Tras su consagratoria ópera prima, Ava (2017), la ascendente Léa Mysius prometía la Titane de este año, aunque en verdad las mayores semejanzas son con Zombi Child, de Bertrand Bonello, con una historia sobre la bisexualidad y lo problemática racial. Adèle Exarchopoulos es Joanne, una instructora de natación en un pueblo cercano a los Alpes que tiene una encantadora hija negra, Vicky (Sally Dramé). El matrimonio con Jimmy (Moustapha Mbengue), un bombero de origen africano, está en plena crisis y marcado por las tragedias del pasado. El protagonismo es cada mayor en el caso de la pequeña Vicky, quien es víctima de bullying pero poco a poco empieza a manifestar poderes más que inquietantes. Así, el film gira hacia una “zona Shyamalan” con algunos momentos visuales (la fotografía de Paul Guilhaume en 35mm es prodigiosa) y dramáticos logrados y otros en los que las excesivas pretensiones de la directora terminan conspirando contra el interés y la tensión. Una pena porque a Mysius (guionista de moda gracias a sus trabajos para Jacques Audiard, Arnaud Desplechin y Claire Denis) le sobran ideas y recursos, aunque aquí el resultado termina estando por debajo de las posibilidades y expectativas.
Tragedia y amor, pasado y presente, viajes y trances para un relato en el que se desnuda la dolorosa vida de un grupo de sujetos conectados por la gracia y la desgracia, a partir de la intuición y fuerza de una niña que desestabilizará la tranquila y aparente calma de los protagonistas. Mención especial a la utilización de manera única del sonido y canciones como Total eclipse of the heart.
El filme con titulo que parece establecerse en el genero del terror, es en realidad un drama romántico con elementos fantásticos y de fantasía. Que parece lo mismo, pero no lo es. Esta disposición le permite a la directora estatuir otros temas, como la xenofobia, la discriminación, el acoso en todas sus variables, las elecciones sexuales, la homofobia, la locura extendida, los secretos, traumas y mentiras familiares, hasta la pregunta sobre el origen, desplegando el tema de la propia identidad. Parecen ser demasiados temas, pero
"Los cinco diablos": una chica con olfato A partir de una mixtura entre psicología y superstición, que la directora balancea de forma precisa, la película trenza las historias de sus personajes, entreverando conflictos personales con traumas colectivos. Cuando alguien posee la capacidad de conectar con niveles de la realidad que exceden lo sensible –si es que tal cosa es posible—, se zanja la cuestión atribuyendo dicha facultad a un sexto sentido. Esto sucede tanto en el mundo real como en ese multiverso cotidiano conocido como “el cine”, dimensión paralela dentro del cual se mantendrá este texto para no complicar (más) las cosas. También puede ocurrir que sea uno de los cinco sentidos de los que gozan la mayoría de las personas el que funcione como un portal hacia esos planos divergentes de la consciencia. Es lo que ocurre en Los cinco diablos, segundo trabajo de la francesa Léa Mysius, con la pequeña Vicky, una nena de 10 años dueña de un olfato súper desarrollado que le permite reconocer personas, objetos y lugares solo por el olor. Suele decirse que el olfato, como ninguno de los otros cuatro sentidos, es capaz de transportar a las personas a lugares o situaciones distantes en el tiempo y el espacio, pero arraigadas con fuerza en la memoria, aunque no siempre en un plano consciente. Y algo de eso hay en esa capacidad innata que Vicky se ha encargado de potenciar. Solo que la película toma esa referencia de forma literal, para llevarla todavía más lejos a partir de un dispositivo fantástico. La niña, hija del matrimonio mixto que integran Joanne y Jimmy (ella es blanca y él negro), esconde en su cuarto diversos objetos a los que clasifica por su olor en frascos rotulados. Pero las etiquetas no hacen referencia al objeto guardado, sino a aquello que su olor evoca en su complejo archivo olfativo. Entre esos frascos hay un par, rotulados como “Mamá 1” y “Mamá 2”, en los que ella guarda los restos de la crema de ordeñe con los que Joanne se unta el cuerpo para poder nadar en el lago helado del pueblo alpino en el que viven. A partir de una mixtura entre psicología y superstición, que la directora balancea de forma precisa, Los cinco diablos trenza las historias de sus personajes principales, entreverando también los traumas colectivos y personales que interfieren en los vínculos emotivos que se tejen entre ellos. A los tres miembros de la familia hay que sumarle a Nadine, una amiga de la infancia de Joanne con la que trabajan en el natatorio del pueblo, que lleva sobre su piel las marcas que el fuego le dejó en un confuso incendio ocurrido varios años antes de que Vicky naciera. Y a Julia, hermana de Jimmy, que regresa al pueblo luego de más de diez años de ausencia, pero que por alguna razón Joanne rechaza. A partir de oler un misterioso líquido que la recién llegada guarda en la cartera (y que la niña roba para poder conservar el olor de su desconocida tía, a la que desprecia siguiendo el ejemplo materno), Vicky caerá en breves desmayos que la transportan a momentos del pasado que forman parte de la memoria de los otros, en especial de Joanne y Julia. Dispositivo que además funciona como un recurso narrativo ingenioso para integrar los flashbacks al relato. Los cinco diablos admite diversos puntos de vista y tanto puede ser abordada como un drama familiar, como un coming of age algo retorcido, o como un relato fantástico que incluye viajes en el tiempo, brujería y hasta breves momentos muy cercanos al terror. Resulta asombroso como la película funciona bien en cualquiera de estos registros. Una de las claves está en el carácter alegórico de los elementos fantásticos que enriquecen un abordaje realista. Así, la brujería no sería más que el modo en que un niño intenta intervenir sobre los adultos, para alcanzar el capricho de hacer que el mundo coincida con sus deseos. De igual modo, las incursiones en el pasado de su madre son una gran herramienta para ilustrar la forma en que la percepción de los hijos es moldeada por el punto de vista de los padres. Pero si todo esto resulta positivo es por la forma en que Mysius lo utiliza para mantener en estado plástico las emociones de sus personajes, que, conociendo su propio dolor, serán capaces de empatizar con el ajeno.
El cine alternativo invierte el orden de prioridades norteamericano. Va de lo particular a lo general, diametralmente opuesto a los tanques de Hollywood que inician con la casa productora, pasan a la elección del protagonista y después van buscando guionista y tapando agujeros, hasta lograr con el mismo nivel de porcentaje, fracasos o éxitos. En el filme francés `Los cinco diablos', un acierto magnifica al siguiente hasta quedar una original y gran película, incluso tratándose de un thriller fantástico, género propenso al delirio y al derrape. La piedra basal es la dupla compuesta por Paul Guilhaume y Léa Mysius, quienes elaboraron un guion basado en una niña solitaria que tiene el don de recrear la historia a través de los olores. Eso la hace tener un pie en el presente y otro en el pasado que ella misma intenta descubrir o revivir. Luego viene la delicada y precisa dirección de la misma Mysius, para poner el foco tanto en la pequeña Vicky (destacado trabajo de la actriz Sally Dramé) como en su madre Joanne (Adèle Exarchopoulos), quien desde el inicio demuestra que tiene muchos secretos escondidos en su desgano cotidiano. MISTERIOS Los minutos iniciales muestran una calma tan frágil como inquietante, hasta que la visita de la hermana del padre de Vicky, es decir su tía (Swala Emati), desestabiliza todo. Y se van descubriendo uno por uno los misterios que mantenía esta familia entre silencios, gestos obligados e inercia conyugal. `Los cinco diablos' está delimitada por el detalle y a medida que transcurre la historia vamos entendiendo el porqué de las elecciones de la joven y talentosa directora (tiene sólo 33 años). La pasividad de sus actores no es descuido sino un gran trabajo de dirección; la elección de las energías, mayor en reparto y menor en los protagonistas, además de una provocación es un acierto total. Y así se configura un filme que nunca baja la expectativa, con una soberbia Adèle Exarchopoulos y el auspicioso debut cinematográfico de la pequeña Sally Dramé. Un trabajo que ya se estrena siendo de culto. Sin duda, el tiempo lo pondrá en el lugar que merece.
Es una película que plantea temas muy serios como la soledad extrema, la represión de los deseos, los secretos guardados que hacen estragos en el presente, la discriminación, la homofobia, pero en un envase distinto. Los elementos fantásticos acentúan las historias y las situaciones, la estética es fastuosa, el entorno de paisajes alpinos de cuentos de hadas. La talentosa directora Léa Mysius que escribió el guión con Paul Guilhaume no le teme a una elaboración intrincada que encaja en lo importante y deja para discutir a los espectadores cuando termina el film. No vacila en resolver las historias con viajes temporales y el descubrimiento de una niña sobre la verdadera historia de su madre, a la que adora y defiende con sus mejores armas. Pero sobre todo eso está la realización de Mysius con la utilización de color y la música para cada situación para cada estado de ánimo, para atraparnos es una verdadera experiencia sensorial y seductora. Cuenta además con el trabajo avasallante de Adele Exarchopoulos y el descubrimiento de la magnífica Sally Dramé. No es una película perfecta, tiene algunas historias laterales que nos hubiese gustado conocer, pero es una película que querrán ver más de una vez. Por ahora en cines y después en Mubi.
Seduce y desconcierta en dosis similares la segunda película de la joven directora y guionista Léa Mysius (Ava, opera prima, de 2017). Seduce por jugarse a una zona de riesgo donde se entremezcla el drama familiar, ciertos tópicos de terror desde su temática relacionada a las brujas, una mirada en principio periférica sobre la bisexualidad y la problemática racial como argumento secundario pero tratado con contundencia en varios tramos. Pero también, esa acumulación de objetivos de diversa índole provoca ciertas confusiones que se transmiten en un guión que no opera con un centro único de interés sin profundizar demasiado en sus ejes temáticos. En efecto, Los cinco diablos es una película fallida desde sus ambiciones, atenta a exponer sus múltiples temas pero que, en varias ocasiones, queden en la superficie y en la mera ilustración. Ya desde el inicio la historia ofrece los protagonismos de la pequeña Vicky y de sus padres Joanne y Jimmy, ella francesa, él africano, ella instructora de natación, él bombero, representando a un matrimonio en crisis en un bucólico paisaje alpino. Pero el sujeto narrador será Vicky y su capacidad extrema al poseer un olfato hiperagudo. A ese trío familiar en tensión se sumará Julia, hermana de Jimmy, revelando secretos del pasado y expresando su cercanía a Joanne, vislumbrada a través de tenues acercamientos que empiezan en la cocina. La propuesta, en algún punto, suma centros de interés pero no termina de desarrollar casi ninguno con la profundidad necesaria. Da la impresión que los aspectos sobrenaturales que invaden la historia no se fusionan de manera eficaz con la zona realista que representa el ámbito familiar y las novedades que se producen dentro del clan. En ese sentido, lo más relevante de Los cinco diablos, dos o tres escenas de interés, se manifiestan a través del personaje de Vicky y sus poderes con el olfato, desplazando a una zona menos que secundaria las implicancias familiares relacionadas a sus padres y a su tía recién llegada. Por ejemplo, el comienzo anuncia algo intimidante que luego no tendrá trascendencia en la trama. Fuego, gritos, mujeres, horror y el rostro de Adéle Exarchopoulos que mira (y nos mira) a cámara en actitud interrogadora. ¿Se está ante un aquelarre de brujas? ¿Frente a una ceremonia con esas características? El plano es enfáticamente bello desde el uso de la luz, al borde de lo coreográfico, seductor desde el poder que comunican las imágenes. Es que Los cinco diablos es un digno envoltorio visual (reparar en el uso del paisaje alpino desde las decisiones fotográficas) que cercena y disminuye aún más su ya descalabrado rompecabezas temático. Eso sí, el trabajo de la niña Sally Dramé es un punto alto y cada una de las apariciones de Adéle Exarchopoulos ilumina la pantalla. Aleluya: volvió Adéle de La vida de Adéle.
Una mujer divisa su futuro entre las llamas de un incendio. Esa idea funciona como preámbulo de Los cinco diablos, segunda película de Léa Mysius, directora francesa que ya había asomado a la luz pública con su debut en Ava (2017), premiada en la Semana de la Crítica en Cannes y convertida en un inesperado éxito en su país (está disponible en Mubi). Guionista de directores como Arnaud Desplechin, André Techiné, Jacques Audiard y Claire Denis, Mysius vuelve a ser reconocida en el festival francés con Los cinco diablos, esta vez en la Quincena de Realizadores de 2022, donde se afirma con una mirada propia sobre las relaciones entre madres e hijas, las tensiones raciales en la sociedad francesa y el mundo de los sentidos como fructífero camino hacia la creación. Filmando en 35 milímetros con texturas que cristalizan los contrastes de la luz y la oscuridad, el espesor del pasaje y la magia que aguarda bajo el registro de la realidad, la directora consigue capturar aquello que parece ajeno al cine, la memoria escondida en los olores y las fantasías que agitan a sus personajes, en el caos que preludia a toda pasión. A sus ocho años, Vicky (Sally Dramé) vive con sus padres en un pequeño pueblo bajo la silueta de los Alpes franceses. Joanne (Adèle Exarchopoulos), su madre, fue una promisoria gimnasta en su adolescencia y hoy es guardavidas e instructora de natación, explorando su anhelo de trascendencia en sus travesías por el lago helado de la región. Hostigada por sus compañeros de colegio debido a su color de piel, Vicky recoge en pequeños frascos fragmentos de un mundo privado, secreto y resistente a las agresiones. Los olores que atesora, esquivos y peligrosos, resultan pequeños puentes a la memoria de sus poseedores. Es el olor de su madre el que conserva con mayor cuidado, el último tesoro de su colección. La intempestiva llegada de Julia (Swala Emati), la hermana de su padre que había sido desterrada del pueblo hacía diez años, enfrenta a Vicky con nuevos aromas y descubrimientos, a extraños viajes hacia el pasado que revelan del presente su oculto significado. Los cinco diablos recupera por fin la asombrosa potencia de una actriz como Adèle Exarchopoulos, quien había aparecido — curiosamente hace diez años- en La vida de Adèle (2013) y luego se extravió en películas que no estuvieron a su altura. Mysius explora con astucia el potencial enigmático de la expresión de la actriz ya desde la primera escena, frente a las llamas de un incendio que sintetiza el rumbo de su vida. Y luego la filma distante y algo glacial con esa hija que la venera sin entenderla del todo, que huele en su rastro un posible origen en el que sentirse más querida. Con su extraño pendular entre presente y pasado, entre el mundo real y la magia de la imaginación infantil, Los cinco diablos recorre las distintas aristas de la relación entre una madre y una hija (eje también de Ava) y los ecos trágicos de un renunciamiento, siempre desde la misma materia de sus sentidos, esquivos como el olfato al registro cinematográfico, pero cautivos en el territorio sensible de su persistencia.
Bien dicen que la primera escena, cuando no la primera imagen, define en buena medida a una película. Los cinco diablos -ya diremos a qué entendemos le debe el título esta película con Adèle Exarchopoulos-, en ese comienzo, presagia mucho de lo que se verá. La directora francesa Léa Mysius (su filme Ava estuvo en la Semana de la Crítica en Cannes en 2017) elige mostrar a Adèle Exarchopoulos de espaldas. La actriz de La vida de Adèle (Palma de Oro en el Festival Cannes hace ya una década) tiene un brillante traje de gimnasta. Pero no está sola. La acompañan otras jóvenes, y todas miran un enorme fuego. Cuando Joanne se da vuelta, vemos que está llorando. En esa primera imagen, decíamos, están muchos de los elementos que se desarrollarán en la trama de Los cinco diablos: la pasión y la presumible muerte, atizadas por el fuego y la belleza. Pero luego Joanne no parecerá tan vulnerable. Esa escena del comienzo no es en el presente, ya veremos, sino en el pasado. El tiempo presente la tiene a Joanne dando una clase de aquagym a señoras en una piscina. Sea lo que haya pasado con ese fuego, la vida de Joanne es, en apariencia, otra. Está en pareja con un hombre que llegó de Senegal, con quien tuvo una hija. Y es Vicky (Sally Dramé, todo un descubrimiento) uno de los ejes centrales del filme. Un don, o un poder Vicky tiene, digamos, un extraño don, o poder. Ve cosas del pasado. Tal vez la escena del fuego la vemos a través de sus ojos. No importa. Vicky tiene una muy buena relación con su madre, a quien acompaña en un extraño ritual. Tras la clase, a Joanne le gusta ir hasta el lago y nadar. No importa que haga un frío impresionante. Vicky la ayuda a untarse el cuerpo con grasa de leche, allí, tan cerca de los Alpes, para ayudar a su cuerpo a retener el calor. Eso sí: a los 20 minutos tiene que soplar el silbato y avisarle a su madre que llegó al límite que Joanne se autoimpuso y permite. Tanta vida placentera con Vicky no tendría su correlato con su esposo, Jimmy (Moustapha Mbengue). Su padre (Patrick Bouchitey) le pregunta sin vueltas si sigue sin tener relaciones sexuales con él. Para más, en la casa Vicky se la pasa preparando brebajes por lo menos raros. Cuando Joanne se entere de que su hija tiene un sentido del olfato increíble, ya estará preocupada por otro asunto. Julia (Swala Emati), la hermana de su esposo, ha venido para quedarse. Como en aquel filme de Abdellatif Kechiche, Adèle Exarchopoulos interpreta a una mujer lesbiana. Sí: Joanne se casó con el hermano de Julia luego de que ésta desapareció. Bah, en realidad estuvo encerrada por aquel incendio del comienzo, hace muchos años. Y ahora busca refugio en el hogar de su hermano y de su examante. El amor y el deseo se presentan como fuerzas inexplicables. Como lo son en la vida real. La realizadora se apoya en su director de fotografía Paul Guilhaume para utilizar una paleta de colores contrastantes y contraponer a esos cinco personajes (a los nombrados sumen a Nadine, interpretada por Daphné Patakia, Bartolomea en Benedetta), los cinco diablos de una ficción por momentos atrapante, cuando no desconcertante.
The Five Devils Vicky está aprendiendo a controlar su don: puede sentir y coleccionar cualquier olor, como el de su madre, por quien profesa un amor incondicional. Su incipiente poder se pondrá a prueba con la llegada de su tía, que hará despertar en la pequeña los recuerdos de su familia. Léa Mysius crea un singular universo fantástico y un poderoso discurso crítico en torno a la diferencia. Léa Mysius está obsesionada con los sentidos, si en su primer largometraje Ava (2017) seguía la historia de una chica que comienza a perder el sentido de la vista, en The Five Devils descubrimos qué ocurriría con una niña que tiene la capacidad de ver el mundo a través de sus aromas, almacenarlos como recuerdos… y poder viajar entre ellos. Una caja china que va descubriendo secretos a medida que avanza el relato acompañada por una fotografía precisa y hermosa.
Cinco diablos (Les cinq diables, Francia, 2022) es una película de corte fantástico que combina un drama familiar con elementos de magia y viajes en el tiempo. Vicky es una niña especial que vive con su madre Joanne y su padre Jimmie. Cuando la tía de Vicky, Julia, la hermana de Jimmie, llega después de salir de prisión, su presencia trae de vuelta el pasado de una manera mágica y violenta. La niña, excéntrica y solitaria, tiene un don muy particular e insólito: puede reproducir cualquier aroma que le guste y coleccionarlo en frascos. Vicky ha capturado en secreto el olor de Joanne (Adèle Exarchopoulos), su madre, por quien cultiva un amor salvaje y desmesurado. Por eso cuando Julia (Swala Emati), irrumpe en su vida, Vicky será capaz de entender algo sobre el pasado de ella que pondrá en duda toda la estructura de su familia e incluso amenazará la propia existencia de la niña. La película podría ser una especie de film fantástico con toques de M. Night Shyamalan e incluso tiene conexiones con Volver al futuro. Pero es tan pretenciosa y solemne que se pierde la chance de ser interesante. Su necesidad de mostrarse muy artística tal vez la ayudó a participar de festivales, pero daña mucho a Cinco diablos como película.
Deseo y brujería de Léa Mysius La película francesa participó en la Quincena de los Realizadores de Cannes y cuenta con una trama fantástica impulsada por la imaginación de una niña. La directora y guionista Léa Mysius, junto a Paul Guilhaume, presenta saltos en el tiempo narrativo y poderes extraños relacionados con el olfato. La trama se desarrolla en el gimnasio "Los cinco diablos", donde Joanne (Adèle Exarchopoulos), la madre de Vicky (Sally Dramé), imparte clases de natación y aquagym. La imagen de ella y su esposo Jimmie (Moustapha Mbengue) está en la pared de la piscina, y una mujer con media cara quemada (interpretada por Daphne Patakia) limpia el vestuario. La historia se cuenta desde la perspectiva de Vicky, una niña de pelo afro con un sentido del olfato exagerado. Puede identificar a personas y objetos a distancia y crear maldiciones con su imaginación. Rotula frascos con nombres como "Mamá 1" y "Mamá 2". Cuando llega su tía Julia (Swala Emati), reaviva un deseo del pasado con su madre en un triángulo amoroso. Vicky experimenta desmayos que la llevan al pasado, permitiendo al espectador recuperar los acontecimientos en un ingenioso juego de información. La película no es un policial, sino una exploración de los deseos y frustraciones de una niña cuya madre se aleja al comportarse de manera infantil. La trama se convierte en un thriller queer. Los cinco diablos (Les cinq diables, 2022) tiene un atractivo visual hipnótico, con colores cálidos que contrastan con el paisaje invernal. La pasión y el deseo sexual se contraponen a la violencia del bullying y la distancia entre los padres. La película presenta situaciones que marcan el ritmo de la historia. La rutina de Vicky con su madre en la piscina, el lago y la escuela cambia gracias a sus "hechizos", que expresan sus deseos infantiles. Los cinco diablos es una propuesta lúdica y extraña con un atractivo visual que invita al espectador a un viaje por el poder de la imaginación.