Plagada de lugares comunes, de cosas que ya vimos, y mejor hechas, en infinidad de ocasiones, el principal problema de la película radica en su título local, NO HAY MAREMOTO, hay una búsqueda desesperada por salvar la vida de un hombre que desapareció junto con una plataforma petrolera. En sus escenas prevalece el tedio.
El audaz director de películas como Bølgen (La ola) y Skjelvet (Terremoto), John Andreas Andersen, vuelve a la pantalla grande. Ahora presenta Nordsjøen (El mar en llamas), donde demuestra el peligro de explotar el suelo marino para la extracción de petróleo.
Maremoto (Nordsjøen/The Burning Sea, Noruega, 2021) se suma a una lista de películas de cine catástrofe de ese país que han funcionado muy bien en la taquilla de estos países y han extendido su éxito a otros lugares del mundo. Aprovechando los avances de los efectos visuales digitales, hoy estos países pueden construir escenas espectaculares que compitan dignamente con las producciones gigantes de Estados Unidos. A The Wave (2015) y The Quake (2018) se le suma ahora The Burning Sea, que repite virtudes y limitaciones de estos otros films, pero que apunta a una trama más concentrada en personajes y locaciones. Aquí una plataforma petrolífera se hunde de forma inusual en la costa noruega, y los investigadores intentan averiguar qué ha pasado cuando se dan cuenta de que esto es solo el comienzo de algo aún más grave. Uno de los personajes dimensiona el desastre diciendo que el desastre al que se enfrentan puede ser 350 veces peor que el de Deepwater Horizon ocurrido en el año 2010. Sobre ese desastre ecológico se hizo una película en el año 2016 y hay que decir que Maremoto no puede -ni quiere- superar la dimensión de aquella producción. Lo que identifica a este largometraje es la exploración del costado humano, tratando con un poco más de sobriedad los lugares comunes del género. Sin caer en los excesos habituales, la película tampoco se aleja del todo, ya que son esos elementos lo que más atraen. Tampoco tiene una calidad de efectos sublime, pero en varios momentos logra el impacto necesario. Le falta un poco de fuerza para cerrar la historia y son sólo algunos los grandes momentos. Digna, pero no relevante.
Maremoto (Nordsjøen/The Burning Sea, Noruega, 2021) se suma a una lista de películas de cine catástrofe de ese país que han funcionado muy bien en la taquilla de estos países y han extendido su éxito a otros lugares del mundo. Aprovechando los avances de los efectos visuales digitales, hoy estos países pueden construir escenas espectaculares que compitan dignamente con las producciones gigantes de Estados Unidos. A The Wave (2015) y The Quake (2018) se le suma ahora The Burning Sea, que repite virtudes y limitaciones de estos otros films, pero que apunta a una trama más concentrada en personajes y locaciones. Aquí una plataforma petrolífera se hunde de forma inusual en la costa noruega, y los investigadores intentan averiguar qué ha pasado cuando se dan cuenta de que esto es solo el comienzo de algo aún más grave. Uno de los personajes dimensiona el desastre diciendo que el desastre al que se enfrentan puede ser 350 veces peor que el de Deepwater Horizon ocurrido en el año 2010. Sobre ese desastre ecológico se hizo una película en el año 2016 y hay que decir que Maremoto no puede -ni quiere- superar la dimensión de aquella producción. Lo que identifica a este largometraje es la exploración del costado humano, tratando con un poco más de sobriedad los lugares comunes del género. Sin caer en los excesos habituales, la película tampoco se aleja del todo, ya que son esos elementos lo que más atraen. Tampoco tiene una calidad de efectos sublime, pero en varios momentos logra el impacto necesario. Le falta un poco de fuerza para cerrar la historia y son sólo algunos los grandes momentos. Digna, pero no relevante.
Una grieta descubierta en el Mar del Norte que pone en riesgo a una serie de plataformas petroleras, con la segura consecuencia de un derrame incontrolable. Tal es el punto de partida y llegada de Maremoto, una película que si bien se presenta como un exponente del cine catástrofe en realidad es un drama bastante lineal entreverado con un par de escenas espectaculares. Cuando Sofía (Kristine Kujath Thorp), una ingeniera en robótica experta en manejar equipamiento en el fondo del mar, descubre que su novio Stian (Henrik Bjelland) quedó atrapado en la base de una plataforma próxima a hundirse por el fenómeno natural del título, decide desafiar cualquier orden y consejo para llegar hasta él, incluso sabiendo que probablemente no esté con vida. De ese rescate, sus esperables giros dramáticos y no mucho más, se ocupa el film dirigido por John Andreas Andersen, que cuenta con un elenco que cumple especialmente en lo concerniente a suplir la falta de efectos digitales con caras de preocupación, corridas y gritos. Lo mismo pasa con la cámara, hábil a la hora de transmitir tensión y algo de claustrofobia en las escenas de rescate. Esta suma de ideas salvan por momentos al producto de ser “uno más”, pero no alcanzan para elevarlo a la categoría de “espectacular”. Tanto el prólogo como el epílogo le dan al conjunto una pátina de falso documental, como para concientizar sobre la fuerza de la naturaleza cuando se meten con ella, pero en rigor lo que hay en el medio es un entretenimiento estándar sin demasiado brillo ni sorpresa.
"Maremoto": el mar en llamas Noruega vienen apostando fuerte al género y demuestra que Hollywood ya no es el único lugar con capacidad técnica para contar este tipo de historias. Más catástrofes llegan del norte. Pero no desde los Estados Unidos, donde “el fin del mundo” (en sus distintas variantes y tamaños) es el tema recurrente de un alto porcentaje de las producciones que aspiran a golpear la taquilla como un tsunami. También en Noruega vienen apostando fuerte al género. Eso demuestra que Hollywood ya no es el único lugar con capacidad técnica para contar este tipo de historias, que necesitan de una gran inversión en efectos especiales para resultar verosímiles. Maremoto es el último exponente de esta tendencia que ya acumula varios títulos, como La última ola (2015) o Terremoto (2018), ambas estrenadas en salas locales. E incluso se puede sumar a Troll (2022, Netflix), donde la catástrofe es producida por una criatura fantástica. Lo curioso es que estos cuatro títulos fueron filmados por solo dos directores: Roar Uthaug (La última ola y Troll) y John Andreas Andersen, que primero hizo Terremoto y como la cosa le gustó, la siguió ahora con Maremoto. Si a priori podría hacerse algún chiste sobre esa aparente falta de originalidad por parte de Andersen, la realidad es un poco distinta, porque el título local no representa de forma fiel al tema de la película. Es cierto que hay una especie de maremoto, aunque técnicamente no se trata de un movimiento tectónico, sino del desplazamiento de una masa sedimentaria antigua en el lecho del Mar del Norte. a { color: #000000 }body { margin: 0; background: transparent; }#google_image_div {height: 250px;width: 300px;overflow:hidden;position:relative}html, body {width:100%;height:100%;}body {display:table;text-align:center;}#google_center_div {display:table-cell;vertical-align:middle;}#google_image_div {display:inline-block;}.abgc {position:absolute;z-index:2147483646;right:0;top:0;}.abgc amp-img, .abgc img {display:block;}.abgs {display:none;position:absolute;-webkit-transform:translateX(117px);transform:translateX(117px);right:17px;top:1px;}.abgcp {position:absolute;right:0;top:0;width:32px;height:15px;padding-left:10px;padding-bottom:10px;}.abgb {position:relative;margin-right:17px;top:1px;}.abgc:hover .abgs {-webkit-transform:none;transform:none;}.cbb{display:block;position:absolute;right:1px;top:1px;cursor:pointer;height:15px;width:15px;z-index:9020;padding-left:16px;}@media (max-width:375px) and (min-height:100px){.btn{display:block;width:90%;max-width:240px;margin-left:auto;margin-right:auto}}#spv1 amp-fit-text>div{-webkit-justify-content:flex-start;justify-content:flex-start}#sbtn:hover,#sbtn:active{background-color:#f5f5f5}#rbtn:hover,#rbtn:active{background-color:#3275e5}#mta{left:0;}#mta input[type="radio"]{display:none}#mta .pn{right:-300px;top:-250px;width:300px;height:250px;}.sv #spv2{-webkit-flex-direction:column;flex-direction:column}.jm.sv #spv2{-webkit-justify-content:center;justify-content:center;-webkit-align-items:center;align-items:center}#spv2 *{-moz-box-sizing:border-box;-webkit-box-sizing:border-box;box-sizing:border-box}#spr1:checked ~ #cbb,#spr2:checked ~ #cbb,#spr3:checked ~ #cbb{display:none}.amp-animate #spv4{opacity:0;transition:opacity .5s linear 2.5s}.amp-animate #spv3 amp-fit-text{opacity:1;transition:opacity .5s linear 2s}#spr3:checked ~ #spv3 amp-fit-text{opacity:0}#spr3:checked ~ #spv4{opacity:1}#spr1:checked ~ #spv1,#spr2:checked ~ #spv2,#spr3:checked ~ #spv3,#spr3:checked ~ #spv4{right:0px;top:0px}[dir="rtl"] .close{transform:scaleX(-1)}.ct svg{border:0;margin:0 0 -.45em 0;display:inline-block;height:1.38em;opacity:.4}#ti{width:300px}#btns{width:300px}.fl{width:300px;height:250px;}.sb{height:50px}.so{width:96px;height:50px;}.so:hover,.so:active{background-color:#f5f5f5}@media (min-height:54px){.sh.ss .so,.sv .so{box-shadow:0px 0px 2px rgba(0,0,0,.12), 0px 1px 3px rgba(0,0,0,.26);border:none}}.sv .so,.sh.ss .so{border-radius:2px}.sv .so{margin:4px}.amp-bcp {display: inline-block;position: absolute;z-index: 9;}.amp-bcp-top {top: 0;left: 0;width: 300px;height: 10px;}.amp-bcp-right {top: 0;left: 290px;width: 10px;height: 1000px;}.amp-bcp-bottom {top: 240px;left: 0;width: 300px;height: 10px;}.amp-bcp-left {top: 0;left: 0;width: 10px;height: 1000px;}.amp-fcp {display: inline-block;position: absolute;z-index: 9;top: 0;left: 0;width: 300px;height: 1000px;-webkit-transform: translateY(1000px);transform: translateY(1000px);}.amp-fcp {-webkit-animation: 1000ms step-end amp-fcp-anim;animation: 1000ms step-end amp-fcp-anim;}@-webkit-keyframes amp-fcp-anim {0% {-webkit-transform: translateY(0);transform: translateY(0);}100% {-webkit-transform: translateY(1000px);transform: translateY(1000px);}}@keyframes amp-fcp-anim {0% {-webkit-transform: translateY(0);transform: translateY(0);}100% {-webkit-transform: translateY(1000px);transform: translateY(1000px);}}body{visibility:hidden} " id="google_ads_iframe_3" style="position: absolute; border: 0px !important; margin: auto; padding: 0px !important; display: block; height: 250px; max-height: 100%; max-width: 100%; min-height: 0px; min-width: 0px; width: 300px; inset: 0px;"> Este movimiento afecta a las más de 350 plataformas petroleras que Noruega tiene en la zona, poniendo en peligro no solo a los obreros que trabajan ahí, sino que amenaza con un desastre ecológico nivel holocausto. Esa sería la verdadera catástrofe que propone Maremoto, cuya naturaleza se encuentra mejor expresada en el título internacional de la película, The Burning Sea, algo así como “El mar en llamas”. Eso hace que Maremoto tenga más que ver con Horizonte profundo, la recomendable película de Peter Berg basada en el caso real de la plataforma Deepwater Horizon, el accidente petrolero más grave de la historia, que con su propio título. Las diferencias entre ambas están dadas en primer lugar por las dimensiones de la catástrofe, que la película noruega multiplica por 350. a {color:#000000}body {line-height:0;margin:0;background:transparent;}#google_image_div {overflow: hidden;position: absolute;}body{visibility:hidden} " id="google_ads_iframe_7" style="position: absolute; border: 0px !important; margin: auto; padding: 0px !important; display: block; height: 600px; max-height: 100%; max-width: 100%; min-height: 0px; min-width: 0px; width: 300px; inset: 0px;"> Sin embargo, aún estando bien realizada en lo que tiene que ver con el uso de los recursos técnicos, Maremoto resulta fría, toda una paradoja para una película que propone un mar prendido fuego. Eso no significa que no pueda ser seguida con cierto interés, porque la estructura narrativa tampoco es el problema. Lo que ocurre es que Andersen nunca logra algo que Berg y la mayoría de sus colegas estadounidenses saben hacer muy bien: generar empatía. Hacer que el espectador se interese por el destino de los protagonistas, que le importe lo que les pasa, porque de ahí nace la tensión más auténtica que es capaz de generar esta clase de películas.
Maremoto es una película proveniente de Noruega en la que su director, John Andreas Andersen, vuelve a abordar el cine catástrofe con el hundimiento de una serie de plataformas petroleras en el Mar del Norte. Y está protagonizada por Kristine Kujath Thorp, de una larga trayectoria en el cine y la televisión de dicho país, acompañada de Anders Baasmo, Bjørn Floberg, Rolf Kristian Larsen y Henrik Bjelland, entre otros. La historia sigue a Sofía (Kujath Thorp), que maneja un dron submarino diseñado para el rescate, que es contratada para investigar el hundimiento de una de estas plataformas petroleras. Lo que según dicen es solo el comienzo de un desastre ecológico 350 veces mayor que el de Deepwater Horizon, llevado al cine en la película «Marea negra». El principal problema de esta película son sus limitaciones presupuestarias, que se hacen notar especialmente en la escasez de escenas de gran espectáculo, a las que nos tiene acostumbrados el cine de Hollywood contemporáneo, para darle al espectador una dimensión del desastre al que se enfrentan sus personajes. Siendo esto suplantado por planos cerrados, que generan la sensación de claustrofobia necesaria para las escenas submarinas, donde el uso de la tecnología de punta recuerda al cine de James Cameron. Así como también resulta molesta la bajada de línea ecologista, a pesar de su innegable importancia, ya que no se integra al relato, sino que ralentiza la acción dramática con largas explicaciones, propias del cine documental que terminan resultando anti climáticas. Además de la falta de desarrollo de los personajes secundarios, ya que a excepción de su protagonista, sobre la que se carga todo el peso dramático, resulta difícil empatizar con ellos, porque se limitan únicamente a cumplir su función dentro de la trama. En conclusión, Maremoto es una película a la que sus dichas limitaciones le juegan en contra, a pesar de sus indudables buenas intenciones, como es la de dar un mensaje sobre el cuidado del medio ambiente. Porque elige explicar en lugar de mostrar, sin fusionar de manera armónica el mensaje con el relato, por lo que parece que los problemas presupuestarios justifican las malas decisiones de puesta en escena.
De los mismos productores de “La última ola” y “Gran terremoto 9 grados” este producto noruego tiene el sello de la catástrofe masiva con el agregado de un llamado de atención ecológico. En realidad lo que se muestra es como una plataforma petrolera se hunde dramáticamente en la costa de ese país nórdico, pero la tragedia es el primer síntoma de una amenaza mayor. Porque en realidad a pesar del nombre en nuestro país no hay un maremoto y si un mar incendiándose, como es título original (The burnining sea). Lo que se muestra es que la avidez por transformarse en una potencia petrolera, llevo a Noruega a sacar el combustible del lecho marino con una actitud irresponsable y poco estudiada, porque es inminente un desastre mayor por la avidez económica y el no cuidado del equilibrio de la naturaleza. Por supuesto que historias individuales le ponen dramatismo a tanto efecto especial y el rescate sirve para encontrar una solución al menos provisoria a tanto desmán. Con una construcción nada original pero efectiva, mas la inversión en espectacularidad, el combo entretiene y de paso despierta alguna conciencia.
La traducción del titulo del filme en su idioma original sería Mar Del Norte, el titulo en Ingles se podría traducir como Mar Ardiendo, ambos bastante mas lógicos que el establecido para su estreno en la Argentina. Esta situación no desmerece al filme de ninguna manera, salvo para aquellos que vayan a ver un maremoto, este no existe. Una plataforma petrolera colapsa dramáticamente en la costa de Noruega, cuando los investigadores intentan averiguar que sucedió, se dan cuenta que esto es el principio de una situación mucho mas sería. Deudora inevitable del filme yankee “Horizonte Profundo” (2016) Basado en los eventos sucedidos en el Golfo de México el 20 de abril de 2010, a 80 km al sur de la costa de Luisiana, explosión en la plataforma petrolífera (semi sumergible de posicionamiento dinámico-satelital), era una de las mayores del mundo de su clase, que
Cine catástrofe noruego ejecutado con solvencia y respeto por las reglas del género. Eso es Maremoto, una película que, además de mantener el suspenso, denuncia el negocio del petróleo, una de las principales causas de la contaminación de los océanos, del cambio climático y, por lo tanto, de las distintas represalias de la naturaleza. Dirigida por John Andreas Andersen, Maremoto muestra el derrumbe de una plataforma petrolífera en el Mar del Norte, costa de Noruega, y cómo los encargados descubren que se debe a una grieta en el fondo del mar, que hizo lo mismo hace miles de años y que ahora se repite por las perforaciones que se hacen desde las plataformas. Al comienzo se muestra una grabación de video en la que uno de los encargados de la empresa, William (Bjørn Floberg), expresa cierto arrepentimiento por las consecuencias trágicas del trabajo en la plataforma. Luego, la película se encarga de presentar a los personajes principales: Sofia (Kristine Kujath Thorp) y Stian (Henrik Bjelland), de mostrar la vida que llevan juntos y de introducir al personaje de Odín (Nils Elias Olsen), el hijo de Stian, como si estuviera preparando la sensibilidad del espectador para justificar la emoción del final. Sofia se entrena en una base dedicada a la robótica en alta mar, con unos aparatos diseñados para filmar bajo el agua. El amigo y compañero de trabajo Arthur (Rolf Kristian Larsen) es un experto en la técnica y la película lo muestra como alguien muy querido por la protagonista. Los efectos especiales están dosificados con prudencia, mientras se desarrolla la tensión que se genera en la empresa cuando empiezan a surgir las primeras grietas en el fondo del mar. Apoyada en el género catastrofista, el filme tiene una seguidilla de lugares comunes desarrollados con pulso, sin pretender hacer nada novedoso ni nada que se salga de la fórmula del subgénero. Un elemento importante es el surgimiento de un héroe, en este caso una heroína, Sofia, quien se involucra hasta el último para salvar a su compañero Stian, quien queda atrapado cuando el maremoto derriba la plataforma más grande del Mar del Norte. La película tiene que tener necesariamente una heroína que se vea sumida en una situación de vida o muerte junto con otros personajes para crear más suspenso, algo que el director logra a su manera. Lo que le juega en contra a Maremoto es que es muy específica, tanto en el lenguaje técnico que maneja como en el tema que plantea. En cambio, lo que sí es universal y entendible es el drama que viven los personajes. Y, por supuesto, la denuncia a la industria petrolera, que se puede hacer extensiva a otras industrias.
John Andreas Andersen dirige esta película noruega de cine catástrofe. Con algunos clichés propios de un género popularizado en Norteamérica pero también una construcción sólida de personajes y sus vínculos y, sobre todo, un fuerte hincapié en concientizar sobre las consecuencias que actos humanos, y en especial movidos por la ambición, pueden tener en el medioambiente. No es casual que esta película que, más allá de su engañoso título en español, gira en torno a una catástrofe sobre el mar suceda en Noruega. Porque en realidad lo que sucede no es un desastre natural, sino la explosión de una planta petrolera en un país que es un gran exportador de este recurso natural. Y el primer acierto de Maremoto es que no se regodea en escenas espectaculares y efectos especiales, sino que prefiere ahondar en personajes, en sus historias, para que luego también seamos testigos de cómo cada uno de ellos enfrenta estas situaciones inesperadas. Allí tenemos entonces a una joven que trabaja en una empresa de robótica y se encuentra en una relación amorosa con un hombre que tiene un hijo pequeño. En esa relación que parece cada vez más sólida y consolidada, se animan a dar un paso más y coquetear con la idea de vivir juntos, para no pasar solo aisladas noches así. A su vez, este padre soltero trabaja en una plataforma de perforación que se derrumba y de a poco los problemas se magnifican cuando él queda atrapado y ella no está dispuesta a quedarse de brazos cruzados mientras nadie hace nada al respecto. Con un poco de fórmula de manual, la historia avanza entre las peripecias y el terror de no sobrevivir sumado al de destruir un poco más nuestro planeta, el cual nunca dejamos de explotar. Pero Maremoto, que en realidad no tiene mucho de maremoto en sí, apuesta al factor humano y por eso resulta no sólo entretenida sino que la conecta a una con la historia. Quizás el personaje de ese empresario que se niega a trabajar en el rescate cuando ya queda poco tiempo y poco por hacer es el que está más desdibujado. Otro recurso que funciona es que empieza con una especie de testimonio de este hombre, como si estuviésemos viendo un documental. Si bien la historia es ficción, la denuncia o el mensaje es real, contundente, válido. Más allá del engaño de su título, Maremoto funciona como una película de catástrofe, con sus buenas dosis de tensión a las que le suma personajes protagonistas queribles con los que es fácil empatizar. Algunos lugares comunes y un mensaje aunque importante algo subrayado, estamos ante un exponente curioso, que consigue ser a veces más entretenido, a veces más emocionante.