“Lo Mejor está por Venir” se centra en un gran malentendido que hace que dos amigos de la infancia crean que a uno de los dos le quedan pocos meses de vida. Es difícil relatar cuál de los dos es el del problema sin spoilear la trama y si quieren verla, lo mejor es ir al cine sin ver ni siquiera el trailer. Los amigos son un empresario sin dinero, algo desprolijo con su vida amorosa y en general, interpretado por César Montesiho, (Patrick Bruel) y un investigador del Instituto Pasteur, Arthur Dreyfus (Fabrice Luchini), su opuesto, muy estructurado y a la vez ansioso, al que le cuesta disfrutar la vida, y que sólo piensa en su trabajo, abandonado por su mujer y con una hija. Y el hecho trascendental de la enfermedad hace que dejen todo para acompañarse y satisfacer los sueños y deseos del otro, sin reparos. Emprenden un viaje que les traerá más de una sorpresa y aventuras en un restaurante, y frente al mar. El malentendido dura casi todo el film, uno trata de decirle al otro lo que sucede, pero cada vez que lo intenta, por una cosa o por otra, no puede... El tema está bien tratado porque no cae en golpes bajos, aunque se podría haber resuelto en menos minutos. Hay algunas situaciones previsibles, como los intentos de reconciliación de César con su padre y la búsqueda del amor verdadero de Arthur después de años de soledad, que recae en la dulce Randa (Zineb Triki), quien va a enseñarles mucho a cada uno. El dúo ya había trabajo en otro film y se nota su buena química y buenas actuaciones de todo el elenco. Una pareja que celebra la amistad y la vida donde uno de los temas, es, justamente, la muerte.---> https://www.youtube.com/watch?v=NfHc0aZm8uE TITULO ORIGINAL: Le meilleur reste à venir TITULO ALTERNATIVO: The Best is Yet to Come GENERO: No disp. , Drama , Comedia . ORIGEN: Francia. DURACION: 117 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento DISTRIBUIDORA: BF + Paris Films FORMATOS: 2D. ESTRENO: 09 de Enero de 2020
Antes de partir. Lo mejor está por venir es una comedia de enredos francesa escrita y dirigida por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, la exitosa dupla detrás de El nombre (2012). En esta ocasión vuelven a trabajar con Patrick Bruel, quien comparte el protagonismo junto a Fabrice Luchini, acompañados de Zineb Triki, Pascale Arbillot, Marie Narbonne y Thierry Godard entre otros. La película cuenta la historia de Arthur (Luchini) y César (Bruel), dos amigos de toda la vida que después de un malentendido cada uno cree que el otro tiene una enfermedad terminal, por lo que le quedan pocos días de vida. Y es así como deciden hacer todo lo posible para recuperar todo el tiempo que les queda disfrutando de su amistad, a pesar de que uno es estructurado y metódico y el otro impulsivo y desordenado. El primer gran acierto de esta película está en recurrir al humor para tratar un tema tan serio como son las enfermedades terminales, ayudando así al público a tomar conciencia de la gravedad del asunto sin recurrir a golpes bajos. Porque se centra en la unión entre estos dos amigos con estilos de vida completamente opuestos, que buscan acompañarse durante este momento de crisis. Y para ello cuentan con el casting adecuado, porque Fabrice Luchini vuelve a interpretar a un personaje similar al de Un hombre en apuros, y Patrick Bruel aprovecha para mostrar lo bien que se maneja dentro de la comedia teniendo a su cargo las situaciones más graciosas. Un párrafo aparte merece la secuencia de créditos del comienzo, en el que vemos en forma de grabación casera una serie de escenas en las que dos chicos se hacen amigos y pergeñan juntos una serie de travesuras en un colegio. Porque es un recurso narrativo interesante que le permite al espectador que genere más empatía con ellos y tome conciencia que puede ser el final de una relación de años. En conclusión, Lo mejor está por venir es otro ejemplo del buen momento que está pasando la comedia francesa, con guiones ingeniosos y situaciones entretenidas que invitan a la reflexión. Y eso lo convierte en una buena opción agradable para disfrutar en la cartelera porteña de este verano.
Hasta que la muerte los separe El vodevil funda su sentido en la equivocación como punto de partida narrativo, y la comedia francesa se ha especializado en los últimos tiempos en generar un sinfín de propuestas que toman la confusión como bandera de largada, el problema es ver cómo llegan a la meta, algo que en Lo mejor está por venir (Le meilleur resté a venir, 2019), es su principal inconveniente. Dos amigos, polos opuestos, diferentes, algo tan viejo como el cine mismo y que ya hemos transitado en Extraña Pareja (The Odd Couple, 1968), Dos Viejos gruñones (Grumpy Old Men, 1993) y muchas más, recorren en esta oportunidad un camino en el que la amistad es el gran tema que impulsa la progresión narrativa pero que en además suma al cáncer como motivo. Si bien se profundiza en las personalidades de los dos personajes centrales para avanzar en una historia que a pocos minutos de descubierta la confusión, todo se hace cuesta arriba, el principal inconveniente de la película es su constante apelar al golpe bajo para empatizar. Arthur (Fabrice Luchini) y César (Patrick Bruel) son el agua y el aceite, pero se sostienen el uno al otro más allá de los escenarios y compañías circunstanciales que cada uno tenga. En la primera etapa de Lo mejor está por venir, los directores Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte deciden describir los universos de cada uno y el contraste de dichos mundos. A la estructuración y organización del primero, se le corresponde el desenfado y la irreverencia del segundo, y entre las piezas que pueden desprenderse de cada uno es que el guion introduce la enfermedad como pátina para avanzar en reflexiones efímeras y poco sólidas sobre amistad, familia y vínculos, entre otros. Aquello que en esa primera instancia del relato se presenta casi como un torbellino, apelando a una edición vertiginosa, gags, slapstick y más, con subrayado énfasis en la confusión generada a partir del tratamiento médico de uno con el seguro social del otro, al poco tiempo todo deviene en un melodrama lacrimógeno, que apela a la emoción fácil, apoyándose en su banda sonora, con diálogos inverosímiles aún dentro de las reglas de género y un abandono del sentido real del relato. Lo mejor está por venir se debilita minuto a minuto, y comienza a transicionar su espíritu cinematográfico cercano al vodevil hacia lugares asociado a la puesta teatral. La rapidez del inicio se estanca, como sus personajes, los que, luego de presentarse y diferenciarse, terminan por asimilarse, amalgamando esa distinción entre agua y aceite por algo parecido. Bruel y Luchini, dos verdaderos maestros de la actuación, hacen lo que pueden con el devenir de la historia, convirtiéndose en el único y válido pretexto para continuar visionando todo el relato. Por su traición al género, en ese congelamiento del dinamismo narrativo inicial, y en ese buscar el golpe de efecto, más allá de la previsibilidad de todo, es que Lo mejor está por venir se pierde en un laberinto de propuestas, múltiples, que terminan por debilitar sus carcajadas iniciales, cambiándolas por fastidio y hasta enojo.
Esta es una de esas tantas películas un tanto crepusculares en las cuales dos amigos, frente a una enfermedad terminal, se ponen a hacer esas cosas que tienen ganas de hacer y que estaban postergadas. Lo mejor está por venir tiene la particularidad de ser también una comedia de enredos, y como tal gana en confusión cómica y en posibilidades de puntos de vista y de empatía emocionales, aunque también llega a debilitar esa empatía frente el protagonista que sabe más que el otro. Arthur y César -solvencia, prestancia y carisma no son bienes escasos para Fabrice Luchini y Patrick Bruel- son dos personajes delineados con claridad (a veces demasiada, y la música ayuda a ese exceso): el serio y atribulado, por un lado; el despreocupado, errante y vital, por el otro. Su amistad como columna vertebral es el eje de la solidez de esta película que es crepuscular por su tema pero también porque representa a un cine comunicativo y asentado en un clasicismo de corte popular lamentablemente en retirada: Lo mejor está por venir es uno de esos ejemplares fílmicos bien plantados sobre un guión elaborado, uno que entiende que el profesionalismo no necesariamente anula el poder de este arte de incitarnos a risas y llantos mezclados con fórmulas (a veces eficaces y a veces vetustas) ya conocidas, casi familiares, al menos para las generaciones con más cine en la memoria.
Los directores Alexandre de La Patelliere y Matthieu Delaporte, autores y guionistas son expertos en las comedias francesas que disfruta especialmente un público adulto mayor, que son éxitos en Francia y el resto del mundo, que suelen tener versiones en otros países y obras de teatro taquilleras. El mejor ejemplo es su creación “Le prenóm”. Y con dos de los grandes comediantes franceses como Fabrice Luchini y Patrick Bruel han construido un entretenimiento grato donde el lucimiento de los actores es fundamental, y con vueltas de tuerca previsibles ponen el foco en el reencuentro de dos amigos, con un equívoco sobre cuál de ellos es un enfermo terminal, que deciden recuperar el tiempo perdido, emocionarse, mostrarse sensibles y solidarios entre ellos. Hombres grandes que aceptan deconstruirse y se dedican a ponerle diversión y ojos húmedos a situaciones que se complican, anudan y desanudan con cierta gracia. La base dramática se diluye con el humor y la ternura y cuando todo parece encaminarse al drama aparece la situación cómica. No es cuestión que alguien se inquiete demasiado, aunque lleven los pañuelos y deléitense con estos actores y una marca registrada de tipo de comedia.
"Lo mejor está por venir": una historia para endulzar al espectador El film francés navega las aguas de la comedia dramática hasta llegar a un punto en que se redimen todos los personajes. El diccionario de Cambridge define como crowd-pleaser a “algo o alguien que el público disfruta viendo o escuchando”, lo que, aplicado al universo audiovisual, englobaría a aquellas películas y series pensadas con el fin máximo de agradar a la platea haciéndola sentir bien consigo misma, demostrándole que la vida es –puede ser– una experiencia hermosa aun ante la peor de las adversidades. Un tipo de cine que el ala más comercial de la industria francesa maneja a la perfección. Sin ir más lejos, allí se concibió, en 2011, Intouchables, que con una recaudación mundial de 426 millones de dólares –y remakes en la Argentina, Estados Unidos e India– es la producción del país del gallo con mejor performance en taquilla mundial. Siguiendo esa línea llega ahora Lo mejor está por venir, que ya desde su título adelanta el contenido de una historia que navega las aguas de la comedia dramática hasta atracar con firmeza en el puerto de la redención. Y vaya si se redimen todos, absolutamente todos los personajes. Manipuladora como político en campaña, la película dirigida a cuatro manos por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte (los mismos de Le prénom, que supo tener su adaptación teatral en la Argentina) presenta la historia de dos amigos desde la más tierna infancia que, a sus cincuenta y pico, encaran la vida de manera radicalmente opuesta. Así, mientras Arthur (Fabrice Luchini) es un tímido pero reputado investigador y docente universitario divorciado y con una hija adolescente con quien le cuesta comunicarse, César (Patrick Bruel) es un solterón empedernido cuya solvencia económica está siempre al filo del abismo. Más aun después de perder gran parte de sus cosas a raíz de una deuda. Durante la tarde que le llevan todo de su casa, César cae por el balcón y se lastima la espalda. Será, como siempre, Arthur quien lo auxilie llevándolo al hospital y prestándole sus documentos para que lo atiendan. Todo indica que se trata una de las tantas anécdotas compartidas, hasta que al otro día Arthur recibe una llamada del hospital en la que le informan que tiene un cáncer de pulmón terminal. No él, en realidad, porque los estudios se los hizo César. ¿Qué harían 999 de cada 1000 humanos en ese contexto? Sentarlo y batirle la posta. Arthur lo intenta pero no puede, desatando así una confusión por la que el enfermo piensa que en realidad el moribundo es su amigo. La película sostiene ese malentendido hasta el infinito y más allá, como demuestra un viaje a India donde el guión considera que con un cáncer no alcanza. La certidumbre de la muerte lleva a la dupla a empezar a saldar cuentas con el pasado, abrazando algunas situaciones cómicas que, a excepción de una muy buena que involucra a un elefante, apenas orillan la eficacia módica. Y otras volcadas hacia lo dramático en las que abundarán los diálogos altisonantes y pases de facturas silenciados por años. Que la escena final opere a la vez como punto de inicio de una etapa es la frutilla de un postre que disfrutarán solo aquellos paladares adictos a la sacarina.
Lo mejor está por venir: Entre la amistad y la muerte. Una historia sencilla en torno a la amistad entre 2 hombres adultos, donde uno de ellos se está muriendo de cáncer. El cáncer, o las enfermedades terminales en general, podría ser un subgénero dentro del cine, a veces tomado lisa y llanamente desde el drama, y otras en la comedia dramática, como este caso. Esta nueva película francesa tiene tonos similares a 50/50 (2011), esa comedia inolvidable con Joseph Gordon-Levitt y Seth Rogen como protagonistas. Lo mejor está por venir (2019) narra la historia de 2 amigos que se encuentran distanciados por razones de la vida, Arthur (Fabrice Luchini), un hombre solitario, y César (Patrick Bruel), un mujeriego que se encuentra en quiebra. Cuando César cae de un balcón, Arthur se hace cargo de los gastos médicos de su amigo, pero los estudios revelan que tiene un cáncer de pulmón en etapa terminal. Arthur intenta informar a César sobre la enfermedad que padece, pero al no saber cómo decírselo, se sumerge en un montón de mentiras cada vez más absurdas y malentendidos, lo que conlleva a que se entienda que el otro es quien tiene poco tiempo de vida y es así como comienzan a recuperar el tiempo perdido y a cumplir los últimos deseos de ambos, recordando buenos momentos y enfrentando los más duros demonios. Si por algo destaca la película es por la química de sus protagonistas Luchini y Bruel, ya que el espectador se cree que han sido amigos toda la vida y eso entre ellos traspasa la pantalla. Las actuaciones son simplemente impecables. La dinámica entre los dos, a partir de toda la vida compartida, se siente familiar, pudiendo vivir con total confianza en el otro, besarse, abrazarse y decirse lindas palabras, cosa que en el estereotipo de hombre macho alfa no es algo que suceda. Sin grandes pretensiones, Lo mejor está por venir (2019) es una historia pequeña con mucho cariño y una gran fotografía a cargo de Guillaume Schiffman. Lo más importante aquí es el potente mensaje sobre el valor de la amistad y el apoyo ante situaciones difíciles de la vida. Por suerte, el guion está repleto de humor negro que deja a un costado el drama y la cursilería de tanta ternura, para contrarrestar con comentarios ácidos de parte de sus protagonistas. Dirigida por Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, lleva al espectador de la emoción, con lágrimas incluidas, a la carcajada, dejando, como los buenos vinos, un sabor amable al final. Conmovedora y entretenida, transmite esperanza sobre el cariño sincero, muy necesario en los tiempos en que vivimos.
Con la venia cultural y la plataforma de éxito económico impuesta por el estreno de “Amigos intocables” allá por 2011, las comedias dramáticas sobre la amistad se reprodujeron como conejos a lo largo del mundo occidental (incluida las remakes inmediatas). El estreno de marras no es la excepción temática, pero tampoco su planteo narrativo argumental, bien alejado de los riesgos. Es decir, en “Lo mejor está por venir”, tal el título local, es muy fina la línea entre película de fórmula efectiva y producto formulista-efectista. Dos amigos. Por cuestiones fortuitas que el espectador deberá necesariamente aceptar, ambos creen por accidente que el otro se va a morir pronto por lo cual deciden dar rienda suelta a su forma de acompañarse hasta el final. Para que la fórmula funcione debe haber un contraste notable entre ambos. Rico - pobre / letrado - ignorante / Blanco – negro, o la antípoda que elija. En este caso Arthur (Fabrice Luchini) se verá como un hombre de vaso-medio-vacío, ordenado, algo apático, y digamos, con una forma conservadora de haber llevado adelante su vida. César (Patrick Bruel) en un tipo de vaso-medio-lleno, anduvo por el costado de algún que otro exceso, es más desenfrenado, liberal, etc. Ambos se conocen desde muy chicos, aunque tienen mucho para decirse todavía. Por supuesto que en pos de un buen resultado los elementos principales son el ritmo y el elenco, pero cuando aparecen en los créditos Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte, los autores y directores de “El nombre” (2012)m basados en la obra de teatro del primero de ellos, hay algo de garantía. En efecto, ambos (también amigos) conocen bien las virtudes del otro y, tal cual sucede en “Lo mejor está por venir”, llega un punto en que el complemento funciona. El ritmo, calidad de diálogos y timing para contarlos son un factor importante para que la cosa ande bien. Es que ambos escritores conservan ese viejo oficio en extinción llamado: Dialoguista. El tipo que analizaba desde un saludo a una reflexión profunda para dejar el texto hecho un relojito. La suma de los trabajos de Patrick Bruel y Fabrice Luchini, de innegable oficio y experiencia, potencia lo que el texto invita pero nunca podría tener por sí mismo: la química. Con todos estos elementos, y el resto de los departamentos aportando corrección, la película, sin salirse un ápice ni arriesgar nada fuera del tablero, tiene con qué entretener y acaso emocionar. Y si se la pierde en el cine, no faltará un Arturo Puig, un Yankelevich y mucha plata para llevarla al teatro con los actores de siempre.
Habría que recordar que Lucchini y Bruel, cada uno en lo suyo, ha sido un “enfant térrible” en el arte (popular o no) francés. Aquí están en una comedia burguesa, de dos amigos que creen que el otro se está por morir. Y bueno, hacen de señores grandes con ganas de divertirse un poco, con el paso del tiempo reflejado en los ojos, con el mundo girando indiferente. Y en su amabilidad rotunda, no está tan mal la película.