Tres amigas con tres personalidades muy distintas, viven en el amor cada una a su manera. Visitando una tienda de juguetes, Toy Depot, descubren que sus jóvenes empleados son muy atractivos. Deciden entonces llenar la solicitud para trabajar allí y ver que aventuras le deparará el nuevo entorno. Filmada en un bello pero injustificado blanco y negro, esta comedia con toques de drama dirigida por Sophie Lorain tiene una mirada genuinamente desprejuiciada y abierta acerca del amor y la sexualidad de los jóvenes. Una película con una mirada abierta, inteligente y sin oscuridad acerca de la vida sexual y afectiva tanto de mujeres como de hombres. Una ligereza que nunca está reñida con una mirada profunda sobre el tema.
Bendita adolescencia. Crítica de “Los Amores de Charlotte” de Sophie Lorain.I Tres amigas adolescentes entran a un negocio de juguetes donde descubren que los empleados son muy atractivos y deciden pedir trabajo allí para sumarse al equipo y lograr conocerlos. Por Bruno Calabrese. Charlotte (Marguerite Bouchard) se entera que Samuel (Alexandre Cabana), su novio de varios años. Para cualquiera puede ser simplemente un desengaño amoroso, o un fracaso, pero para ella no. Catalogada como una persona que, según ella misma, se vuelve demasiado ” emocionalmente dependiente “de una pareja. Entonces, después de una larga velada de porros y bebidas alcohólicas con sus mejores amigas Aube (Rose Adam) y Megane (Romane Denis), Charlotte acepta el desafío de esta última de tener un poco de sexo de rebote sin ataduras. Para bien o para mal, encuentra un lugar donde las oportunidades para tales encuentros son casi ilimitadas: una tienda de juguetes gigante atendida por chicos mayores guapos y amigables. Las tres chicas solicitan trabajo en una juguetería, cuya oferta de chicos es variada y para todos los gustos.Hasta que un coqueteo con un joven llamado Francis (Anthony Therrien) hace que Charlotte no se resista a los avances y caiga en sus brazos, exclamando a Megane y Aube: “Sentí emociones con Sam. Ahora estoy teniendo orgasmos”. Cuando pronto espía a Francis poniendo exactamente los mismos movimientos sobre otra chica, no desperdicia energía en la indignación o los sentimientos heridos como otros tiempos y pasa rápidamente al siguiente chico. A partir de ahí, “Los Amores de Charlotte” se convierte en una comedia dramática sobre amigos, chismes, sentimientos y sexo. Errores y argumentos juveniles identificables o relevantes para la mezquindad entre adultos, junto con tres chicas que tropiezan con enamoramientos, mal sexo, líneas borrosas entre amigos y parejas sexuales. Pero por mucho que los chicos hablen a espaldas de las chicas, la película muestra que las chicas son igual de culpables al llamarse mutuamente a las zorras para humillar a otras Aube, la chica alta y callada del grupo, encarna casi todas las inseguridades que pudimos haber sentido sobre nuestros cuerpos. Mientras Charlotte se muestra como la joven que aún tiene mucho que aprender sobre el amor y la vida. Megane es la revolucionaria que lucha contra el sistema, que sostien que para ser feliz uno no necesita enamorarse, pero a la vez se debate entre sus propias inseguridades e indefiniciones, como usar un buzo con la imagen de Micke y segundos después florearse con un gorro con la imagen del Che Guevara. Las naturalidad de las actuaciones de Bouchard, Adam y Denis hacen de estos personajes algo encantador y completamente atractivos Filmada en blanco y negro, la película se siente moderna y romántica, pero también tiene mucho humor en la forma en que la película captura esta incómoda etapa intermedia de la vida. Los personajes participan en comportamientos de adultos mientras trabajan entre los juguetes de los niños, una metáfora visual de la adolescencia. Ciertas escenas representan convenciones de comedias románticas, como cuando Charlotte tiene sentimientos reales por uno de sus compañeros de trabajo. Otros momentos se burlan de los aspectos animales de nuestros rituales de apareamiento, como las técnicas de coqueteo de elegir a la persona de la que estás enamorado o cuando los chicos se reúnen para mirar a las nuevas chicas en su recorrido por la tienda. “Los Amores de Charlotte” es fresca y divertida. Una comedia que desafia de manera seria pero lúdica los injustos vestigios del patriarcado y que se apoya en la frescura de sus tres protagonista para sacarnos una sonrisa y reflexionar sobre la dificil transisión que significa la adolescencia. Puntaje: 80/100.
Jugar “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica” decía Salvador Allende. Los amores de Charlotte (Charlotte a du fun, 2018) es una película joven sobre jóvenes. No llega a ser revolucionaria, ni pretende serlo, pero sí es vital, apasionada, enérgica. Segundo largometraje de la realizadora canadiense Sophie Lorain, cuenta cómo Charlotte (Marguerite Bouchard), y sus amigas Mégane (Romane Denis) y Aube (Rose Adam), se meten a trabajar en una juguetería durante las vacaciones, al ver a sus atractivos empleados. Charlotte cortó con su novio luego de descubrir que era gay, y decide explorar más libremente su sexualidad con sus nuevos compañeros. Las cosas se complicarán cuando se dé cuenta de que estar con todos ellos forma parte de un juego que ya han armado. Las comedias adolescentes suelen estar mostradas desde el punto de vista masculino. En este sentido, es interesante constatar cómo el film invierte la ecuación para mostrarnos la perspectiva femenina de la sexualidad. Esto lo hace Lorain a través de diálogos rápidos, cargados de humor e ironía. Véase, si no, la primera escena, con las tres chicas husmeando en un sex shop y comentando todo lo que encuentran. O el momento en que Charlotte advierte a sus amigas que hablen “con más cuidado” sobre su ex, para que, luego de un corte, la veamos a ella insultándolo a los gritos. La narración avanza velozmente, muchas veces mediante elipsis, con el mismo desparpajo con que se mueven los personajes. La elección del lugar de trabajo como espacio de encuentro para la atracción no es arbitraria, ya que el espíritu libre que manifiestan es el mismo que puede sentir un chico suelto en una juguetería. Y todos ellos son mirados con la mayor calidez y cariño por la directora, que lejos de buscar aleccionarlos por su abierta sexualidad, deja que sean ellos quienes sostengan el peso del relato. Las miradas a cámara de Charlotte son la prueba más fehaciente de esto último. La utilización del blanco y negro resulta llamativa. Su uso no es evocador, y me atrevo a decir que no refiere a una cuestión autobiográfica. La falta de un tono melancólico hace pensar que a una película tan suelta y ágil como esta no le hubiera venido mal el color.
El título internacional de Los amores de Charlotte es Slut in a Good Way, cuya traducción al español sería algo así como Puta en un buen sentido. Se trata de una elección cuanto menos violenta para una película que, si hay algo que no es, precisamente es eso. Por el contrario, la realizadora canadiense Sophie Lorain (Les grandes chaleurs) propone una amable, interesante y respetuosa reflexión sobre la adolescencia y la libertad de los cuerpos femeninos. Las protagonistas son tres jóvenes a punto de cumplir 20 años con personalidades bien distintas, condición germinal para toda buena comedia. El relato arranca cuando Charlotte (Marguerite Bouchard), quien se define como “emocionalmente dependiente de sus parejas”, es dejada por su novio luego de confesarle que es homosexual. Frente a ese escenario, junto a sus amigas, la libertaria Mégane (Romane Denis) y la algo más tímida Aube (Rose Adam), deciden que lo mejor para dejar atrás el fracaso amoroso es un duelo activo. Pero nada de ir a boliches, bares ni esas cosas. Las chicas solicitan trabajo en una juguetería cuyo staff tiene chicos jóvenes para todos los gustos. Arrancará entonces un juego exploratorio de seducción, chismes, sexo y amores entrecruzados en el que se irán filtrando las diversas inquietudes -sexuales, pero también las vinculadas con el mundo adulto- del terceto. Filmada en un blanco y negro tan prístino como no demasiado justificado, Los amores de Charlotte construye con un ritmo frenético –el mismo de las hormonas de todos los personajes- una mirada vaciada de prejuicios sobre el amor y la sexualidad, todo salpimentado con toques de comedia que, en su mayoría, funcionan muy bien. En especial aquellos que tienen como protagonista a Mégane, que propone una revolución proletaria al enterarse de que su sueldo es similar al dinero que podría darle su abuela. Con ecos de Adventureland: Un verano memorable (2009), aunque sin su tono melancólico, Los amores de Charlotte es una película fresca, libre e inteligente que mira a sus criaturas de frente, procurando siempre la comprensión. Porque con sus errores y virtudes, con sus fortalezas e inseguridades, las chicas no hacen otra cosa que buscar su propio camino.
Charlotte atraviesa su adolescencia con todo el drama de sus 17 años: la ruptura con un chico que descubre que es gay, los paseos por la plaza con sus amigas, el alboroto y las carcajadas en un sex-shop, y la inolvidable voz de Maria Callas, que resulta ser la única que de verdad la comprende. Entre la angustia y la desorientación, Charlotte se presenta junto a sus amigas para un empleo temporal en una inmensa juguetería, que le ofrece la mejor oportunidad para conocer chicos y permitirse toda la libertad sexual que el despecho y las hormonas le despierten. Desde la ciudad de Quebec y filmada en blanco y negro, la historia escrita por Catherine Léger y dirigida por Sophie Lorain redescubre los tópicos del coming of age desde una mirada desprovista de prejuicios sobre la sexualidad femenina y dispuesta a subirse al juego de seducción que conlleva todo tiempo de desilusiones amorosas y despertares políticos. Es cierto que nunca se corre demasiado de la fórmula, que algunos contrapuntos de carácter entre los personajes (Mégane es la amiga cínica; Aube, la romántica) funcionan como requisito del retrato, pero la película consigue vitalidad y frescura en las actuaciones, un uso inteligente de la mirada a cámara al pasar, casi como lazo de complicidad con el espectador, y la confirmación de que no hay como la guía de la Callas para alcanzar la dignidad cuando se sufre por amor.
Desprejuiciada comedia canadiense debida a la también actriz (Las invasiones bárbaras) Sophie Lorain, los personajes centrales sufren de una “dependencia emocional” que les puede jugar en contra. Se verá. “Creo que no soy tan buena siendo libre”, o “Creo que estoy enloqueciendo, me estoy enamorando” son frases dichas de golpe y repentinamente por alguna de ellas. Porque la historia de Los amores de Charlotte, si bien se centra en el personaje del título, es la de tres amigas que un buen día van a Jouets Depot, un gran almacén de venta de juguetes, y como les gustan varios de los muchachos empleados, llenan los formularios de admisión y comienzan a trabajar allí. Es cierto que Charlotte (Marguerite Bouchard) no ha tenido una experiencia buena: su novio resultó ser gay, y la deja,. Y entre sus amigas la virginidad es un tema Charlotte tiene 17 años, y en Jouets Depot nadie pasa los 20. Como las hormonas están en efervescencia y etapa de ebullición, todos -o casi- se acuestan con todos. Pero una advierte en voz alta que “el amor es más que con cuántos chicos te acostaste”, “por más que ellos te lo van a preguntar”, y entre amores correspondidos y no tanto, las chicas deciden hacer un pacto. Un pacto de abstinencia. No tendrán sexo. Y ojo con la que traicione controlarse. Rodada en un blanco y negro que le cae perfecto –no es por moda, ni por querer parecerse a la Nouvelle vague ni nada por el estilo- Los amores de Charlotte tiene un título en francés y otro en inglés que no tienen nada que ver entre sí, y tampoco con el que se estrena en la Argentina. Charlotte a du fun (Charlotte se divierte) y Slut in a Good Way (Puta en el buen sentido) son menos románticos, qué duda cabe, pero tal vez más exactos con el sentir, el espíritu entre juguetón e inescrupuloso de la película, opera prima de la canadiense Lorain. Las chicas quieren divertirse, sí, y también sueñan con algo más, pero entre tanto… La mirada tiene ese desprejuicio, y la directora se pone del lado de sus personajes, por lo que es un filme divertido y adolescente, en todo su(s) sentido(s).
Los cambios de paradigmas en materia sexual y de género, permite que Los amores de Charlotte, segunda película de la actriz y directora franco canadiense Sophie Lorain, aborde el tema con libertad y naturalismo, a través de una comedia donde tres amigas, en plena adolescencia, desafían y exploran las relaciones con sus pares y los conflictos de roles. La historia protagonizada por la extrovertida y curiosa Charlotte (Marguerite Bouchard) junto a sus dos amigas Mégane (Romane Denis) quien descree del amor, y Aube (Rose Adam), por el contrario, romántica y reservada, transcurre durante sus vacaciones, cuando descubren una gran juguetería que tiene atractivos empleados. Las tres se postulan, y comienzan a trabajar allí. Charlotte, que atraviesa una gran desilusión amorosa, para poder superarlo decide experimentar libremente su sexualidad con sus nuevos compañeros. Las vivencias cambiarán de rumbo cuando se dé cuenta de que forma parte de un juego. Desde una mirada femenina sobre los vínculos, el deseo y el cuerpo, la realizadora intenta revertir la visión dominante masculina para llenar de frescura situaciones cotidianas que hemos atravesado en algún momento. Rodada íntegramente en blanco y negro, la elección estética del director de fotografía, si bien embellece y carga de nostalgia ciertos pasajes, no condice con la vitalidad contemporánea que propone éste relato dinámico, desestructurado y juvenil, donde el color hubiera resaltado mejor la propuesta. Con miradas a cámara, una equilibrada puesta en escena, ajustada a las necesidades del guion, se destacan las interpretaciones de sus protagonistas que manejan muy bien los matices de su problemática juvenil, mientras se intercala un video musical que acompaña los conflictos del amor. Presentada en el Festival de cine francés de Málaga, por su actriz principal, Marguerite Brouchard, la joven resaltó que “un aspecto importante de la película es que no trata la sexualidad femenina echándole la culpa a los hombres, sino que aboga por la igualdad a la hora de vivir las relaciones en armonía y de forma divertida”. Los amores de Charlotte, es una película pequeña, sencilla, destinada a jóvenes espectadores, con quienes se generará mayor empatía en temas convocantes como el amor, la amistad, los tabúes sexuales, y la reafirmación de la identidad. LOS AMORES DE CHARLOTTE Charlotte a du fun. Canadá, 2018. Director: Sophie Lorain. Guion: Catherine Léger. Intérpretes: Marguerite Bouchard, Romane Denis, Rose Adam, Alex Godbout;Marguerite Bouchard Marylou Belugou, Vassili Schneider, Claudia Bouvette, Audrey Roger, Anthony Therrien, Nicolás Fontaine. Música: Dazmo, Sari Dijani, Pierre-Luc Rioux, Marc-André Sauvageau, Rudy Toussaint. Fotografía: Alexis Durand-Brault. Duración: 89 minutos.
Cuántas veces más nos van a vender películas innovadoras sobre mujeres libres (que en realidad no son tan así) en la era post GIRLS. Aquello que en principio se plantea como lúdico e irreverente, termina por configurar un relato añejo que ni siquiera se salva por la aparente “frescura” que ciertas transgresiones cinematográficas le quieren aportar a la historia.
Con la dirección de Sophie Loran y guión de Catherine Leger, esta comedia fresca y divertida muestra las experiencias de un trío de amigas, pero especialmente lo que le ocurre a Charlotte cuando descubre que su novio es gay, un hecho en sí que no la problematiza demasiado, está más preocupada por su “dependencia emocional”. Y por eso decide experimentar con independencia de sus sentimientos, en distintas relaciones sexuales. Un trabajo en una gran tienda de juguetes le permite conocer a chicos jóvenes de su edad, casi siempre dispuestos a la conquista de las nuevas empleadas. Y así se lanza Charlotte a una verdadera colección de aventuras en un ambiente que equivocadamente supone falto de prejuicios y sin normas morales estrictas. Cuando descubre que no es así y las críticas le llueven, igual que la antipatía de sus compañeras, más las habladurías de los chicos que se jactan de sus proezas, impulsa una abstinencia sexual. Divertida, se dedica a mirar las experiencias adolescentes con soltura, gracia, con un grupo de actores muy frescos y entregados. Pero el film que parece encaminarse a mostrar el empoderamiento de las jóvenes mujeres se queda a mitad de camino, se transforma en una película que prácticamente defiende los valores más tradicionales, por fuera de la sintonía de la época actual. Solo entretiene.
"Los amores de Charlotte": comedia sexual La película empieza siendo irritante, cobra interés más tarde, se va oscureciendo después y termina como una comedia debe terminar: con todo el elenco bailando. “¿Por qué será en blanco y negro?”, es lo primero que uno se pregunta ante Los amores de Charlotte, título local del film canadiense Charlotte a du fun(“Charlotte se divierte”). Comedia sexual sobre tres adolescentes francoparlantes llenas de hormonas, la película parecería reclamar colores a la altura de esas hormonas: fuertes, brillantes, chispeantes. Y no, es en blanco y negro. ¿Tal vez como saludo a la distancia a las primeras de la nouvelle vague? Tal vez, teniendo en cuenta que el espíritu lúdico, el protagonismo juvenil y la veleidad amorosa son asimilables. Lo que no hay aquí, ni por asomo, es ninguna clase de referencia cinéfila. Hablada en ese idioma bilingüe que es el francocanadiense --donde además el francés se pronuncia raro, medio como en inglés--, Charlotte a du fun (título que cruza los dos idiomas) empieza siendo medio irritante, cobra interés más tarde, se va oscureciendo un toque después y termina como una comedia debe terminar: con todo el elenco bailando. Slut in a Good Way(tal el título inglés, que repite la frase más graciosa que usan las amigas, algo así como “trola bien”) es la segunda película dirigida por Sophie Loren, veterana actriz canadiense, dueña de una carrera que nace a mediados de los 70. Las chicas tienen 17, están desempleadas y sin nada para hacer, por lo cual sus paseos suelen estar matizados con improvisadas pipas de crack. Un día entran a hacer un poco de bardo a una gigantesca juguetería llamada “Toy Depot”, y se les cruzan un montón de empleados, uno más churro que el otro. Al día siguiente Charlotte (Marguerite Bouchard), Mégane (Romaine Denis) y Aube (Rose Adam) son las tres nuevas empleadas de Toy Depot, que deberán ser instruidas por los “veteranos” (les llevan dos o tres años). Peligro de gol. Y goles habrá, aunque no repartidos en forma pareja. ¿Es Los amores de Charlotte una estudiantina? Lo es en los primeros tramos. Hasta que las chicas entran a trabajar, precisamente. Hasta ese momento es todo joda, celu, botellitas, irresponsabilidad. Desde ese momento Charlotte, Mégane y Aube asumen otras responsabilidades además de las laborales: la integración al grupo de compañeros, la protesta por los bajos sueldos (encabezada por Mégane, que es la más anarca), la recolección de dinero para causas justas, la competencia amorosa (por parte de Charlotte, que tras haber sufrido una desilusión amorosa no deja títere con cabeza), el enamoramiento (por parte de Aube, que según sus amigas es virgen). Los amores de Charlottte se contagia de energía adolescente, Loren aprovecha los interminables pasillos del depot para darle movilidad a la cosa y hay dos o tres escenas muy graciosas. Es adictiva la coreografía final, hecha a partir de un juego musical, donde todos bailan una canción de Bollywood con unos pasitos irresistibles.
Una chiquilina tiene su primer desengaño sexo-amoroso pero lo supera rápidamente cuando empieza a voltear muñecos en una juguetería. Es decir, entra a trabajar en una empresa de juguetes con buena provisión de empleados jóvenes, lindos, heteros y bien dispuestos, y se dedica a pasarlo bomba con uno atrás de otro. Hasta que un día sus compañeros de trabajo, y en especial sus demás compañeras, le dicen en la cara lo que piensan de ella. Entonces da un giro copernicano y pasa a liderar una campaña por la abstinencia, con colecta incluida. Pero al mismo tiempo histeriquea con el único que todavía no pudo llevarse a la cama. Se anticipa un final feliz. Película quebequense bastante simpática, que deja picando algunas cositas sobre adolescencia, hormonas, sentimientos, prejuicios y encasillamientos, su título original puede ser traducido como “Charlotte se divierte”. En EE.UU. se conoció como “Slut in a good way”, en España “Guarra en el buen sentido”, y en Francia, donde son más considerados, “Charlotte a 17 ans”. Se supone que a los 18 sentará cabeza. Autora, Sophie Lorain, exitosa actriz (acá la vimos en “Las invasiones bárbaras”), directora y productora de cine y TV canadiense. Su anterior película fue “Les grandes chaleurs”, sobre una madre de familia que acaba de enviudar y se engancha con un pibe de 19 años. Guión, Catherine Leger. Intérpretes, Margueritte Bouchard, que viene de la televisión infantil, Romane Denis (la amiga izquierdosa y ridícula) y Rose Adam (la amiga alta, tímida y romántica, personaje poco aprovechado).
Matices y reflexiones sobre las vivencias de una adolescente La adolescencia. Esa época de la vida que se cura con los años está llena de contradicciones, vaivenes emocionales, hormonas alteradas, dudas, descubrimientos sexuales y enamoramientos efímeros, y es lo que vive, o padece, Charlotte (Marguerite Bouchard), una chica de 17 años que, junto a sus mejores amigas Mégane (Romane Denis) y Aube (Rose Adam), cursa el último año del secundario. Ellas quieren vivir aceleradamente, guiadas por la euforia y la excitación por sobre la cordura y la reflexión. Especialmente Charlotte, quien no piensa, siente, y eso la lleva a hacer cosas inconscientemente. Así están las amigas, en las vacaciones previas a la Navidadm que, para ganar algo de dinero consiguen trabajo en un hipermercado minorista del juguete. Allí hacen su primera experiencia laboral junto a otras vivencias propias de la edad, como ser la maduración adosada a una mayor toma de responsabilidades. La protagonista está muy enamorada de su novio, pero se decepciona profundamente cuando éste le confiesa que es gay. Su tabla de salvación es el trabajo y los compañeros que allí tiene, que son varios. Descreída del amor, se termina acostando con todos por despecho y diversión. Sophie Lorain cuenta, en clave de comedia, las desventuras amorosas de una chica común que vive en un barrio de Quebec, Canadá, y que transita las mismas cosas que otras chicas de su edad en gran parte del mundo. La obra, está filmada en un blanco y negro, con una textura de imagen áspera, donde sobresale la presencia de María Callas cantando una canción en varios tramos de la película cuya letra es un leitmotiv que guía las acciones de Charlotte. Narrada con mucho ritmo, desde el punto de visto femenino, los conflictos van creciendo, en especial cuando la presencia de Guillaume (Alexandre Godbout), uno de sus compañeros, no pasa desapercibida para sus sentimientos y la pone a prueba. Es en esos momentos en que la narración se convierte en una comedia dramática, donde los encuentros y desencuentros están correctamente articulados, con buen timming para mantener siempre el interés. Otro detalle que llama la atención de la historia es la ausencia de adultos. Las amigas tienen familia, pero durante ese tiempo quedan solas cada una en su casa y viven de manera autónoma. Si el objetivo de la historia era entretener, lo consigue con creces. Si la misión era reflejar cómo viven los jóvenes en un país del primer mundo, que no tienen grandes conflictos económicos ni sociales y cuyas preocupaciones son más personales o sentimentales, también lo logra. Pero, por sobre todas las cosas, Sophie Lorain obtiene una realización con muchos matices, inflexiones y una mirada optimista como faro a seguir.
Los amores de Charlotte es un dramedy adolescente canadiense, el segundo largometraje dirigido por la actriz Sophie Lorain, ganador del premio al mejor guion en Canadian Screen Awards (2019). La película cuenta la historia de Charlotte y sus dos amigas: Megan, la anarquista que no cree en el amor y Auben, tímida y romántica. Un día, al pasar por una juguetería, descubren el atractivo de sus empleades y deciden pedir trabajo en ese negocio, que contrata estudiantes para las vacaciones. Charlotte, que recientemente se ha separado de su novio, decide explorar allí su libertad y su sexualidad, pero al recibir puntaje perfecto en un juego creado por sus compañeres, comienza a preguntarse si no ha ido demasiado lejos. Desde el inicio, el film nos plantea un registro intimista donde las subjetividades de sus personajes irán desdoblando la trama dentro del umbral entre lo íntimo y lo público a lo largo de la historia. Pues en su secuencia de apertura, la directora nos presenta a les personajes con una cámara fija que tomará el rol de espejo como objeto del espacio representado, siendo esta la pieza fundamental para construir el tono y cosmos de Charlotte, su protagonista. Resulta que este espejo está dentro de un sex-shop, en donde las amigas juegan y se prueban indumentaria sexual mientras mantienen una charla íntima dentro de un marco de “no lugar” (que vendría a ser el local), por lo tanto la temática principal del film, ya sea desde el discurso como desde la puesta, ahondará entre lo privado y lo público, sin olvidarse del espectador, como testigo silencioso que, al ser interpelado desde esa privacidad, pone miradas ajenas por sobre una perspectiva intima haciéndolo público y convirtiéndolo en un todo. La trama nos presenta las difusas líneas que se conforman entre el sexo y la amistad durante la adolescencia, desarrollándose principalmente a través de Charlotte, quien viajará por los diferentes estadios del deseo, comenzando por la liberación post ruptura, pasando por la censura y llegando a la aceptación. Invitándonos a reflexionar sobre la liberación sexual femenina y su consiguiente mirada patriarcal, señalando siempre la no aceptación de los placeres en las mujeres, desafiando así a los roles de género impuestos, y generando a su vez una crítica a dichos juzgamientos naturalizados de forma sistemática que recaen por sobre las cuerpas de las adolescentes, en este caso, quienes sufren tan sólo ser a causa de la mirada de las otredades del deber ser. Claro es el ejemplo del título en inglés de este film, Slut in a Good Way, donde claramente se naturaliza la negatividad ante el placer femenino, mientras que sigue sosteniendo una mirada que atrasa, muy distante al mensaje que intenta entregar su directora.
La danza de las hormonas Los amores de Charlotte, la película canadiense con guion de Catherine Léger y dirección de Sophie Loren, puede ser una buena muestra en tono artística, más “estéticamente presentable” por estar registrada en B&N, pero no halla el tono divertido que pretende y persigue en gran parte de su duración y la teórica y pretendida frescura juvenil no aporta la candidez natural para una película que procura emocionar desde la inocencia y la ternura de la historia de estas tres amigas que están entrando a descubrir el mundo del amor, sus dolores… y luego solamente el mundo. En términos realizativos y de creatividad, tiene algunos puntos bastante más decentes que la media, y algunos toques de “magia simbólica”, pero creo que al final termina exagerando un poco esa idea que parece determinante a la hora de calificar una película que va llevando a sus personajes en una vía inexacta, y a la vez confusa y por momentos ligeramente tediosa, sin que la comedia sutil tenga real consistencia. Al menos puede servir a modo de ligera guía sobre el comportamiento adolescente y el modo posmoderno de construcción de vínculos para quienes transiten esa etapa…y eventualmente para sus padres también. Aunque imagino que la idea al platear la propuesta de la película no fue esa. A mi ver le falta emocionalidad más real, menos construcción ligeramente falta de sustancia (con intentos de épica buscada a través de la inclusos de fragmentos interpretativos de ópera) que aporte al universo de las protagonistas una idea más sostenible de la travesía que vivencian juntas. Los amores de Charlotte es un intento confuso e inexacto de comedia juvenil y humana que no termina nunca de cuajar del todo.
Comedia desprejuiciada y simpática, filmada en blanco y negro por la actriz québécois Sophie Lorain, Los amores de Charlotte sigue a tres chicas casi adolescentes. Y por cierto, muy distintas. Que deciden, cuando a Charlotte la deja el novio, explorar posibilidades, sexuales y amorosas, abiertas a un juego sin prejuicios. Como tampoco los tiene Lorain, que las observa sin juzgarlas, en sus caminos de la libertad. Una comedia con aire fresco, sin duda, a pesar de su derrotero algo caprichoso, como la elección de prescindir del color.
Las chicas solo quieren divertirse Adolescencia, renacimiento e información nueva que asimilar de manera abrupta; todo confluye en un ensayo con altibajos, dolor y cuestionamientos existenciales. Sophie Lorain (directora y guionista) capta esto con honestidad, sin restricciones y demostrando que se puede hacer una comedia interesante para adolescentes. La película cuenta la historia de Charlotte (Marguerite Bouchard) y sus dos amigas: Mégane (Romane Denis), la anarquista que no cree en el amor y Auben (Rose Adam), la tímida y romántica. Un día, al pasar por una juguetería, descubren el atractivo de sus empleados y solicitan trabajo en ese negocio que las contrata por una temporada. Charlotte, decide explorar allí su libertad y su sexualidad al tratar de superar una reciente ruptura amorosa, hasta que se cuestiona si no ha ido demasiado lejos. Rodada en blanco y negro, de una saturación suave y un excelente control de la exposición de la luz se obtiene una estética ensoñadora, llena de destellos y brillos, deslumbrantes como el florecer de las protagonistas. De igual manera, la directora sorprende con el uso creativo del espacio y los alcances de la cámara, sobre todo en la juguetería para aportando dinamismo a la simpleza de la trama. Juega con encuadres y el montaje, ralentis, que consiguen enfatizar la seriedad en medio de la comedia. Bravo por el elenco joven cuyas interpretaciones son bastante competentes y entretenidas, unos de sus grandes pilares junto al guión cargado de metáforas (incluso musicales) alusivas no solo al amor y el sexo sino también a la adultez y la niñez, algo que representa muy bien el público y la condición de los personajes que atraviesan esa difusa línea de la adolescencia. Charlotte a du fun (2018) se pone en los zapatos de su target al abordar conceptos adultos y serios de manera realista, los límites entre la amistad y el sexo, la doble moral y los prejuicios impuestos hacia las mujeres, para escucharlos ahora desde una voz joven sin infantilizar.