolkar logra armonizar las imágenes con el relato de la narradora. Uno de los problemas del documental es que se nota que va dirigido a cinéfilos, a quienes ambos personajes hayan seducido lo suficiente como para adentrarse en las vidas de los personajes. En términos generales tenemos una obra donde Liv despliega su alma, sus pensamientos, habiendo sido siempre muy renuente a hablar de su vida íntima. En este espacio parece no ocultar nada, se la percibe muy franca, colocando al espectador en el lugar de un imperfecto imprudente voyerista, atraído principalmente por lo que va comentando Liv de y con Ingmar. Casi un cuento sosegado que se mueve al paso de la ya septuagenaria actriz, imponiendo imágenes de la Isla de Faro tomadas puestas con un amplio sentido de los momentos, las mismas son bellísimas y en la forma en que están hasta le dan un sentido poético, conforme lo que vamos viendo. Se la podría definir como una obra sincera, profunda y afectuosa.
Inteligente y cautivante relato “Liv & Ingmar” es una coproducción de Noruega, Reino Unido e India, con guión y dirección de Dheeraj Akolkar, cineasta indio residente en Inglaterra. Es un documental basado en el libro autobiográfico de la actriz noruega Liv Ullmann, “Senderos”; las cartas que se escribió con el director sueco Ingmar Bergman; los recuerdos contados en primera persona por ella y fragmentos de las películas que ambos filmaron juntos. Para los cinéfilos, esta pareja no necesita presentación. Él es uno de los realizadores más respetados, que marcó y revolucionó de manera contundente la historia del cine de la segunda mitad del siglo XX. Y ella fue su actriz favorita, además de su pareja durante algún tiempo, y una gran amiga de toda la vida. Dicen que Akolkar debió vencer algunas resistencias de la actriz para realizar este documental, ya que si bien ella reconoce la gran importancia de Bergman en su vida, admite también estar algo cansada de que siempre le pregunten por esa relación y confiesa que la invasión a su intimidad que sufrió por parte de la prensa durante toda su carrera ha sido una experiencia incómoda para ella. De algún modo Akolkar convenció a Liv para que abriera su corazón, porque la ya anciana actriz asume con gran entereza el relato de su experiencia vivida junto a Bergman en un extenso monólogo, con la cámara captando en un riguroso primer plano todos los gestos y emociones que los recuerdos despiertan en ella, a medida que los va narrando. El film se desarrolla en la que era la casa de Bergman, ubicada en la isla sueca de Fårö, en el mar Báltico, donde ellos se conocieron y vivieron los primeros tiempos de una relación que se extendió por más de cuarenta años. Allí, filmaron su primera película, “Persona”, cuando ella tenía 23 años y él 46. Ambos estaban casados, pero el amor fue tan fuerte e intenso, que los dos decidieron dejar a sus respectivas parejas para vivir juntos. Fruto de esta relación tuvieron una hija. Cuando la pequeña tenía cuatro años, se separaron. Él después se casó con otra mujer y Liv continuó con su vida y su carrera en otros lugares, triunfando incluso en Hollywood. Sin embargo, de algún modo siempre siguieron juntos. El documental de Akolkar está estructurado en capítulos, titulados con una palabra clave, que sintetiza el espíritu de cada etapa de la relación: Amor, Soledad, Furia, Dolor, Anhelo y Amistad. Liv, que aún sigue siendo una gran actriz, va transformando su rostro a medida que transcurre el relato, describiendo los diferentes sentimientos que Ingmar le fue inspirando a través del tiempo y las distintas circunstancias por las que atravesaron. Y a cada experiencia personal revivida en el recuerdo por Liv, el director indio acompaña con algún fragmento de las películas de Bergman protagonizadas por ella que ilustran de manera metafórica las intimidades de la relación entre ellos. Sentimientos siempre apasionados, intensos. Ella confiesa haber sentido una gran admiración y respeto por él, a quien considera la figura más importante en su vida, que le dio un respaldo y una seguridad que no encontró en otra persona. Si bien reconoce que era posesivo y violento, “aunque sólo verbalmente”. “Liv & Ingmar” es impecable desde el punto de vista formal. Está filmada en la isla que eligió Bergman para vivir y crear. En el mismo paisaje donde filmó varias de sus películas y en la misma casa donde vivió hasta el instante de su muerte. Es notable el interés por recrear la atmósfera bergmaniana, en un paisaje que lleva la impronta de su habitante más famoso. Tanto, que pareciera que el espíritu de él estuviera presente allí mismo, controlando cada detalle de la filmación, como comenta Liv en algún momento, dando a entender que siguen unidos a pesar de todo. “Liv & Ingmar” es un vibrante, emotivo, inteligente y cautivante relato, de valor testimonial y también estético.
Matrimonio y algo más El documental Liv & Ingmar indaga en la relación afectiva entre el director Ingmar Bergman y la actriz Liv Ullman, narrada por ella. Oscar Wilde decía que cuando un hombre se casa por segunda vez, es porque adoraba a su primera mujer. Y la frase le viene como anillo al dedo a Liv & Ingmar, el documental dirigido por Dheeraj Akolkar que cuenta la tormentosa y apasionada relación entre la legendaria actriz Liv Ullmann y el prestigioso director de cine Ingmar Bergman. Basada en la autobiografía de Ullmann (Changing), pasajes de las memorias de Bergman (Linterna mágica) y el intercambio epistolar entre ambos, el filme está narrado por la actriz noruega, quien se encarga de recorrer casi 50 años de amor y amistad con quien fue, además de amigo, su marido y compañero de trabajo (hicieron 12 películas juntos). Las diferentes etapas de la relación están separadas con títulos relacionados con los sentimientos atravesados (Amor, Dolor, Soledad, Amistad, Anhelo). Ullmann va recordando con total honestidad los momentos más álgidos vividos con el director sueco: el amor de los comienzos, la soledad en la isla en la que vivían, cuando tuvieron su hija, las discusiones, el comportamiento violento de Ingmar, entre otras cosas. Bergman era mucho mayor que ella (cundo se conocieron él tenía 46 y ella 25), y Ullmann se encarga de mostrarlo no sólo como una persona increíblemente creativa y maravillosa sino también como alguien vano y egoísta, inseguro y agresivo. Lo notable del documental es la naturalidad con que lo cuenta Liv. Ver a la actriz emocionada ante la cámara, mientras se pasan imágenes de sus obras maestras, demuestra el inmenso afecto que le tenía al creador de Persona. Para ella lo importante era lo que sentía uno por el otro. Sin dudas se trata de una de las historias de amor más apasionadas y apasionantes de la historia del cine. Dheeraj Akolkar centra su documental en el costado afectivo, dejando de lado el trabajo artístico. Hubiera sido mucho mejor si se aprovechaban más las imágenes de archivo y el detrás de cámara. Sin embargo, el documental gana por su emotiva sinceridad y simpleza. Ella era su Stradivarius. No hubiera podido ser uno sin el otro.
Liv & Ingmar La desolada postal de la isla de Farö. Una casa vacía donde solo entra la luz. Fotografías pulcramente enmarcadas que testimonian el esplendor de un maestro del cine junto a una actriz devenida en musa y amorosa confidente de su vuelo. Liv & Ingmar, esa vibrante sinfonía audiovisual en seis movimientos dirigida por Dheeraj Akolkar, comienza con la perspectiva de un automóvil avanzando por una carretera angosta. Esa campiña -digna de un cuento de los hermanos Grimm- está flanqueada por un peñasco y el solitario paisaje que rodea a una casa destinada a mirar la serena correntada del Mar Báltico. El paisaje en la luneta trasera del coche se va alejando a medida que la voz de Liv Ullman se acerca. Los cincuenta años trascurridos desde su primer encuentro con Bergman motivado por el rodaje de Persona no han hecho más que agigantar la influencia del maestro sueco en su vida. Yo estaba enamorada, confiesa y esa frase abre el primer capítulo del documental: Amor. El gesto inaugural de esa relación es una mirada intensa y comprometida de Bergman, detrás de cámara, cautivado por la magia de esta actriz noruega a la que él doblaba en edad. Esa mirada arrasa los límites de la ficción. La imagen, por demás elocuente, pertenece al backstage de Persona. Ingmar observa a Liv con ese indiscreto arrobamiento que el amor delata. Yo sabía que él sentía algo por mí y era tan raro que alguien sintiera nada por mí. Y era Ingmar… La pregunta interna que la apremiaba, por aquellas horas, era digna de algún atribulado personaje del maestro sueco: ¿seré digna de su amor? Antes que pudiera responderla llegó a sus manos una carta de Pingmar -apodo cariñoso brotado del amor- que iluminó su cara: Duele verte al otro lado de la ventana… La ventana proyecta el temido obstáculo que promete la angustia de lo inalcanzable. Esa declaración de amor era demasiado para ella. Liv se asustó y regresó a Noruega. Bergman sintió en carne viva el gesto más doloroso del amor: extrañar. La ausencia se vuelve intolerable para aquél que ama y no pudo resistir la imperiosa necesidad de ir a buscarla. Ella tenía 25 años y Bergman 47. Un viaje a Noruega justificado por una buena excusa le bastó a Ingmar para recuperarla. Ella tiene que estar conmigo, murmuró el tozudo director. Tal vez nuestro amor se dio por la soledad que ambos sentíamos, reflexiona Liv Ullman. Sembramos una especie de revolución el uno en el otro. Nos abrimos el uno al otro por completo… Las cartas acumuladas sobre la mesa recuerdan las fotos desparramadas que Ullman -interpretando a Mariane- clasifica y ordena al comienzo y al final de Sarabanda. Fragmentos de Persona, La hora del lobo, Pasión y La vergüenza dialogan desde el pasado tiñendo la mirada templada del presente. Soledad, es el nombre del segundo capítulo. Comienza aludiendo al muro de piedra que Bergman construyó en torno de la casa para cercar la relación. Esa pared constituye el símbolo elocuente de la asfixia y del aislamiento total que acabaría, gradualmente, con la pareja. El nacimiento de Linn, en ese clima de severo retraimiento, acentuaría la intensidad del conflicto. Ullman estaba dividida entre dos demandas imposibles de satisfacer en toda su intensidad: el clamor natural de la niña y el absorbente deseo de Bergman. En “Linterna mágica”, el libro autobiográfico del director, hay un balance tardío sobre esa situación: Una grandiosa equivocación me llevó a construir la casa pensando en una vida en común en la isla. Olvidé preguntarle a Liv su opinión (…) Se quedó unos años. Luchamos contra nuestros demonios lo mejor que pudimos… El tercer capítulo, Rabia, enfatiza el creciente clima de hostilidad entre ambos. Los impulsos violentos, la ira ejecutada sobre el cuerpo del otro para cercarlo y reducirlo a los límites de la posesión representan la fase final del vínculo amoroso. El documental completa el testimonio de la actriz con escenas de dos películas que describen situaciones de violencia física liberadas en la intimidad brutal de una pareja: Pasión (1969) y Escenas de la vida conyugal (1973). El rodaje de las películas servía como espacio de liberación de esa rabia contenida. La ficción y la realidad se anudaban riesgosamente hasta el límite de la destrucción. La inseguridad, los celos, el salvaje deseo de posesión y de control total nunca satisfecho, detonaba el grito primal de las ofensas. La violencia física o psicológica los fue llevando al margen de lo soportable. Dolor, el cuarto capítulo, se abre con una implacable reflexión: yo iba detrás de otros porque no tenía ninguna seguridad… Madurar ese diagnóstico le permitió tomar conciencia de la imposibilidad de edificar un proyecto sólido y estable con Ingmar Bergman. Una escena de La vergüenza, esa tormentosa relación que culmina en una alienación brutal, reafirma desde la ficción la confesión de Ullman: ¿Qué pasará si no conseguimos más hablar el uno con el otro? La amenaza de la incomunicación verbal confirma la disolución previa de los vínculos físicos. El inconveniente de un lenguaje emocional compartido es la señal inequívoca de la ruptura. Brota desde el zócalo de las palabras la manida frase de Saint-Exupery: La experiencia nos enseña que amar no significa en absoluto mirarnos el uno al otro sino mirar juntos en la misma dirección… (Tierra de hombres). Bergman y Ullman miraban en direcciones opuestas. Cuando llegó la separación no hablábamos de ello. Mientras guardaba mi ropa fingíamos que no pasaba nada. La imposibilidad de transformar en materia de expresión verbal los sentimientos se interpone entre ambos. El capítulo Anhelo ofrece un racconto de la proyección internacional de Liv Ullman. Su breve pero exitosa incursión por Hollywood lejos de mitigar la pasión por Bergman parece haberla incrementado. Amistad es la última estación de este viaje revelador y cautivante. Omitiremos la intimidad de esa relación. Un dato relevante que nos interesa mencionar es la forma en que el viejo director valoraba a su emblemática actriz: es mi Stradivarius, solía decir. El elogio por demás afectuoso no escatima, sin embargo, la posesión, ni cierto grado de cosificación. Ullman era su Stradivarius, es cierto, porque daba siempre la nota exacta en el momento preciso. En Linterna Mágica a Bergman no le tiembla el pulso para reconocer que su película Cara a cara le debe mucho a Liv Ullman que luchó como un león. Y agrega: Gracias a su fuerza y a su talento la película se sostiene en pie… La conexión entre ellos era tan sólida y profunda que Liv presintió la muerte de Ingmar. La actriz noruega viajó en un avión privado hasta la isla de Farö y cuando Bergman, sorprendido, le preguntó el motivo de su inesperada visita, ella se limitó a citar una réplica de Sarabanda, la última obra maestra que hicieron juntos: porque me has llamado… Esa misma noche, Bergman se fue de este mundo. Era el 30 de julio de 2007.